Notas: Si no has visto la serie de Robin Hood (BBC) completa, cuidado con los spoilers.
Okay, este es un pequeño fic de una Richartin pairing formada por Gisborne y Martin, incluido aquí como un personaje original de la Inglaterra medieval :3 del año 1194 aprox
Es un fic que pretendía terminar de escribir y posteriormente publicar desde hace tiempo, pero por diversos motivos que me retrasaron en ello lo estoy publicando hasta ahora, no obstante pretendo actualizar pronto en cuanto me sea posible.
Me he tomado la idea de escribir este fic como el seguimiento del desarrollo de una trama alternativa derivada luego de un final distinto en el que ni Gisborne, ni Robin, ni Dale murieron al final de la serie. Espero que sea de su agrado y que disfruten de esta historia de enredoso amor apasionado medieval aunque sea un poco ;)
Yup, hago esto porque amo demasiado Thilbo y Richartin como su amor en cualquier mundo paralelo *_*)/ jaja creo que de eso cualquiera se da cuenta y ya muchos lo saben xD
Pero si por alguna razón no me conocen, los invito a que lean todas las historias Thilbo/Richartin que he publicado, aquí y sobretodo en AO3 con el Nick KiriAsakura :)
Capítulo 1—Sentimientos rivalizados
….
Luego de que finalmente el Sheriff de Notthigham e Isabella habían muerto en aquella explosión dentro del castillo, Gisborne decidió que pese a que ahora su relación con Robin Hood estaba aparentemente en paz no podía seguir estando a su lado. Simplemente no se sentía acoplado a su estilo de vida silvestre, viviendo como un forajido en medio del bosque actuando siempre para las causas altruistas. Con el Sheriff y su hermana muertos y la destrucción de imponente castillo Gisborne ya no sabía realmente a donde pertenecía. Además había cumplido ya su misión de encontrar junto con Robin al medio hermano que ambos tenían en común, Archer.
Luego de la fiera pelea que habían tenido en las mazmorras del castillo contra el Sheriff e Isabella, en el que tanto Guy como Robin habían resultado heridos con armas embadurnadas de un letal veneno, ahora estaban recuperándose de sus heridas. Para fortuna de ambos ninguno había sido herido de gravedad y tampoco el veneno de las espadas les había causado la muerte, el hermano Tuck había logrado administrarles bien el antídoto que les salvó la vida, un antídoto que había podido conseguir prontamente gracias a los compañeros de Robin.
Habían transcurrido varios días desde aquella pelea y aquella explosión en el castillo que lo había reducido a múltiples escombros. Las noticias se esparcieron rápidamente por todo el reino y quienes estaban a cargo de la corona a nombre del Rey Richard I habían mandado de inmediato a sus hombres y demás personas a su servicio a intentar restaurar el lugar.
Gisborne había estado descansado en el campamento de Robin esperando a recuperarse por completo, pues a fin de cuentas, el peligroso veneno con el que habían tenido contacto les había dejado algunas secuelas que pese al antídoto no habían terminado de disiparse del todo, causándoles todavía un poco de fiebre que se manifestaba durante las noches. Tuvieron que soportar la agonía durante algunos días.
Durante sus sueños por las noches cuando la fiebre le causaba algunos delirios, Gisborne tenía presente el recuerdo recurrente de Marian vestida inmaculadamente mientras le llamaba desde lo alto de un peñasco. En su memoria prevalecía el remordimiento de haberla asesinado con su propia espada meses atrás cegado por el resentimiento, pero al mismo tiempo el odio y la frustración de recordar cual había sido el motivo para llevarlo a cometer tal acto no le dejaban tener paz consigo mismo. En sus sueños delirantes volvía a aparecer ella una y otra vez. En sus sueños se soñaba a sí mismo siendo llamado por ella con dulce voz susurrante, pero conforme pasaban las noches Gisborne se dio cuenta que la figura de Marian dentro de sus sueños se difuminaba cada vez más hasta volverse apenas una silueta tenue entre los árboles. Y la voz con la que le llamaba parecía alejarse cada vez más de él sin darle la oportunidad de decirle que le amaba aunque ella hubiera preferido siempre amar a Robin Hood.
Gisborne despertó a media noche en sobresalto, sudando frío. El campamento estaba oscuro envuelto por el manto de la fría noche, aunque habían dejado una pequeña fogata que era vigilada por Little John, pues era quien estaba haciendo la guardia en ese momento. En algunas horas le tocaría hacer guardia a Much. Gisborne divisó desde su improvisado camastro a Little John estando sentado frente a la fogata, pero dándole la espalda por lo que no pudo percatarse que Gisborne recién acababa de despertar de su agitado sueño.
La respiración de Gisborne empezó a desacelerarse poco a poco. Echó un rápido vistazo al panorama nocturno y a penas visible que le rodeaba y percibió el suave aroma de la naturaleza del bosque. Todos los demás estaban profundamente dormidos, y entonces Gisborne se recostó de nuevo sobre la cama. Dio un suspiro mientras admiró por un momento las brillantes estrellas que se veían en el infinito cielo nocturno y pronto volvió a quedarse dormido, pensando antes de eso que definitivamente ya era hora de marcharse de la compañía de Robin y continuar su camino.
