Hola chicas, público en general. Quiero dar las gracias por la acogida que ha tenido el fic Clases particulares. Es uno de los primeros fics que escribió Sedgie de temática Swanqueen, y en su momento cuando lo leí, me gustó, pero no pensé que gustara tanto a los demás y por eso tardé en traducirlo, y comencé con otros como Las flores del mal o Nuevo comienzo que al desarrollarse en el universo de la serie pensé que iba a gustar más. Pero bueno, veo que también ha gustado este.
Por otro lado, he pedido permiso a la famosa hunnyfresh para traducir su hermosísimo fic Letters of war y me lo ha concedido. Por supuesto, mi inglés es de nivel medio y para no meter la pata me basaré en la hermosa e impecable traducción francesa que están haciendo dos chicas bajo el nick de Back-To-Paradise. Pero esta traducción no la acometeré de inmediato, por razones de tiempo, ya que son capítulos densos y largos, así que la dejaré para comenzarla después de julio, con más calma.
Pero no os dejaré sin nada que leer (jajajajaj) Voy a empezar la traducción de un fic portugués llamado Skin on skin. Es AU, Regina y Emma se conocen desde hace muchos años, pero las circunstancias de la vida y por culpa de una de ellas, acaban separándose, pero la vida las vuelve a unir al juntarlas en un mismo trabajo. Rencores del pasado, un amor no olvidado, obstáculos y familia que vencer, todo eso nos espera en este fantástico fic cuya autora es la misma del fic ya traducido por mí Starting to find the lasting love, Wounded Beast
Espero que os guste. Un abrazo.
Remembering
Un par de lujosos zapatos de tacón cruzó la entrada del edificio comercial más relevante de Boston. El andar femenino y elegante de Regina Mills era reverenciado por los simples empleados de la empresa hasta por sus colegas de Gold & Mills, constructora de reconocido prestigio en la ciudad y en el nordeste del país.
Mezclándose al festival de trajes, corbatas y chalecos del hall del edificio, la figura de una mujer, alrededor de sus treinta y pocos años, hermosa tez clara, cabellos cortos de un negro profundo y ojos de igual negrura, se dirigió a uno de los cuatro ascensores que conducía a los empleados a los 52 pisos donde tenían sus sedes otras tantas empresas de alto prestigio del estado.
Al entrar en el cubículo, se encontró con Archie, uno de los administradores y también uno de los accionistas mayoritarios de la empresa, y a Jones, un arquitecto recién licenciado, llamado con prisas por la constructora para suplir la ausencia de Graham, que había dejado la empresa después de un desacuerdo con Regina.
«Buenos días» dijo ella mirando a los dos y girándose a continuación para ver la puerta cerrándose en su frente.
«Buenos días» respondieron los dos a la vez. Intercambiaron miradas detrás de ella y se ajustaron sus corbatas, en una cómica combinación de movimientos.
«¿Feliz en su primer día de trabajo, Jones?» preguntó la mujer, mientras apretaba los dedos en las asas del maletín de ejecutiva que llevaba.
«Un poco nervioso» confesó él
«No se preocupe. Si Gold lo ha llamado, significa que confía en usted, ¿no cree?»
Regina, por su tono de voz, dejó bien marcado su escarnio. Jones se dio cuenta de que no se trataba de un incentivo.
«Ciertamente. Solo espero no defraudarlo»
El muchacho hizo una autocrítica. Se puso derecho, carraspeando.
«¿Qué es eso, amigo? Trabajar en Gold & Mills es una oportunidad única. Cualquier joven arquitecto como usted no podría estar en un sitio mejor» dijo Archie
«Lo odio admitir, pero estoy de acuerdo» comentó Regina de forma ácida
Antes de que Jones pudiese argumentar algo más, el ascensor se paró en el piso cuarenta. Los tres salieron de sopetón al abrirse las puertas de hierro, y atravesaron la recepción de la constructora.
