¿Alguien creyó que había dejado esto abandonado? Aún no. Quedan un par de capítulos para finalizarlo, pero por falta de tiempo, aún no podré subirlos. Sin embargo, aquí tenéis la historia corregida, resubida y tres caps nuevos. Si queréis leer directamente a partir de donde os quedasteis, id al nº 12.
Si sois nuevos, espero que disfrutéis de mi primera historia larga y aún sin finalizar :P Un saludo.
Algo que no quiero que sepas
(Continuación de "La Isla de los Sueños". Fic ZoroxSanji, LuffyxAce, RobinxNami)
Capítulo 1: Amnesia
Había pasado una semana desde el incidente en la isla Rojiletto. Estaban cansados y esperaban no encontrarse en una situación parecida en mucho tiempo, pero poco a poco, mirándolo con aquel margen de tiempo, ya no les pareció tan terrible.
O eso creyeron hasta que Sanji despertó.
- ¡Sanji! ¡Estás bien! ¡Qué alegría! - exclamó la pelirroja al verlo salir por la trampilla del camarote y se lanzó a abrazarle. Todos rodearon a la pareja, algunos con una sonrisa cómplice por la suerte que tenía el cocinero. Pero el rubio, en vez de babear como hacía siempre que una chica se le acercaba, y más si le abrazaba, se quedó un poco rígido, haciendo que la navegante se girara a verlo interrogante. - ¿Qué te pasa?
Zoro salió tras él, sin poder ocultar en su rostro la consternación que sentía.
- ¿Quién es usted, señorita? - le preguntó el rubio con una de sus sonrisas más galantes.
Todos se quedaron con los ojos como platos, notando un extraño frío a la altura del estómago. Pasaron su vista de Sanji a Zoro y de Zoro a Sanji, aunque el peliverde trató de esquivarlas.
- ¿Pero qué dices? ¿No nos recuerdas? - le preguntó Nami, sujetándole de los hombros. - ¡Zoro! ¿Qué ha pasado? ¿Ha sido culpa tuya? - le lanzó una mirada fulminante.
El aludido le miró incrédulo. ¿Cómo le podía echar a él la culpa?
- Yo que sé qué le ha pasado. Cuando se ha despertado me ha preguntado lo mismo.
- ¡Chopper! - gritó de repente Luffy - Revísale, seguro que puedes hacer algo, ¿no?
El renito se acercó nervioso hasta Sanji, pero éste se apartó cuando vio que le quería tocar con sus pezuñas.
- ¿Qué eres tú? ¿Un ciervo de peluche? - le preguntó mostrando recelo.
- ¡Idiota! ¡No soy un ciervo, y menos de peluche! ¡Soy un reno! - le gritó adquiriendo su forma humana.
Sanji se sujetó la cabeza, con la cara desfigurada de dolor.
- ¡¡Sanji!! ¿Estás bien? - le preguntó alarmada la pelirroja.
- No, me he mareado un poco y me duele la cabeza. ¿Me podríais dejar a solas?
Todos se miraron entre ellos. Nami propuso llevarlo de nuevo a la habitación de los chicos, pero Sanji les dijo que en la cocina ya estaría bien. Además tenía hambre, así que prepararía algo para comer, a lo cual se apuntó Luffy sin reparos.
- Está bien. Haré la comida a todos, pero por favor, dejadme solo.
- ¿Te las apañaras bien en la cocina, Sanji? ¿No necesitarás ayuda? - le preguntó Usopp.
- No te preocupes por eso.
Y se marchó sin dirigir la mirada a nadie. Los tripulantes del Going Mery se quedaron un rato en un tenso silencio, pero al final, volvieron a sus quehaceres cotidianos, sin percatarse de la mirada aguda que dirigía Robin hacia la cocina.
No conocía demasiado al cocinero, pero sí lo suficiente para afirmar que aunque perdiera la memoria, él siempre babearía por cualquier chica, aunque la acabara de conocer. Esa reacción cuando le abrazó Nami no fue normal, pero fuera cual fuese el motivo de aquella forma de actuar, no se metería.
