NO LEAS ESTO

Que reverde, me gusta x3.

Solo tengo tres cosas por decir:

1. I'm back, fuck yeah.

2. Tampoco puedo creer lo rápido que he subido otra historia.

Y...

3. Te engancharás, my friend :3.

No hablaré mucho porque si son buenos curiosos, uds mismos descubrirán que tal la historia :D.

Un saludo y un abrazo para todos, encantada de empezar otro viaje con uds y espero que lo disfruten leyendo, tanto como yo disfruté escribiendo x3.

Sin mas que agregar, disfruten la función...

Advertencia: Caray xD.


1.

I TRIED SO HARD.

.&&&&&.

Miró por la ventana de su auto y suspiró. Notó como su aliento se fusionaba con el frío del lugar y frunció el ceño, otra asquerosa mañana había iniciado…

Dirigió su mirada hacia Myoga, desde el retrovisor, estaba inusualmente callado. Desvió su vista nuevamente. Si, tal vez eso sería lo más relevante que pasaría en su día.

Buscó en los bolsillos de su fino traje, una pequeña caja con múltiples compartimientos y tomó unas capsulas en ella, sin reparar en detallarlas. Las llevo a su boca y las tragó con brusquedad, sintiendo el sabor amargo del medicamento mezclarse con su garganta.

Bufó con desgano, si tenía que asistir a otra junta de la empresa, juraba por todos los dioses que se daría un tiro.

Casi rio por lo bajo, al ver que habían llegado hasta una tranca automovilística en el centro de la ciudad. El pobre Sesshomaru se pondría muy molesto… y le importaba un aguacate.

Se acomodó un poco más en el asiento y cerró sus ojos. No había dormido en días. Últimamente se había debatido seriamente en incendiar la empresa. El papeleo monumental, las reuniones interminables y los empleados inútiles no le hacían justicia a su paga.

Gruñó sin disimulo, cuando escuchó vibrar su móvil. Maldijo por lo bajo al pensar que sería el quisquilloso de su hermano, pero cambió su semblante al ver de quien se trataba.

- Cuéntame. – Respondió en un tono neutral. Escuchó un bufido del otro lado.

- ¿Ese es tu saludo? – Sintió un deje de burla en la pregunta. Sonrió de medio lado.

- ¿Algún problema? –

- Después de muchos años, obviamente tú los tienes. –

- Si no fueras mi amigo, te mandaría un matón envuelto en un lazo, hasta a tu casa. – Escuchó una carcajada y se contagió.

- Ahora si parece que hablo con un Taisho. – Carraspeó. - ¿Has recibido mis correos? – Frunció el ceño ante eso.

- He tenido mucho trabajo esta semana, por ahora solo necesito saber cómo está. –

- Si vieras mis correos nos ahorraríamos esta forzosa conversación. –

- Estoy seguro de que deseabas escuchar mi voz. – Burló una vez más.

- ¿Desde cuándo bateas para el otro equipo? – Miró de reojo a Myoga, quien se encontraba sumiso en el tráfico, y pasó a acomodarse en el asiento.

- Ya, en serio, ¿qué tal se encuentra? –

- Está bien. Ha estado tranquila, no ha tenido más crisis, si eso es lo que te preocupa. Sango ha estado pendiente de ella. – Suspiró con alivio. - Se mudó la semana pasada, y ahora trabaja como cajera en… -

- No me lo digas, Miroku. Por favor, ya sabes lo que eso implica. – Interrumpió, alterado. Sintió su corazón latir con fuerza y frunció el ceño al notar como una pequeña molestia se asomaba por su sien.

- Lo siento. – Respiró profundo y buscó estabilizarse. - Lo único relevante es que ha tenido que reducir gastos, la universidad le ha quitado mucho tiempo. Sango y yo insistimos en ayudarla, pero no nos deja. – Chasqueó sus dientes.

- Te enviaré más dinero, encuentra la manera de que lo acepte. – Escuchó como Miroku suspiraba con cansancio.

- No creo que lo logre esta vez. – Pestañeó, confundido. - Y sinceramente pienso que no deberías seguir haciendo eso. –

- ¿A qué te refieres? – Notó un pequeño silencio del otro lado de la línea.

- El punto es, que ella sigue su vida… lo mismo que tu deberías estar haciendo. – Notó como su voz adoptaba una postura reprochable. - Han sido tres años, creo que ya es tiempo. – Inhaló con fuerza.

- Yo decidiré eso. – Respondió tajante, en un tono neutro. - Sigue cuidándola, por favor, y avísame cualquier cosa. –

- De acuerdo… ya se va a graduar, ¿lo sabes? – Quedó paralizado. – Tiene planeado irse. Cuando eso pase, no te podré ayudar más. – Sintió sus palabras atascarse en su garganta.