La empresa ocupaba cuatro pisos del rascacielos. El piso cuarenta era conocido por albergar la presidencia y las salas de los principales trabajadores, entre ellos, contratistas, arquitectos e ingenieros. Regina era la ingeniera principal del lugar. Fue puesta por el padre, Henry Mills, al alcanzar la madurez requerida para lidiar con grandes proyectos, y alguna vez que otra, sustituirlo en su sociedad con Robert Gold, el fundador.
Henry fue un profesional muy respetado y reconocido. Hombre muy rico, se hizo famoso por participar en proyectos de edificios, resorts y escuelas en Maine. Tristemente para la familia Mills, resumida en Henry, Cora, la madre, y Regina, el patriarca falleció de una dolencia cardiaca, acabando con él pocos meses después de serle descubierta. Pero, su mayor deseo, hacer de su única hija una ingeniera tan competente como él, se realizó.
Dentro de la empresa, Regina era tan respetada y temida como Robert Gold. Su carácter mal humorado, colaboró mucho para ganarse el apodo de "roca humana". Algo que intentará mudar con el paso del tiempo.
Una de las pocas, o tal vez, única, que poseía talante suficiente para lidiar con Mills era Ruby: una secretaria muy competente, de rasgos exóticos, cabellos oscuros y ojos claros, demasiado delgada para su estatura.
Aquel día, nada atípico ocurrió, cuando vio pasar a su jefa por la recepción, saludar cordialmente a media docena de accionistas, a la espera de la primera reunión del día marcada para las nueve de la mañana. Ruby tenía que entregar dos carpetas y pedir que Regina le entregase otras. Así que la siguió hasta la sala individual.
La ingeniera irrumpió por la puerta con la sutileza de un huracán, dejándola abierta, por saber quién venía detrás.
«Ruby, ¿qué tenemos para hoy? Habla rápido, Gold ya debe estar impaciente esperando para empezar, ¿o no?» preguntó Regina, soltando el maletín que llevaba en las manos sobre la mesa de cristal.
«Buenos días para usted también» dijo la secretaria, ya acostumbrada al ritmo de la jefa. Le entregó una hoja «antes de ir a la reunión, necesito que deje firmada esta petición para la alcaldía. Aquí abajo»
Señaló el lugar indicado en el papel inclinándose sobre la mesa. Regina se sentó en su sillón de cualquier forma, ya sacando su pluma de unos de los bolsillos de su chaleco.
«Espera. Tiene que haber alguien que firme esto. ¿Por qué yo?» la jefa indagó antes de firmar en el papel
«Porque la petición está a su nombre» Ruby fue directa mientras la miraba de cerca «Y es mejor hacerlo cuanto antes, además de Gold, como ya imaginó, el hombre ya está aquí»
«¿Quién? ¿El empresario de Michigan? ¿Ya llegó?» Regina apareció sorprendida
«Él mismo, y está con prisas. Gold ya preparó la sala de reuniones, los accionistas están esperándola, como ya vio»
Regina palpó su chaleco.
«¿Dónde están mis gafas, eh?» pensó «Ve a coger mis gafas de la sala de fotocopias» mandó
Ruby corrió hacia allí, casi chocándose con Archie al pasar la puerta. Ella salía y él entró para dar prisa a Regina.
«¿Lista? Ya preparé el contrato, pero la necesito allí»
«Espéreme solo un minuto, necesito firmar esto» ella dejó su firma en las copias de la petición, tapó la pluma y asintió para él «Ahora puedo ir. ¿Cuánto falta?»
Archie miró su reloj de muñeca, debajo de la manga del traje.
«Dos minutos»
«¡Dios mío, estoy atrasada!» se levantó, dejando su mesa en un completo desorden de papeles. Ruby casi no consigue alcanzarla para entregarle sus gafas.
Regina fue la última en entrar en la sala de reuniones, detrás de los accionistas y de Archie. Se encontró a Gold y al contratante ya sentados, esperándola a ella en especial. El dueño de la empresa presentó a su mejor ingeniera.
«¡Ah! ¡Qué bien que llegó Regina! Este es Maurice, interesado en las obras del hotel»
Regina extendió la mano inmediatamente hacia el hombre de facciones ceñudas. Él se levantó para saludarla.
