.

.

.

Caminaba por los jardines disfrutando del hermoso día, si había algo que nunca olvidó fue su pasión por las flores y su cuidado, incluso en la isla tenía su propio jardín secreto; ahora se sentía feliz de poder recuperar lo que había comenzado hace muchos años y descuidó con su partida. Se inclinó cuando llegó al arbusto de rosas, dejó la cesta en la verde hierva y de ahí saco sus instrumentos. Pinzas, pequeñas palas y otras cosas mas había ahí, pero ella tomo lo que necesitaba y después de ajustar nuevamente su sombrero comenzó a podar sus amadas rosas. Pasó un largo momento ahí, siempre lo hacía y nunca se daba cuenta del tiempo que andaba.

- Urza.

Volteó para ver a Iroh, en sus manos una bandeja con té helado; se levantó quitando uno de sus guantes y aceptó con gusto la refrescante bebida. No se había dado cuenta de la sed que tenía hasta que el agua con sabor a limón y miel bajo por su garganta.

- Has hecho un esplendido trabajo.

Admiraba los rosales, así como todo lo demás. Pero si había algo que impresiona mas al ex general era el laberinto y lo que había echo en el lago, su pequeño rincón privado para el té era algo que siempre agradecería.

- No todo el mérito es mío, las verdaderas artistas son las flores, ellas hacen que todo se vea bello.

- O la buena compañía – agregó el hombre con una sonrisa, ella también sonrió.

- ¿Todo esta listo? – preguntó después de haber dado otro trago.

- Si, gracias a los espíritus terminó todo a tiempo.

- Entonces ¿Podremos partir mañana? – preguntó sonriendo.

- Eso es lo planeado.

Su sonrisa se hiso mas grande, Urza había ansiado ese viaje con gran emoción. Después de haber recibido la invitación no había echo mas que hablar de eso los pasados meses, y estaba segura que su hijo compartía su inquietud.

Por primera vez después de dos años, el Señor del Fuego saldría de su nación.

No era que no quisiera hacerlo, pero había mucho trabajo que hacer y dada la fragilidad que mostraba su pueblo ante el nuevo cambio era necesario que se mantuviera para cualquier situación que se presentara y solucionarla de manera rápida y eficiente; sabía que le esperaba mucho trabajo a su hijo, restaurar una nación no era cosa fácil, y siendo el tan joven era otro reto añadido, pero el supo darse a escuchar entre los hombres que por mucho tiempo estuvieron detrás de las decisiones mas importantes que definían el rumbo de aquel país, aunque claro, teniendo un dragón al lado tuyo ¿Quién se atrevería a objetarte?

Sin embargo, Zuko estaba rumbo a convertirse y realizarse como algo que Iroh le dijo desde el momento en que llegó a la patria que la vio nacer, él sería un gran Señor del Fuego, y no estaba equivocado, a poco tiempo se había ganado la simpatía de su pueblo, aunque no tanto de algunos nobles, pero la gente común, la que importaba a final de cuentas tenía su apoyo, eran ellos los verdaderos propulsores de la nación, la base, y mientras los escuchara y atendiera sus problemas, los cuales eran los únicos que en verdad consideraba pues muchos nobles venían con quejas absurdas que en mas de una ocasión le hiso perder su poca paciencia, sabía que la nación iría en buen rumbo.

Se sentía feliz en ese momento, porque ese viaje, además de darle un pequeño respiro a su hijo era algo que necesitaba. Se sorprendió por unos segundos cuando accedió a aquella salida, pero al mismo tiempo no le pareció extraño, al final de cuentas, se trataba de la boda de su mejor amigo.

Zuko terminó de firmar el último documento. Mientras la tinta aun seguía fresca no pudo dejar de pensar en Sokka, una preocupación que lo mantenía ligeramente inquieto.

.

UNIÓN

.

Capítulo I

AGUA

.

El frio era algo a lo que apenas había logrado acostumbrase, se puso de pie maldiciendo por haber olvidado pisar en la peluda piel y en su lugar tocar el piso lo cual la estremeció de una manera que no le gustaba, aunque al final eso terminaba de despertarla por completo. Se vistió rápidamente para no perder el calor, al terminar salió de la casa de nieve mirando con alegría el paisaje blanco frente a ella. Y eso, admitió Katara, sería algo de lo que nunca la dejaría de cautivar. En el instante en que puso un pie fuera los niños corrieron hacia ella gritando su nombre, los recibió como todas las mañanas y después de los buenos días se dirigieron al comedor de la tribu.

El clan de La estaba formado por mas trescientas personas. Un numero pequeño en comparación a los otros clanes que conformaban la tribu del sur, pero eran una comunidad unida, una gran familia como se describían ellos mismos y por supuesto cuna de muchos maestros agua realmente fuertes; noventa porciento de la población estaba conformado por maestros lo que los convertía también en el segundo clan con mayor poder militar. Sus guerreros eran fieros tanto como la matriarca que los guiaba. Hama era famosa en todo el sur, así como su humor seco, pero la mujer a cargo perdía mucho de esa actitud cuando veía a su nieta, a la hija de su amada Kaya, la cual en esos momentos entraba al salón comedor junto a los niños que parecían seguirla como nutrias pingüino bebes.

- Buenos días abuela.

- Buenos días Katara ¿Cómo has despertado hoy?

- Bien – le sonrió tomando lugar en el gran comedor - ¿Batou no ha despertado? – miró alrededor sin verlo.

- Esta acomodando los trineos ¿Tienes ya listas tus cosas?

- Si – tomo de los alimentos que había en la mesa y comenzó a desayunar – Mi padre ya esta en la tribu, estoy feliz de verlo.

- Ya lo creo – continuó bebiendo té – Llegó antes de lo esperado, pensé que vendría a final de mes.

- Es por la boda de Sokka.

Y un gran silencio cubrió el comedor, nadie habló en ese instante y Katara lamentó haber abierto la boca.

Por increíble que pareciera la matriarca de la tribu pareció guardar la calma, sin embargo, la maestra agua observó como el cálido liquido que estaba en sus manos se congeló en un instante.

- Esa mocosa no es digna de convertirse en la siguiente señora de la tribu – comenzó a hablar con desagrado - Sokka tal vez parezca un idiota pero hasta yo se que merece algo mejor que esa buena para nada.

Y siempre caían en lo mismo. Cada vez que se hablaba sobre la boda de su nieto la historia terminaba igual, con su abuela enfurecida y con humor de perros el resto del día. Katara llevaba seis meses en el polo sur, al finalizar la guerra y solo semanas después, cuando muchos de los líderes y mandatarios fueron a la Nación del Fuego para firmar acuerdos y tratados con el nuevo gobernante, fue que finalmente conoció a la familia de su madre. Su tía era alguien encantadora y le recordaba enormemente a su mamá y también conoció a su abuela, la gran maestra agua. Aunque Sokka mostró gran sorpresa ya que nadie se había tomado la molestia de contarle tan importante noticia, la recibió con brazos abiertos y afectuosa bienvenida a la familia.

Aunque les invitaron a ir al sur, su viaje se tuvo que atrasar, el final de la guerra trajo algunas horribles consecuencias como cientos de heridos durante el cometa, Katara estuvo ayudando sin descanso tanto en su nación como en el reino tierra, pasó mucho tiempo viajando de un lugar a otro, pero hasta el inicio de ese año por fin ella y su padre pudieron viajar a la Tribu del Sur.

Se sintió muy feliz y a la vez asombrada por como estaba compuesta la ciudad. Era verdaderamente hermosa, entendía a la perfección el orgullo de Sokka cuando hablaba de ella y también pudo ver el hogar donde creció su madre; aunque su clan estaba un poco lejos de la tribu, así como otros, realmente agradeció estar ahí. Logró conocer de manera mas intima a su abuela y sentía algo en su pecho cuando le decía lo mucho que le recordaba a su madre, aunque no había heredado su humor, lo cual agradecía la matriarca. Realmente estaba feliz, sin embargo se dio cuenta que su abuela no se acortaba la lengua cuando de dar opiniones se trataba, incluso podía ser peor que Toph, y por supuesto, como una mecha al fuego se encendía ante la menor provocación, y lo que últimamente hacia su enojo dar vuelo era la mención de la boda de su nieto, pues, aunque amaba a Sokka, a su manera, su prometida era otra historia. Desde el inicio de su compromiso había mostrado abiertamente su desagrado y desaprobación. Todos en la tribu habían aprendido a mantener la boca callada respecto a ese tema en particular y por temor a que la matriarca los congele vivos, solo Katara parecía ser inmune a su temperamento y ser la única capaz de confrontarla tanto como su paciencia se lo permitía una vez que se desataba hablando de tal suceso como en esos momentos.

- ¡Culpo al idiota de Pakku de todo esto! - seguía quejándose - Ese viejo idiota no pudo haber elegido peor, ¿Qué acaso no pudo conseguir a una muchacha que le llegara al menos a los tobillos de Kya? Yo le di una reina ¿Y el que ofrece? Una maldita niña malcriada del clan de la Aurora, bola de inútiles que lo único que saben es hacer ropa y joyería ¿De qué sirve eso? haber dime ¿De qué? En un enfrentamiento no durarían ni un segundo, solo son un montón de alzados refinados que no pueden caminar sin que les limpien la nieve que pisan.

Cuando Batou entró al comedor Katara sintió un gran alivio, por un momento su abuela se detuvo de su monologo y se concentró en el maestro agua, pero no de una manera buena.

- Buenos días - saludó con respeto a las dos mujeres.

En el instante en que Katara quiso responderle su abuela se adelantó.

- ¿Vienes a decirme que todo esta listo y mi nieta va a partir a la tribu? – le dijo como un reclamo y enojo.

Ver al maestro agua era recordar ese punto en particular, ya que era primo de la novia y aunque él no tenía nada de culpa por el creciente odio hacia la chica, si tenía que descargarse con alguien sería él solo por compartir lazos de sangre.

- Ehh... – de alguna manera sintió que había echo algo malo, una gesto por parte de Katara le hiso saber el porque del humor de la matriarca. Se habían echo de un código por medio de palabras claves y señas para referirse a la boda del príncipe del sur para no tener la necesidad de mencionarlo, el cual era un tabú en la pequeña tribu – Si, todo esta listo – admitió tratando de pasar de alto el enojo de la señora y líder de clan.

- Abuela – Katara intervino antes de que hablara – No te desquites con Batou – tomó su mano con la de ella - Si lo deseas puedo irme el mismo día de la boda, o ambas podemos ir.

Una de las personas en el comedor casi se atraganta por lo que había dicho.

- Se que no es de tu agrado... – la mirada de hielo de su abuela la hiso detenerse – ...La ceremonia – supo decir – Pero se trata de Sokka, tu nieto, debes estar ahí por él y estoy segura de que a la tía Kya le gustará verte.

El temple de su abuela le daba entender que no daría su brazo a torcer. Tuvo que recurrir a su última carta.

- Si yo llegara a casarme – eso si llamó su atención - Me gustaría que estuvieras ahí, aunque no te agradase mi futuro esposo, yo me sentiría muy feliz si me acompañaras en ese día tan importante.

Y Batou miró lo que nunca antes había visto, la matriarca, la poderosa Hama que en el pasado fue conocida como la titiritera, dejo todo rastro de obstinación y orgullo para ceder ante su nieta.

- Esta bien – dijo con resignación – Iré, pero solo porque tú me lo pides – con su mano libre acarició la mejilla de Katara mientras ella le sonreía gustosa.

- ¿Entonces nos vamos hasta el día de la boda? – sugirió.

Y en ese instante todo rastro de amor y calma se esfumó como el humo al viento.

- No – su voz fue tan fría que le congeló la sangre - ¡Batou! – gritó sobresaltando al maestro agua - ¡Nos vamos de inmediato!

Acto seguido se puso de pie saliendo del comedor, todos parecieron respirar cuando la puerta se cerró tras ella.

- ¿Qué has hecho?

– Ella... tiene que estar ahí – trató de justificarse.

- La gran maestra Hama no permitirá esa boda – incluso él lo sabía – De alguna manera u otra tratará de detenerla. Y tu le acabas de dar la oportunidad de hacerlo ¡Ni si quiera tenía pensado asistir!

- Ese barco salió del puerto hace mucho tiempo Batou, la boda es en solo tres días y si lo que pasó en la fiesta de compromiso no fue lo suficiente para lograr que se cancele entonces nada mas lo hará.

- Sí, pero tres días es tiempo suficiente para que algo suceda.

La duda estaba plantada en Katara, pero su abuela no podía hacer algo como eso... ¿O si? En el fondo y una muy minúscula parte de ella, que parecía acrecer en esos momentos, presentía que pudo haber sido una mala idea convencerla que asistiera. Solo le quedó rezar para que todo saliera bien. Se puso de pie despidiéndose del maestro agua, tenía que escribir una carta rápido.

Batou la observó salir del comedor.

No le fue tan difícil aceptar a Katara aun después de saber su origen; por ella se dio cuenta que resultaba estúpido odiar alguien solo por pertenecer a la nación con la que estuvieron en guerra tanto tiempo; comprendió entonces que había sufrimiento en ambas partes, fue testigo del deterioro que sufría la Nación del Fuego, muchas de sus comunidades vivían en condiciones precarias, ignorados por el deseo de conquistar el mundo dejando de lado sus problemas y necesidades. El ayudó un poco en la restauración de aquel país, siendo uno de los escasos voluntarios que accedieron a ello, aunque claro, el echo de que fuera la sobrina de lady Kya y nieta de Hama fue algo que le hiso mostrarse un poco mas respetuoso con ella, especialmente por el gran miedo que le provocaba saber lo que la líder del clan le haría si llegase a enterarse que le faltó el respeto a su nieta; suficiente tenía con que lo odiara por ser del clan de la Aurora, especialmente primo de Nala, la mirada de ligero desagrado que le dedicaba en ocasiones lo hacia sentir muy incomodo, aunque eso había cambiado cuando Katara visitó la tribu, el temperamento de la matriarca dio un giro inesperado y todos notaban su buen humor, incluso con él, pero la sola mención de la boda cambiaba todo.

Con un ligero optimismo, y después de haberle rezado e implorado a los espíritus, partió a la gran Tribu del Sur esperando que todo saliera bien.

.

