"¿Cuántos años han pasado ya?... cinco… Cinco largos años… ¿Dónde está?". Pensó mientras se preparaba una taza de café, eran las seis y media de la mañana, y como siempre, había vuelto a tener una pesadilla, nunca se acordaba de ellas, simplemente recordaba la sensación de malestar. Las dichosas pesadillas siempre le recordaban a ella, a esa sensación de impotencia, no la pudo detener. Pero prometió que volvería. Y él sigue en el mismo sitio, esperando, pacientemente esperando.

Las clases comenzaban a las nueve, así que decidió ducharse y seguir leyendo el libro que le habían regalado en su último cumpleaños sus amigos, no le gustaba nada, pero un regalo era un regalo. Aburrido, miro al armario, abierto, Kon estaba durmiendo. "Ese pesado nunca pierde la esperanza –pensó- en cambio yo, creo que ya es hora de olvidar, he sido demasiado paciente". Se volvió de espaldas a su armario y se quedó dormido, nadie le despertó y por un día, faltó a clase.

Durante los dos años siguientes, se balanceo entre la tristeza y la desesperanza, todos los días hacía por olvidarse de una vida que ya no era suya. Hasta que un día por fin, lo consiguió. Lo que no pudo nunca conseguir, es que Kon perdiera la esperanza, y así, de vez en cuando, podía acordarse de ella.

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