N.T. Hola a todos! Aquí comienzo una nueva traducción de esta historia maravillosa original de fbeauchamphartz. El fic original en inglés podéis encontrarlo en el siguiente link s/10510542/1/The-First-Time-I-Saw-Your-Face.

K&S

Sebastian no podía ver las caras.

Al crecer, Sebastian era un niño inusualmente hiperactivo. Sus padres no podían manejarlo. Su niñera no podía manejarlo. No tenía muchos amigos porque rara vez dejaba de moverse lo suficiente como para conocerlos. Era extremadamente inteligente, pero no le importaban las cosas triviales, como la escuela y los libros. No podía ir a la escuela sin compañía, porque en los días que lo hizo, nunca llegó allí. Un árbol excepcionalmente grande le llamaba, y él se sentía obligado sin razón a trepar en él. O encontraba el patinete de un vecino en la hierba y patinaba lejos hasta la siguiente ciudad. Una extraña mañana fue descubierto en la casa de un vecino pintando su valla.

Fue un día en que él llegaba tarde a la escuela y la niñera estaba enferma y su madre y su padre estaban fuera de la ciudad, cuando Sebastian bajaba por la calle sólo para distraerse con su viejo enemigo – el roble negro California. Una pequeña valla construida en la base del árbol y cinta amarilla de precaución enrollada alrededor no pudieron disuadir a Sebastian. Saltó por encima de ellos sin apenas esfuerzo y subió como una bala el tronco, corriendo directamente a la cima como una ardilla. Rebotó entre las ramas altas, oscilando de un lado al otro, fingiendo ser un lémur en Madagascar, por lo que el personal del departamento de mantenimiento de la ciudad no lo vio.

Los hombres en plataformas elevadoras comenzaron a clarear las ramas, nunca dándose cuenta del niño revoltoso hasta que uno de los trabajadores lo vio balanceándose sobre la rama que acababa de recortar. Los ojos verdes se encontraron con los marrones por un momento antes de que la rama se rompió con un chasquido repugnante y Sebastian cayó al suelo, golpeándose con unas cuantas ramas sueltas del árbol en el camino.

Ocho huesos rotos.

Una conmoción cerebral.

Un montón de contusiones que se veían horribles.

Cerca de cincuenta puntos de sutura.

Su niñera nunca se lo perdonó a sí misma.

Su madre se sentía culpable por estar agradecida de que las lesiones masivas de su hijo incontrolable le obligarían a permanecer en la casa por un tiempo.

Su padre demandó a la ciudad.

Los médicos predijeron que tendría una recuperación completa.

Pero Sebastian era un chico inusual.

Nada en él era fácil.

Algo de lo que mayoría de los niños se habrían recuperado, incluso un accidente horrendo como el suyo, no dejaría a Sebastian sin algún tipo de cicatriz que alteraría su vida.

Así que cuando Sebastian abrió los ojos y miró alrededor de su cama, se encontró con que estaba completa y enteramente solo, no porque su familia no estuviera de pie junto a su cama. Veía sus cuerpos y sus piernas. Pero ni uno solo de ellos tenía cara.

Los médicos aseguraron a sus padres que probablemente desaparecería.

Les dieron a sus padres libros. Los pusieron en contacto con grupos de apoyo, especialistas y terapeutas.

Sus padres llamaron a acupunturistas, gurús, y monjes.

Nadie tenía alguna solución.

Sus padres sacaron a Sebastian fuera de la escuela. Le pusieron profesores particulares. Tomó clases online.

Se graduó con honores y cuando cumplió los dieciocho años abandonó la casa de sus padres en contra de los deseos de su familia y se trasladó a la ciudad de Nueva York.

Nunca volvió a ver a sus padres.

K&S

Kurt odiaba a su cara.

Llevaba cuellos altos y de cisne.

Estiraba los bordes hasta cubrir su lado derecho.

Comía en la cafetería él solo.

No hablaba con nadie.

En una sala llena de gente, trataba de desaparecer.