- Entiendo. – Musitó apenas. - Gracias, amigo. – Desvió su mirada hacia la ventana y se sintió de regreso a la dura realidad. Notó el imponente edificio al que se acercaban, leyó "S.H.I.K.O.N. Holding Enterprise" y sintió malestar. Myoga lo miró a través del retrovisor. - Pronto pasaré por Goshimboku, te escribiré. –

- Como quieras… – Y la llamada se dio por finalizada.

Frunció sus labios, mientras apagaba el teléfono y dio una última mirada a la estructura, antes de entrar al estacionamiento… si, definitivamente le prendería fuego algún día.

.&&&&&.

Cuando una calificación no pasa el límite para considerarla como aprobada, debes preocuparte. Cuando son dos calificaciones seguidas, debes elegir por cual acantilado lanzarte.

Casi sintió ganas de vomitar cuando vio el miserable papel. Un inútil papel que tiene más poder sobre ti, que tú en toda tu corta vida.

Juraría haber visto una sonrisa en el rostro de Bankotsu, un opresor de derechos y de justicia vestido de profesor, cuando le entregó su examen.

Había pasado tres largas noches estudiando o intentando comprender jeroglíficos contables, mientras pasaba una interminable gripe y moría de hambre por haber gastado todo lo que tenía en medicinas. No podía darse el lujo de enfermarse, pero obviamente la vida buscaba una forma de burlarse vilmente de su suerte.

Chasqueó su lengua, disgustada… necesitaba algo cubierto con chocolate. ¿A los cuantos días de no comer dulces es que la muerte venía por ti?

- Señorita Higurashi, si prestara más atención tal vez no reprobaría tanto. – La aludida se irguió, súbitamente. Y ante el cuchicheo y las sonrisas que inundaron el sitio, solo pudo encogerse de hombros, mientras sentía sus mejillas arder.

- Lo lamento, profesor. – Musitó apenas, ante la mirada inquisidora del aludido. Notó como dejaba su fría postura y pasaba a dirigirse al pizarrón una vez más.

- Bien, como iba diciendo… - Subrayó unos puntos y Kagome prestó atención por primera vez. - Para el informe final deberán escoger una empresa, estudiar sus pros y contras, hacer unas consideraciones y sugerencias; y finalmente entregar toda su investigación, acompañada de la defensa oral. – Que rayos estaba hablando… ¿acaso se había perdido un curso intensivo de chino o algo así? Notó como el profesor miraba su reloj y resoplaba con desgano. - Bien, la hora ha terminado, espero el primer análisis para la semana que viene. –

Suspiró con un poco de frustración, ¿dónde estaba el curso intensivo de magia para hacer aparecer una empresa?

Se frotó su sien y tosió un poco. Miró un punto indefinido en el salón, mientras pensaba seriamente en meterse en una secta o un grupo religioso para rezar por su suerte en los estudios.

- Higurashi, ¿puedo hablar con usted? – Fue sorprendida nuevamente y en un reflejo miró hacia los lados.

¿En que momento se había vaciado el salón?

Tragó duro. Terminó de guardar sus libros en su desgastado bolso y se acercó dudosa al profesor.

- ¿Sucede algo? – Apretó la correa de su bolso, al ver como él se cruzaba de brazos y se recostaba levemente en el escritorio.

- Debo ser claro con usted. – La miró sin vacilación, en una postura altiva. - Necesita una buena calificación para aprobar la materia. Sus dos últimos exámenes fueron muy deficientes. –

- No se preocupe, lo conseguiré. – Respondió, casi de inmediato, mirando de reojo la salida. El profesor se acercó un poco y Kagome sintió que le faltaba el aire.

- Estoy dispuesto a ayudarla, actualmente trabajo en una empresa familiar y podría postular su solicitud. – La pelinegra lo evadió rotundamente.

- Muchas gracias por el apoyo, profesor Bankotsu, pero no es necesario. – Hizo un ademán para retirarse, pero no contó con ser retenida. Hiperventiló al ver la colosal mano del profesor Bankotsu, aprisionando su desabrido brazo. ¿Eso estaba permitido?

- Higurashi, déjeme ayudarla. – Le escuchó por lo bajo, sin quitarle esa gélida mirada de encima. Se zafó como pudo de su agarre y dio dos pasos hacia atrás.

- Insisto. No es necesario. – Soltó de nuevo, tajante. No le daría el poder de hacerla sentir nerviosa. Aunque se estuviera haciendo caca en los pantalones. ¿Qué tan lejos estaba la puerta? ¿la tomarían por loca si corría como desquiciada? - Ya tengo todo planeado. – Vio cómo se acercaba a ella nuevamente, y apretó su bolso, preparada para cualquier acción.

