Esta historia no tiene sentido si no has leído 'Deathly Hallows' (No es un simple aviso de spoilers, realmente no tiene sentido) y además es una 'continuación' (no exactamente, más bien es una explicación interna) de mi último relato, 'Nostalgia'.
Cuando escribí 'Nostalgia' no sabía muy bien lo que hacía. Simplemente quería mi pequeña dulce venganza por lo que le habían hecho a Sevi… ahora, que ya he superado el disgusto, creo firmemente que es el momento de arreglar los errores de esa historia. Una lectora comentó que no le gustaba la relación final de Hermione con sus hijos. Estoy de acuerdo en que no parece muy justo, pero creo firmemente que a los 20 años unos 'niños' ya no necesitan a su madre, y en cambio Hermione merecía su paz al lado de Severus. Otra lectora comentaba que no dejaba muy claros determinados detalles de la relación entre Hermione y 'Stephen'. Eso es lo que explicaré en esta parte. Mi versión de los que ocurre en los 'nineteen years later' con los que finaliza la saga de Harry Potter. Lo anterior y lo posterior lo explico en Nostalgia. Lo del medio transcurre así. Espero que os guste
Diecinueve años
Capítulo 1. Enterrando héroes
Hermione siguió a sus amigos por la escalinata que salía del despacho de Dumbledore escuchando pensativa a sus amigos.
-… y ya he tenido suficientes problemas para el resto de mi vida.
- No sé, Harry, piensa en lo poderoso que eres con esa varita… podrías conseguir cualquier cosa que te propusieses…
-Ron, puedes conseguir 'cualquier' cosa que te propongas, simplemente si te esfuerzas en conseguirlo… no se necesita una varita mágica… o más mágica de lo normal… para hacer tus sueños realidad - declaró el joven héroe reprimiendo un bostezo. Hermione se sintió orgullosa de cómo había madurado su amigo más querido. Ron no contestó, simplemente agachó la cabeza y siguió caminando
Harry y Ron tomaron el pasillo que les conduciría a las escaleras de la torre de Gryffindor, y Hermione les permitió alejarse sin decir ni una palabra. Había algo en su corazón que no le permitiría descansar hasta que lo solucionase.
Tratando de pasar desapercibida entre la destrucción y el desorden que reinaba en el castillo, salió a los vastos terrenos, donde los únicos rastros visibles de la batalla eran pequeñas anomalías en el terreno, aquí y allá, salpicaduras de sangre y fragmentos de máscara de mortifago. Todos los asesinos habían sido capturados. Todos salvo Dos. Hermione sabía el paradero de al menos, uno de ellos. No le habían dicho a nadie donde estaba el cuerpo de Severus Snape, nadie sabía la desgraciada suerte del Maestro de Pociones.
Hermione se había prometido a sí misma que se encargaría ella sola de disponer de su cuerpo en cuanto la batalla terminase. Sabía que lo mínimo que merecía el hombre, a pesar de sus muchos errores, era ser enterrado por alguien que alguna vez le hubiese amado. Y Merlín sabía que existían muy pocas personas que reuniesen esas características.
Hermione se detuvo en seco. Ese pensamiento…
Las lágrimas empezaron e resbalar por sus mejillas, y, llena de dolor, se tocó los labios. Las lágrimas dejaron paso a un llanto mucho más fuerte, tanto que la joven se dejó caer de rodillas en la hierba del camino que conducía al sauce boxeador, sujetándose el estómago con ambas manos.