«Encantada. Es una gran satisfacción conocerlo»
«Así que usted es la famosa Regina. He oído hablar mucho de usted» el hombre la miraba como si la investigase. Apretó su mano durante largos segundos y concluyó «Confieso estar sorprendido»
«¿Conmigo? Oh, no se preocupe, estoy acostumbrada a los elogios»
«Y obviamente los merece todos, pero, hay un hecho curioso. La señorita aparenta tener la misma edad que mi arquitecta»
«Hum…Emma Swan» dijo Gold, al acordarse del nombre.
Regina frunció el ceño. Sintió su sangre congelarse. El nombre le provocó un miedo tan profundo que sus palabras no le llegaron a los labios.
«¿Algún problema?» preguntó Maurice, al darse cuenta de la palidez en el rostro de Regina
«¿Está seguro de ese nombre? ¿Emma Swan? ¿No será otro?» preguntó Regina con voz sombría
«Claro que sí. Ella es nuestra arquitecta desde hace tres años. Es nuestra mejor profesional en el ramo, con toda seguridad. Emma Nolan Swan» el hombre dijo su nombre. Fue un motivo para que Regina moviera la cabeza, aún más incrédula «¿Por qué?»
«No, nada, es que…» Regina sonrió avergonzada
«Pensé que se conocían» dijo él
Gold decidió interrumpir, ansioso por cerrar el acuerdo con Maurice.
«Muy bien, ya tendrán tiempo de entablar amistad el sábado, porque Emma está invitada a la boda. Ella y Belle son amigas» Gold se refería a su boda con la hija del gobernador del Estado, la joven Belle «Ahora vamos a sentarnos, acomódense y comencemos»
La morena miró a Robert bastante asombrada. No se podría creer lo que acababa de oír. Su corazón se aceleró de la nada y su vista se nubló.
«¡Increíble!» susurró para sí misma. Regina se derrumbó en su sitio en la enorme mesa de reuniones, al lado de Gold y frente a Maurice.
Atónita, sus pensamientos recorrieron escenas de un pasado lejano donde ella y Emma Swan eran compañeras. Se habían conocido en una fiesta de un amigo en común, siendo jóvenes, y desde ese momento no se separaron por culpa de una pasión avasalladora.
Vio sus manos aferradas por las de Emma, prensada contra la madera de la puerta. Mientras, su cuerpo era investigado por los labios de la joven rubia, su piel vibraba por los estremecimientos y el calor de la excitación. Habían huido de nuevo. La fiesta que tenía lugar en el piso de debajo de la casa poco les importaba a ambas, era una disculpa más para encontrarse, y la música alta camuflaba sus acciones dentro del cuarto del anfitrión que acabaría siendo la suite de amor ideal.
Las ropas fueron cayendo al suelo mientras caminaban con prisa hacia la cama de soltero. Cayeron sobre el colchón, entre gemidos y restregones. Las respiraciones pesadas y entremezcladas se encontraban y se unían a los sonidos de guitarra española y bongós que venían de abajo. Era la tercera vez que hacían aquello y, siempre que se encontraban con ese propósito, era mejor.
Regina irguió el tronco por encima de Emma, con sus muslos doblados a ambos lado del cuerpo de la rubia, para que sus manos pudieran subir hasta sus pechos cubiertos por el encaje del sujetador y lo abriese. La prenda cayó revelando un par de pechos redondos y con los pezones erectos. Emma los apretó con ambas manos y Regina soltó un gemido bastante erótico.
Hubo más de un beso en los labios. Ondulaban, las uñas estaban presentes también, arañando hombros y costados cuando la morena fue dominada y Emma estaba encima. Una mano llegó al centro de Regina y masajeó por ahí. El trabajo que Emma hacía al besar y lamer su cuello con frecuencia era recompensado por los jadeos de Regina.
