Aiya a Todos.
En primer lugar muchísimas gracias a las personas que se aventuren a leerme y me dejen su hermoso reviews. Espero que este nuevo fanfic les guste.
Advertencia; este fic es UNIVERSO ALTERNATIVO con esto quiero decir que aunque está ambientado en la Tierra Media hay lugares, costumbres y demás… creados por mí. Este fic es OUT OF CHARACTER con esto quiero decir que el Thranduil acá expuesto lo único que tiene en común con el Thranduil de Tolkien es el nombre.
Con esta advertencia quiero avisar CLARA E INEQUÍVOCAMENTE a la policía tolkiniana que da vueltas por este fandom, que se pueden reservar su derecho de opinar y no me vengan con que según el Manual de Usos y Costumbres de los Eldar y demás pendejadas. Tú has profanado la memoria de Tolkien al deshonrar su personaje etc… etc…
Conozco la obra de Tolkien, me la leí completa entre mis 12 y 15 años. Ahora tengo 30 así que saquen cuentas pero me encanta Lee Pace, y me encanta su interpretación de Thranduil y por eso hago a éste rey a mi estilo.
Me disculpo por la brusquedad de mis palabras, pero en el pasado subí un One Shot de Thranduil y me fastidiaron bastante aun cuando tenía advertencias de no seguir los lineamientos tolkineanos.
El Thranduil en este fic es arrogante, altivo, malvado, sensual y alguien capaz de hacer lo que tenga que hacer en beneficio propio y de los suyos.
Este fic contiene violencia, lenguaje soez y sexo explícito.
Rated NC + 18 años
Muchísimas gracias por su atención.
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Obligación y Seducción
Capítulo 1
Los tiempos habían cambiado, el anillo único había sido destruido, el mal erradicado de raíz de la Tierra Media y la Era de los hombres había iniciado. Los elfos inmigraban a las tierras imperecederas dejando paso a la humanidad pero un reino elfico aún no decidía marcharse, un reino que florecía en la profundidades de un boque que a pesar de ya no existir Sauron, la oscuridad se aferraba a sus árboles y ramas con fuerza maligna. Continuaban existiendo hordas innumerables de orcos que aún luchaban por acabar con la luz de los elfos y muchos de ellos se escondían en ese basto bosque.
Apenas habían pasado un poco más de 60 años desde La Batalla De Los 5 Ejércitos y la milicia elfica de Thranduil continuaba mermada. Se necesitarían un par de siglos más para que hubiese una nueva generación de guerreros. Los mejores capitanes de su guardia que eran Legolas y Tauriel habían dejado el reino para nunca más regresar luego de la pelea en la Montaña Solitaria.
Thranduil se había dedicado a diario a salir con una decena de soldados para mantener a raya a los orcos que habían elegido de residencia el bosque negro. Solo una docena de elfos y él; el Rey no estaba dispuesto a seguir arriesgando la sangre de su pueblo, no podía tolerar más elfos muertos en su reino. Los horrores vividos en las guerras pasadas, de la guerra donde había perdido a su padre y muchas otras, lo atormentaban hasta el sol de hoy. La ciénaga de los muertos era un fiel estandarte de memorias oscuras, un recordatorio fúnebre para quienes sobrevivieron aquellos tiempos. El rey elfo no seguiría regando el bosque con la sangre de los suyos.
Thranduil necesitaba un plan con desesperación y viajar a las Tierras Imperecederas no era una opción, ni él ni su pueblo deseaba emprender ese viaje aún, además que jamás le dejaría sus dominios a una banda de asquerosos orcos. Sentían apego por su tierra, por las joyas blancas y mucho dolor que aún necesitaban sanar antes de partir a las costas blancas.
Así que el gran rey de los elfos tomó la decisión más arriesgada y descabellada de todas. Se sacrificaría él por su pueblo «Eso es lo que debe hacer un buen rey» se repitió una y mil veces mientras en el salón del trono esperaba al Rey Aaren y sus hijas.
Había decido pedir ayuda al reino de Mepherden. Un inmenso y próspero reino humano, aún más grande que Gondor. Los emisarios diplomáticos de Thranduil tenían más de un año en negociaciones, no había nada que el Rey Aaren desease a cambio de sus innumerables recursos bélicos, no había oro, joyas o arte que satisficiera su corazón. Solo una cosa había pedido desde el inicio de las conversaciones y era que el Rey Thranduil desposara a una de sus hijas y produjera un heredero varón para el reino de Mepherden.