- Kagome. – Ambas figuras desviaron sus miradas hacia una nueva aparición. Una tosca castaña, para ser más precisos, entrando por la puerta del salón. Kagome nunca se sintió tan aliviada. - ¿Estás lista? – Sango podía ser despistada, con un carácter de los mil demonios, mandona y dramática, pero si le pedía casamiento, gustosamente le podría decir que si en ese instante… aunque ninguna fuera lesbiana.

- Si. – Respondió, rápidamente, ante los ojos de un confuso profesor. Se encaminó con velocidad hasta su mejor amiga, mientras le dirigía una última mirada. - Hasta luego, profesor Bankotsu. –

- Esperaré su informe, Higurashi. – Y sin esperar otro comentario, haló el brazo de la castaña para salir de ese lugar.

- ¿Todo bien? – Preguntó, Sango, siguiéndole el paso a la pelinegra.

- Si. – Llevó una mano a su rostro y suspiró con un deje de frustración. - Juro que después de aquí no volveré a estudiar más nunca. –

- Solo necesitas relajarte y conseguir un poco de suerte. – Miró su reloj, mientras salían de la monumental estructura que representaba a la universidad. - Miroku nos invitó al cine, ¿vienes? – Kagome se mordió el labio inferior.

- Me gustaría, pero debo trabajar hoy. Nuevo empleo ¿recuerdas? – Sango roló los ojos.

- Nuevo jefe cara de nalgas. – La señaló en posición de reproche. - Para la próxima no aceptaré un no. – Kagome rio sin ganas.

- Para la próxima regálame tu vida, parece más fácil. – Sango la miró perspicazmente.

- ¿Sucede algo? – Kagome desvió la mirada. ¿Había un acantilado cerca para poder lanzarse?

- Lo mismo de siempre. – Respondió en un tono neutral, con una sonrisa forzada. - Sigo esperando que Superman entre por la ventana y me traiga un montón de Hershey's y un millón de dólares. – Sango soltó una carcajada y le dio unas palmadas.

- Tranquila, algún día pasará. – La azabache quiso acompañarla en la acción, pero todo pasó muy rápido. Escuchó un sonido tajante y antes de que se diera cuenta, Sango andaba roja de furia y una tercera figura chilló con un gran y colorido moretón en el ojo.

- Querida Sango, te juro que tenía las mejores intenciones. – Lloró, Miroku, cuando sintió un jalón de orejas. Kagome soltó una pequeña risa.

- ¿Ah, sí? Explícame entonces, ¿que hacía tu mano en mi trasero? – Apretó su agarre, ante el estado humillante de su acompañante.

- Ya expliqué que tengo una maldición milenaria. – Soltó, con algo de desespero, mostrando su mano derecha. Kagome negó, sin cesar su sonrisa… el mismo cuento de siempre.

- Milenarios te van a quedar los hematomas si no te alejas. –

- Si yo solo reparto amor con mi amada novia… - Musitó en agonía. Sango cesó su agarre y él pasó a sobarse su maltratada oreja. - ¿Estamos listos? – Preguntó, dirigiéndose a la castaña. Sango pasó a ver a Kagome.

- Dime que al menos aceptarás almorzar con nosotros. – La pelinegra tragó duro.

- La verdad es que… - Sintió como Sango la tomaba de las manos y supo entonces que de esta no se salvaría. Miroku las miró con diversión.

- Vamos, Kagome, solo estudias y trabajas. – Lloriqueó, en un tono dramático y Kagome solo suspiró.

- De acuerdo. – Esbozó una pequeña sonrisa. - Solo por hoy, ¿está bien? – Y Sango hubiera lanzado un grito de emoción si tan solo…

- ¡Miroku quita tu mano de ahí! – Y un nuevo golpe hacía acto de presencia.

.&&&&&.

- …Y con esta cantidad de producción y este método avanzado de marketing, conseguiremos un aumento en las ventas. – Sintió un codazo y pestañeó confundido. ¿Dónde estaba? - ¿Alguna pregunta? – ¿De que?

Oh, claro, la reunión…

Sintió la gélida mirada de su hermano y un escalofrío pasó por su espina dorsal.

- Nos parece interesante. Debo felicitarlo, nos ha sorprendido su presentación. – Respondió el mayor de los hermanos Taisho, en un tono de voz bastante grave. La tercera persona en el salón tragó nerviosamente. - Por favor, envíenos la propuesta y el informe en físico, y lo llamaremos. – Se escuchó un suspiro de alivio. Inuyasha frunció sus labios y Sesshomaru solo suspiró.

- Muchas gracias por su atención. – Agradeció con una pequeña sonrisa, el joven muchacho, quien se encaminó a la salida, acompañado de sus múltiples láminas de presentación.