Se odiaba a sí misma por lo que le había hecho a Ron. Se había arrepentido desde el mismo momento en que el la había abrazado con aquella intensidad y ella se había dado cuenta de a quien estaba besando. Había querido apartarse, empujarle, gritarle que le quería, pero no de ese modo. Pero entendía perfectamente de donde procedía el sentimiento que la había llevado a sus brazos. Aquellas palabras de Ron sobre los elfos… eran la muestra más clara de lo dulce y clara que sería por siempre su alma. Ron era bueno, cariñoso, inocente, luchaba por el lado de la luz, por el lado de la justicia… y la apoyaba en la más desesperada de sus batallas. Todo lo que Severus Snape nunca sería para ella. Y en el mismo instante en que Ron pronunció esas palabras, Hermione lo vio. A Snape, a la persona que en esos momentos ella consideraba como culpable de todo su sufrimiento. Fue solo un flash. Un instante. No lo bastante como para matarle, pero si suficiente para hacerle algo de daño… aunque solo fuese un poco. Hermione sabía que él jamás le perdonaría una relación con Ron, alguien a quien él consideraba inferior a ella. De modo que así lo hizo, se arrojó sobre Ron para que Snape la viese. Y Snape la vio, estaba segura. En el mismo instante en que sus labios rozaron los de Ron, Snape la miró a los ojos, y le sostuvo la mirada hasta que Harry consiguió que Ron la soltase. Entonces, cuando Hermione se dirigía hacia él con la varita en la mano, en el segundo que Hermione abrió la boca para llamar la atención de los otros sobre el traidor… Snape desapareció de nuevo, no sin antes dejar ver a Hermione el gesto de desprecio y… decepción.
La muchacha rememoró esos momentos. Parecía mentira que sólo hubiesen pasado un puñado de horas. Su cuerpo, su mente y su corazón se sentían como si hubiesen pasado años. Cuando vio de nuevo a Snape, en la cabaña de los gritos, solo la presencia de Voldemort la detuvo de abalanzarse sobre él y estrangularlo con sus propias manos por obligarla a sentirse tan mal. Después, cuando todo había terminado y el único hombre al que había amado yacía a sus pies se preguntó si hubiera sido capaz de matarle. Mientras decidía qué hacer comprendió que no podría.
Escuchar a Harry repetir el relato del Príncipe la convenció de que nunca había significado nada en el corazón de Snape. Todo lo que él había hecho, todo lo que él había luchado había sido únicamente por su pasado, y no por el futuro de los que dejaría atrás… no por el futuro de Hermione.
Las lágrimas seguían en los ojos de la adolescente cuando se puso en pie. Puede que el amor de Severus, el amor que siempre había sido únicamente para Lily Evans fuese egoísta e interesado, pero eso no obligaría a Hermione a convertir su propio amor en algo cruel y egoísta. No volvería a acercarse a Ron jamás, y le daría al cuerpo de Severus Snape el entierro digno que se merecía. Con decisión se secó las lágrimas y caminó hacia el sauce boxeador.
Iluminada por la punta de su varita recorrió el estrecho y húmedo pasillo que la conduciría hasta el cadáver de la persona que más quería en el mundo. Con paso trepidante se deslizó por el hueco y se arrastró hacia la habitación donde estaba el cuerpo de Snape.
Allí lo estaba, como si no hubiese pasado nada. En medio de un enorme charco de sangre, el cabello negro revuelto y lleno de suciedad. Su eterna túnica negra rasgada, hecha polvo. Su rostro estaba girado. Hermione se arrodilló a su lado y sostuvo con sus delgados dedos la barbilla de su maestro, girando el rostro hacia ella. Estaba más pálido de lo que le había visto nunca. Mucho, mucho más pálido. Las lágrimas de Hermione cayeron sobre el rostro y los ojos cerrados de su maestro. Estaba más relajado de lo que Hermione le había visto jamás. Había muerto mirando los ojos de la mujer que amaba y eso le había permitido descansar en paz.
El pulso firme de Hermione tembló por primera vez en toda la batalla, y los dedos que sostenían la barbilla de Snape se deslizaron por la tela rugosa de su túnica, aferrándola con fuerza. La otra mano de Hermione dejó la varita en el suelo y sostuvo la cabeza inerte del profesor mientras ella cerraba los ojos con fuerza, agitando la cabeza. No. No. No.
-¿Por qué me has dejado? Maldito cobarde… Maldito Slytherin egoísta… ¡Maldito seas Severus Snape! Te odio… Nunca, nunca te perdonaré por haberme enseñado lo que es el amor y que luego me hayas dejado para que me las arregle como pueda…
Hermione hundió la cabeza en el pecho inmóvil de Snape, entre lágrimas y sangre. Podía percibir su olor. Esa mezcla extraña a pociones y madera que siempre le acompañaba. Podía notar sus músculos, esos con los que ella había soñado durante tantas noches desquiciantes.