Kurt fue un niño meticuloso; un perfeccionista en realidad. Su padre nunca realmente lo entendió. Todo comenzó cuando su madre murió. Después de eso, Kurt tenía una necesidad obsesiva por controlar todo en su vida. Pulcritud excesiva. Un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar. Incluso las cosas ridículas necesitaban estar a la altura para el nivel casi insano de perfección de Kurt. Su padre se despertaba algunas mañanas no sólo con una casa impecable, sino con un garaje completamente limpio y organizado. Un domingo por la mañana, en el tercer aniversario de la muerte de su madre, el padre de Kurt lo encontró fuera reordenando las plantas que crecían en el jardín. Kurt estaba, vestido de la cabeza a los pies con plástico, dos pares de guantes de jardinería en sus manos, y una regla. Había comenzado por medir la distancia de la casa al primer tulipán, y con precisión matemática, reajustó todos los tulipanes por parejas, coordinado el color de las gladiolas, y redistribuyendo las gerberas por diferentes tonos en orden de acuerdo con el espectro de colores.

El padre de Kurt se sentó y observó a su hijo toda la tarde, hasta que Kurt alcanzó una hortensia y se detuvo en seco. La planta crecía en un área del jardín con cambiantes niveles de aluminio en el suelo. Parte de la planta creció azul y parte de ella rosa. No importaba cuánto Kurt lo intentó, no pudo encontrar una manera de dividir la planta, y después de una hora de intentarlo, se vino abajo, se sentó en el suelo y comenzó a llorar.

El padre de Kurt abrazó a su hijo, y le dijo que todo saldría bien. A la mañana siguiente, la hortensia bellamente problemática había sido adoptada por una vecina amable de la calle que sabía lo que era perder a alguien a quien amaba.

La obsesión de Kurt por el orden pareció empeorar a partir de ese día, y su padre estaba desconcertado. Pensó que tal vez su hijo estaba demasiado aislado. Kurt no tenía amigos de verdad. Una niña de la calle lo había invitado a una fiesta de té una vez, pero se molestó con él cuando bajó todos sus objetos de colección fuera de sus estantes y los clasificó por color y especias mágicas.

Su padre planeó una barbacoa. Invitó a los amigos, vecinos y miembros de la familia de todo Ohio. Casi todo el mundo vino. Los niños corrían por el patio. Los adultos se reían y hablaban sobre la ensalada de patata y los alimentos fritos no saludables. El padre de Kurt sacó la vieja parrilla por primera vez en años. Todo salía a la perfección. El padre de Kurt, incluso pensaba que Kurt parecía feliz.

Un vecino apilando las briquetas de carbón en la parrilla captó la mirada de Kurt. El hombre se apartó por un momento, y Kurt se dio cuenta de que la pirámide de los pequeños bloques negros formados en un ángulo obtuso sobresalían en un lado más que en el otro.

Kurt sintió una abrumadora necesidad de arreglarlo.

No sabía que las briquetas ya habían sido rociadas con el líquido.

Kurt alcanzó la parrilla, y todo se vino abajo encima de él.

Los pocos vecinos que habían decidido no asistir a la barbacoa pudieron oír los gritos de Kurt a manzanas de distancia.

Todo el lado derecho de su cara se quemó en una enorme cicatriz rabiosa.

Todo menos su ojo había sido irreparablemente dañado.

Cargó con la quemadura toda su vida.

Todo el mundo en el relativamente pequeño pueblo de Lima, Ohio, sabía sobre el accidente de Kurt. Nadie hablaba de ello. Los niños no se burlaban de él por ello. Todo el mundo lo entendía, pero Kurt todavía se sentía solo.

Escondió su cara.

Escondió su vida.

El día después de la graduación, empacó una bolsa y huyó.

Kurt estaba cansado de esconderse.

K&S

Huir a un lugar donde muy pocas personas destacaban parecía perfecto para Kurt, pero aún estaba terriblemente solo. Hasta cierto punto, el campus de la Universidad de Nueva York se parecía mucho a Lima. En realidad, nadie le juzgaba por su cicatriz, pero nadie hacía un esfuerzo por ser amigo suyo tampoco. Sabía que era difícil de mirar. A veces, la gente que trataba de no quedarse mirándolo era más evidente que aquellos que le miraban abiertamente, o los que se quedaban sin aliento y miraban hacia otro lado.