Emma siguió su húmedo recorrido por el tronco y pechos de su compañera hasta sentirla alcanzar el orgasmo y desfallecer. Ella reía bajo la rubia, que ya se perdía en las horas consumidas en el deslumbra miento de la vivacidad encontrada en los labios de Regina. Comenzó a imaginar el nacimiento del día junto a ella, velar su sueño y en lo posible el roce de sus dedos en su piel por la mañana. La incertidumbre de esos encuentros había llevado a Swan a un sentimiento exacerbado cuyo significado conocía perfectamente.
Emma tomó una decisión. Sacó del bolsillo posterior de sus pantalones Levi's una alianza de plata que introdujo en el dedo de la mano derecha de Regina. La joven de cabellos oscuros miró a Emma sin entender.
«¿Qué significa esto?»
«Significa el resumen de estos tres encuentros que hemos tenido»
Regina lo miró bien, estaba perfectamente encajado en su dedo anular. Ella suspiró levemente.
«¿Estás segura?»
«Nunca he estado tan segura de algo en mi vida»
Ella aceptó la alianza, y atrajo a Emma hacia un beso profundo y hambriento. Comenzarían otra sesión de caricias y placer. Lo curioso era que, en aquel momento, se dieron cuenta de que ya no era solo sexo.
«Una verdadera isla de fantasía. El proyecto incluye también tiendas, cines, parque temático, centro de deporte, piscina, hotel, y en un futuro bastante cercano un gran casino» decía Gold.
«Es un proyecto bastante ambicioso» comentó Maurice desde su sitio
«Ambicioso y posible como mostramos en los planos. El transporte será hecho por medio de barcos. Claro que para los que pueden permitírselo, lanchas más veloces y hasta helicópteros. Salida desde diversos puntos de la ciudad, el aeropuerto, el puerto y hasta desde el mayor edificio de Boston. ¿Ve la magnitud de nuestro negocio?»
«¡Maravilloso!» dijo Maurice contemplando el mapa y una copia reducida de la isla en un plano.
«Y no se olviden, deben el proyecto a Regina, ella lo diseñó todo, tienen la firma de ella en cada construcción» Archie señaló. Los accionistas, en su mayoría, miraron hacia ella. Regina aún estaba en trance.
«Tiene toda la razón. Nadie lo hubiera hecho mejor. ¿No es verdad, Regina?» preguntó Gold, con los codos apoyados en la mesa. Los ojos de la ingeniera estaban tan abiertos y fijos que parecían los de una niña ante una película de fantasmas «¿Regina?»
Ella salió de su ensimismamiento
«¿Sí? Claro. ¿Podemos empezar?» de repente, la mesa entera se quedó en silencio y todos la estaban mirando. Se sonrojó, intentó ocultarlo con una sonrisa «Discúlpenme»
«Es mucho trabajo para una mujer sola. Tiene a una verdadera genio en su empresa, Gold» Maurice la elogió
«De tal palo tal astilla…Regina heredó el talento de Henry» dijo Gold
Regina asintió y dejó que el resto del acuerdo fuese sellado entre ambas partes.
No abrió la boca para decir ni pio hasta que la reunión acabó. Cuando se dio cuenta ya estaba despidiéndose de los accionistas y de Gold. Fue la primera reunión en la que su cabeza estaba enfocada en un asunto completamente distinto. No consiguió seguir nada después de haber escuchado noticias de Emma. El pasado volvió con fuerza y mucha insistencia.
Al final de día, libre de la reunión y de los chismes de los becarios, Mills se fue a su apartamento, sito en un edificio del centro de Boston.
El final de la tarde teñía de naranja la terraza cuya gran puerta de vidrio la separaba del resto del piso. Regina llegó, tiró el maletín sobre el sofá blanco y negro, como todos sus muebles. Caminó hasta las puertas de cristal y suspiró pesadamente "Emma Swan"
Había sido un día perdido en el trabajo por no haber logrado hacer correctamente nada de lo planeado. Pero, ¿cómo iba a poder hacerlo después de ese descubrimiento? Su amor de juventud estaba en la ciudad y encima era amiga de alguien que ya hace bastante tiempo conocía.
