Shingeki no Kyojin y sus personajes son propiedad de Hajime Isayama
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Junto a ti
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Primera "Cita"
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Abrió los ojos con dificultad, adaptándose poco a poco a la luz que iluminaba la habitación. Observó a su alrededor: Las paredes blancas, un mesa con una bandeja llena de implementos médicos a un costado de la cama y dos personas vestidas de blanco, un hombre mayor y un mujer de mediana edad que lo observaban. Un olor a desinfectante invadió su nariz con violencia, causándole leves náuseas.
No le tomó mucho tiempo comprender donde se encontraba.
–Estás en el distrito de Shinganshina, muchacho - Le habló el galeno, mientras la enfermera revisaba sus constantes fisiológicas - Llegaste muy mal herido, te tuvimos que intervenir en dos ocasiones para tratar tus heridas internas, pero has respondido bien - Se tomó una pausa antes de continuar - Estuviste inconsciente dos semanas.
¿Dos semanas? Una repentina angustia lo empezó a invadir. Dos semanas en donde estuvo desconectado de la realidad, de sus compañeros, de los solados de Legión a su mando ¿Que había pasado con ellos? ¿Habían sobrevivido a Mare?
–Si todo sale bien, en un par de semanas podremos darte el alta médica - Sonrió el profesional, tratando de traspasarle un poco de optimismo al más joven - Muchacho ¿Me podrías decir tu nombre?
–Jean Kirstein - Contestó con voz rasposa, sintiendo su garganta irritada y seca. El médico sonrió satisfecho, se dirigió hacia la enfermera dándole las indicaciones de sus cuidados.
–Notifiquen a la Comandante - Ordenó. Jean se sintió aliviado al escuchar la mención de Hange - Las curaciones cada ocho horas y la administración de sus medicamentos cada doce. Recuerda que es un solado de la Legión de Reconocimiento.
–Sí, Doctor. - Asintió la mujer.
Hablaban entre ellos, cómo si él no estuviera presente. No tuvo fuerzas para poder protestar o decir algo al respecto. Lentamente empezó a cerrar los ojos y nuevamente, volvió a caer en un sueño profundo.
Había pasado una semana desde que Jean despertó en el hospital militar en Shinganshina. Una semana en la que trató de recuperarse físicamente y emocionalmente de lo vivido en la guerra. Una semana en donde desesperadamente buscaba respuestas a todas sus dudas y angustias.
Hange lo visitó días después de recibir la noticia de que estaba vivo. Sin embargo, la visita no era de simple cortesía y Jean lo sabía. Escuchar a Hange hablar sobre lo que fue de gran parte de la Legión, fue lejos, la herida que más dolor le habían provocado.
– ¿Y Mikasa? ¿Ella está…?- Fue lo primero que se le vino a la mente. Por un segundo se arrepintió de haber formulado esa pregunta, temeroso de escuchar una respuesta fatalista. Hange suspiró.
–No lo sé - Lo miró a los ojos, entendiendo la angustia de su compañero - Nadie la ha visto o sabido de ella en semanas, Jean. Lo siento mucho.
Él no respondió. Una sensación de rabia, impotencia y frustración lo invadió. Odiaba estar ahí, tirado en una cama cómo un inútil, sin poder estar a su lado, sin poder protegerla.
Le hubiese gustado hacer algo más por ella, haber tomado las decisiones correctas en pro de su bienestar, pero finalmente, todas sus acciones lo llevaron a la realidad en la que estaba inmerso ahora: Una vida sin Mikasa.
Que doloroso era seguir y saber que ella no estaría presente, aunque fuese de lejos, aunque fuese como simples camaradas.
Si la vida le hubiese dado una segunda oportunidad, estaba seguro que no la hubiese desperdiciado, como lo estaba sintiendo en esos momentos.
Antes de partir, Hange le pidió que se sanara, que siguiera su tratamiento y que volviera a la Legión. Jean era valioso para el ejército, no sólo cómo líder sino también como ser humano. Pero al momento de abandonar la habitación, la Comandante dudó si Jean la hubiese escuchado. Su mente ya estaba en otro lugar, junto al recuerdo de Mikasa.
-Debe comer - La enfermera frunció el ceño, al notar que Jean no había tocado su alimento. El joven soltó un gruñido.
-No tengo hambre – Contestó de modo cortante y su expresión cambió a una de dolor - No me siento bien. Estoy muy adolorido para comer.
-Le daré algo para el dolor - Concilió la mujer, preocupada por su bienestar - Pero debe comer más tarde.
