+LADRÓN DE CORAZONES+

+STAGE 01: DINAMITA+

Le resultó cómico, encontrarse con su foto, regada por toda la ciudad.

Aunque en realidad no lo favorecía en lo absoluto y lo pintaba bastante feo, no podía negar la satisfacción que le daba que los estúpidos policías le estuvieran persiguiendo, sólo porque se había mandado una de las suyas la semana pasada.

¿Pero qué? Él era un hombre bastante joven pero tenía sus ambiciones de igual manera, él también soñaba con ganarse una fortuna sin ensuciarse las manos y con tener la casita perfecta que se hiciera pasar prácticamente por mansión.

Sólo que la gente del pueblo eran todos unos ignorantes, nadie pretendía nada mejor para sus miserables vidas y lamentablemente él destacaba de esa población tarada, por eso la policía le odiaba como si fuera el peor criminal y por eso también lo perseguían como si fuera algun asesino en serie.

Y bueno, como él disfrutaba muchisimo más que cualquier otra cosa el llamar la atención de esos ineptos... siempre encontraba motivos para empeorar su mala reputación, quizá pintar la maldita comisaría con ofensas de lo más descaradas o pinchar las ruedas de las patrullas dejando de a pie a los incompetentes alguaciles.

Pero la última había sido la mejor de sus hazañas, idear un plan maestro con sus fieles muchachitos seguidores y así asaltar el banco más grande del chiquito pueblo, encima a plena luz del día y con la cara al descubierto para que la Ley viniera tras de él.

Había sido una jugada arriesgada y había salido bien, tuvo que correr por más de tres horas llevandose a cualquiera por delante y terminó en lugar tan tremendamente oloroso que le dada nauseas, dandome paso ante la puerta entreabierta que lo invataba a pasar y así se escondió minimamente de la persecución sólo para tomarse un descanso.

¿Qué? Obvio que a alguien como él, algo tan insignificante como eso, no lo iba a dejar sin aliento ni por casualidad.

Unos cuantos policias estúpidos y gordos no podían hacerle frente, que él se había convertido en el ladrón más buscado en la ciudad y era el entregar su cabeza la recompensa más valiosa, incluso para la mujer que esa vez le acogió sin quejarse.

-Ey-habló, por detrás de él-¿Qué estás haciendo ahí, flojo?-

Horo Horo recordaba perfectamente bien la primera conversación que habían tenido, él le había explicado que se estaba escapando de la policía tan eficaz del pueblo y que sólo necesitaba quedarse un rato para asegurarse de que no lo atraparan, cosa que ella pareció tomar en chiste y únicamente se echó a reír frente al "supuesto" invento del hombre.

Lo primero que le provocó esa mujer fue coraje, era tan estúpida que ni se daba cuenta en la situación de riesgo en que estaba y que actualmente él disfrutaba muchisimo más de lo que disfrutaba la compañía de esa mujer, esa mujer rubia que andaba delante de él con un sostén bastante pobretón y con una falda tan corta que tranquilamente él podría ver visto sus bragas.

No era que le interesara precisamente involucrarse con una mujer, pero... cuando ella se soltó depositando su confianza en él, Horo Horo se sintió como un estúpido quedandose atento para escuchar las palabras de su acompañante y cómo ella movió la boca para por fin darle la razón, exigiendole sutilmente que le contara por qué hacía lo que hacía y por qué había terminado justo en ese lugar con ella.

Y sin embargo fue la historia de la mujer lo que lo dejó en seco, ella le habló del lugar roñoso en el que por su cuenta se había instalado y de cómo sobrevivía sin tener un empleo con el cual sustentarse, lo que dejó al chico como si lo hubiera arrollado un camión del triple de su tamaño y así le dieron ganas de sacar a la pobre rubia del matirio que había sido su vida en los últimos cuatro años.

Él admitía que no era un hombre del todo sensible, pero... el haberle escuchado decir que trabajaba para su abuela, en un negocio tan sucio como le parecía vender su cuerpo por dinero, fue quizá el disparador que desató una rabia que en su vida creyó que sentiría.

