Los personajes no me pertenecen, la historia sí.
Capítulo Uno
No entendía el comportamiento humano. No entendía cómo las féminas de medio Hogwarts podía estar deseando que él les brindase una estúpida sonrisa.
Era un gilipollas con todas las letras y en mayúsculas. Era un engreído y un narcicista y un... arggggg.
Le odiaba, con toda mi alma.
-¿Qué te pasa? Vienes malhumorada- la voz de Ron me sacó de mis pensamientos. Le miré furiosa, pagando mi frustración con él.
-No me hables, Ronald- Seguí por mi camino, bajo la atenta mirada de Ron y Harry. Pasé por la sala común y me dirigí directamente a mi habitación. No me desvestí, ni siquiera me quité los zapatos, tan sólo me tumbé en la cama y suspiré varias veces, intentando controlar el torrente de lágrimas que siempre venían tras un cabreo.
Odiaba llorar. Nunca lo hacía en público y siempre solía ocurrirme después de la que la ira me recorriese el cuerpo y la mayoría de las veces el causante era él.
Draco Malfoy se podría decir que era el único hombre sobre la faz de la tierra que me ponía de los nervios, en el mal sentido. Le odiaba, no encontraba otro sentimiento hacia él. Odio, odio y más odio. Me hervía la sangre con tan sólo pensar en él.
No pude controlar las lágrimas y cayeron rápidamente por mis mejillas, enfureciéndome aún más y odiándolo más si esque era posible.
Siempre tenia un estúpido insulto para mí, siempre tenía la frase perfecta o llegaba en el momento exacto para hacerme sentir la mayor vergüenza de mi vida.
Cada día, a cada hora, debía andar con pies de plomo intentando que todo me vaya bien, intentando no encontrármelo por ningún pasillo, evitándolo como si le tuviese miedo.
Las lágrimas se secaron en mis mejillas y me enfadé conmigo misma. No tenía por qué tenerle miedo a un estúpido engreído como él. Me sentí estúpida por haber estado temiendo encontrármelo cada día. Él debía de haberme temido a mí.
Tomé una decisión: desde el siguiente día no temería encontrármelo, contestaría a sus insultos y sacaría esas palabras hirientes que no me gustaba sacar.
No me dejaría pisotear más por un Malfoy y menos uno como Draco.
Urdiendo un plan me fui quedando poco a poco dormida.
El sol entraba a raudales por la ventana abierta y me despertó. Las ventanas de mi habitación siempre estaban cerradas, a no ser que alguna de mis compañeras la hubiese abierto. Molesta abrí los ojos encontrándome en una cama enorme, con sábanas doradas y cubierta con una colcha verde. Desconcertada miré a mi alrededor. No estaba en mi habitación. Me levanté asustada de la cama deshecha para darme cuenta que estaba completamente desnuda. Un gritito se me escapó por los labios y me di la vuelta, dispuesta a encontrar algo de ropa por la espaciosa y extraña habitación.
Una exclamación de asombro salió de mis labios cuando me miré en un espejo justo al lado del armario. Esa mujer que se reflejaba no era yo. Bueno, sí era, pero no como me recordaba del día anterior.
Mi pelo alborotado no era tal, estaba rizado, pero caía en suaves hondas por mi espalda. Mi cara no era tan redonda como siempre y podía ver la madurez en mis facciones. No pude evitar echar un vistazo, asombrada, a mi cuerpo desnudo. Seguía siendo delgada, pero ahora tenía curvas, unas curvas muy femeninas que me hicieron sentirme muy a gusto conmigo misma. Mis pechos estaban más llenos y mis piernas mucho más torneadas.
Salí de mi burbuja para recordar que me había levantado en una habitación que no era la mía y con un cuerpo algo diferente. Abrí el armario encontrándome con ropa de hombre y de mujer mezcladas. Cogí lo primero que vi; una camisa negra de hombre y unos pantalones de pijama rojos que, al parecer, me quedaban perfectos.
Temerosa me acerqué a la puerta y la abrí.
