LUNA ROJA

TINIEBLAS

Tun…

Tun...

Tun…

Cuentan las leyendas que cuando un ser vivo esta al borde de la muerte puede oír su corazón como un tambor. Cada latido se vuelve lento y ese tamboreó exótico retumba con más fuerza en tus oídos aunque su sonido se apaga para aquellos que te ven morir.

La muerte para muchos puede ser el final de una larga y en ocasiones corta existencia.

Para mí no lo es.

Para mí la muerte no es el final si no el inicio de una nueva historia. La vida que se pierde no puede recuperarse. Solo se puede vivir una sola vez al igual que morir. Sin embargo existen humanos que se transforman en algo más cuando la muerte toca sus puertas. Esos humanos que se niegan a recibir la muerte y no aceptar su destino.

En ocasiones no tiene caso decidir lo que quieres, en ocasiones no puedes oponerte a la fuerza de voluntad de un ser más grande y poroso que tu. Y entonces pierdes tu libertad. Pierdes la luz y abrazas la oscuridad.

Cuando sierro mis ojos recordando todo aquello que viví cuando aun mi cuerpo era cálido y se bañaba con la luz de sol, una opresión se apodera de mi pecho y duele. Duele como si te desgarraran lenta y dolorosamente el corazón.

En ocasiones deseo soñar por toda la eternidad para escapar de la oscuridad que me abraza como un amante fiel.

La luz de la vela que alumbra esta cárcel a la que me he veo obligada a llamar hogar se apagaba lentamente. Su llama se extingue como se extinguió mi vida humana.

Una ráfaga de viento entra por la ventana abierta y apaga la agonizante vela.

La oscuridad de nuevo reina y me hace parte de ella.

Un trueno resuena en los cielos ennegrecidos formando cominos entre las nueves violentas que chocan entre si.

La lluvia comienza a caer con ímpetu, con tanta fuerza que se vuelve violenta.

Puedo escuchar como los arboles mas fuertes se mecen y los débiles caen.

Puedo oír cada gota de agua golpear la tierra y formar chacos. Puedo oler con intensidad la tierra mojada que penetra mi olfato.

Puedo oír un ave tratando de proteger sus pequeños pajaritos bajo sus alas. Sé que el nido sedera y eventualmente morirán. Así es la vida, ese es su destino. Tomo una copa de cristal fino y frágil, con acabos casis perfectos y la llevo a mis labios. Mi garganta sedienta reclama el líquido que contiene la copa.

Abro mis labios y dejo que aquel espeso líquido inunde mi boca saboreando cada gota de aquel elixir que prolonga mi existencia.

El líquido baja por mi garganta ardiente calmando esa sed que me puede transformar en el más temido monstruo para todo ser viviente.

Mi cuerpo puede sentir la calidez que me proporciona el elixir.

Separo la copa de mis labios después que hasta la última gota abandonara la copa. Y me pongo de pie lentamente, con una lentitud pasmosa incluso se podría decir desesperante. Pero no tengo prisa, el tiempo para mi es irrelevante. Sin importancia.

Camino hacia la ventana abierta. La lluvia entra a mi habitación y moja todo a su paso.

No le tomo importancia. No aprecio lo material. Para mí no tienen valor. Aunque aprecio la belleza de algunos muebles en algunas ocasiones, ocasiones que se han vuelto escasas.

No puedo apegarme a nada. Todo desaparece algún día, incluso yo lo haré. Desapareceré sin dejar rastro.

La puerta detrás de mí se abre lentamente sin producir algún ruido audible.

Y siento la presencia muy cerca a mí. Pero esa presencia no habla, solo enciende una nueva vela en un lugar donde el furioso viento no la pueda apagar y se retira dejándome sola de nuevo.

Cierro los ojos y me paro al borde de la ventana sintiendo como las gotas de lluvia golpean mi rostro sin causarme daño.

Mis sentidos captan de nuevo aquellas aves luchando contra el fiero viento y la incontenible lluvia.

Mis ojos se posan en árbol donde el nido es arrancado con violencia de una de sus ramas llevado por el viento.

En tan solo segundos morirán.

Las cortinas negras de mi habitación se mueven como un velo cubriendo por breves segundo mi visión y desaparezco.

El viento mueve mi vestido rojo con intensidad dejando a la vista mi ropa interior. Mis pies descalzos se llenar de lodo al hacer contacto con la tierra, mi cabello se pega a mi rostro como una capa castaña. Mis manos blancas fantasmales sostienen un pequeño nido con cuatro pajarillos en ella.

No me temen, están muy cansados para temerme. No huyen. No pueden huir. No pueden escapar de mis manos y si lo lograsen no podrían sobrevivir antes la tormenta.

He interferido en el destino de ellos. He desafiando a la muerte de nuevo.

Mis ojos rojos se enfocan en el cielo enfurecido.

Siento como mi compañero se para a unos pasos de distancia de mi acompañado de otra criatura.

No doy muestra de querer iniciar una conversación. No tengo nada de aquel hablar. Ningún tema es interesante para mí.

-En ocasiones dudo que eres uno de nosotros. –susurra aquel ser. Un susurro casi ni audible. Un susurro que es callado por impetuosa lluvia. Pero aun así escucho cada una de sus palabras.

Y le respondo con el silencio.

-Demasiado amable y gentil. –usa un tono de voz más audible, pero aun así es callado por la lluvia y el trueno que destella en los cielos con un fiero rugido.

Las aves en mis manos tiemblan temerosas y las cubro de la lluvia y el viento con mis manos.

Tras unos minutos de silencio aquella criatura de la noche habla de nuevo.

-Regresemos, padre quiere hablarte.

Y sin esperar una respuesta de mi parte se marcha dejándome en medio del bosque rugiente sabiendo que no obtendría respuesta de mi parte. Siento aun mi compañero a mi espalda igual de silencioso que yo. No se inmuta por el frio o la lluvia, no se mueve y sobre todo no está vivo, el será mi compañero mientras vague por la tierra.

Me güiro lentamente para quedar frente a él y me topo con sus ojos plata mirándome fijamente. Y sin esperar alguna palabra de mi parte se güira esperando que lo siga en dirección al castillo al que debo llamar hogar.

Las puertas negras de una imponte habitación se abren frente a mis ojos lentamente. Su tamaño y altura era impresionante. Pero que no era impresionante en aquel lugar, hasta su habitantes los eran.

Sin dirigirle una mirada a mí acompañante me adentre en la habitación a la vez que un trueno retumbo furioso alumbrando la penumbra de aquella habitación.

Mi cabello y vestido destilaban agua. Podía oír claramente cada gota de agua que caía sobre la alfombra roja bajo mis pies descalzos.

Frente a mi estaba un anciano recostado sobre una mullida cama y cada lado de esta, estaban un hombre y una mujer con caras serias e imperturbables y ojos de un rojo brillante.

La puerta detrás de mí se cerro y dejando a dos hombres detrás de mi.

-Bienvenida hija mía. –el susurro del anciano se adentro en mi piel causándome escalofríos en todo el cuerpo. Lo mire a los ojos sin temor. Era una de las pocas criaturas que lo hacía y eso me hacía sentir orgullosa de mí misma y mi valentía.

Como muestra de respeto incline levemente la cabeza.

Aquel ser de presencia imponente levantó su mano en mi dirección pidiéndome que me acercara a él.

Y con pasos firmes y cabeza en alto camine hacía el sin mostrar ningún temor. Quedando al pie de la enorme cama.

Detalle como siempre lo hacia aquel ser poderoso.

Su piel era más pálida que cualquiera de nuestra especie y eso lo atribuí a los muchos milenios de existencia. El era un antiguo. Su rostro mostraba cansancio y bajo sus ojos sabios visibles ojeras moradas que entorpecía la belleza de aquel ser. De aquel ángel caído.

-Oh vamos pequeña no te hagas de rogar.

Asentí con mi cabeza y me acerque a la cama por el lado derecho quedando frente a una flameante pelirroja que me miro fijamente sin mostrar emoción alguna. Algo común entre nosotros.

El anciano palmeo su cama para que tomara asiento en ella y así lo hice. Solo pocas criaturas tenían aquel privilegio y yo era una de esas pocas.

Me senté sobre la seda roja que eran aquellas sabanas tan suaves como una bola de algodón y él me toco la mano con firmeza. Su mano era mas frías que las mías propias de un color blanco que simplemente no se podrían describir con facilidad.