En los días en que Sanji había estado inconsciente se fijó en que el espadachín había estado más callado que nunca, pero eso no quería decir que estuviera tranquilo. Se notaba que estaba preocupado por el cocinero, aunque lo disimulara, y que lo que sentía por él no era simple compañerismo o amistad. Había algo más fuerte entre ellos dos, y sospechaba que en la isla Rojiletto, la anterior donde habían estado, se hubieran descubierto sus sentimientos. Por eso estaba tan preocupado Zoro, y eso explicaría el motivo por el que Sanji había actuado así: fingía haber perdido la memoria.
Se sentó bajo el parasol junto a Nami y abrió un libro que comenzó a leer. Estaba convencida de que eso era lo que había pasado, así que observaría cómo se desarrollaban las cosas.
- Robin - la llamó Nami mientras examinaba un libro de navegación. - Dentro de una semana llegaremos a una nueva isla.
Ella levantó la vista del libro.
- ¿Ya sabes cuál es?
La pelirroja negó con la cabeza mientras suspiraba nerviosa.
- No. Pero parece que está vinculada con la isla del vampiro. Mira aquí. - le mostró el mapa y señaló una islita pequeña. - Aquí es a donde nos dirigimos. ¿Ves la forma que tiene? Pues fíjate en Rojiletto. Si unes las dos islas, ¿no forman una especie de cabeza de toro de perfil?
Robin miró lo que le señalaba su nakama y sonrió.
- Qué interesante, creo que a Capitán-san le hará gracia la idea. Pero, ¿no te parece un poco extraño que si antes estaban unidas, ahora se encuentren tan separadas la una de la otra? Seguro que es una casualidad, el que tengan ésta forma.
- Mmm... - gruñó no muy convencida. No lo pasó demasiado bien en aquella isla, y le aterraba ir a otra que tuviera relación con ésta, pero no habían podido llenar la despensa y si se la saltaban, la próxima estaba a un mes. Teniendo en cuenta a Luffy, no sobrevivirían ni una semana. - Si hay líos allí, compramos provisiones y nos largamos antes de que vengan los problemas.
- Eso si tienes suerte de que el Log Pose se cargue rápido. - puntualizó la morena, sin apartar la vista del libro.
Nami emitió un gemido ahogado, pero decidió investigar más acerca de la misteriosa isla a la que se dirigían.
Mientras, en el castillo de popa, Zoro había empezado con su entrenamiento de pesas. Las agitaba adelante y hacia atrás como si no pesaran nada, aunque en realidad, estaba zarandeando 500 kg de metal. Era increíble que el Going Mery no estuviera descompensado.
"Joder... ¿Habrá sido culpa mía?" se preguntó Zoro en sus pensamientos. "Tal vez llegué demasiado tarde... Y la falta de sangre le ha hecho olvidar... Ha sido culpa mía, mierda..." agitó con más fuerza sus brazos, machacándose el cuerpo como solía hacer cuando pensaba en Sanji. Quería dejar de pensar en él, pero siempre aparecía en medio de sus pensamientos y no podía hacer nada para sacarlo, por eso intentaba disimular los calores que le venían entrenando duramente hasta no poder más.
"Bueno... así al menos ya no recuerda lo que le dijo ese estúpido vampiro... Así que con que nos recuerde a nosotros bastará... Aunque si recuperara la memoria... ¿Qué haré? ¿Qué tengo que hacer, maldita sea?"
Dejó caer las pesas con cuidado y se secó el sudor de la frente y el cuello con una toalla, mirando al mar, pensativo, perdiéndose en sus pensamientos mientras dejaba totalmente olvidado el entrenamiento.
Desde la cocina, Sanji observaba a Zoro a través de uno de los ojos de buey que daban a popa mientras fumaba un cigarrillo. Expulsó el aire nervioso, contemplando el torso desnudo de su nakama, que parecía tan distraído. Su cuerpo, levemente apoyado en la barandilla, de espaldas a él... ¿qué era lo que exactamente le hacía sentir? No le hacía sentir nada, eso es lo que quería creerse, ya que se supone que es Zoro el que está enamorado de él, y no al revés. Pero aquellas largas noches, oyendo gemir su nombre al espadachín, habían logrado colarse en sus sueños, y se sentía extraño cada vez que lo tenía cerca, como si aquel sueño compartido fuera un hecho real.
