Si tan rápido y ya subo el nuevo Fic. ¡Pero es que no puedo evitarlo!
¡Esta historia realmente esta siendo un gran reto para mí! ¡Como la historiadora que deseo ser!

Ejem… bueno, primero que nada. En verdad les pido que le den una oportunidad a este fic, que realmente a mi parecer es muy distinto a otros fanfics que he leído de hetalia (Ojo, de los que yo he leído). Si son de México, entenderán bien sobre la historia prehispánica mexicana y su conquista, pero los que son de Sudamérica; les hago una cordial bienvenida para que lean este fic, y sepan más sobre nuestra historia, de cómo España llegó y nos conquisto.

Y No… no fue con chocolatitos y florecitas xD

A continuación, les dejo definiciones que se presentan en este capítulo. Por que si las dejo para el último, cuando vayan leyendo, se quedaran con cara de ¿Qué mi abuela que…? Y no tomarán el hilo a la historia.

Tenochtitlan: En primer lugar, al pequeño México; no le puse su nombre de pila por que todavía no es tiempo. (Ya cuando avance más la historia se darán cuenta de por que) Y fuera de eso, Tenochtitlan esa un gran islote que se encontraba en medio de lago.

Templo Mayor: Hagan de cuenta, que ese islote, que es Tenochtitlan se encuentra lo que es el Templo Mayor. Que no es más que recinto lleno de pirámides. Se podría decir que es la capital principal Mexica. Oseasé, el centro de la ciudad. (Que actualmente es la capital de la Ciudad de México) Ahí celebraban sus fiestas y sus eventos importantes, tanto como sacrificios, funerales o celebración de un nuevo Tlatoani.

(El edificio que esta hasta atrás, que tiene doble escaleras; ese es el principal. El templo Mayor)

Tlatoani:Del náhuatl, El que habla, orador; era usado para llamar a los gobernadores de las ciudades.

Señales: Las señales que menciona Moctezuma, realmente ocurrieron; se dice, que todas estas señales que vio ocurrieron antes de que los españoles llegaran y eran premoniciones de que Tenochtitlan iba a caer.

(Pobre Toño, te llegan a odiar desde antes…)

Quetzacoált: Del náhuatl "Serpiente Emplumada" Era considerado el Dios principal de la cultura Prehispánica.

Huitzilopochtli: Del náhuatl "Colibrí Zurdo"Fue el Dios principal de los Mexicas. La leyenda dice, que Huitzilopochtli les dijo a los aztecas (Que por cierto cambiaron su nombre a "Mexicas" en honor al dios "Mextli" un dios guerrero) Que fueran a buscar en medio del lago de Texcoco, a una águila que se encontrara devorando una serpiente sobre un nopal. Y que ahí, fundarán su nuevo imperio; que sería Tenochtitlan.

(Ya sabrán ahora por que tenemos ese escudo en nuestra bandera)

Calmécac: Era una escuela privilegiada (Solo para los hijos de nobles) Donde se les enseñaban para ser sacerdotes, guerreros de elites, jueces, senadores, maestros o gobernantes. Se les enseña desde música, religión, astronomía, ciencias, historia entre otras cosas a los niños que empezaban a cursar a partir de los 7 a 15 años. Principalmente se les enseñaban entrenamiento militar y disciplina.

(Y enserio… demasiada, demasiada disciplina…)

Quetzal: ¿Qué puedo decir? Un ave muy hermosa, hasta su nombre lo dice. Del náhuatl "Precioso, bello"

Sin más que decir, y cruzando los dedos para que les guste…

(Por cierto, los títulos están en Náhuatl)

Les dejo mi nuevo Fanfic, esperare con mucho gusto sus criticas u opiniones.

Maiden Out


12 de Abril 1519

Como un águila en pleno vuelo, que extiende sus alas en cielo azul; un pequeño niño que aparentaba la escasa edad de 8 años corría rápidamente entre la multitud que se concentraban en el centro de una ciudad. Esquivando y pidiendo perdón a quien haya hecho tropezar o golpear. Corría descalzo, sus pequeños pies corrían sobre la tierra llena de piedras pero no le importaba; ya que en su cara se denotaba una gran sonrisa en su rostro.

Miraba con atención a la gente de piel morena que se topaba en su camino. Miraba a las mujeres acomodar sobre un manto de algodón sus vasijas hechas de barro y hierro, procurando de no despertar al niño que llevaban en su reboso mientras acomodaba frutos de la tierra al lado de las vasijas. Frutos de su trabajo.