Mi cuerpo reacciono como siempre a su contacto con un suave temblor. Era inevitable para mí. Pero solo él lo sintió y eso me izo sentir de alguna forma satisfecha de mi misma.

-Ha pasado tanto tiempo desde que oí tu hermoso corazón latir amada hija...

Susurro perdido en sus pensamientos. Yo permanecí en silencio, ese silencio que me había obligado aceptar desde hacia tanto tiempo ya a causa de la soledad.

-Lo recuerdas, aquel crepúsculo cuando corría entres las luciérnagas con tu hermoso vestido rojo y al igual que tus mejillas…

Yo asentí con la cabeza. Como no recordar aquel día cuando mi destino fue sellado.

-Eras tan pequeña e ingenua. Aun puedo recordar tu risos danzando con el viento y ese lazo que evitaba que callera sobre tu hermoso rostro. Y sobre todo recuerdo el brillo de tus ojos color almendra.

Sentí como apretó más mi mano y yo lo mire a los ojos de nuevo. Me sonrió con tranquilidad.

-No me arrepiento. –hablo con voz firme y seria. –no me arrepiento de haberte llevado conmigo. No me arrepiento de arrancarte de las manos de tus padres. No me arrepiento de de detener los latidos de tu corazón y entregarte a la oscuridad, no me arrepiento de retenerte a mi lado.

Yo no dije nada me mantuve en silencio. No tenía nada que decir. No había nada que decir. Ya no tenía una familia. No tenía padres ni hermanos. No había nada fuera de aquel castillo que pudiera llenar de luz mi alma corrompida.

Lo único que tenía era a mi compañero que me miraba fijamente leyendo mis pensamientos y aquel anciano sobre la cama que sostenía con firmeza mi mano. Esa mano que años atrás me habían tomado del seno de mi hogar cálido para confinarme a una fría torre dándome todo y a la vez nada.

-¿Cuál es su punto padre?. – pregunte escuchando por primera vez mi voz en meses. Pero necesitaba saber ¿por qué evocaba esos recuerdos?, ¿porque me llamaba después de meses sin solicitar mi presencia? ¿Qué era lo que quería?. ¿Que necesitaba de mí en aquella noche tormentosa?.

El me miro y sonrió con tranquilidad. No le molestaba mi tono, nunca le molesto, siempre le causaba gracia mi rebeldía.

-Mi hermosa flor solitaria... –soltó mi mano y acaricio mi rostro y sin poder evitarlo cerré mis ojos. Esa caricia era lo más cercano que tenia al contacto con otro ser. Levante mi mano y la pose sobre la del.

Mi mano era tan pequeña ante la fuerte y alargada de mi padre.

-Tus hermosos pétalos aun se mantienen de un rojo brillante a pesar de la oscuridad y la falta del sol. Siempre lo he dicho, la flor más hermosa es la que nace de la luz y crece en la oscuridad…

Esas eran las palabras que siempre me recitaba cuando lo visitaba o el me visitaba a mí.

-¿Hija mía quieres salir del castillo?. –me pregunto mirándome a los ojos y yo no podía estar mas sorprendida. Mi cuerpo estaba tenso.

No sabía que decir o como reaccionar. Salir de castillo ese había sido mi deseo por años. Pero ahora… ahora me aterraba poner un pie fuera de los terrenos. No quería y no podía abandonar la seguridad de los muros que eran mi prisión. Todo allá era diferente, habían millones de humanos y criaturas que no quería recordar.

El pareció ver la duda en mis ojos porque me acerco a su cuerpo.

Coloque mi cabeza sobre su pecho y él me abrazo con un poco de fuerza y susurro;

-Tranquila. Nada malo te pasara todo estará bien. Aunque yo no esté a tu lado todo aquel que lleve una gota de mi sangre o me haiga jurado lealtad te protegerá. Sé que te da miedo...

-No le temo al exterior. –me apresure aclara y el sonrió burlón. Esa sonrisa era la que me molestaba, como podía sonreír de aquella forma. ¿Cómo sus mejillas pálidas podían formar aquellos hoyuelos?, ¿cómo sus dientes podían ser de ese color perla que destellaban con malicia en la oscuridad?

-Hermione ha llegado la hora de dejarte ir hija mía. Ya no puedo retenerte a mi lado. Estoy muy cansado. Ya no soy el mismo de antes, debo dormir por muchas décadas y no es gusto para ti permanecer encerrada dentro de estos muros fríos. Temo que te marchites, temo despertar de mi letargo y solo tener una cascara bacía.

-Pero me lo prometiste. Prometiste que…

-Sé lo que prometí. Pero la situación escapa de mis manos. Tu hermano se hará cargo del castillo durante mi letargo.

Rápidamente mire a mi hermano del lado izquierdo de mi padre, sentado sobre un mullido sillón con sus piernas cruzadas y sus ojos serrados, vestido impecablemente de negro con su mejor traje. Su cabello negro como la oscuridad donde reinaba mi padre caía con elegancia ambos lados del rostro como cortinas finas. Su rostro varonil se mantenía tranquilo.

Sin poder contener apreté los puños mostrando aquella emoción que hacía muchos años no mostraba. Y trate de levantarme furiosa. Pero él lo evito con tal facilidad que me resulto frustrante.

Trate una y otra vez liberarme de su abrazo pero era simplemente imposible, y pensar que estaba agotado.

-¿Porque lo haces?. –me pregunto un poco afligido.

-¡Me mentiste! Me vas a abandonar. Me dejaras sola como lo hacías cuando era niña.

Sin poder contenerme explote exponiendo mis miedos, no quería sentirme vulnerable de aquella forma vergonzosa.

Con un solo brazo me retuvo sobre su pecho y con el otro libre acaricio mi rostro con su mano fría.

-Te has vuelto una niña muy caprichosa querida mía… debes comprender que debo descansar algún día tu tambien lo harás, e estado despierto durante muchos siglos y por fin tu hermano está preparado…

Levante mi rostro para ver a mi hermano mayor que se mantenía inmutable sentado como un rey sobre su trono.

El sintió mi mirada y abrió sus ojos azules hechizantes y me miro sin expresión en su rostro, aun su cabello se mostraba húmedo a causa de la lluvia que caía sobre el castillo y sus terrenos.

Y fue en ese momento que una estruendosa risa atrajo mi atención. Y mire confundida a mi padre.

-Querida tus esfuerzos por mostrar odio en tu mirada son extremadamente graciosos.

Lo mire incrédula, el se estaba burlando de mi. Trate de tranquilizarme, no podía perder mi serenidad. Tome aire y cerré los ojos y sentí como mi aura volvía a ser tranquila lejos de cualquier emoción.

Abrí mis ojos y esta vez no fueron un torrente de emociones. Esta vez eran indiferentes, fríos, sin emoción alguna.

-¿Cuándo?. –pregunte sin rodeos.

Y el miro serio, apretando mas mi cuerpo contra el de él. Su cabello gris comenzaba a mostrarse un poco desordenado a causa de mis movimientos bruscos cuando trate de librarme de él. Sus ojos de un color lila estaban fijos en los míos. Y en ese momento temí por su respuesta.

-Esta noche querida, por eso le mandado a llamar y a sus hermanos.

No conteste nada, apreté mis puños controlando mi aura. Mis hermanos nos miraban fijamente.

Éramos cinco en total con siglos de diferencia.

Tres hombres y dos mujeres.

Y yo era la menor de los cinco y la única que no había puesto un pie fuera del castillo.

Poco a poco fue liberando mi cuerpo y antes que pudiera ponerme de pie. Poso sus labios sobre los mío como despedida.

Cerré mis ojos por unos segundos y me puse de pie.

-Acérquense todos. –pidió y todos se acercaron. Yo quede del lado de mi hermana del lado derecho. .. Mi hermano sentado en lado izquierdo de la cama se puso de pie y otro de mi hermano que había estado junto a la puerta al lado de este y otro al pie de la cama. Todos mantenían sus miradas frías y distantes.

Nuestros compañeros se quedaron retirados de nuestro padre.

-Han trascurrido dos mil años desde la última vez que entre en letargo y estoy agotado, ha llegado la hora que entre que descanse. Como dicta las leyes mi hijo mayor tomara mi lugar durante mi sueño…

Mire a mi hermano que escuchaba atentamente.