-¿Por qué Severus? Eras lo suficientemente poderoso como para salvarte…- murmuraba la chiquilla contra el cuello ensangrentado del maestro- eras un maldito maestro de pociones… no podías morir envenenado… y menos aún desangrado… tenías que tener algún remedio… algo…- Hermione se alzó ligeramente y, desesperada, empezó a rebuscar en los bolsillos del profesor, sin encontrar nada.
-A no ser…-gimió- a no ser que no quisieras sobrevivir… que no tuvieses ningún motivo para vivir. A no ser que la persona que amabas estuviese muerta. La única persona a la que amaste…
De nuevo hundió su cabeza en el cuello del maestro, gimiendo angustiada. Sus labios rozaron la piel fría del hombre, e inocentes se deslizaron por el cuello, la mandíbula, la mejilla, hasta llegar a sus labios.
Le besó, entre lágrimas y sangre, como nunca se había atrevido a hacer mientras estaba vivo. Le besó con toda la pasión, la rabia, el deseo y el amor que no había tenido en el inocente beso de Ron.
Sus labios insistentes se movieron sobre la boca inmóvil del profesor de pociones y durante el más pequeño fragmento de segundo tuvo la sensación absurda de que respondía a sus atenciones. Un instante de observación le bastó para comprobar que no era así. Permanecía rígido, inerte.
Resignada, utilizó la varita para limpiar de sangre el cuerpo de su profesor. Suavemente dejó la cabeza del hombre en el suelo, y arregló sus túnicas para que pareciesen impecables de nuevo. Se puso en pie y transformó una silla rota en una camilla flotante. Estaba agotada y no podría llevar el cuerpo de Severus en los brazos todo el camino. Quizá Ron o Harry pudiesen, pero ellos no estaban allí. Lo que sí haría con sus propias manos sería levantarle para depositarle en la camilla. Con un esfuerzo sobrehumano así lo hizo, poniendo uno de los brazos del hombre alrededor de su cuello, y rodeando con ambas manos su cintura le arrastró hasta que le sentó en la camilla, apoyando el peso inerte y luego estirando el cuerpo sobre la tela blanca e impecable.
El rostro le ardía tanto por el esfuerzo que agradeció las lágrimas que, de nuevo, caían por su cara. Con gesto decidido se inclinó sobre la cara del profesor.
-Te quiero. Te quiero…- susurró suavemente. Una y otra vez, hasta que sus labios rozaron los del maestro por segunda y ultima vez.
Con más valentía de la que realmente sentía se encaminó hacia la salida de la Casa de los Gritos, levitando la camilla a su lado, dirigiéndola no tanto con la varita como con la mano que se había aferrado a la de Snape y parecía no querer soltarle.
Caminó por el pasillo subterráneo, se deslizó fuera del Sauce Boxeador, recorrió la distancia que había entre éste y entrada principal del castillo. Una vez allí utilizó un cristal roto para observar su propio reflejo. Tenía el pelo sucio, los ojos rojos e hinchados de llorar… y la boca llena de sangre. La sangre de Severus.
Con la punta de un dedo recogió una gota de saliva teñida de rojo y la observó curiosa. Cerró los ojos con fuerza y murmuró un hechizo que al menos, limpiaría la sangre y las lágrimas, aunque no ocultase del todo lo realmente destrozada que estaba. Al menos eso era comprensible. Lo que no sería tan comprensible para los demás sería porqué estaba tan destrozada. Y no pensaba malgastar energías con explicaciones sobre sus sentimientos. Bastante tenía con explicar lo que había sucedido.
De camino al Gran Salón, donde habían depositado los cuerpos de los héroes caídos tras la celebración de la victoria, se encontró con Minerva McGonagall, que daba instrucciones para honrar a los caídos. McGonagall la miró fijamente y sonrió, aunque, como todas las sonrisas de ese día horrible, era una sonrisa llena de dolor y pena.