Y a los hombres que cargaban grandes cajas hechas de madera, que las usaban de una particular manera. Se las amarraban a la espalda y había una tira de cuero que se lo colocaba en la frente y provocaba cierta presión. Aunque pareciese incómodo sus manos permanecían libres para cargar más objetos. El esfuerzo del trabajo.

El niño continuo corriendo sin cesar, podía sentir como el suave viento golpeaba su pecho desnudo, como movía su larga cabellera castaña y jugaba con sus aretes hechos de preciosa piedra de jade. Los otros niños, que ayudaban a sus madres en la venta de sus productos, al verlo; salían corriendo de ahí y se ponían a jugar. Las madres no tenían otra opción más que suspirar y dejar que fuesen a jugar un rato. De repente, dejo de correr y elevó su vista hacía el cielo resplandeciente. Delante de él, se encontraba una gran pirámide. Era el Templo Mayor, el punto centro de la gran ciudad. Sus ojos castaños observaron todas las inmensas escaleras que tenía que subir para llegar a la cima, que media más de 60 metros de altura. Suspiro un tanto tedioso y con una mano sostuvo la tira larga de su taparrabos color blanco antiguo, ya que le estorbaba un poco y empezó a subir cada uno de los escalones.

Uno tras uno, empezó a subir ese gran templo. Para alguien que nunca lo haya subido, sería una inmensa tortura subirlo, pero para nuestro pequeño niño era algo de todos los días subir los peldaños. Si vieras su cara, podrías ver su rostro con determinación para subir hacia lo más alto. De vez en cuando volteaba hacia tras y podía ver observar el gran recinto de lo que era el templo mayor. A sus alrededores, se encontraban otros pequeños templos pero, lo más importante; era que marcaban los 4 puntos cardinales con las ciudades que rodeaban la ciudad. O más bien, las tres principales calzadas; que eran como unos puentes que conectaban a tierra firme.

Iztapalapa al sur, Tacuba al Oeste y Tepeyac al Norte. A lo lejos, podría ver el lago de aguas claras que rodeaban toda la ciudad ya que fue construida en un gran islote. Y los verdes bosques, que al más ligero soplo del aire hacia mover pavorosamente sus copas.

El pequeño niño solo sonrió después de deleitar su vista y continuó subiendo.
Al llegar al antepenúltimo escalón, dio un gran salto a partir de este y llego a la cima. Un acto muy riesgo si contamos que se encuentra a más de 60 metros de altura, con la muerte avecinando si das un paso en falso.

Miro a su alrededor, como si buscase algo. Se encontraba en la parte plana del templo donde podías observar en todo su esplendor la ciudad. Entonces, sus ojos brillaron y en su rostro se dibujo una gran sonrisa. Ahí, hacia el lado que daba cara al horizonte, un hombre con cara rígida y pensativa; se encontraba en la plena orilla del templo.

-¡Tlatoani!- gritó efusivamente mientras se abalanzaba sobre el hombre pensativo, abrazándolo con fuerza. Este, ante el acto inesperado del muchacho; lo tomó desde la cintura y lo elevó en el aire como si pesara como una pluma. -¡Tenochtitlan ten cuidado!- sus ojos negros penetrante miraron fijamente a los del niño -¿Acaso no te has dado cuenta que me encuentro justamente en la orilla del templo?- dijo un tanto elevado de voz, ya que realmente se ha llevado un gran susto –Lo siento…- agacho su mirar el pobre niño –Aparte, te he dicho que no me llames Tlatoani- colocó al niño en el suelo. Este un tanto desanimado ante la llamada de atención, mantuvo su mirada en el suelo.

-Disculpa, Moctezuma…-

Moctezuma Xocoyotzin era el gran Tlatoani gobernante de Tenochtitlan. El tiempo ya estaba dejando su marca a la edad de 53 años de vida. Sin embargo, eso no evitaba que su aspecto mostrara lo contrario. Tenía una larga cabellera negra casi al ras de sus hombros y unos ojos negros, que al que mirara; sentía que tenía que tenerle un profundo respecto y admiración al gran señor. Tenía una barba realmente rara, con uno o dos pelitos negros. También su cuerpo marcaba el vigor y su fuerza que siempre la conservaba haciendo ejercicios. Era un señor digno ya que regía todo con el valor de justicia y rigor.

Pero a pesar de todo ese indescriptible perfil, digno de ser un gran gobernante; Moctezuma nunca quiso ser el Tlatoani.

-No importa- sonrió y se hincó para estar la misma altura que el niño. –Dime pequeño ¿Por qué has venido tan alegremente hasta este lugar en donde esto?- colocó su mano en su hombro –Pude percibir una inmensa alegría cuando me abrazaste- con su mano, elevó suavemente desde el mentón la cara del niño. Tenochtitlan volvió a sonreír cuando le hizo recordar su alegría.