Él asintió, sin prestarle mucha atención. En esos momentos sólo quería dormir y no pensar más.
Abrió los ojos, horas después, desperezándose en la cama. A pesar de tener su cuerpo vendando y resentido por las heridas, se sentía bien. La siesta lo había repuesto completamente.
¡Benditas drogas para el dolor!
Suspiró aliviado al verse solo en la habitación. Sin el médico interrogándolo, sin las enfermeras atendiéndolo hasta el hastío. Agradecía la constante preocupación del personal médico, pero en ese momento quería regresar los sueños que lo hacían sentir feliz.
Y quizás, si tenía suerte, ella se aparecería en sus sueños una vez más...
– ¿Jean? - Una voz lo sacó de sus pensamientos. Una voz que pensó que jamás volvería a escuchar, salvo en sus recuerdos.
Giró rápidamente hacia el otro lado de la habitación y entonces la vio: Sentada en una silla, con su cabello negro brillante, su mirada dulce, ataviada en su fiel bufanda roja. Sintió que se iba a quedar sin aire de la pura impresión.
–Mikasa… - Soltó, entre confundido y emocionado. Trató de moverse, pero ella se apresuró en llegar a su lado. Tomó de su mano, tratando de que se calmara.
–No te muevas, estás herido - Le habló ella con suavidad. Jean no podía salir de la impresión.
– ¿Eres tú? ¿No estoy soñando? – Preguntó, asustado de que fuese producto de su subconsciente y que al despertar, Mikasa ya no estaría a su lado, preocupándose por él.
Ella le sonrió con dulzura, asintiendo con firmeza.
Fue recién en ese momento, tomando su mano con fuerza, en que Jean se permitió sonreír por primera vez en mucho tiempo.
Se movió un poco para poder admirarla mejor y entonces, sintió una punzada en una de sus heridas. Soltó un pequeño quejido de dolor. Estaba vivo. Todo era real.
–No te muevas - Insistió su compañera. Pero a Jean no le importaba el dolor físico, sólo le importaba ella.
– ¿Qué pasó? - le preguntó, un poco dolido por no saber de su paradero - Hange me dijo que no supieron de ti en semanas. Pensé…
Que estaba muerta. Si, varios lo pensaron. Hange no pudo salir de su asombro cuando la vio llegar a su despacho, días atrás. En su fuero interno, siempre supo que Mikasa era una mujer fuerte y que sobreviviría, pero no podía negar que temió por ella y su posible destino.
No dudó en comentarle que Jean había llegado gravemente herido a Shinganshina, pero que había sobrevivido y su recuperación iba a tomar bastante tiempo. Quizás le haría bien un poco de compañía, le propuso animada, más si era alguien del escuadrón 104.
Pero Mikasa no necesitaba de las palabras de Hange para motivarse a ir a visitar a Jean. En sus días de ausencia, había pensado en él constantemente y saber que estaba vivo, le provocó una alegría que pensó que jamás pensó que iba a sentir.
Porque ya sobrellevar la pérdida de su familia cada vez se le hacía más difícil. No importaba cuanto tiempo trató de prepararse para la partida de Eren, la realidad era que jamás estuvo preparada para perderlo. Y junto a eso, se hundió en la soledad.
Sin embargo, cuando supo Jean había sobrevivido a la masacre, vio una pequeña luz en su mundo oscuro.
Le tomó mucho tiempo darse cuenta todo lo que él le trató de transmitir por años: Afecto, protección, respeto, calidez. Quizás no era el momento, quizás nunca existió uno. Quizás no se dio el tiempo para considerar lo que pasaba frente a ella. Pero también sabía perfectamente que los momentos no llegaban solos, también se buscaban.
Y esto no era un plan B. Era una decisión que Mikasa había tomado, luego de mucho pensar. Porque quería intentarlo, quería intentar poder tener una vida cómo siempre soñó en base a sus propias elecciones y junto a las personas que ella deseaba en su vida.
Ya sin Eren y sin ese lazo que los unía, que siempre pensó que sería eterno e insoluble, Mikasa podía ser por fin un ser autónomo y con propia voz.
Y su primera elección sería acompañar a Jean en su recuperación.
–Luego te contaré donde estuve todo este tiempo - Mikasa bajó la mirada, sin querer sacar el tema. Jean prefirió no insistir. - Ahora debes recuperarte y salir de aquí… - Observó la mesa al otro lado de la cama, donde había depositada una bandeja con comida intacta - ¿Jean?
– ¿Eh? - Le extrañó el cambio en el tono de voz de ella - ¿Qué sucede?
