TITULO: AVISO OPORTUNO
AUTORA: DIANA GARCIA
TÍTULO ORIGINAL: HELP WANTED (2000)
GÉNERO: CONTEMPORÁNEO
PROTAGONISTAS: EDWARD CULLEN Y BELLA SWAN
ADAPTADO POR: MARS992
PERSONAJES DE: STEPHANIE MEYER
SIN FINES DE LUCRO…
Capítulo 1
Parada bajo la ducha de agua caliente, Bella cerró los ojos e inhaló profundamente mientras el vapor la envolvía. A pesar del chorro de agua que pegaba contra los azulejos, logró escuchar que sonaba el teléfono de nuevo, pero esta vez no corrió a contestarlo. Que lo contestaran los niños, o que lo contestara el contestador, no le importaba. Necesitaba un momento bajo el agua caliente para gozar el silencio. Un momento para sí misma.
El frasco de acondicionador de cabello se le resbaló de la mano, y se cayó directamente encima del dedo gordo de su pie.
—¡Ay!
—¿Mamá?
Bella cerró la llave del agua y observó su dedo golpeado. No sangraba.
—¿Sí, Seth?
—Te llaman por teléfono.
—¿Quién es?
—Es otra respuesta al anuncio.
—Dile que puedo entrevistarla mañana a las cuatro de la tarde —gritó Bella, a través de la puerta cerrada—. Y… ¿Seth?
Se escucharon las palabras sí mamá desde el otro extremo del pasillo. No había esperado para escuchar lo demás. Bella sólo esperaba que se le ocurriera darle la dirección a la mujer.
Después de pagar un anuncio durante dos semanas, Bella apenas había conseguido a cuatro posibles candidatas para las entrevistas que había concertado para mañana. Y faltaba sólo una semana para el fin de curso en la escuela de los niños, así que le quedaba poco tiempo.
El anuncio que había publicado Bella había sido bastante claro:
«MUJER TRABAJADORA EN BUSCA DE AMA DE LLAVES. URGE UNA SEGUNDA MADRE PARA DOS NIÑOS DE SEIS Y DE OCHO AÑOS. SE REQUIERE PACIENCIA, MEDIO DE TRANSPORTE PROPIO, Y QUE SEA BUENA COCINERA. EMPLEO SÓLO TEMPORAL DURANTE EL VERANO. BUEN SUELDO. DEL 8 DE JUNIO AL 3 DE AGOSTO, LUNES A VIERNES, 7 A.M. A 5:30 P.M. SE HABLA ESPAÑOL».
Bella había esperado que le llovieran miles de respuestas, pero hasta el momento apenas había recibido una media docena de llamadas. Y dos de las mujeres ya habían rechazado la oferta de empleo, al mencionar Bella que se trataba de un trabajo de verdad. Todo el mundo parecía esperar todo a cambio de nada. Bella meneó la cabeza desilusionada; así era el mundo…
Ella cojeaba al caminar por su habitación, y cerró las persianas para no ver la vista panorámica de la ciudad por la ventana. Antes no habría tenido necesidad alguna de cerrar las cortinas, pero ahora pasaban muchos excursionistas cerca de la casa, así que ya era más cuidadosa. No quería pasar a ser una vista panorámica más en estas montañas.
La casa ubicada en las montañas de Santa Catalina, era exactamente la que siempre habían deseado ella y su marido: Era grande, hermosa y aislada. Sólo había acceso al camino de la casa por una reja eléctrica que se controlaba desde la casa, y ocasionalmente, durante los diluvios de verano, sólo se podía llegar en vehículos de doble tracción.
Construida sobre la cima de una montaña, tenía una vista panorámica de las luces centelleantes de Tucson, a la vez que guardaba una gran distancia de la vida apresurada y complicada de la ciudad. Significaba para Bella un sueño hecho realidad; sólo que jamás había considerado la posibilidad de tener que vivir sola en la casa.
—¡Devuélvemelo! ¡Te voy a acusar con mamá!
El ruido de pasos fuertes en el pasillo la volvió a la realidad. Bueno, no vivía totalmente sola.