Inuyasha supo, después de un tiempo, que el silencio de su hermano significaba tan solo una cosa…

- No dijiste nada en toda la tarde. – Aquí vamos…

- No tenía nada que decir. – Respondió, sin mirarlo. El pelinegro mayor se levantó de su asiento y miró por una de las ventanas de aquella esplendorosa estructura. Ya comenzaba a anochecer.

- Luces distraído. – Inuyasha miró a su hermano en silencio, mientras él le daba su espalda.

- ¿Tienes algún problema con eso? –

- Te necesito concentrado, Inuyasha. – Tajó, elevando su tono de voz. Inuyasha bufó.

- Lo estoy, ya deja tus sermones. –

- Escucha, si quieres tomate unos tragos, consíguete una prostituta, o págate unas clases de actuación, poco me interesa lo que hagas… - El pelinegro menor lo miró confundido. - Pero te quiero mañana, a primera hora, con la mente en la empresa ¿de acuerdo? – Añadió, mirándolo fríamente. Inuyasha no se inmutó.

- No te sale bien actuar como papá, lo sabes ¿no? –

- ¿Y de qué te sirve a ti saberlo? – Contraatacó e Inuyasha se levantó con el ceño fruncido, en dirección a la puerta. - ¿A dónde vas? – Preguntó, mientras lo veía hacer un grosero ademán.

- A conseguirme una prostituta. – Finalizó, dejando el sonido tajante de la puerta, detrás de él.

Apretó su mandíbula con cada paso que daba hacia el ascensor. Sesshomaru podía ser un completo maldito cuando quería.

Pulsó bruscamente el botón de "Planta Baja", y una vez las puertas cerradas, dio un certero golpe a una de las paredes de la cabina.

Sintió su mano arder, pero permaneció con los ojos cerrados. Necesitaba unas vacaciones de su vida, ya podía sentir el abismo cerca, y aunque intentara rodearlo muchas veces, sabía que caería inevitablemente.

Abrió sus ojos y vio su maltratado puño… genial, ahora debía destacarse en sus habilidades de enfermero. Poco le importó la abolladura en la pared del ascensor, o las gotas de sangre salpicadas en el piso o que la cámara hubiera presenciado todo su espectáculo, de todas formas, el pagaba por toda esa porquería.

Escondió sus manos en sus bolsillos, una vez abierto el elevador y con su característico semblante de fastidio, salió del gran recinto.

Divisó a su chofer en la entrada y entrecerró los ojos con molestia.

- Tómate la noche libre, Myoga. – Espetó, mientras pasaba de largo.

- ¿A dónde irá, Señor? – Preguntó, el señor de considerable edad, con curiosidad. Inuyasha no se detuvo en su andar.

- Solo caminaré, no te preocupes. – Despidió con su mano sana, sin dejar de darle la espalda.

- Estaré pendiente por si me necesita. – Escuchó a lo lejos y suspiró con cansancio.

Miró el cielo nocturno, inusualmente nublado y frunció el ceño una vez más. De todos los climas ese era el peor. Inhaló profundamente.

Pasó varias tiendas, negocios, restaurantes, vio niños jugando, ancianos amenamente disfrutando y una que otra pareja en la magia enfermiza del amor; y sintió como de repente le hacía falta el aire.

Maldijo por lo bajo por enésima vez, ahora que lo pensaba bien, el abismo no sonaba tan mal.

Sacó aquella cajita con pequeños compartimientos, que el bien conocía, y quiso volver a golpear algo cuando la encontró vacía. Ahora si tenía una buena razón para hacer unas compras.

Miró su atrofiada mano, que comenzaba a hincharse y suspiró pesadamente… mejor que fuera rápido.

- Rayos. – Gruñó, al sentir constantes gotas de agua. Dirigió su vista al cielo y su humor se volvió más gris, si era posible. Notó como la gente a su alrededor corría para no mojarse, el simplemente intentó ocultarse bajo su saco… que había costado una fortuna, por cierto.

Divisó una tienda, ridículamente pintoresca y pensó entrar para resguardarse. Sacudió su traje de mala gana y miró sobre su hombro, solo para darse cuenta de que ya había comenzado a llover a cántaros… genial ¿podía pasarle algo más?

Llamó su atención lo poco concurrido que se encontraba el sitio. Pasó una mirada rápida por el lugar, divisó cosas para el hogar, unas cajeras con cara de retraso mental, artículos para la cocina, jardín, embutidos, lácteos y PAPAS NINJAS…

Sonrió por lo bajo, donde hubiera comida que comprar, con eso le bastaba.