A la mañana siguiente, cuando el clima aún estaba fresco y el sol no había salido por completo detrás de las montañas, Gisborne fue despertado por la voz de Robin que le llamaba para avisarle que ya casi era hora de desayunar. La voz de Robin había sonado más serena y amigable que lo usual, ciertamente con el pasar de los días y la convivencia cercana entre ambos parecía que cada vez se aminoraban más las asperezas en la relación que ambos siempre habían tenido. Casi parecía que estuvieran convirtiéndose en amigos de verdad, casi parecía que los demás chicos de la compañía estaban acostumbrándose a que Gisborne estuviera con ellos más que como un aliado como un colega. Pensar en eso le incomodó un poco a Guy y se sintió estúpido, hacía unos meses no se hubiera imaginado que ahora mismo estaría en esa situación, con Robin Hood y compañía en medio del bosque siendo llamado para desayunar en un día usual.
Gisborne se incorporó y se acercó a los demás que ya estaban sentados alrededor del lacónico fuego donde Much y Kate habían cocinado el desayuno de ese día, juntos.
—hey ¿qué tal amaneciste hoy, Gisborne? —pregunto Hood mirándolo tenaz. También él sentía que ya no estaba sintiendo el mismo rencor que siempre había tenido por Guy y que luego de que asesinara a Marian se volviera intolerable.
—bien, creo que ya estoy completamente recuperado al fin. ¿Qué hay de ti? —expresó Gisborne conteniéndose a bostezar pues aún estaba espabilándose. Kate pasó junto a él y le hizo cara de total apatía, como usualmente le trataba. Seguía rechazando su presencia.
—Igualmente creo que ya estoy completamente recuperado, incluso ya me han cerrado las heridas—respondió Robin mientras Much le pasaba un cuenco de sopa caliente.
—Es bueno saber eso—expresó Gisborne laxo y dio una mordida al trozo de pan que le habían dado junto a su cuenco de sopa.
—creo que ya pronto podremos volver a las aldeas a ayudar a la pobre gente, sobre todo ahora que el castillo y el poderío que estaba ahí quedaron hechos añicos.
—¡eso es genial Robin!—expresó Dale. Kate le sonrió a Robin con su casi obvio embelesamiento de enamorada y Much se sintió enormemente entusiasmado de escuchar lo que Robin se proponía y saber que ya estaba recuperado. Ninguno de ellos podía sentirse, en cambio, contentos de que Guy también lo estuviera.
—Por cierto que lamento lo de tu hermana, no había podido decírtelo—expresó Robin volviendo a sorber un poco de su cuenco de sopa caliente. Gisborne se inquietó un poco por recordar la muerte de su hermana y agachó ligeramente la cabeza con disimulo como tratando de evitar hacer más conversación sobre el tema.
—a ti te gustaba mi hermana, Robin. Supongo que te causó pena su muerte—expresó Gisborne. Al escucharle decir eso Kate no pudo evitar hacer un leve gesto de disgusto, todavía se sentía celosa de Isabella a pesar de que ya estuviera muerta.
—lástima que la codicia y la ambición de poder que tenía ella terminaron por decepcionarme. Tan bella pero tan frívola…—Robin dijo cabizbajo e hizo una pausa antes de continuar y darse cuenta de lo que había dicho—Oh, lo siento—se excusó Robin. Gisborne río bajo con ironía.
—era mi hermana pero ahora mismo me cuesta gran trabajo definir qué significaba ella para mí, pero creo que tienes algo de razón en tus palabras. La codicia le cegó. Y yo cometí errores con ella en el pasado, aunque fue sólo con el afán de salvarle de una vida de miseria—expresó Gisborne encogido de hombros. El resto de los presentes no querían meterse en medio de la conversación de los dos, al menos por el momento.
—pero bueno, las cosas hechas ya no se pueden remediar ¿no? —dijo Robin mordaz, recordando de pronto de nuevo que Gisborne había matado a Marian. Trató de contener su rencor una vez más.
Ante el comentario de Robin, inevitablemente Gisborne también pensó en Marian, después de todo era algo que le seguía persiguiendo en la memoria, era algo que pese a su arranque de celos se arrepentía porque a ella la amaba. Pero ella ahora estaba muerta y como Robin había dicho, era algo hecho que no se podía remediar ya.
Se mantuvo un silencio incómodo en el ambiente solamente roto a veces por el ruido de los platos y cucharas con los cuales estaban desayunando y por el cantar de los pájaros sobre los árboles. Todos se quedaron serios durante ese lapso incómodo.
Finalmente Gisborne terminó su desayuno y se levantó serio de su lugar no sin antes agradecer por la comida.
—Estuvo muy bueno el desayuno—expresó Gisborne sinceramente dirigiéndose a Much y Kate. Much le sonrió con timidez por el cumplido.
—iremos hoy a la aldea—anunció Robin. Los demás se entusiasmaron e hicieron notar su alegría al saber eso.
— ¡es maravilloso! —expresó Much entusiasmado.