El corazón le dio un vuelco cuando vio a Sokka y a Aang en el puerto, la sonrisa de los tres chicos fue mas que evidente y expresaba muy poco la verdadera emoción y felicidad que sentían. Se saludaron con un gran abrazo dejando de lado el protocolo, porque, a final de cuentas no se trataba del Avatar, el Señor del Fuego o el príncipe de la Tribu del Sur; eran tres amigos que se reencontraban después de un largo tiempo. Aunque Zuko siguió viendo a Aang varios meses después del final de la guerra, sus visitas menguaron en el segundo año. Se sorprendió de lo grande que estaba, era casi tan alto como él, ya nada había de aquel niño que encontró en un iceberg justamente en ese lugar, ahora era todo un avatar realizado, aunque pudo percibir que no perdió esa inocencia y alegría que tanto lo caracterizaba.

- Que gusto verte Zuko – dijo con sincera alegría, Sokka era el que por mas tiempo no lo había visto.

- Lo mismo digo Sokka – expresó de igual manera.

- ¡WOW! ¡DRUK ESTA ENORME! – gritó Aang.

Zuko sonrió, resultaba imposible que el dragón pasara desapercibido, no era tan grande como los dragones que residían en la isla de los guerreros del sol, pero si tenía un tamaño realmente considerable. Dejando de lado la sorpresa y admiración del gran animal fueron escoltados al palacio. Sus familias les dieron algo de privacidad, sabiendo lo mucho que deseaban hablar a solas.

- Es increíble chicos, estamos reunidos nuevamente – dijo con alegría Sokka en una habitación privada, le sirvió a Zuko licor de hielo mientras que Aang disfrutaba de un té.

Los ojos grises del monje miraron entonces a Zuko y supo entender el mensaje.

- ¿Estas bien con esto? – pregunto el maestro fuego mirando a su amigo.

Sokka solo suspiró – Es mi deber desposarme con Nala. Es una tradición que la esposa del jefe sea una mujer perteneciente de alguna de las tribus del sur, ahora es el turno del clan de la Aurora, si no lo hago estaré ofendiendo a su gente y no será nada bueno.

- Es una costumbre muy extraña – habló Aang, el sentía que todo eso estaba mal.

- Eso no responde a la pregunta Sokka – insistió Zuko.

Los ojos azules lo miraron ahora con cierto dolor – No hay nada que pueda hacer.

Tanto Zuko como Aang se dieron cuenta que no estaba siendo fácil para su amigo.

- Podemos escapar esta noche – sugirió el monje – Lo hicimos en el pasado ¿O no?

Los tres sonrieron por el recuerdo, aunque era claro que esa acción no podía repetirse.

- ¿Qué paso con Suki? – se atrevió a preguntar Zuko, Aang puso atención a lo que diría.

Sokka flaqueó, pero trató que no fuera tan evidente su desánimo, la copa en sus manos de pronto resultó muy interesante. Trataba muy en el fondo olvidar a la guerrera de la isla Kyoshi, pero incluso él sabía que era algo imposible de hacer, la tenía gravada como fuego en su piel y eso es lo que hacía mas tortuoso su recuerdo.

- Estas comprometido...

Sus palabras se escucharon como una sentencia de muerte, Sokka la miró con sorpresa.

- Cómo...

- ¿Lo estás no es así?

Podía sentir el odio emanando de ella como el humo de una hoguera, inevitable de ocultar – Respóndeme – demandó con fuerza.

Apretó sus puños, sus ojos azules fijos en ella – Lo estoy.

Y pudo escuchar las grietas abriéndose paso desquebrajando su corazón, fue solo un instante donde dejó mostrar lo que nunca a nadie, dolor, pero se desvaneció tan rápido como había llegado y en su lugar un terrible odio se situó.

- Suki...

El dolor mezclado con odio amenazando en salir en forma de lagrimas, sin embargo no lo permitiría. No quiso escuchar mas, se dio la vuelta para alejarse de él.

- Espera, no es lo que crees, ¡Suki!

Sokka sentía un abismo profundo y obscuro en su corazón al ver como se marchaba, pero de ninguna manera la dejaría partir. Tenía que explicarse, no entendía como rayos ella se había enterado de su compromiso pero debía decirle la verdad. La amaba y por ella estaba dispuesto a enfrentarse a su padre, al clan de su prometida y a toda la maldita tribu de ser necesario solo para estar a su lado. Sokka había esperado hasta ese momento para hablar con su padre, cuando se reunieron en la Nación del Fuego para los tratados de paz, pero de alguna maldita manera ella lo supo y como era de esperarse su reacción fue mas que justificada.

Corrió para alcanzarla, en el instante en que tocó su hombro ella lo tomó de su mano y lo golpeó con fuerza enviándolo lejos, Sokka calló sobre una mesa derribándola quebrando en el piso todo lo que había sobre ella. Jamás olvidaría su mirada y las últimas palabras que le dijo.

- No te atrevas a tocarme de nuevo – el odio tan latente como una herida sangrante - Porque juro que te mataré si lo haces, y no tienes derecho a decir mi nombre jamás.

Y esa fue la última vez que la vio.

Antes de que pudiera decir algo un aleteo y los tres prestaron atención al ave de plumaje blanco que entraba, la lechuza peregrina se posó en el escritorio. Sokka se acercó a leer el mensaje que llevaba en el pequeño compartimiento en su pata.

- Oh genial.

Por su expresión sus dos amigos supieron que no serian buenas noticias.

- ¿Qué sucede? – preguntó Aang.

- Katara viene en camino.

El corazón de Zuko pareció detenerse.

- ¿Y eso es malo?

- No viene sola, mi abuela la acompaña.

La expresión del monje cambió, pero Zuko no lo entendía - ¿Por qué están a si los dos? – preguntó.

- La abuela de Sokka no acepta a Nala – trato de explicar Aang – El día de la fiesta de compromiso lo dejó mas que claro, hubieras visto el escandalo que creó.

- ¿Qué fue lo que hiso?

- Comenzaron a discutir y...

- Congeló toda la maldita cena y a todos los que estaba ahí de paso – completó Sokka sentado en una de las peludas y cómodas pieles – Desde entonces no ha venido a la tribu, mi madre me dijo que no esperara a que asistiera a la boda – hubo un pequeño silencio que el mismo Sokka rompió con una sonrisa - Vamos chicos, brindemos – extendió la copa vacía – No por esto, si no por esto – alzó mas el vaso al igual que su otra mano, señalando a los dos - Casi dos años que no nos veíamos, y ahora, estamos aquí, juntos. Ustedes dos son mis hermanos, y brindo por este encuentro.

El humor de Sokka cambió rápidamente, él estaba realmente feliz de verlos y tenía razón, después de todo había pasado tiempo desde la última vez que estuvieron juntos, y eso era motivo para brindar. Incluso Aang se atrevió a beber vino de hielo, la ocasión lo ameritaba, además, un poco no hacía daño.

.

Batou divisó la tribu mientras descendían por el costado de la montaña, las gacelas de la nieve los llevaban tan rápido como sus largas patas lo permitían. Los días eran mas largos en esa época del año, las horas de luz se extendían mas, a pesar de que parecía ser de mañana, el sentido del tiempo del maestro agua le decía que era pasado medio día. El camino hasta la tribu tomaba un día si se salía temprano, pero el repentino cambio de decisión de la matriarca en querer acompañarlos los atrasó por completo, salieron pasado mediodía y tuvieron que acampar durante las pocas horas de obscuridad.

Entraron a la ciudad, pasando las transitadas calles de hielo y agua, se dirigían al muelle hasta que Hama ordenó detenerse.

- ¿Qué sucede? – miró a su abuela descender del trineo.

- El que este aquí no significa que me valla a quedar en el mismo lugar que esa mocosa – declaró firmemente – Batou, has que lleven mi cosas a las casas termales.

- Permite que te acompañe.

- No – la detuvo antes de que bajara del trineo, colocó su mano en su mejilla, estaba ligeramente fría – Ya he atrasado tu reencuentro con tu padre, ve rápido y salúdalo de mi parte, y por favor, avísale a Gran Gran que estoy aquí, la estaré esperando para tomar el té – afirmó con su cabeza en aceptación a su pedido; miró por última vez los ojos azules de su nieta y le dio un beso en la frente.

Llegaron hasta los muelles, donde el corazón de la tribu flotaba en el mar magnifica y gloriosa. Las murallas de hielo la cubrían, pero aun así, el castillo y otras edificaciones eran fácilmente perceptibles a la distancia. El maestro agua junto a la pequeña escolta que lo acompañaba bajaron las cosas de los trineos acomodando todo a la embarcación que los llevaría a la isla. Tal y como se les ordenó, Batou envió las cosas de Hama a las casas termales.

- ¿Estas listo para el paseo Zuko? – la mirada que recibió de su hijo le dio la respuesta. Ella solo sonrió.

El día anterior los tres chicos no salieron de aquella habitación hasta muy tarde y muy ebrios, nadie los molestó y ciertamente la familia del sur no se sintió ofendida por la ausencia del Señor de Fuego y del Avatar durante la cena; era casi comprensible y bien recibido que ellos deseaban estar juntos; y evidentemente la pasaron muy bien. Cuando el espacio cerrado de la habitación no les fue suficiente tuvieron la grandiosa idea, por parte Aang, de hacer trineo pingüino. Realmente debían estar agradecidos que todo pasara durante la noche y nadie los pudiera ver, pues ciertamente sería una vergüenza ver a tres grandes figuras del mundo, héroes de la guerra, luciendo estúpidos mientras trataban de montar a los animales de la nieve y además peleándose contra ellos. Ese día fue inolvidable, aunque ciertamente, por lo ebrios que estaban había partes borrosas en aquellos recuerdos.

Zuko no quería salir, deseaba quedarse dormido, como seguramente Aang y Sokka estaban en esos momentos, pero tampoco podía ser egoísta, había privado a su madre de conocer la tribu el día anterior, de alguna manera se lo debía, especialmente porque deseaba que fuera él quien lo guiara por la esplendida ciudad de hielo y nieve.

- ¿Y mi tío?

- Salió temprano esta mañana a visitar a Piando.

Zuko se detuvo en su camino para mirar a su madre - ¿El maestro Piandao está aquí?

- Sí, ayer nos saludó. Creo que llegó desde hace tres días; nos contó que Katara ha estado aquí desde hace seis meses, en la tribu de su abuela.

Recordó un poco del día anterior, Sokka mencionó algo de que estaba en camino. El ya sabía que Katara se encontraba ahí, una carta de hace tres meses se lo había confirmado.

Urza miró como su hijo de pronto se sumergía en su mente, con un pensamiento claro que ella misma podía adivinar sin temor a equivocarse de que se trataba. Caminaba escoltada por él con su mano sujeta al brazo de su hijo, era tan alto que ni siquiera con el pequeño tacón de sus botas podía alcanzarlo, apenas y podía llegarle a la altura de sus ojos.

- ¿Piensas pedírselo?

La miró sin entender sus palabras, pero la sonrisa de la princesa del fuego le dejo en claro el sentido de su pregunta. Se avergonzó en un instante, desvió la mirada para evitar mas la pena de que su propia madre lo viera y se sintiera aun mas expuesto.

- De qué... estas hablando? – trató inútilmente de hacerse ver como desentendido.

Se detuvo de su caminar para mirarlo de la única forma en que siempre lo hacía cuando sabía que había echo algo y a pesar de verse descubierto trataba de ocultarlo. Zuko nunca le mentiría, desde niño jamás lo hiso, pero cuando llegaban a situaciones como esas, el simplemente optaba por fingir no saber nada o quedarse callado, como una manera de defensa para así evitar decir la verdad. Pero el joven Señor del Fuego olvidaba que ella era su madre y a pesar de que no estuvieron juntos mucho tiempo había cosas que en ellos parecían no haber cambiado y ciertas costumbres aun se mantenían. Ella lo conocía como la palma de su mano, sabía a la perfección cuando algo le preocupaba y de que manera hacerlo sentir mejor, e incluso cuando la razón de ese cambio en su actitud se debiera a una muchacha.

Urza sabía de los sentimientos que tenía hacia la maestra agua, le fue un poco difícil notarlo, o al menos asegurarse que lo que sentía su hijo era mas que una amistad, su trato hacia ella no era muy diferente al que tenía con la princesa del Reino Tierra, pero, en las pocos momentos que llegó a verlos en el palacio si pudo notar con suma facilidad como Zuko sonreía mas en su presencia; recordaba haber visto la reacción de ella cuando él fue engullido en el tornado de fuego durante la prueba en la isla, su corazón se detuvo en ese instante, pero había sido la joven maestra agua quien corrió hacia él, por el momento ella no fue capaz de ver que había algo ahí, su preocupación había tomado lugar en ese instante, pero ahora, con la calma y tiempo de analizar todo cayó en la resolución exacta de que su hijo estaba enamorado de la hija del maestro de la esgrima y ese secreto era algo realmente lindo de saber.

El gesto de resignación que hiso le dejo en claro que ya no podía ocultarlo mas, suspiró dejando que su aliento se convirtiera en niebla.

- ¿Te lo dijo mi tío?

- Él solo lo confirmó cuando yo se lo pregunté.

Zuko sabía que su tío sabía, de alguna maldita manera ese hombre amante del té lo sabía todo, y sus insinuaciones a veces algo vergonzosas le dejaba mas que claro que sabía respecto a Katara, su comportamiento en Ba Sing Se seguramente lo descubrió, aunque fue muy reservado y cuidadoso, pero debía de darle algo de crédito a su tío, el lo conocía demasiado bien.

- Qué piensas... al respecto?

Lo vio y casi no podía creerlo, ¿Estaba sonrojado? A Urza le pareció demasiado tierno.

- Creo que es una linda muchacha, sin duda lo es, y sabes que tengo razón pues conozco a varias chicas que son muy hermosas. Pero ella es diferente en muchos aspectos, y eso es algo bueno. Tiene un gran corazón y a pesar de todo por lo que ha pasado no ha cambiado en mucho su forma de ser ¿Cierto? – la calma que vio en su mirada así como el pequeño brillo en sus ojos fue suficiente respuesta para ella – Si me preguntas si es adecuada para ti solo te diré que si tu la consideras digan de ti entonces eso es suficiente para mi – su mano en su mejilla tratando de trasmitirle su sentimiento – No deseo nada mas que tu felicidad y si con ella lo eres entonces tienes todo mi apoyo.

