¡Hola, FanFiction!

Sí, sé que se estarán preguntando algo como "¿Cómo es que esta chica tiene el descaro de traernos un nuevo fic cuando ni siquiera ha terminado todos los que tiene?" Lo sé, yo también me lo pregunté...

Pero well, he estado súper inspirada con este, y les aseguro que va a ser uno de mis mejores fics. Estoy segura de que no se arrepentirán.

Como todos ya saben, Soul Eater lamentablemente no me pertenece, o de lo contrario, ¡Soul y Maka estarían juntos!

Ya no los entretengo más, disfrutenlo.


1. Fantasma cazador

Suspiró de cansancio por milésima vez en lo que llevaba ahí metido. Aquello se le hacía tan eterno y aburrido… Para empeorar las cosas ya no había ninguno de los libros que necesitaba para la tarea que les encargó el profesor de mitología, aunque no podía negar que gran parte de la culpa la tenía él por haber llegado tarde a la biblioteca.

Cerró con cierta brusquedad y un evidente cansancio el grueso y antiguo libro que se encontraba "leyendo" –si hojear rápidamente las paginas cuenta como leer- para luego ponerse de pie y devolver el libro a su estante perteneciente. Decidió continuar en la misma sección para ver si lograba encontrar algo que pudiera ayudarlo con su odiosa tarea. Miró sin interés algunos de los títulos impresos en los lomos de colores de los libros, entrecerrando con horror los ojos cada vez que su vista se topaba con los que eran tan o más gruesos que los grandes ladrillos empleados para construcciones monumentales.

Tras de que ninguno de los títulos lograba convencerlo, los únicos que parecían poder aportar algo a su trabajo, eran los más gruesos que sus ojos detectaban, para desagrado suyo. ¿Por qué la gente tenía que escribir tanto? ¿Qué a caso los antiguos novelistas y escritores de la mitología no pensaron que en un futuro los chicos tendrían que desperdiciar su valioso tiempo tragándose toda la babosada que escribieron en su época? Maldijo por milésima vez a su profesor por encargarle aquella tarea… ¿Para qué le serviría saber sobre los antiguos mitos de la región? Era sólo una pérdida de tiempo, que tal vez, el único uso que le encontraba, era asustar a los niños pequeños con las terroríficas leyendas.

Dejó de prestarle la poca atención que le estaba dando a su búsqueda ante aquellos pensamientos, acelerando el paso para acabar de una vez de recorrer ese estante, como si aquello fuese verdaderamente la solución a sus problemas. Ya estaba harto ¿Cuántas horas había desperdiciado allí adentro? Tal vez unas tres… cuatro horas… demasiado tiempo para una maldita tarea… Aunque por otro lado, tampoco podía irse con las manos vacías. Algo tenía que encontrar para no morir el día siguiente en manos de su bipolar profesor. Refunfuñó por lo bajo antes de tomar de mala gana el primer libro que vio, al final del estante. Para agrado suyo, era un libro de grosor normal, no como las otras monstruosidades que había estado "leyendo" desde que entró a la biblioteca, que ya se encontraba prácticamente vacía.

Tomó asiento en una de las mesas en las que se encontraba trabajando hacía unos minutos, para poder así intentar sacar algo de ese libro. Era su última esperanza… si no encontraba nada que valiera la pena en ese manuscrito, se largaría de allí y probaría con su amado y adorado internet… por más que su profesor se había encargado de advertirles muy claramente que si llegaba a enterarse que sacaron algo de la web, los degollaría vivos.

Leyó sin mucho interés el título del libro: "Las oscuras y secretas leyendas que nos rodean"… ahora solo esperaba que tuviera de verdad algo que ver con lo que buscaba. El libro parecía ser muy viejo a juzgar por su apariencia. Su dura portada de pasta, color granate, comenzaba a caer víctima del paso del tiempo, perdiendo un poco de color, resistencia y material en las esquinas. Las páginas ya amarillentas y ligeramente maltratadas desprendieron una capa de polvo tan pronto comenzó a hojearlas. No obstante, para su suerte, el texto aún era legible.

Leyó algunos párrafos, extrañándose un poco con la narración. Tanto el lenguaje que contenía ese texto, como los paisajes que describía, no correspondían para nada a esa época. Supuso que fue escrito por alguien de mediados del siglo XX, por más que no haya estado incluida la fecha en ninguna parte. Por alguna extraña razón, la lectura del primer párrafo se le hizo interesante… ese sí era un libro con verdadera mitología, de la sangrienta, oscura y tenebrosa… no como todas aquellas babosadas de hadas, duendes y unicornios que había encontrado en la mayoría de los demás libros.

