El se despertó de su cama influenciado por la tenue luz que surgía desde el ventanal encima suyo, solo para recostarse en el costado de esta preguntándose cuanto tiempo llevaba ya en el cargo, seis años pensó, mucho tiempo para un cargo al que nunca aspiro en su vida a pesar de que esta se enmarco en sujetos que aspiraban y que lograron serlo, un Hokage.

Se cuestionaba porque seguía liderando a su aldea, que era lo que lo motivaba, dos imágenes surgían en su mente, un chico de cabello azabache con la mitad de su cuerpo aplastado por una gran roca que a pesar de eso sonreía por confiarle el futuro de la villa y el de ella. Inmediatamente aparecía otra imagen del mismo chico pero adulto, demacrado con su pelo negro teñido de un canoso blanco, con la mitad del rostro desfigurado y condenado a morir de una forma horrible, pero con la misma sonrisa de antaño, confiándole el futuro nuevamente a través de su sacrificio, aun cuando no pudo cumplir ninguna de las expectativas que le habían impuesto, no pudo proteger la aldea cuando más lo necesitaba y no pudo protegerla a ella cuando fue realmente necesario.

¿Por qué? Acaso su motivación era el de cumplir el anhelo de ese chico, acaso pensaba que la forma de corresponderle era el vivir la vida que ese joven deseaba. No era la primera vez que se cuestionaba acerca de esto, lo pensó cuando perdió por primera vez a su amigo, creyó que acudir tardamente a todos sus encuentros era un forma de decirse a sí mismo que su compañero continuaba con el…si, pensaba que ese era su penitencia por permitir que todos a su alrededor desaparecieran, era su castigo por no poder salvar a nadie. Lo pensó alguna vez en el pasado y lo volvía a pensar en el presente.

Hastiado de preguntarse lo mismo la mayoría de las veces en el mismo costado, se levanto para asearse, se vio al espejo solo para ver un rostro cansado, más de lo habitual, aunque quizá nadie lo vea, a decir verdad mas allá de sus compañeros y maestros, pocos han visto su rostro, ni siquiera la estatua que está en el monte de la aldea tiene el molde de su cara, cubriéndola con su habitual mascarilla. Pero estaba bien, para que querían ver el rostro de un fracaso andante, el honor de se hokage no compensaba la vergüenza de ser alguien que perdió a los que alguna vez amó.

Se dispuso a ir a su oficina para contribuir al progreso de la aldea, aunque la mayoría de las veces se reducía a puro papeleo burocrático, hacía tiempo que no sucedía algo extraordinario, la verdad los tiempos de paz para sujetos como él, eran de cierto incordio a no sentirse acostumbrado, sentía una especia de nostalgia al recordar los viejos tiempos donde el asesinar a otros shinobis era el pan de cada día, con la sola excusa de que era en pos de proteger la aldea le bastaba para tener una buena noche.

Se sentó en su habitual silla, y acomodó los papeles que cubrirían su cuota diaria, si, ese sería su día laboral, cuando estaba a punto de empezar el laburo, un golpe se oyó desde la puerta de madera, entrando su asistente. Esperaba que comenzara el tipico "buenos días" habitual, pero en vez de eso ella con un rostro algo preocupado o más bien consternado, mirándolo a los ojos de manera inquisitiva y articulando con sus labios de manera tajante dice:

En la mañana los guardias han encontrado una joven a las afueras de la aldea, cuando le preguntaron quien era esta se presento como a sí misma como Hatake Shiro, hija de Hatake Kakashi, el ninja copia.

…..¿Qué? Fue lo unico que pudieron decir sus encubiertos labios.