Capítulo 1
Advertencia: los personajes de Frozen no me pertenecen, y tampoco los de Shakespeare. ¡Más quisiera yo!
Ha pasado un año desde la "Gran Helada", como llaman los habitantes de Arendelle a los eventos que llevaron a la reina Elsa a, primero retirarse a la Montaña del Norte, y luego a controlar sus poderes, gracias a la ayuda de su hermana. Al final descubrió que el amor es lo que conseguiría que controlase su magia. Amor hacia su hermana, Anna, y hacia toda la gente que la rodeaba.
A Elsa le gustaba ver que Anna y Kristoff se estaban tomando su tiempo para conocerse. A pesar de que Kristoff había demostrado sobradamente que estaba desinteresadamente enamorado de Anna, Elsa seguía pensando que eso de conocer a la gente y enamorarse debía de hacerse sin precipitación. Le agradaba ver a su hermana feliz y, aparentemente, menos alocada y más centrada en sus obligaciones como princesa.
- ¿Hacemos un muñeco de nieve? – Bueno, no tan centrada.
- Anna, no puedo. Estoy ocupada preparando la reunión de mañana.
- Pero Elsa… jooooo… hace ya mucho tiempo que no hacemos nada divertido… - Anna ponía su cara de puchero, que sabía que casi siempre hacía bajar la guardia a su hermana.
- Hace sólo unos días que hicimos patinaje en la plaza principal, Anna.
- ¡Pero eso son eones para mí! – Anna estaba dispuesta a salirse con la suya.
- Lo siento, Anna, pero tengo que preparar esta reunión muy bien. Después de romper las relaciones diplomáticas con el Duque de Wesselton estamos teniendo problemas a la hora de exportar nuestros productos. Al parecer ha influido en los demás países de su alrededor y muchos temen mis poderes.
- Entonces, ¿no vamos a jugar?
- No. – Elsa era firme en su respuesta, aunque lo dijo de forma amable. - ¿Por qué no vas a pasar un rato con Kristoff? Seguro que le gusta que pases tiempo con él.
- Sí, pero siempre le habla más a Sven que a mí. No sé lo que le habrán dicho los trolls sobre el amor, pero seguro que no le han dicho hacer dúos cómicos con un reno.
- No seas tan crítica con él. Seguro que lo hace para hacerte reír.
-Sí, pero a veces se pasa.
- Bueno, Anna, haz lo que quieras, pero ahora mismo tengo que ir a preparar la reunión de mañana con el Duque Orsino. – Elsa pronunció dicho nombre con desgana.
- ¡El Duque Orsino! ¡No me habías dicho que era él! ¡Por eso quieres que todo salga perfectamente! Anda… que sé que te gusta… - Anna dio un codazo cómplice a Elsa.
Precisamente ese entusiasmo era lo que quería evitar Elsa. Gustarle no era exactamente lo que le venía a la cabeza. Orsino era… en una palabra, un narcisito. Era verdad que era guapo, atento, inteligente, educado… vamos, lo que se dice un dechado de virtudes. Pero a Elsa le parecía, ante todo, tremendamente aburrido. La forma en que "modestamente" alardeaba de sus grandes conocimientos y su gran carisma hacía que Elsa no pudiera aguantarlo. Por supuesto, después de haber roto relaciones diplomáticas con Wesselton, las Islas del Sur, algunos otros reinos, Elsa no podía dejar de ser amable con su vecino más cercano. Mostraba su lado más amable al Duque, lo cual este, y otras personas como Anna, interpretaron como que estaba interesada en él. Nada más lejos de la realidad.
- Anna, ya te he dicho que no siento nada por el Duque Orsino. Es sólo un socio comercial. Ahora, si me disculpas, voy a seguir preparando la reunión.
- Vale. Pero no te olvides que cenamos juntas.
- Por supuesto. Nos vemos en la cena.
Por supuesto Anna no se lo tragaba, pero la dejó en paz, hasta la cena. Elsa, a pesar de sus muchas obligaciones, dejaba siempre un tiempo para pasar unos momentos con su hermana. Habían acordado al menos cenar juntas, en caso de que Elsa estuviera muy ocupada. Los años de aislamiento habían hecho una gran mella en la relación entre las hermanas, y ambas debían realizar un pequeño esfuerzo por recuperar la complicidad de la que habían disfrutado cuando eran niñas. Ambas lo echaban de menos, y estaban dispuestas a recuperar el tiempo perdido.
Mientras tanto, en el reino cercano de Iliria, un muy enamorado Duque cantaba unos versos en honor de su amada Elsa:
"¡Oh sempiternos gemidos!
¡Oh innombrables suspiros!
Dulce y grácil cual gacela,
Así es mi amada Elsa.
Por ella mares, ríos,
Montañas y selvas,
Atravesaría cual cuchillo.
¡Oh mi dulce presa!"
Vale, los versos no son muy inspirados, pero nadie se atrevía a decírselo al Duque, el cual había estudiado en las mejores universidades oratoria y dicción, así como poesía, música y encaje de bolillos. No era uno de los alumnos más aventajados en poesía, pero para eso tenía una corte de aduladores que le hacían creer que era el Shakespeare de Iliria.
