Los comentarios llegaron más rápido a sus oídos que los de ningún otro nuevo empleado, todos increíblemente buenos sobre el nuevo pediatra del Hospital General de Massachusetts, especialmente sobre sus guardias en emergencias, eran remarcables, incluso las más sencillas y típicas de la época de resfriados en las consultas, donde cada uno de los pacientes salen maravillados con el, sin mencionar que todo el personal femenino del lugar está prácticamente en celo desde hace dos semanas, remarcando en cada pasillo la apariencia del médico. Pero está empezando a molestarle que todo el mundo lo crea la octava maravilla, demonios que solo atiende a mocosos.

Y sobre todo como es que a solo dos semanas de entrar al edificio, la fama simplemente estalló en la recepción, o, ¿acaso traía un cartel luminoso pegado a la espalda de "ámenme soy un puto dios"?.

Pero Jensen en realidad tenía cosas mucho más importantes que hacer y de que ocuparse, pacientes terminales y cirugías difíciles, que dependían de él para mejorar sus vidas, o salvarlas en los peores casos, por lo que nada de eso debería estar perturbándole en lo más mínimo.

Ni siquiera necesita presumir de ello o que la gente se llene la boca con sus logros, porque sabe lo bueno que es en lo que hace, sin embargo desde hace días que no escucha nada más que de Jared Tristan Padalecki por aquí y por allá, lo cual le está hartando.

Por eso está en mitad de su turno nocturno caminando a los elevadores por los modernos y desestresantes pasillos del hospital, las luces blancas parecen sin duda otro diseño ingenioso ya que en vez de irritarle más, van calmando sus pasos hasta llegara a la guardia pediátrica de esa noche.

Pasa por la recepción sin saludar a nadie, ya que no quiere llamar la atención, dos enfermeras administrativas están atendiendo al público como de costumbre y él se sirve café como si nada, de la mesa detrás de ellas, simplemente ese gesto le asegura que no pregunten porque está allí, mira la cartelera frente a él, curioseando los médicos de turno, tratando de encontrar las atenciones del médico "Maravilla" de la semana, y frunce el ceño repentinamente, porque Padalecki lleva treinta y seis horas continuas de trabajo con mínimas pausas de dos horas.

Jensen detuvo su café a mitad de camino y miro hacia atrás, las dos mujeres de edad y anteojos alargados aun no le notaban, miro el archivo del médico y los casos que atendió durante ese largo día, no mucha gente soportaba tantas horas con los mismos casos, tal vez si era un Generalista con inclinación pediátrica intentaría tener ese coraje, pero no podía ser que este pediatra hiciera algo así.

Ese que ingreso el día anterior seguía allí presente. Desde las once de la mañana había atendido niños solamente, algunos casos interesantes, otros simples catarros y lastimaduras superficiales, consultorio por la tarde con turnos programados, donde los padres controlaban la salud de sus hijos periódicamente, para luego ausentarse dos horas y entrar en la guardia del hospital hasta altas horas de la madrugada.

Una enfermera se aclaró la voz sorprendiéndole y puso sus manos sobre las historias clínicas que había visto de Padalecki, y el alzo las cejas, bebió de su café desentendiéndose de las intenciones de la enfermera de retarlo; salió con las manos metidas en los bolsillos del pantalón de su ambo azul oscuro, dio una vuelta por la sala de espera, hasta que una fuerte voz llamando al próximo paciente sacó su atención del exterior oscuro, donde la nieve caía disfrazada de fantasmagórico viento.

Un padre levanto a una niña envuelta en su abrigo rosa y blanco de la silla de espera, caminando donde el dueño de la voz, le dice el cubículo 10 indicado por el alta voz.

Sigue al padre disimuladamente, la taza pegada a sus labios y dando entrecortados sorbos al negro líquido, que dulce, llena su paladar de una sensación placentera. Mira su bíper por si las dudas alguna enfermera lo necesite en su área de cuidados intensivos y no pueda seguir curioseando.

