2D se apoyó sobre la mesa de manera poco educada, con ambos codos sobre ella y sosteniendo una botella de cerveza que ya iba a la mitad; por alguna razón, la música en la radio le recordó a Paula.

Siempre recordaba a Paula. Para bien o para mal, ella era parte de su historia, y había dejado huella. Tal vez ahora estuviera mejor que cuando estuvo con él, o tal vez estuviera bajo la influencia de una dosis elevada de medicamentos OTC que consiguió en alguna farmacia. No importaba; ya no le preocupaba. Le costó darse cuenta de que Paula jamás lo quiso, y si él la hubiese querido, lo hubiera notado.

Tal vez Murdoc si le había hecho un favor al acostarse con ella, después de todo.

Aunque a él tampoco le gustaba; luego del incidente en el baño y las cinco fracturas de nariz auspiciadas por Russel, no volvieron a verse. Y Murdoc no lució afectado por ello. 2D tampoco. Y su relación tampoco cambió en nada.

Le dio otro largo sorbo a su cerveza, y su mente siguió divagando. Así como Paula, hubieron otras. Bastantes. Y casi todas, por alguna u otra razón, se alejaban a causa de Murdoc.

Era extraño para él aún después de tantos años, conciertos y giras, que todas sus relaciones se fueran a pique a causa suya.

Y aun así, parecía ser que en su vida, la única relación relativamente estable que iba a tener sería aquella.

Hay cosas que uno tiene que aprender a la mala. Y, quisiera o no, 2D siempre las aprendía del modo difícil.

Como el darse cuenta de que, para que haya una relación, esta no tiene que ser formal. Sólo hacía falta un lazo emocional; a veces frágil, a veces irrompible.

Y se dio cuenta, a la mala, de que realmente no era demasiado lo que sentía por las personas hasta que lo conoció. Cada emoción llevada hasta el límite en presencia de una sola persona le había creado una dependencia que rayaba ya en lo insano, y de esta confusión de emociones, píldoras y migraña, él destacaba el amor.

Y no lo forzaba, ni lo buscaba siquiera. Sino que simplemente estaba. Y sabía que estaba, porque lo entendía. De todo el lío de sentimientos, el único que jamás había sentido antes era amor. Y entendía el porqué lo sentía, y porqué nunca lo había sentido antes.

Porque para amar, tienes que aprender a hacerlo. Y aprendes a amar cuando estas dispuesto incondicionalmente a entregarte en cuerpo y alma a alguien, y a esperar lo mismo. Hacerte cargo de lo mismo.

Amas cada faceta que esa persona esté dispuesta a enseñarte.

Y 2D estaba plenamente acostumbrado y completamente enamorado de Murdoc Niccals.

Y esto implicaba también amarlo en sus malos momentos. Cuando estaba feliz, y compartía con él su sonrisa. O estaba inspirado, y le compartía sus escritos rápidos sobre cualquier servilleta de papel, y le pedía que por favor las cantara para él.

También cuando estaba enojado, y 2D encontraba la forma de hacerlo enojar más, ganándose un regaño y unos cuantos insultos.

O esas veces en que Murdoc se embriagaba y lo echaban a patadas de algún bar. Y llegaba a casa a desquitarse con él.

O cuando bebía hasta la inconciencia, y era él quien debía arrastrarlo como podía hasta su cama, desvestirlo y recostarlo. De lado, por cualquier cosa. Sin ganar nada. Sabiendo que Murdoc ni siquiera lo recordaría, y a la mañana siguiente alardearía de cómo había logrado llegar hasta su cama sin siquiera recordar haberlo hecho.

Pero 2D no esperaba nada. Podía vivir con eso, mientras Murdoc también estuviera dispuesto.

Por eso, cuando la puerta se abrió a esas horas de la madrugada y la silueta de Murdoc apareció bajo el umbral, 2D sonrió y bebió el resto de su cerveza.

Jamás sabría qué esperar, pero de todos modos esperaba.


09/03/17

Santiago de Chile