- Puff... tendría que haber pasado de él... - suspiró, pasándose la mano por el rostro, y deteniendo sus dedos sobre sus labios, recordando como conscientemente había besado a Zoro mientras dormía. Fue un beso apasionado, donde se notaba la desesperación del espadachín por poseerle. Pero no podía ser. Los dos eran hombres, y además él mismo era un mujeriego, que perdía la cabeza por cualquier chica bonita que pasara por delante suya. Era imposible que se enamorara de él.
"... Sanji..." recordó los gemidos del espadachín, aún en contra de su voluntad. Sonaban siempre tan sensuales, con aquella voz ronca medio apagada pero llena de deseo. Sus mejillas enrojecieron, y el corazón se le aceleró al notar lo que le provocaba ahí abajo. Mierda... No podía ser, no. No se enamoraría de él. No estaba enamorado de él.
Apartó la vista de la ventana y miró la cocina en penumbras. Era cierto lo que dijo antes de que tenía hambre, así que se distraería un rato cocinando. Y mejor si evitaba usar verduras hoy, ya que su color verde le recordaban irremediablemente al cabeza marimo.
Afuera, Luffy estaba sentado en el mascarón de proa del Going Mery, mirando el horizonte. Desde que abandonaron la isla, él también había estado un poco apagado, y no le había dicho la razón a nadie.
Aquella chica, Yume, había utilizado sus últimas fuerzas para que salieran de allí, y le estaría eternamente agradecido. Hasta el momento, sólo Shanks se había sacrificado de esa manera para salvarle, y eso le hacía sentir triste. Subió las rodillas hasta tenerlas a la altura del pecho y escondió la cabeza entre ellas. Él quería proteger a sus nakama, pero alguna vez le gustaría sentir que es protegido, aunque él fuera fuerte. Quería sentir la tranquilidad de estar entre los brazos de alguien y no pensar en nada, en sentirse a salvo. Y la única persona en la que pensaba cuando sentía esa necesidad era su hermano.
Ace le había abrazado y besado tantas veces cuando habían vivido juntos en su pueblo... Después de tanto tiempo, tenía ganas de volverle a ver y que le volviera a mimar como hacía. En Alabasta no tuvo la oportunidad de quedarse a solas con él, pero estaba convencido de que si volvía a verle, aunque estuvieran todos sus compañeros delante, le obligaría a estar con él hasta que estuviera satisfecho, aunque sabía que nunca lo estaría mientras estuvieran separados.
"¿Por qué no os unís tú y tus nakama a la tripulación de Barbablanca?"
- ¡¡Ni hablar!! - exclamó, poniéndose en pié. Quería mucho a su hermano, pero eso no lo haría nunca. - ¡¡Yo seré el Rey de los Piratas!! - alzó un puño con convicción y miró a sus compañeros, algunos le devolvían la mirada sorprendidos por esa explosión de energía.
"No tengo que pensar en eso, que me pone triste." se convenció, y se marchó de un salto a molestar a alguno de sus amigos.
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Unas horas después, cuando ya comenzaba a anochecer, Sanji les anunció que había preparado la cena. Luffy fue el primero en entrar en la cocina a una velocidad de vértigo, sorprendiendo al rubio, que se acababa de asomar por la puerta y que le pasó el chico de goma a escasos centímetros. Los demás fueron entrando con más normalidad, salvo Zoro, que se había metido en la ducha pocos minutos antes de que acabara de hacer la comida.
- Sanji, ¿estás mejor? - preguntó la pelirroja, preocupada por su amigo.
- Sí, no te preocupes. - esbozó una hermosa sonrisa y le sirvió un plato decorado perfectamente.
- ¿Te acuerdas de alguno de nosotros o de alguna aventura de las que hemos vivido? - preguntó Usopp, empezando a comer.
Sanji se sentó, después de servirse su plato y se concentró en actuar como había meditado que haría.