Tomó una cesta y como si fuera un niño, se dispuso a recorrer el lugar con emoción. Pasó por el pasillo de las cremas corporales y agarró una posible alergia con los exóticos olores que despedían cada uno de los productos. Agregó unas cajas de distintas medicinas a la cesta, algunas vendas, gasas y jarabes. No sabía para que servía todo, pero mejor era estar prevenido. Siguió su andar y llamó su atención unos extraños envases que se le hicieron inusualmente familiar, se acercó y tomó uno entre sus manos y leyó "Lubrix Intimo sabor chocolate, para mayor placer".

Casi de inmediato lo colocó en su lugar, ¿qué rayos era eso? ¿sabor chocolate? ¿desde cuándo habían sacado sabores para esas cosas? ¿tanto tiempo tenía sin tener relaciones?

Notó una pequeña risa a su izquierda y encontró a una anciana disfrutando de su reacción, se sintió más patético… si acaso era posible.

Fingió demencia, adelantando su paso. Mientras más rápido saliera de ahí, mejor. Caminó y caminó hasta finalmente llegar al pasillo de la comida y suspiró con alivio, por fin algo que si sabía escoger.

Metió tres cajas de papas ninjas, aros de cebollas, enlatados, salchichas, una cosa extraña cubierta de fresa y sin olvidar las cervezas. Divisó la sección de dulces y estiró su brazo para tomar una caja de bombones, pero a medio camino se quedó paralizado, en postura pensativa.

Finalmente lo devolvió, acompañado de un largo suspiro.

.&&&&&.

La vio masticar, y masticar, y masticar; incluso cuando ya hubiera tragado. Incluso cuando ya no quedaba más ensalada en el plato. Incluso cuando ya se hubieran ido del restaurant… incluso cuando hacía rato que estaban atascados en el tráfico...

- ¿Sucede algo? – Preguntó, finalmente, ante el estado sumiso de la castaña. Sango se vio sorprendida.

- No, nada. Solo estoy preocupada. –

- ¿Tiene que ver con Kagome? – La escuchó suspirar.

- Si. Siento que me oculta algo. – El también suspiró.

- Últimamente está muy reacia a aceptar ayuda. –

- ¿Notaste su muñeca derecha? – Frunció el ceño y desvió su mirada de aquel horrible tráfico, característico de la hora pico, y pasó a verla para encontrar preocupación en sus ojos castaños.

- ¿A que te refieres? –

- Cuando fui a buscarla, la encontré hablando con su profesor. En cuanto entré ella vino hacia mí, casi corriendo, y me arrastró a la salida. – La miró, confundido.

- ¿Y eso que significa? –

- Cuando me tomó del brazo, vi su muñeca. – Hizo una pausa y el joven volvió a mirar hacia el frente. - Estaba muy roja, Miroku. – Y algo hizo clic, en la cabeza del aludido.

Esas no eran buenas noticias…

- ¿Qué insinúas? – Preguntó, sin mirarla. - ¿Qué fue el profesor? – La escuchó suspirar, nuevamente.

- Si así fuese, me preocupa que no me lo dijera. –

Miroku pasó a mirar su teléfono, en uno de los compartimientos del auto, y apretó su agarre en el volante… ¿debería decirle algo?

- Rayos… - Musitó por lo bajo. Sango pasó a verlo.

- ¿Sería descabellado si nos adelantamos a los hechos? –

- No lo sé… - Respondió, sumiso, aún sin mirarla. - Realmente, no lo sé… -

.&&&&&.

Giró su rostro y se encontró con la comida rápida, se sintió confundido, hacía mucho tiempo que no comía pasta… y cuanto lo extrañaba. Se acercó para tomar unos cuantos paquetes, pero se debatió seriamente en el proceso… ¿para que rayos servían esos extraños paquetes con pasta? ¿era una clase de sopa nueva de la que no se había enterado? ¿dónde estaban la pasta y las sopas normales?... si, definitivamente hacía mucho tiempo que no compraba.

- Lo lamento mucho, no volverá a pasar. – Escuchó a lo lejos, y se irguió súbitamente. Esa voz…

- Eso espero, Higurashi. –

Higurashi…

Volteó rápidamente, sintiendo su respiración alterarse. Apretó la cesta con fuerza, mientras se encaminaba al final del pasillo, donde había oído las voces. Pestañeó confundido al no encontrar a nadie.

- Debió ser mi imaginación. – Murmuró, casi entre dientes, sumiso. Se frotó su sien al sentir una pequeña molestia, bien conocida para él. Ya estaba entrando en desquicio.

Se dispuso a terminar su recorrido, y frunció el ceño al sentir su bolsillo vibrar. Sacó su móvil con fastidio y vio una llamada entrante de Sesshomaru. Gruñó por lo bajo y pulsó "Ignorar", de todos sus problemas, él era el último con el que quería lidiar.

Se encaminó para pagar su cesta, mientras seguía escudriñando su teléfono. Tensó su mandíbula al leer uno de los nueve mensajes de su hermano, donde recordaba en letras mayúsculas, que tenían una reunión importante para el día de mañana ¿es que acaso su feo trasero no se tullía de tanto estar sentado?