Mikasa se soltó del agarre de sus manos y se dirigió hacia la mesa, tomando la bandeja con comida, lo observó con severidad.
–No has comido.
–Sabe a mierda, Mikasa - Se justificó él rápidamente, haciendo un gesto de repulsión - Y no puedo comer otra cosa que esas papillas asquerosas…
–Si no comes no te recuperarás y no podrán cambiar tu dieta - Acercó la bandeja a él, con una mirada severa - Come.
Jean estuvo a punto de protestar, pero se dio cuenta que Mikasa jamás había mostrado esas actitudes hacia él. Siempre había sido un simple espectador de cómo ella se preocupaba por otros y ahora...
Tomó la cuchara y empezó a comer. Sin mucho ánimo, casi con asco, pero al ver la mirada de satisfacción de Mikasa, se terminó el plato entero en pocos minutos.
Mikasa empezó a visitar diariamente a Jean. Y los cambios empezaron a ser evidente en él: Se sentía más animado, más cooperativo con las enfermeras. Había dejado de abusar de los medicamentos para el dolor y aunque, aún no podía lograr dormir completamente tranquilo, el saber que Mikasa estaría a su lado al despertar, le daba infinita paz.
Y ella también había cambiado. Dedicaba varias horas al día a acompañar a Jean, asegurándose de que estuviera bien, siguiendo sus tratamientos. Lo notaba mejor y eso le alegraba internamente. Pero quizás lo que más le contentaba, era que Jean siempre valoraba su ayuda y su preocupación, hasta en los más simples detalles, como poner arreglos de flores en su habitación o acomodar sus almohadas para que estuviera mejor. Se sentía útil y apreciada por él.
Eran en esos momentos, cuando se acompañaban mutuamente, en que trataban de buscar una forma de seguir adelante con sus vidas. Mikasa había tomado la decisión de no seguir en la Legión de Reconocimiento y aunque Jean estaba sorprendido con su decisión, le parecía acertada.
Era la mejor soldado que pudo haber existido y sabía que sería una pérdida irremplazable para la Legión de Reconocimiento. Pero si aquello no la hacía realmente feliz, entonces lo mejor que podía hacer era no continuar y buscar su felicidad en otro lugar.
–Haz lo que te haga sentir mejor, Mikasa - le dijo Jean finalmente, sonriendo - Yo siempre te apoyaré.
Ella asintió tímidamente, escondida en su bufanda.
– ¿Y tú qué harás?
–Hange quiera que vuelva al cuartel general. No estoy muy enterado de lo que está pasando con la Legión y acá no me quieren dar información.
–Es mejor así – Concluyó ella.
Cuando fuese el momento adecuado, cuando Jean tuviera las energías y las fuerzas necesarias, podría enfrentar la situación actual del ejército.
La conversación se vio interrumpida, cuando una de las enfermeras entró con la bandeja con comida. Sin dejar de sonreír, rápidamente se retiró, dejándolos solos nuevamente.
Jean no pudo evitar poner cara de asco al ver la papilla de color marrón frente a él. Mikasa soltó una risa al verlo así. Le extrañaba que a pesar de todo, Jean no hubiese reclamado por la porquería de alimento que decía que le daban.
Inesperadamente, presa de la curiosidad, tomó la cuchara de su bandeja y se animó a probar la sopa, ante la sorprendida mirada de su compañero. Tragó rápidamente y empezó a toser.
– ¡Esto es malísimo! – Exclamó por fin, todavía asqueada. Jean tenía razón – No puedo creer que hayas comido esto durante todas estas semanas.
–Te lo dije, sabe a mierda – Jean la miraba divertido, nunca la había visto de esa manera, tan espontanea, tan natural. Y le pareció completamente adorable – Pero el médico dijo que ya podré empezar a comer comida sólida finalmente.
– ¿Si? – Mikasa cambió su semblante a uno más serio – Eso es bueno.
–Lo es – Jean sonrió.
–Mañana podría traer algo para comer – Le propuso entonces, entusiasmada - ¿Te gustaría algo en especial?
Jean no respondió. Estas semanas al lado de Mikasa habían sido más de lo que pudiese soñar. Habían pasado muchos años, muchos momentos difíciles y aun así sentía que sus sentimientos hacia ella jamás habían desaparecido. Pero ahora que estaba próximo a abandonar el hospital, no tenía muy claro que pasaría entre los dos.
–Has hecho demasiado en venir acá y acompañarme, no te preocupes – Le dijo apenado. Lo último que hubiese querido es que ella se sintiera comprometida con él.