Thranduil se negó lo más que pudo a esto, nadie ocuparía el lugar de su amada y difunta esposa, el único hijo que reconocería sería a Legolas y nadie más. Pero la desesperación hacía meya en él, al punto que debía acceder a los deseos de Aaren. El rey humano tendría el tesoro más grande que nunca antes un mortal hubiese ostentado y era tener a un rey elfo como yerno y padre de su descendencia.
Cuando las trompetas estruendosas y vulgares anunciaron la llegada de la comitiva humana, Thranduil respiró profundamente, verse humillado a unirse a una mortal era la peor tortura que nunca antes había tenido que enfrentar. En el justo momento que las puertas de su reino se abrieron para dar paso a los hombres, el elfo sintió que partir a la tierra de Los Valar no era tan mala idea después de todo.
— Saludos mi Lord Thranduil —dijo el Rey Aaren e hizo una reverencia ante el elfo que estaba sentado en lo alto de su trono.
— Bienvenido seas a mi casa Rey Aaren, hijo de Ard —Thranduil habló con amabilidad pero también con la superioridad que lo caracterizaba.
— Le presento a mis hijas, ella es Ildri la hermosa, es versada en las artes, la pintura, la poesía, la escultura y el canto —una joven con el cabello dorado y ojos azules, dio un paso hacia adelante e hizo una reverencia ante el Rey, se le notaba que temblaba—… y ella es Cybele la cazadora, es versada en el canto, la danza, la declamación, la actuación y la caza—una muchacha de cabellera castaña y ojos dorados dio el paso al frente e hizo una reverencia, también se le notaba temblar al igual que a su hermana, pero al contrario que la otra levantó el rostro y miró a Thranduil directo a los ojos.
— Tiene hijas hermosas y talentosas, Rey Aaren —era lo que la cortesía dictaba que el gran Thranduil debía responder, y en parte era cierto, ambas eran hermosas pero sus talentos aún estaban por demostrarse.
— Eso se lo agradezco por completo a mi esposa, quien envía sus más sinceras disculpas por no estar con nosotros pero no se encontraba dispuesta para viajar —respondió en humano.
— Espero sinceramente que mejore pronto su reina. Ahora les acompañaran a sus aposentos para que descansen de tan largo viaje, esta noche cenaremos y festejaremos.
Varios elfos guiaron a los invitados a sus habitaciones. Las jóvenes princesas no podían cerrar la boca ante lo hermoso que era aquel lugar a pesar de ser una cueva profunda y fría. Cada labrado en sus muros, cada escultura, las luces que iluminaban el lugar parecían ser la luz misma de las estrellas.
— Niñas, decoro por favor —dijo en voz baja el Rey Aaren al verlas tan distraídas.
Aaren se sentía igual de maravillado que sus hijas pero 50 años tenía en su haber y eso le daba la madurez suficiente para poder disimular sus impresiones. El rey humano había dicho que la belleza de las princesas procedía de su esposa pero eso no era del todo cierto, él era un hombre grande y fuerte, de cabellera rubia y ojos azules, un hombre muy guapo a quien las arrugas de su edad lo hacían lucir mucho más interesante, sobre todo Ildri tenía parte de su encanto.
Thranduil también se retiró a sus habitaciones, se sentía abrumado y ese era un sentimiento poco conocido por él. La familia real de Mepherden eran buenas personas, eso podía verse de antemano, la inmensurable cantidad de años que tenía sobre sus hombros le daban la experiencia de poder evaluar a alguien con tan solo verlo pero se sentía enfermo de imaginar el mezclar su sangre con un mortal, tener un hijo que moriría aunque sus años fuesen largos.
— Mi Lord —Lotho interrumpió sus pensamientos.
— ¿Lo tienes? —preguntó sin mirar a la elfa que acababa de entrar.
— Sí mi señor.
— ¿No le hará daño, verdad? —se preocupó.
— No, la joven no sentirá nada. Hay que dárselo en pequeñas dosis, una cucharada en una copa de vino antes de la consumación será suficiente para evitar el embarazo.
— ¿Eso es todo? —por fin giró a mirarla. La elfa dudo antes de hablar, aunque una mirada inquisidora del rey la apuro.
— Siempre deberá beber una cucharada antes del acto, el problema es que si lo consume unas 3 veces por semana o más, al terminarse el frasco es probable que quede estéril de por vida —Lotho le mostró el recipiente cilíndrico de color marrón que tenía en la mano, era de tamaño mediano y Thranduil sonrió algo ruin.