Mejor respuesta no pudo haber obtenido, llevó su mano a la de su madre y le sonrió con gran alegría. Su opinión era muy importante para él y que contara con su apoyo le era mas que suficiente para seguir adelante.

.

Su piel era tan cálida como el sol en las mañanas y suave como la mas fina tela que alguna vez llegó a tocar. Se estremecía al tacto y eso le encantaba, le gustaba mucho rozar sus manos por los páramos suaves y curvos de su cuerpo, cada rincón, cada lugar secreto que el ya conocía y sin cansancio redescubría con placer. Su boca abrasadora besaba y marcaba su ardiente piel mientras sus manos acariciaban los planos duros de él. Su cuerpo estaba lejos de ser perfecto, viejas heridas y cicatrices estaban pintadas en la piel dorada por el sol, pero eso jamás le incomodó, solo demostraba lo fuerte que era la guerrera que había robado su corazón, besaba cada una de esas marcas con vehemencia, como demostrando un orgullo oculto por las batallas que ella llegó a ganar.

Su cálida mano se cerró en su palpitante erección provocándole un gruñir de placer, la búsqueda de lo que ella quería y ansiaba, el mordió en reacción el dulce pezón que estaba en su boca y el gemir que salió de su garganta lo volvió loco, tanto como la presión que ahora ella hacia en su hombría. Pero fueron sus pequeñas manos las que colocaron su eje en su entrada húmeda; un vistazo a su cara le hiso admirarla, y amarla mas si eso fuera posible, sus ojos avellanas estaban obscurecidos por la excitación, el rubor en sus mejillas era demasiado adorable y sus labios hinchados lo incitaban a besarlos y devorarlos; así lo hiso, la beso con vehemencia mientras se hundía en ella hasta lo mas profundo. Ambos gimieron sobre sus bocas, sus uñas se clavaron en su espalda mientras que sus piernas lo apresaban con fuerza sin querer soltarlo, no dejó escapar un segundo cuando arremetía por segunda ocasión en ella y cada vez mas y mas haciendo rítmico y precipitado su vaivén.

Era abrumador aquel placer y tan adictivo como los labios de la mujer bajo él. Sus gritos donde le pedía mas y el susurro de su nombre entrecortado era algo de lo que nunca se cansaría, la tensión de su cuerpo le advirtió que llegaría pronto y motivado por hacerla llegar a la cúspide de su goce su ritmo se volvió mas intenso. Se volvía mas apretada y no pudo evitar gemir en respuesta, estaba tan cerca.

- ¡Sokka!

Despertó de golpe, sus ojos azules tratando de acostumbrarse a la escasa luz que entraba a su habitación. Sentía el palpitar de su corazón frenético, como un tambor que golpeaba sin cesar, y sin embargo, en ese momento, le dolió. Cada latir era como una aguja que se clavaba mas y mas en él sumiéndolo en ese estado convaleciente que aparentemente llegaba cada vez con mas fuerza desde los últimos días.

Se sentó entre las pieles de su cama, dejó que el frio tocara su piel esperando que así el calor de aquel sueño se fuera mas rápido, pero sus caricias aun las percibía como un rastro fantasma. Miró el desastre que ahora había bajo sus pantalones. Suspiró, tenía que dejar de beber, cada vez que lo hacía ella regresaba visitándolo en sus sueños, y Sokka estaba demasiado cansado de esa crueldad a la que su mente lo hacía pasar.

.

La esplendorosa góndola llegó al muelle privado de la familia real. En el momento en que descendió Nala miró con gran desaprobación como nadie la estaba esperando, solo los guardias que siempre estaban ahí. Un golpe e inmediatamente volteó con horror como uno de los gondoleros había dejado caer una de las tantos paquetes que llevaba en el segundo embarcación que la acompañaba.

- ¡Ten mas cuidado! – le gritó – Hay cosas muy importantes ahí, si llegas a romper alguna lo pagaras caro.

El pobre chico la miró ligeramente aterrado, era joven, apenas un adolescente, seguramente su primer día de trabajo y el regaño de la chica solo lo entorpeció mas dejando caer sin cuidado otro de los paquetes, el sonido de algo rompiéndose hiso que su cuerpo se congelara.

Se acercó ahora enfurecida. Era el colmo, cuando su madre le dijo que su vestido y otras cosas para la ceremonia no habían quedado como ella ordenó, no dudo en viajar hasta su tribu para personalmente solucionar el problema. La ausencia por su viaje no le permitió conocer al Señor del Fuego, pero para esos momentos la atención de la futura novia estaba en otros asuntos que consideraba mas importantes ¡Y todo su viaje parecía haber sido en vano si los inútiles sirvientes se encargaban de destruir sus cosas!

- ¿Cómo puedes ser tan estúpido? – se acercó rápidamente al muchacho - ¡Lo rompiste! – gritó de manera acusadora, pero el enojo de la chica no se detuvo ahí, levantó la mano para dar una reprimenda.

El joven cerró los ojos esperando el golpe que nunca llegó. Al abrirlos, alguien mas estaba parado al lado de la chica.

Katara sostenía el brazo de Nala, había visto y escuchado todo cuando llegó al muelle, y por supuesto no le agradó para nada lo que planeaba hacer.

- No te atrevas a golpearlo – advirtió seriamente.

Se zafó de su agarre con brusquedad, la miró desafiante. Nala era muy bella, sin lugar a dudas pero su actitud estaba lejos de ser agradable. Katara usualmente no juzgaba a nadie sin haberlo conocido al menos un poco o conversado con esa persona para dar una opinión justa. Pero en el instante en que conoció a la prometida de Sokka le resultaba muy difícil encontrar algo que le agradara de la chica. Podía ser tan amable y cordial delante de los jefes de la tribu o frente algunas personas, pero en las sombras ese velo se alzaba y dejaba ver lo desagradable y des cordial que en verdad era, se preguntó si Sokka conocía ese aspecto de la que era su prometida, pero sin lugar a dudas su abuela si, además de que la madre de la chica tampoco era de mucho agrado de la matriarca.

Los ojos celestes miraron con enojo a Katara, la última a quien deseaba ver en esos momentos - Y tu no te atrevas a poner tus sucias manos encima de mi de nuevo.

La maestra agua se sorprendió por su forma de hablar, porque, hasta el momento Nala nunca había sido descortés o grosera con ella, su mal humor se limitaba a los sirvientes. Sin querer juzgar con premura atribuyó su tratar a que estaba molesta y simplemente se estaba desquitando, aunque no le alegraba que lo hiciera con ella, era preferible al joven que pensaba golpear.

Sin embargo la futura novia pensaba completamente diferente.

A Nala no le era de su agrado Katara, la había recibido con el respeto y cordialidad que le correspondía, pero a la larga no la consideraba lo suficientemente importante para todo el escandalo e idolatría que la rodeaba. Desde que llegó a la tribu, e incluso desde antes se convirtió en la novedad, la nieta de Hama que había nacido en la Nación del Fuego. Todos parecían cautivados con ella pero la chica de la Aurora la vio como alguien simple y sin atributos que elogiar; sin embargo, el principal motivo de su enojo hacia ella fue el completo desplazamiento al que fue sometida por su culpa, una vez terminada la guerra todos hablaban de ella, del príncipe Sokka, el Avatar y el nuevo Señor del Fuego; para Nala que su prometido se fuera a intervenir en aquella lucha no fue si no motivo de gran disgusto, el muy maldito junto con el avatar y el otro chico habían escapado la noche antes de su compromiso, y ella los odio bastante por eso, ya que no dejaba de culpar a esos dos y a la estúpida guerra por haber intervenido en su gran noche. Aun así, cuando todo finalmente terminó, creía que era su momento de brillar nuevamente, de ser el centro de atención.

Que equivocada estaba.

La llegada de la Tribu del Norte marcó una gran inseguridad en ella, especialmente por la princesa de su tribu hermana; Yue llamaba mucho la atención con su cabello blanco y porte ceremonioso. Hubo rumores de que su compromiso se rompería y el príncipe Sokka desposaría a la hija de Arnook para unir ambas tribus. Por primera vez sintió miedo de perder el lugar que le correspondía, por suerte la princesa ya estaba comprometida y ninguno de los dos jefes mostro interés en llevar acabo un compromiso entre los príncipes. Eso la hiso inmensamente feliz; aunque la presencia de la princesa en la tribu tampoco le era de su agrado, lo último que necesitaba una novia en su gran día es que hubiera otra que llamara mas la atención que ella, sin embargo era algo que podía remediar con facilidad, el cambio en su vestido fue su movimiento. Sería la novia mas esplendorosa y hermosa que jamás haya existido en la tribu. Que su familia fuera quienes controlaban el flujo de piedras preciosas y ricas telas le hacia el trabajo mas fácil.

Pero resultaba inevitable encontrarse piedras en el camino.

La luz se centró en alguien mas dejándola a ella en obscuridad mientras que la nueva prima de su prometido seguía en el escenario opacándola por completo y a su reanudado compromiso. Y eso era motivo suficiente para no soportar verla en esos momentos. Había algunos estúpidos que incluso se atrevieron a decir que era muy hermosa. Se reía internamente de eso, ¿Hermosa ella? de ninguna manera. Nala era por mucho, la mas hermosa en toda la Tribu del Sur, de eso estaba segura, pero la opinión pública estaba dejando muy por debajo a la futura reina de la tribu, especialmente el rumor que el viento helado llevaba a todo el sur, la redescubierta nieta de Hama, se estaba convirtiendo en el centro de atención de muchos jóvenes y jefes de clanes ¡Incluso su tío se atrevió a decir que sería una digna esposa para sus hijos! Que burla y humillación que dijera eso, especialmente en su presencia ¡Ella sería la próxima reina de la tribu! ¡Ella debía de convertirse en el objetivo inalcanzable de los hombres! ¡La mujer mas cotizada del sur! Pero de nuevo, quedaba en segundo lugar, desplazada por la sucia maestra agua frente a ella.

- ¿Cómo te atreves a hablarle de esa manera? – Batou intervino – Debes mostrarle respeto a Katara Nala – le regañó su primo.

Y eso fue el colmo para la prometida del príncipe; habiendo crecido dentro de una gran familia acaudalada estaba acostumbrada a que todos cumplieran sus ordenes y caprichos, y ahora que se convertiría en la futura Reyna de la tribu, que le dijeran que inclinara su cabeza ante la sobrina de Hama lo consideraba una humillación.

- ¿Por qué debería de hacerlo? – preguntó airosa – Soy la prometida del príncipe Sokka, es ella quien deberá de mostrar respeto hacia mí – se atrevió a decir – Creo incluso que de ahora en adelante todos deben inclinarse ante mi presencia.

Batou no creía las palabras que había escuchado, sabía que su prima era testaruda y orgullosa pero era el colmo lo que estaba diciendo – Katara es la sobrina de lady Kya, en sus venas hay sangre real ¿Y te atreves a ofenderla diciéndole que se incline ante ti? – enlistó Batou con enojo y vergüenza por el miembro de su familia.

Pero Nala estaba lejos de aceptar lo que había dicho su primo.

- Tal vez sea sobrina de Lady Kya, pero eso no la hace mas importante que tu o yo. No es mas que una sucia mestiza y de ninguna manera voy a bajar mi cabeza por ella - sus palabras provocaron impacto en los dos chicos frente a ella, al igual que los sirvientes y guardias que estaban ahí, la voz de Nala era escuchaba perfectamente por todos - ¿Y dices que tiene sangre real? – continuó con burla - La única sangre que corre por sus venas es la de una traidora a la tribu que le abrió las piernas a un hombre de la Nación del Fuego. Su sangre es mas sucia que...

El golpe la cayó de repente. Su cara giraba hacia un lado por la bofetada recibida y su mejilla roja dejaba en claro la fuerza del impacto. Batou miró inmediatamente a Katara, sus ojos ardían de una manera que nunca había visto.

- Jamás te atrevas a ofender a mi madre.

A pesar del rencor con que habló, el maestro agua percibió un profundo dolor en la voz de la chica a su lado, las lagrimas amenazaban con salir, pero antes de darle oportunidad ella se dio la vuelta dispuesta a dejar atrás todo lo que acababa de escuchar, apenas dio unos cuantos pasos cuando de repente una gran cantidad de agua la golpeó en uno de sus costados impactándola contra el muro de hielo.

Todos se quedaron sorprendidos por la acción del miembro de la Aurora, Batou impresionado no fue capaz de moverse hasta solo segundos después reaccionado a lo que acababa de pasar, cuando quiso reprender a Nala por lo que había echo, un látigo de agua golpeó a la chica con potencia arrastrándola al final del muelle.

Nala se inclinó mirando con profundo odio a Katara que se mantenía de pie frente al muro donde fue golpeada, había incluso una grieta detrás; al sentir un ardor aun mas fuerte en su mejilla llevó su mano ahí, al ver el rojo sus ojos se abrieron con impacto, ¡Estaba sangrando! ¡La maldita la hiso sangrar! Cerro su mano en un puño y sin importarle nada atacó.

Tal vez Nala nunca tuvo un entrenamiento como maestro agua, realmente había dejado a mitad su enseñanza pues su madre no consideró que una dama como ella debiera aprender tales practicas; sin embargo eso no dejaba en saco roto lo poco aprendido y por supuesto, añadiendo a eso que su hermoso rostro estaba dañado y el sueño de convertirse en la novia perfecta se veía ahora arruinado le daba un impulso aun mayor en el frenesí de los ataques que lanzaba contra la única culpable.

Batou, al igual que todos ahí se tuvieron que alejar del campo de pelea entre las dos chicas, le parecía increíble y casi imposible de creer el gran alcance de Nala, no tenía idea de que fuera así de fuerte, aunque a sus ataques le faltaba técnica y mejoramiento, su falta de experiencia lo igualaba con la ferocidad de sus golpes. Notaba como en pequeños momentos a Katara se le dificultaba bloquear sus embestidas de agua, pero una novata no podía compararse con la experiencia de la nieta de Hama, era realmente peligrosa en su forma de pelear, pero el punto débil de Katara era irónicamente ese, atacaba para matar, él mismo se había dado cuenta de eso en los combates que tuvo con ella, y ese mismo instinto asesino se veía suprimido en esos encuentros, lo que la hacía fallar en muchas ocasiones por evitar dañar a muerte a su contrincante. Los maestros agua usaban la ofensiva como ataque, pero Katara no, ella atacaba en puntos específicos para neutralizar y acabar con su oponente, era obvio que no deseaba matar a Nala, pero su contención le estaba haciendo perder en ese encuentro, y claro bien dicen por ahí, nunca te cruces en el camino de una mujer despechada o de una novia y su boda.