—Iré a preparar las cosas—agregó Dale.
—Sí, dijimos que todo lo que estuviera en el castillo debía ser del pueblo de ahora en adelante y así será— indicó Robin al mismo tiempo que alistaba su arco y sus flechas sobre su espalda.
—Aunque… los aldeanos ya han ido a saquear por sí mismos objetos y oro encontrado entre los escombros del castillo—añadió Tuck.
—Lo intuí, pero supongo que no hay orden y que no han podido acceder bien hasta la profundidad del castillo, además me pregunto si ya han sacado los cadáveres del Sheriff y los demás—dijo Robin.
Gisborne se mantenía un poco alejado de ellos, pensando serio que no tenía mucho afán de seguir a lado de Robin y su compañía y que era el momento de tomar la decisión de anunciarles que se marchaba.
—Entonces ¿vienes con nosotros, Gisborne? —preguntó Robin al fin y se acercó a él tocando amistosamente uno de sus brazos. Gisborne se giró para verlo.
—Hood, tengo que agradecerte por todas las atenciones y cuidados que han tenido todos ustedes conmigo mientras yo estaba indispuesto con mi convalecencia y debo decir que me agradó haberme aliado a ti para terminar con el poderío despótico del castillo. Nunca pensé algún vez que me reconfortaría pelear a lado tuyo y ya ves también que fue una gran sorpresa del destino descubrir que tenemos un hermano en común pero….creo que hasta aquí ha llegado mi colaboración contigo y tu compañía. Creo que es momento de marcharme—Gisborne se expresó ante él con sinceridad. Ya había tomado su decisión y no iba a dar marcha atrás.
Antes de responder, Robin dio un suspiro y me miró con formalidad.
—lo supuse Gisborne, supuse que estabas a punto de decirme que te marchas. Me reconforta también haberme aliado a ti. Nunca podremos ser amigos, eso está más que claro pero fuiste de mucha ayuda dentro de nuestra compañía y tengo admiración de tu recia forma de luchar y en tu forma de ser tan temerario, pero ni hablar. Si has decidido marcharte está bien…—dijo Hood posando sus manos en su cadera, a sus costados.
—Tienes razón, nunca podremos ser amigos…—musitó Gisborne.
—mucho menos luego de que mataste a Marian…—agregó Robin en tono bajo y soslayó un poco la mirada, conteniendo en sus puños el resentimiento de recordarlo –pero no tiene caso ya continuar hablando de eso
— ¿aún deseas vengarte de mí por eso? —inquirió Gisborne.
—no lo sé, ahora mismo no puedo responder a eso, ni siquiera a mí mismo.
—Al menos a ti siempre te ha sido más fácil encontrar personas que te aman…—musitó Gisborne mirando a su alrededor.
Robin se sintió inevitablemente conmovido por las palabras de Gisborne pues recordó que Gisborne contrario a él estaba solo. Siempre lo había estado. Robin siempre había tenido a sus amigos, el respeto y admiración de los aldeanos a quienes ayudaba, y la atracción de las mujeres. Gisborne en cambio había tenido que sufrir los embates de una vida miserable, llena de vergüenza familiar y de terribles decisiones que le habían terminado conduciendo hasta comandar la milicia tirana a la orden del castillo, siempre a las órdenes del déspota sheriff de Notthingham, siempre siendo como su perro. Gisborne estaba solo y la amargura que le invadía sobremanera desde el momento en que Marian le rechazó en el altar en aquella modesta iglesia el día en que iban a casarse. Después, enterarse que ella sólo amaba a Robin Hood mermó en incremento su entereza y su corazón.
Se hizo otra pausa de silencio nuevamente y Robin suspiró mientras Gisborne soslayaba su expresión con mirada perdida, un poco inquieto e impaciente por marcharse de una vez y dejar de torturarse a sí mismo por el hecho de que envidiaba a Robin demasiado por eso, por tenerlo todo aunque no fuera algo material.
—Buen viaje Gisborne—dijo Robin extendiendo su mano para estrechar la de Gisborne en señal de que seguía habiendo paz entre ellos, al menos por el momento y que pese al gran dolor e ira que le había causado el asesinato de Marian en sus manos, quería dejar atrás la sucia idea de vengarse de Gisborne.
Guy le estrechó la mano, dubitativo –nos vemos Robin-
—Espero que no tengamos que rivalizar de nuevo por el amor de alguien—dijo Robin tratando de ser bromista, haciendo sátira de su rivalidad y amenizar la despedida. Gisborne sonrió con ironía.
—ja la próxima vez que eso ocurra yo seré quien gane, Robin—expresó con lánguida sonrisa y soltó una efímera risa de malicia. Aunque lo cierto era que luego de todo lo que había sucedido en su vida ahora se sentía desesperanzado. Amor era en lo que menos quería detenerse a pensar.
….
Su anterior casa ya no existía, su propia hermana había estado tan cegada por el rencor hacia él, había mandado a incendiarla durante su breve mandato en el castillo. Sin embargo a medio día Gisborne se dirigió hacia donde ahora sólo quedaban cenizas de ello, sólo para recordar que ahora eso debía tomarlo como un símbolo del inicio de una nueva vida.