-Estefan tomara mis lugar y protegerás a nuestro clan a tus hermanos y nuestro territorio durante cinco mil lunas… la caballería estará a tu mando.

Sin poder evitarlo gemí y todas las miradas se posaron en mí. Estefan mi hermano mayor me miro por fijamente sin expresar nada en su rostro.

Padre me miro pidiéndome disculpas y volvió hablar.

-Pandora… –mi padre nombro a mi hermana mayor, menor unos 100 años que Estefan. Ella era simplemente una diosa. Alta con un cuerpo más que perfecto. Un cabello lacio de un rojo intenso y unos ojos de un verde esmeralda que te llevaban a la perdición de sus colmillos letales. Padre siempre lo decía la belleza es letal. Y mi hermana era la afirmación de aquellas palabras.

-… Tomaras el lugar de Estefan como guardiana de nuestro patrimonio. –mi hermana respondió con un si padre tan frio que casi congelo la habitación.

Padre se mostro satisfecho con su afirmación. Sabía que lo aria perfectamente. Ello lo hacía todo bien.

-Sebastián, Samuel. –los nombraron miraron fijamente a mi padre expectantes. Los dos eran gemelos, rubios de ojos azules, idénticos. Solo padre podía diferenciarlo el uno del otro. –ya saben qué hacer. –susurro como si aquello fuera confidenciar. No le tome importancia. Nunca lo hacía.

Mi padre me miro fijamente por un largo y tedioso minuto como si dudara de lo que iba a decir.

-Hermione. –si ese era mi nombre. Lo mire fijamente sin inmutarme aunque me sentía nerviosa ante su intensa mirada. –toma mi sangre. -Extendió su mano hacía mí y yo quede petrificada. No era la primera vez que me lo pedía. Incluso a pesar de no ser la mayor era la única desde que tenía memoria que disfrutaba de aquel elixir "su sangre".

Asentí lentamente con mi cabeza y me incline un poco para beber de aquel líquido poderoso que me extasiaba hasta lo más profundo de mí ser.

Mis ojos tomaron aquel color rojo intenso que tanto nos caracterizaba y con movimientos lentos acerque mi cabeza hasta su muñeca donde se podía ver claramente sus venas. Puso mis labios sobre su piel y la lamí antes de penetrarla con mis colmillos alargados.

Mi padre gimió y mis hermanos me miraban fijamente deseando estar en mi lugar.

Abrí mi boca y clave mis colmillos sobre sus muñecas penetrando su dura piel y frágil venas como una navaja. Y como si de un chorro de presión se tratara mi boca se lleno de sangre que comenzó abrirse paso por mi garganta hasta recorrer cada centímetro de mi cuerpo asiéndolo mas frio y poderosos. Su sangre era mi sangre, no tenía idea cual era la de él y la mía. Las dos eran una letal mezcla. No supe cuanto tiempo estuve bebiendo aquel elixir, solo podía sentir mis ansias de mas y mas. Mi sed no era saciada, aun así bebía lo más lento posible, quería que aquellas sensaciones duraran toda la eternidad.

Sentí una mano que se aferraba a mi hombro con fuerza y me separaba de la muñeca de mi padre. Con renuencia la deje ir y mire a la persona que me interrumpía mostrando mis colmillos amenazantes.

-¡Contrólate!, ya has tomado demasiado. –siseo mi hermana manteniéndose fría y distante como siempre.

Me gire para ver a mi padre. Y lo que vi me dejo aterrada que sin poder evitarlo comenzó a temblar compulsivamente. Me lleve las manos temblorosas a mi boca. Sentía que mi mundo se acababa. Yo… yo… yo lo había matado.

-Tranquila. –susurro mi hermano mayor alejando a mi hermana de mi. – solo está durmiendo.

Asentí lentamente con la cabeza y me erguí lentamente.

-Padre debe amarte mucho Hermione para darte de beber de su sangre. Nosotros solo hemos bebido de ella una sola vez…

Estefan se veía tan tranquilo sin perturbación. Él era el favorito de mi padre. Siempre me lo había dicho.

-Tranquila no te reprochó nada querida hermanita. Aunque es un privilegio que te otorga nuestro padre solo a ti, no siento envidia de ello. Al contrario en ocasiones me aflige que la bebas. Con cada gota que bebes tu cuerpo se vuelve más pálido. Más poderoso y sobre todo más antiguo. Incluso en estos momentos aunque no lo aparentes y no lo sientas así, tu sangre es más antigua que la de todos nosotros justos. Pequeña Hermione que deseas hacer a partir de ahora. ¿Saldrás del castillo?. Padre te ha dado su sangre para asegurarse que nuestros sirvientes te obedezcan y te protejan.

Lo mire por un minuto y sentí como mi compañero me miraba expectante, sabía que el tambien quería salir de aquel castillo. Pero yo aun no estaba preparada para hacerlo y tardaría mucho tiempo en estarlo.

-Cuando lo decida le avisare. Ahora me retiro hermanos. -Incline levemente mi cabeza y me retire dejándolos solos con el cuerpo de mi padre, ellos se encargarían de resguardarlo y protegerlo. Mis hermanos gemelos protegerían su sueño hasta que despertara cuando cinco mil lunas hayan transcurrido.

Con pasos pausados camine por los largos y lúgubres pasillos de aquel castillo señorial.

A pocos metros de distancia mi fiel compañero seguía mis pasos en silencio como era de costumbre.

Tras unos minutos de caminata me detuve frente a mi habitación donde reinaba el silencio o eso creí. Cuando abrí la puerta las aves que había rescatado me recibieron cantando alegremente.

Los años pasaron y yo seguí encerrada entre los muros de castillo, me aterraba el mundo exterior. No hablaba casi, incluso habían ocasiones en las que no recordaba que podía hacerlo. Los sirvientes eran demasiados respetuosos para hablarme o mirarme. Siempre escuchaba sus susurros. Nada dentro de esos muros era un secreto para mí. Conocía cada piedra con que había sido construido. Pasadizos, trampas, no había nada en aquel lugar que no fuera de mi conocimiento.

Mi hermanó mayor Estefan siempre solía acercarse como aquel día lluvioso cuando padre decidido dormir. El siempre trataba de hablar conmigo, siempre me contaba sobre el mundo exterior sus paisajes y personas, cada una de sus evoluciones. Se lo que trataba de hacer, pero cada intento era frustrado con mi misma respuesta.

Después de 20 años de insistencia por parte de mis tres hermanos decidí que había llegado la hora de salir de aquellos muros y enfrentarme al mundo.

Mi hermano casi organiza un baile con el pretexto de que estaba creciendo.

Y así el día de mi partida llego.

Un carruaje esperaba por mí en la entrada principal.

Mis hermanos juntos con sus acompañantes esperaban por mí.

Estefan siempre vestido pulcramente. Se inclino cuando me pare frente a él y beso mi mano en acto de caballerosidad. Su acompañante un demonio con forma de cuervo me miraba con sus ojos rojos desde su hombro. El nombre de su demonio era Elio. Siempre me causaba curiosidad ese ser. Era muy callado, nunca lo escuchaba hablar cuando mi hermano se acercaba.

La siguiente era mi hermana Pandora. Con un flamante y elegante vestido de un verde olivo ajustado a su sensual figura. Su cabello era sostenido por un alto moño que dejaba ver su largo y perfecto cuello. Sus ojos me miraron sin expresión alguna. Me incline ante ella con elegancia sin dejar de mirarla a los ojos. Su compañera Helika era una fénix con plumas rojas y amarillas. Era un ave hermosa. Su fuego protegía a mi hermana.

Pandora dio un paso hacia mí y me abrazo por un minuto para separarse de mi darme un beso en cada mejilla.

Por un momento quede desconcertada, hacía muchos años que ella no tenía ese gesto conmigo. Pero calle no quería molestarla por algún comentario impropio de mi parte.

Por fin quede al frente de los gemelos vestido y peinados exactamente iguales. Me miraron y sonrieron con esa sonrisa torcida que solo ellos podían poseer.

Abrieron la puerta de mi elegante carruaje negro tirado de seis magníficos cabellos del mismo color.