-Mi pequeña Hermione… tienes aspecto de estar agotada¿porqué no subes y des…?- McGonagall se detuvo en seco al notar la presencia de la camilla al lado de su alumna favorita. - ¿Quién…? Oh… Merlín… Snape…
-El profesor Snape murió en la Cabaña de los Gritos …-comenzó a explicar la muchacha. La profesora detuvo su explicación con un gesto de su mano.
-No es necesaria una explicación, querida, ya habrá tiempo para eso durante los juicios. Todos comprenderán perfectamente por qué lo hicisteis… ese sucio traidor… Déjalo ahí, le pediré a alguien de la Orden que lo lleve a la cámara donde dejamos el cuerpo de Voldemort.- dijo la subdirectora con desprecio.
Hermione miró a su mentora con terror.
-¡No!- gritó- ¿¡Cómo se le ocurre encerrar a uno de los héroes de la batalla con el cadáver de ese déspota asesino!?
Hermione se interpuso entre McGonagall y el cadáver de Snape, como protegiéndolo de las crueles intenciones de la mujer.
-Aún no ha hablado con Harry…- finalmente su cerebro comprendió, al ver el rostro sorprendido de la profesora de Transformaciones.
-Bueno, eso era algo que te quería preguntar… ¿sabes donde está? Todo el mundo le ha estado buscando como loco desde hace un par de horas…
-Harry… está descansando…-susurró Hermione.- no puede poner al profesor Snape con Voldemort, profesora…es un héroe… por favor…
McGonagall miró a su alumna a los ojos fijamente y sacudió la cabeza.
-Confío en ti, pequeña. Supongo que todo esto tendrá una explicación¿no?- Hermione asintió fervientemente- Está bien… acompáñame. Quiero oír esa historia.
Hermione siguió a la profesora el resto del camino, hasta la parte del Gran Salón donde habían depositado los cadáveres de los héroes. No había nadie cerca. Ya habían terminado de recoger, y probablemente todo el mundo estaba ya descansando. McGonagall ayudó a Hermione a acomodar el cadáver de Snape al lado del cuerpo de Lupin. Sería un entierro memorable. Tantos héroes…
Dos horas y tres tazas de chocolate caliente más tarde, Hermione le había contado toda la historia a su profesora.
-Bueno…-murmuró la mujer secándose las lágrimas – al menos contamos con las memorias de Severus como prueba de su inocencia.
McGonagall respiró profundamente y se asomó a uno de los grandes ventanales del Gran Salón. La mesa de Slytherin, en la que estaban sentadas, era la que más cerca quedaba de las ventanas y la puerta principal. La más alejada de los féretros que reposaban al pie de la mesa de los profesores.
Hermione reprimió un bostezo y McGonagall le tendió una mano con una pequeña sonrisa.
-Creo que has trabajado suficiente por un día, pequeña. Fíjate, ya está atardeciendo. Sería mejor que te fueses a descansar un poco, ya que dentro de tres horas, durante la cena, querré que todos los alumnos estéis presentes. Tengo varias cosas que deciros.
Hermione sonrió débilmente, y sin saber porqué, abrazó a su mentora. Ella le devolvió el abrazo en completo silencio y observó como la muchacha se alejaba arrastrando los pies, hacia el descanso que tanto se merecía.
Fue la voz mágicamente amplificada lo que despertó a Hermione. Durante un segundo de pánico pensó que seguían en la batalla y miró a su alrededor recelosa.
- Habla la subdirectora McGonagall. Por favor, debo pediros que todos los alumnos se dirijan al Gran Salón. Hay varios sucesos que se han anunciado en las últimas horas y que creo oportuno que todos sepan. Que acudan también los padres y aurores que se encuentren en diferentes habitaciones del castillo. Las noticias nos incumben a todos. También hemos de pasar lista para comprobar que no falte nadie. Los estudiantes de Ravenclaw y Hufflepuff buscad a vuestros jefes de casa en la Sala Común. Los Slytherin y Gryffindor, por favor, acudid con Ron Weasley y Draco Malfoy, ellos tienen las listas de alumnos. Eso es todo. En la cama que había a su derecha, Parvati Patil también se acababa de despertar. En silencio las dos se miraron y sin decir ni una palabra se levantaron y se vistieron con los uniformes que habían aparecido limpios a los pies de sus camas. Las dos ignoraron lo mejor que pudieron la ausencia de su compañera, Lavander, que formaba parte de las aproximadamente 60 víctimas de la batalla.
