Descargo de responsabilidad: Ni con magia he podido hacer que me pertenezca.


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WICKED TRICK

Solo al Presidente Takarada se le podía ocurrir celebrar una fiesta de disfraces en Halloween, ¡por favor, si en Japón NUNCA se había celebrado dicha fiesta! Pero había recibido el memorándum como todos los empleados de LME en donde se les pedía de favor asistir a la fiesta de día de brujas. Un favor, ¡ja!, un favor y sus narices. Si eso era pedir un favor, él ya podría ir convirtiéndose en el príncipe de cualquier cuento de hadas. Todos sabían que detrás de su exquisita labia se escondía la más velada amenaza sobre sus cabezas.

Así que ahí estaba él, con un elegantísimo disfraz de vampiro, ataviado con pantalones negros, camisa blanca y chaleco rojo y su característica capa negra de cuello rojo, en una fiesta organizada en una mansión alejada de las manos de los dioses, de cualquiera de ellos, haciendo como si fuera la cosa más ordinaria del mundo. Claro, tenía que ser, que la fiesta se llevara a cabo en Aokigahara, cerca del Monte Fuji, según había escuchado a la gente de LME ya sea en los pasillos o en cualquier lugar donde se comentara el asunto, este bosque tiene una asociación histórica con demonios de la mitología Japonesa. Y si bien no tenía ni la más mínima idea de a qué se refería la gente con lo de bosque maldito nunca había sentido miedo a ninguna de esas cosas. ¿Cómo había logrado obtener el permiso para utilizar la mansión para su fiesta?, no dudaba ni tantito de que sus contactos habían tenido algo que ver con el asunto. El presidente, había inclusive reservado habitaciones para los empleados en un hotel cercano, aunque no dudaba para nada de que lo hubiera adquirido solo para que nadie pudiera tener motivo alguno, o pretexto si así lo quieren llamar, para no asistir. Aunque eso sí, tenía que aceptar que esta vez se había superado así mismo con las decoraciones. Había calabazas verdaderas y enormes funcionando como lámparas dispuestas en lugares estratégicos, pero de dónde diablos había sacado el presidente ese tipo de calabazas y además ¡gigantes! Adornos fluorescentes que se iluminaban en la oscuridad, ¡vaya! Si hasta había telarañas reales. Ya se imaginaba que el presidente había puesto al pobre de Sebastian en busca de una casa que se adecuara a pie juntillas a sus deseos, si casi, casi lo veía buscando las arañas y poniéndolas a trabajar a marchas forzadas para crear las telarañas. Pero había ido con el secreto anhelo de encontrarla a ella deseando saber de qué se había disfrazado.

Cuando había ido a encargar su disfraz, había visto que en la tienda había uno de una bruja sexy y de repente su libido y su mente habían volado a imaginársela con él puesto. Un vestido en negro con mangas abultadas en los hombros que se ceñían sobre los esbeltos brazos, pero lo interesante no solo era su bajo escote en forma de corazón que dejaría ver parte de sus increíbles encantos, no, lo que más le llamaba la atención de ese atuendo era su falda. Parecía ser como cualquier otra de un vestido normal, pero en la parte de enfrente tenía una abertura hasta la cintura, dejando entrever una diminuta minifalda que permitía contemplar las largas piernas, porque si eso era una falda por debajo... El sueño había terminado cuando el encargado de la fiesta había tomado su orden. También porque aunque había anhelado verla con él puesto sabía perfectamente que su dulce, tierna, modesta, virginal, recatada y tradicional joven japonesa no se pondría nunca algo así. Y aún así se sorprendió a sí mismo diciéndole al encargado:

—Disculpe usted, ¿pero ese vestido está en venta?

Su mente regresó de ese sexy recuerdo al escuchar voces atrás de él. Estaba apoyado detrás de una columna tan ancha que lo ocultaba por completo a los hombres que estaban hablando sin saber que eran escuchados por alguien más.

—¿La has visto esta noche? —preguntó uno de ellos.