El agua se concentró en los brazos de Nala creando un pulpo donde lanzaba ataques continuos que se congelaban en el trayecto golpeando peligrosamente a su contrincante, tal vez Katara no deseaba matarla, pero Nala a ella si, lo dejaba mas que claro en sus golpes. Vio entonces que ya no podía seguir con esto mucho mas, de manera sorprendente manipuló el agua que salió por los bordes del muelle y creando una gran torbellino lo dejó ir en su contra, pero en los escasos segundos en que el agua se cerraba sobre Nala, dejó escapar un último pico de hielo directo a Katara, el golpe la alcanzó y menguó el ataque, pero aun así logró impactar a Nala, no tan fuerte como debería pero si lo suficiente para arrastrarla lejos.

Con rabia se incorporó viendo a la distancia a la nieta de Hama, la miraba con una seriedad y enojo que no la perturbó para nada. Ella estaba de pie, demostrándole que había ganado y sobre todo que estaba por encima de ella.

- ¡SUCIA MESTIZA DE LA NACIÓN DEL FUEGO! – gritó con odio - ¡NO ERES NADIE! ¡JAMÁS SERÁS ACEPTADA POR LA TRIBU! ¿ME ESCUCHASTE? ¡NO ERES MAS QUE UNA TRAIDORA PROVENIENTE DE UNA NACIÓN DE ASESINOS!

Pero Katara ya no deseaba escuchar mas, se dio la vuelta dando por terminado todo dejando a Nala y sus gritos atrás. Lejos estaba de saber que ella aun no había acabado, en su furia por verse ignorada lanzó un último ataque manipulando el agua que se encontraba bajo el muelle.

Katara escuchó el crujir bajo sus pies, y sin previo aviso el agua salió con gran impulso cuarteando el hielo; la parte donde ella se encontraba se derrumbó haciéndola caer al agua congelada, pero el ultimo golpe de Nala provocaría algo mas, al debilitar esa parte de los muelles también provocó que una torre perdiera su estabilidad, cuando Katara cayó al agua, un pilar de hielo se derrumbó sobre ella. El impacto de la torre provocó un gran estruendo que el area privada donde desembarcaban las góndolas para la familia real quedó completamente destruida, Batou saltó de nuevo a la embarcación donde llegó evitando la colisión y la ola creada por el hundimiento lo alejó del deteriorado muelle.

- ¡KATARA!

Sabía que estaba debajo del pilar de hielo, pero antes de que se quitara la parka y se lanzara al agua helada un segundo estruendo lo detuvo.

El puño de fuego golpeó con gran fuerza la torre que se hundía destruyéndola en cientos de pedazos, después el maestro fuego se dejo sumergir con un único objetivo. La observó hundirse, su cuerpo cayendo lentamente en las profundidades de aquel mar de aguas frías. Nadó hacia ella, cada brazada sentía como si mil agujas se clavaran en su cuerpo, la presión y el frio le dificultaba mas acercarse, pero no se detendría, con gran determinación logró alcanzarla, sujetó la pequeña mano con firmeza y después la atrajo a él. Sus cuerpos estaban pesados, la eliminación de los gruesos abrigos le hiso un poco mas fácil el ascenso, pero el aire era algo que le estaba haciendo falta y cargando otra persona no le resultaba muy fácil llegar a la superficie; una figura que conocía a la perfección descendió hasta él, cuando el dragón llegó a su amo abrió sus fauces jalando a ambos lejos de las profundidades congeladas.

El dragón salió del mar dejando a muchos impresionados, descendió en uno de los puertos aledaños donde otras góndolas o barcos menores se encontraban. Muchos curiosos se acercaban, el animal se había alejado de la pareja pero se mantenía en guardia silenciosa cerca de ellos. Las personas que estaba ahí observaba todo sin saber que hacer. Zheng junto con el resto de la guardia personal de Zuko llegaron de inmediato, se detuvieron al instante al ver la escena frente a ellos.

- Katara...

Estaba en sus brazos, su cuerpo tan frio como la nieve bajo sus pies, la sangre comenzó a correr por un costado de su cabeza manchando su mano.

No podía ser, no otra vez.

Un intenso miedo lo cubrió y con gran impotencia acercó mas su cuerpo al suyo – No me dejes, por favor no lo hagas – Presenciar como era sepultada por hielo y agua era tal vez, la última forma en que imaginó su recuentro con ella después de mas de un año sin haberla visto. Su corazón se había detenido no de emoción si no de terror por lo que veía. Pareciera una broma macabra del destino por ponerla a ella en situaciones tan peligrosas. Creyó que la perdería hace dos años, y la historia parecía volverse a repetir.

Un viento helado lo hiso levantar la cabeza – Aang...

Al monje casi se le cae el alma al suelo por ver a su amiga en tal estado, su piel era mas pálida de lo normal y la sangre que escurría por su cabeza no mejoraba en nada la situación.

- Haz algo, por favor.

Sin perder mas tiempo se acercó a ellos, se puso de rodillas y colocando una mano en la frente de Katara comenzó a manipular el agua que los rodeaba, el brillo llegó con fuerza, la sanación de la herida al punto de no dejar marca, pero ella seguía dormida, y tan fría.

- ¿Por qué no reacciona? – el pánico en la voz de su amigo.

- Necesita entrar en calor – inmediatamente hiso que el agua que los mantenía empapados abandonara sus ropas, los secó al instante – Zuko – con una mirada le dijo que hacer.

Acercó su cuerpo hasta que la cabeza de la maestra agua quedó en el hueco de su cuello, en ese momento, su calor comenzó a aumentar.

Muchos miraban curioso lo que pasaba, para ese momento Batou había llegado esperando ver que lo que estaba sucediendo y si Katara se encontraba bien, se detuvo en seco cuando quedó frente a ellos, él junto al resto de las personas jamás olvidarían lo que sus ojos vieron.

Su calor interno aumentó, pero eso no era suficiente, porque era su propio cuerpo el que estaba recibiendo el cambio de temperatura pero era ella quien lo necesitaba y había una forma de transmitirle esa energía. Una lucecita salió de él como un resplandor y a ella le siguieron otras, las flamas comenzaron a cubrirlo, el Señor del fuego, literalmente estaba cubierto de fuego, el cual se expandió a la chica que estaba en sus brazos. Pero las llamas no los quemaban, no calcinaban la ropa ni la carne, bailaban sobre ellos de manera armoniosa besando con suavidad su piel, un fuego dorado que los cubrió a ambos.

Sintió un suspirar en su cuello y fue en ese momento que se separó para observarla. Sus ojos azules se abrieron por un momento y su corazón latió desbocado llevando un nuevo calor a todo su cuerpo. Pero el gusto le duró muy poco, ella de nuevo parecía desmayarse. Las llamas poco a poco se desvanecieron hasta extinguirse por completo.

- Estará bien – la mano del monje sobre la frente de la maestra agua – Solo tiene que descansar.

Una mirada de confianza de los ojos grises hiso que se calmara finalmente, la observó de nuevo, el color había vuelto a ella, sus mejillas se veían sonrosadas y su cuerpo había recuperado el calor perdido. Dejó salir un suspiro de tranquilidad. Sin soltar su férreo agarre se levantó con ella en brazos. Su guardia inmediatamente lo rodeó creando un perímetro seguro para él. Llamando a Druk fue como volvió al palacio de hielo de manera mas rápida.

Las casas termales eran un destino turístico para muchos nativos del sur, resultaba realmente extraño como a pesar del intenso frío que dominaba en el polo existieran aquellas termas muy valoradas por todos, y por supuesto que no dudaron en sacarle provecho; un gran hotel fue construido a su alrededor, con secciones de alto lujo y otras mas estandarizadas. Muchos jefes de clanes y comerciantes se quedaban ahí cuando se encontraban de viaje de negocios en la tribu, pero ahora con la boda del príncipe se hallaba abarrotado, aunque los jefes de clanes se hospedaban en el palacio, hubo otros que disfrutaron de sus habitaciones y aguas calientes, como Piandao.

Se podía decir que no era muy fanático del clima helado, pero en las termas encontraba un relajante equilibrio. Aunque su cuñada insistió en recibirlo en el palacio, el espadachín no tomaría lugar hasta que sus hija estuviera con él, mas que nada trataba de atrasar su estadía. No negaría que el palacio era un lugar asombroso y muy cómodo, pero de cierta manera no podía dejar de pensar que estaba un poco fuera de lugar la atención que estaba recibiendo. El no se creía mas que nadie ni menos, era un hombre común que vivía según sus normas y virtudes, que su difunta esposa fuera la hija de una líder de clan y su cuñada la reina de la Tribu del Sur, no hacía demasiado efecto en el espadachín de la Nación del Fuego; había conocido a Kaya como una maestra agua naufrago, perdida en ese nuevo mundo al que apenas salía y nada mas, no era una princesa ni una guerrera, para él siempre fue la chica de hermosos ojos que vino del mar y eso fue suficiente para él.

- Se esta preparando.

Miró a Iroh que estaba frente a él. Ambos bebían té en los salones privados del gran hotel.

Suspiró – Me lo imaginaba.

Un recuerdo de hace dos años llegó a su memoria.

Despertó al sentir la presencia, sus sentidos agudizados le alarmaron, pero se calmó y sorprendió en el momento de ver quien era el intruso. Después del terrible susto que pasó por la convalecencia de su hija, lo último que deseaba hacer era separarse de ella, además de la princesa del Reino Tierra, hubo una visita nocturna que no esperaba. El ahora Señor del Fuego estaba de pie al lado de la cama donde descansaba su hija. La obscuridad gobernaba, solo una pequeña lámpara daba luz creando sombras sobre las figuras que ahora estaban despiertas; Piandao no deseaba creer la predicción de Wu. Supo reconocer el interés que le dedicaba el príncipe cuando se encontraron en Ba Sin Se, fue claro en el momento en que se enteraron que algo malo les había sucedió a ella y a su amiga; sin embargo, después de eso no pudo percibir algo mas entre los jóvenes. Katara seguía con su temple calmado y sereno. Solo por un momento creyó entonces que no había nada mas entre ellos que una amistad valorada; incluso en la isla de los guerreros del sol donde se encontraron meses después, ella y el príncipe mantenían el lazo de amistad. Pero fue hasta ese instante en que se dio cuenta lo equivocado que estaba. La forma en que la miraba, sus ojos dorados brillando con algo mas que la poca luz del fuego y la evidente preocupación mostrada le decía todo.

Resultaba mas que obvio que la amaba.

- Se encuentra bien – su voz no lo inmutó, solo hiso que desviara por unos segundos la mirada hacia él para después observar de nuevo a su hija – La maestra agua del norte logró sanarla.

No respondió.

Lo observó entonces con detenimiento, su vestimenta como ahora nuevo gobernante, incluso su porte le decía algo mas, sus manos se mantenían en su espalda, con seguridad le quemaban por tocarla, pero no lo haría en su presencia, al menos estaba siendo respetuoso. Aunque entrar a la habitación de una dama en horas no adecuadas, por muy Señor del Fuego que seas no es nada apropiado; aun así supo entender que estaba preocupado y agradeció el interés, ni siquiera él se hubiese sentido tranquilo hasta comprobar con sus propios ojos que estuviera sana y fuera de peligro.

Un suspiro de calma y de pronto los ojos dorados se fijaron en él – Maestro... – la determinación en su voz fue mas que clara. Sabía lo que le diría.

- No.

El Señor del Fuego lo miró con gran asombro y miedo. Cruelmente disfrutó de verlo así, aunque sea por unos segundos.

- Esta noche, es la segunda vez que creo que pierdo a mi hija. No deseo perderla otra vez – sentenció - Al menos... no dentro de un año o dos – agregó al final.

Miró al joven al otro lado de la cama sabiendo que había entendido el mensaje. El solo le sonrió con la seguridad de que ahora contaba con su bendición, pero debía de esperar por ella, y aquello fue algo a lo que no se pudo negar.

Le sorprendió bastante lo bien que su hija y el Señor del Fuego mantenían en completa discreción la relación, ni siquiera estaba seguro, en esos momentos si en verdad existía alguna pues se mostraban con gran respeto el uno con el otro cuando estaban juntos, aunque nunca solos; de no ser por la platica de esa noche hace dos años, ni siquiera sospecharía que su hija se encontrara enamorada del joven Señor del Fuego. Pero habiendo relación o no, eso no evitó que dejara a su hija partir al Reino Tierra el año pasado y al polo sur al siguiente; aunque nunca lo admitiera, él incluso estaba atrasando aquella declaración, era un padre después de todo y siendo Katara su única hija no la dejaría ir tan fácilmente.

- Ha hablado discretamente con algunos consejeros y sabios al respecto – continuó Iroh – Creo que no pasará mucho tiempo antes de que tengamos otra boda real.

- No es eso lo que me preocupa Iroh – declaró finalmente – Sabes que no será fácil y se que muchos mas se opondrán. Es joven y otros querrán la oportunidad de convertir a sus hijas en su esposa, que elija a Katara lo pueden considerar una ofensa, especialmente por su condición y en vista la fragilidad que posee la nación en estos momentos, un disgusto como ese puede acarrear consecuencias nada deseables, será echar a la borda todo lo que se ha conseguido en estos pocos años.

Fue el turno de Iroh de suspirar, el incluso había llegado a la misma conclusión, pero al menos Zuko parecía moverse a su ritmo. La semilla de la intriga había sido plantada cuando el tema, en una ocasión salió a la luz durante una reunión, aunque el demostró el interés que sus concejales deseaban si los dejó con la pequeña duda cuando él, sin haberlo dicho de manera abierta, les dio a entender que tal vez ya tenía pensado en quien se convertiría en su esposa en el futuro. El tema quedó ahí, y los consejeros se quedaron felices al saber que su señor estaba tomando en cuenta tan gran paso y responsabilidad que recaía en él. La procreación de herederos era algo fundamental pues demostraba la solidez de su gobernante y la aseguración de la línea real, solo les quedaba saber quien sería la elegida y de ninguna manera se atrevieron a indagar al respecto o peor aun a sugerir a alguna chica; se habían dado cuenta desde el inicio de su mandato que había ciertos temas donde no tenían derecho a involucrarse, como cuando hablaron sobre su madre, el retorno de la princesa de la nación fue para su desgracia la demostración de lo poco que le importaba al Señor del Fuego las opiniones que aun persistían de un gobierno absolutista y el dictamen que dio al respecto los dejo callados para siempre. Desde entonces, ninguna tema que involucrara sobre la vida privada de su señor y los cercanos a él fue mencionado de nuevo.

