El lienzo estaba enfrente de él, su modelo también. Mojó su pincel en la paleta de colores y pasó su pincel por el lienzo, había elegido color blanco, de lo tantos colores y tonalidades que habia.

— Muéstrame más de esa expresión —dijo el pintor. Era perfecta. Ella era perfecta.

La chica que se encontraba "posando" para él, bajó la cabeza.

—Levanta tu cara —Ella no lo hizo. Nathaniel molesto, realizó un chasquido con su lengua y se acercó. Levantándole con el dedo índice su mentón.

—No lo vuelvas a bajar, mírame —Ella tembló. Sin poder decir ni una palabra, la mordaza en su boca se lo impedía mientras sus ojos se escapaban unas finas lágrimas.

El joven, volvió al lienzo, admirando su obra e ignorando los quejidos de dolor amortiguados por la mordaza en su boca que producía la muchacha.

Las piernas de ella se movieron claramente incomodas, los grilletes en sus tobillos dolían, su inspiración, se encontraba encadenada por las muñecas y por los tobillos mientras llevaba un bello vestido blanco que ya no lo era tanto, que delineaba su delgada figurada y que actualmente lo era más. Su piel que era ligeramente bronceada ahora estaba impregnada de amarillo, verde, morado y negro ante los moretones que tenían en su piel y se encontraban destacados en su pintura.

El artista esbozó una sonrisa. Sería la mejor obra de arte, jamás creada por su mano. Faltando poco por terminar, se acercó a su musa.

—Seremos famosos, Chloé —dijo Nathaniel con una escalofriante alegría— ¿No es lo que querías?

Ella no pudo hablar, su cara mostraba una expresión terriblemente horrorizada. No podía negar por el pavor que el -antes dulce- pintor le producía.

—Confía en mí, lo seremos —expresó antes de bajarle la mordaza y remplazándolo por sus labios, quien le dio un tierno beso— Eres hermosa.

Las puntas de sus dedos deslizándose por sus cabello rubio, el cual ahora representa un color más apagado, luego su mejilla, para bajar por su cuello y rozar el bretel de la prenda.

Era hora de cambiar de vestido.

Pero antes...

Le puso de nuevo la mordaza y volvió a su trabajo, dándole algunas pinceladas más, lo finalizó y lo firmó.

Su firma era Evillustrator.