—¿A Mogami-san? —respondió preguntando a su vez su compañero, en este momento los agudos oídos de Ren se pusieron más en modo de vigía prestando toda la atención posible a lo que se dijera de ella—, sí, la verdad es que su transformación es increíble. Ya había escuchado que ella podía cambiar de un personaje a otro con una facilidad que incluso, hay quienes dicen no haberla reconocido aun estando parados a su lado, pero esta noche se ve en verdad...

—Hermosa —terminó por él el primero, mientras esbozaba una tímida sonrisa.

—Vaya, ya era hora de que lo admitieras, has estado enamorado de ella desde el primer día que la viste, ¿por qué no aprovechas este día y te le confiesas?

—¿C...cómo?, ¿cuándo?, ¿acaso lo has sabido siempre?

—¡Oh, por favor!, se te nota a leguas, solo los tontos no se darían cuenta de cómo la miras cada vez que estás frente a ella —dijo poniendo los ojos en blanco.

—¿Crees que ella lo sepa? —preguntó con una nota un tanto de temor en su voz.

—Siéndote sincero, no lo sé, pero por los rumores que corren no lo creo —encogió los hombros en señal de resignación.

—¿Rumores?, ¿cuáles rumores?

—Vaya, solo tú podrías ser tan ciego... de ella con Fuwa Sho. Corren rumores desde que la vieron en una situación, mmm —el hombre pensó en cómo podía decirle lo que se le había venido a la mente al recordar lo que había escuchado—, un tanto incómoda, de que ella está enamorada de él y por eso aún no ha podido salir de esa sección rosa de LME —en ese momento Ren pensó que hubiera necesitado más del maquillaje que le daba el tono pálido a su piel porque en ese preciso instante estaba completamente rojo de furia, ¿cómo era posible que el nombre de Fuwa estuviera relacionado nuevamente con ella? Cuando sintió que las voces se escuchaban más lejanas y era improbable que descubrieran que los había estado escuchando, decidió salir de su escondite e ir directamente a buscarla para una que otra respuesta. No le importaban los rumores, ella le había dicho que no estaba enamorada de Fuwa, era el hecho de la situación comprometedora lo que lo molestaba, ¿qué situación era esa?, y ¿por qué ella nunca se lo había dicho?, ¿qué le estaba ocultando que todos lo sabían excepto él?

Mientras Kyoko, ajena a toda la situación, estaba caminando por los alrededores de la mansión. Tratando de localizar a Ren, quería ver la cara que pondría al verla en ese atuendo, se sentía un poco incómoda con el largo de la falda pero la bruja Ten le había dicho que esos disfraces eran de lo más normales en E.U.A. Pero ella no estaba allá sino en Japón y eso no podía decirse que fuera un disfraz cotidiano. Por algún motivo había querido disfrazarse de bruja pero "ese" no era precisamente el atuendo que ella hubiera elegido. El vestido no tenía un escote indiscreto, pero era la blanca camisola lo que sobresalía al forro del vestido lo que llamaba la atención y el corsé que le enmarcaba el busto por debajo haciéndolos levantarse en clara invitación. Ten-san le había dicho que ese vestido era para quitar el aliento, pero ¡nunca se le ocurrió que sería el suyo!, apenas y podía respirar con esa cosa puesta. Y ni qué decir del largo de la falda, que le llegaba a medio muslo, lo único bueno es que llevaba tantas capas de telas de las crinolinas y unas enaguas por debajo que disimulaban lo corto del vestido y que sus piernas estaban enfundadas en unas medias a rayas moradas y negras. Y claro que la escoba no se había hecho faltar, pero la absurda cosa le estorbaba más que ayudarla y ni que decir del largo sombrero puntiagudo que adornaba su cabeza y no dejaba de caérsele sobre los ojos haciendo que empezara a detestar el condenado atuendo.