Realmente esperaba ver de que manera lograba su cometido con la maestra agua. después de dos años seguramente había pensado en algo, o eso creía.

Haru caminaba por las calles de la ciudad de hielo, estaba muy impresionado, jamás creyó que se encontraría en tan extraordinario lugar; poco recordaba mientras hacia su forzoso entrenamiento como soldado haber escuchado hablar sobre los maestros agua y su forma de vida, muchos indagaban al respecto pues nadie había podido llegar a ellos, a acepción de lo que paso en el norte, pero las habladurías quedaban muy en corto con la realidad. Resultaba realmente fascinante y agradecía poder estar ahí, una de las muy pocas personas proveniente de la Nación del Fuego que podría decir eso.

Al finalizar la guerra se sintió sin rumbo, ciertamente nunca quiso ser soldado, pero rehacer la vida del campo con sus padres tampoco era algo que deseara, así fue que terminó, de alguna extraña manera, convirtiéndose en alumno del gran maestro Piandao. Su cercanía a la maestra Katara le permitió eso, después de haber fungido como su escolta, papel que creía que no podía llevar a cabo con eficiencia, fue que se dio cuenta que en verdad ansiaba volverse fuerte, no quería que lo hicieran de lado como el día del cometa, el deseaba ayudar y si lo había de hacer de cualquier manera tenía que estar preparado para ello. La oferta le había llegado por sorpresa del mismo maestro, y el la aceptó con gratitud, un nuevo desafío que estaba dispuesto a cumplir y que hasta ahora podía decir con orgullo que era un muy buen estudiante y su progreso había sido grande. De ninguna manera podía considerarse débil ahora.

Un grupo de chicas sonreían a la distancia al verlo, como todo joven no perdió tiempo y les regresó el gesto provocando que entre ellas sonrieran aun mas mientras conversaban algo solo para su oídos. A pesar de no tener lazos de sangre con la familia del maestro, fue invitado al igual que Fat en visitar la tribu, dos veces con esa ocasión, para esos momentos el asistente de Piandao se encontraba por algún lado disfrutando de la comida que tantos lugares ofrecían al igual que él. Los diferentes tonos de ojos azules seguían mirándolo y no pudo evitar el pequeño sonrojo en sus mejillas, que él juraría era provocado por el frio. De pronto observó como el grupo de chicas se tensaba y literalmente huyeron del lugar, sin entender siguió su camino pero se detuvo en seco al ver a la persona que ahora estaba parada a su lado.

Se tragó el trozo de pescado que tenía en su boca sin haberlo masticado apropiadamente.

- Maestra Hama – reconoció de inmediato. Después de pasar por la impresión le hiso un saludo de respeto.

La matriarca conocía a la perfección al discípulo del maestro de la espada, aunque siendo él uno de los pocos que no vestían los tradicionales colores de la tribu, resultaba fácil reconocer su procedencia, a pesar de no llevar el tradicional rojo, el color gris metálico y negro resaltaban enormemente sobre el blanco y azul.

- ¿Tu señor esta aquí?

- Sí, el maestro Piandao se encuentra en las casas termales.

La vio sonreír con gusto, pero, para el aprendiz de esgrima aquel gesto fue un poco aterrador, la abuela materna de Katara daba mucho miedo. Antes de que pudiera decir algo mas un estruendo llamó la atención de ambos y prácticamente de todos los que se encontraban en las calles, su vista fue directa al palacio; la clara imagen de una torre derrumbándose.

- ¿Un ataque? – por instinto llevó su mano a la empuñadura de la espada que estaba en su cintura.

- No lo creo.

Después de eso vieron al animal rojo adentrándose al agua y saliendo de ella rápidamente.

- Es el Dragón del Señor del Fuego.

Hama tenía un muy mal presentimiento - Ve a decirle a tu señor ¡Rápido! – le ordenó, sin esperar un segundo mas el joven desapareció entre el mar de gente que se estaba reuniendo, ella fue directo a los muelles.

Cuando Sokka vio a Druk volando por un costado del palacio y detenerse en un lugar en específico, supo que algo tenía que ver con el estruendo que escuchó momentos atrás, no fue demasiado fuerte, pero era mas que obvio que algo había pasado. Sin detenerse corrió hasta las habitaciones donde sabía, Zuko y su familia se encontraban. Se detuvo solo un momento para tocar pero aun cuando lo hiso abrió la puerta de hielo.

- ¿Zuko? – entró a la habitación, pero lo primero que vio fue a Katara en la cama del maestro fuego - ¿Qué paso?

- Fue atacada, ahora esta bien – le respondió con extraña calma.

- ¿QUÉ? ¿CÓMO QUE FUE ATACADA? ¿POR QUIEN?

- No lo se, una chica de la tribu supongo.

- ¿Y porque paso?

Sokka no entendía, Katara no era de las que peleaban o se involucraban en esas cosas, las únicas veces que la había visto en combate era contra Batou, pero eso era por entrenamiento.

- Supongo que porque era de la Nación del Fuego.

Lo dijo con su vista fija en ella. Lo había escuchado claramente, de echo presenció parte de la pelea mientras se dirigía a los muelles con su madre; los ataques de agua eran percibidos a pesar de la muralla y el arco que dividía los muelles de la entrada al primer patio del palacio, la distinguió a la distancia; peleaba contra un oponente que no logró ver, en un instante se detuvo después de haber lanzado un ataque, supo que ganó, escuchó a la perfección las palabras hirientes, cuando se dio la vuelta lo miró por un momento, reconociéndolo, sus ojos le dijeron la sorpresa de verlo, pero después se cubrió en hielo y agua.

- ¿Qué quieres decir?

La confusión en su amigo era mas que evidente.

- No se porque comenzaron a pelear, pero el echo de que Katara fuera de la Nación del Fuego me temo que tuvo que ver en eso.

El movimiento de cabeza a manera de evidente reprobación e incredulidad. Jamás pensó que alguien de su propia tribu iniciara un enfrentamiento por algo como eso. Él era consiente de que algunas personas, especialmente del reino tierra, odiaban aun a los originarios del este; pero no creía que ese odio se extendiera hasta su tribu, porque realmente no habían tenido mucho problema en repeler a los soldados en tiempos de guerra. Se defendían, eso era todo, nunca hubo bajas considerables ni ataques que lamentar, a excepción del día del cometa cuando salieron a ayudar, sin embargo aun así, las bajas no fueron demasiadas, no como lo estimaban. Cuando la paz llegó, realmente no cambió demasiado en la vida común de la tribu, excepto que ahora no debían de estar en extrema vigilancia día y noche. Sin embargo y al parecer si existía un rencor hacia la nación del elemento flameante, entonces, el desquite venía de manera natural así como el repudio. Sus propias conclusiones lo estaban llevando a algo que no le gustaba, si era comprensible que algunos, y no todos, tuvieran algo en contra de los maestros fuego entonces resultaba obvio que disputas como esa se dieran lugar, pero aun después de dos años no había pasado nada como eso, especialmente por la evidente ausencia de ciudadanos de la Nación del Fuego que había en la tribu, a excepción de Katara, y que fuera precisamente ella quien estuviera involucrada era lo mas desconcertante.

La observó entre las pieles; una imagen similar de hace dos años. Un gran enojo lo cubrió al igual que la vergüenza de que su propia gente hiciera algo por ese motivo. No solo por el echo de que Katara fuera su prima, si no también, que acciones como esas no podían ser permitidas. Estaban en paz ahora, él principalmente había peleado por eso, que otros tratasen de destruir o de no ver lo que habían logrado resultaba muy molesto. El racismo sería algo que no toleraría dentro de su tribu.

– Me aseguraré del que se atrevió a hacer esto lo pague – sentenció el príncipe.

- ¿Aun si es tu prometida?

Observaron a Aang entrar por el balcón. El maestro aire adolescente no se veía muy feliz, se había quedado atrás para reconstruir el muelle y levantar la torre, el poder de sus habilidades se lo permitía dejando todo como una vez fue. La conmoción por lo sucedido fue grande y muchos hablaban al respecto, pero Aang hiso sus propias conjeturas al mirar a la prometida de Sokka a la distancia. Sus gritos de evidente molestia mientras entraba al palacio no pasaron desapercibidos para el avatar. Una explicación fue lo primero que pidió y la única persona que en esos momentos parecía dispuesta a hablar fue un joven gondolero al servicio de la chica de la Aurora.

- Nala ofendió a la madre de Katara – explicó - Ella la abofeteó pero fue tu prometida la que inició el enfrentamiento.

Sokka no creía, sin llegar a ofender a su amigo, que Nala pudiera hacer algo como eso; que insultara a la madre de Katara resultaba un poco fuera de lugar, es decir, ni siquiera la conoció. Entonces ¿Qué motivos tiene Nala de odiarla? ¿Solo porque era de la Nación del Fuego? Honestamente debía de existir algo mas que eso.

Por otro lado...

Él había visto a Katara pelear y de ninguna manera cruzaba por su mente la idea de que fuera vencida por Nala, especialmente porque según sabía que su prometida ni siquiera había entrenado adecuadamente como maestra agua. Parecía inverosímil que fuera Katara la que estuviera inconsciente y no al revés si es que en verdad se había enfrentado a su prometida. Sin embargo que Aang lo dijera significaba que era verdad, de ninguna manera dudaría de la palabra de su amigo.

- ¡Oh, Katara!

Se sorprendieron de la entrada de la reina de la tribu, Kya inmediatamente se sentó al borde de la cama mirando a su sobrina con evidente preocupación, tocó su rostro esperando que ella despertara.

- Sokka - los tres voltearon a ver al jefe de la tribu que entraba a la habitación, los ojos azules del jefe pasó de ellos a la chica que estaba en la cama. Solo un segundo después miró a Zuko.

.

El estruendo de la puerta de hielo al cerrarse casi provocó grietas en ella.

- ¿Me puedes decir que fue lo que paso?

Akina observaba como su hija se pasaba por la habitación echa una furia, Inmediatamente cuando supo del incidente fue con ella. Nala la ignoró por completo. Dejó caer el fino abrigo completamente empapado e inutilizable, lo primero en hacer fue caminar hasta su espejo y ver la herida en su rostro.

- ¡ESA MALDITA ME HISO ESTO! - gritó sin contención, rápidamente tomó un pañuelo e hiso presión en su mejilla lastimada – LLAMA A ALGUIEN ¡RÁPIDO!

La imagen que le regresaba el espejo no fue algo que le gustara además de la línea roja en su mejilla. El cabello estaba desordenado, mechones sueltos le daban un aspecto que jamás aceptaría, su maquillaje corrido en líneas negras bajo sus ojos ¿Así había entrado al palacio? ¿TODOS LA VIERON CON ESE ASPECTO? Su enojo creció mas y solo pudo culpar a una sola persona

La puerta se abrió de nuevo solo para dejar ver al jefe de su clan mas enojado que nunca acompañado de su hijo que compartía su humor.

- ¿Atacaste a la nieta de Hama? – no lo gritó pero su furia era mas que evidente. Nala no se inmutó por el temperamento de su tío.

- ¡Mira lo que me hiso! – señaló su rostro – ¡SE LO MERECIA!

- ¿Cómo por todos los infiernos te atreviste a hacer tal estupidez? – se acercó a su sobrina con el enojo saliendo de cada poro.

- No fue su culpa – intervino Akina – Seguramente esa chiquilla comenzó todo.

- Así es, ella me atacó primero, me dio una bofetada ¡Y después me golpeó haciéndome sangrar!

- ¡Por que tu la ofendiste, y fuiste tu quien inició la pelea! – aclaró Batou.

El jefe del clan estaba mas que informado al respecto, todos en el palacio lo estaban, su propio hijo le informó de lo sucedido sin omitir nada, especialmente la identidad de las personas que presenciaron todo, y las que intervinieron; para esos momentos seguramente ya habían llegado a oídos del jefe Hakoda lo que pasó y lo que seguiría no sería nada bueno.

- ¡A mi me insultaron primero! – seguía defendiéndose – ¡Esa maldita mestiza, al igual que tu Batou!

La palabra mágica había salido al aire y su tío la miró con un nuevo desagrado al igual que su hijo.

- Esa mestiza como tu la llamas no es cualquier persona – habló Batou, por su tono de voz dejaba en claro que odiaba lo que acababa de decir su prima – Es la nieta de Hama, de ninguna manera se quedara de brazos cruzados por lo que acaba de pasar y sobre todo – se acercó mas a ella – El mismo Señor del Fuego escuchó como la insultabas a ella y a toda su Nación.

- Una Nación que sostuvo una guerra de mas de cien años – habló de pronto Akina, parándose al lado de su hija mostrando apoyo mientras posaba sus manos en sus hombros – No tienen ningún derecho a mostrarse ofendidos después de todo lo que causaron.

- Tal vez sea así, pero eso no quita el echo de que ahora son aliados – habló el jefe de su clan, vio que su hermana quiso decir algo pero la calló de inmediato - Ninguna de ustedes dos sabe el alcance de lo que ha pasado. Hay sombras muy poderosas detrás de esa muchacha y ninguno estará muy contento con lo que acabas de hacer especialmente el por qué lo hiciste.

Miró a Nala seriamente, trataba muy en el fondo que se dieran cuenta de la estupidez que había sido enfrentarse a Katara. Era una ciudadana de la Nación del Fuego, miembro de la familia real de la tribu por segunda línea, nieta de una de las mas grandes maestras agua y de un clan altamente reconocido por su fuerza, y no estaba precisamente en buenos términos con la matriarca de aquel clan, sabía que Hama solo estaba en busca de una excusa para terminar la boda de su sobrina, odiaba a Nala de manera muy evidente y lo que acababa de pasar le daba la oportunidad perfecta de acometer en su contra. En ningún momento dudó de la palabra de su hijo cuando le contó el porque del inicio de aquella pelea. Maldijo el momento en que se dejó convencer por su hermana para que Nala se convirtiera en la prometida del príncipe Sokka.