Había miles de mitos escalofriantes en aquella lectura, descifrando con una perturbadora precisión algunos de los asesinatos y desapariciones más misteriosos de la época. Todos tenían algunos factores en común… era de noche, y todas las víctimas habían adquirido una actitud sospechosa y fuera de lo normal en la sociedad a pocos días de sus desapariciones o asesinatos. La gente había comenzado a temer que los Shinigamis hubieran escapado del infierno, para arrastrar sus almas hacia el sangriento camino sin retorno. En aquel entonces, la gente era muchísimo más religiosa y creyente que en la actualidad, por lo que en la mayoría de los crímenes encontraban como culpables a los Dioses de la muerte.

Al final de uno de los párrafos, se hallaba una muy clara advertencia sobre las extrañas luces rojizas que brillaban en la oscuridad. Según contaba la leyenda, grandes desgracias le sucederían a quien viera las luciérnagas malditas del infierno, que tenían la peculiaridad de brillar de un intenso rojo. Se dice que todas las victimas habrían visto aquellos brillos carmesí antes de ser asesinados.

Y eso fue todo lo que pudo leer, antes de que las bibliotecarias se excusaran con él, explicándole que ya debían de cerrar por ese día. Observó el cielo tan pronto estuvo fuera. Podía ver el sol ocultándose a lo lejos, llevándose así el brillo del día para dar paso al manto oscuro que ya cubría la mayor parte del cielo, devorando con rapidez el tinte rojizo que dejó el pequeño rastro del astro rey antes de desaparecer en el horizonte.

Aquel libro había logrado entretenerlo tanto que gastó más tiempo del planeado. De seguro su madre ya estaría histérica al ver que era de noche y no tenía noticias de su bebé. Entrecerró los ojos con una ligera molestia al pensar aquello… detestaba que su madre le siguiera llamando así, ¡Y peor cuando lo llamaba así en público! Ya tenía dieciséis años. Ya no era un niño. Podía cuidarse solo…

Otro suspiro escapó de sus labios, al tiempo que pateaba algunas piedritas del camino para entretenerse un poco…

Por lo menos su profesor no lo mataría, ya que aquella escalofriante leyenda pertenecía a esa misma región y era mucho más creíble que esos duendecillos esperándote con el oro al final del arcoíris. Había tenido suerte de que sus compañeros no hayan revisado el final del estante, o de otro modo jamás hubiera encontrado ese misterioso libro.

Un ligero escalofrío recorrió toda su columna vertebral al oír un extraño ruido detrás de él. Era un leve y tenebroso susurro, lejano y cercano a la vez. Volteó con miedo y rapidez, encontrándose con la oscura calle vacía. La escasa luz que desprendía un solitario poste le proporcionaba suficiente visión como para comprobar que no había nadie allí.

Sin mucha confianza, prosiguió su caminata, esta vez cobrando velocidad con cada paso. Ahora que lo pensaba, todos los crímenes habían ocurrido de noche…

Sacudió rápidamente su cabeza ante aquel pensamiento, intentando alejar las aterradoras ideas que afloraban en su mente. No tenía de que preocuparse, después de todo, eran sólo mitos… ¿verdad? Todas las víctimas habían adquirido un extraño comportamiento antes de morir… y él no actuaba extraño… claro que tampoco podía considerarse el ser más normal del mundo… o del colegio… ni tampoco de la clase… pero… ¡Eso ya era otra historia! Simplemente debía dejar de pensar en eso. Eran sólo mitos, cosas que no son reales. Tal vez, en aquella época ese libro habría causado una gran conmoción, ocasionando que las personas se encerraran en sus casas asustadas, pero éste era el siglo XXI, la gente ya no era tan supersticiosa como antes y no se creería una cosa así a menos de tener pruebas convincentes.

Tuvo que recordarse repetidamente en su mente las palabras de su padre "los hombres no demuestran jamás su temor ante nadie, porque eso los hace débiles"

Oh si, su padre podía ser un poco machista a veces, pero en parte tenía razón, mostrar tus debilidades no era para nada bueno –ni cool-, por lo que debía de continuar aparentando calma y tranquilidad, antes de volverse loco él mismo. Ignoró con dificultad el mal presentimiento que lo acosaba desde hacía algunos minutos, repitiéndose una y otra vez que sólo tenía "complejo de persecución".