Estaba tan metida en sus pensamientos que no se dio cuenta de que había caminado tanto internándose en una parte del bosque que rodeaba al lugar. Era un lugar tenebroso de noche. Hasta que llegó a un claro. Ahí estaba él. La luna se reflejaba en su cabello. Y aunque solo veía su espalda, sabía que era tal y como lo imaginaba. Él no estaba disfrazado, su traje era la representación misma de quién era. Llevaba puesto una chaqueta tipo militar blanca con una banda dorada que le cruzaba el pecho y unos pantalones tintos. Si bien había un dicho de que el traje hacía al hombre, en él, era él quien hacía al traje. Lo realzaba, lucía su uniforme como solo él podía hacerlo. Y como si hubiera sentido su presencia se volteó a verla.

—¡Kyoko-chan! —la sonrisa más divina iluminó su rostro y ella le correspondió, mientras que él le abría los brazos.

—¡Cooooooorn!—gritó mientras se arrojaba hacia ellos.

—¡Kyoko-chan, hola!

—Corn, pero... ¿cómo? —aunque estaba abrazada a él, sentía que era como un sueño. No podía creerlo. Ella estaba refugiada entre sus brazos y aún así lo sentía tan extraño como si hubiera una parte que faltara, una parte muy importante y no podía saber con exactitud cuál era.

—¿Cómo he llegado a ti? —asombrada, Kyoko afirmó con la cabeza, las palabras no le salían, se quedó muda y fascinada porque él supo qué era lo que quería preguntarle, era como si le hubiera leído la mente—. Fácil, Kyoko-chan, hoy es una noche mágica —la acercó más a él, abrazándola por la cintura como siempre quiso hacerlo, ella le correspondía aunque un poco tímidamente. Al soltarla la tomó de la mano y la llevó hacia un tronco caído para sentarla a su lado pero no le soltó la mano, mientras que con su otro brazo la rodeaba por los hombros acercándola a su pecho, donde ella escuchaba el latir de su corazón. Estuvieron así un buen rato en silencio hasta que él lo rompió:

—Hoy puedo presentarme ante ti como y quien soy en realidad. Como tú siempre me has querido ver. Hoy es para nosotros una noche especial y la única.

—C...Corn... hay algo en tus palabras que me hace pensar que esto es una despedida, ¿lo es? —dijo levantando el rostro hacia él, Corn bajó el suyo en busca de sus labios para darle un tierno beso que a ella le supo a un adiós, mientras unas lágrimas traicioneras resbalaban por sus mejillas. Cuando se separaron Corn dijo:

—En cierta forma sí, mi querida Kyoko-chan. Pero yo siempre estaré a tu lado, como siempre lo he hecho.

—¿Qué quieres decir con que has estado a mi lado siempre, Corn?

—Creo que en el fondo de tu corazón tú ya sabes esa respuesta, Kyoko-chan. He estado cuidándote y amándote en silencio, temiendo que tú no me ames como lo hago yo, pero sobre todo sufriendo en silencio ante el miedo de que no puedas ser capaz de perdonarme.

—Tú... ¿tú me amas, Corn? —los ojos desorbitados eran clara señal de su sorpresa, la segunda parte de la frase había quedando volando en su mente como siempre sucedía con su audición selectiva.

—Siempre, Kyoko-chan, es hora de despedirme.

—No, Corn, por favor no te vayas, no puedes decirme algo así y luego irte dejándome de esta manera —dijo mientras sus sollozos se hacían cada vez más fuertes.

—No te dejo Kyoko. Es que es mi hora.

—¿Tu hora?, ¿tu hora de qué? —se secó las lágrimas con el dorso de la mano importándole poco el rastro que estas habían dejado en su maquillaje.

—Mi hora de ser el que en verdad soy, mi verdadero yo ante ti, sin mentiras ni engaños. Busca en tu corazón y me encontrarás, Kyoko. Ve a través de mi máscara y encontrarás el profundo amor que siempre te he tenido. Solo te pido que me des una oportunidad de explicar todo, porque yo me he quedado paralizado ante el miedo de perderte —y diciendo esto volvió a tomar sus labios en un profundo beso de despedida.

—¿Perderme?, ¿a qué te refieres? —pero él ya no pudo responderle porque se estaba desvaneciendo ante sus ojos en una vaporosa luz brillante y dorada.

—Kyoko —se escuchó una voz familiar detrás de ella.