Uno de los gemelos me dio la mano para que subiera. Estaba un poco decepcionada, espere un abrazo de parte de alguno de ellos. Su demonio acompañante se rio por lo bajo. Era una zorra que respondía al nombre de Electra, muy astuta con unos ojos tan negros como la misma oscuridad.

Una vez dentro de carruaje mire por última vez el catillo antes de que los caballos se pusieran en marcha.

Sentí como mi acompañante un lobo blanco se recostaba a mi lado y ponía su cabeza sobre mis piernas y me miraba fijamente con sus ojos platas.

Cuando mi padre me llevo a las tinieblas Artemis se presento ante mí como un rayo de luz dentro de la oscuridad que me abrazaba y hundía más y más mostrándome el camino para poder escapar de las garras de la muerte. Padre me conto en aquel entonces que solo los vampiros hijos de un sangre pura podían tener demonios sirviéndole. Como los tenían Estefan a su compañero silencioso Elio, Pandora y su llameante fénix Helika. Sebastián y su inteligente águila Hermes, Samuel y su astuta zorra Electra y yo y mi hermoso lobo Artemis.

Los caballos comenzaron a caminar moviendo el carruaje. Mire al frente y me sorprendió ver a mis hermanos frente a mi hablando del clima como si eso era lo más importante en ese momento. No entendía que asían ellos allí. Pero como siempre no pregunte. Me quede en silencio todo el viaje hasta la ciudad más cercana.

Y así mi vida fuera de aquellos muros donde estuve encerrada por más de 100 años quedó atrás, perdido entre las montañas y amplios bosques.

IV siglos después.

Hermione caminaba en un oscuro bosque cerca de su nueva residencia. Hacía ya un mes desde que había visitado el castillo de su padre. Su hermano y hermana seguir igual de ocupados que siempre, quejándose en algunas ocasiones de las criaturas que estaban a su servicio y su ineficiencia en algunas cosas.

Sus hermanos gemelos se habían vuelto más introvertidos y abiertos con los que los rodeaban. Y ella ya no era tan cautelosa y silenciosa. Todos habían cambiado para bien. A pesar de la distancia que los separaba se sentían más unidos que siglos atrás. Y eso se debía a que no tenían que siempre estar aparentando ante ellos ocultando sus emociones para no parecer débiles e indignos de la sangre que corre por sus venas. Aunque al principio tuvo miedo de enfrentarse al mundo exterior y si todo lo que allí había, logro adaptarse a los humanos y su constante evolución. A pesar que ella seguía igual a una joven adolecentes en sus 16 años eternos. A pesar de que ya tenía más de quinientos años de existencia. Hera hermosa e inteligente, podía tomar la forma que deseara, podía ser lo que quisiera.

Los gemelos eran un caso serio para Estefan que en ocasiones tenía que frenar sus contantes y descabelladas locuras. Eran unos niños ante mí. A pesar de que cuando fueron transformado ya contaban su mayoría de edad. Y en aquella época los jóvenes eran más maduros y recatados.

Pero no podía culpar a su hermano. Después de todo estaban a principios del siglo XX.

Y hablando de los gemelos, esta vez se encontraban dando una fiesta salvaje en la mansión en la que ahora habitaban.

A pesar de la distancia que estaba Hermione de aquella fiesta aun podía oír la ensordecedora música. Solo esperaba que le guardaran sangre fresca. Aquellos ilusos no sabían lo que le esperaba alguno de ellos cuando la diversión llegara a su fin.

Sin poder evitarlo Hermione sonrió. Ella valoraba la vida humana, pero no podía evitar desear su sangre, después de todo esa era su naturaleza.

-Hermione. –susurro una ronca voz frente a Hermione. – escucha. –pidió Artemis con sus orejas apuntando hacia el cielo donde la luna roja destellaba anunciando que se derramaría sangre inocente esa noche...

Un imponente carruaje atravesaba un bosque tenebroso tirado de cuatros hermosas bestias.

Dentro de esta una familia de magos rubios viajaba en dirección a su casa.

-Querido creo que esta no fue una buena idea. Debimos aceptar la hospitalidad de los Pankinso. – la bruja estaba un poco angustiada viendo por ventana la oscuridad escalofriante.

-Es solo un bosque y nosotros somos magos. –alego el hombre manteniendo los ojos serrados un poco molesto por el nerviosismo de su mujer.

-Aun así tengo un mal presentimiento. –la bruja cerro sus ojos aprisionando mas contra su pecho a un pequeño niño rubio dormido plácidamente.

El carruaje detuvo abruptamente, despertando el pequeño niño que dormía sobre el regazo de su madre asustado.

El mago se asomo por la ventanita enojado para ver que ocurría con el estúpido cochero y el porqué había detenido el carruaje de aquella forma.

Pero su reclamo quedo olvidado cuando comprendió lo que ocurría. Una bestia y no cualquier bestia. Un hombre lobo devoraba al su empleado desgarrando su cuerpo salvajemente. Una imagen perturbadora que no permitió que su mujer mirara.

El mago cerró sus ojos sacando de su ropa la varita. Los caballos relinchaban asustados moviendo el carruaje con fuerza. El mago invoco un látigo y golpeo a los caballos para que estos salieran a todo galope aprovechando que hombre lobo se cenaba a su cochero.

La bruja lloraba ahogando sus gemidos abrazando a pequeño asustado y sin comprender lo que estaba sucediendo. Los caballos galopaban desbocados, asustados por el eminente peligro que los asechaba desviándose del camino principal, adentrándose más y más en las profundidades del bosque.

El bosque se volvía cada vez más oscuro, mas siniestró y sobre todo más peligroso. Los arboles se volvían borrosos y el aullido del hombre lobo les advirtió que los seguía muy de cerca.

Los caballos en su afán por huir saltaron un tronco caído en medio de aquel camino rocoso intransitable.

El carruaje se volcó y lo caballos se cayeron cuando la carreta choco contra el árbol caído estrepitosamente destruyendo parte del carruaje y liberando a los caballos que salieron despavoridos dejando atrás a sus amos.

El pequeño niño movía con insistencia a su madre inconsciente por un severo golpe en la cabeza, causado por el impacto.

El mago le indico a su hijo que guardara silencio. El pequeño asintió ahogando los sollozos que peleaban por salir de su garganta.

La mujer abrió sus ojos lentamente buscando a su familia desorientada. Hasta que vio a su esposo sosteniendo a su hijo contra su pecho mientras con la mano derecha invocaba un escudo para protegerlo del hombre lobo que trataba de traspasar el escudo.

Hermione miraba las huellas del carruaje y los restos de lo que una vez fue el cochero de aquella familia.

Frunció el seño sabía lo que eso significaba, aquellos humanos habían sido atacados por una bestia, para ser mas especifico un hombre lobo. Miro a su compañero que olfateaba en aire.

-Hay tres lobos dirigiéndose a la misma dirección ama Hermione. –informo el lobo blanco mirando a los ojos a su compañera, Hermione asintió lentamente mirando la dirección que habían tomado los caballos.

-Creo que esta no será una noche aburrida después de todo querido Artemis… -Hermione sonrió mostrando su colmillos a la vez que sus ojos color ámbar liquido se tornaban rojo carmín. –¿qué te parece si intervenimos en la caza de los hombres lobos y no quedamos con su presa?. – pregunto mirando a su lobuno amigo que reboso una sonrisa macabra a la vez que sus ojos se volvían de un azul brillante cuando las nubes cubrieron a la luna dejando ver los ojos de solos seres oscuros destellando como dos focos de luz infernal.

Los hombres lobos rodeaban el carruaje destruido aullando, atacando con más ferocidad. El escudo estaba por ceder ante tantas envestidas…

Y todo paso lentamente para los magos y el pequeño que escondía su rostro en el pecho de su madre.

El escudo cedió y las bestias se lanzaron contra el carruaje arrancando una de las puertas y destruyendo con sus garras el techo.

La bruja gritaba aterrada junto a su pequeño que aprisionaba contra su pecho protectoramente.

El mago salió en defensa de su familia lanzando cuanto hechizo se sabía contra aquellas bestias abominables que amenazaban sus vidas. Pero imposible para el hacerle frente a ellos. Eran tres contra uno, y no podía contar con su esposa en su estado de crisis.

Uno de los hombre lobo lo ataco por la espalda cuando el atacaba a otro tirándolo estrepitosamente contra la tierra con cuatro profundas heridas sangrante viendo como su esposa quedaba al merced del tercer hombre lobo que se abalanzaba sobre ella y su único hijo.