La morena había cometido un error fatal en opinión de Emma, y jamás la perdonó. Se arrepintió amargamente y, hoy, después de vivir una relación llena de crisis como la que ha mantenido con Robin, se preguntaba si su vida estaría abocada al error. Emma fue el amor de su vida, sin sombra de duda.
«Por el amor de dios, olvida todo lo ha pasado. Mírame, Emma, perdóname» decía Regina con su rostro bañado en lágrimas, parada en el umbral de la puerta. Sollozando.
«No puedo»
Emma estaba de espaldas a ella, en las sombras. Fue la última vez que se encontraron en la casa de la familia Swan y, después, ya nunca más volvieran a estar juntas.
«Por favor» decía con voz llorosa «Emma. Te amo más que a nada en mi vida. Te lo digo con el corazón en las manos»
«¿Sabes lo que creo Regina? No lo sabes. Nunca supiste lo que querías en la vida. Te metiste conmigo por vanidad»
«¿Crees que si no me importara estaría aquí? ¿Pidiendo tu perdón? ¿Implorando para que me entiendas? ¿Pidiéndote que vuelvas a mí?»
«Regina, no puedo aceptar» Emma se giró hacia ella, incluso en la oscuridad, Regina vio que tenía sus ojos llorosos «No es fácil, ¡cómo si yo tuviera tanta sangre fría! No pensaste en mí. Tomaste una actitud y pensaste que yo no lo descubriría. Eso es el colmo» Emma tomó aire «Solo has conseguido hablar conmigo en este momento porque me vi obligada a convencerme de lo errada que estuve contigo»
«Emma, no sabía que eso te haría daño. Fue en otro sitio, nunca tendrías que haberte enterado» la morena intentó enjugar las lágrimas que corrían por su rostro «Lo juro. Sucedió. No tenía la cabeza en mi sitio, cometí muchas tonterías en esa época, estaba perdida»
«¡Deja de inventar excusas! No eres la víctima. Eres cínica y mentirosa. ¡Traidora!» Emma no aguantó más, escupió toda su furia.
Siempre que la escena surgía en su mente, Regina precisaba contener el pesado nudo que se formaba en su garganta. Por poco sus ojos no se llenaban de lágrimas como si estuviese reviviendo la escena de nuevo. Los ecos del recuerdo la han perseguido durante catorce años.
«¡Querida! ¿Ya llegaste?» Cora Mills apareció en la puerta del apartamento, desarreglada sujetando en sus brazos a su nieto, Roland.
«¡Hola!»
Regina fue cogida de sorpresa por las palabras de la madre. Se giró y se derritió ante la escena. Fue hasta los dos y cogió en sus brazos a su hijo que, dormido, parecía un ángel.
El niño era hijo de Regina y Robin, de un matrimonio que no salió bien. Tenía cinco años y hacía dos que vivía con la madre y la abuela en ese apartamento de Boston. Era el mimado de la familia. Sus cabellos eran ensortijados y tan negros como los de Regina. Heredó muy poco del físico del padre y tampoco le tenía tanto apego como a la madre. No es que Robin fuese un padre ausente o malo, sino que el abogado no disponía de tanto tiempo para hacer el puente aéreo entre Nueva York y Boston. Las visitas al niño eran pocas, pero Regina lo prefería así.
«Dice la profesora que hoy jugó mucho. Por eso está así. Empieza a pesar» dijo Cora, colocando la mochila del niño encima de una mesa.
«Sí. Está creciendo deprisa. Voy a llevarlo al cuarto. Dentro de poco despertará muriendo de hambre»
Regina se movía con el niño en brazos como si lo acunase. Hacía eso sin que hubiera necesidad para ello.
Ya estaba encaminándose con cuidado y calma por el pasillo cuando su madre la llamó
«Regina»
«¿Sí?» paró y giró la cabeza
«¿Está todo bien?»
Regina vaciló al principio, y mintió
«Sí. ¿Por qué no habría de estarlo?»
Y salió con su hijo en brazos.