-¡Mire!- se levantó el taparrabos y mostró la parte interior de su pierna.
-Fui con el curandero a que me revisara la herida que me había provocado. Y se sorprendió por que no tengo cicatriz alguna, y también; que había visto muchos valientes guerreros que se lastimaban en esta parte y morían. ¡Pero yo estoy intacto y sano!- relató efusivamente mientras pasaba su mano en su entrepierna para comprobar que no era mentira. –Quetzalcóalt realmente te protege- sacudió el cabello el Tlatoani –Te ha dado un gran don- lo miró con calidez a los ojos.

-¿Pero por que a mí?- dijo curioso –No soy igual que los otros niños…- dijo un tanto melancólico. El Tlatoani solo le sonreía –Siempre, desde que tengo memoria; si me lastimaba mis heridas sanaban de inmediato y no dejaban cicatriz- con sus manos empezó a recorrer su cuerpo –Y por más que le ruego a los dioses, que me den más altura y crecer como un gran hombre… nunca he crecido…- frunció su ceño ante esa idea –Sigo con este cuerpo de niño…- unas lágrimas empezaron a brotar de sus ojos castaños. -¿Por qué mi señor? ¿Por qué no puedo ser un gran hombre y ayudar a mi pueblo?- miró afligido a Moctezuma.

El señor, solo abrazó al niño. –Te equivocas Tenochtitlan…- le susurró suavemente –Cuando nuestros antepasados recibieron la orden de Huitzilopochtli de buscar a la majestuosa águila devorando a una serpiente sobre un nopal para que fundieran nuestro reino, ahí te encontraron; dormido placidamente y aquel hermoso águila parecía que te vigilaba tu sueño…- se alejo del niño y le limpio las lágrimas –Ahí eras realmente un pequeño; eras solo un pequeño bebé- sonrió –Pero mírate ahora… ¡Eres un gran guerrero a tu corta edad! ¡Terminaste el Calmécac siendo tan joven! - le sonrió de oreja a oreja, haciendo que el pequeño se sonrojara –Nunca había visto algo así… Y eso que yo soy el Tlatoani- rió y le empezó hacer cosquillas al niño.

-¡Esta bien!- rió -¡Ya no me vuelvo a poner así Moctezuma!- se alejo del hombre y sonrió. –Así me gusta verte, sonriente como el nuestro sol- susurró dulcemente, se incorporó de nuevo y dirigió su vista al horizonte.

-Mi niño, nunca dejes que la tristeza te aflige…- sonrió y como si fuera causa del aire, Moctezuma volvió a tener su rostro pensativo y agobiado. Tenochtitlan, un tanto preocupado; se acercó a su señor y le jalo de su gran capa blanca que lo cubría. -¿Por qué me dices eso mi señor, si tu rostro se dibuja la tristeza?- sus pequeños ojos contemplaron los ojos negros del Tlatoani, los cuales dibujaban cierta ansiedad. –Ven Tenochtitlan, hay algo que quiero contarte- sonrió y con cuidado se sentó en la orilla del piso. Algo realmente muy arriesgado, ya que si soplaba muy fuerte el viento fuerte; caerías hacia la muerte. Pero Moctezuma no le tenía miedo. El pequeño niño, se acercó a él con cuidado; el Tlatoani lo tomó desde su cintura y lo colocó en sus piernas.

-Yo…- empezó hablar un tanto cortante –No quiero desearle a mi gente un mal destino, pero siento que los dioses me están dando unas señales…- miró hacia el horizonte agobiado –De que algo le pasara a nuestro estado Mexica…- un viento frió soplo suavemente, haciendo erizar la piel morena del niño.

-¿Pero que es lo que dices?- sonrió un poco tratando de animar a su señor -¡Todo esta bien! Nuestra gente esta feliz y alegre, baila, celebra y agradece a nuestros dioses ¿Cómo podían ellos darnos señales de malos presagios?- rió levemente. Moctezuma, miró al pequeño niño y levantó la pierna izquierda de este. En su pie, se podía ver una pequeña cicatriz que se notaba que ya llevaba tiempo ahí.

-¿Recuerdas cuando el agua del lago pareció hervir y se inundo una parte de Tenochtitlan?- dijo seriamente, el niño solo acento con su cabeza –Apareció extrañamente esta cicatriz en tu pie y no te habías lastimado. Y si te lastimabas, ninguna cicatriz se formaba en tu cuerpo…- hizo una pausa –Recuerda que nosotros creemos, que nuestros dioses te enviaron para que protegieras nuestro reino y por lo tanto eres algo muy importante para nosotros. Y esta cicatriz es una señal-

Tenochtitlan permaneció en silencio.