Una enfermera lo distrae unos segundos, en un precioso ambo rosa pálido con rosas pintadas en los costados y hombro derecho, y al mirar hacia el frente el pediatra está allí, voz profunda y encorvado sobre la pierna de la pequeña niña, vuelve a tomar un sorbo de su café, ya de tibio a frio, y toda la sala de emergencias está llena de gente atendiéndose, hombres, mujeres, con diferentes casos y patologías en los cubículos de cristal opaco, que están marcados con forma de flores en distinto tono de turbio vidrio, haciendo del lugar sin duda demasiado parecido a un spa en vez de a un hospital.

Se recuesta en una de las columnas libres sin nada que hacer y mira como el hombre del que todos hablan solo está curando un corte largo en la pierna de aquella niña, nada grave, limpia la herida y la cubre para evitar infecciones. El cabello lo lleva algo largo y la bata blanca llega al piso, debe de ser un hombre muy bajo, piensa por un segundo para el mismo, piensa que la mesura de su espalda debe ser por qué no consiguió un uniforme acorde a su ancho, pensando en una panza redonda y prominente que sobrepasaba su pecho, su imaginación navegando por sus suposiciones.

Pero cuando el padre sonríe, luego de que el médico le tome los datos para la foja de administración e historia clínica, el hombre le tiende la mano, los ojos de Jensen que estaban a la altura de el un hombre bajo, promedio y regordete, se elevan suavemente hasta que parecen estar abiertos de par en par por la sorpresa de lo que ve.

El doctor Padalecki simplemente se levantó de un banquillo muy bajo, rebasando la estatura del padre de la niña sin inconvenientes, lo que era bajo y regordete para el; eran dos metros de persona, lo que el creyó que le quedaba largo, en realidad le va por encima de las rodillas, y lleva un ambo verde limón sobre piel tostada, con una flor amarilla de tul en la solapa del delantal con una abeja sonriente encima y su nombre debajo de ella.

Medio se ahoga con su café y trata de no llamar la atención, pero se ha manchado su propio uniforme y se limpia la boca con la muñeca de espaldas al pediatra.

- ¿Estas bien?- es la voz por sobre su hombro lo que escucha perfectamente claro y un nerviosismo le invade por el papelón de quinceañero que monto por curiosidad.

- Si claro... Mi café se enfrió.- mintió para cubrir su sorpresa y su estupidez, mirando la mancha de café, pero fue a mirar hacia adelante y tener que subir la vista unos centímetros más allá de su altura.

- Oh… Uhm, si, no creo que salga, si es el café de Dora...- Jared se puso nervioso instantáneamente con los enormes ojos verde hoja en un hombre tremendamente atractivo, aclaró su garganta y sin decir más nada se fue de allí casi corriendo.

Jensen frunció el ceño por la reacción del gigante, pero también sorprendido por el poco interés del pediatra por el, que está en la sala de urgencias, solo, tomando café frio. Se siente completamente ignorado, sus labios parecían ser la perfecta imitación de un pez fuera del agua, pero era tamaña su frustración que dejo la taza sobre una mesa auxiliar y salió de allí indignado.

Pero qué se creía ese tipo. Apretó los dientes y miró fijo la puerta del ascensor, queriendo destrozarla con la mirada fija en ella, pero no, esto no iba a quedarse así, esto era la guerra para su Ego herido, porque él era un reconocido cirujano, él lo operaba todo con un setenta por ciento de éxito, extirpación de tumores cerebrales, reparación de malformaciones óseas en el cráneo y la cara, reparación de cardiopatías congénitas, trasplante de órganos y reparación de malformaciones intestinales, reparación de anomalías de la espina dorsal y tratamiento de lesiones sufridas en traumatismos contusos graves, corrección de problemas en el desarrollo fetal de los pulmones, los intestinos, el diafragma o el ano.

¿Y qué, ni siquiera podía preguntar su nombre? ¿O presentarse como la gente normal? Solo una persona estaba por encima de él en el quirófano y ese era el hippie de Jeffrey Dean Morgan, por viejo, pero incluso ese sujeto con barba espesa y canas blancas en ella, se dignó a presentarse el día que le conoció en plena cirugía de su primer paciente, asomándose por sobre su hombro para decirle que estaba presionando con pinza de halstead la arteria incorrecta con una sonrisa enorme y los ojos rodeados de arrugas.