- ¿Cuánto es? – Musitó, distraído, mientras le pasaba los productos a la cajera. Suspiró, cansado, solo necesitaba un buen baño y comer un poco de ese paquete extraño con pasta y mañana estaría como nuevo…

- Usted es amigo de Miroku, ¿no? – Abrió sus ojos desmesuradamente y subió su mirada con mucha lentitud. Y la vio ahí, con una pequeña sonrisa, las mejillas sonrosadas y ese baño achocolatado en sus ojos… que bien recordaba.

Sintió como su garganta se secó y todo su cuerpo entró en shock… a lo lejos, sintió como el diablo se burlaba de su suerte.

.&&&&&.

Había momentos en la vida, donde te servía ser optimista. O, mejor dicho, esa habilidad venía incorporada con cierta clase de personas.

Muchas veces intentó ser una de esas personas, obteniendo finalmente muchas interrogantes sobre cómo funcionaba realmente el universo. Concluyendo que, hasta él tenía a sus favoritos y del otro lado existía una lista negra, donde ella lideraba los primeros puestos.

Después de almorzar con Sango y Miroku pasó por su pequeño departamento. Aprovechó de hacer quehaceres, colocó música y se olvidó del mundo por un breve momento. Hasta que ese momento, se transformó en horas, cuando sin darse cuenta, había caído en los brazos de Morfeo.

No había que negarlo, estaba completa y rotundamente frita.

Cuando debes trabajar, no puedes quedarte dormida.

Si te quedas dormida, debes avisar que llegarás tarde.

Si no avisas, porque no tienes móvil, reza por tu trabajo.

Rayos, truenos, centellas y caca de elefante.

Entró corriendo a la tienda, con la esperanza de que su "pequeño" retraso pasara desapercibido para su jefe, pero como la suerte era su mejor tributo, se tropezó con la imponente presencia del susodicho antes mencionado.

Sintió su rostro arder de vergüenza cuando vio su ceñuda mirada, y solo se limitó a hacer una pequeña reverencia, sin atreverse a ver sus ojos.

- Lo lamento mucho, no volverá a pasar. – Se irguió y lo notó aun con esa expresión inconforme.

- Eso espero, Higurashi. – Dicho esto, le abrió camino para que se incorporara, y sin pensarlo dos veces salió disparada a su puesto de trabajo. Agradeció internamente que el universo fuera condescendiente con ella por esa vez.

Divisó a Ayame y suspiró taciturna.

- Llegas tarde, Kagome. – La escuchó decir, en cuanto llegó. Frunció sus labios, gracias a ella había conseguido el empleo, pero no sabía si debía agradecer realmente.

- ¿Alguna novedad? –

- ¿En serio lo preguntas? – La miró con curiosidad y pasó a ver las demás cajeras, una encaramada encima de la otra, mirando ensoñadoramente un punto en común.

- ¿Por qué tanto alboroto? – Preguntó, intentando descifrar que era lo que pasaba. Para ella la tienda estaba igual que ayer, y el día anterior… y el día anterior.

- ¿Te parece poco? – Ayame la miró con incredulidad y Kagome se sonrojó. Notó como le señalaba disimuladamente uno de los pasillos. - Mira quien está en el pasillo cinco. – Obedeció con curiosidad y frunció el ceño, aun mas confundida.

- ¿Es tu abuela o algo así? – Preguntó, señalando a la susodicha, quien la notó risueña, burlándose de algo ajeno para ellas.

- La anciana, no. Es Inuyasha Taisho, santo cielo. – Soltó con frustración y Kagome la miró como si tuviera dos cabezas.

- ¿Quién? – Ayame rodó sus verdosos ojos.

- Inuyasha Taisho. Uno de los hermanos Taisho, dueño de una de las empresas más importantes del país, a parte de uno de los solteros más codiciados de este año. ¿Qué no lees las revistas? – Ante eso, Kagome volvió su mirada hacia el joven, quien se encontraba de espaldas, completamente ignorante de que había hecho colapsar a media tienda.

- Taisho… - Musitó, sumisa, maquinando en sus recuerdos por que le resultaba tan familiar su nombre. - Tal vez… - ¿Había alguna posibilidad de que el destino fuera piadoso esta vez?

- Tiene un trasero perfecto. – Ante el murmullo de Ayame, volteó a verla con reprobación. - ¿Qué? -

- Es solo un hombre, Ayame. – Farfulló, con naturalidad. - Apuesto a que es gay. -

- Con muchos millones. – Respondió ensoñadoramente y Kagome tuvo curiosidad de saber si había un grano de maíz en vez de cerebro, en la pelirroja cabeza de su compañera.