Pero para su sorpresa, Mikasa insistió.
–Entonces yo traeré algo – Le dijo con tanta seguridad que Jean no pudo llevarle la contra – Ahora debes dormir, ya es tarde.
Jean asintió y sin hacer reclamo alguno, se dispuso a dormir. Mikasa sonrió, orgullosa de su pequeño gran triunfo.
A la mañana siguiente, Jean despertó más temprano de lo habitual y con las energías renovadas. Le pidió a la enfermera si le podía conseguir algo de ropa, tenía ganas de salir de la cama y respirar el aire puro de los jardines del recinto, algo que hacía de vez en cuando, desde que su médico lo autorizó. Cuando se miró en el pequeño espejo de su habitación, notó que su barba había crecido de una forma no muy prolija, al igual que su cabello.
– ¿Podría conseguirme una navaja también? – Le solicitó a la enfermera antes de que abandonara la habitación.
–Claro, señor – Contestó sonriente la mujer de uniforme blanco, antes de salir. Se preguntaba si todo este entusiasmo por verse mejor, se debía a la chica de belleza exótica que lo visitaba diariamente.
Lo divisó sentado en una de las bancas en medio de los jardines. Le sorprendió verlo vestido de civil, se veía como si nunca hubiese herido, como si nunca hubiese pasado casi dos meses encerrado en esa habitación. Se veía renovado.
–Hola – Saludó Jean sonriente, al encontrarla frente a él.
–Hola - Mikasa respondió de igual manera, sentándose a su lado, colocando un pequeño canasto entre los dos – Te levantaste de la cama.
–Quería respirar nuevos aires – Contestó él, mientras observaba el interior de la canasta: Frutas, pan, queso, un par de bolos dulces y una botella con algún tipo de jugo frutal. Jean la miró sorprendido - ¿Dónde sacaste todo esto?
–No me lo robé, si eso estás insinuando – Inquirió ella, arqueando una ceja. Jean se sonrojó.
– ¡No me refería a eso!- Se excusó rápidamente. Ella sonrió divertida. – Es sólo que… nada. Gracias, Mikasa.
Y a ella le hubiese gustado darle las gracias a él por seguir vivo y por seguir en su vida, por ser su compañía, por ser su apoyo, aunque nunca lo hubiese planeado. Pero ella no era de palabras profundas, era de gestos y acciones.
–De nada. Puedes sacar lo que quieras, es para ti –
Sin saber qué elegir, Jean tomó uno de los bollos dulces. Se le hizo agua la boca con sólo mirarlo, sin dudar mordió un trozo y se lo tragó feliz. Extrañaba la comida de verdad.
Mientras seguía comiendo, Mikasa sacó un pequeño plato y depositó un par de frutas para empezar a cortarlas. Jean terminó de comer y la observó en silencio unos instantes.
–Esto no está bien – Soltó por fin. Mikasa detuvo su faena, miró la fruta picada, luego lo miró a él, confundida.
– ¿Qué cosa? – Preguntó sin entender - ¿La comida está mala?
Jean negó con la cabeza.
–La comida está perfecta, todo lo está. Pero… – Contestó rápidamente, mirándola a los ojos, sin temor – Así no era como imaginaba mi primera cita contigo.
Mikasa se quedó en silencio, procesando lo que acaba de oír. Miró hacia el plato, con toda la fruta finamente cortada, tratando de esconder el leve rubor en sus mejillas con su bufanda.
–Está bien – Respondió finalmente, levantando la mirada, un poco avergonzada – Puede ser otro día.
– ¿Qué tal mañana? –Propuso Jean, sin dejar de sonreír.
– ¿Mañana? –
–Me dieron el alta médica hace un rato – Explicó animado. Mikasa abrió los ojos sorprendida, al oír las buenas noticias – Hoy es mi último día en el hospital.
Mikasa hubiese gritado en ese momento. Le hubiese confesado que deseó con todas sus fuerzas día a día que pudiera recuperarse, que merecía vivir, por mucho que los dolores existieran, esta era una segunda oportunidad para ambos. Que había elegido bien en ir por él y estar a su lado.
Dejó el plato de lado y se acercó a él, rodeándolo con sus brazos. Jean se sorprendió al sentir a Mikasa tan cerca de él, pero no dudó en devolver el gesto.
–De acuerdo– Habló ella finamente, separándose un poco de él – Que sea mañana.
Jean sonrió ampliamente, se sentía en las nubes. Tomó un trozo de manzana y se lo comió con gusto.
Había encontrado un motivo para seguir viviendo y ese motivo, siempre había sido ella.
