Consuelo

Teníamos mucho miedo y era esa nuestra primera pelea con las de perder. Los yomas son piezas fáciles, no saben de espadas y fervor en el corazón que no sea por devorar otro trozo de carne tibia. Pero ahora nosotras éramos más presa que depredador y temblábamos en grupos de dos a cinco, abrazadas, sin mantas sobre los hombros, calentándonos con nuestros cuerpos sin armaduras y el fuego que no dejábamos apagar. Teníamos todas problemas u con la autoridad, de un modo u otro. ¿Algún guerrero que se precie de serlo no ha cuestionado jamás una orden o roto una regla ridícula? No somos perras. Así nos consolábamos, besándonos las heridas y cuchicheando sobre las líderes de la campaña.