Monstruo

Jeanne no es un monstruo. Si tuviera un espejo sobre el cual mirarse, vería que su cuerpo (para quien no le arranque la ropa y la haga colgar del techo en cadenas) es el de un humano que se ha entrenado para luchar. Jeanne no es un monstruo, porque aún necesita comer de vez en cuando (y no vísceras, sino frutas, verduras, carnes y harinas, como los humanos deben hacer para llevar una vida plena) y dormir a resguardo. A pesar de que los guerreros no sienten deseos de ingerir alimentos seguido-al menos, Jeanne no conoce más que un par de camaradas con apetito voraz, que insisten en hacerlo a diario-y las heridas que se formaron en sus cuerpos al recibir la sangre del yoma, aún les molestan por las noches frías o excesivamente cálidas, luego de una larga jornada y no puedan usar una cama como lo hacen los convencionales. Jeanne no es un monstruo, porque los monstruos comen humanos y ella mata monstruos, así que debe ser diferente. Además, los monstruos no tienen piedad por los humanos y los ven como comida, no sonríen enternecidos cuando ven madres que cargan a sus bebés y les friegan las mejillas sucias. Si lo hacen, es por gula. Y los monstruos no se llevan las manos al corazón y gritan y lloran cuando ven caer a un camarada. Jeanne lo hace. Además, los monstruos no se sienten tristes al ver el terror en la mirada de los que son completamente humanos. Se deleitan. Jeanne no es un monstruo. Sólo ha sido capturada por uno. O es eso lo que necesita creer, para no acabar igual o peor que él.