DISCLAIMER: Ninguno de los personajes me pertenece. Son de CLAMP.


Es un día ajetreado en la preparatoria Seijou. Dos estudiantes van conversando sobre las actividades deportivas. Una va vestida con el uniforme de porristas y la otra, con el de la escuela. Como ya sonó el timbre, se dirigen a la puerta de salida. Un joven chino aparece apoyado en ella.

—¡Syaoran!—grita emocionada la chica de ojos verdes—¡Volviste antes!
—Sí, mi bella flor—dice el muchacho, acercándose para abrazarla.
—Qué gusto verte, Li—dice la otra muchacha.
—Igualmente, Daidouji.
—Bueno, iré a mi casa. No te preocupes, Sakurita—agregó, al ver el rostro de preocupación de la castaña—. No es ninguna molestia, nos vemos mañana—dijo, alejándose de la pareja.

Tomoyo Daidouji se fue caminando lentamente, pensando en su mejor amiga, y lo feliz que ella era con Syaoran. La envidiaba, pero no de mala manera. Deseaba tener un "alguien" especial que la amara tanto como aquel chico amaba a su mejor amiga. Y no era que le fuera imposible tener una cita, pero no había nada interesante, esa "chispa" de la que hablaban los libros que leía, ni las señales del universo (o de la magia) como lo fue aquella carta que Sakura creó al descubrir sus sentimientos por Syaoran.

La única vez que había sentido esa emoción que se describía en las novelas de amor fue cuando la reencarnación de Clow llegó a la escuela a causar desastres. No habían conversado nunca, al menos no de otra cosa que no estuviera relacionada con la magia, mas supo que él era más parecido a ella de lo que quisiera admitir. Pero su estadía no fue larga, y tuvieron que pasar los años para que se diera cuenta del efecto que ese niño había tenido en ella.

Sumida en sus pensamientos, no se dio cuenta del joven que se encontraba delante de ella, hasta que ya fue muy tarde, cuando se tropezó con él, haciendo que soltara los papeles que tenía en sus manos.

—Discúlpeme, no fue mi intención—dijo, avergonzada, mientras recogía los papeles del suelo.
—No se preocupe, señorita. Todos hemos tenido uno de esos días—le respondió, con una sonrisa.

Tomoyo se disculpó de nuevo y continuó con su camino.

La última vez que había visto a Eriol Hiraguizawa fue hace casi dos años, cuando vino por una semana de vacaciones a Tomoeda. Ahora era un muchacho apuesto, con los modales que se esperaban de un inglés. Sin embargo, la muchacha descubrió que seguía siendo aquel pequeño que disfrutaba jugarles bromas a los demás, especialmente a los despistados de Syaoran y Sakura. Habían platicado por unos minutos, en los que la llenó de preguntas acerca de lo que había ocurrido en su ausencia. No hubo mucho que contar: la dueña de las cartas y el joven miembro del Clan Li seguían con su timidez inicial, a pesar del tiempo que levaban juntos; los guardianes no habían sufrido grandes cambios, en especial Kero, quien todavía jugaba videojuegos en el cuarto de Sakura cuando ella no estaba; y ella... no pudo decir nada más ya que Eriol le informó que debía retirarse, pero que continuarían su conversación en otra oportunidad. Algo que todavía no había ocurrido.

¿Por qué continuaba pensando en lo ocurrido tanto tiempo atrás? Las posibilidades de volverlo a ver eran muy bajas, incluso si viajaba a Inglaterra a buscarlo. Pensó en pedirle su número a Li, al fin y al cabo, eran parientes, o algo así. Lo llamaría y le diría que era hora de terminar con aquella conversación de hace un par de años. Excepto que no tenía el valor suficiente para hacerlo.

Ya había llegado a la puerta de la mansión. Se moría de hambre, seguramente sus neuronas reclamaban por hacerlas pensar tanto en él. Entró para ir a la cocina, y ver si quedaba algún pedazo de pastel en el refrigerador.