Hasta que sus nervios se vieron destrozados abruptamente ante un desgarrador grito femenino a pocos metros de allí.

Por alguna inexplicable razón, su cuerpo reaccionó antes que su mente, corriendo de inmediato hacia la dirección de donde provenía el grito en vez de huir. Tuvo que hacerle frente al miedo que lo invadía para reunir el valor necesario e ir a socorrer a la mujer que había gritado.

Sentía la adrenalina recorrer sus venas y llegar hasta cada terminación nerviosa. Su corazón trabajaba a una gran velocidad y miles de pensamientos se agolpaban rápidas como un rayo en su mente. ¿Qué le habría ocurrido? ¿Con qué se toparía? ¿Con un delincuente con una navaja? ¿O tal vez con un asesino como los que veía en las películas?

Sentía que cada vez estaba más cerca. Aumento su velocidad, al mismo tiempo que crecía su mal presentimiento. Continuó su búsqueda hasta llegar a un oscuro y estrecho callejón, que más parecido tenía con un laberinto de cemento.

Y entonces sucedió…

Se detuvo abruptamente al verlo. Sintió que el tiempo se detenía en ese preciso momento, mostrándole las imágenes en cámara lenta, para permitirle grabar con fuego cada detalle del sombrío espectáculo que se llevaba a cabo delante de él.

Una gran cantidad de destellos rojos atravesaban a gran velocidad el camino perpendicular a él en el callejón de cemento. Brillaban intensamente, acompañados de una misteriosa oscuridad que los envolvía sólo para resaltar más la macabra luz en vez de opacarla.

No supo cuanto tiempo había pasado desde que dejó de ver aquellos destellos, ni tampoco le importaba… Permaneció estático en su lugar, sin poder mover un solo músculo ni mucho menos pensar con claridad. No podía asimilar lo que sus ojos le habían mostrado… las luciérnagas infernales de las que hablaba la leyenda…

"Todo aquél que vea los destellos rojos de las luciérnagas malditas del infierno, caerá en la desgracia, y sufrirá una muerte horrenda. No hay manera de escapar de la maldición de los Shinigamis. Una vez marcado por ellos, el alma del pecador será arrastrada hacia el infierno"

Tragó grueso al recordar aquel párrafo del libro.

Normalmente se hubiera inventado una excusa para tal anormal acontecimiento con tal de mantener la calma… aunque esta vez no le serviría de nada, dado que era antinatural ver luciérnagas con brillos rojos. La única explicación que le encontraba a aquello era… la maldición de los Shinigamis…

La adrenalina se disparó con más potencia en él al oír nuevamente aquel grito, agudizando así todos sus sentidos. Dejó estúpidamente de lado todos sus miedos para acudir al rescate de la muchacha que tanta ayuda parecía requerir, y no se detuvo hasta hallar finalmente el lugar exacto de donde provenían los gritos. Se ocultó tras una de las paredes de cemento para poder ver con horror como una pobre mujer gritaba indefensa, contra un muro de ladrillos, acorralada por una numerosa cantidad de misteriosas personas cuyo rostro se encontraba tapado por unas extrañas máscaras de madera y también por las capuchas de sus largas túnicas negras.

Repentinamente, aquellas personas se hicieron a un lado, dejando un camino despejado en el centro para dejar pasar a otro individuo de menor tamaño y vestimentas similares. La gran capucha ocultaba los ojos del nuevo ente, no obstante, la piel expuesta de su rostro lucía como delicada porcelana a la luz de la luna. Al igual que los demás, sus ropajes eran negros y consistían en una larga gabardina oscura que llegaba hasta los pies por la parte trasera, mientras que en el frente terminaba por la mitad del abdomen. Debajo, podía apreciarse una tela negra del mismo material que parecía ser una falda oscura que llegaba hasta las rodillas. Usaba unas botas negras con un extraño diseño de fajas blancas rodeándolas, y de su cuello colgaba un extraño collar que cargaba un raro dije blanco con forma de una calavera.

Con sus guantes de cuero negro, levantó en alto su guadaña plateada, haciéndola resplandecer con el brillo de la luna.

La muchacha que permanecía acorralada cambió repentinamente su expresión, de una de miedo a una de ira total, deformándole las facciones por la rabia. Sus ojos se tornaron de un rojo intenso y brillante, mientras que su cuerpo parecía comenzar a convulsionar. Los únicos sonidos que escapaban de su boca eran ahora gruñidos amenazantes, similares a los de una peligrosa y desconocida bestia.