Según marca la tradición la esposa del príncipe heredero sería escogida de uno de los clanes, el suyo era el correspondiente en ese momento, por lo general, la chica escogida era la hija de los jefes, pero él tenía dos hijos y la segunda opción fue su sobrina. Aunque lo correcto hubiera sido hablar con otros hombres del clan para llegar a un acuerdo sobre quien se convertiría en la prometida del príncipe, Nala mostró mucho interés en el papel y de ninguna manera dejó que alguien mas tomara ese lugar. Su propia aceptación de tal responsabilidad fue otro grano añadido a la balanza al favor de su sobrina, lo último que deseaba era obligar a una jovencita a casarse, aun si se trataba del príncipe de la tribu. Sin embargo, Nala podría ser tan educada como cualquier jovencita de su posición, pero incluso el dudaba si fuera apta para tal responsabilidad como convertirse en una soberana. Conocía demasiado bien a su sobrina como para saber que era capaz de hacer algo estúpido que arruinara todo. Siendo honesto, sabía que su temperamento caprichoso, todo producto de los mimos de su hermana, tendrían consecuencias, y ahí estaban, la predicción echa realidad y con la peor persona se tuvo que producir aquel error. No se trataba de una simple discusión, había tenido alcances fuera de rango y las consecuencias serían también igual de grandes.

Un golpe en la puerta lo detuvo de darle el sermón de su vida a su sobrina. Una sirvienta con un único mensaje.

- El jefe Hakoda lo espera a usted y a su hijo para una audiencia en el salón del Jefe de inmediato.

El líder del clan de la Aurora miró de nuevo a su sobrina, a pesar de que ella fue la culpable de todo ese alboroto, era obvio que sería él quien daría la cara y pagaría por los platos rotos.

- Turk – le habló su hermana antes de salir - No fue culpa de Nala.

La miró como si fuera un chiste – Eso lo decidirá el Jefe Hakoda - sentenció dando por seguro que él no metería las manos al fuego por ella.

- No pueden hacerme nada – habló Nala cuando su tío y su primo salieron – Fue ella la que empezó, es ella quien debe de ser castigada. Ofender a la prometida del príncipe no puede pasar por alto.

- Así es querida.

Su madre acaricio su cabello haciendo una mueca por su mal aspecto, sin decir mas le hiso que se cambiara de ropa, de ninguna manera permitiría que su hija fuera vista de esa manera.

- Padre – Batou le habló mientras caminaban por los pasillos de hielo hacia el salón del Jefe – Debí de haber intervenido, no debí de haber dejado que esa pelea continuara – apretaba con fuerza sus puños.

- No es tu culpa hijo – le dijo con cierta calma, miró a su padre, por extraño que pareciera se veía tranquilo.

- Si te soy honesto no pensé que Nala tuviera tal alcance.

Su padre solo suspiró - ¿Sabes algo de ella? – preguntó después.

- Creo que esta bien, el avatar y lord Zuko la ayudaron – recordó el fuego dorado cubriéndolos a ambos en un intento de darle calor. Realmente no pensó que algo como eso fuera posible, un fuego que no quemara.

Se detuvieron en la gran puerta. Sin ningún rastro de temor entraron al salón.

.

Tanto Iroh como Piandao entraron rápido al palacio, solo escuchaban habladurías e historias incompletas sobre lo que había pasado, pero en todas no se dejaba mencionar del ataque sufrido hacia Katara por parte de la prometida del príncipe Sokka. Y por tercera vez Piandao se sentía al borde la histeria. Sus pies los dirigían a las habitaciones donde los procedentes de la Nación del Fuego se hospedaban. La primera persona a quien vieron fue a Zheng, la guardia personal de Zuko inmediatamente se movilizó al enterarse del atentado, aunque su señor no estuvo involucrado directamente eso no evitó que se desplazaran a su disposición, especialmente después de que vieron como se adentro a la fría agua.

- Ella esta bien – sus palabras dirigidas al hombre moreno.

El maestro de la esgrima suspiró, pero eso no quitaba del todo la preocupación por su hija, Zheng los condujo a la habitación de su señor, por ordenes de la princesa Urza había ido en busca del padre de la maestra agua, Katara ya había despertado.

- Papá.

Piandao la abrazó al momento de verla, le era inevitable - Por Agni, ¿Nunca dejarás de darme preocupaciones?

- Lo siento – habló avergonzada – Todo esto fue mi culpa, no debí de haber golpeado a Nala – trató de explicarse.

- Jamás te disculpes por lo que hiciste - miraron entonces a Hama que estaba sentada en el otro extremo de la habitación bebiendo té tranquilamente – Si hay algo que lamentar es que hayas dejado que ella te venciera, pero incluso hasta yo hubiera bajado mi guardia si me enfrentaba a esa mocosa.

Aunque Katara no deseaba estar de a cuerdo con su abuela no se atrevía a contradecirla. Siendo honesta consigo misma no se arrepentía de haberla abofeteado, pero en el fondo sabía que no era esa la manera correcta en que se debían arreglar las cosas. Sin embargo que la atacara con agua le tomo desprevenida y aceptó la oferta de su duelo como una manera de dejar salir el odio que se había formado en ella por el insulto previo. Así, en conclusión ella también tuvo la culpa de que las cosas se salieran de control terminando en una pelea que casi acaba con su vida; visto desde otro ángulo resultaba estúpido morir por algo como eso, aun si la memoria de su difunta madre había sido insultado, pero era precisamente ese detalle lo que la hacía no arrepentirse del todo por lo sucedido, contrariándose a si misma, Katara no sentía el mínimo de arrepentimiento por haberse enfrentado a Nala, y efectivamente así como lo decía su abuela, solo se arrepentía por haberse dejado vencer, porque siendo honesta, de haber querido, la había eliminado con el primer golpe de su látigo de agua y una simple cortada en su mejilla hubiese sido el mínimo de sus preocupaciones para la prometida de su primo.

- Solo espero que esto que no traiga malas consecuencias - miraron entonces a Iroh.

- ¿Qué quiere decir? – pregunto Katara.

- Acabamos de salir de una guerra, la Nación del Fuego aun no es vista con buenos ojos, y aun siendo una maestra agua eres de la Nación del Fuego Katara – terminó de agregar.

Y entonces sintió como una terrible sensación se situaba en su estómago.

- No tienes nada de que preocuparte – habló tranquilamente Hama mientras bebía de su té – Aunque tal vez tu fuiste la que dio el primer golpe – porque ya estaba al tanto de lo sucedido - Hay algo aun mas importante que tomar en cuenta, y se con seguridad que Hakoda ya se ha percatado de eso.

Sonrió con gusto mientas degustaba de su té.

Zuko no se encontraba con ellos y Iroh sabía con seguridad que estaría en la reunión con el jefe Hakoda y otros líderes de clan, supo que estaba en junta cuando llegaron al palacio. Lo sucedido no era algo que pasaría desapercibido especialmente por las involucradas. Deseó estar con sobrino en esos momentos, pero confiaba de alguna manera que Zuko sabría manejarlo correctamente. Solo esperaba que sus sentimientos hacia la maestra agua no influyeran de manera contraproducente para él.

Akina junto a su hija esperaban pacientemente en su habitación, hasta que su presencia fue solicitada en el salón del jefe. Ninguna se inmutó por ello, al contrarío sintiéndose tan dignas como su posición lo permitía ambas fueron conducidas a donde se le había llamado.

- ¿Qué es lo que sabes? – preguntó con discreción a la sirvienta que la guiaba.

- Aun no sabemos sobre lo que se habló en la junta, pero sé que lady Katara también fue invocada.

Una sonrisa de satisfacción en su rostro. Sabía lo que pasaría y le gustaba aun mas la idea de estar en primera fila cuando la obligaran a disculparse por la falta que cometió. Ella era sin lugar a dudas culpable por lo que había pasado, y por supuesto Nala no tenía la culpa de que casi muriera en la pelea, solo demostraba lo fuerte que era su hija. Que la otra fuera torpe y estúpida como para aceptar el enfrentamiento aun sabiendo que no podía ganar y resultar lastimada había sido decisión de ella. A la forma de ver de Akina su hija no había echo nada malo.

Katara sentía que su corazón saldría de su pecho mientras se acercaba al salón del jefe. Su abuela tal vez mostraba una gran calma por lo que había pasado y se notaba tan confiada e incluso feliz, pero ella estaba lejos de compartir aquel sentimiento. Realmente, hasta ese momento que caminaba como si fuera directo a su sentencia de muerte se dio cuenta de la gravísima falta que había cometido. Especialmente después de lo que dijo el señor Iroh.

Acababa de terminar una guerra de cien años contra la Nación del Fuego ¡Su nación! Y obviamente que ella atacara a la prometida de su primo no era algo bueno en absoluto. La fragilidad de la paz estaba juego, su patria, con mucho esfuerzo y trabajo se estaba limpiando poco a poco de aquella mala reputación que aun le precedía. Y ella, con mano limpia en forma de una bofetada acababa de echar a la basura el poco avance que habían logrado. Debió de haber sido mas consiente en ese momento, las consecuencias de su impulsividad podría resultar en una enemistad con la tribu. El orgullo quedaba muy por debajo si la paz y el equilibrio estaban en juego. Se encontraba en una situación muy delicada en ese momento, por defender la memoria de su madre había ofendido a la familia de su tío al agredir a Nala, quien indirectamente formaba parte su familia ahora. Por su parte, ella ni siquiera podía decir lo mismo; apenas y unos meses que los había conocido, no podía decir con orgullo que era un miembro de su familia, ya no se creía merecedora de eso, porque, a final de cuentas, Katara no era un miembro de la tribu, ella era una ciudadana de la Nación del Fuego y aunque compartiera lazos de sangre con lady Kya no hacia menor su ofensa o que fuera pasada por alto.

Recibiría sin reclamo el justo castigo y rogaría de ser necesario que no se le reprendiera a su nación por la falta cometida por ella.

Iroh estaba a su lado al igual que su padre y la princesa Urza. Como si trataran de transmitirle un poco de valor. Algunos miembros de la guardia de Zuko también la acompañaban, pero eso la hacía sentir como una prisionera siendo escoltada a su juicio, lo cual no estaba lejos de ser verdad. Cuando Nala y su madre llegaron no paso por alto la mirada de evidente satisfacción en sus rostros, notó entonces como la herida en su mejilla estaba aun expuesta, levemente sanada, como tratando de exponer a manera de evidencia lo que ella le había echo. Maldita tramposa, trato de ignorar su actitud alzada y confiada; sabían en el fondo que ella sería la que pagaría por todo lo causado. Respiró con profundidad esperando que terminara rápido.

Las puertas se abrieron, pero cuando madre e hija quisieron entrar el guardia las detuvo.

- Solo su hija entrará al salón – advirtió.

Sintiéndose ofendida dejó que Nala se adentrara. Ella quería presenciar el castigo hacia la chica de la Nación del Fuego, pero se contuvo de decir cualquier comentario. Sin mas se hiso aun lado esperando con satisfacción que fuera su hija quien le contara de su propia boca lo que pasó.

El salón ovalado dejaba ver a la perfección a las personas ahí reunidas. Katara sintió la mirada de los líderes de clan que ahí estaban, de alguna manera no quería verse humillada delante de ellos al haberlos ofendido por la falta que cometió, pero era algo que resultaba imposible de evitar, miró entonces su ropa, vestía de azul y por un momento no se sintió digna de llevarlo.

Bajaron las escaleras de hielo cubiertas de pieles hasta que tomaron lugar al centro del salón. Las plataformas que alzaban desde sus cabezas permitían una vista panorámica perfecta de las personas que estaban ahí ubicadas. El jefe Hakoda al centro frente a ellas, su esposa Kya y el príncipe Sokka a sus costados, un nivel abajo, al costado de Sokka estaba Aang y a su izquierda el Señor del Fuego sobresalía en color rojo. Nala miró a su tío ubicado a la derecha de lady Kya. El resto de los líderes, incluyendo al maestro Pakku observaban distribuidos en los escalones del salón.

Se hiso un silencio mientras las chicas tomaban lugar esperando por lo que les dirían.

Katara observó de reojo a Zuko. La vergüenza pintando en su cara le hiso incapaz de sostenerle la mirada. Seguramente estaba enojado con ella por haber puesto en riesgo todo el trabajo echo en mantener la frágil paz. Debió de haber dejado que se ahogara en el mar y así, tal vez no tener que estar pasando por esta situación por su culpa, su muerte podría haber sido un pago justo por su falta. Sabía que él la había salvado, se lo dijeron cuando despertó y eso solo aumentó mas la vergüenza en ella en esos momentos y la culpa por sus actos irresponsables que incluso lo pusieron en peligro a él.

- Nala, Katara – habló el jefe de la tribu haciendo que su corazón saltara – Creo que ambas saben el porque han sido llamadas aquí.

Ninguna de las dos habló, una pequeña inclinación de cabeza fue mas que suficiente.

- En primer lugar, si deseaban arreglar cualquier indiferencia que existiera entre ustedes debieron de haberlo echo en un salón de combate y no en el muelle – hablaba con seriedad y evidente disgusto - Pusieron en peligro a muchas personas inocentes por su disputa además de que causaron severos daños al palacio.

En ningún momento se les había cruzado por la cabeza de ambas chicas que serian regañadas por eso. Aunque ahora que lo mencionaba era un buen punto y comprendían el enojo del jefe, de cierta forma habían destruido parte de su casa.

- Una vez dicho eso, quisiera que en el futuro consideren también resolver sus disputas de manera adecuada y como se espera que sea entre dos damas de su posición. Eso es todo lo que tengo que decir al respecto.

¿Qué? ¿Era todo? – Katara estaba mas que sorprendida y miraba con grandes ojos a su tío político, un vistazo rápido a su tía y su sonrisa la calmó al instante. Al parecer todo estaba bien y no había ocasionado un distanciamiento entre las naciones. Sintió su corazón latir con tranquilidad. Hasta que Nala abrió la boca.

- ¿Cómo? – gritó - ¿Eso es todo? ¿Dejaran esto en un simple regaño por haber peleado en los muelles? ¡ELLA ME INSULTÓ! – señaló a Katara - ¿Y NO LE DIRAN NADA?