Estuvo de pie frente a la madera chamuscada por el siniestro, que nadie había intentado siquiera recoger, y observó durante largo rato los restos de su vieja vivienda. Ya no tenía nada. Se sintió melancólico, pero sabía que debía mantenerse firme y conseguir cuanto antes un nuevo sitio donde vivir. Pero eso ahora resultaba difícil pues durante las últimas semanas los guardias del castillo comandados por Isabella habían causado muchos destrozos por todas las aldeas aledañas y aún no lograban levantar todo de nuevo. Todavía había mucha desolación.
Gisborne se inclinó en cuclillas para tomar un trozo de madera chamuscada y luego se incorporó de nuevo para pensar que ya era hora de levantar todos los escombros y volver a construir su casa. Por la tarde decidió ir a encontrar la forma de conseguir la madera y lo necesario para comenzar con los cimientos de nueva vivienda.
En cambio Robin Hood y su compañía se habían dirigido ya al inspeccionar los escombros del castillo y pidieron a los aldeanos organizarse para saquear las riquezas que pudieran encontrarse bajo los escombros del castillo, debían aprovechar que aún no llegaban las autoridades de la corona para reparar todo.
….
Pasaron varias semanas y el orden había vuelto a la normalidad en Nottingham. La corona había comenzado, casi inmediatamente después de levantar el desastre, la construcción de un nuevo castillo. En ese momento estaban restando importancia a la captura de Robin Hood y su compañía pues era mucho más importante encontrar a quien sería digno de sustituir al Sheriff.
Gisborne había logrado avanzar en la construcción de su nueva casa y ahora estaba determinando cuales eran los últimos detalles. Era una mañana fresca cuando apenas estaba saliendo el sol cuando Gisborne decidió ir al mercado principal de la aldea y de pronto se detuvo al observar desde lejos una cabeza rubia dorada que se asomaba entre uno de los puestos de tapetes.
Sin pensarlo Gisborne se acercó hacía esa persona cuyo hermoso cabello dorado reluciente bajo el rayo matutino del sol parecía estarlo llamando, atrayéndolo sin explicación. Al acercarse más, Gisborne se percató que efectivamente se trataba de un joven, aunque de eso se había dado cuenta desde el primer momento y ahora simplemente no podía dejar de admirar su belleza y tampoco pudo rehusar que se sentía atraído a llamar su atención.
Al estar cerca de él, Gisborne le observó durante unos segundos antes de atreverse a hablarle, que el chico rubio y de baja estatura estaba preguntando algo a la tendera del lugar.
—buenos días…—saludó Gisborne con susurrante serena voz al chico rubio, esbozando una sonrisa coqueta en los labios. El chico rubio, confuso se giró para verlo y le devolvió la sonrisa.
—Buenos días—saludó dubitativo y tímido. En ese momento Gisborne pudo observar la claridad de sus ojos grisáceos. Le parecieron hermosos bajo la luz del sol. Gisborne le sonrió.
—Nunca te había visto por estos rumbos—expresó Guy apacible y se acercó un poco más a él. El chico rubio no pudo evitar sentirse un poco más nervioso, Gisborne era bastante más alto que él. Fácilmente le llevaba una cabeza de ventaja en estatura.
—Oh…recién acabo de llegar hace un par de días—respondió irresoluto.
— ¿vienes de muy lejos? ¿Algún reino lejano? —Gisborne estaba usando un tono de voz más sensual que el anterior, inconscientemente la presencia del pequeño rubio le provocaba a hacerlo, quería saberlo todo de él.
—err sí, así es…es decir, vengo de una villa distante de aquí, pero he decidido mudarme a este sitio el cual creo me será mucho más re confortable—expresó el rubio con voz trémula, ciertamente inquieto porque Gisborne estaba intentando invadir su espacio personal.
—me agrada que bellos rostros como tú vengan a estos rumbos ¿Cuál es tu nombre? —inquirió al fin, intrépido en su cuestión.
—Mar…Martin…ese es mi nombre—expresó el pequeño rubio modestamente, tratando de dar un paso atrás para alejarse un poco de él. Gisborne le volvió a sonreír, le encantó la forma en que el rubio trataba de escabullirse —y… ¿cuál es tu nombre? —inquirió Martin curioso, intentando ser amistoso, esta vez él también le miró con cierta coquetería. De alguna forma también deseaba saber el nombre de Gisborne.
—Me llamo Guy of Gisborne, a tus órdenes—dijo con tono seductor.
—Bueno, también me es grato conocer personas tan amables como tú—exteriorizó.
En ese momento Gisborne no se contuvo más a levantar la mano de Martin y a besarla suavemente como un caballero ante una doncella. No se explicaba por qué el recién llegado rubio le estaba causando ese impulso, sobretodo tratándose de un chico, de un hombre. Martin le sonrió risible y ruborizado mientras Gisborne le besaba la mano y le miraba seductoramente.
—Lo siento, no pude resistirme—expresó Gisborne con voz suave. Martin río de nuevo tímidamente.