La mujer, de cabellos castaños y bastante vanidosa para una señora de su edad, simplemente sonrió, conocía bien a la hija que tenía. Regina no estaba del todo bien, y eso Cora lo vio en sus ojos negros.
La madre colocó el cuerpo de su hijo en su propia cama, quitándole el abriguito y los tenis infantiles. Roland tenía el sueño pesado, y cuando se despertaba siempre tenía mucha hambre. Regina acariciaba los cabellos del pequeño, deseando tener de nuevo su edad. La inocencia de la niñez nada se comparaba a los pecados que un día cometió. Si él tuviera idea del mal que la madre le hizo una vez a alguien, tal vez sentiría vergüenza. Regina intentaría esconderle aquello el máximo de tiempo posible.
La melancólica mirada hacia su hijo iba cargada de curiosidad "¿Habrá tenido Emma hijos?" Otro de los pensamientos que pasó por su cabeza.
Se levantó del lado del pequeño con mucho cuidado para no despertarlo. Se dirigió a su vestidor, abarrotado de cajones hasta el techo. En uno de ellos, el más escondido, el que poseía un falso fondo, encontró un álbum de fotografías que sacó de dentro. En él había una vida en imágenes. Una Regina que existió en otra época y que, de vez en cuando, era recordada.
Sus dedos rozaron la portada de tela del objeto, y lo abrió. Las imágenes estaban apiñadas. Desde una Regina adolescente a una jovencita volviéndose mujer, y en una de esas fotografías estaban ella y Emma.
Aquella sonrisa era inconfundible. ¡Cómo la amaba! El rostro de Emma tan pegado al suyo, parecía feliz. Deseó verlo una vez más. Pasó los dedos por la imagen, y la sacó del álbum.
«¿Mamá?» Roland la llamó desde la cama
Ella guardó lo que tenía en las manos con prisa, cerrándolo de nuevo en el mismo sitio que antes, y la foto sacada la metió en un cajón cualquiera. Tuvo que volver al cuarto para abrazar a su pequeño.
«¡Mi amor!» Regina vio a su hijo de pie en su lado de la cama. Lo abrazó con todo el cariño que sentía.
«Mamá, tengo hambre» refunfuñó Roland
«¿Ah sí?» ella lo miró, fingiendo sorpresa «Pues muy bien. Mamá te va a preparar aquella tortilla que te encanta, y después, ¡adivina!»
«¡Vamos a tomar helado!»
«¡De chocolate!»
«¡Guay!» el pequeño se agarró a la madre que lo llenó de besos por la cara e innumerables cosquillas en la barriga. Las risas de Roland llenaban el cuarto e iluminaban el rostro de Regina provocándole una sonrisa llena de ternura. Cuando paró de retorcerse, miró hacia ella con aquella carita inteligente, y preguntó «Mamá, ¿el sábado vamos al cine?»
Regina frunció el ceño, ya que con todo el sufrimiento del mundo le tenía que decir que no al hijo
«No, mi amor. Este sábado tengo que ir a la boda del tío Gold. ¿Te olvidaste? Pero, te prometo que el próximo fin de semana iremos a ver aquella película de fantasmas que tanto quieres ver» ella separó los cabellos que le caían sobre los ojillos. Era una Regina diferente de la ingeniera poderosa y profesional de Gold & Mills. Allí solo era una madre, una buena madre.
«¿No puedo ir a la boda, mamá?» preguntó él lo más inocentemente posible
«No, mi amor. Te quedarás con la abuela, pero mamá regresará el domingo y pasará todo el día contigo, ¿está bien?»
Ella pegó su cabeza a la de él. Se miraban medio atravesados por la cercanía. El niño acabó entendiendo. Saltó de la cama y salió corriendo por el cuarto. Regina lo vio salir y se quedó pensando en ese evento del fin de semana. La boda de Gold y Belle. "¿Te veré de nuevo, Emma?" Se preguntó a sí misma. Deseó que aquello se hiciera realidad, y tenía una semana por delante para recordar y prepararse para el posible encuentro que sacudiría, de nuevo, su corazón.
