No debería empezar otro fic cuando tengo variuos inconclusos pero what the hell xD


Su primer recuerdo era el fuego, su primer y único recuerdo, lo que aparecía en su mente llena de tinieblas.

Recordaba su agradable sensación, calor en la piel que lo hacía sentir protegido e invencible, recordaba su olor, porque los humanos idiotas no lo sabían pero el fuego tenía un olor precioso, parecido a la madera y a los frutos maduros, recordaba su sabor picante y dulce a la vez, recordaba la sensación de tenerlo en el pecho.

El fuego era una chispa titilante a lo lejos, tan frágil como la llama de una vela que se acaba, sabía que debía correr hacia esa pequeña lumbre, lo sentía en la sangre, si no corría todo se acababa, así que corrió, todo era negro, la única luz provenía del fuego, un fuego que se hacía cada vez más grande, siguió corriendo, ya lo sentía en la piel, pero esta vez no era una sensación agradable, esta vez dolía, corrió porque debía correr, pero cada vez dolía más.

Entró en la hoguera, las llamas, antes amigas, lo atacaban sin piedad, quiso gritar pero no pudo, ahogó sus gemidos de dolor en la garganta, sintiéndose pequeño y estúpido, entonces comenzó a caer, con el fuego todavía lamiéndole la piel, cayendo y cayendo, y de repente lo envolvió el agua, helada e insípida, pero apagó el dolor, y de nuevo la nada.

Estaba sobre algo blando y fresco, sentía el agua acariciarle de vez en vez, el cuerpo cubierto de arena, no era una sensación desagradable pero sí bastante rara, no podía recordar si alguna vez había sentido algo parecido.

Fastidiado, quiso agitar las alas y emprender vuelo, pero nada pasó, sus alas se habían ido, asustado, trató de hacer fuego, de nuevo nada, el fuego lo había abandonado.

Estaba aterrado, se levantó, su cuerpo estaba extraño, abrió los ojos lentamente, el mundo se veía distinto, menos brillante, pensó que debía ser porque el fuego no estaba dentro de él, ya no le brotaba.

Miró con esos nuevos ojos, estaba en la orilla del lago, entonces los recuerdos le llenaron la mente como ráfagas: el tesoro, la montaña, el ladrón, el fuego, Bardo…

- Ba…- balbució, sintiendo cómo vibraba la voz en su garganta- Bar…do-

Era su voz de siempre pero se sentía nueva, se acercó al agua para ver su reflejo, dejó escapar un grito de impresión.

Ahora era un hombre, un simple hombre como tantos, como el maldito Bardo; tenía el cabello oscuro y rizado, la piel pálida, era alto pero no como lo fue antes, sus rasgos eran afilados y sus ojos indescifrables, azules, grises y verdes, no podía asegurarlo, lo que sí sabía era que no había una chispa de fuego en él.

Algo extraño sucedió en su blando estómago, era un gorgoreo interno, un gruñido, ¿qué podía significar?

- Hambre- dijo para sí mismo – hambre-

Buscar comida con ese nuevo cuerpo era difícil, sus miembros eran demasiado vulnerables, para cuando pudo atrapar un conejo sus pies estaban llenos de sangre al igual que sus manos, una capa de sudor le cubría el cuerpo, haciéndolo sentir frío, era una sensación horrible, cuando tenía el fuego jamás la sintió.

Tomó al conejo y le quebró el cuello, lo rasgó como pudo con esas patéticas uñas y mordió la carne, sintió asco con el sabor de la sangre y la carne cruda, devolvió el estómago, aún cuando no había probado bocado, el vómito le ardió en la garganta, era horrible sentir tanto.

Corrió de nuevo al lago, tomando un poco de agua entre las manos, tenía frío, mucho frío, y miedo, y hambre, miró las luces de la ciudad titilando, la noche se acercaba y él estaba solo, nadie lo ayudaría, se recostó de nuevo en la arena mojada, tiritando, sintió algo ardiente salir de sus ojos, se tocó el rostro, era como agua pero estaba salada, dolía sacar esa agua de los ojos, ¿qué significaba?, tal vez sería mejor morir así en la arena, ahora que el fuego no lo acompañaba.

- ¿Está usted bien?-

Levantó la vista, sus ojos nublados de lágrimas, no pudo reconocer a la persona que le hablaba pero esa voz…

- No llore, tranquilo- insistió el extraño - ¿qué le ha pasado?, pobre hombre-

- Hambre- repitió, su voz sonaba extraña, como si estuviera herida – hambre, frío-

- Ya, ya, tranquilo- dijo de nuevo aquel desconocido.

El extraño le acarició el cabello, ¡oh, qué tibia mano!, era casi como el fuego, tomó aquella mano entre las suyas, era pequeña, muy suave y cálida.