—descuida…por mí no hay problema—dijo el rubio, ciertamente estaba un poco acostumbrado a llamar la atención de las personas por su sutil belleza natural, incluso estaba acostumbrado a llamar la atención de hombres que a menudo trataban de cortejarlo.
—Ahora debo parecerte un pervertido sodomita por atreverme a hacerte tal cosa—se excusó fingidamente Gisborne pues realmente Martin le había cautivado por completo en ese breve lapso de conocerlo y aquel término no le importaba, aunque Gisborne jamás antes se había sentido atraído por alguien de su mismo sexo, por el contrario siempre había sido un mujeriego hasta que Marian se convirtió en su amor imposible. Pero Martin tenía algo que le atraía sobremanera, algo que ni siquiera podía sentir por Marian. Martin tenía alguna especie de magia que ahora mismo le provocaba una excesiva atracción, algo que le hacía no dejar de admirarlo aunque Martin fuera de su mismo sexo. Aunque la belleza de Martin no era nada ambigua ni andrógina, pues se veía claramente como un chico, pero el rubio tenía una belleza sutil y delicada que no había visto antes en ninguna otra persona.
—Err…no, para nada… ¿Cómo podría yo pensar eso de alguien de tu porte? —expresó el rubio dubitativo, de nuevo se sintió un poco intimidado, Gisborne le intimidaba demasiado, era alto, fuerte y muy atractivo pero también eso le había gustado. De cualquier forma Martin siempre se había sentido dentro de esos cánones que denominaban sodomitas. A Martin siempre le habían atraído los hombres.
—Pero no me importaría convertirme en uno si se tratara de ti—expresó Gisborne de nuevo tratando de acercarse a Martin, en su voz el tono de seductor alfa seguía. Martin se sonrojó como un tomate ante la declaración de Guy y soslayó la mirada. Comenzaba a inquietarse más porque había gente a su alrededor aunque seguramente al ver al imponente Gisborne ahí preferían mantener su distancia.
— ¿de verdad no te importaría practicar tales actos impúdicos desafiando las leyes de Dios? —inquirió Martin irónico y risible, extrañamente comenzaba a gustarle hacer esta serie de preguntas hacia un hombre como Gisborne.
—Dios siempre me ha tenido abandonado—musitó Gisborne respondiendo a su pregunta. Irónicamente sus propias palabras le hacían recordar lo oscuro de todo su pasado. Martin se cohibió de nuevo al notar su semblante de desasosiego.
—mmh, disculpa, tengo que irme—dijo Martin dando un par de pasos atrás, tratando de escabullirse.
—¿podré verte algún día? —inquirió Gisborne y alcanzó la mano de Martin apenas rozándola en un contacto sutil. Aunque breve, esa fue una sensación maravillosa. Martin volvió a sonrojarse pero con la cara en alto respondió.
—Seguro que sí…Sir—después de pronunciar eso ambos se sonrieron el uno al otro y se perdieron en sus miradas mutuas hasta que Martin se dio media vuelta y emprendió el paso entre la muchedumbre que transitaba en el mercado. Gisborne no perdió de vista la cabeza rubia de Martin hasta que se adentró más entre la gente.
….
Robin Hood y sus compañeros volvieron a sus habituales actos altruistas y volvieron a repartir riquezas robadas de los ricos a los necesitados. Hasta ese momento Robin y Gisborne mantenían las paces. No pasó mucho tiempo para que también se dieran cuenta que Gisborne había logrado reconstruir su casa y cada vez que pasaban cerca de ahí Robin se detenía durante un momento para observar la nueva casa y pensaba en lo mucho que ahora había cambiado su punto de vista sobre Gisborne en todo ese tiempo de conocerlo. Ahora simplemente parecía que no sentía rencor por él a pesar que sabía que jamás podría perdonarle que asesinara a Marian. Pero tampoco sentía afecto por él. Ahora que no peleaban también le resultaba extraño.
— ¿qué ocurre Robin? —preguntó Kate curiosa acercándose cautelosamente a él y luego ella misma volteó a ver la casa de Gisborne y se invadió de resentimiento como era usual, ella sí seguía odiándolo.
—nada, sólo pensaba—respondió Robin y luego se giró media vuelta y siguieron su camino.
Los chicos se adelantaron al campamento, Robin así se los había pedido pues él quería atender algún asunto en la aldea. Durante el ocaso de esa tarde cuando el cielo apenas comenzaba a teñirse de rojo decidió tomar un camino empedrado. Hacía un muy buen clima y los pájaros comenzaban a ocultarse en sus nidos previos a que cayera la noche. Las estrellas que recién comenzaban a asomarse sobre el firmamento le hicieron recordar con melancolía a su amada difunta Marian y suspiró. Pronto también pensó en la relación que Isabella y él habían tenido un breve tiempo y también pensó en la extraña relación que había (o estaba) teniendo con Kate. Pero pese a eso, Robin se sentía abatido, su corazón simplemente no podía llenarse de nuevo y ahora ni siquiera tenía contra quien combatir. Se sintió tonto por pensar en eso, pero ciertamente Gisborne había estado representado su antítesis y ahora la cordialidad entre ellos enrarecía el ambiente. Supuso que era mejor así, de todos modos.
