No es que se sintiera enfadada, pues ni siquiera tenía ganas de gritar.

Había ocurrido, lo de siempre, en ese patrón fijado por la rutina de los Cullen. Era uno de esos días en los que Rosalie Hale merodeaba por las esquinas con un nudo en la garganta, lamentándose de su propia existencia, buscando la soledad para revivir sus recuerdos: esa espina clavada en lo más profundo de su pecho. Era uno de esos días en los que Esme Cullen estaba más observadora que de costumbre, en los que captaba cualquier sutil sentimiento, en los que decidía prestar más atención a aquellos a quienes decían ser sus hijos y preocuparse por ellos más que de costumbre. Era uno de esos días en los que Carlisle Cullen no había tenido un buen día en su trabajo y en los que Edward Cullen se había levantado con el pie izquierdo, que curiosamente, aquello agudizaba su sarcasmo hasta el borde de lo insoportable.

Esme había preguntado por ella. Edward había sido ofensivo con sus comentarios en segundo plano. Rosalie no resistió aquello y simplemente... explotó. Dijo cosas horribles.

Y Carlisle no lo entendió. Le había dirigido esa mirada azul eléctrico cargada de decepción a la vez que abrazaba a su esposa, afligida por la respuesta de su hija, su hija Rosalie. Las miradas de Carlisle le llegaban tan al fondo como sus recuerdos, aunque no pensaba admitirlo nunca.

"Ni siquiera soy una Cullen" se repetía, una y otra vez, mientras clavaba sus uñas de porcelana en la madera de la barandilla. Ya había oscurecido. Quizás el Sol se había llevado toda su rabia, o quizás solamente le había dado una pequeña tregua. Ahora solamente tenía ganas de llorar.

Pero no le salían las lágrimas.

- Rosalie.-

Ni siquiera dirigió una mirada a Jasper cuando cruzó la puerta y se dispuso junto a ella. Le daba igual que estuviera allí. Era un desconocido, otro nuevo ser endemoniado que formaba parte de aquel circo ambulante al que hacían llamar familia. No hacía más de un año que estaban conviviendo bajo el mismo techo e increíblemente su presencia, a pesar de todo la... tranquilizaba.

De repente se sintió un poco mejor. Pero solamente un poco. Aún sentía esas lágrimas ahogadas en sus pupilas.

Pasó más de una hora hasta que volvió a romperse el silencio.

Rosalie suspiró, al fin derrotada en aquella batalla de mutismos.

- Sé que es absurdo pero me siento muy sola aquí. – dijo con voz grave. Se colocó el pelo tras la oreja y dirigió sus ojos dorados hacia el infinito. Las estrellas parpadeaban como los cristales de los collares que siempre había llevado, cuando era mortal. Esperó una respuesta, un 'no estás sola' o un 'no digas tonterías'. Simplemente algo. Pero ese algo no llegó. Jasper seguía mirando al infinito, con un gesto indescifrable en su rostro.

- Ya no sé qué hacer... – murmuró ella, casi para sí. – Echo de menos a mis hermanos.

Paseó uno de sus largos dedos por la madera, hasta que la mano masculina de él sujetó la suya con firmeza.

- Pero si tienes a uno de ellos aquí delante, Rosalie.

Sonrió, no como lo hacía con Alice, pero sí de una manera especial, algo que hizo temblar cada fibra del corazón de Rosalie. Sintió que, de repente, lo quería.

Pero no se lo dijo.Se acercó a él y por fin, después de tantos años, abrazó de nuevo a su hermano.

Todos los personajes pertenecen a Meyer.

Primer fic de Twilight, ¡piedad!