- El dinero no lo es todo. –

- Si así fuera no estaríamos aquí. – Notó el sarcasmo en su voz y se limitó en negar en silencio.

Dirigió una vez más su mirada, hacia el dueño del caos emocional colectivo y lo encontró concentrado en su teléfono. Bufó por lo bajo, por supuesto que era de esa clase de hombres.

Aun cuando pasó cinco cajas para facturar sus productos, lo encontró caminando en su dirección y por un instante entró en crisis. ¿Debía atenderlo?

Casi de inmediato sintió como algo hizo clic en su cabeza. Cuando pudo detallarlo mejor, reconoció ciertos rasgos… si, lo había visto. Esa fornida figura, su manera de andar y su oscuro cabello. ¿Dónde lo había visto?

Detalló sus ojos, enfocados en la pequeña pantalla. Sus dorados ojos, dorado, hospital, doctor, accidente, confusión, Miroku… ¡Por supuesto!

Lo vio pasar, despreocupadamente, sus productos por su caja, aún sin despegar su vista del móvil, y cuando lo tuvo de frente, rezó a todos los dioses por lo que estaba a punto de hacer…

- ¿Cuánto es? – Lo escuchó decir, al mismo tiempo que guardaba su teléfono, aun sin mirarla. Se mordió el labio.

- Usted es amigo de Miroku ¿no? – Preguntó finalmente, esa era su oportunidad… - Lo vi, hace tres años. – No entendió su rostro perplejo ante su pregunta. Pausó por un momento dudosa, estaba permitido hablarle ¿verdad? - Soy Kagome Higurashi, disculpe mi atrevimiento, pero quería pedirle un favor. – Todo fuera por salvar su materia…

- Kagome… - Lo escuchó murmurar, como si estuviera en trance. Se sintió intimidada, más de lo normal. Vio a los lados, como si intentara ver el fantasma que él, aparentemente, estaba viendo.

- ¿Se encuentra bien? – Preguntó, casi en susurro. Él no se inmutó y finalmente comenzó a sudar frío. - Cuanto lo siento, no fue mi intención incomodarlo. – Silencio, silencio y más silencio…

- No, descuida… - Se sorprendió de lo suave de su voz, aunque se veía nervioso. Su confusión creció más, si era posible. - H-habla con Miroku, el me hará llegar el mensaje y te ayudaré. – Murmuró con rapidez, casi en balbuceo, mientras recogía sus productos y sacaba una considerable cantidad de dinero.

- Señor, pero aún no le he dicho cuanto es. – Respondió, sorprendida, con el dinero en sus manos. Se sintió ignorada y por un momento pensó que, si la situación fuera diferente, se molestaría mucho por su comportamiento poco amable.

- N-no importa, quédate con el cambio. – Respondió sin mirarla y acto seguido se encaminó a la salida como alma que lleva el diablo. Kagome miró su espalda, de manera perpleja, y no fue hasta que finalmente lo vio salir, cuando pudo relajar todos sus músculos.

- G-gracias… supongo. – Musitó, inconscientemente, mientras guardaba el efectivo. ¿Qué acababa de pasar? ¿acaso había desarrollado una nueva habilidad espanta-hombres?

- ¿Qué le hiciste, Kagome? – Preguntó, Ayame, acercándose a la pelinegra. Kagome solo pudo verla con confusión.

- No tengo idea… -

.&&&&&.

- ¿Dónde rayos estás? –

- La vi, Sesshomaru. – Soltó, casi en un desesperado suspiro. - La vi y me reconoció. Sabe quién soy. – Escuchó un gruñido del otro lado de la línea.

- ¿Has perdido tu cabeza por completo? ¿Dónde demonios estás? – Pasó por alto su tono de voz gutural.

- No ha cambiado nada, sigue igual de hermosa. – Siguió, con la voz temblorosa.

- Inuyasha, si no vuelves en este instante te juro que te demandaré. – Espetó, tajante. - Sabes que no puedes verla, lo prometiste. – Calló, mirando una vez más aquel local, que ya se encontraba cerrado.

Había pasado bastante tiempo, ¿acaso tenían dormitorios ahí dentro?

- No intentaré nada, lo juro. Solo debo asegurarme de que llegue con bien a su casa. – Escuchó una negación rotunda, por parte de su hermano, pero hizo caso omiso cuando vio que se abría una puerta trasera, y comenzaba a salir todo el personal.

Hiperventiló cuando la vio, platicando amenamente, totalmente ajena a su alrededor. Se escondió detrás de un poste, a una distancia considerable. Miró a su alrededor y sintió vergüenza, la calle no estaba completamente sola, pero si alguien lo reconocía, juraría que se sacaría la piel y se bañaría en ácido para no salir a la luz del sol más nunca.