La bruja vio como aquel ser infernal con la boca abiertas y ojos amarillos venia por su vida y la de su pequeño que no le quedo de otra que ponerse de pie poniendo a su hijo detrás de ella.

La bestia la mordió en hombro sacudiéndola con fuerza lanzándola contra el tronco caído arrancado un grito de dolor de la pobre mujer.

Y un shock en su pequeño niño que estaba sentado sobre la tierra aterrado viendo a los ojos aquella bestia. Había llegado el fin para ellos. Estaban muertos.

El hombre lobo aulló. Cada uno tenía su presa. Se darían un festín esa noche.

Hermione estaba sobre un alto árbol y mirando el espectáculo. Y bajo el árbol estaba su compañero sonriendo maliciosamente.

-Creo que ya es hora ama Hermione. Tus presas se están desangrando.

-Hay tres Artemis. Tu encárgate el que está con el hombre yo me encargare del que esta con la mujer y el pequeño. –Hermione desapareció de la copa del árbol al tiempo que Artemis se transformaba en un verdadero demonio. Su tamaño aumento hasta la altura de un caballo de sus patas fueron armadas con una encabadas y afiladas garras de un color plata. Sus colmillos crecieron blancos y letales como el marfil. Su boca se izo más grandes. Su cola se dividió en dos. Sus orejas fueron adornadas con tres aros plata en una y dos en la otra. Aulló y de un impulso salto sobre el hombre lobo arrancándole la cabeza dejando que la sangre bañara al humano mientras el escupía la cabeza lejos.

Busco rápidamente a Hermione y la vio con el niño en sus brazos y su cuerpo bañado en sangre sonriendo amorosamente con los cuerpos mutilados de los hombres lobos que regresaban a su apariencia humana bajo sus pies.

-Eres un pequeño muy hermoso. –susurro Hermione mirando al pequeño con sus ojos rojos.

-P… po… por fa… favor…ayudas a… a… mis padres. –pidió el pequeño entre sollozos mirando los ojos de Hermione sin temor.

-¿Ese es tu deseo precioso? –pregunto sonriendo con una hermosa sonrisa con una de sus mejillas cubierta de sangre al igual que parte de su ojo izquierdo.

-S…si…- susurro entre llanto temeroso de aquellas bestias.

-Pero para cumplirlo tienes que ofrecerme algo con el mismo valor que sus vidas, y creo que no hay nada que varga más que la vida humana. –susurro Hermione mirando como el hombre se levantaba temeroso viendo a Artemis con ojos desorbitados por el terror que este le causaba. Y no era para menos. Había visto como Artemis le arrancaba la cabeza a esa criatura sin esfuerzo alguno. La sola presencia del demonio plateado detonaba respeto y temor.

-Eres un… un vampiro. – pregunto la convaleciente mujer tratando de ponerse de pie temiendo por su hijo que lloraba entre los brazos de la vampiresa que dejaba ver sus orgullosos colmillos en una sonrisa siniestra.

-Sí y ustedes son mi presa mujer maldita por la mordida de una bestia. –Hermione miro a la bruja temblar antes sus palabras. No eran por su tono cantarín y aterciopelada voz por el cual temblaba si no por el significado de sus palabras.

-¡Mal…maldita!. –la bruja retrocedió mareada tanto por la pérdida de sangre, el dolor que quemaba parte de su cuerpo y sobre todo temblaba por el significado de aquellas palabras que la condenarían hasta que la muerte tocara su puerta.

-¿Acaso no sabes que le sucede a los humanos cuando un hombre lobo lo muerde?. –pregunto Hermione apareciendo a unos cortos pasos de la bruja que negaba con su cabeza temblando. -Se transforma en uno en la próxima luna llena. –susurro con deleite sus palabras.

-N...no… puede ser… yo… yo no quiero vivir así. De… debes ayudarme. –pidió desesperada la mujer olvidando el temor que le causaba aquel ser hermoso y siniestro ser frente a ella que sonreía de una forma escalofriante. La pobre bruja temía convertirse en un monstruo, ser rechazada por la sociedad, sus amistades, por su marido y sobre todo temía por su hijo. Ser parte lobo la condenaría para toda la vida. Lo perdería todo. Se quedaría sin nada en la miseria sin amor y comprensión. Sería un monstruo como aquellos que la habían atacado. Y lloro llena de amargura y desesperación.

-Así. – Hermione levantó una ceja y pregunto en forma burlona; - ¿y que se supone que debo hacer por una humana?. –pregunto en un tono audible hasta para su marido que no se atrevía a moverse debido al terror que le causaban.

-Soy una bruja… yo puedo… puedo crear un hechizo para que puedas vagar por la tierra durante el día. –le propuso desesperadamente un acuerdo. Ella sabía que los vampiros no podían vagar bajo la luz del sol y que su dominio era durante las noches. Ellos estaban limitados. Y ella podía eliminar ese límite creando para ella una poción que le permitiría caminar bajo el sol.

- Que ilusas eres humana. Por si no se ha dado de cuenta yo no soy cualquier vampiro. Artemis es mi demonio acompañante. ¿Sabes lo que significa eso?. –pregunto aun manteniendo su sonrisa burlona manteniendo al niño entre sus brazos.

-No… puede ser. -Un susurro de sorpresa atrajo la atención de Hermione. -Tu raza…-continuo el hombre mago mal herido. - tu raza estaba extinta. –intervino el mago.

-¡Vaya!. Al parecer te interesan las historias oscuras de los seres que habitan la noche. Pero al parecer no pones en práctica tus conocimientos ya que por su imprudencia o la imprudencia de su mujer perderán la vida. –Hermione sentencio a la familia de magos… desde su posición podría ver a la mute esperando a tres almas que guiaría por las aguas del inframundo.

-¡¿Que…?

Su sorpresa y temblores se intensificaron en ambos hechiceros.

Hermione pudo oír como sus corazones se palpitaban a un ritmo salvaje. El olor de sus sangres provocaba que su garganta ardiera hasta el punto de querer enloquecer. Aun así se mantuvo calmada. Sabía que aquella sangre le pertenecía. No había prisa de tomar algo que ya era suyo.

-Si tengo mucha sed. Quiero sangre tibia que caliente mi cuerpo. –Hermione se lambio sus colmillos afilados que destellaron con la luz de la luna.

-No… no por favor… no. Nos hagas daño. –suplico el niño tembloroso en los brazos de Hermione que lo miro a los ojos de aquel hermoso gris… era uno de los niños más hermosos que había visto en su existencia. Era tan cálido y su voz tan inocente. Que logro algo que ella no sentía hacia ya mucho tiempo. Piedad.

-No temas por tu vida cariño yo no te hare daño. –susurro sonriendo sin malicia, con una sonrisa que hasta los mismos ángeles corromperían su alma por ver.

-¡Pero… se lo harás a mis padre!. –susurro temeroso pero con un poco mas de confianza al ver aquella sonrisa que ocultaba colmillos que llamaban a la muerte y esta acudía sonriente a al encuentro.

-¿Los amas mucho…? –pregunto con ternura acariciando aquel rostro infantil.

-S… si por ella te pido piedad. –sus ruegos tocaron aquello que Hermione creía perdido. Tocaron su corazón... su alma… aquel niño logro algo que ningún humano había logrado al pedir por la vida de sus padres. El niño no había sido egoísta como todos los humanos que habían padecido ante su sed.

-Eres un niño muy dulce, lástima que veo maldad en tu futuro. Sin embargo no puedo condenarte tan joven al odio, sería una aberración. Pero eso no quiero decir que no tenga que darme algo a cambio. –Hermione puso sus hermosos labios como el carmín sobre la frente del pequeño niño que se estremeció ante los glaciales y sedosos labios.

-Pide lo quieras y lo tendrás.- una voz ronca y cansada se dejo oír. Herminio miro de nuevo el mago con el cabello larga y rubio cayendo ambos lado del rostro como cortinas desordenas por la lucha contra los hombres lobos. A un así el hombre era sumamente atractivo con unos ojos de un azul intenso más oscuros que los de su esposa.

-Son una familia de magos.- afirmo pensativa. Buscando algo que ella quería a cambio de sus vidas pero simplemente no encontró nada.

