Ciaossu ~~
Aquí llegó Yami con el primer capítulo de la segunda parte de Lo que escucharon las estrellas, muchas gracias a todas las que han seguido el fic, de no ser por sus reviews no habría sacado una nueva temporada, espero que esta tenga tan buen recibimiento como la primera.
Lo admito, el capítulo estuvo listo hace una semana, pero no me atrevía a subirlo, ya sé que necesito una fuerte dosis de confianza en mi misma, lo subí porque ordenando las imagenes en mi computadora (ya saben, Hibari-sama me ocupa mucho espacio) me encontré esto: tinypic.-com/r/2ev7sld/6 kyaaaa! y casi grito de la emoción, es la portada de mi primer long-fic que escribí a los 13 años t.t verdad que es hermosa? jajaj me devolvió la valentía y por eso quise compartirla, fue un regalo de una amiga que amaba mucho esa historia... ahora, si tan solo recordara dónde la dejé... (la escribió en un cuaderno)
—Haru debe irse—avisó.
Sus palabras hicieron que Hibari la apretara con más fuerza aún. Ambos se encontraban en la azotea de Namichuu, el carnívoro rodeaba a su herbívora, apegándola a su cuerpo. Ella se encontraba sentada en su regazo, intentó levantarse, pero él se lo impidió.
—Kyoya-san—pidió, intentando sonar más decidida.
—Tú te colaste dentro de Namichuu—le recordó. En otras palabras, ella solita buscó el problema.
—Haru llegará tarde a su práctica de gimnasia ~desu—-se lamentó ella.
Él no aflojó su agarre.
Honestamente, Haru no tenía ningún problema en permanecer todo el día junto a la alondra, es más, cada mañana despertaba ansiosa y se daba miles de vueltas esperando poder encontrarlo por ahí. Él siempre era muy puntual, no soportaba llegar tarde a su querida escuela, y los horarios no eran muy compatibles, pero eso no representaba un problema para su novia, que siempre intentaba venir a visitarlo.
Con Hibari, Haru había aprendido el significado de "fuerza de voluntad", él siempre hacía lo que quería y cuando quería. Si deseaba un beso por parte de ella, se lo robaba. Si sentía ganas de abrazarla, lo hacía. Si algún herbívoro intentaba acercársele, él lo alejaba. Ella disfrutaba de las caricias y cuidados que él le brindaba, sin embargo odiaba que fuera él quien siempre llevara el mando, asique intentaba llevarle la contraria y continuar con su día, le gustara o no. Aunque a veces le costaba mucho trabajo rechazar momentos como este.
El otro día leyó en una revista que si dejaba que el hombre actuara así, con el tiempo podría convertirse en una relación demasiado absorbente, ya que él no soportaría que la mujer anduviera libre, y disfrutara de su vida sin él. Haru no quería que su relación se deteriorara, asique buscaba independencia, aunque de una forma sutil, también buscaba variar el día a día, realmente le costaba mantener un equilibrio entre lo bueno y lo malo, pero Hibari aportaba… de vez en cuando… si le entraban ganas de cooperar…
Hoy, no tenía ganas de cooperar.
—Kyouya-san, Haru está hablando en serio—su voz parecía sonar segura, mientras que su voluntad estaba a punto de quebrarse.
—Mh…—fue su respuesta.
Sí, Hibari era de pocas palabras asique Haru se vio en la obligación de aprender a interpretar los gestos y muecas que él hacía, lo cual la había llevado a comprar muchas revistas que la ayudaran en esa arte, estaba pensando incluso meterse en un taller o algo así…
A pesar de todo, la relación con Hibari no solo se basaba en leer sus expresiones, también Haru debía concentrarse en lo que ella sentía cuando estaba junto a él. Su presencia le provocaba un sin número de emociones mezcladas, pero que la hacían sentir feliz y dichosa, le gustaba disfrutar de su compañía, aunque a veces fuera celoso en exceso, él siempre la protegía y manifestaba su amor, a su manera, con pequeños detalles casi imperceptibles , pero valiosos, considerando que venían de parte del demonio de Namichuu.
—Si no te sonrojas, te dejaré ir—ofreció el prefecto. Haru aceptó.
Lo que ella no se esperaba era que el prefecto la empujara contra el suelo, y se posicionara encima de ella, apoyando las manos a los lados, mas o menos a la altura de su cabeza. Ese simple acto fue suficiente para que su rostro se encendiera.
—Perdiste—observó Hibari.
—¡No es justo!—gritó Haru, con el rostro aún enrojecido, lo que la hizo verse especialmente tierna.
—El más fuerte siempre gana—la filosofía de vida de Hibari era bastante simple.
—Haru exige revancha ~desu.
—No vale de nada pedir revancha, te atrapé.