En silencio se dirigieron a la Sala Común donde ya se había congregado una pequeña multitud.
-¡No podemos salir!- Exclamó angustiada una chiquilla sorprendentemente pequeña. Realmente no podía tener más de once años. Parecía tan pequeña… Hermione se preguntó cómo había hecho para escapar a los controles de edad.
-No podremos salir hasta que Ron compruebe que estamos todos.- explicó Hermione. Al cabo de unos minutos el susodicho apareció, seguido de Harry en la escalera de los chicos, miró alrededor y exclamó:
-¿Estamos todos?- los estudiantes se miraron entre ellos desconcertados, pero nadie respondió.- entonces supongo que tendré que leer TODOS estos nombres UNO POR UNO…- gimió. El comentario provocó las risas de todos los presentes, y con un suspiro, Hermione se dirigió hacia donde estaba de pie, para ayudarle. Ron le sonrió feliz y ella se encogió de hombros.
-¿Miranda Ackord?- comenzó.
La lista era muy extensa, pero entre los dos acabaron razonablemente rápido. Debían poner un puntito verde junto el nombre de los alumnos presentes. Los que estaban muertos ya tenían puesto un puntito rojo, los que estaban en la enfermería uno amarillo y los que habían sido evacuados tenían un puntito azul. Había seis puntitos rojos, cuatro amarillos, treinta y ocho azules y treinta y cinco verdes. Una vez el recuento hubo finalizado, Ron se dirigió a la salida y esta se abrió ante él. Todos los Gryffindor le siguieron en silencio.
Fueron los últimos en entrar al Gran Salón. Observaron que entre la mesa de Hufflepuff y la de Ravenclaw habían puesto otra mesa, más pequeña, en la que se apiñaban padres y aurores. En completo silencio se sentaron en la vacía mesa de Gryffindor y cuando se hubo sentado el último alumno, Minerva McGonagall se puso en pie, pidiendo la atención de todos los presentes.
-Como bien sabéis- comenzó la mujer- nos encontramos en un momento de cambios y decisiones. No tenemos director, no tenemos Jefe de Slytherin, muchos alumnos han muerto y muchos otros se encuentran en la enfermería. Tenemos aquí presentes a varios padres y aurores, que serán bien recibidos durante todo el tiempo que deseen. Las clases se encuentran suspendidas, y los exámenes finales han sido cancelados. Este ha sido un año especialmente… difícil. Bajo las órdenes del director Snape muchas cosas habían cambiado. Muchas de ellas se encontraban directamente orquestadas por Voldemort. Debido a esto, en el Consejo Escolar y con el apoyo del Wizengamot hemos decidido que todos los alumnos repitan curso.- McGonagall ignoró las protestas más o menos sofocadas de los alumnos- esta es una medida excepcional que hemos tomado por el bien de nuestros alumnos, pues consideramos que la nueva sociedad que pretendemos construir, libre de prejuicios e injusticias debe estar bien educada, y contar con el mayor número de posibilidades posible. Muchos entenderéis esta decisión, estoy segura.
McGonagall se tomó un minuto para respirar profundamente, mirando de reojo al lugar donde reposaban los cadáveres de los héroes.
-Durante este verano… escuchareis muchas cosas. Dejadme deciros sólo una: El director Severus Snape es un héroe de guerra. Probablemente uno de los más importantes. Murió defendiendo esta escuela. Murió defendiendo los ideales de Dumbledore. Durante este verano entenderéis a qué me refiero. Ahora su cuerpo reposa aquí, junto a vuestros amigos, compañeros, padres y amigos. Sólo os pido un poco de respeto y paciencia. Muy pronto, todos lo entenderéis.
