Un Espejo y su Reflejo

Para Arya.
Es tuyo, pues si fuera una canción
estaría compuesta con tus dulces susurros.

I

Aquel había sido otro largo y aburrido día en la tienda de videos.

Kim no sabía realmente como se mantenía abierta, con la gente disfrutando de sus películas por Netflix y más allá, los DVDs habían pasado a ocupar su sitio entre las reliquias olvidadas del reino del entretenimiento junto al VHS y el BetaMax que eran sus ancestros asesinados antes que ellos.

Y aunque la idea de pertenecer a una era que moría poco a poco desplazada por una nueva, tan extraña y bizarra que era apenas reconocible, pero al mismo tiempo tan cercana y familiar que la transición fue apenas perceptible, resultaba un pensamiento triste y abrumador; al corazón sólido y oscuro de Kimberly Pine lo único que hacía falta era llegar a su habitación, ponerse sus grandes audífonos, escuchar su música y olvidarse que cualquier otro ser humano vivía en ese mismo edificio, en esa misma ciudad, en ese mismo mundo.

O no. Había alguien de quien no deseaba fingir que no existía. Había alguien en sus pensamientos y cuando cerraba sus ojos, prestando una atención y detalle imposibles de lograr para la mayoría de las personas a la música que sonaba sin parar en sus audífonos, la silueta luminosa de un hombre caminando por un suelo de loza blanca y negra se formaba emergiendo de una profundidad inconcebible.

Y aunque no lo admitía en voz alta ni siquiera para sí misma, pensaba en él bastante seguido, acordándose de él aun por los detalles más bobos y absurdos. Claro, no se lo diría jamás o de lo contrario el muy cretino comenzaría a creerse y Kim temía que si su ego se inflaba más eventualmente alcanzaría masa crítica y devoraría la galaxia entera en la forma de un agujero negro supermasivo.

Ese día en particular, al entrar a su habitación sin encender el foco, pues la luz mortecina del sol se colaba todavía desde afuera lo suficiente para permitirle ver las siluetas tenues de los objetos a su alrededor, abrió su armario, extrajo un gancho de alambre y colgó en el distraídamente su chaqueta para poder ponerse cómoda y escuchar su música. Al regresar el gancho al interior del closet tocó sin querer otra prenda con el dorso de su mano.

Gideon… pensó ella de inmediato al sentir la tela negra y los pequeños holanes blancos que la decoraban.

Sonrojándose un poco, pero sabiéndose a solas, a salvo, segura en la oscuridad, extrajo el vestido del interior del armario y lo miró un instante, recordando.

Kim abrió los ojos. La luz del sol de mediodía se colaba entre las cortinas deslumbrándola. Tiró de las sabanas para cubrirse de ella, acurrucándose para capturar un poco más de sueño, para disfrutar de ese momento en que tenía la enorme y tibia cama de Gideon para ella sola.

Y no es que no le gustara compartirla con él. Le encantaba, pero el muy infeliz tenía la extraña costumbre de no quedarse en cama hasta tarde ¡ni siquiera los domingos! De manera que Kim había encontrado algo de gusto en tomarse ese pequeño tiempo entre el momento en que Graves se levantaba a prepararse para el día y el último momento en que ella se quedaba acostada para convertir la totalidad del lecho en la Republica Libre y Soberana de Kimberly Pine (no se admiten estúpidos en el territorio nacional, muchas gracias.)

―Puedo llevarte el desayuno a la cama ―había ofrecido más de una vez G-man con una mirada presumida detrás de los cristales envinados de sus anteojos.

―Lo que tú quieres es engordarme para devorar mi carne, seguramente ―lo atajó ella con perspicacia.

―Aunque admito que asimilar toda tu materia orgánica y que seas parte de mi para siempre es una idea tentadora, no, me temo que te prefiero conservar con vida, Kimberly, querida ―respondió su novio riéndose con sorna.

Aquella mañana en los recuerdos de Kim lucia tan vivida como si la estuviera viviendo en ese momento, incluso, podía escuchar en su mente las notas que Gideon interpretaba en su teclado, como si ensayara alguna pieza particular que ella no alcanzaba a reconocer. Tocaba las teclas del piano con aquella mirada tan concentrada que Graves solía usar solo cuando trataba de hacer algo a la perfección, era uno de esos gestos que Kim conocía de memoria y podía recordar e imaginar aun cuando no lo estuviera mirando. Aquellas muecas involuntarias que no eran parte de la fachada ensayada que G-man construyó para habitar en el mundo, entre los humanos, pero que desaparecía delante de ella para dar paso a quien era él en realidad.