Dios, estaba completamente indignado, jamás le había pasado algo parecido, cuando las puertas del ascensor se abrían y una de sus enfermeras entro agitada dentro para sostenerle de los brazos.

La situación, ella se quedó sin batería para llamarlo y su paciente se moría mientras ella corría por los pasillos buscándolo, claro que la reprendió en plena cara y a todo pulmón, todo el camino hasta cuidados intensivos por no usar los parlantes que resuenan en todo el hospital.

Sin mayores novedades su paciente, por supuesto estaba fuera de peligro dos días después, ya lúcido y esperando para pasar a la siguiente sala de cuidados intermedios, por lo que ahora puede programar más tranquilamente las siguientes seis operaciones, pacientes nada complicados, solo muy tontos como para ocuparse de mantener el hígado sano y los pulmones en funcionamiento, terquedad absoluta, pensaba abstraído del mundo cuando entro a la cafetería del tercer piso.

Con su HP 360° en mano dispuesto a arreglar unos documentos paso por la barra de auto servicio por un aperitivo, a lo lejos vio un grupo de enfermeras y trato de no mostrar su rostro demasiado, suspiro al saber que las tendría encima en menos de dos segundo y no podría hacer su trabajo, se sirvió un café, un tostado y una manzana verde, pensando en la manera de esquivarlas, solo que cuando paso justo por al lado de su mesa, le extraño que ni siquiera lo miraran.

Se sentó lejos de ellas más tranquilo pero aún curioso, puso su HP en la mesa junto al ventanal extraordinario que iba del piso al techo, con una vista absoluta de Massachusetts, y noto que miraban como el "tonto" de dos metros se comía el solo dos porciones de torta de chocolate y una de frambuesa con crema leyendo el diario, ojeras por el piso y la postura de un hombre completamente exhausto.

Cómo había podido olvidar su indignación a solo dos días de ese incidente en la sección de urgencias?. ¡Ah! Si, él tuvo trabajos muy importantes que no podía dejar de lado para atender su herido ego, por lo que Jensen mordió con rabia su manzana, casi sin darse cuenta de que el trozo era demasiado grande y su boca se deformaba de más, pero en su ira miro su pantalla y se dedicó a lo que tenía que hacer...

No le tomo mucho ponerse con sus archivos y las historias clínicas, pero el ruido de las enfermeras despidiéndose de Padalecki media hora después le hizo alzar la vista, fue sólo un segundo, las seis mujeres entre los veinticinco y treinta y dos años pasaron frente a él y la cara del pediatra no mostró ni un solo ápice de interés, solo sonrió ondeó levemente su mano con cortesía y siguió leyendo su diario... ¿Qué podía ser tan interesante en ese periódico que no lo dejara checar seis culos redondos frente a él ?

Fue en esa pregunta donde Jensen se quedó mirándolo, solo que en ese momento un médico que el considera un fanfarrón con título falsificado [por lo animal que es] se acerca para hablarle directamente a Jared de algo, y este cierra el periódico, apresurado, se levanta de repente y se marcha sin más, sin contestar, ni disculparse, sin una sola palabra hacia el idiota de...

¿Es... acaso la misma reacción que tuvo con el?

Jensen pudo hacer una ecuación rápida, nada muy elaborado, ni muy consistente, pero le hizo perder todo el interés en sus seis pacientes futuros. Cerró la máquina, en ese segundo, decidió seguirlo, necesitaba fundamentar su teoría, pero cómo hacerlo si ese tipo huía de cada sujeto que se le pusiera delante?

Tenía la adrenalina corriendo ávida y veloz por sus venas, tratando de alcanzar las largas zancadas de huida del pediatra, pero en cuatro pasos y un salto pertinente dentro del ascensor, logró quedar en un espacio reducido y privado para lanzar sus indirectas.