-También, en una noche; vi pasar una gran columna de fuego- continuó relatando –También, en el templo de nuestro dios Huitzilopochtli cayó un gran trueno y nadie lo escucho, sin contar también; que el templo de Xiuhtecuhtli se quemó y por más que queríamos apagar las llamas del fuego, estas se avivaban más- en su voz empezó a denotarse cierta tensión y nerviosismo.

-También, los cantos fúnebres que escuche…- su voz comenzó a quebrarse –Y lo que más me atemorizo, fue cuando fueron de caza y trajeron esa extraña ave, parecida a una grulla. Cuando la vi a sus ojos… Pude ver, a unos extraños hombres, montados en un animal parecido al venado haciendo guerra y destruyendo todo a su paso…- guardo en silencio y sus ojos negros miraron su reino. Tenochtitlan hizo lo mismo.

Un suave viento rodeo a ambos, moviendo sus cabelleras al son de este. El niño cerró sus ojos e inhaló profundamente para soltar un gran suspiro.

-Si algún día llegase a ocurrir eso…- abrió lentamente sus ojos –Pelearemos sin descansar, solo hasta que nuestra sangre haya salido por completo de nuestro cuerpo…- la voz del pequeño se notaba tan seguro y fuerte, que Moctezuma se quedo impresionado y sintió como también esa bravura se pasaba hacia él.

-Tienes razón…- cerró sus ojos y extendió su mano hacia el cielo. –Protegeremos este gran reino con nuestras vidas- sonrió vivazmente, mientras un quetzal volaba hacia el sol.


Un gran barco peleaba en contra de la merced de las grandes olas del mar, abriéndose paso entre ellas para poder a su destino llegar. En un camarote, un joven pelicastaño de ojos verdes; se encontraba reposando en su litera. Tenía sus brazos cruzados detrás de su cabeza y una pierna arriba de la otra. Sus ojos, miraban el techo de madera que se movía de un lado al otro; provocándole cierto mareo. Llevaba ya varios días en ese lugar. Desde que Hernán Cortez había decidido embarcarse de nuevo. Ya que había escuchado que cercas del lugar se encontraba una gran capital indígena, y tenía una inmensa curiosidad de ver como era; empezó la nueva expedición.

Mentira. Lo que quiere es el tesoro que hay ahí y España lo sabía muy bien.

-¡Ya estoy arto!- gritó molesto el español y salió del camarote tomando consigo una gran capa roja. Realmente, se encontraba molesto; ya llevaba varios días en ese barco y cada vez que preguntaban cuando iban a llegar a tierra firme, siempre le contestaban que en uno o dos días más. Pero era mentira. Al salir a cubierta, se dio cuenta que ya era de noche y que las estrellas brillaban con mucha fuerza, que las hacían ver hermosas. Eso hizo que se apaciguara un poco su ansiedad.

Se colocó su capa, para protegerse del sereno que hacían las olas y camino, hasta la punta del gran barco. España, al llegar a ese punto cerró sus ojos y se intento relajar. Sintió como suavemente, pequeñas gotas del mar golpeaban su rostro suavemente y el viento con olor a mar, entraba a su cuerpo cada vez que respiraba. Como su cabello, que ahora estaba abarrado con una coleta ya que estaba un poco más largo de lo de costumbre, se mecía con aire al mismo tiempo que su ropa lo hacía.

Lo estaba consiguiendo, se estaba relajando.

El español, soltó un gran suspiro y abrió sus ojos lentamente.

- Como desearía estar en tierra firme ya…- dijo en un susurro –Tengo una gran curiosidad de saber si habrá un pequeño niño como los otros que me he encontrado- sonrió –Claro, sin que me lleguen a odiar- rió nerviosamente –Aaah… como desearía que tan solo una vez… me llevara bien con ellos… y me vieran como si fuera su padre- dijo sonriente mientras se recargaba sobre un barril que había a su lado.

-Pero…- hizo su cabeza hacia atrás para poder observar el cielo nocturno. En sus ojos verdes se empezó a denotar cierta tristeza y lentamente elevó su mano hacia el cielo.

-Por más que quiera, por más que lo intente…- hizo un puño con su mano

–Siempre… termino como un demonio…-

Susurró tan bajamente, que solo el viento; fue capaz de escucharlo.

Llevándose esas palabras dolorosas del destino, hacia las estrellas…

Capítulo 1. Tsintilistli (Comienzo)