- Son recuerdos muy difusos, no sabría decir si son verdad o no. Sin embargo, no me siento mal entre vosotros. - comenzó a comer, sin percatarse de cómo le miraba la morena.
- ¿Y de espadachín-san te acuerdas? ¿Te sientes incómodo cuando estás cerca de él? Porque él estaba junto a ti cuando despertaste, y seguro que hablasteis de algo antes de subir a cubierta.
Sanji se atragantó. ¿Por qué tenía que hablarle justamente de él? ¿Era a propósito o inocentemente? No, seguro que su querida Robin-chwan no quería decir nada con segundas intenciones, pero también era cierto que era muy inteligente.
- No me gusta estar cerca de él. Tengo la sensación de que no nos llevábamos del todo bien. - afirmó, y se llenó la boca de comida, para evitar que le hiciera otra pregunta.
- ¡Uohh! ¿Cómo lo has sabido, Sanji, que no te llevabas bien con él? - preguntó Luffy, totalmente ajeno a saber que Sanji les estaba engañando.
- Intuición. - masculló molesto. Dejó caer el tenedor sobre el plato y se levantó. - Voy a tomar el aire. - y salió, encontrándose con la penumbra de la noche.
Encendió un cigarrillo y bajó hasta cubierta con parsimonia, se acercó al mástil y dejó su cuerpo resbalar por él hasta quedar sentado. Estaba hecho un lío. En el momento en que decidió que fingiría no recordarles no se dio cuenta de que sería tan complicado. Lo mejor sería mantenerse apartado de ellos hasta que pudiera decirles la verdad. Y eso no sería hasta que Zoro dejara de amarle, aunque era realmente complicado hacer eso. ¿Cómo hacer para que te dejen de querer? Tal vez esa no fuera la solución.
La trampilla del camarote de los chicos se abrió y se asomó Zoro, la fuente de sus problemas. Sus miradas se cruzaron unos segundos, entre sorprendidas y dolidas. Se aproximó hasta el rubio y le miró a los ojos, aunque éste los apartó enseguida.
- ¿Qué tal estás? - le preguntó con una voz demasiado suave para ser la habitual en Zoro.
- Tsé... ¿Y cómo quieres que esté? - le contestó con fastidio. - No me siento demasiado a gusto, que digamos. - masculló, contradiciéndose a lo que les había dicho a los demás.
El espadachín se sentó a su lado, contemplando el cielo estrellado en aquella noche de luna creciente. La brisa le llevó a Sanji el olor de su pelo limpio, que le pareció embriagador, y entonces cayó en la cuenta de que cuando se despertó, Zoro también se acababa de duchar.
- Oye, ¿cuántas veces te duchas al día? Es que no pareces un tipo que se arregle demasiado. - dijo, mirando de reojo su camiseta blanca tan hecha polvo.
Zoro se mantuvo en un estado como de ensoñación, como a punto de dormirse y le contestó con una voz tan suave como la anterior.
- Me he estado entrenando toda la tarde. No me parecía apropiado aparecer en la cocina para cenar oliendo mal. - explicó, refiriéndose más bien a que no quería molestarlo a él con su fuerte olor a sudor. Cerró los ojos, sintiendo aquella tristeza en su corazón desde que el cocinero se despertó, y la sensación de nerviosismo y placer de estar tan cerca de él.
- Pues tampoco te preocupes tanto. Si hueles demasiado mal, ya te haré comer fuera, en el suelo, con un plato para perros. - masculló Sanji, algo molesto por aquel tono de voz tan inusual en él, y apartándose de allí. Se sentía muy cómodo cerca de él, pero se había repetido toda la tarde que no estaba enamorado de Zoro, que no sentía nada por él, pero conociéndose, sabía que si el peliverde le decía algo de más o simplemente le rozaba alguna parte sensible de su cuerpo, acabarían mal las cosas. Sin cruzar ninguna palabra más, bajó por la trampilla y se marchó al baño, ya que no había tenido oportunidad de asearse desde que había despertado.
