Gorillaz se subió en el avión que los llevaría de vuelta a su hogar en Kong. Russel y Noodle se sentaron en los asientos de atrás, mientras que 2D quiso irse varios asientos más adelante, y el asiento de Murdoc por descarte quedó junto a él.
2D llevaba colgados del cuello sus audífonos, conectados al celular dentro del bolsillo trasero de sus jeans gastados. Cuando abrochaba su cinturón, Murdoc habló; 2D no estaba seguro de si hablaba con él o consigo mismo.
―Odio esto.
2D se acomodó mientras el avión comenzaba a avanzar y a hacer ese estruendo horrible que le aumentaba el dolor de cabeza.
―Lo sé. También me molesta el ruido que hace.
Murdoc no le respondió. Apenas el avión comenzó a elevarse, las manos de Murdoc se sujetaron con firmeza de ambos lados del asiento, tensándose completamente y cerrando los ojos con fuerza. Por más que hiciera un esfuerzo en disimularlo, le aterraban los aviones, y en todo su cuerpo se reflejaba.
2D volteó a verlo; debido a su carácter de siempre casi había olvidado lo fácil que era asustarlo.
―Murdoc... ―le llamó, pero su voz fue acallada entre el estrépito de las turbulencias.
Puso su mano sobre su antebrazo. A él no le asustaba volar, así que no sabía qué era lo que asustaba a Murdoc. Y por esto, no sabía cómo ayudarlo. Y eso... eso le asustaba.
Al sentir el contacto con la piel de Stu, Murdoc trató de calmarse. Trató, pero no pudo.
Inhaló hondo, y abrió los ojos. Su corazón latía a mil por hora. Miró a 2D, y este le devolvió la mirada; sus cuencas inundadas de preocupación.
Entonces 2D tuvo una idea totalmente improvisada.
Tomó sus audífonos y se los puso a Murdoc. Puso una canción de Gorillaz en su celular y le subió el volumen.
El resultado fue, excepcionalmente, mejor de lo esperado.
La voz de 2D resonaba en su cabeza, y los latidos de su corazón pasaron a segundo plano. Al igual que los sonidos que hacía el avión.
De pronto sintió el vacío que quedó en su cuerpo cuando el contacto de su piel se terminó, cuando 2D quitó su mano de su brazo. Como si le hubiera leído la mente, volvió a posar su mano en su antebrazo, proporcionándole un calor y una sensación difícil de explicar.
Entonces olvidó por completo el avión. Olvidó la altura, las turbulencias, el movimiento y el ruido. Olvidó todo. Todo lo que resonaba en su cabeza era la voz de su cantante, y todo lo que cruzaba por su mente era su rostro, mientras le sonreía con su sonrisa desdentada y sus ojos risueños, tomando su brazo y moviendo sus labios en la mención de palabras que Murdoc no pudo escuchar, pero que al ver con tanta atención sus labios al decirlas, sintió que realmente no hacía falta.
09/03/17
Santiago de Chile