Kim se levantó de la cama, se estiró un poco, acomodó los cobertores y echando un vistazo al apartado del enorme guardarropa de Gideon que estaba destinado para ella, buscó y rebuscó de más, hasta encontrar algo que hasta entonces no había descubierto.

―¡¿Qué demonios se supone que es esto?!

G-man levantó la mirada de entre las partituras. Sentado en el banquillo frente a su teclado, con el tahalí de una guitarra eléctrica sobre el hombro, intentado interpretar su pieza favorita de Dragonforce que se tocaba primero en teclado y después en guitarra eléctrica, se sorprendió un poco de ver a su novia salir de la alcoba aun en ropa interior y sosteniendo el gancho de un vestido en una de sus manos.

―Ah, eso. ¿Dónde lo encontraste?

―No te hagas el estúpido conmigo, Graves ¿Qué es esto?

El vestido era definitivamente hermoso. De estilo gothic lolita y adornado con encajes, listones y pedrería, el atuendo se completaba con un choker, medias de red y unos finos zapatos de tacón alto color rojo cereza.

―Es un vestido que mandé hacer para ti ―dejó la guitarra en su base y caminando hacia ella, con paso elegante, una fina bata de color blanco y una sonrisa sincera en el rostro. Era otro de los gestos que reservaba sólo para ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, acarició la mano de Kim sobre el vestido lentamente ―Es un tributo al lindo atuendo que usaste la noche que tú y tu banda abrieron para Clash at Demonhead ¿lo recuerdas?

―P-pero el mío no era así. Era… bastante más… discreto. ―austero era la palabra que buscaba, después de todo, ella misma lo había confeccionado durante varias noches antes de aquella gran tocada.

―Bueno, me atrapaste ―Gideon se acomodó un mechón de su cabello perfectamente cepillado ―mi memoria no es fotográfica, así que hice algunos ajustes al diseño con elementos de mi propio gusto personal.

―¿Cómo es posible? Tú no estabas ahí. ―Kim miraba el hermoso conjunto no sabiendo exactamente como sentirse. Halagada y confundida eran sus principales ideas en aquel momento.

―Claro que lo estuve. Tú no me viste a mí, pero yo te vi a ti. Y a tus amigos, Stephen Stills y a Scott Pilgrim.

―¿Y cómo es que Gideon Gordon Graves estuvo en escena sin causar revuelo?

―Ese es mi truco. Se mezclarme cuando quiero, y para analizar a la competencia o descubrir nuevos y jóvenes talentos, sí que quiero. ―tomó una taza de café extra grande de un taburete cercano con una mano y antes de darle un largo sorbo le acarició el rostro a Kim, desde el mentón hacia el cuello con sus dedos.

―No dirás más bien para vigilar a los actuales novios de tus exnovias, ¿verdad? ―lo increpó ella con una mirada aguda, pero conteniendo una pequeña sonrisa malvada.

―¿Jamás vas a perdonarme eso, cierto? ―se dio la vuelta sonriendo G-man. Su bata tenía bordada en la espalda la insignia de su compañía en hilo de plata y se dispuso a volver a su banquillo frente al teclado no sin antes agregar ―En un universo alterno donde tú y tu banda firmaran un contrato conmigo, me habría encantado que lo usaras en la inauguración de mi Teatro del Caos.

―En un universo alterno ni de loca habría aceptado salir contigo. Los cretinos como tú no tienen tanta suerte dos veces.

A manera de respuesta, Gideon le lanzó un beso de lejos, que Kim atrapó discretamente con la mejilla al darse la vuelta e ir a devolver el hermoso y costosísimo vestido al guardarropa.

De vuelta en su habitación, en la casa que compartía con Joseph y Hollie en la oscuridad de una noche después de un tedioso día de trabajo, Kim sostenía entre sus manos el vestido que ella misma había hecho, aquel que usó ese día en el bar, tocando la batería a la par de Stephen y Scott, aquel que Gideon usó, sin que ella supiera, de inspiración para crear su propia versión.

Y claro, más allá de lo fino de la tela y la confección, el de ella era más sencillo. Ella había usado unas medias altas y totalmente negras ese día así como unos flats blancos, nada demasiado llamativo, pero pensar que Graves, aun sin conocerla, tomara nota mental de su apariencia y se dedicara más tarde a crear su propia adaptación del vestido al grado de considerar más tarde obligarla a usarlo poniendo a su banda bajo contrato era a la vez enternecedor y aterrador.

¿Había ella logrado llamar la atención de Gideon aun desde entonces? ¿No estaba el ingenio musical demasiado concentrado en recuperar la última pieza de su colección de exnovias?

Se tumbó en la cama abrazada al vestido y meditando en estas interrogantes, no se dio cuenta en que momento sus ojos se cerraron y se quedó completamente dormida.