—Penosa alma caída, se te acusa de innumerables atentados contra la humanidad y el asesinato de uno de los nuestros. En nombre de Shinigami-sama…— alzó en alto su guadaña —¡He venido por tu alma!— completó finalmente, empleando todo el tiempo aquel maravilloso tono firme de voz, con una indescriptible calma.

Y antes de que el ser acorralado atacara o hiciera un solo movimiento más, la figura encapuchada partió en dos aquel cuerpo con su guadaña plateada, bañándola de sangre, y dejando también una gran cantidad de ésta impregnada por los alrededores.

Su cuerpo ya no le respondía. Sabía que tenía que huir de allí lo más rápido que pudiera, pero se encontraba en shock, temblando como gelatina ante el temor de ser descubierto. Nunca creyó que la historia de aquel libro pudiera ser cierta… ¿Era eso a lo que se refería…? ¿Esos eran los Shinigamis de la leyenda?... demasiado irreal para ser verdad… eso tenía que ser alguna clase de sueño o algo así… no… mejor dicho, una pesadilla. Una pesadilla tal vez más realista de lo que hubiera preferido.

En medio del tétrico silencio, podía oír claramente como su corazón golpeaba furioso su pecho, produciendo un ruido bastante audible, logrando así solamente incrementar el temor de ser delatado por su propio cuerpo.

Aquellos extraños encapuchados permanecían estáticos en sus lugares, sin haberse movido ni un solo centímetro, como si repentinamente se hubiesen convertido en estatuas o algo similar. Aquella inexplicable quietud sólo conseguía aterrarlo más… sabía que si no se habían ido ya era por algo… tal vez ya habían detectado su presencia y voltearían para matarlo en cualquier momento.

Ante la inminente señal de peligro, su cuerpo pareció querer obedecer las órdenes desesperadas que le enviaba el cerebro, pudiendo así moverse para retroceder de manera lenta y silenciosa, sin poder quitarle los ojos de encima a los encapuchados. Y precisamente fue ese su mayor error…

Al estar tan concentrado en los misteriosos asesinos, no puso atención a lo que se encontraba detrás de él, por lo que inevitablemente tropezó con un muy mal ubicado bote de basura, provocando así un estridente ruido que resonó como eco en todo el lugar.

No movió un solo dedo desde entonces. Lo sabía perfectamente… era su fin. No quería tener que levantarse sólo para ver como lo mataban. Para ese entonces ya no se preguntaba si lo matarían o no, la respuesta era obvia… la pregunta que ahora reinaba en su mente era… ¿Cómo lo matarían? ¿Lo harían de forma rápida? ¿Dolería mucho?... todos aquellos pensamientos y demás desaparecieron de su mente tan pronto vio como todos los encapuchados enmascarados voltearon hacia él. La pequeña figura de la guadaña tardó un poco más en hacerlo, pero cuando finalmente se giró, pudo apreciar la belleza que se ocultaba debajo de aquella gabardina…

Su rostro de piel tan pálida y bella como la porcelana resaltaba sus finos y jóvenes rasgos, haciéndola ver un poco más aniñada, junto a algunos mechones de su cabello rubio cenizo asomándose por la capucha. Pero sin duda, lo que lo dejó sin habla fueron sus ojos… esos extraños ojos de mirada neutra. El izquierdo era de color verde esmeralda, mientras que el otro era de un rojo tan precioso como un rubí. Ya no supo en qué momento se había acercado a él hasta tenerla justo en frente, mirándolo desde arriba con la misma expresión indiferente y fría, que a pesar de ser sombría, era la más espectacular que había visto en toda su vida.

La vio alzar su guadaña plateada en el aire, tal como hizo cuando estuvo a punto de matar a aquella muchacha…

"Por lo menos moriré en manos de un ángel…" pensó antes de cerrar los ojos con fuerza.

Y eso fue lo último que vio antes de sentir un agudo dolor en su estómago, quitándole la consciencia automáticamente.

CONTINUARÁ…


Bien, sé que el primer capítulo/prólogo me quedó del asco, pero el resto sí vale la pena. Y para los que quieren saber cómo sigue, descuiden, me vicié tanto con este fic que acabo de terminar de escribir el capítulo 10.

En fin, espero que les haya gustado, si quieren ver las "imágenes" del fic, las tengo en mi Facebook (Link en mi perfil). Cualquier comentario, duda, tomatazo, amenaza de muerte o acoso, denle click al botoncito de abajo que dice "Review", y les juro que harán feliz a esta autora.

¡Nos leemos!~

Kmi-nyan~