Bella se puso un short blanco de algodón con una camiseta, y mientras esperaba oír el grito inevitable, se peinó su cabello lacio de color castaño hacia atrás. El grito no demoró mucho.
—¡Mamá! ¡Seth me metió una zancadilla!
Golpeaban a la puerta de su habitación mientras giraban frenéticamente el tirador. Pero no contaron con la astucia de Bella; había cerrado la puerta con llave.
Justo al abrir la puerta, entró apresuradamente su hijo de seis años, Anthony.
—Mamá, yo sólo caminaba al lado de Seth, y me hizo tropezar, y me quitó mi juguete, ¡y luego me dijo cretino!
La voz chillona de Anthony estaba ronca por su sentimiento de autocompasión, y tenía lágrimas en sus ojos cafés.
—No seas chismoso, Anthony —respondió Bella por simple costumbre, y apartó un rizo de cabello de los ojos de su hijo. Luego alzó la voz—. ¡Seth!
Al pasar al lado de su hijo menor para buscar a su hijo mayor, Bella iba murmurando: «Jamás quise ser madre soltera…» En algún lado del universo, los dioses se burlaban de ella.
Se ocupó durante todo el día siguiente en los quehaceres de cualquier casa en domingo, y Bella no tuvo tiempo de cambiarse de ropa hasta cinco minutos antes de la hora fijada para la primera entrevista.
Al escuchar el tintineo del timbre de la puerta principal, Bella apenas estaba medio acomodando su cabello con un broche de plata, y se puso unas sandalias. Metió su camisa adentro de su pantalón, y se dio prisa para pasar por el pasillo a la puerta.
—Buenas tardes.
Había una mujer parada en la entrada.
—¡Dios mío! —Bella brincó hacia atrás. Al recobrar la compostura, estudió la cara de la poco atractiva mujer de mediana edad, y sonrió de manera sincera—. Disculpe. ¿Viene usted a la entrevista de empleo?
La mujer asintió con la cabeza, pero no le devolvió la sonrisa.
—Su hijo me abrió la puerta. Luego se echó a correr y ahí me dejó.
Tenía que haber sido Anthony. La regla de no hablar con los extraños simplemente no cabía en el léxico del niño.
—Cómo lo siento —dijo Bella para disculparse de nuevo—. ¿No le gustaría pasar a sentarse un momento?
Durante los próximos minutos, la mujer se esmeró en mencionar que a la casa de Bella le urgía una buena sacudida; que las salchichas con frijoles no constituían una comida equilibrada para dos muchachitos en pleno desarrollo; y que era sumamente antihigiénico permitir que un perro de pelo largo, se acostara en los suelos de azulejos de Saltillo.
Más tarde, cuando la mujer se fijó en un librero lleno de videocasetes, comentó que sólo una mala madre permitiría que sus hijos fueran expuestos a la «basura transmitida actualmente por los medios de comunicación», Bella ya se había hartado de ella. Aun con su acostumbrado optimismo, era obvio que esta mujer no le servía para nada. Bella ya se imaginaba lo que sucedería con esta mujer si Anthony se orinaba en la cama, algo que solía suceder sólo de vez en cuando, o si Seth soltaba sus acostumbradas groserías al probar el calor de la calle.
—Le aseguro que le avisaré en cuanto haya tomado una decisión —dijo Bella una vez más, e impulsó a la mujer en dirección a la puerta principal; tarea que le costó bastante trabajo.
Por fin se apoyó Bella en contra de la puerta cerrada, sintiéndose exprimida. Jamás se había dado cuenta de que las entrevistas fueran tan difíciles.
Después de despachar a sus cuatro entrevistas, Bella se sentía presionada, repugnada y deprimida. La última candidata había sido una chica de escasos dieciocho años, que jamás había cuidado a un niño en su vida, y estaba vestida como de la década de los sesenta. Y ahora Bella estaba enfrentándose con el dilema de qué hacer con los niños durante todo el verano.
Volvió a sonar el timbre de la puerta antes de que pudiera dar el primer paso por el largo pasillo. Tenía que ser la muchacha de nuevo, a lo mejor se le había olvidado su collar de cuentitas de paz o algo por el estilo.
—Hola. ¿Señora Swan?