¿Había sido casualidad, que se encontrara con esa mujer? Eso ya poco le importaba, en realidad.

Tenía que hacer algo para liberarla minimamente de aquella cosa, tenía que hacer algo para que ella no siguiera viviendo semejante situación y para que no se rebajara a tal cosa con tal de conseguir dinero, que no se diera el gusto de vivir bajo los mandatos de una vieja así de puerca y de depender de los gustos retorcidos de algun que otro viejo verde.

-Mi historia no se compara con la tuya, en serio-confesó él, tratando de entender-No sé cómo lo aguantas-

-¿Qué puedo hacer?-se limitó a decir, la rubia a punto de llorar-No tengo trabajo, no tengo dinero, no tengo adonde ir...-enumeró, con impotencia-No tengo nada más que no sea esto...-

-Bueno, no es que yo tenga mucho que ofrecer, pero...-esquivó él, el hecho de sonar sensible-Puedes venir conmigo, si quieres-

-Estás escapando de la policía, porque robaste un banco-le recriminó, la mujer con soberbía-¿En serio crees que eres una buena influencia?-

-¿Y quedarte con tu abuela, sí lo es?-la desafió, él-¿Quieres estar toda tu vida estancada en este lugar de porquería?-

-Cómplice de un ladrón-habló la mujer, con una sonrisa en la cara-Nunca pensé que mi vida llegaría a esto-

-Es el último tren, linda-se hizo el cómico, haciendose el galán-O que te subes o te bajas-

-Mientras que no me mandes a la cárcel...-reprimió la felicidad que le daba, la propuesta por parte del hombre-Supongo que está bien, ¿no crees?-

-El dinero sobra, así que...-jugó aventurero, con la bolsa en su espalda-Podemos hacer lo que queramos, bonita-

-Anna-refutó, ella-Soy Anna-extendió, su mano-Kyoyama, Anna-

-Usui, Horo Horo-respondió cortés, a la introducción-Pero puedes llamarme "ladrón" o lo que quieras-

-¿Ladrón de qué?-bromeó, ella, divertida

-Ladrón de corazones, primor-y así, depositó un beso en su mano, galantemente

De ese instante llevaba una semana viajando con su repentina acompañante, ya se había acostumbrado a alguna manías que ella tenía a la hora de comunicarse y se había dado cuenta que ella sólo hablaba de temas que le interesaran, de lo contrario simplemente lo ignoraría y le dejaría hablando solo como un loco.

Pero todos esos momentos fueron victimas de la persecución de la inútil policía, él la había llevado corriendo para todos lados y la había hecho pasar por la mayor de las dificultades, dejar que un hombre como él la cargara en su espalda y que le escuchara decir que por nada del mundo se soltara de él.

Quizá había sido lo más sincero que le había escuchado decir en lo poco que lo conocía, la caballerosidad que emanaba de él casi inconsientemente y esa idea chiquilina que parecía tener de tratarla como un bebé, habían empezado a hacerle creer que tal vez no era tan mala idea estar con un ladrón.

Si él lo menos que tenía para con ella era maldad, al contrario la miraba con la cara que un hombre nunca antes la había mirado y se preocupaba por ella como nunca antes alguien se había preocupado, lo que a ella interiormente le dio cierta ternura y quizá un poco de cariño invadió su corazón inexperto.

Se convenció a simisma de que eran tonterías y dejó pasar el asunto, estaba segura de que él no se la iba a dejar fácil y que iba a encontrar la forma de que ella también hiciera su parte, si era que realmente iban a compartir la ganancia como dignos cómplices.

Al menos eso le inspiraba a pensar estando sentada frente a la fogata, se habían acomodado en un rincón apartado de aquel deshecho bosque y él había ido por un poco más de madera para mantener vivo el fuego, comentario que a ella primero le pareció inofensivo y que después encontró sumamente sugerente pero degenerado.

Se había largado de aquella pocilga con un hombre que parecía insinuarsele, que se había robado prácticamente el banco más grande del pueblo entero y que se hacía el galán con ella para dejarla como una típica tarada enamorada, como si no alcanzara con que la policía ya tuviera fichado su bellisimo rostro y que toda la ciudad la hubiera visto mostrar tanto los senos como el trasero.