— No te preocupes por eso Lotho, no pretendo compartir mi lecho a diario con una mortal —tomó el frasco y con un ademán le indicó a la elfa que se retirará. En pocos años la mortal ya no podría tener hijo y con achacarle a ella la culpa por ser infértil sería suficiente para que Aaren no insistiera en el tema.
Ildri fue la primera en escapar de su cuarto para ir al de su hermana, estaba muy emocionada y necesitaba hablar con su mejor amiga y confidente.
— Cybele —entró sin tocar la puerta y la joven de cabello castaño estaba en la cama tratando de dormir un poco.
— Ildri ve a dormir o tendrás ojeras más tarde y creo que eso puede espantar al rey —rezongo con la almohada en la cara.
La rubia brincó sobre el lecho de su hermana mayor y le arrancó la almohada.
— ¿Cómo puedes dormir? ¿Acaso no estas ansiosa o aterrada por lo que pueda pasar?
— Estoy cansada Ildri —abrió los ojos de mala gana.
— Jamás creí que el rey fuese tan hermoso. Es increíblemente bello e intimidante —se sentía asustada y entusiasmada.
— Lo es —contestó Cybele cambiando la mala cara. Ella también se sentía ansiosa por la situación— ¿No te molesta que el Rey Thranduil haya decidido casarse con alguna de nosotras porque padre lo acorralo al punto de tener que aceptar?
Ildri sonrió francamente.
— Con lo hermoso que es, no me molesta para nada que padre lo haya obligado. Me casaría con él y engendraría a los niños más hermosos de la Tierra Media, sin pensarlo —los ojos le brillaron de emoción.
Cybele suspiró, apenas era 2 años mayor que su hermana pero era definitivamente mucho más madura que Ildri.
— Hermana, creo que la realidad sería un poco diferente. ¿Acaso sabes lo que sucedes entre un hombre y una mujer cuando se casan?
— ¿A qué te refieres exactamente con eso Cy?
— Al sexo —contestó directamente y a Ildri los colores se le subieron al rostro en el acto.
— Cybele esos no son temas apropiados para las jóvenes solteras —prácticamente fue un regaño.
— ¡Por Eru! ¿Ildri acaso nuestra madre y nuestra nana no te han ensañado nada sobre los hechos de la vida? —para Cybele el tema del sexo no eran tabú. En Mepherden la sexualidad era un tema importante, y existía mucha literatura al respecto, creían fervientemente en que el hombre debía esforzarse en satisfacer a su esposa y viceversa.
— Claro que sí pero por lo visto tú sabes cosas que aún yo no —se volvió a sonrojar.
— No te preocupes por eso ahora, creo que el rey tiene los suficientes años para saber cómo desempeñarse en el lecho, así que él te enseñará.
La seguridad con que habló Cybele trastoco a Ildri.
— ¿Acaso tú ya tienes experiencia en el tema?
— ¡Por supuesto que no! ¿¡Cómo se te ocurre!? Padre me mataría, son tan casta y pura como tú, hermanita mía. Sólo que tengo un pensamiento algo más abierto.
— ¿Por qué dices que el rey me enseñará? Aún no sabemos con quién deseará casarse.
— ¡Oh Ildri! Sólo mírate, eres increíblemente hermosa, dulce, ingenua y tienes talentos que los elfos sabrán apreciar.
— ¡Cybele! Tú también eres increíblemente hermosa y con muchos talentos —le acarició la mejilla a su adorable hermana.
— También soy escandalosa, revoltosa y mandona. No creo que esa sea la energía que le guste al rey en una dama.
— Eso lo decidirá el Rey Thranduil. Ahora te dejo descansar —le dio un beso en la frente y se retiró dejando a Cybele más pensativa que antes.
La castaña se volvió a recostar y observo su entorno. No creía ser capaz de encajar en un lugar como ese, a su padre se le olvido decir que además de esos atributos le gustaba bailar hasta el amanecer, que también le gustaba correr como demente de un lugar a otro, montar a caballo hasta perderse en la llanura y pelear con la espada como si fuese un hombre más.
Suspiró y espero que el Rey no la eligiera pues se llevaría una sorpresa. Ildri era la indicada para un elfo, tenía el temperamento uno, amable, dulce, compasivo y equilibrado, en cambio ella era cambiante, se solía aburrir rápido de las cosas y su naturaleza era guerrera; en eso era exacta a su padre.