Una vez acabada la tortura para sus súbditos, Orsino se dirigió a un joven mancebo que acababa de llegar a su reino. Al parecer venía de noble cuna, y tenía una voz agradable.
- Decidme, dulce joven, ¿cuál es vuestro nombre? – Orsino era muy cursi cuando se lo proponía.
- Cesario, mi señor. – Dijo el joven haciendo una graciosa reverncia.
- ¿Sabéis cantar, componer versos? Es decir, ¿sabéis hacer algo útil? – Por supuesto, los panaderos, peluqueros, herreros y demás artesanos y eficientes trabajadores no hacían nada productivo. Dedicarse a las artes y a la vida contemplativa era lo que una persona bien nacida debía hacer durante todos los días de su vida. Claro que eso era a lo que él se dedicaba. Jamás habría resbalado una gota de sudor por su inmaculada frente.
- Por supuesto, mi señor.
- Demostradlo. Por favor, componedme un canto al amor ahora mismo.
El joven no se arredraba. Había ido hasta allí a hacerse un buen nombre y a servir a un gran Duque, y demostrar que podía heredar el trono de su reino sin ningún impedimento. Su hermano Sebastián, a pesar de ser el menor, era el favorito de sus padres. Cesario (bueno, más bien Viola), decidió emprender un viaje y darse a conocer como caballero de valía para que sus padres reconsideraran eso de que una mujer no podía compararse nunca a un hombre y jamás podría heredar el trono. Así pues, se dispuso a componer unos versos al amor:
"Dulce y suave,
Claro como el día.
Así es el amor que nace
Cual prístina poesía."
Bueno, tampoco es que fuera Neruda, pero tampoco desentonaba en la corte de Orsino. Además, Neruda estaba sobrevalorado. "Me gustas cuando callas porque estás como ausente". En fin, no sé qué pensarán los demás, pero yo me sentiría ofendida si me dedicaran unos versos como esos… pero divago. Al Duque Orsino le gustó mucho la intervención de nuestro mancebo.
- ¡Bravo! ¡Bravo! – Aplaudió Orsino, haciendo que toda la corte aplaudiera los "inspirados" versos de Cesario. – Mañana irás a la corte de Arendelle y conquistarás a la bella Elsa por mí. La última vez que la vi me rechazó de forma inesperada. Los versos que le dediqué no parecido que le gustasen. No sé por qué razón, pero me recomendó que se los dedicara a alguien que los supiera apreciar. Dijo que ella prefería pasar el tiempo de forma más sencilla. Dijo que mi persona era demasiado para ella. Si tú fueras allí y la cortejaras en mi nombre, creo apreciaría mucho más mis esfuerzos. Sé que mi presencia puede ser abrumadora. No quiero presionarla con mi gallarda presencia. ¿Me harías el favor, Cesario?
- Mmmm, mi señor… una cosa es componer unos versos al amor en general, y otra muy diferente es conquistar a la Reina de los Hielos. ¿No sería mejor que fuerais vos? – Viola no veía nada bueno en esa propuesta. Había ido allí a demostrar su valía como caballero, no como trovador.
- No, lo he decidido. Irás tú con Sir Tobías y Sir Andrew a la corte. Ellos se dedicarán a las tediosas negociaciones comerciales, y tú te dedicarás a conquistar a la Reina Elsa para mí.
- P-pero… - Viola empezó a levantar el dedo índice.
- ¡Pero nada! ¡Está decidido! Ahora, por favor, Feste, sorpréndenos con tu agudo ingenio. – Le dijo al bufón de la corte.
- Mi señor, ¿cuál es el sonido de una palmada con una mano?
- Mmm, curiosa pregunta… lo meditaré por unos instantes…
- Desde luego, en esta corte están todos locos…
- ¿Decías, Cesario? – Dijo Orsino.
- N-no, nada mi señor. Me prepararé para mañana.
- Hasta mañana, Cesario.
Viola (Cesario para el resto del mundo en Iliria) era la hija mayor (bueno, eran mellizos, pero ella había nacido antes) del reino de Messaline. Nunca entendió las leyes que decían que ella, por ser mujer, nunca podría acceder al trono. Según sus padres, una mujer nunca podría hacer lo mismo que un hombre. Nunca podría estar a la altura de las circunstancias en caso de necesidad. Las mujeres son seres delicados y gráciles que deben ser cuidados y protegidos por sus esposos. Ni qué decir tiene, Viola no lo veía así. Así que se vistió de hombre y se dispuso a demostrar a todo el mundo que podía ser tan hombre como el que más.
Pero quiso el destino que decidiera hacer de hombre en el reino de Iliria, donde el Duque Orsino mandaba y hacía recitar poesía y cantar canciones a todos los integrantes de su corte. No parecían cosas muy varoniles, pero allí era donde le había llevado el primer barco que encontró para escapar de su reino. En fin, tampoco es que estuviera dispuesta a marchar a la guerra. Al fin y al cabo, cantar y recitar poesía era para lo que estaba más preparada. ¿Qué le depararía el futuro?
