Las sombras se movían en medio de la noche atacaban a cualquiera que quisiera traspasar el circulo trazado con tiza que se encontraba en el suelo, una mujer se encontraba dentro de el, una adolescente baja de tés morena, ojos cafés claro, cabello negro como la noche.

El dolor se respiraba en el aire, la pequeña adolescente que se encontraba en el circulo lucia mal, su cuerpo daba espasmos dolorosos e intensos cada minuto, parecía que bailaba al compas de una canción, con la única diferencia de que ella no controlaba los movimientos que daba, alguien que a simple vista no se podía percibir entre el gentío hacia los pasos, ella solo los completaba.

Dolía, la noche se apoderaba de mi, cada vez atacaban los espasmos más intensos, era el precio que debía pagar por los favores que había solicitado en un principio, la frase ahora cobraba sentido ''Evitad las decisiones desesperadas; pasará el día más tenebroso si tenéis valor para vivir hasta el día siguiente. '', Aun recuerdo a mi madre susurrándomelo al oído.

La obscuridad, el mal, se aprovecha de los débiles, los dolidos .La condenada esta noche era en efecto, una adolescente que desesperada en busca de ayuda, le solicito a la obscuridad un favor, salvar a su madre moribunda, la obscuridad le brindo la ayuda pero no pudo salvar a madre de la muerte, la joven ilusa, creyó que le perdonarían la vida, que no cobrarían el precio de su ayuda. Ilusa eh dicho, la obscuridad estaba cobrando el precio de su ayuda esa misma noche, los relámpagos iluminaron la habitación que se encontraba en la penumbra, justo al lado de la ventana se ilumino la cara de un hombre alto, delgado y que vestía un traje sastre negro.

-Suficiente –Dijo el hombre del otro lado de la habitación, la joven dejo de bailar.

-¿Qué hacemos ahora, jefe? –Le llamo una voz gangosa.

-El ritual –Contesto tajantemente- Conviértanla, después la dejaran aquí tirada, entre… bueno, la mierda.

De la misma obscuridad salió un hombre jorobado con una copa negra entre sus manos, se acerco al círculo de tiza y pronuncio: ''et mors appropinquet, abreme, patria est mihi domus unica'' como si lo digiera para si; entro al círculo de tiza arrodillándose ante la muchacha, abrió un poco la boca de esta e inclino la copa en esta.

-Bebe –Le susurro al oído a la muchacha- Se te pasaran los dolores y se aliviara tu sufrimiento.

La luz del sol le quemo la cara por unos minutos, ella aun se encontraba en el suelo rodeado por un círculo de tiza, trago saliva lentamente, se inclino para levantarse antes de sentir un dolor punzante en el vientre, se dejo caer nuevamente cerrando sus ojos por unos segundos, dejo que el sol nuevamente la acariciara con sus brazos calientes y protectores; alguien llamo a la puerta fuertemente, nuevamente se preparaba para abrir la puerta cuando pudo vislumbrar que el picaporte giraba lentamente hasta abrir completamente la puerta.

Una muchacha de su misma edad se encontraba en el umbral de la puerta con una expresión estremecedora, esta, era alta y rubia, con delicados ojos azul cielo, labios definidos pintados de un rojo carmín.

-Valentina, ¿estás bien? –Dijo acercándose a ella, tratando de sonar plana sin conseguirlo- ¿Tina estas bien?, voy a llamar a la enfermería para que vengan por ti.

-No, no lo hagas –La tomo por el brazo impidiendo que se moviera- Estoy maldita, solo me mataran o me encarcelaran.

-¿Qué dices? –Enarco las cejas- Creo que realmente estas mal, llamare a la doctora.

-¡No! –Le grito provocando que su amiga se estremeciera- Madison, anoche vinieron a cobrarme un favor, me han hecho beber de la copa maldita.

-¿Qué te han venido a cobrar? –Pregunto infantilmente- ¿Quién?

-Encontré a mi madre hace un par de semanas, ella estaba muy enferma, moribunda; yo le pedí un favor a la obscuridad –Dijo con cierto desdén.

-¿Pero, como dices?, es imposible que hallas encontrado a tu madre para eso es… -Se corto instintivamente- ¿La buscaste? ¿Cierto?