Las miradas cambiaron por completo. Turk se tuvo que morder la lengua para no gritarle a su sobrina y ponerla en su lugar de una vez por todas.

- Eso me lleva al segundo punto – habló el jefe con un tono aun mas severo que el anterior – Nala, en vista a tu conducta mostrada hacia un ciudadano de la Nación del Fuego, he llegado a la decisión de romper tu compromiso con mi hijo, el príncipe Sokka.

Sus ojos se abrieron con evidente asombro, casi al igual que Katara, no se esperaba para nada eso. Miró a Sokka, el no lucía sorprendido, su rostro estaba en calma.

- ¿Qué? – apenas y pudo decirlo, la incredulidad aun en su rostro.

- Nala – fue el turno de Kya de hablar – El deber de los jefes de la tribu no es solamente el de gobernar, somos embajadores de nuestra propia gente, representamos a toda la tribu y lo que nosotros hagamos reflejará la conducta de nuestra nación hacia el mundo. Esta tarde has demostrado no ser digna de llevar tal responsabilidad, tu conducta hacia una persona de otra nación no es aceptable.

Sokka nunca había visto o escuchado a su madre tan enojada como en esos momentos. Pero mas que nada sabía del dolor que sentía porque al parecer, el insulto hacía su hermana había iniciado todo eso.

- No puede hacerlo – lo dijo mas para si misma que para los demás, apretaba con fuerza la tela de su vestido, sus ojos clavados en el hielo con una conmoción que después dio paso al enojo - ¡No pueden hacerme esto!

Pero la mirada seria de todos le decía lo contrarío. Buscó a su tío en un intento de que ayuda pero sus ojos solo mostraban el mismo disgusto que los demás. Entonces sin querer fijarse con detenimiento puso su atención en la chica que estaba a su lado.

- Todo esto es tu culpa – susurró hacia ella. Katara la miró - ¡TU MALDITA MEZTIZA!

Y después de su grito se abalanzó contra ella.

Todos afuera fueron capaces de escuchar el escandalo detrás de las gruesas paredes de hielo. Después de unos segundos la puerta se abrió dejando ver al jefe Turk cargando sobre su hombro, como un costal de carne a su sobrina que no dejaba de patalear y gritar.

- ¡DEJAME! ¡MATARÉ A ESA SUCIA RATA DE LA NACIÓN DEL FUEGO! ¡LA HARE PAGAR POR LO QUE HISO! ESTO NO SE QUEDARÁ ASÍ ¿ME ESCUCHASTE MEZTIZA? ¡ME ASEGURARÉ DE MATARTE!

- ¡SOLO CALLATE DE UNA VEZ O YO MISMO TE CERRARÉ LA BOCA! – gritó Turk evidentemente cansado de su grita.

Akina corrió de inmediato hacia ellos tratando de que le explicaran que es lo que había sucedido.

Hama veía aquello como una muestra del destino en donde le estaba regresando el golpe a aquel maldito clan que odiaba tanto. Hace muchos años que ella enfrentó una situación que la puso contra la espada y la pared, y todo ello por culpa de esa odiosa familia. Kaya había sido elegida en ese entonces como la prometida del príncipe Hakoda. Como era tradición en la tribu, la esposa del jefe era elegida entre uno de los clanes existentes en el sur. El clan que le correspondía ese año era al de La, Hama estando de acuerdo con su esposo, aun en vida, no se opusieron, al contrario creían que los dos jóvenes compartían sentimientos. Pero su hija mayor, quien heredó por completo su temperamento pensaba completamente diferente a ellos. Escapó de la maldita tribu un día antes de la fiesta de compromiso. La maldijo por todos los espíritus habidos y por haber por su gran impertinencia. Sin embargo, que ahora perdiera a una hija se convirtió en el último de sus preocupaciones cuando el clan de la Aurora comenzó a ponerse en su contra.

Fue el jefe de aquel entonces el que propuso que tal ofensa hacia el príncipe no debía pasar desapercibida y el clan debía de ser castigado por ello. Hama no deseaba creer que algo como eso estaba pasando, pero el objetivo de aquel odioso hombre estaba mas que claro, el deseaba que su hija tomara lugar como la prometida del príncipe; sugirió entonces el salto de clanes para ser el siguiente y la posición de una reina digna, como lo describía él, solo podía ser ocupado por su hija.

Hama y su esposo estaban mas que dispuestos a pelear por el honor de su clan, aun si eso significaba la guerra contra todos los clanes en el sur que estuvieran de acuerdo con la idea de ese maldito hombre vendedor de telas. Pero, no tuvo que ser necesario tal acción, pues el mismo príncipe sugirió algo diferente, se casaría con la hija menor de los jefes del clan. Exponiendo que de esa manera continuaba con la tradición y así, el clan de La no estaría cometiendo una falta. Pakku accedió a ello y dejo que su hijo se desposara con Kya, no solo por el buen argumento de su hijo, si no también, por que respetaba a los jefes del clan y una parte en su interior sabía que si iba en contra de ellos nada bueno pasaría. Seguramente matarían a mas de la mitad de los maestros agua en la tribu después de un enfrentamiento sangriento, pues era bien conocido el poder de los provenientes de La, y en esos tiempos de guerra, una pelea entre su gente no sería lo mas inteligente que sucediera. Aceptó de buena gana la opción que le brindaba su hijo dejando así en el olvido el enfrentamiento que casi se dio a inicio ese día.

Ahora la maestra en sangre control sonreía con felicidad deseando que su esposo viviera para ver eso. Seguramente lo hacía desde el mundo de los espíritus compartiendo su regocijo. Lo que una vez los puso en una situación comprometedora en el pasado, ahora se les devolvía a los principales culpables de ello. Observó a la mocosa alejarse gritando y berrinchando. Solo supo describir ese momento como el mas placentero de su vida.

Los hombres ahí no dudaron entonces que habían tomado la mejor decisión en estar de acuerdo con el rompimiento del compromiso. Por increíble que pareciera el mismo Turk lo sugirió y ahora veían que tenía justa razón en decir que su sobrina no estaba lista y ciertamente nunca lo estaría para ser la próxima reina de la tribu. Esa decisión se tomó minutos después de que Batou expusiera los hechos sobre lo que había pasado, fue él precisamente quien defendió a la chica de la Nación del Fuego admitiendo que no tenía nada de culpa mas que de reaccionar con impulso por la ofensa hacia la memoria de su madre, incluso se disculpo con el Señor del Fuego por la osadía del miembro de su familia. Lord Zuko no mostró ningún interés en tomar alguna represaría en su contra, aunque tenía el derecho de hacerlo pues Nala había ofendido y de peor manera a la maestra agua de su nación. El echo de que también hubiera manchado el recuerdo de otra miembro de la tribu no se tocó. Y sin embargo lo que los entretuvo por tanto tiempo fue el debate de qué se haría a continuación. Su príncipe ahora no se desposaría, y el tema de tener que elegir a otra chica del clan de la Aurora o de otro clan dio inicio a un largo argumento.

Al final y en vistas las circunstancias de que no llegarían a un acuerdo próximo el mismo Hakoda dio por terminada la reunión. Sus últimas palabras fueron las que consternaron a Sokka.

- Durante muchos años hemos seguido una tradición en nuestra tribu, no soy quien para romperla, pero en vistas las circunstancias no creo que seamos nosotros y bajo nuestro propio interés quienes elijamos a la compañera con quien compartirá mi hijo su vida. Es una decisión muy importante y ahora todos podemos ver las consecuencias si esa elección es equivocada.

Confió en que su criterio lo hará elegir sabiamente. Ya en el pasado ha demostrado que sus decisiones han sido correctas. Y puedo decir con orgullo que eso nos ha llevado a donde estamos ahora.

Una ligera mirada hacia él y los dos jóvenes que se observaban a su lado confirmó a lo que se refería.

Piandao miró a su hija finalmente salir acompañada del Señor del Fuego, su apariencia no era para nada similar a como había entrado, pareciera que hubiese peleado con un gato pantera, aunque a ese mismo gato lo acababan de sacar del salón hace unos momentos.

- ¿Estas bien? – se acercó a ella. Al estar cerca notó las marcas en su cara.

- Son solo unos rasguños, los sanaré después.

- Debió de haber visto a Nala – comentó a Aang que se paraba a su lado – Katara tiene un buen derechazo, su ojo estará morado seguramente una semana.

Después de eso fue llevada a su habitación donde le contó a su padre todo lo que había pasado y la manera en que algunos intervinieron cuando Nala la atacó. Los primeros en llegar a ellas fueron Zuko y Batou, al menos así evitaron que se enfrentaran con su control, afortunadamente Turk sacó a su sobrina antes de que eso pasara, pero eso no evitó que se jalaran el cabello o aruñado en los pocos segundos que estuvieron peleando. Al final terminó de esa manera y todos los presentes deseaban dejar aquel suceso en el olvido.

.

La noche llegó demasiado lenta para el gusto de Sokka, estaba en una explanada que daba vista a la tribu que se encontraba a la distancia. Las luces de la noche la hacían ver realmente hermosa, el azul brillando con ligeros tonos en amarillo. No se había dado cuenta lo mucho que extrañó esa panorama desde que volvió a su tribu. Pero ahora la miraba de una manera diferente, ya no existía aquel anhelo por saber que mas había además de mar y hielo. Había salido en un viaje inesperado, pero al mismo tiempo era algo que deseaba en lo profundo de su corazón, conocer mas. Ahora podía decir con seguridad que había visto todo o al menos la mayor parte del mundo y cuando finalmente volvió a su hogar se dio cuenta de que no era el mismo, nada lo era. Él había cambiado de tantas formas, su madre lo llamaba madurez, mientras que su padre le decía que al fin se había convertido en mas que un hombre, en un verdadero líder.

Sea como fuera, Sokka no sintió el peso de ese cambio hasta que su compromiso con Nala fue retomado, ahora mas que nunca, según las palabras del consejero de su padre, debían demostrar que eran una nación sólida y próspera, que el príncipe se casara reafirmaba eso, aun si fuera por esos motivos, el casamiento ya estaba estipulado y ahora debían de retomar todo desde el punto donde lo habían dejado. Nunca se sintió mas miserable que ese día, pero no tenía otra opción. Debía cumplir con su deber. Aunque en un momento había pensado de una manera tan diferente, en desear romper esa regla, ese único mandato que lo obligaba a hacer algo que no quería, ahora todo cambiaba. Las cosas no siempre salen como uno quiere y la fortuna no le sonrió en ese aspecto.

Se sentía como un barco a la derivaba ¿Qué haría ahora? Honestamente no deseaba casarse, la indirecta de su padre había sido clara, ahora tenía el derecho de elegir a su esposa y si en algún momento esa idea le hubiese provocado una inmensa alegría, la mujer que había elegido ya no estaba disponible ¿Entonces qué le quedaba? Suspiró como tantas veces lo había echo ese día. El viento helado golpeaba su cara pero a él no le molestaba, al menos no como a su regreso. Se había acostumbrado demasiado al clima del Reino Tierra.

- Es una hermosa noche.

Su padre se paró a su lado.

- Lo es.

- Pronto llegará el invierno, tendremos varios días de completa obscuridad.

- Si...

Hakoda miró de nuevo a su hijo, su estado de ánimo estaba por los suelos, no creía incluso que fuera Sokka el que estaba viendo en esos momentos.

- Sabes, dicen que la guerra cambia a las personas, pero a ti no lo hiso lo suficiente – lo miró – Te vi mas feliz cuando comiste carne de foca al regresar a la tribu que cuando acepté el rompimiento de tu compromiso.

El asombro se asomó en sus ojos azules.

- No tengo que adivinar que no deseabas casarte. Pero ahora no entiendo porque rayos te vez tan infeliz.

- Es... – no pudo terminar, las palabras murieron en su garganta y en su lugar un inmenso suspiró convertido en niebla salió de ahí.

- ¿Es por la chica del Reino Tierra? - ahora su hijo si que abrió los ojos sorprendido – Tu abuelo me contó como fue que la rescataste de esa prisión.

Suspiró de nuevo, pero ahora con dolor – Si te soy honesto, deseaba romper mi compromiso desde que terminó la guerra para poder casarme con Suki, pero no pude hacerlo, ella se enteró de que estaba comprometido y ahora me odia por eso. Acepte que me casaría con Nala después de todo, sabía que era lo mejor, tal vez no para mí pero si para la tribu. Pero ahora no hay un compromiso, y siendo honesto no creo que desee casarme pronto o si realmente deseo hacerlo. Se que un momento tendré que hacerlo, pero aun así... Solo dame un poco de tiempo.

Le sorprendían sus palabras ¿Quién era ese muchacho y dónde estaba su hijo? Realmente había madurado, sabía que en el fondo, a pesar de su forma de ser algo un poco bromista y sin cuidado en ocasiones, Sokka era muy responsable y tomaba sus obligaciones enserio. Que mejor manera de demostrar su insensatez que cuando huyo de la tribu hace tres años, pero aun así, probo de muchas maneras todo lo que podía hacer e incluso mas. Terminar una guerra no era algo que cualquiera podría lograr, inclusive ellos se mantuvieron alejados de aquella idea, y no fue hasta que él solicitó su ayuda para el día del eclipse que se dio cuenta del gran potencial que tenía su hijo.

Mas orgulloso no podía estar de él. Y de cierta manera sabía que debía de ser recompensado por eso.

Le sonrió a la noche - ¿Sabes porque me case con tu madre?

- ¿Por qué la tía Kaya escapó? – él se sabía la historia.

- En cierta forma así fue, pero, ella lo hiso por mi, para que pudiera casarme con tu madre.

Sokka lo miró sin entender.

- Conocía a Kaya y a Kya desde que eran niñas, recuerdo claramente el día en que llegaron al palacio. Kaya me tiró por los muelles cuando dije que las niñas estaban locas – sonrió por el recuerdo – Visitaban la tribu con frecuencia, pero cuando Kaya cumplió quince años se quedó en la tribu pues sería entrenada por tu abuelo a petición de su padre. Lejos estábamos de pensar que ese tiempo fue para que nosotros nos conociéramos mas, así cuando anunciaran nuestro compromiso no nos sintiéramos como dos extraños. Aunque llegué a apreciar a Kaya, fue de tu madre de quien me enamoré desde mucho antes. Ella lo sabía. Cuando nos hablaron del compromiso Kaya estaba asustada, igual que yo, aunque ella expresó con fuerza a sus padres lo que pensaba al respecto, no había nada que hacer. Fue una noche como esta que sugirió entonces una idea.