La hora de la cena llegó y las damas se vistieron con sus mejores galas. Cybele con un hermoso vestido verde e Ildri con uno rojo que hacían ver aún más dorados sus cabellos. Cy vio a su hermana y lo único que le faltaba eran las orejas en punta de resto era tan perfecta como un elfo.
Al llegar al salón real ambas respiraron con fuerza, el lugar era enorme y hermoso, algo carente de color pues las paredes y el techo eran en roca desnuda pero labradas delicadamente y con las mismas luces que habían visto antes, parecían que habían capturado a cientos de luciérnagas dentro de esas grandes lámparas.
Todos los presentes voltearon a mirarlas al entrar, la mayoría de los elfos las veían con curiosidad, pero otros tenían miradas duras y juzgadoras. Cybele mantuvo la cabeza en alto y tomó de la mano a su hermana que se sentía mucho más intimidada ante la situación, ver la cara de su padre en la enorme mesa del rey elfo las hizo volver a respirar y con la sonrisa aún más amplia se acercaron a Aaren.
— Esperamos no llegar tarde padre —dijo Ildri poniéndose roja como un tomate.
— No querida, no llegan tarde —respondió el padre dándole un beso en la frente a su princesa.
Thranduil se puso de pie y con ese simple acto ambas humanas se sintieron diminutas e insignificantes ante él, aunque las dos poseían buena estatura, no estaban para nada acostumbradas que los hombres les sacaran más de una cabeza. El rey les besó la mano a ambas y les indicó sentarse junto a su padre Aaren, quien estaba sentado a la izquierda del rey.
Una música suave y encantadora sonaba de fondo y los alimentos comenzaron a llegar, servidos en preciosas bandejas de plata relucientes. El vino empezó a llover sobre las copas de los hombres y sobre todo en la de Rey Aaren que estaba feliz por la futura unión.
— Ildri, canta para nosotros —pidió subiendo el tono de voz algo más de lo debido—. Le aseguro mi lord, que canta como los propios ángeles —le comentó orgulloso al elfo.
Ildri miró el mantel y comenzó a ponerse de todos los colores.
— Lo harás bien, padre tiene razón cantas muy hermoso —le susurró Cybele tomándole la mano.
— Ildri, querida no nos hagas esperar —apuró el Rey Aaren.
Cy debió darle un pequeño empujón para que se moviera. Ildri se ubicó en el medio del lugar y todos se callaron para mirarla. La chica que apenas alcanzaba los 16 años se quedó de piedra, estaba acostumbrada a cantar delante de muchas personas, siempre lo hacía en las fiestas de su palacio, pero allí rodeada de elfos y con la mirada de Thranduil fija en ella, se sentía petrificada.
— Canta "La Ciudad Del Elefante" —propuso Cybele tratando de hacer reaccionar a su hermana. Era una canción elfica que Ildri se sabía a la perfección.
La rubia pareció reaccionar y sonrió para luego indicarles a los músicos en que nota debían tocar y que comenzaran. Comenzó a cantar en perfecto sindar y Cybele vio orgullosa como todos los elfos se asombraron, no era nada común que una mortal conociera su idioma, Ildri canto con sentimiento y amor provocando emoción en los presentes y Cy no puedo evitar el sonreír de oreja a oreja y aplaudir cuando termino, estaba concentrada mirando a su adorada hermana cuando una voz la saco de sus pensamientos.
— La ves con ojos de admiración y amor. Son sentimientos muy hermosos que no todos experimentan.
Quien hablo no era otro que Thranduil y la morena lo miró.
— Ella es la joya más hermosa que posee Mepherden, estoy orgullosa de ser su hermana —respondió con sinceridad.
— Se te nota.
Cuando Ildri llegó a la mesa el rey elfo se levantó y la felicitó besándole la mano.
— Cybele ahora baila para nosotros.
Los ojos dorados de la muchacha brillaron pero no por la emoción o el susto.
— Padre, los elfos no conocen nuestra música, no la podrán tocar.
— Eso se resuelve fácilmente —miró rápidamente alrededor hasta que localizó a quien buscaba— Aaron, por favor junta a tus músicos y toquen algo alegre para que Cybele baile.
— Padre —dijo ella en voz bajo—. No me parece prudente, además no tengo mis vestidos.
— Por supuesto que sí, le dije a tu nana que empacara varios. Ve a cambiarte.
