Prólogo

Septiembre de 2007

En una habitación de paredes blancas, un corazón da su último latido.

Recostada en la cama, el cuerpo de Isabella Swan se curva, cuando la ponzoña finaliza su proceso y paraliza su corazón, despues de eso vienen instantes de silencio.

Y luego, dos ojos carmín se abren.

Isabella Swan se incorpora lentamente, observando todo y nada a la vez, ¿desde cuando las motas de polvo parecían tan visibles?, ¿porque el sonido del cantar del pájaro era tan alto?, ¿como podía oír la electricidad fluir por los cables?. Finalmente se centra en una cosa, su imagen en el espejo.

Al principio no puede identificarse porque la muchacha es demasiado hermosa para ser ella, sus rasgos son muy perfectos y su piel muy pulcra, pero cuando mueve su mano para alcanzar la imagen, su reflejo también lo hace y cae en la cuenta de que la hermosa mujer de ojos color carmín es ella.

—¿Que…que me ocurrió?.— pregunta la chica mirándose al espejo, los ojos carmín la asustan, y aparta la mirada hacia la ventana de una manera demasiado brusca que asusta a los otros vampiros en la habitación.

—Tranquila…tranquila.— susurra una voz femenina de forma casi hipnótica.— no pasa nada, se que estas confundida, pero quiero que escuches y te quedes quieta, ¿bien?.Yo te he mordido.— responde la mujer de cabello rubio ondulado.— tu coche se volcó a un lado del bosque, estabas muy herida…— se detiene un momento.— tenías heridas incurables, y la columna fracturada, ¿te acuerdas de algo?.

—¿Mordido?.— pregunta Bella de manera brusca.— Yo…solo recuerdo ir conduciendo en la oscuridad…perdí el control, pero no recuerdo nada antes de eso, ¿como es que estoy de pie si tenia la columna fracturada?.

Un silencio se instala en la habitación, y Bella comienza a observar a los demás acompañantes de la mujer rubia, hay un chico de cabellos negros y lacio, que tiene el rostro inexpresivo y los puños cerrados lo que hace que Bella se estremezca, a su lado un chico, con rasgos mas suaves y de un cabello similar al color de la miel, él la mira con mas suavidad y no tiene los puños cerrados ni esta tenso, solo alerta…

—Yo…he tenido que hacer un cambio para que tu no murieras…del todo.— explica la mujer alzando los brazos en alerta.— ya no eres exactamente humana.

Bella cambia su expresión a una irritada.— ¿Que soy, sino humana?.

Esta vez, quien habla no es ni la mujer rubia, ni el hombre de cabellos negros, sino el chico de aspecto dulce.

—Eres un vampiro.— dice con voz firme pero amable, del tipo que no deja lugar para dudas.— y te llamabas Isabella Marie Swan, tenias diecinueve años…cuando moriste.

Bella parpadea confundida, y los mira irritada, ¿como podían bromear con ella?, los vampiros no existían, por que el mundo era un lugar racional, donde la lógica dominaba.

Pero entonces el chico de cabello miel da un paso hacia adelante, mirándola expectante de cualquier reacción agresiva, cuando confirma que Bella no lo atacará da otro paso, sin apartar los ojos carmín de ella, hasta que esta a pocos centímetros.

—Pon la mano sobre tu corazón.— indica el chico, llevándose su propia mano al pecho.— Mi corazón no late, y el tuyo tampoco.

Bella frunce el ceño y hace el movimiento con lentitud, se pone la mano sobre el corazón y espera, un segundo, luego dos.

Nada.

Sus ojos se abren violentamente y ahora se lleva la mano al yugular, buscando un pulso inexistente, suelta un jadeo, pero la desesperación y confusión son reemplazadas por algo mas poderoso, y mas peligroso.

Sed de sangre.

Se lleva la mano a la garganta y gime de dolor, millones de agujas filosas se están enterrando y desgarrando su garganta.

—Escucha, Isabella.— murmura el chico con suavidad.— te llevaré a cazar.

—¿Cazar?.— cuestiona casi chillando.— ¿Cazar que?.

El muchacho suelta un suspiro.— Somos vampiros, necesitamos sangre.

Bella niega con la cabeza, pero el agarre en su garganta aumenta.

—Eres un vampiro ahora.— vuelve a decir el chico.— o bebes o bebes, no hay una segunda puerta.

—Bien, lo has hecho bien.— dice el chico con voz calmada.— no te sientas mal por ellos, eres lo que eres, ellos eran escoria.