En el primer día de Introducción a Escuela Matemática, Kurt, el chico del que la gente intentaba no darse cuenta, se encontró con un chico que no se daba cuenta de nadie. Kurt lo miraba desde la distancia mientras el joven tomaba notas y diligentemente hacía su trabajo. Si había un solo ser humano incomparable en el mundo, este hombre tenía que serlo. Todo, desde el cabello peinado de forma moderna hasta sus ojos verde mar, su piel impecable y su sentido de la moda impecable, gritaban perfección... y no disponible.

Lo que más fascinaba a Kurt era que, independientemente de los montones de atención que la gente le brindaba – las chicas coqueteaban con él, los hombres metrosexuales prácticamente rogaban ser su amigo - él los ignoraba a todos. Incluso el profesor diciendo en voz alta su nombre no parecía atraer su atención.

Sebastian.

Kurt estaba sentado tres filas atrás y hacia la izquierda de esa belleza incomparable, y su nombre era Sebastian.

Lo escribió en su brazo izquierdo para que nunca lo olvidara.

"Bien, ahora tú sólo estás inventando esto", una chica detrás de Kurt regañó a su amiga. "¿No puede ver caras? Eso ni siquiera es una cosa. Simplemente no quieres que le pida para salir antes de que tú tengas la oportunidad. Para tu información- No va a funcionar. Voy a montármelo con ese tan pronto como sea posible."

"Lo que digas", su amiga replicó. "Y eso es en serio una cosa. Escuché al profesor Evans hablar de ello. Por eso él no habla con nadie... y postdata: Él es mío, muchas gracias."

Su conversación picó la curiosidad de Kurt, y aunque normalmente no daría a la chica ni la hora del día, se giró rápidamente y se enfrentó a ellas.

"¿De qué estáis hablando?" -preguntó, sonando más seguro de lo habitual en estas circunstancias. Ambas chicas saltaron hacia atrás un poco.

"Ugh," la primera chica comentó. "Que grosero"

Una tercera chica sentada al lado de ellos cerró el libro con un suspiro de frustración.

"Se llama agnosia visual", aclaró sin darles una mirada. "No es que no pueda ver las caras. Él sabe cómo es una cara, es sólo que su mente no las reconoce ya, por lo que las reemplaza con otra cosa. Por lo que sé, todo el mundo se ve como una especie de gran borrón con piernas para él".

La chica empezó a recoger sus pertenencias y empujarlas en su bolsa.

"Pero ... pero ¿qué podría causar eso?" Preguntó Kurt, de repente emocionado por la perspectiva de que un hombre hermoso no pudiera ver su rostro, no viera cómo de dañado estaba.

Quizás podrían ser amigos.

"Uh ... no sé", dijo la chica, cerrando la cremallera de su bolsa. "¿Tal vez un accidente? Un golpe en la cabeza o algo así." La chica miró a Kurt con una sonrisa inesperadamente cálida. "Tal vez deberías preguntarle." La chica hizo un guiño a Kurt, se puso su bolsa sobre el hombro, y se dirigió a la puerta.

Kurt distraídamente se levantó y la siguió. Ella parecía saber algo que él no sabía. ¿O era sólo una ilusión de su parte? De cualquier manera, si Sebastian no podía ver la terrible cicatriz de Kurt, entonces no le haría daño hablar con él, tal vez pedirle para tomar un café. Tal vez podría inventar una excusa, pedir a Sebastian ayuda con la tarea de matemáticas.

¡Mierda!

Kurt estaba casi a punto de atravesar la puerta de la clase cuando se dio cuenta que había dejado su libro y el resto de sus pertenencias en su pupitre.

Kurt giró sobre sus talones, murmurando para sí mismo. Agachó la cabeza para evitar posibles miradas de sus compañeros de clase. Una masa uniforme de chicas parlanchinas chocaron con él de frente, y Kurt aterrizó sobre su coxis en el duro suelo de linóleo.

Una mano lo agarró del brazo.

"¡Hey! ¿Estás bien?" Kurt oyó una voz suave y aterciopelada preguntar. Entonces la voz jadeó. Kurt estaba seguro de que algún atleta bien intencionado había llegado a ayudarlo y vio su rostro.

Pero la realidad era peor... mucho peor.

Sebastian, sus ojos verdes aún más intensos e increíbles de cerca, le había agarrado de la muñeca izquierda de Kurt. La larga manga de la sudadera con capucha de Kurt se había subido hasta el codo. Sebastian se quedó congelado, mirando fijamente a su propio nombre.