En ese momento me di cuenta, aunque ya me lo imaginaba, que no estaba en Hogwarts, sino en una casa espaciosa y grande. Una casa muggle.
A mi izquierda encontré una habitación con la puerta abierta, en la que había una cama con sus respectivas mesillas y un armario vacío. La siguiente puerta era un baño y dejé de investigar habitaciones cuando vi las escaleras.
Un tramo iba hacia una planta superior y otra a la inferior. Bajé lentamente, sin saber qué iba a encontrarme abajo. En ese momento recordé que no tenía mi varita y me dio miedo bajar completamente.
¿Y si me habían secuestrado? Quizás había ido a Hogsmade y un loco me había raptado, refugiándose en el Londres muggle, ya que era más difícil para los magos rastrearlos.
La película de mi cabeza se fue volando cuando recordé que lo último que hice el día anterior fue dormime en mi cama. Y dudaba mucho que algún mago loco hubiese entrado especificamente en mi habitación de Hogwarts para raptarme y llevarme a su casa muggle. Además que estaba el pequeño inconveniente de que yo no era exactamente como me recordaba.
Bajé completamente las escaleras para encontrarme con un espacioso salón decorado de rojo y verde.
Estaba ensimismada mirando el salón, buscando fotos o algo que me diese una pista de quién vivía ahí, que no escuché la puerta abrirse. Tampoco escuché los pasos acercándose a mí.
Pegué un grito cuando unos fuertes brazos me rodearon la cintura.
-Tranquila, soy yo.-Me susurró en el oído una voz aterciopelada, muy dulce, claramente de un hombre. Estaba tan asustada que ignoré el estremecimiento al sentir sus labios tan cerca de mi oreja.
Intenté soltarme del agarre, pero me fue imposible. Sus brazos parecía de acero. Escuché una risotada proveniente del desconocido que, al parecer me conocía, detrás de mí. Enfurecida hice lo que mejor se me daba en situaciones así. Me incliné hacia delante y encajé mi madíbula sobre su brazo derecho, mordiéndole fuertemente.
Dolió como los mil demonios, pero él me soltó, con una exclamación de dolor.
-¿Qué coño haces Hermione?- Esa voz... petrificada me di la vuelta lentamente encontrándome cara a cara con mi apresor. Mi boca formó una perfecta "o". Draco Malfoy, con el pelo más largo, más alto, más guapo, más... oh, por Merlín, ese hombre estaba buenísimo.
No, no podía ser él. Entonces alzó la mirada, que antes había estado escaneando el mordisco de su muy bien formado brazo, y su mirada gris se cruzó con la mía. Definitivamente era Draco Malfoy, aunque sus ojos ya no tuviesen ese hielo caracterísico cuando me miraba.
-¿Aún sigues enfadada por lo de anoche?- Su voz seguía igual. No la reconocí en un principio porque sonó demasiado dulce para salir de sus labios. Cuando gritó o cuando me hablaba como en ese momento, podía reconocerla de inmediato.
-Sí- Mentí y al mismo tiempo dije la verdad. La última escena que recordaba con él era una discusión, una de tantas, pero no sabía exactamente cuál era la última vez que la Hermione de ese momento había estado con él.
Tenía la cabeza hecha un lío.
-Siempre estás igual, con tus estúpidas inseguridades- sus palabras me sorprendieron. Realmente nadie sabía lo insegura que era ya que escondía todo tras la fachada de sabelotodo.- Cuando se te pase el enfado avisame.- Gruñó. Dio un paso seguro en mi dirección y yo retrocedí.
Bufó sonoramente y salió de la casa dando un portazo.
¿Qué hacía yo en la misma casa con Draco Malfoy? Y lo más sorprendente esque era una casa muggle, en el Londres muggle. Malfoy jamás se "rebajaría" a vivir con muggles, y tampoco aguantaría sin usar su magia.
¿Qué estaba pasando?
Además de que no era el mismo con el que había discutido horas antes en Hogwarts. Estaba más maduro (no sólo de cuerpo) y me miraba... raro.