-Sí.- contesto el orgulloso hombre levantando la barbilla a pesar de su estado.

Hermione levanto una de sus perfectas cejas castañas, un poco impresionada por la actitud orgullosa del hombre. Miro Artemis que se limitaba a observar sin abrir la boca. Siempre solía suceder. Los demonios no hablan con alguien a parte de su compañero al menos que se ese alguien fuera digno de ellos y merecedor de su atención.

-Bien, la magia corre por su cuerpo al igual que su sangre. Quiero la sangre de ustedes. – dijo sin rodeos ante unos sorprendidos magos que volvieron a temer por su vidas ante la petición de vampiresa que ponía al niño sobre la tierra húmeda por la sangre podrida de los hombres lobos.

-¿Pero…?

-¡Te niegas a mi petición humano!. – intervino Hermione solerme irguiéndose como una torre de poder y voluntad mirando al mago como un ser inferior que debía temer ante su presencia.

-Perdóneme. –susurro temeroso pero con voz firme, aunque Artemis podía oler su miedo a kilómetros de distancia.

-Bien, no tomare sus vidas, solo su sangre con cierta regularidad. Tambien debo tener la lealtad de cada uno de tus descendientes sin excepción.

-Y que ocurrirá conmigo, yo… yo no quiero ser un monstruo. –se apresuro a preguntar la bruja ensangrentada por aquella medida maldita. Su aspecto era cada vez más pálido sus túnicas estaban sucias rasgadas y su cabello caían desordenado como cascada plateadas.

Hermione pudo notar que ellos no eran una familia cualquiera, podía detallar que su ropa aunque sucia y rasgada estaba hecha de finas telas y que sus adornos y joyas eran hechos de piedras preciosas con un valor incalculable para simples plebeyos.

-No te preocupes por suerte Artemis es mi demonio acompañante él se encargara de ti. Aunque e de agregar que tienes que darme algo a cambio. Nosotros los vampiros no hacemos favores de ninguna clase querida. Y en cuanto a ti pequeño debes prometerme algo más que sangre y lealtad ya que eso lo ha hecho tu padre.- Hermione se alejo del pequeño que inclino su cabeza en señal de aceptación.

-¿Que deseas que haga?. -Pregunto el pequeño mirando a la vampiresa alejarse encantado por su belleza y atuendo.

-Eso te lo diré cuando seas grande precioso. –susurro Hermione sin mirarlo caminado hasta donde estaba Artemis aun mostrándose imponente. -¿Ahora cuáles son sus nombres?. –pregunto acariciando la cabeza de Artemis que se mostraba complacido por la muestra de afecto de su compañera.

-Nosotros somos la familia Malfoy. Mi esposa Andrómeda, mi hijo Abraxas y mi nombre es Nicolás Malfoy. Somos una familia mágica. –Nicolás camino hasta donde estaba su esposa e hijo y se coloco entre ellos en forma protectora, Hermione lo miro curiosa ante aquel acto.

Hermione sonrió y prosiguió a presentarse ella tambien.

-Bien clan Malfoy. Yo soy Hermione y el es mi demonio acompañante Artemis. Y de ahora adelante yo soy su ama. El único ser a quien le deben lealtad y obediencia hasta que el ultimo Malfoy desaparezca de este mundo. Aunque eso no evitará que sus almas estén bajo mi servicio para siempre, no tendrán descanso alguno aun después de la muerte. –sentencio Hermione, que hacer un pacto no era nada fácil y menos para ella. Si ellos decidían seguirla lo harían cada uno de los que tuvieran una gota de aquella sangre corriendo por sus venas, no solo se condenarían ellos si no a todos los Malfoy. A una lealtad encadenada a ella. Ellos no serian libres, su voluntad siempre seria doblegada por sus deseos.

-Si ama. –los tres Malfoy se inclinaron ante la vampiresa que sonrió ante aquella nueva adquisición. Ya esperaba ver la reacción de su hermana cuando le contara.

Hermione llevo a la familia Malfoy a la mansión donde su hermanos ya había terminado con el banquete dejándole a un par de victimas que Hermione no dudo en devorar delante de sus nuevos sirvientes para que vieran su poder y que no dudaría en arrebatarles la vida si estos la traicionaba.

Artemis devoro los cuerpos borrando cualquier evidencia. Aquellos desdichados habían desaparecido para siempre bajo los filosos colmillos de Hermione y su demonio acompañante.

Andrómeda ya con su hombre un poco curado y fuera del peligro de convertirse en un monstruo cargaba a su hijo Abraxas cubriendo sus ojos para que no presenciara tanta violencia y muerte.

Los gemelos miraban con extrañeza a su hermana ellos tenían sirvientes pero en rara ocasión tenían a magos como tales. Era interesante la elección que había hecho Hermione. Todo en ella siempre le resultaba interesante. Su padre les había pedido que la vigilaran y cuidaran de ella y se aseguraran que no se marchitara. Y eso era lo que habían estado haciendo los últimos siglos.

Hermione camino por los pasillos donde los sirvientes limpiaban la sangre derramada sobre las alfombras y mármol pulido seguida de Artemis y sus sirvientes que tiemblan ante su poder.

Los vampiros presentes podían oler el miedo de los magos. Pero estaban impresionados de su temple. De su forma de caminar orgullosa y sin temor aparente. Aunque a ellos y sus sentidos no se les podía burlar tan fácilmente. Ellos sabían lo que realmente estaba pasando por la cabeza de aquellos seres inferiores como ellos los llamaba. Hermione subió la escalera.

Hasta llegar a una imponente puerta la cual se abrió ante su presencia y se adentro a su habitación oscura lúgubre con una decoración simple y lujosa. Ella no era apegada a lo material ninguno de sus hermanos lo hacía. Excepto la mansión principal. El fuerte de su familia el cual debían proteger por los milenios que tenia y porque allí todos se habían formado y aceptado las tinieblas.

Hermione se sentó en un sillón de espaldar alto detrás de ella la luna se podía apreciar evitando que el rostro de Hermione fuera apreciado. Con un movimiento de su mano la chimenea y unas cuantas velas se encendieron dándole un poco de luz tétrica aquella habitación. Hermione le mostro la cama a Andrómeda para recostara a su hijo. La pobre mujer se veía agotada tanto físicamente con emocionar.

Hermione tomo una copa de oro con incrustaciones de rubís en ella y una daga de plata y se las tendió a la pareja que la tomaron en sus manos sabiendo que era lo que les estaba pidiendo la joven.

-Con esa daga cortaran su piel y derramaran su sangre como ofrenda a nuestro pacto. Esa copa debe ser llenada por su voluntad y juramento de lealtad. Ahora queridos siervos yo los protegeré a todos sus descendientes. Acudiré al llamado de cada uno de ustedes y mientras yo exista los Malfoy no dejaran de existir. Si embargo no interfiere si alguna enfermedad mortal que se apodere de sus cuerpos. Ármenos que estén siendo envenados allí la cosa cambia.

Andrómeda asintió ante las palabras de la vampiresa. Con lagrimas en los ojos tendió su mano temblorosa a su esposo y quien la tomo cortando su vena con la daga de plata que no tardo en cubrirse con aquel aromático elixir. Los ojos de Hermione eran tranquilo miraba la escena. Lo que hacían los humanos para seguir existiendo. Ellos le temían a la muerte. Y ella era la aliada de esta. Era su enemiga en algunas ocasiones como esa donde le había arrebatados las armas de aquella pequeña familia.

Andrómeda lleno la copa hasta la mitad y con un hechizo de su esposo cerro la herida. Nicolás le tendió la mano derecha a su esposa y esta corto con algo de miedo la piel de su marido hasta llegar a la frágil vena que no tardo en dejar de fluir la sangre hasta que esta cayó en la copa de oro que el mismo sostenía mirando fijamente a Hermione que se mantenía imperturbable mirando la escena. No era la primera vez que veía aquel acto y no sería la última ni los últimos de aquella familia que lo harían.

Nicolás le dio la copa a Hermione que se mantenía aun sentada en su mullido mueble mirando como el mago se ponía de rodilla y con cabeza gacha le ofrecía su sangre y la de su mujer.