-No quiero hablar de eso ahora –Contesto- Necesito que me saques de aquí, después de eso ya no te pediré nada mas, jamás podremos volver a vernos.

Valentina era la joven mas talentosa de su clase, a pesar de su falta de altura, era la chica mas ruda de toda la institución para aprendices, incluso, con su poca edad ella era la mejor luchadora contra fuerzas obscuras; su trabajo, el trabajo de todos los que conocía era atrapar a los ''σκοτάδι'' que en griego significaba ''oscuros'', una raza de personas exactamente iguales a ellos, el bando por así decirlo de los buenos llamaba a cada miembro de esta secta ''φωτεινό αστέρι'' que en griego significaba ''lucero'' , era una especie de batalla del bien contra el mal, no era por rencores viejos ni nuevos, los atrapaban para que no provocaran mal en las calles de el mundo normal.

-Te sacare de aquí, pero… -No pudo finalizar la frase, Tina ya se encontraba de pie junto a ella.

-Supongo entonces que es hora de irnos –Termino la frase.

Se encamino a su habitación para tomar las cosas que le serian esenciales para vivir poco tiempo sin ayuda monetaria, saco su maleta de su cuarto, tomo comida de la alacena y salió del departamento como un gato sigiloso. Tomaron un taxi hasta una colonia que para ambas era totalmente desconocida, se bajo del taxi rápidamente para trepar hasta el edificio abandonado que se encontraba enfrente de ellas.

Las botas toscas de Tina repiqueteaban contra los charcos de la calle inmunda, subieron unos cuantos escalones de un edificio que lucía casi deshabitado, tocaron una puerta con un aspecto putrefacto; adverso a ellas encontraron a una muchacha que lucía un poco entrada de edad, vestía una ombliguera morada metálica, con unos jeans de cuero negro entallados, estaba peinada de chongos y maquillada exageradamente.

-¿Qué quieren? –Dijo con aires de superioridad, mascaba un chicle.

-Una habitación, hospedaje a decir verdad –Contesto ligeramente enojada Tina.

-Primer piso, ultima habitación del pasillo, 50 dólares el día –Dijo la mujer puliéndose las uñas.

-Ya vamos –Aseguro Madison.

-¿Ya vamos? –Se detuvo Tina- Tu no vendrás, te regresaras a la institución y no volverás nunca.

-Pe-Pero yo cre… -Se cortó para soltar una lágrima solitaria.

-Sí, adiós –Afirmo Tina, empujo la puerta principal, cerrándola ante las narices de su mejor amiga.

Subió a la habitación, ahora se encontraba al pie de la cama, acomodo su ropa en la vieja cómoda que se localizaba justo enfrente la pequeña ventana, observo la ciudad durante unos minutos, contemplando a las personas que pasaban por la calle felices, giro sobre sus talones volviendo su cuerpo en dirección el pequeño baño. Tomo sus cosas metiéndose a la ducha, se restregaba la suciedad y el sudor que la noche anterior le había dejado, fue entonces cuando se percato de los tatuajes que aparecieron en su piel a causa de su integración a los σκοτάδι.

-Los tatuajes son lo que los diferencia de las personas comunes y corrientes –Susurro para sí, recordando las líneas de su libro de texto- Los tatuajes suelen ser obscuros, cargados, no son como los comunes y corrientes, los luchadores más fuertes se caracterizan por tener una enredadera de espinas que recorre desde la palma de su mano derecha hasta la clavícula de el mismo lado.

Ahí estaba, la enredadera de espinas en todo su brazo derecho hasta la clavícula, tenía una más en la pierna izquierda, de su tobillo a su ingle, tenía una sarta de cosas tatuadas en el cuerpo, todas eran diferentes y extrañas; finalmente acabo el sufrimiento de tener que contemplar los estragos de su transformación, se seco todo el cuerpo envolviéndose en una toalla saliendo del cuartito lleno de vapor.

-Es doloroso ¿no? –Dijo un hombre desde el recodo de la habitación- Creer que eres parte de algo y repentinamente cambiar.

-¿Quién es? –Pregunto sin miedo Tina.

-Soy el líder de los obscuros y tú –Dijo señalándola- Eres mi discípula.