Los ojos aterrorizados de Kurt observaron el rostro de Sebastian de cerca, esperando una reacción.

Sebastian sonrió, sus labios en todo demasiado tentadores curvándose hacia arriba en una sonrisa torcidamente adorable.

"Entonces, ¿es ese mi nombre en tu brazo? ¿O es tu nombre Sebastian, también?"

"Uh..." Kurt no había esperado esto. Este tipo magnífico no estaba encogiéndose de miedo, no estaba retrocediendo, no lo estaba ignorando incómodamente como si él no existiera. De hecho, Kurt no estaba muy seguro, pero Sebastian podría haber coqueteado con él. Kurt sintió que su cara enrojecía. El hombre más guapo que Kurt había visto nunca estaba coqueteando con él.

Para ser justos, Sebastian realmente no había vislumbrado su rostro todavía.

Kurt tragó saliva. No podía pensar en nada que decir. Él simplemente esperó a que lo malo que tenía que pasar ocurriera.

Los ojos de Sebastian encontraron su rostro.

Kurt se puso rígido, pero luego dio un suspiro de alivio al recordar que Sebastian no reaccionaría como todos los demás, porque no vería su rostro. Él sólo vería un borrón. Por una vez, Kurt sería sólo otra cara en la multitud.

Sebastian no reaccionó como cualquier otra persona lo había hecho.

Sus ojos se abrieron como platos. Su agarre alrededor del brazo de Kurt se apretó. Se quedó mirando por un momento, una extraña expresión indescifrable en su rostro.

Entonces Sebastian ahogó una carcajada, cayendo de rodillas delante de Kurt, que todavía yacía sobre su culo en el suelo.

"Puedo verte," susurró Sebastian. Kurt habría pensado que el hombre se estaba burlando de él si no fuera por el sonido genuino de asombro en su voz y las lágrimas brillando en sus ojos. "Puedo verte", repitió en voz baja. Extendió su mano libre para tocar la cara de Kurt. Kurt retrocedió lo que pudo para evitar los dedos de Sebastian, pero no lo suficiente como para tirar de su muñeca y liberarla del agarre de Sebastian.

"¿Está todo bien, Sebastian? ¿Kurt?" El profesor Evans preguntó desde detrás de ellos. Kurt miró hacia arriba y vio al profesor con la mirada fija en ellos, junto con casi todos los demás estudiantes de su clase de matemáticas, y algunos otros que se demoraban en el pasillo.

"Kurt," Sebastian repitió. El sonido de su nombre envuelto alrededor de esa voz aterciopelada atrajo la atención de Kurt de nuevo a los atónitos ojos verdes de Sebastian. "Kurt", dijo de nuevo. Sebastian lentamente comenzó a llegar a la conclusión de que los dos estaban sentados en el suelo en la puerta de su salón de clases, con un grupo de sus compañeros mirándolos extrañados. Se puso de pie, tirando de Kurt a sus pies, no estando dispuesto a apartar los ojos de la cara atónita de Kurt.

"¿Quieres ir a tomar un café conmigo, Kurt?" Preguntó Sebastian. "Me gustaría llegar a conocerte... si tienes el tiempo."

Todo esto era muy raro, incluso para Kurt. No tenía idea de lo que estaba pasando. Pero ¿iba él realmente a dejar que se interpusiera eso en el camino de tomar un café con este hombre impresionante?

"Me encantaría," Kurt respondió sin aliento. "Sólo necesito... conseguir mis libros."

Sebastian siguió detrás de Kurt mientras él metía sus cosas. Debería haber enervado a Kurt, la forma en que Sebastian le miraba. Kurt había sido mirado fijamente la mayor parte de su vida, pero no así. No como si fuera alguien para ser admirado.

No como si fuera hermoso.

Reunió todas sus cosas en su bolsa y la puso sobre su hombro, pero Sebastian lo interceptó y se la echó a su hombro en su lugar.

"De esta manera no puedes huir de mí", Sebastian susurró con una sonrisa de satisfacción en su rostro. Tomó a Kurt de la mano y le llevó desde el aula, varias docenas de pares de ojos y bocas abiertas tras ellos mientras se alejaban.