- Frío- volvió a decir, enfadándose, su estúpida boca no decía lo que deseaba – frío-

- Lo cubriré con mi capa, pobre, está todo mojado, ¿lo han asaltado?, le quitaron hasta la ropa…-

La tela era suave y se sentía bien en la piel, miró atentamente a su extraño benefactor, esa voz era tan familiar, una tímida sonrisa se dibujó en el rostro del desconocido, él no pudo evitar sonreír también, y de nuevo esa agua de los ojos, ¿cómo la había llamado ese hombre?, ahh… llorando, sí, estaba llorando, pero no le dolía, al contrario, se sentía muy feliz, y sentía calor, un calor muy agradable en el pecho, como una llamita titilante.

- Hambre- dijo de nuevo, mostrándole las manos al extraño – yo…cazar…conejo…-

- ¿Quiso cazar un conejo?, mire qué daño se ha hecho, venga, lo llevaré a la ciudad, le conseguiremos algo de ropa y comida, tranquilo, no llore más-

- ¡No!- se encontró diciendo, recordaba a Bardo, ese maldito humano – no, duele, no-

- Lo atenderán ahí- insistió el extraño – no se preocupe, lo cuidarán bien-

- Yo contigo- de nuevo lo tomó de la mano – contigo, me…me quedo contigo-

- No lo dejaré solo- dijo el hombre, con una sonrisa en los labios, y sin saber por qué le creyó.

Aquel hombre era muy pequeño, aún así le llevó de la mano, el pueblo bullía de actividad, había gente cantando, bailando y bebiendo por todos lados, las farolas estaban encendidas, ese fuego era extraño, era fuego después de todo pero era diferente, no latía como el fuego que antes hacía de su pecho, apretó aún más la mano del pequeño extraño que le acompañaba, su calor era mejor, más reconfortante.

Entraron a una casa enorme, personas desconocidas se le acercaron, de nuevo el miedo, gritó y tendió los brazos al pequeño ser que lo miraba compasivo.

- No te harán daño, te van a curar- dijo, hablándole de "tú", tal vez creyendo que así se sentiría más calmado – lo prometo-

- Te creo- le respondió, bien, ya podía articular más palabras.

Las personas no le lastimaron, al menos no con intención, lo ayudaron a tomar un baño con agua caliente, muy caliente, echaba humo y olía delicioso, como a flores, le gustó el baño caliente, era muy reconfortante, lo que le dolió fue cuando le curaron las manos y los pies, luego le vistieron y le llevaron algo de comida, su estómago volvió a hacer ruidos cuando vio la comida, de hecho comió mucho, apenas se daba cuenta de lo hambriento que estuvo.

- ¿Te sientes mejor?- una voz familiar a sus espaldas.

- ¡Tú!- pronunció, sintiendo una emoción extraña al verle de nuevo, le sonrió ampliamente, tendiéndole la mano – ven, come-

- Ya he tomado la cena, gracias- respondió el hombre, sonriendo dulcemente.

- Ven- insistió, estirando la mano.

- ¿Quieres que estreche tu mano?-

- Sí, ven-

El pequeño se acercó y apretó su mano, aprovechó entonces para estirarlo y sentarle en su regazo, abrazándolo, era tan, tan cálido, y olía como fuego nuevo, tan cálido…

- ¿Cómo te llamas?- le preguntó.

- Bilbo-

Vio las mejillas del hombre sonrojarse, eso le gustó, se veían bien así y se sentían aún más calientes, pellizcó una de las pequeñas mejillas, provocando que se sonrojara aún más.

- Bilbo- repitió.

- Sí, yo soy Bilbo, ¿y tú cómo te llamas?-

- Yo soy…-

- ¡Bilbo!- esa voz no era conocida, pero ardía, tuvo que soltar a Bilbo bruscamente porque la voz le quemaba los oídos.

- Oh, Gandalf- dijo Bilbo, saludando al extraño.

- ¿Qué hace él aquí?- preguntó Gandalf.

- Lo encontré cerca del lago, el pobre estaba desnudo y temblando, lo traje, como es natural, necesitaba comida y bebida, además estaba herido- explicaba Bilbo.

- No debería estar aqupi- insistió el mago.

- Ya…-pronunció, tapándose los oídos – duele, basta, ya…-

-Claro que te duele- habló Gandalf – yo manejo el fuego, mientras que a ti te abandonó, es por eso que te duele, el fuego no es tu amigo, nunca lo fue, te odiaba-

- No, no es verdad- casi gimió, sintiendo que le explotaría la cabeza – no, por favor, no más-

- Es la verdad, Smaug, ahora debes irte, este no es tu lugar, no hay sitio para ti en ningún lado, ¡vete!-

- ¡No!- rugió, tomando a Bilbo de la mano – él es mío, lo quiero para mí-

- ¡Basta!, ¡largo de aquí!-

- Espera- habló Bilbo, asustado - ¿acabas de llamarle Smaug?, ¿cómo puede ser?, Gandalf, es un hombre, no un…-

- Es él, Bilbo, créeme, huele a fuego viejo, y sus intenciones deben ser horrendas, te ha engañado, pequeño saqueador-

- ¿Saqueador?- dijo Smaug, soltando violentamente la pequeña mano - ¡tú eres el ladrón!-


Les gustó?, no les gustó?, me encantaría que me lo dijeran :B, sobre el título: no sabía cómo ponerle y puse mi reproductor en aleatorio...