- ¿Qué pasaría si escapo?

- ¿Qué? – Hakoda miraba a la que era ahora su prometida.

- Vamos Hakoda, no quiero casarme contigo y es mas que evidente que tu tampoco, además estas enamorado de Kya.

El rojo floreció en el rostro del príncipe, a pesar de la noche fue perceptible para la maestra agua y no pudo evitar reírse por eso.

- No... no... – tartamudeaba – no es... verdad.

Cruzó sus brazos en su pecho – Sabes que se cuando mientes ¿Cierto?

Y él recordó que era una manipuladora de la sangre, maldita habilidad inoportuna.

- Se que la amas Hakoda y ella a ti también.

- ¿De verdad? – se escuchaba tan esperanzado que no pudo evitar reírse de ello. Él de inmediato se arrepintió de haber abierto la boca.

Después de un momento guardó silencio cambiando entonces su actitud a una mas seria.

- Le romperemos el corazón a Kya si seguimos con esto y yo no estoy dispuesta a hacerlo. No deseo casarme Hakoda, sin ánimos de ofender pero no quiero que sea contigo - él no se ofendió en absoluto – Escaparé de la tribu.

La miró por un momento hasta darse cuenta que hablaba enserio.

- Kaya...

- De esa manera tu tendrás el camino libre de casarte con Kya, siendo ella mi hermana y del clan de La no rompería con la tradición. Aunque tendrás que esperar un año hasta que cumpla los dieciséis.

- Pero... ¿A dónde irás? Es peligroso.

- ¿Y no lo soy yo también? – le sonreía con confianza – Voy a estar bien, mi padre se ha encargado de enseñarme mil y un formas de sobrevivir en situaciones difíciles y mi madre me ha entrenado bien, al igual que tu padre – eso estaba mas que seguro – Quien sabe, a lo mejor conozco a alguien y en verdad termino casándome con esa persona, entonces tendré hijos, y mis hijos le patearan el trasero a los tuyos porque definitivamente serán mas fuertes y mas bonitos.

Los dos sonrieron por la idea. Hakoda habló entonces - ¿Regresarás? – sabía en ese momento que no estaba bromeando y la idea de que se fuera de la tribu era capaz de realizarla.

- Lo haré, pero esperaré unos años, se que mi madre me va a querer matar cuando se entere y de ninguna manera regresaré para morir.

Esa noche no escapó, esperó hasta la víspera de su compromiso para hacerlo, El incluso la despidió en el muelle junto a Kya, eran hermanas muy unidas y resultó inevitable que le hablara respecto de su plan. La imagen de la maestra avanzando por la noche en una pequeña embarcación fue la última que quedó gravada en su memoria.

- Fue gracias a eso que ahora estoy casado con tu madre. Kaya se sacrificó por mi y por Kya para que fuéramos felices y no deseo otra cosa que tu también seas feliz con la persona a quien en verdad amas. Estoy dispuesto a tomar ese riesgo por ti.

- Qué quieres decir..? - Sokka se había quedado sin habla, no sabía como interpretar a fondo las palabras de su padre.

- Se que no has hecho el esfuerzo suficiente por ella y eso lo puedo asegurar porque cuando una idea se te mete a la cabeza no descansas hasta lograrlo. Si algo te detuvo fue tu compromiso con Nala y la responsabilidad hacia tu tribu, pero ahora yo te libero de esa carga y eres libre Sokka, de hacer lo que quieras – le dijo colocando una mano en su hombro.

- ¿Me estas desterrando?

- ¡De ninguna manera! ¡Te estoy diciendo que vayas por ella y después traigas tu trasero a aquí y te cases de una vez por todas!

¿Dónde diablos había quedado la madurez de su hijo? Definitivamente Sokka no había cambiado lo suficiente todavía. Ahora veía que lo entendía claramente. La sorpresa en su rostro resultaba evidente.

- Pero... ¿Qué hay de los otros clanes?

- Eso déjamelo a mi. Es la responsabilidad del jefe y no del príncipe lidiar con esos hombres.

La sonrisa de confirmación fue mas que suficiente, el agradecimiento y la intensa alegría brillaban mas fuerte en sus ojos esa noche. Lo abrazó con fuerza mientras que un suave gracias era pronunciado. Cuando se separó Sokka corrió como si su vida dependiera de ello. Hakoda solo lo observó alejarse con gran satisfacción.

- Esto hubieras echo tu ¿No es así Kaya? – susurró a la noche.

.

Había un lugar muy tranquilo y especial que le gustaba mucho a Katara, una de las muchas fuentes que existían dentro del palacio, pero esta era diferente a las demás y muy hermosa, la figura de hielo de una mujer que representaba a la luna, dejando caer de sus manos el agua llevándola así a todos los confines del palacio. Hubo una parte dentro de ella que hasta ese momento comenzó a preguntarse si en verdad era merecedora de estar ahí, porque de cierta forma y vistas las circunstancias no lo sentía así del todo.

Pensó que al final de la guerra todo cambiaría, pero después de lo sucedido el sentimiento de sentirse como una extraña había vuelto, sentía que no pertenecía a ningún lugar, su tía y su abuela se habían encargado de hacerle creer lo contrarío, ellas la amaban de eso estaba segura, pero aun así podía sentir esas pequeñas miradas hacia su persona cuando la veían, era como un bicho raro al que todos prestaban atención y no precisamente de buena manera, lo mismo pasaba en su nación. Mientras ayudaba en la reconstrucción como voluntaria médica había momentos en que algunas personas mostraban algo de fascinación hacia ella por su habilidad de sanación tan avanzada, pero cuando se enteraban que era una mestiza de su propia nación las cosas cambiaban y la mirada de desconcierto y cierta extrañeza se volvía evidente, a algunos no les importaba mientras que otros se reservaban sus comentarios.

Había deseado tanto conocer el mundo, ver mas allá que los muros de su hogar y lo había logrado, pero el miedo de la guerra y que se supiera de su procedencia le hicieron ocultar quien era, pero ahora que podía andar con libertad no deseó mas que regresar a su hogar, en el único lugar donde verdaderamente pertenecía, donde nadie la juzgaba ni la miraba de manera extraña, donde solo eran su padre y su tío Fat, sin olvidarse de Haru, el nuevo aprendiz de esgrima de su padre. Tal vez era una maestra agua, pero en el interior, ella también tenía un poco de fuego, y ese fuego le pedía volver a la fuente, al verdadero hogar; de pronto sintió que ya había pasado mucho tiempo en la tribu.

Batou la observó a la distancia, desde el segundo piso su figura cubierta por el grueso abrigo se había vuelto muy reconocible para él, antes de que pudiera hablarle se detuvo, observó entonces como alguien mas hacia acto de presencia.

Zuko guardó la distancia observándola. La tentación de acercarse a ella fue grande, pero al mismo tiempo, disfrutaba de verla y mas aun si no existía un riesgo que atentara contra su vida. Sintió entonces su presencia lo que la hiso voltear. Su corazón latió como una pequeña ave cuando sus ojos azules se fijaron en él. Se acercó a paso lento.

- ¿Rojo?

Su elección de palabras la sorprendió, sin poder evitarlo miró hacia su ropa, efectivamente vestía de rojo.

- Supongo que debo de vestirlo, es lo correcto creo.

- Lo correcto muy pocas veces tiene que ver el color que uno viste. El azul te queda muy bien.

Sus mejillas igualaron el color de su abrigo.

- Recuerdo este lugar – habló mirando todo alrededor, se encontraban en un patio interior del palacio, el círculo que se abría hacia arriba dejaba ver el cielo sobre los tres pisos de alto – Aquí le contamos a Sokka quien era yo antes de que escapáramos de la tribu.

- Seguramente su cara fue de gran sorpresa.

- Tal vez igual a cuando le contaron que eras su prima.

Su risa lleno el silencio de la noche. Ambos sonrieron.

.

- Tienes una muy dura competencia.

Batou volteó a mirar a quien se paró a su lado, ni siquiera la había sentido llegar. Hama miraba a su nieta dos pisos abajo y quien la acompañaba, se alejó de la orilla y observó al maestro agua. Con una mirada le decía todo.

- Te deseo suerte – le dijo mientras se alejaba poco a poco de él – No es fácil superar a un gobernante.

Apretó sus puños ligeramente avergonzado. De alguna manera sentía que se estaba burlando de él. Observó de nuevo a la pareja que estaba a la distancia. Conversaban como si fueran grandes amigos. Sabía que existía una amistad entre Lord Zuko y Katara, sin embargo al final de la guerra el no fue capaz de verlos tan cercanos como en esos momentos. La palabras de la matriarca estaban frescas en su mente ¿Acaso ellos..? No le pareciera que fuera de esa manera.

- ¿Hermano?

Sorek, su hermano menor apareció al final del pasillo, echándole un vistazo final a la pareja fue hacia él.

.

- Lo siento – susurró de pronto Katara. Su vista desviada y por su postura podía incluso presentir que sentía vergüenza.

- ¿Por qué?

- Por lo que pasó esta tarde. Entiendo que en estos momentos la nación se encuentra en estado frágil. Las relaciones con las otras estados se deben de cuidar y mantener y mi estupidez hiso que casi arruinara todo eso. Lo puse a usted y a toda...

La mano en su mejilla la cayó. Se acercó mas a ella recargando su frente hasta que ambos se tocaron.

- Si hay algo por lo que debes pedir disculpas es por haberme dado el susto de mi vida cuando vi esa torre caer encima de ti.

Katara no podía hablar, ni siquiera pensar, no en esos momentos teniéndolo tan cerca ¿Cuánto tiempo había pasado? ¿Dos años tal vez? La última vez que estuvieron así de juntos fueron días antes de que partieran de Ba Sing Se en busca de Aang y los otros por su aparente ataque. Después de eso, ya no hubo nada mas.

Su respiración acariciaba su cara, ella lo veía mientras observaba su rostro, había cambiado sin lugar a dudas, en solo dos años se podía ver un rastro mas maduro y marcado en él. Su piel era mas pálida pero eso de debía a que ya no estaba expuesto al sol por los viajes que realizó durante la guerra, la cicatriz seguía igual, dándole aquel toque de rudeza que iba en acuerdo con mirada seria ¿Estaba un poco mas alto? Pero entonces se dio cuenta de algo, su amor por el no había disminuido, al contrarío, el fuerte palpitar de su corazón como un tambor y la emoción situada en su estómago fue mas que suficiente para reafirmar lo que años pasados sentía por el maestro fuego.

No se habían visto en tanto tiempo que se dejo llevar por su toque cálido. Cerró los ojos.

- Gracias - susurró.

Las cosas habían cambiado. Lo que una vez pasó durante la guerra estaba segura que no continuarían en la paz, o eso pensaba ella. El echo de tenerlo así de cerca solo la hiso sentir vulnerable hacía él. De alguna manera la emoción de estar con él fue suplantada por un pequeño dolor. Sus ojos se abrieron y después de tanto tiempo veía aquello que siempre brillaba en el color dorado de sus iris cuando la observaba en los momentos que llegaron a compartir juntos.

Zuko no pudo resistirse mas y cerró la distancia entre ellos uniendo sus labios.

Las piernas de Katara le flaquearon, sintió un remolino de emociones mientras percibía aquel fuego crecer lentamente dentro de ella y amenazaba en convertirse en una hoguera que la consumiría por completo. Respondió a su beso casi con la misma intensidad, solo cuando el aire fue necesario se separaron pero el se negó a alejarse, aun con su frente unida se mantuvo cerca de ella.

- Cuando me salvaste te di las gracias de esta manera, espero recibir el mismo trato de tu parte.

No pudo evitar la vergüenza de sus palabras. El recuerdo la golpeó con tanta fuerza que parecía avivar mas la llama que ahora estaba encendida en su interior. Trataba con todo su poder de no dejar que ese calor la distrajera y de disipar el humo que no la dejaba ver con claridad. Pero de nuevo el se adelantó a ella y aferrando su rostro en sus manos la miró fijamente.

- Katara...

- ¡ZUKO!

Se separaron como si un rayó hubiera caído entre los dos. Miraron hacia donde ese escuchó la familiar voz.

- ¿Sokka?

Lo observaron correr entre los pasillos circulares como si un lobo lo estuviera persiguiendo, en un punto se resbaló lo que le hiso rodar por las escaleras mientras gritaba del dolor por cada golpe. Su vista no se despegó de él hasta que llegó al final y después de eso, como si no hubiera pasado nada corrió hacia ellos.

- ¿Dónde esta Aang? – su aliento cortado por la agitación.

- Creo que esta... – Zuko realmente no podía pensar en donde podría estar el monje, lo que había interrumpido y la apuración de Sokka lo estaba distrayendo - ¿Para que lo ocupas? – preguntó entonces.

- Necesito a Appa y no lo encuentro por ningún lado.

- ¿A Appa? ¿Y para que quieres a Appa?

- ¿No esta en los establos? – intervino Katara.

- No, ahí fue donde lo busque primero.

- Sokka... – Zuko parecía ser ignorado.

- Entonces creo Aang puede estar en la montaña de Tui y La – sugirió la maestra agua, los dos chicos la miraron – Seguramente fue a meditar y se llevó a Appa con él, sé que lo hace.

- De acuerdo – y de nuevo emprendió la carrera – Gracias Katara.

- ¡Espera! ¿POR QUÉ NECESITAS A APPA? – le gritó Zuko mientras lo observaba ascender por el pasillo circular.

- ¡PORQUE TENGO QUE IR A CASARME CON SUKI!

- ¡QUE!

Gritaron los dos al mismo tiempo, pero el príncipe del sur ya se había marchado por uno de los pasillos del primer piso. Katara se dio cuenta que tal vez no debió de haber revelado la ubicación del bisonte.

- Tenemos que detenerlo – e inmediatamente comenzó a correr por le mismo camino que hiso su primo.

- ¿Qué? ¿Por qué? – Zuko la siguió.

- Sokka tiene que saber algo antes.

- ¿De que estas hablando? – igualaba su ritmo, aunque siendo honestos no podían ir demasiado rápidos por los abrigos y el piso algo resbaladizo.

- Me temo que Suki va a matarlo en el instante en que ponga un pie en la isla.

.


. . .