Ser papá
Disclaimer: No soy J. K Rowling, por lo tanto nada de esto me pertenece, lástima.
Molly & Arthur
El día en el Ministerio había sido muy largo, Arthur solo quería llegar a su casa, y descansar. Sonrió al pensar que tal vez, Molly lo estaría esperando con la cena lista. Amaba a esa mujer más que a cualquier cosa en el mundo. Él nunca tuvo para mucho para ofrecerle más que toneladas y toneladas de amor, no tenía dinero casi, pero asi y todo Molly lo aceptó, y sabía que ese sentimiento que él sentía por ella era mutuo.
Cuando llegó, la vio recostada en el viejo y destartalado sillón y estaba muy pálida. Se acercó corriendo a ella y se arrodilló a su lado.
— Molly, linda, ¿Qué sucede?
La muchacha de cabello tan pelirrojo como el suyo, esbozó una sonrisa tímida pero no dijo nada.
Arthur estaba cada vez más preocupado, la abrazó dándole un beso en la frente.
— Mi amor, Molly, ¿Te encuentras bien?, Por favor, dime, ¿Vamos a San Mungo?
— No, Arthur, no, cálmate, creo que debemos hablar.
El corazón comenzó a latirle con fuerza. Cada vez que Molly le decía que tenían que hablar, no podía ser nada bueno. La última vez que dijo eso, fue cuando ella descubrió un peligroso artefacto muggle escondido entre sus cosas. Arthur solo esperaba que su esposa no hubiese encontrado esa bolsa llena de enchufes que escondía dentro de una bota vieja.
—Arthur, hace unos días que quiero decirte algo, pero no encontraba la forma, pero llegó el momento, tarde o temprano lo sabrás, y quiero que sea hoy. Hay otro en mi vida, y lo amo tanto como a ti.
No podía ser verdad. Molly, su Molly, de la que estuvo enamorado desde los quince años, no podía ser cierto, lo que oía. Pero de pronto lo entendió. Molly era tan dulce, tan buena ¿Qué hombre no se enamoraría de ella? Él era un pobre diablo que debía desplomarse trabajando para traer dinero a su casa. Seguramente ese otro era rico, y le daría a ella todo lo que merecía.
Tenía un nudo en la garganta. No podía hablar, pero hizo el esfuerzo.
—¿Desde cuando?
— Dos meses, o menos, no lo sé con certeza—Molly sonrió— Sé que tu también lo amarás.
Eso no tenía coherencia, ¿Cómo podría amar él aquien robó a la dueña de su corazón?
— No, no lo creo—dijo secamente.
— Oh, si. Creeme que lo amarás, amarás a William o Bill, como prefieras decirle, con todo tu corazón.
William. Se llamaba William.
— Y lo amarás como nunca amaste a nadie, amarás a Bill Weasley, tu primer hijo
La miró, no pudo hacer otra cosa más que mirarla y tratar de entender que todo aquello que decía era verdad, que no era un sueño, ni mucho menos. De repende reaccionó. Iba a ser padre, la mujer de sus sueños iba a darle un hijo, su primer hijo. ¿Cómo pudo creer que ella podía engañarlo? Se lo reprochó mentalmente una y otra vez.
— Te amo— fue lo primero que salió de su boca— te amo— repitió hablándole a Bill que crecía dentro de ella.
Ambos serían Molly y Arthur, Arthur y Molly hasta el final, porque nacieron para estar juntos, porque nadie los separaría, y ese bebé que venía en camino solo confirmaba el amor que se profesaban. Tal vez tuviese que trabajar el doble, tal vez William no creciera con todos los lujos con los que otras familias de sangre-pura tuviesen, pero lo que no le faltaría era amor. Porque a sus padres les sobraba, y no dudarían en repartirlo con sus hijos.
Y desde Bill hasta Ginny lo supieron porque si algo no faltaba en La Madriguera era amor.