McGonagall se interrumpió de nuevo, para dejar que su audiencia digiriese la noticia, y sin querer sus ojos se cruzaron con los de Hermione Granger, que lloraba silenciosamente.
- El… entierro de los héroes se llevará a cabo mañana al atardecer, en el cementerio de Hogwarts. Y una vez haya finalizado todos podréis volver a vuestras casas con vuestros padres. Finalmente…me gustaría que Draco Malfoy y Ron Weasley se acercasen un momento con el profesor Flitwick y la profesora Sprout, pues debemos contrastar informaciones. Eso es todo.
Cuando la cena hubo finalizado Hermione, Harry, Ron y todos los demás estaban de nuevo tan agotados que lo único que podían hacer era arrastrarse de nuevo hasta sus camas.
El cuerpo de Voldemort había sido enterrado en un terreno alejado del castillo, dentro de los límites del Bosque Prohibido. No había habido ceremonia, y tampoco había lápida que señalase su nombre o le permitiese ser recordado de ningún modo. Solo la tierra removida le delataba y con el tiempo tampoco eso se notaría. Ese sería su último castigo. El peor castigo con el que se puede condenar a alguien que sueña con ser inmortal: ser olvidado.
El pequeño cementerio de Hogwarts se encontraba atiborrado. Alrededor de 60 tumbas nuevas se habían instalado junto a la de Dumbledore. Todas las lápidas rezaban exactamente lo mismo: el nombre de la persona, su fecha de nacimiento y muerte y el título de 'Héroe de guerra'. Ya habría tiempo para más honores. La ceremonia fue especialmente sencilla y terminó muy rápido, para permitir que cada uno se despidiese a su manera de los suyos. Todos los Weasley se encontraban apiñados alrededor de la tumba de Fred. Hermione vio como Harry se dirigía a las tumbas de Lupin y Tonks, con el pequeño Teddy, su ahijado, en brazos. Tanta responsabilidad para alguien tan joven. Andrómeda Tonks había traído al bebé al entierro de sus padres. Ella lo cuidaría mientras Harry no terminase sus estudios, pero el chico ya le había dicho que deseaba hacerse cargo de sus obligaciones como padrino y en cuanto tuviese un trabajo, adoptaría al niño.
Hermione se dirigió a la única tumba que no tenía a nadie alrededor. Se arrodilló junto a la lápida y depositó sobre ella una rosa blanca. Con lágrimas en los ojos, rozó con la punta de los dedos el nombre gravado en el mármol.
Severus Snape
Continuará
Bueno, confío en que este es el capítulo más difícil de escribir, porque he tenido que tener a un lado 'Deathly Hallows' (libro que odio y me duele leer) y al otro 'Nostalgia' para no contradecirme ni a mi misma ni a Rowling. La única libertad que me he tomado con plena conciencia se ciñe a los Slytherin. Me parece terrible que no haya ni uno solo bueno (y encima la muy guarra disfruta diciéndonos que Sevi era un iluso egoísta) por eso yo si he rescatado a unos cuantos y supuesto que antes de la batalla todos salieron del Gran Salón para mantener las apariencias, pero que luego se unieron luchando por el bando correcto. Por eso Draco tenía que pasar lista. Como hacer que todo encaje en la historia de Rowling es muy difícil, espero que no me tengáis muy en cuenta mi pequeño capricho.
En fin. La primera frase que dice Harry ('y ya he tenido suficientes problemas para el resto de mi vida.') es lo último que dice en el penúltimo capítulo de DH. La frase que le dice Hermione al cadáver de Snape ('nunca te perdonaré por haberme enseñado lo que es el amor y que luego me hayas dejado para que me las arregle como pueda') se lo dice el protagonista a la protagonista en 'El Ocho' de Katherine Neville (Mi libro favorito, que le voy a hacer ). Y como siempre, ya sabeis… todos los derechos son de Rowling y bla, bla, bla…
Como la odio…
Y que bien sabe la venganza