Por otra parte, Zoro se quedó un rato más donde estaba, triste por la realidad: Sanji había perdido la memoria por su culpa, y además sabía que nunca correspondería sus sentimientos. Lo mejor sería olvidarle, aunque le costara tiempo. Al menos lo intentaría.
Se marchó a la cocina, donde Luffy casi había terminado con toda la comida, y se quedó allí hasta que casi todos se largaron. Bebía lentamente una botella de ron, sorbiendo tragos de vez en cuando, sin ninguna prisa por terminársela, y Robin que se había quedado leyendo uno de sus libros, le dirigió la vista después de un buen rato.
- ¿Estás preocupado? - le preguntó con una de sus misteriosas sonrisas.
Zoro le dirigió la mirada, sin separar los labios de la botella.
- ¿Te lo parece? - le preguntó sin muchos ánimos. Robin asintió y volvió a centrarse en su libro. Había pensado en no meterse, pero después de ver la reacción que había tenido Sanji al preguntarle por Zoro, sintió la necesidad de ayudarles. Porque era seguro que esos dos se querían más de lo que admitirían nunca.
- ¿Tienes algo que hacer esta noche? - le preguntó, aunque la respuesta era obvia. Cerró el libro y se levantó del asiento, tirando del brazo de Zoro para que le siguiera. - Vamos a divertirnos.
El chico tragó saliva. ¿A qué se refería? ¿Acaso quería lo que se temía? ¡De ninguna manera! No podía tener sexo con ella. Pero tampoco podía decirle que era homosexual...
Robin lo llevó hasta su camarote, que compartía con Nami, y después de entrar cerró con llave. La navegante no se encontraba allí, tenía guardia esa noche, y como el rubio no lo sabía no le pudo hacer el turno.
- ¿Qué quieres? - le preguntó receloso, pegando su cuerpo a la pared más lejana de donde estaba ella. Robin rió ante esa reacción, sabía lo que se había imaginado el chico.
- Tranquilo. - le pidió con dulzura. Se giró hacia uno de sus armarios, donde se puso a rebuscar algo entre la ropa. - Vamos a jugar. - le propuso animada, con una enorme sonrisa en sus labios.
"Oh, no... Ya sé lo que va a sacar de ahí...". Se imaginó a Robin vestido de sado, con un látigo en sus manos, un sujetador que apenas le cubría de cuero negro y unas braguitas igual de pequeñas. Le atizaba con el látigo mientras seguía repitiendo: "Vamos a jugar" con esa sonrisa suya. Se puso a temblar de espanto por ese pensamiento.
- ¡No! ¡A mi no me va el sado! - exclamó, casi sin darse cuenta. La arqueóloga le miró sorprendida, y luego se echó a reír abiertamente, algo que nunca hacia, y le mostró lo que llevaba en sus manos.
Una diadema con orejitas de gato, curiosamente de color verde, algo que podría afirmar que era una cola peluda del mismo color, una minifalda negra y una camiseta de tirantes color blanco muy pequeña.
- ¿Qué es esto? - le preguntó con recelo. Parecía que no iba muy desencaminado con lo del sado, aunque ella iba a vestirse de una manera muy extraña.
- Vamos a disfrazarnos. Será divertido.
- ¿Eh? ¿Es un tipo de sexo sadomaso? - le preguntó, aún sin caer en lo que quería realmente la morena.
- No. No vamos a tener sexo. - le informó la chica. - ¿O prefieres que sí?
Zoro negó rápidamente con la cabeza, tranquilizándose, aunque en parte. Era mejor disfrazarse a eso.
- Pues si te pones eso, no irás muy distinta a lo que llevas siempre.
- Te equivocas. - se acercó a él, que ya no huía de ella y le tendió la ropa. - Esto es para que te lo pongas tú.
- Jajaja... Sí, claro. Bueno, me voy a dormir, buenas noches. - se despidió, dispuesto a salir antes de que Robin se volviera una persona completamente desconocida para él, pero una mano brotó del pomo de la puerta, negando con el dedo índice alzado.
Zoro retrocedió, tragando saliva, y Robin le colocó las orejitas en la cabeza.
- Ya verás que divertido.
TSUZUKU