Bella no desenganchó la puerta mosquitera. ¿Qué hacía este hombre tan guapo en la entrada de su casa? La reja exterior y el camino tan empinado de la entrada normalmente ahuyentaba a los vendedores.
—Sí. ¿En qué puedo servirle?
—Soy Edward Cullen. Hablé con su hijo ayer. Me citó a entrevistarme con usted a las… A esta hora —dijo el señor, y miró a su reloj.
Bella se quedó sin habla. Era típico de Seth no mencionar que la persona que había llamado era hombre. Bueno, pues no podía simplemente dejarlo en la calle. Bella desenganchó la puerta y la abrió.
—Por favor, pase usted. Hace mucho calor.
—Gracias.
Su sonrisa era juvenil, pero el resto de su cuerpo de un metro noventa era de todo un hombre maduro. Bella sintió la garganta seca al mirarlo simplemente. Obviamente había malentendido el anuncio.
—Creo que hubo un malentendido… —empezó a explicar Bella, pero del bolsillo de su pantalones Dockers cuidadosamente planchados, el hombre sacó el anuncio periodístico de Bella.
—Mujer trabajadora en busca de ama de llaves… —leyó en voz alta. Luego levantó la mirada a la cara de Bella—. ¿Me supongo que usted es la mujer trabajadora? —al asentir Bella titubeantemente con la cabeza, éste le sonrió con ojos centelleantes—. Yo soy su amo de llaves.
De repente Bella se imaginó a esta guapura de hombre con un delantal y con moños. Esa simple imagen fue suficiente para alarmarla.
—Señor Cullen, creo que no comprende usted lo que busco…
—Busca usted un niñero para sus dos hijos durante el verano.
—No sólo un niñero, señor Cullen. También necesito un chofer para llevarlos al equipo de natación, un cocinero que prepare tres comidas al día, y una ama de llaves que pueda lidiar con la casa, dos niños y un perro. Necesito alguien que pueda lavar la ropa, regar las flores, y ver que los niños se dediquen a cualquier cosa aparte de los juegos electrónicos durante todo el verano.
—Y, ¿cuál de esas cosas me cree usted incapaz de hacer?
Bella suspiró frustrada. Era una situación ridícula.
—¿Es buen cocinero, señor Cullen?
—Me llamo Edward. Y sí, soy buen cocinero. ¿Le gusta algún plato en especial?
Parecía tener confianza en sí mismo, y tenía entusiasmo. Como ella no se consideraba buena cocinera, no supo ni qué preguntarle, así que cambió el tema.
—¿Es usted totalmente bilingüe?
—De verdad, no. No supe que fuera requisito.
No lo era, pero Bella no quiso admitirlo.
—El empleo sólo duraría ocho semanas, durante las vacaciones de verano de mis hijos. Seguramente busca usted un empleo más seguro.
—No, las ocho semanas me parecen bien. Soy escritor independiente, señora Swan, pero en este momento estoy entre proyectos. De verdad, me caerían de perlas las ocho semanas de trabajo.
Bella meneó la cabeza. No había esperado que le sucediera esto, pero en verdad, no tenía por qué agonizar al tomar una decisión. Ella no permitiría que ningún hombre se entrometiera en su vida, aparte de los dos hombres que ella misma criaba. Ni siquiera como amo de llaves. No obstante que parecía ser competente y de confianza, y absolutamente capaz. No obstante que supiera cocinar. Por tentadora que fuera su oferta, significaría que tendrían que vivir casi juntos durante las próximas ocho semanas. Jamás funcionaría. Para nada.
—Lo siento, señor Cullen, pero no funcionaría.
Incluso al pronunciar las palabras, Bella consideraba sus opciones. Los muchachos tendrían que pasar el verano en la guardería de la YMCA, como si fuera una sentencia de escuela perpetua.
La sonrisa agradable de Edward se desvaneció.
—Ojalá que reconsiderara usted, señora Swan. Considere las ventajas. No sólo sé cocinar, pero también puedo arreglar un refrigerador. Le apuesto que ninguno de los otros candidatos podrían decir lo mismo. Quizás al señor Swan le gustaría contar con alguien que también sepa ayudar con otras tareas.
La respuesta de Bella fue titubeante. Siempre le sucedía lo mismo, aún después de más de cinco años.
