Disclaimer: La historia me pertenece, mientras que los personajes son propiedad de la ilustre Rumiko Takahashi. Alabada sea, porque sin ella nos estaríamos aquí.

¡Disfrútenla!


Kagome, 14 años.

—¡Kagome! ¡Kagome, ven, mira, corre!

Resoplando, la mencionada cerró la botella de agua que había estado llenado en el río, y se incorporó. La guardó en la mochila amarilla que llevaba mientras buscaba a su hermano pequeño con la mirada. Entre tantos árboles no lo veía.

—¿Dónde estas, Souta?— alzó la voz.

—¡Aquí! ¡Date prisa!

Su voz se escuchaba por la derecha, detrás de unas enormes rocas, así que se dirigió hacia allí, bordeándolas por el camino. Tan solo tuvo que andar unos pasos más antes de que entre los árboles se encontrara al pequeño, el cual se encontraba admirando un punto enfrente suya como si hubiera visto un ovni o un extraterrestre. Curiosa, siguió la dirección de su mirada...

¡Imposible!

Los ojos se le abrieron por la conmoción y juraría que su mandíbula incluso se le había desencajado.

Ahora mismo no estaba viendo a un hombre atado a un árbol.

Sus pupilas recorrieron la escena, todavía con su mente trabajando en poder asimilarla, y estas se detuvieron momentáneamente en la espesa melena albina del individuo... y en las dos orejitas perrunas que las coronaba. No, no, no podía estar viendo eso.

Era una ilusión.

—¿Tú crees que está...?

Souta no terminó la frase, ni tampoco hizo falta que lo hiciera porque su tono hablaba por sí solo. Sintió los vellos ponerse de punta y dio un paso inconsciente hacia delante, como si la estuvieran llamando.

—Debemos irnos...— susurró, no obstante.

¡Por Dios, su hermano tenía 8 años! Si a ella le resultaba escalofriante esa imagen, ¿cómo sería para él?

—Pero ¿vamos a dejarlo ahí? ¿No vamos a ayudarlo?

No supo como, pero consiguió apartar la mirada del desconocido para observar a Souta con los ojos como platos, preguntándose que tornillo se le había caído.

—¡¿Cómo podemos ayudarlo?!—... si está muerto, quiso terminar la frase, pero esta se atragantó en su garganta.

Ahora lo que tenían que hacer es avisar a su madre y llamar a la policía para que recogieran el cuerpo.

Se estremeció de los pies a la cabeza.

—¡No está muerto!— sacudió la cabeza el pequeño y entonces lo señaló— ¿Es que no lo ves? ¡Sus orejas se mueven!

Kagome tuvo que parpadear un par de veces antes de descubrir que era cierto y no solo un producto de su mente. Esas orejas (unas que deberían de haber sido un mero adorno, pues no podían ser posible) sufrían de un ligero temblor, como si estuvieran captando todo el sonido posible a su alrededor.

Un extraño sentimiento se formó en su pecho y de nuevo, sus pies se movieron solos al dar otro paso.

¿Estaba vivo?

¿Qué le había pasado? ¿Quién era? ¿Estaba soñando?

—Kagome, ¿qué...?

Cuando se quiso dar cuenta, sus piernas la habían llevado hacia las raíces del enorme árbol. Levantó la mirada para poder verlo y se quedó sin aliento.

De cerca, podía definir cada uno de sus rasgos.

Era un chico, de unos 19 o 20 años. Llevaba un holgado traje de color rojo fuego divido en pantalones y camisa. Aunque no se ceñía, Kagome podía apreciar los músculos de los brazos bajo la ropa y estaba segura de algo así tan solo se podía conseguir por el trabajo diario. Tenía el pelo largo y blanco, llegándole por la mitad de su espalda. Su mentón estaba bien perfilado, con unos labios gruesos y una nariz ligeramente ladeada, como si hubiera sido golpeada y recolocada muchas veces. No podía ver sus ojos, pues estaban cerrados, pero algo en ella se los imaginaba brillantes e intensos. No podía ser de otra manera para un hombre como él.

Hasta ahí podía parecer un ser humano normal y corriente... pero esas orejas se encontraban ahí, moviéndose. Y eso si que no era algo normal.

—¡Kagome, no subas!— oyó la voz de su hermano acercándose.

—Necesito comprobar una cosa— le respondió frunciendo el ceño.

Aunque una parte de ella deseaba dar media vuelta y salir huyendo de allí, otra le pedía que investigara, pues eso no podía ser cierto. Seguro que era un disfraz muy bien hecho, y sus orejas verdaderas estaban bien escondidas.

—¡Pero Kagome...!

Ignoró su voz, subiéndose a las enormes ramas y la muchacha sintió como sus pulmones dejaban de funcionar por un instante al verlo tan de cerca. Eran un hombre apuesto e impotente.

Lentamente extendió una de sus manos, tragando saliva por el nerviosismo, y creyó que el corazón iba a salirse por la boca cuando tocó esa textura peluda, tierna y cálida con la yema de sus dedos.

No, no, no podía ser...

Eran muy reales.

De pronto, unos ojos dorados la miraron intensamente y algo cambió en el interior de Kagome.

Tú...


Os doy a todos la bienvenida a mi nueva aventura.

Sé que dije que no pensaba publicarla hasta que no terminara mis otros proyectos abiertos, pero las ganas y emoción de presentaros a mi bebé han podido conmigo, lo siento. Además, ya la tengo un poco avanzada, así que la cosa está a mi favor, por lo que espero que no se me haga tan pesado. .

A diferencia de mis otras historias, esta trama es un poco más compleja. Me cuesta más pensarla y plasmarla, pero no por ello signifique que me guste menos, porque veréis que estos dos tendrán muuucho juego. (jejeje). No sé exactamente cuántos capítulos durará, pero sí que tendremos para rato.

En fin, en caso de cualquier duda, ellos se encuentran en la época actual, donde se desarrollará en general la trama. Kagome no ha viajado al pasado ni tampoco vive con su abuelos en el templo familiar. Sin embargo, no os preocupéis, a pesar de todo, llegaremos a ver a nuestro medio demonio en plena acción. I promise.

Así que... bueno, muchas gracias a todos los que me habéis leído y nos veremos en el primer capítulo.

¡Nos leemos pronto!