- Uff, casi no llego.- el pediatra apenas si viró su cara hacia él, pero no dijo nada por cómo le aplastan las hojas metálicas cerrándose sobre su cuerpo.- ¿El Peniket no es muy realista con sus consultas verdad?- dijo nombrándole al médico que antes había tratado de hablar a Padalecki, pero era tan perceptible el nerviosismo y la rigidez de su postura que parecía no querer respirar su mismo aire.

- Yo no lo sé, no lo conozco. - Jensen parpadeó al escuchar una contestación casi seis minutos después, mientras el sonido del ascensor susurraba una melodía.

- Claro, ¿Cómo vas a conocerlo si te habló y en vez de presentarte o preguntarle al fanfarrón ese quién era, te levantaste y te fuiste? - dice socarrón, mirándolo con una sonrisa que Jared se rehúsa a contemplar, tratando de hacer el máximo esfuerzo por no mostrar ninguna reacción.

- No era... mi intención ser descortés. - es como si estuviera intentando esconderse dentro de sí mismo pero era inútil con su tamaño y en un espacio cerrado como el ascensor que compartían.

- No creo que sea por descortés, tal vez te gusta tener un palo metido en el culo.- dijo con ademán de su mano, como quien no quiere la cosa. Jared inspiro rápido, profundo y retuvo el aire, pero las puertas se abrieran y Jared salió disparado del cubículo.

Jensen lo miro con la picardía pintada en el rostro, la sensación de deleite por la reacción a sus palabras, pidiendo por más a su estado de ánimo. Detuvo las puertas que se cerraban para seguir al pediatra, no podía dejar esto así, cualquier hombre que tenga su hombría insultada le hubiera refutado lo del "palo en el culo" pero Jared solo se asustó, porque era claro para el la manera en que le afectó el comentario.

Lo vio entrar al baño, y el corazón le palpitaba por ingresar, con tanta fuerza que no podía escuchar a su cerebro que le preguntaba: ¿Por qué seguía a ese pobre diablo? Pero empujó la puerta y entró, Jared miró la puerta y le miró a los ojos, como un conejo asustado antes de meterse a un cubículo y cerrar la puerta con pestillo tan rápido como pudo.

- ¿Sabes? En realidad, las cosas no funcionan de esta manera...- Jensen abre la canilla y deja correr el agua entre sus manos, se mira en el espejo de cuerpo entero y se sonríe complacido consigo mismo.

- Podrías... ¿Solo dejarme solo?- pidió casi como si le suplicara, y Jensen no entendía por qué le tenía miedo.

- ¿Sabes? El mejor pediatra tendría que ser capaz de hablar con el mejor cirujano de este hospital, ¿no? - Jensen se muerde la lengua de manera consciente para no decir todo lo que quiere decirle, y patear el cubículo y gritarle en plena cara que quien se creía que era él para ignorarle.

- ¿Es por eso que me sigues? - pregunta sentado en el inodoro sobando sus rodillas, forradas en su ambo celeste pastel.

- No, en realidad me indigna que seas tan maricón.- la sangre de Jared se hiela, aprieta los ojos por la palabra mencionada, porque no es posible que alguien se haya dado cuenta, ha evitado todo contacto masculino desde que llegó.

- Eso... No es cierto.- respondió con las manos pegadas a su cara y apoyado contra una de las paredes del cubículo.

- Entonces porque le huyes a cada doctor y enfermero que se te cruza por el camino...- Jensen se cruzó de brazos mirando el cubículo donde este estaba encerrado.

- Eso... No es cierto.- respondió temblando, si la gente se enteraba de que era gay no dejaría que atienda a sus hijos, perdería su trabajo, su familia no le hablaría más, quien iba a querer a un médico gay.

- Deja de decir eso maldición, y sal de ahí antes de que le diga a todo el mundo lo que eres.- Jensen se relamió los labios y la traba se escuchó ceder, la puerta abriéndose lentamente para dejar a la vista al texano, que encorvado y decaído se ocultaba detrás de su largo cabello.

- Por favor, no lo digas a nadie, me gusta ser pediatra, por favor.- Jensen fijó la mirada en él, escrutando su postura y no entendiendo porque tanto miedo, pero en ese segundo su ego era mucho más fuerte que su humanismo.