Continuó caminando por el estrecho y empedrado camino para llegar pronto a su campamento, debía hacerlo antes de que la noche cayera y le sorprendiera porque aunque lo conocía casi como la palma de su mano, el bosque podía ser muy peligroso en la oscuridad de la noche.
De pronto pasó junto a un pozo y en la tenue oscuridad del atardecer divisó una rubia y brillante cabellera, que resaltaba en medio de la tarde. De inmediato reparó en que se trataba de un chico que estaba tratando de sacar un poco de agua de dicho pozo. Robin pensó que era bastante extraño que alguien tan menudo como ese chico estuviera sacando agua de un pozo, el cual estaba considerablemente alejado de la aldea, a esas horas, además ese pozo servía de emergencia pues en la aldea contaban con pozos más cercanos y más bastos. Robin también notó desde su distancia que al parecer el joven rubio estaba teniendo algunas dificultades para sacar el agua y de inmediato echó a correr para auxiliarlo.
— ¿puedo ayudarte? —preguntó Robin con gentileza, aunque aún se sentía intrigado por el chico rubio. En ese momento sus ojos se encontraron con los ojos del joven rubio dorado. Era el mismo Martin que había conocido a Gisborne esa mañana.
Martin le miró un poco desconfiado pero le sonrío. Robin le sonrió con amabilidad, además extrañamente estar frente al menudo chico rubio era sumamente agradable a la vista.
—oh, no, gracias. ¡Puedo hacerlo solo!—respondió Martin con cierto orgullo, sin soltar del todo la cubeta a medio llenar pero la cubeta estuvo a punto de caérsele de las manos y entonces Robin la alcanzó y le ayudó a sacar el cubo de agua por completo.
—es extraño que alguien tan menudo como tú ande sacando agua de este pozo a estas horas del atardecer—soltó Robin sin dejar de sonreír. Ver la finura de Martin le causó gran afección en alguna forma. Pensó de inmediato que Martin estaba notablemente dotado de una exquisita y sutil belleza. Algo extraño tratándose de un chico. Martin se ruborizó un poco, cosa que pudo pasar desapercibida para Robin a pesar de la oscuridad de la noche que poco a poco les envolvía más.
—es que me perdí en el bosque y afortunadamente vi este pozo aquí. Me moría de sed y decidí que podía tomar un poco de esta agua ¿He hecho mal? —indagó Martin con tono temeroso de haber irrumpido alguna regla. Robin río un poco ante su vacilación.
—no, para nada, el agua de este pozo es para todos. Y ya veo por qué es que alguien tan pequeño como tú ha terminado en este inhóspito lugar a estas horas. Lamento saber que estás perdido. Pero bueno, la noche está cayendo y el bosque se vuelve peligroso. Sin embargo, puedo ayudarte a llegar a tu casa—dijo Robin amablemente, no podía dejar de sonreírle y estaba dispuesto totalmente a auxiliarlo en lo que estuviese a su alcance.
—err…la verdad es que no tengo hogar. No soy de aquí—respondió Martin dubitativo y tímido mientras tomaba un poco del agua de la cubeta utilizando ambas manos para formar una especie de cuenco con ellas.
—entonces eres forastero…bueno puedes venir conmigo al campamento si quieres. Vamos—sugirió Robin amable y le dio una suave palmada en la espalda, pero no retiró su mano de ahí de inmediato e inconscientemente le dio una suave caricia. Martin se sintió protegido y accedió. De cualquier forma no tenía ningún sitio a donde ir y Robin había llegado por milagro del cielo a auxiliarle.
—Pues…creo que primero debería saber cuál es tu nombre—dijo Martin audazmente, Robin sintió que Martin le había sonreído con fina coquetería, algo no usual en chicos. Robin también esbozó una gran sonrisa.
—bien pequeño amigo, yo soy Robin Hood—dijo pícaramente. Martin se ruborizó un poco de nuevo pues se dio cuenta que Robin el tipo conocido del que todo mundo hablaba.
—¡así que tú eres el famoso Robin Hood! el que roba a ricos y reparte oro a los pobres—expresó Martin al tiempo que se sentaba en el borde del pozo y le dedicaba una dulce mirada. Robin se acercó un poco más a él casi por inercia.
—Jaja no creo ser tan famoso—dijo Robin risible.
—pues desde que llegué a Locksley no he dejado de escuchar tu nombre de voz de todos los aldeanos. Además ya antes había llegado a escuchar tu nombre en mis propias tierras, al sur de Londres—dijo Martin amigable.
—¡oh, así que vienes desde allá! —Expresó Robin sorprendido y contento de saberlo—me pregunto entonces cómo puede llamarse un sujeto tan menudo y adorable como tú venido desde Londres—Robin se acercaba paulatinamente hacia Martin y también se sentó en el borde del pozo, junto a él.
—Martin….ese es mi nombre—dijo.
— ¿sin apellido? —inquirió Robin curioso.
—prefiero ocultar por ahora mi apellido, vengo huyendo de una situación aparatosa.
—está bien. No indagaré en ello pero si necesitas ayuda no dudes en acudir a mí, pequeño.