—No hay ningún «señor Swan» —dijo, y en ese instante, tomó su decisión. Si este hombre podía hacer el trabajo, lo contrataría. Siempre podría llevar a los niños a la guardería más adelante si esto no funcionaba. Edward Cullen parecía ser la mejor de sus opciones. La verdad, era su única opción. Tendría que sobreponerse a sus propios prejuicios por el bien de sus hijos—. Señor Cullen, he cambiado de parecer. Si usted puede proporcionarme una lista de referencias, lo contrataré.
Edward le regaló su mejor sonrisa, y Bella se sorprendió al devolverle la sonrisa. Por lo menos hasta escuchar las siguientes palabras del señor.
—Sin embargo, hay un pequeño inconveniente…
¡Por supuesto! Debería haberlo adivinado; había sido demasiado bueno para ser cierto.
—¿Qué tan pequeño?
—De aproximadamente tres cuartos de metro, más o menos —ante la expresión de asombro de Bella, Edward se rió—. Mi hija, Elizabeth. Tiene tres años. Tendría que acompañarme.
—Yo, no sé… —empezó a decir Bella—. ¿Cree que puede usted lidiar con los tres al mismo tiempo? A mí me dejan rendida los míos, y nada más son dos.
—No hay problema —le aseguró Edward—. Soy el segundo de doce hermanos, y me he dedicado a cuidar niños desde que di mis primeros pasos, así que para mí es como instintivo hacerlo. Además —agregó—, le hará bien a Elizabeth. Temo que me salga demasiado consentida por vivir solos los dos. Como está acostumbrada a ser el centro de mi universo, ya empieza a exigir mi absoluta atención en todo momento y ha empezado a tener unos berrinches terribles.
Bella sonrió. Comprendía perfectamente lo que decía Edward.
—Mis hijos pasaron por la misma etapa. Cuando Anthony tenía tres años, se me echó en el suelo de un centro comercial, y gritó y pataleó a la vista de por lo menos cien personas. Cuando por fin lo tomé en brazos para sacarlo físicamente del centro comercial, empezó a gritar: «¡Suéltame! ¡Tú no eres mi mamá!» hasta llegar a la salida. Fue espantoso.
Edward gimió. Los dos se rieron, y Bella sintió un vínculo de comprensión con él que no había sentido durante mucho tiempo; era un sentimiento que había insistido que no le hacía falta en su vida. Sus mejores amigas no tenían hijos. Podían compadecerle por los problemas que ella tenía con sus hijos, pero no podían comprenderlos del todo. Significaba mucho. Luego Bella se despejó la garganta. No buscaba a un amigo. Lo que necesitaba era un amo de llaves.
—Entonces, me parece muy bien —al tomar la decisión, Bella volvió a actuar como una profesionista seria—. El último día de clases de los niños es el viernes. Así que comenzará como amo de llaves de mañana en ocho días, si le parece bien.
—Me parece perfecto. ¿Debo llegar a las siete? Vivo a unas cuantas millas, así que si prefiere que llegue más temprano, no sería problema.
—No, ésa es una buena hora —dijo Bella, y extendió la mano como lo haría con cualquier otro contacto en los negocios—. Ha sido un placer conocerlo, señor Cullen. Me da mucho gusto que haya respondido al anuncio. Estoy segura de que el arreglo nos será satisfactorio a los dos.
Él aceptó su mano extendida, pero no la estrechó del todo. Se la apretó de manera más íntima. Aun así, a ella no le habría afectado tanto el gesto, de no haber sido por el tono natural tan sensual de su voz.
—De eso estoy seguro, señora Swan. Estoy bastante seguro de que así será.
Al ver que Edward Cullen se alejaba en su Jeep Wrangler, Bella estaba segura de que se había imaginado cualquier insinuación en sus palabras. Ella estaba vieja y decrépita, y le interesaba más dormir que irse de fiesta. Era impensable que un tipo tan guapo como él pudiera interesarse en ella.
Tampoco se interesaba ella en él.
Bella seguía repitiéndose esa aseveración cuando entró Anthony a lágrima tendida porque Seth había tirado su bicicleta al fondo de la piscina.