Hermione tomo la copa entre sus manos pálidas y sin dudarlo un momento bebió hasta la última gota de sangre dejando que un hilo de esta corriera por su barbilla. Una vez que bebió hasta la última gota separo la copa de sus labios y miro a Artemis a su lado que acerco y lamio el hilo de sangre que corría por la barbilla de Hermione que sonrió dejando ver sus colmillos largos y puntiagudos manchados por la sangre de los magos que se mantenían de rodilla a sus pies.

-Que este día sea marcado en la historia de los Malfoy y que cada año en este día nuestro contrato sea recordado por la misma ofrenda. -Hermione se puso de pie y con sus colmillos abrió una pequeña herida en sus muñeca donde dejo fluir su sangre hasta caer en la copa en donde minutos atrás había estado la sangre de su nuevos sirvientes y se las ofreció.- beban de mi sangre sin ningún temor. No les afectara solo es parte de nuestro pacto.

Nicolás tomo la copa y bebió un sorbo al igual que su esposa que luego le dio unas gotas a un dormido Abraxas. Hermione sonrió ampliamente con una sonrisa que se extendió a lo largo y ancho de la mansión provocando nuevas dentro y fuera de esta.

Y así los Malfoy firmaron un pacto que Hermione se encargaría de recordarles años tras años en los cuales tomaría habilidades mágicas debidas aquel pacto. Era un trato justo. Ella les había perdonado la vida y le ofrecía protección a cambio de todas las generaciones Malfoy como sus sirvientes y su sangre como muestra de su lealtad hacia ella.

Hermione vio crecer Abraxas transformarse en adolecente. Estuvo allí viendo cuando fue a tomar el expreso de Hogwarts por primera vez. Estuvo allí cuando se cumplió su mayoría de edad. Lo vio cambiar de un joven orgulloso, prejuicioso y arrogante a un acecino y fiel a una causa a la cual Hermione no le encontraba sentido. Estuvo allí cuando Abraxas se caso con su esposa Leonor. Cuando nació su primer hijo y cuando Nicolás murió a mano de aquel a quien su hijo seguía fervientemente. Estuvo también cuando Andrómeda dio su último suspiro tomando su mano negándose a ver a su hijo y en lo que se había convertido. Y tambien estuvo cuando Abraxas agonizaba moribundo a causa de un hechizo en medio de la guerra.

Y aun recuerda como él le suplico por su vida. Como el pidió ser uno de ellos. Y Hermione a un recuerda su rotunda negativa. Ella había visto como el se había transformado en un monstruo. Como las ansias de poder lo habían corrompido y transformarlo en un ser más repugnante que los de su clase, porque el acecinaba por placer y no por necesidad como ella lo hacía ella para ese entonces. Ella se negó a darle más poder y la inmortalidad. Ella ya tenía a un nuevo Malfoy que proteger y ese era Lucios. Ella continuaría el pacto y no interferiría en la muerte de Abraxas como tantas beses había hecho para mantenerlo con vida y fuera de todo peligro. Tambien cuido de Leonor hasta que ella padeció de una enfermedad extraña. Pero como lo había dicho aquel día no intervendría en muertes que fueran provocadas por causas naturales así que dejo tambien morir a Leonor.

Hermione conocía a Tom Riddle y sus andanzas él le ofreció un pacto al cual ella se negó rotundamente, ella no podía ser engañada por aquella falsa sonrisa, por aquel ser manipulador y más oscuro que ella misma y su Artemis. Incluso su maldad no tenia limite. Y ella no le concedió más poder a un ser tan retorcido y corrompido por la oscuridad. Voldemort como se hacía llamar era uno de tantos ilusos que se dejo seducir por la magia oscura. Por la oscuridad y la maldad que le ofrecía tantas promesas que nunca serian cumplidas.

Lucios creció y Hermione lo vigilaba de lejos siempre mandaba Artemis por su sangre como parte de pacto. Y sus órdenes como siempre lo fueron por Nicolás y Abraxas eran obesidad por Lucios que solo había visto a Hermione durante su niñez unas cinco veces. Hermione estuvo presente el día en que la cuarta generación de los Malfoy bajo sus órdenes izo acto de presencia. Estuvo vigilando como lo había hecho con el nacimiento de Lucios el de Draco Malfoy su siguiente sirviente.

Hermione se mecía aburrida en un columpio en una mansión antigua victoriana. En esa en donde había hecho el pacto con la familia Malfoy ese día Draco cumplía cuatro años de edad. Miro la luna estaba roja como en aquel día cuando los lobos lo atacaron. Sintió una ráfaga mínima de aire cuando cuatro presencia se acercaron en diferentes direcciones. Sonrió y dio un salto quedando a unos metros de distancia de aquella presencia con Artemis a un costado mostrando sus colmillos amenazaste.

-¡Tranquila hermanita!. Hemos venido a sacarte de tu aburrimiento. –se escucho una voz conocida para Hermione que giro su cabeza para ver a su hermano a unos centímetros de su rostro sonriendo con aquella sonrisa que le ponían los pelos de punta.

-¡Así!. –pregunto sonriendo burlona tambien mirando a su otro hermano que ahora se mecía en el columpio donde ella segundos atrás había estado sentada.

-Sí. –afirmo Samuel mientras su zorra Electra movía su cola entre aun lado de su hermano.

-Y como pretenden hacer algo como eso. Y les abierto que no quiero asistir a ninguna fiesta ni orgía. Mi hermano mayor se los ha prohibido. –Hermione se estremeció al recodar como sus hermanos habían tratado de quitarle el aburrimiento haciendo una fiesta en su honor. Por suerte Estefan había ido a visitarlos y casi castra a los gemelos cuando descubrió lo que pretendían que ella hiciera en aquella fiesta. Motivo por el cual sus hermanos estuvieron una temporada alejados de ella.

-Ni nos los recuerde peque. – ambos fingieron temblar ante el recuerdo.

-Pero no se trata de eso. – Sebastián paro de mercarse y miro a su hermana fijamente mientras Hermes se posaba sobre su hombro.

-En lo absoluto. –termino Samuel caminando hasta su hermano pasando por un lado de su hermana que los seguía con la mirada escudriñándolos en busca de algunas de sus trampas.

- ¿Y bien de que se trata entonces?. –pregunto tras un suspiro sus hermanos eran difícil de leer cuando tomaban esa pose de secreto que la asustaban.

-Querida Hermione hemos venido a jugar a las casitas contigo. – hablaron los dos al mismo tiempo dejando a una Hermione con las cejas alzadas y un tic nervioso en su ojo derecho.

-¡Están locos!. La vejes le está pegando duro. – suspiro y les dio la espalda no estaba de humor para sus jueguitos. Había cosas más importantes que hacer como volver a leer los libros de hechicería.

- No seas cruel aun somos hermosos y las arugas no se notan.- Hermione se güiro con seño fruncido y los miro uno al frente al otro como si trataran de un espejo asiendo los mimos movimientos revisando sus ojos y cuello en busca de alguna arruga.

-Enserio yo no diría lo mismo verdad Artemis. –Hermione adorno su rostro con una sonrisa malvada y miro a su lobo que asentía con la cabeza fervientemente, Hermes giro su rostro un poco asqueado de la actitud de su compañero y Electra solo sonrió pasando su cola por la pierna de Samuel.

-Bien bien. No nos atormentes con la edad y acepta. – Sebastián de un rápido movimiento ya estaba al lado de Hermione colocando su brazo en los hombros de esta ante un celoso Artemis que se metió entre los dos.

-Estamos muy grandecitos para jugar a las casitas. –fue la respuesta de Hermione quitándose el brazo de su hermano a la vez que Samuel colocaba el del ocupando los hombros de Hermione mirando Artemis con una sonrisa desafiante.

-Pero será divertido. Tú serás nuestra hija. Sebastián será el padre y yo la madre. – alego con estrellitas en los ojos ante una asustada Hermione.

-¿Es enserio Samuel?. –preguntó temerosa.

-Sí. Viviremos en el mundo humano. Tú te transformaras en una dulce niña y nosotros en unos responsables padres que cuidan de su pequeño retoño. – hablo con alegría como si estuviera imaginando la escena.

-Hablare con Estefan. Ustedes están mal. –fue la respuesta de Hermione separándose de sus hermanos un poco asustada.

-Tienes miedo de no poder con el juego. – la pico Sebastián con mirada maliciosa abrazando ahora a Samuel que asentía con la cabeza fervientemente.