—jaja deja de llamarme pequeño
Llegaron al campamento de Robin Hood y ahí presentó a Martin ante sus demás compañeros quienes amablemente le saludaron y le recibieron. También le compartieron la cena consistente en un estofado de verduras y un buen trozo de pan, y más tarde se sentaron todos un rato frente a la cálida fogata que ardía con leña.
Pasaron un largo rato conversando, hablando sobre sus vivencias y logros que habían tenido a lo largo del día y también hablaron sobre lo que Locksley era para ellos y la forma en que vivían ayudando a la gente pobre. Fue una conversación muy amena que Martin disfrutó bastante.
— ¿siempre has vivido en este campamento? —inquirió Martin con interés. Hasta ese momento Robin estaba de pie junto a él pero entonces se sentó a su lado.
—casi podría decirse que sí, pequeño—expresó Robin mirándole a los ojos coquetamente.
—jaja por qué sigues llamándome pequeño? —preguntó Martin haciendo gesto de reproche y luego soltó a reír.
—porque eres pequeño y adorable….nunca había visto algo así en un chico de tu edad—dijo Robin y se acercó un poco más a él. Los demás pudieron notar que estaba habiendo una gran cercanía entre Robin y el recién llegado, pudieron notar cómo Robin parecía tener cierto interés en el rubio platinado. Pero ninguno pensó en ese momento que el verdadero interés de Robin por Martin estuviera más allá de una amistad, era absurdo pensar lo contrario. Ni siquiera el mismo Robin sabía bien a bien qué era exactamente lo que Martin le provocaba, pero sabía que se trataba de una muy agradable atracción.
Los demás estaban manteniendo su distancia, y aunque lo negara Kate estaba comenzando a sentir celos de Martin, pero se negaba a sí misma la idea por tratarse de un chico.
—calla, claro que no. No soy adorable…ni tampoco estoy tan pequeño—expresó Martin quedamente, tímido y soslayado para evitar que notaran su rubor. En ese momento Robin posó una de sus manos sobre la rodilla de Martin, intentando hacerlo parecer un acto de camaradería pero ciertamente fue un contacto que Martin sintió inmediatamente más cómo una caricia. Robin se acercó aún más a Martin y sus miradas volvieron a encontrarse ante la luz anaranjada de la fogata. Martin se ruborizó un poco, Robin también le provocaba una pequeña atracción agradable, aunque no demasiada. Pero sí había algo que le llamaba la atención en Robin, después de todo era bien parecido y tenía una profunda mirada afilada que cautivaba a cualquiera. En ese momento hubo una pausa de silencio, pero no dejaron de encontrarse sus miradas. En esa cercanía Robin deseó por un momento besarlo. Era una sensación demasiada extraña que le invadía el estómago como mil mariposas revoloteando dentro. Martin era un chico demasiado adorable e irresistible incluso para él. Pero justo cuando estuvo a punto de ceder a sus impulsos, Robin se detuvo y luego se alejó de él.
Martin se quedó intrigado cuando Robin prefirió mejor ponerse de pie y sentarse en el otro tronco donde estaban sentados Dale y Much. Martin pensó por un instante que quizá Robin se había molestado por negarse a su cumplido.
—bueno chicos, creo que es mejor que vayamos a dormir ahora sí, recuerden que mañana tenemos que ayudarles a los aldeanos a repartirles agua—anunció Robin.
—Buenas noches Martin—dijo Robin suavemente y se acercó para acariciar su mejilla. Martin se sintió un poco incómodo por eso, aunque solía ser delicado a veces no le gustaba que le tratasen siempre con tanta sutileza. Pero tampoco podía negar que lo disfrutaba. Era una dualidad en sus sentimientos.
Durmieron en los improvisados camastros y hamacas, a Martin le asignaron un camastro que era de los más cómodos, así lo había ordenado Robin. Sobre ellos se divisaba el firmamento oscuro y bellamente estrellado.
Martin cayó en profundo sueño casi de inmediato, y Robin, que no estaba muy lejos de él y podía observarlo desde ahí gracias a la tenue y rojiza luz de la fogata encendida, estuvo mirando durante un rato su rubia cabeza que le daba la espalda. Estuvo observándolo con admiración, preguntándose aún qué era lo que tenía Martin que le provocaba tanta atracción. Era demasiado extraño, a Robin siempre le habían gustado las chicas y ahora Martin estaba opacando su interés por sobre el que apenas había comenzado a sentir por Kate semanas atrás.
Al día siguiente despertaron todos y disfrutaron del desayuno, juntos. Llegó el momento de despedirse de Martin, pues Robin y compañía debían volver a la tarea de ayudar a los aldeanos pobres y Martin definitivamente no parecía ser el tipo de chico que se uniera a las peleas.
—Podemos acompañarte al pueblo y ayudarte a encontrar un sitio para dormir—le sugirió Robin a Martin tocando su brazo con amigabilidad.
—¿en serio pueden hacer eso por mí? —preguntó. Durante todo ese tiempo Kate estuvo viéndolo aún con recelo, la cercanía que Robin estaba teniendo hacia Martin estaba siendo cada vez más cercana y ella sabía bien cada vez que Robin vacilaba para separarse de alguien que le gustaba.