¿Relamente viviría en esta casa con él? Eso significaba que tenía una relación con él. Un sentimiento extraño me recorrió el cuerpo al pensar en ello.
¿Malfoy y yo... juntos?
Nah, eso era imposible. Nos odiábamos. Siempre había sido así. Yo le odiaba con cada fibra de mi ser, jamás tendría ningún tipo de relación amorosa con ese... estúpido.
Un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Relación amorosa era imposible. Además antes de despertarme mantenía una relación con Ron...
En ese momento recordé a mis amigos. ¿Dónde estaban?
Recorrí el salón con la mirada hasta encontrar el teléfono. Bingo.
Si yo vivía en el Londres muggle, Ron y Harry también deberían.
Debajo del teléfono había una agenda cubierta de cuero. La cogí y abrí por la letra H.
No había rastro de ningún Harry Potter. Por si acaso también busqué por el apellido, pero nada. Había nombres que no sabía quienes eran, no los había escuchado jamás.
Busqué a Ron y tampoco lo encontré, pero si encontré a Ginny.
Marqué su número y esperé hasta que Ginny, con la voz algo cambiada contestó.
-¿Hermione?
-Hola Ginny... Verás, necesito encontrar a Harry o a Ron. Me ha pasado una cosa muy rara...
-Acabas de coger vacaciones, creo que deberías descansar un poco de estos dos.
-Es importante, Ginny.
-Harry está de viaje.
Y colgó. Me quedé estupefacta mirando el teléfono, sin creerme aún que Ginny me hubiese cortado la llamada. ¿Qué le pasaba a todo el mundo?
La llamé de nuevo, y ésta vez no contestó.
-Será zorra- el insulto salió sin pensármelo, estaba cabreada.
Subí las escaleras rápidamente y me metí en el baño. Me miré en el espejo por segunda vez en la mañana y volví a impresionarme con lo cambiada que estaba. Me veía incluso guapa.
Lentamente me desvestí y dejé la ropa encima de un mueble. Abrí la llave del agua caliente y esperé unos minutos hasta que se pusiera caliente. Mientras tanto observé los productos de higiene de la bañera.
Abrí la puertecita del espejo, encontrándome con productos femeninos y masculinos juntos. No estaba nada ordenado, y me sorprendía, ya que yo era bastante ordenada.
Mis ojos se abrieron de asombro cuando vi la caja de preservativos abierta. Tragué en seco.
Quizás Malfoy y yo éramos compañeros de piso. Él dormía en la habitación que descubrí al lado de en la que desperté. Quizás nos llevábamos mejor y esos preservativos eran de él, de las chicas que metería en casa...
¿A quién quería engañar? A mí misma, por supuesto. Suspiré y me metí en la ducha.
Tras unos largos minutos debajo del agua cálida descubrí que no había buscado una toalla. Allí, colgada en un perchero, había una negra. No sabía si usarla o no porque no sabía de quién era. No me apetecía nada usar una toalla que Malfoy hubiese utilizado antes.
Acabé cogiéndola y envolviéndomela alrededor del cuerpo. Salí corriendo, con el pelo chorreando, mojando todo el camino hasta la habitación de por la mañana. Me sequé el pelo allí mismo y también el cuerpo.
Entre la ropa desordenada del armario encontré unos vaqueros que me quedaban perfectos y una camiseta negra algo holgada. Tras rebuscar en los cajones descubrí la ropa interior, no sólo de mujer. Me sonrojé al ver la ropa interior de Malfoy mezclada con la que supuse sería mía. Era algo muy íntimo y me daba muchísima vergüenza.
Después de vestirme y peinarme busqué unos calcetines y, sinceramente, los que encontré no sabía si eran de hombre o mujer, pero igualmente me los puse. Encontré unas botas en el suelo y me las coloqué.
Bajé las escaleras, en el perchero de la entrada había un bolso, lo cogí sin mirar qué había dentro y salí a un día algo soleado de Londres.