-No caeré en tus trampas Sebastián. ¿Por qué no le piden a nuestra hermana que sea su hija?. –pregunto con astucia sonriendo ante la posibles torturas que le aria su hermana mayor a ese pal.

-¡Estás loca!, ¿sabes lo que nos aria si le propusiéramos tal juego?. – pregunto alarmado Samuel mirando a su hermana como si la que estuviera loca fuera ella y no ellos a proponerle aquella idea tan descabellada.

-Si los desmembraría lentamente. Y los dejaría fuera de la mansión por cien años como mínimo. – dijo algo pensativa mirando las estrellas que brillaban con más intensidad esa noche…

-Si nos dejaría en la fría noche sin una cobija y camina caliente para pasar la noche. – dramatizo de nuevo Samuel. Lo cual izo que Hermione se preguntara ¿porque sus hermanos no estudian actuación o se dedicaban a ello?. Lo tenían todo para ser famosos y así la dejarían en paz por lo menos un siglo.

-Y no te olvides de la leche caliente y su beso de buenas noches en la frente. – sí y seguían con sus mentes infantiles, ¿porque sus hermanos la castigaban a ellos con esos dos idiotas…?

-¡Ya pal de idiotas!. ¿Díganme porque quieren jugar conmigo algo así? –pregunto curiosa. Después de todo siempre le gustaba estar informada de lo que hacían ese pal. Se sentía responsable de mantenerlos a salvo de sus propias locuras.

-Estamos aburridos y se nos ocurrió que podíamos fastidiar un rato a Estefan con nuestro juego infantil.

Sonrieron imaginándose a su hermano queriéndolos despellejarlos vivos por involucrar a Hermione en sus juegos.

-Y baya que lo van a molestar. – concordó Hermione suspirando.

-¿Bueno aceptas?. –preguntaron los dos al mismo tiempo sonriendo como niños pequeños.

-¡No ni loca!. –dio un paso atrás ante la repentina cercanía de ese pal. -No quiero ser el hazme reír de nuestra sociedad.

Les dio la espalda dispuesta a irse a la biblioteca de donde no debió salir para encontrarse con esos idiotas y sus ridículos juegos.

-Pero hermanita podrás ir a Hogwarts. –los pensamientos y lento caminal de Hermione se detuvieron abruptamente ante la sola mención del colegio mas prestigioso de toda gran Bretaña. Hogwarts era un sueño para ella.

-¿Que has dicho?. –pregunto aun sin asumir bien aquellas palabras.

-Si Samuel y yo te transformaremos con tu ayuda claro está en una humana temporal. Podrás moverte como humana, comer y expresarte como una. Borraremos tus recuerdos para que sea más creíble y no te preocupes no perderás tus poderes Artemis los podrá cuidar y protegerte como siempre. –hablo entusiasmado Sebastián viendo que comenzaban a enredar a Hermione en sus telas de araña. En ese momento le agradecía el consejo de Hermes que miraba toda la escena con una sonrisa de auto suficiencia.

-Aun así es muy peligro para mí aceptar ese juego. –alego Hermione pesando en todos los pro y contra, la cual iba ganando todo lo que perjudicaría aquel juego sin sentido de sus hermanos.

-¿Aque le temes?. –la pico de nuevo Samuel sonriendo. Su hermanita ya había caído sin darse cuenta en su trampa.

-Tenemos muchos enemigos hermano. – Hermione resoplo argumentando una de sus tantas preocupaciones. No podían dejarle todos los trabajos a sus dos hermanos mayores y los únicos que podían parar las locuras de los Samuel y Sebastián.

-Lo sé por ello Artemis te va estar cuidando desde las sombres. Y todos los lugares de la tierra hay sombra Hermione así que nunca estarás sola. Donde haiga oscuridad estaremos nosotros protegiéndote. –por primera vez ambos se mostraron serios.

El motivo de aquel juego era para cumplir una promesa por ello sus hermanos no se molestarían porque ellos ya estaban enterados y habían decidido que ese era el momento más oportuno para que Hermione entendiera un poco más a los humanos y sus necesidades.

-Está bien. Jugare. –dijo resignada, aun le quedaban muchos argumentos para no aceptar ese juego ridículo que le proponían sus hermanos, pero ante la posibilidad de ir a Hogwarts no podía hacer nada. A demás estaba tambien aburrida.

-¡Esa es nuestra hermana!. –exclamaron alegres haciendo miles de planes hablando a una velocidad casi vertiginosa.

-Pero no le causemos tantos problemas al pobre de Estefan. – los freno Hermione que no quería ser una carga mas para su pobre hermano que ya tenía suficiente con el pal de niños frente a ella para ahora ella tambien comportase de una forma inapropiada e infantil.

-No te preocupes hermanita todo está planificado. –sonrieron los dos, lo cual izo que Hermione dudara de su respuesta. Pensando en nuevos motivos para negarse aquel juego.

Años después una sonriente niña de once años con cabellos alborotados y aun en pijama bajaba las escaleras con una carta hecha de pergamino amarillento y una letra fina y elegante escrita por pluma y tinta negra. La niña corría hacia su padre y madre que la esperaban para dar inicio a su desayuno en una amplia meza para doce personas.

-¡Mamá… Papá! –grito sin poder contener su amplia sonrisa donde unos hermosos dientes algo grandes pero de un color perla lo cual hacía que aquella sonrisa resplandeciera aun mas ante su alegría incontenible.

-¿Que sucede querida? –pregunto una mujer de ojos almendrados y cabello rubios ondulados que caían hasta sus hombros sostenido con un hermoso broche azul con pequeñas lagrimas brillantes.

-A llegado una carta de un colegió que dice ser de magia y hechicería y se llama Hogwarts. ¿Saben cual es? ¿En dónde queda?. –pregunto sin respirar ante la emoción de dicho colegio que le informaba que contaba con una plaza para asistir el nuevo curso que se daría inicio el primero de septiembre.

-Me temo querida que no de que estás hablando. – hablo con gentileza la mujer mientras ponía una mano sobre su desordenado cabello que parecía la melena de un león.

-¡De esto mamá!. Me la trajo una lechuza. ¡Comprendes una lechuza mensajera mamá!. – la pequeña no paraba de sonreír y gritar ante la mirada de su padre que mantenía una sonrisa en sus labios al verla tan alegre.

-Pareces estar muy feliz por eso. – hablo el hombre llevándose una taza de té a los labios mirando con la niña asentía con fuerza sin dejar de sonreír.

-Si siento que debo ir. –susurro pegando la carta a su pecho donde su corazón latía con ferocidad ante las emociones que experimentaba en ese momento.

-Creo que primero debemos obtener información de ese colegio. – el hombre se puso de pie mostrando su bien dotado cuerpo y aquella masculinidad que dejaban a las mujeres a su alrededor con la boca hecha aguas. Sus ojos azules eran una galaxia y sus cabello castaño eran tan lizo y sedosos que en algunas ocasiones cuando el viento lo desordenaba le daban un toque rebelde que dejaban a las vecinas sin aires en los pulmones.

-Si estoy de acuerdo. – concordó la mujer sonriendo mientras la niña daba brinquitos de emoción por al redor de sus padres que sonreían abrazados por la felicidad de su amada Hermione. Una hermosa damita.

Semanas más tarde Hermione sonriendo alegremente subía al expreso Hogwarts conociendo a niños con sus mismos talento y otros que ya se habían maravillados con el colegio mas prestigioso de toda Europa.

Y fue allí dentro del imponte Hogwarts fue llamada por la profesora Macgonadall y donde su travesía como la mejor amiga de Harry Potter y Ronald Weasley dio comienzo cuando el sombrero seleccionador grito imponente Gryffindor ocasionando una amplia sonrisa en Hermione y una estruendosa bienvenida por parte de los miembros de su casa. Antes de tomar haciendo en la mesa vio aquellos ojos grises pertenecientes a un Malfoy. Los ojos de Draco Malfoy sentado en la mesa de Slytherin rodeado de venenosas serpientes mirándola fijamente.

Continuara…

N/A:

¡Hola!

Bueno este es un regalo de navidad y un adelanto de un proyecto que tengo… espero que sea bien aceptado como las otras historias…

Ustedes decidirán si la historia vale la pena ser continuada…

Bueno chicos espero sus comentarios…

Los quiere mucho

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Yuuki Kuchiki