Cybele trago grueso y levantó para ir a cambiarse. Mientras atravesaba el salón vio a las elfas que allí se encontraban, tenían telas vaporosas y hermosas, pero nada era ajustado al cuerpo, cuando mucho mostraban los brazos desnudos o un poco el pecho. Las elfas guerreras si poseían ropas ajustadas pero que nada mostraban. Su padre cometía un error al pedirle que bailara en ese lugar, en el mundo de los hombres era un honor y un verdadero placer ver danzar a una odalisca de Menpherden pero Cybele dudaba que los elfos se sintieran igual.
Al llegar a su habitación y ver sus trajes de odalisca eligió el más decoroso que tenía, casualmente también era verde con bordados dorados. Un fajón ornamentado cubría sus caderas y de éste salía una falda que le llegaba a los pies, dio gracias que la tela no se transparentaba, ya que el fajón era tan bajo que dejaba ver su ombligo.
El top era un corsé del que guindaban cientos de monedas así que cubrían el abdomen de la muchacha, aunque le ajustaba haciendo que el generoso busto que poseía sobresaliese en la zona superior, pero eso lo arregló colocándose un gran collar de monedas que cubría su pecho.
Al volver a la sala todos se sorprendieron y admiraron lo hermoso y bien trabajado de su traje, era una verdadera obra de arte por parte de las costureras. Cybele se acercó a Aaron y le pidió que tocara "El circo de Mereth" era una sonata muy alegre, de celebración y no sensual como la mayoría de sus músicas.
Cybele comenzó a danzar antes de que los músicos tocaran, y con las cientos de monedas de su vestido inició el ritmo de la canción. Aaron hizo sonar con fuerza el tambor y así todo comenzó. Cybele daba vueltas rápidamente por todo el salón para así entretenerlos a todos con su danza de caderas. Crear música con las monedas de su traje era una novedad para los elfos. Una sonrisa esplendida acompañaba su danza, incitó a los presentes a aplaudir y continuó moviendo su cuerpo vertiginosamente pero haciendo que su baile fuese de celebración y no de provocación.
En una de tantas vueltas sus ojos dieron con los de Aaren quien con una mirada le indicó que le bailara a Thranduil como las mujeres de Mepherden lo sabían hacer y Cybele bailó para el rey elfo pero no como su padre pretendía, sino que dio un par de mortales al frente y cayó al suelo con las piernas perfectamente extendidas y las manos hacía arriba en señal de triunfo.
Los elfos aplaudieron con fuerza y hasta se pusieron de pie para ovacionarla. Cy sonrió y se retiró para volver al salón con su decoroso vestido verde que tenía al inicio de la velada.
— Bailo maravillosamente princesa —dijo Thranduil al recibirla de nuevo en su mesa.
— Muchísimas gracias mi lord, ha sido un placer bailar para ustedes.
Pasados unos minutos Aaren le habló al oído a su hija mayor.
— Eres la mayor y deseo que el rey te elija, debiste bailar para él como se danza para un hombre.
— Padre, no es el lugar para hablar de esto —algo le decía que no importaba la música o el bullicio de los presentes al conversar. El rey elfo podría escucharlos aunque hablaran en susurró—. Además, ellos son elfos, no hombres, dudo que nuestro baile le pareciese algo de buen gusto.
Aaren la miró fastidiado pues probablemente tuviese razón y la princesa la tenía en ambas cosas pues Thranduil había escuchado la conversación a la perfección.
Esa noche todos se retiraron a descansar a sus habitaciones, todos menos el rey elfo que se había ido a su despacho a tomar un buen vino con el más viejo de sus consejeros, el gran elfo Orether. Un elfo al que consideraba como a un padre, ya que lo conocía desde que nació.
— ¿Ya tomaste una decisión? —dijo Orether el viejo, ya que tenía la apariencia de alguien de 65 años.
— No, aunque me parece que Ildri sería la mejor opción, se ve sumisa y obediente.
— Procura hablar con ellas a solas y por separado, estudia cuál es tu mejor opción —aconsejo el viejo.
— Una o la otra es exactamente igual, no tiene la mayor importancia.
— Sí la tiene Thranduil, cuando las palabras sean dichas una de esas muchachas se convertirá en la Reina del Bosque.
— Sólo ha habido una Reina del Bosque, y sólo una habrá —sentenció amargado y se retiró del lugar.
Orether quedo en silencio y preocupado en el despacho del rey, Thranduil creía que al restarle importancia al matrimonio, éste carecería de relevancia pero estaba equivocado pues un matrimonio no era algo sin importancia, fuesen las razones que fuese que lo forzasen a ello.