—Kyouya-san, Haru debe…—intentó recordar qué era lo que debía hacer, lo había olvidado.
—Que mala memoria tienes—dijo él, acercando lentamente su rostro al de ella.
—Haru no tiene mala memoria, lo que pasa es que…—se detuvo en mitad de la frase al sentir que el prefecto apoyaba su frente con la suya, sus ojos grises la miraban de forma seductora y sus labios se encontraban demasiado cerca de los de ella.
—¿Qué pasa?—preguntó él, solo para avergonzarla más.
Por algún motivo le encantaba provocarle constantes sonrojos a la pobre Haru, sabía a la perfección como conseguir ese exquisito tono en sus mejillas y disfrutaba viendo lo nerviosa que se ponía cuando se acercaba mucho. Parecía un pequeño animalito indefenso, lo que despertaba sus deseos de protegerla y tenerla solo para él.
—Lo que pasa es que Kyoya-san perturba a Haru—otra cosa que amaba de ella era esa inocente honestidad innata en ella.
—Mhn…—suspiró, rozando sus labios con los de la joven castaña quien gimió ligeramente cuando sintió la suave caricia.
Sintió que Hibari dejaba caer su cuerpo con más fuerza sobre el de ella, acorralándola aún más en el suelo, cuando dirigió su mirada a los profundos ojos grises del azabache supo inmediatamente cómo iba a acabar esta escena.
—Kyoya-san, estamos en la escuela—le recordó. Él ignoró el comentario. –No podemos interferir con la paz y el orden—intentó de nuevo.
—¡Kyo-san!—Kusakabe entró de golpe en la azotea, pero se cubrió los ojos con el brazo en cuanto vio la comprometedora escena—. Lo siento mucho, Kyo-san. No vi nada indebido, lo prometo…
—Habla de una vez—ordenó el prefecto evidentemente enojado.
—Hay un desorden en la cancha de beisbol—informó Kusakabe, todavía evitando mirar.
El presidente del comité disciplinario gruñó y se levantó, cada vez que tenía a Haru a su disposición algo tenía que intervenir con la paz y él debía ir a solucionar el problema.
—No te muevas de aquí—dijo mirando amenazadoramente a Haru.
Ella asintió, la última vez que intentó escapar de Namichuu se había encontrado con un apuesto joven albino adicto a los dulces, quien la engañó, se apoderó de su mente y la obligó a utilizar sus poderes para fines malignos. Se podría decir que aprendió la lección.
Había pasado un mes desde entonces, 30 días en los cuales la paz había reinado. Asistía a clases en las mañanas y en las tardes veía a Hibari, salía con Kyoko y saludaba a los guardianes Vongola. Juntar las dimensiones había sido el mejor deseo de todos.
Reborn continuaba entrenando a Tsuna, pero también estaba atento a su situación, apoyando las investigaciones del Noveno Vongola respecto a ella y sus poderes, es más, esperaban que pudiera viajar a Italia a hacerse unos exámenes con un grupo científico de alto nivel.
Era bueno saber que contaba con la protección de los Vongola, aunque ya había resolvido sus dudas respecto a su pasado, aún tenía muchas inquietudes respecto a sus poderes. Algo en su interior le decía que ya no contaba con la habilidad de pedir deseos, y la práctica confirmaba su teoría, sin embargo debía saber si las estrellas no le habían guardado ninguna habilidad sobrenatural más, y también quería responder la pregunta más importante: ¿Se la llevarían a ella al igual que a su madre?
No quería que se la llevaran, sin embargo aceptaba la idea, porque sería como morir, llegar al final de la vida terrenal para poder ir a un mundo más allá, aunque no hay certeza de que exista para humanos corrientes, para ella que era en cierto modo una estrella, si podía haber algo luego de esta vida.
Por lo tanto, se sentiría feliz si podía vivir en este mundo como si fuera cualquier persona, hasta que le llegara el momento.
Y en caso de que así fuera, esperaba que Hibari pudiera sobrellevar la perdida para que su historia no se repitiera con…
¡Un momento! Alto ahí, ¿qué estaba pensando? Eso era… bueno, no era del todo imposible, pero…
Movió la cabeza de un lado como si intentara desechar la idea, aún faltaba mucho para eso.
Se levantó y miró desde la azotea como el presidente del comité disciplinario resolvía los conflictos en su escuela, de una manera no muy pacífica, pero efectiva.
Hace un tiempo que comenzó a llamarlo por su nombre, lo cual la hacía sentir especial, nunca había escuchado a una chica llamarlo, aunque aún no se atrevía a quitar los honorificos. Él también la nombraba de vez en cuando.
En ese momento recordó que hoy tenía práctica de gimnasia. Evidentemente no iba a poder ir.