Le daba coraje sólo pensar en lo insensato que había sido su nuevo ladrón, había ignorado el hecho de que ella en algún rincón siguía siendo una dama y la había cargado en su espalda sin fijarse que ella en realidad no andaba muy vestida, deleitando así a toda la población con el rebote de sus medianos senos y enseñando frente a las miradas lascivas el trasero con que Dios la había premiado.

-Como te odio, Horo Horo-murmuró, dejandose llevar por los recuerdos

Entonces lo encontró agregandole unos chicos leños a la fogata, el fuego pareció agrandarse notablemente apenas tiró el primero y ella dejó escapar una risita cuando él se hizo para atrás, creyendo que se quemaría la cara estando tan cerca o peor aún las manos con las que hoy había sostenido a la chica.

Horo Horo no era en realidad un muchacho pervertido, pero... su compañera de viaje lo tenía con una curiosidad que le estaba matando, ella a veces parecía tan tierna como un osito de peluche y a veces era tan ácida como el mismisimo veneno, lo que le provocó a él un interés peculiarmente extraño y una necesidad de estar cerca de ella que nunca en su vida había experimentado.

Además no podía negar que ella era endemoniadamente hermosa; la boquita que a veces entreabierta lo invitaba a colarse, la profundidad de sus ojos oscuros que le tenían como perdido, la sonrisa raramente espontanea por la que sentía perder la cabeza, la suavidad de su piel blanca que ansiaba volver a tocar, el cabello rubio tan corto que dejaba parte del cuello ofrecido a sus deseos, las piernas largas que quizá le insitaban a romper las barreras, los senos redondos que respiraban entre su escote altamente sugerente...

Eso le hizo acordar que ella aún no había conseguido ropa para cambiarse, seguía con ese conjunto de sostén malcombinado con esa pollera atrevida y encima la noche había caído sobre ellos dandole escalofríos a la mujer, por lo que el chico tan atento se acercó a su linda pero friolenta acompañante y colocó sobre sus hombros chiquitos la camisa que a él lo dejó con el torso desnudo.

-Ahí está mejor-comentó él, orgulloso-No te vayas a enfermar, ¿eh?-

-No me vas a comprar con esto-se hizo, la obstinada-Que te quede claro-

-Eh, tranquila-se echó tranquilo, a su lado-Los hombres no sentimos el frío tanto como las mujeres-comentó, en tono gracioso-Es simple cortesía, nada más-

-Que comentario más estúpido-contestó, como ofendida-Estás orgulloso de ser hombre, ¿verdad?-

-Sí, lo estoy-admitió, él-Pero tampoco me sentiría menos cosa, si fuera mujer-

-¿Huh?-encarnó las cejas, la malhumorada mujer-¿Estás insinuando que yo me siento así?-

-Es lo que te han hecho sentir, estoy seguro-le habló, serio-Pero quedate tranquila, que no volverás a ese lugar-

-¿Qué?-bromeó, ella-¿Te crees que eres realmente rico, como para mantenerme toda la vida?-

-Bueno, si no alcanza con lo que tengo...-contestó, pensando, seguro-Me robaré otro banco, entonces-completó, con una sonrisa-Con tal de que no estés mal, claro-

-Eres un cursi-apartó la cara, ella-No te creo-ignoró, el sonrojo-¿De dónde sacaste todas esas cosas?-

-Lo digo en serio-repitió, confirmando, él-No estoy bromeando-

-¿Ah, sí?-le miró, ella, entre divertida

-Te saqué de ahí y no voy a permitir que vuelvas-prometió, más seguro que nunca-Pero tampoco puedo ir a prisión, parece-pensó, en las posibilidades-De lo contrario, ¿quién te va a mantener, eh?-

-Eres muy bueno, como para estar metido en esto-se sinceró, frente a su compañero-¿Te lo había dicho antes?-

-Me gustan los problemas, nada más-contestó, él, como provocandola-Y tú, parece que eres dinamita, Anna-

-Sí, claro-le sonrió, pícara-Pero aún te falta mucho, para hacerme explotar, ladroncito-