Bella se encuentra sentada en el suelo húmedo de las afueras de Nueva York, no a mas de tres metros dos cadaveres estan vaciados con la garganta desgarrada, la sed esta calmada ahora, pero sus ropas estan empapadas de sangre y humedad, pero lo peor era el sentimiento de culpa que la perturbaba.

—Estas diciendo que estoy condenada a ser el resto de mi vida una asesina.— susurrá Bella mirando la sangre de su ropa con repulsión.— no se como puedes vivir con esto.

—No tienes que pensar demasiado.— recomendó el con lentitud.— estas perturbada, tus sentidos son nuevos ahora, solo debes acostumbrarte, todo mejorará.

Bella hace un movimiento de cabeza y mira sus manos, las lineas y uñas parecen estar siendo vistas a través de una cámara de acercamiento, todo parece conocido pero nuevo a la vez, la forma de la tierra y el brote del pasto, las hormigas acercándose a los cadáveres, el sonido de los coches deslizandose por la acera húmeda a cientos de metros.

—Eso es una mentira.— responde Bella con fiereza.— un asesinato no dejará de serlo porque pasen años, siempre voy a querer mas.

El muchacho da un suspiro y se inclina sobre sus rodillas con sigilo, sin hacer un movimiento demasiado brusco.— Te aconsejo que te concentres en recordar quien eras, antes que decidas quien quieres ser.

Bella alza la vista con ojos entrecerrados.— ¿Ya has decidido tú?.— cuestiona antes de apretar los labios en una linea.— ¿Quien eres?.

—Soy Alexander Rothfeld.— responde el muchacho con una sonrisa carismatica.— y no soy muy moral, como puedes ver, solo dejo que la vida siga su ciclo, depredador y presa.

—Haces que suena correcto.— escupe ella con irritación.

—Estamos en Nueva York, Isabella.— replica el con una voz que indica que es algo demasiado obvio.— hay tanta vida, que un poco de muerte no se nota.

—Las criaturas...como nosotros.— dice Bella después de un momento de silencio.— ¿Como mueren?.

Alec sonríe sarcasticamente.— No te lo diré, eres una neófita y estas muy voluble, hasta que aprendas a controlarte, no preguntes.

Bella vuelve a apretar sus labios antes de retirarlos y mostrar sus dientes blancos.

— No te atrevas a hacer nada o tendré que detenerte.— responde con voz tensa Alec.— vamos a casa, tengo información que puede ayudarte a recordar.

—¿Que sabes de mi?.— pregunta Bella de manera brusca.

—Naciste en Forks, tu padre se llamaba Charlie y tu madre Reneé, viviste con tu madre en Phoenix hasta los diecisiete años cuando volviste a Forks, y te quedaste allí hasta que te graduaste de preparatoria.— Alex se detiene y se levanta lentamente.— en tu coche había una caja con unos objetos, unas fotos despertaron mi atención, te veías cercana a un chico, pero no es cualquier chico.

Bella se levanta, frotándose de sus brazos la tierra.— no comprendo…

—Es un vampiro, pertenece a un aquelarre particular y numeroso, ¿Edward Cullen no te suena?.

Bella se queda en silencio y pensando, Edward Cullen… el sonido es como respirar, algo que ha escuchado en algun lugar antes, pero no puede relacionarlo, no significa nada para ella, absolutamente nada.

—No.— responde negando con la cabeza.— para nada.

Alec asiente ligeramente.— había un CD, no resultó roto, y dos billetes de avión para Phoenix, pero eso es todo.

Bella se muerde un labio cuando una idea golpea su mente.— Cuando fuiste convertido…no olvidaste tu vida humana, ¿cierto?.

—Recuerdo lo suficiente, pero todo se desvanece con el pasar de las décadas.— dice Alec con neutralidad — Quiza tu mente no quiere recordar, quizá algo sucedió y lo estas bloqueando, y reprimiendo, pero puede volver a ti, solo debes esforzarte.

Bella cierra los ojos un momento.— Déjalo, no quiero oír mas.

—¿Que?.

No quiero saber quien era, Alexander.— sisea Bella con voz filosa.— no quiero recordar a mis padres ni mi vida, porque solo hara que sea mas miserable al recordar todo lo que tenía y ya no, no quiero saber quien era ese chico, ni nada, tienes razón, soy un vampiro, déjame serlo sin culpa.

—Isabella…

Pero Bella ya había captado el olor de un humano acercándose, y sonrió antes de desenfundar sus dientes.