- Es una mala idea, ya no es tu responsabilidad. Dime dónde estás, Myoga pasará por ti. – Pestañeó confundido, ¿el inútil de Sesshomaru seguía en línea?

- No te preocupes… estaré bien. – Susurró, alejando su móvil. Sin quitar su mirada de la pelinegra.

- ¡Inuyasha! – Fue lo último que escuchó, mientras cortaba la llamada.

La vio despedirse y seguir camino contrario a los demás. Suspiró con frustración, que patética la situación en la que se encontraba. Inhaló profundamente, intentando calmar los alocados latidos de su corazón.

Maldijo por lo bajo al no poder estabilizar el temblor en su cuerpo, su vista se volvió un poco borrosa y comenzó a sentirse sofocado.

La vio alejarse, entonces prensó sus puños y tensó su mandíbula. ¿Qué estaba haciendo? Ella estaba continuando su vida… Sesshomaru tenía razón, no podía entrometerse… no de nuevo.

Se irguió, con un semblante cansado, y la miró perderse en la lejanía. Dio media vuelta y sonrió tristemente… mejor era así.

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- Hasta mañana, chicas. – Despidió alegremente, mirando sobre su hombro.

- Cuídate, Kagome. – Respondió, Ayame. Acto seguido dirigió su mirada hacia el frente y suspiró.

Notó que las tiendas cercanas ya se encontraban cerradas y su curiosidad picó, ¿tan tarde era?

Vio el largo sendero, poco iluminado y bastante solitario y por un momento sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Si las hadas madrinas existían, que la suya la cuidara, por favor.

Miró el cielo, aún nublado, incluso después de haber llovido fuertemente. Se encogió de hombros, sintiendo el clima extremadamente fresco, eso implicaba que el agua volvía a avecinarse. Aceleró el paso, debía darse prisa.

Suspiró pesadamente y no pudo evitar pensar en lo sucedido horas atrás. ¿Ahora que debía hacer? No deseaba involucrar a Miroku en todo el asunto, y aceptar la propuesta del profesor Bankotsu no era una opción. Tal vez lo mejor era postularse para otra empresa. Si, eso haría, mañana recorrería la ciudad y no aceptaría un no por respuesta.

Frunció el ceño, al pensar de donde sacaría el dinero para imprimir tantas cartas de postulación.

Buscó en su bolsillo y encontró la propina que le había dejado ese tal Taisho. Se sumió una vez más en lo ocurrido, en el comportamiento extraño de aquel joven y en lo extrañamente familiar que le había resultado.

Recordaba haber visto esa misma mirada, esos ojos dorados, mirándola con asombro y a la vez con suma tristeza. No lo tenía muy claro, todos sus recuerdos estaban en pedazos. Por eso no solía recordar, a veces dolía, como ahora.

Se llevó una mano a su sien, para intentar calmar el súbito dolor que había amenazado con querer quedarse. Casi se paralizó al sentir unas pisadas, seguirle el paso. Volteó disimuladamente a los lados y no encontró nada, no había nadie, ni una pobre alma desabrida.

Escuchó las pisadas nuevamente y aceleró su andar. Sintió pequeñas gotas de agua golpear su rostro, pero poco le importó. Poco le importó que sentía su pecho explotar, poco le importó que las pequeñas gotas se convirtieran en baldes de agua, que sintiera sus piernas fallecer… debía seguir, debía llegar a su casa pronto.

Volteó, casi por instinto, y sintió un nudo horrible en la garganta cuando vio una figura encapuchada, casi a la par de ella. Como pudo, apresuró su carrera. Podía predecir que su pecho estallaría en cualquier momento… pero debía seguir.

Pasó por una vereda y casi resbala a causa de la lluvia, notó que el acosador tuvo el mismo ademán, pero no fue capaz de mantener el equilibrio. No quiso voltear, no podía hacerlo, debía seguir… hasta que estuviera a salvo.

Podía sentir su respiración trancándose y quiso llorar. Escuchó los pasos cada vez más lejanos, hasta que no hubo más sonido. Paró su andar poco a poco, mientras sentía como la lluvia se fusionaba con ella. Miró hacia atrás y no halló rastro del sospechoso. Frunció el ceño, mientras tomaba bocanadas de aire, y posó su vista en las estructuras que la rodeaba… queriendo llorar aún más, porque no tenía idea de donde carajos estaba.

Nuevamente sintió pisadas y volteó en completa desesperación. Sin encontrar nada, ¿qué rayos pasaba? ¿acaso todo era producto de su mente?

Pisadas, cerca, más cerca…

No vio venir cuando unos brazos la tomaron por sorpresa, halándola hacia la oscuridad de un pasadizo.

- Sh, calma. – Escuchó finalmente, mientras unos ojos dorados fue todo lo que vio en aquella penumbra.

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