N/A: ¡Hola! Tenía ganas de contribuir a este fandom con un poco de beruani, así que, en un arrebato de locura, he escrito cuatro viñetas muy cortas y, puestos a publicarlas, las he dispuesto de menos a más, ehh, proximidad de Bertholdt y Annie. Es decir, que el porno está en el último capítulo.

No os puedo asegurar que vaya a escribir alguna viñeta más para estos dos, pero nunca se sabe. De todos modos, no tengáis muchas esperanzas.

¡Gracias por vuestro tiempo! :)

Notas previas: Universo alterno. Ningún spoiler. Rating K.


TAL VEZ LA PRÓXIMA VEZ LOGREMOS REENCONTRARNOS

Tenía la sensación de que cada día tardaba una milésimas de segundo más en colocarse las gafas de ver. No tardaría en necesitar ayuda de un cuidador. Uno que no le robase, a ser posible, pues Reiner había tenido que despedir a una joven una vez y ahora ambos eran un poco escépticos al respecto.

Pasó las páginas del periódico torpemente hasta llegar a las esquelas. Siempre abría el periódico por aquella sección. Esta vez no le sonaba ninguno de los difuntos, cosa poco frecuente a su edad. No obstante, un nombre en particular llamó su atención.

"Annie Leonhardt. Falleció en el día de ayer a los 72 años de edad".

Bertholdt leyó uno a uno todos los nombres de los amigos y familiares que rogaban por el descanso del alma de aquella anciana, pero no acertó a reconocer ninguno. Sin embargo, aquel nombre despertaba en él una extraña sensación de familiaridad.

"Tal vez era famosa", se dijo.

Pero, probablemente, alguien famoso no tendría una esquela tan ordinaria.

Bertholdt trató de imaginársela y, a pesar de que el diario decía que era de su edad, Annie Leonhardt se le apareció en su mente como una muchacha joven. De cabello y ojos claros, y nariz aguileña.

Bertholdt no tenía ni idea de por qué se estaba imaginando todas aquellas cosas. De pronto se preguntó si habría sido tal vez uno de sus primerizos amores de adolescencia... Pero no podía ser, porque su juventud no había estado tan llena de romances como para olvidar alguno. Y, además, Bertholdt estaba completamente seguro de que no conocía, ni había conocido jamás, a nadie que se llamase Annie Leonhardt.