- ¿Decir qué, que te gustan las pollas es eso?- sus dientes se mostraban como un lince que está gruñendo para lanzarse sobre su presa.

- ¡Dios no lo digas así!- Jared tenía la piel erizada y los ojos llenos de agua, Jensen no le entraba en la cabeza todo ese miedo, todo ese retraimiento.

- Ok, entonces averiguaras todo de mí para esta noche. Y serás mi puta hasta que me canse de ti.- dijo volviéndose hacia el espejo, se sacó una legaña y apretó los labios sin interés, no le preocupaban los traumas de ese sujeto, solo quería su absoluta atención y respeto por lo que él era.

- ¿Qué? ¿Tu, tu, qué?- los ojos rasgados abiertos de par en par. Y Jensen se volvió para mirarle a los ojos.

- Mi puta, si, escuchaste bien ¿Que eres sordo encima? Esta noche tengo guardia, así que espero que estés en la sala de descanso de médicos a las once treinta en el piso tres, con mi cena y un café de Lonney's, negro sin azúcar, no esa mierda descafeinada de la cafetería.- Jensen salió del baño como si nada, pero con una satisfacción tremenda en el cuerpo.

Sin embargo Jared no podía dejar de temblar, la ira gélida de esos ojos verdes aún seguía sobre su piel, y las rodillas no le daban más, terminando por caer sentado en el inodoro, en el cual se puso a llorar como no lo hacía hace años.

No eran infundados sus miedos, había escuchado tantas cosas de su familia, en el colegio y había visto la reacción de la gente para los que salían del closet e intentaban seguir sus carreras, él había soñado ser pediatra desde muy pequeño y no lograrlo sería su real pesadilla en vida. Por lo que cada hombre atractivo se le acercaba siempre de mas, invadiendo su espacio, hacía que huyera de inmediato. El simplemente no podía soportar que alguien notara lo que le provocaba el calor de otra piel, los perfumes, o las penetrantes voces cerca de su oído.

Desde pre adolescente que está entrenándose para no demostrar esta flaqueza de su parte, manteniéndose en estado puro desde entonces, una vez trato de salir con un hombre que le invito un trago en un congreso médico, pero la sola idea de que su nombre ande circulando sin que él lo sepa, como "el tipo que se dejó follar el fin de semana por primera vez", le aterraba.

A veces creía una vergüenza el ser virgen, pensó mientras se lavaba la cara, tenía consultorio en menos de media hora, y sus ojos hinchados por las lágrimas no se iban con el agua fría, a veces creía que era su tesoro, pero luego pensaba que con el terror que el tenia a otros hombres y más aún de aquellos que le atraían... mas se alejaba el pensamiento sobre enamorarse algún día.

Por eso solo se enfocaba en atender a sus pequeños pacientes, tomaba tantas horas como podía como el cuerpo le respondía para no estar solo en su departamento, se había elegido un loft pequeño en la parte industrial de la ciudad, cerca de la biblioteca y del centro comercial.

Quería vivir con sus traumas en paz, en silencio y sin ser visto, pero su renuencia no le daba paz, toda mujer que se cruzaba con él quería conquistarlo y él pensaba que era una lástima que no le muevan un pelo, y ahora tenía que lidiar con este médico... ¿Quién era? ¿Sería demasiado obvio preguntar a alguna enfermera? ¿Qué tan rápido se esparcirían los rumores de su interés por ese hombre?

Quería meterse en su cama y ponerse a llorar, tendría que cambiar de trabajo, ¿Podría volver a trabajar en ese estado? La idea de que se había vuelto tan cobarde, lo angustiaba más.

Caroline le miro preocupada, le limpio el rostro y él se dejó hacer por la sola idea de que no le estaba atacando, ni cuestionando su estado, ella preguntó si pasaba algo, si su familia estaba bien y el no respondió, por lo que ella supuso lo peor y lo abrazó, terminando de desahogar su frustración sobre su hombro, por suerte la mujer también lo alistó para que empezara con su primer paciente citado.