—claro que sí, no quiero que te ocurra nada malo y no creo que el bosque sea algo bueno para alguien como tú—dijo Robin acariciando esta vez su hombro con suavidad.
—Está bien, les agradezco mucho que quieran ayudarme—expresó Martin esbozando una sonrisa. Robin le sonrió pródigamente—agradezco mucho que me ayudes, Robin—agregó Martin y Robin sonrió más.
Emprendieron la marcha hacia el pueblo de Locksley y durante el camino no tuvieron contratiempos, todo parecía ir muy tranquilo. La mañana aún continuaba un poco fresca a la sombra porque el sol del mediodía aún no llegaba a su punto álgido.
—por cierto que me pregunto ¿qué es exactamente a lo que se dedica un chico tan menudo como tú para ganarse la vida, pequeño Martin?—dijo Robin acercándose un poco a él mientras caminaban por la terracería. Robin y Martin iban al frente de los demás, Little John estaba hasta atrás.
—mmh ¡ah sí! —Exclamó Martin con sorpresa, Robin le había tomado un poco desprevenido con esa pregunta pues no se había detenido antes en pensar en algún oficio—me dedico a la agricultura, toda mi vida me he dedicado a ello, ya sabes, sembrar granos, cosechar hortalizas, criar animales, todas esas cosas—mintió Martin con audacia, pero algo de su nerviosismo no podía pasar desapercibido. Sin embargo Robin (y los demás) intentaron de creerle. Tal vez Martin estaba diciendo la verdad pero era demasiado retraído, pensaron.
Robin se acercó a él y pasó un brazo sobre el hombro de Martin a lo que el rubio volvió a sentirse un poco intimidado por lo que intentó zanjarse de ello rápidamente.
Luego de un rato al fin se divisó la aldea de Locksley ante sus ojos.
—ahí está el pueblo, pequeño Martin—exclamó Robin. Todos apresuraron el paso para llegar pronto al lugar.
—la verdad es que no sé cómo es que pude perderme en el bosque, no recuerdo haberme alejado demasiado del pueblo—expresó Martin.
—pero afortunadamente este humilde ladrón llegó a tu rescate—dijo Robin divertido.
Caminaron hasta llegar a la entrada de la aldea donde observaron la afluencia de la gente que realizaba sus actividades cotidianas y al notar la presencia de Robin y su compañía todos les saludaron animosamente. Robin se apresuró y se acercó a ellos para anunciarles qué era lo que pretendía hacer para sacar más riquezas del castillo que aún estaban escombrando y que todavía no tenía autoridad desde la muerte del sheriff.
Antes de salir de a la aldea hacia el castillo, Robin decidió ayudar a Martin a conseguir un buen lugar fijo donde instalarse. Tenía muy buenas relaciones con todo el pueblo por lo que pensó que no le sería demasiado difícil encontrar un buen sitio.
—Kate, por favor avísale a todos los demás que los alcanzaré dentro de poco, no tardaré mucho, ¿okay? —dijo Robin a su amiga, aunque ella celosa no pudo ocultar su gesto de disgusto en la cara y además acto seguido cruzó los brazos en señal de protesta.
—¿no crees que estás confiando demasiado en ese tal Martin? —espetó Kate aún de brazos cruzados.
—Kate, es un chico forastero y parece que no tiene mucha iniciativa para defenderse solo. Yo sólo quiero ayudarlo
—pero has estado muy cercano a él, es demasiado notable el interés que él está despertando en ti
—Pues eso no es algo que quiera discutir y menos contigo—Robin respondió con frialdad. Si de por sí el carácter dominante de Kate en momentos le exasperaba ahora no tenía afán de tolerarle el hecho de que estuviese celosa de Martin.
Kate frunció el ceño pero Robin restó importancia a eso y se dio media vuelta para dirigirse de nuevo hacia Martin, quien lo esperaba en la entrada del pequeño mercado.
Luego de algunas negociaciones Robin logró que la dueña de una posada le brindara un buen refugio a Martin dentro de una pequeña pero cómoda habitación. Martin agradecido invitó a pasar a Robin a su nueva habitación y así ambos conocer el sitio.
—creo que vas a necesitar amueblar esto un poco—dijo Robin bromeando. De nuevo trató de acercarse a Martin pero el pequeño rubio se mostró esquivo esculléndose de él cuando intentó arrinconarlo en una esquina de la habitación, del lado de la ventana que dejaba entrar el rayo del sol de mediodía.
—err...te agradezco mucho toda tu ayuda, Robin…aunque creo que ya has hecho demasiado por mí y recién llevamos un día de conocernos—dijo Martin tímido tratando de escurrirse.
—y espero que podamos seguir viéndonos porque ahora somos…amigos—Robin temerario volvió a tratar de arrinconarlo contra la pared. En ese momento sintió que tenía una mejor oportunidad que nunca para estar en su cercanía, sin nadie a su alrededor, los dos a solas en aquella pequeña e íntima habitación. Era una sensación extraña, algo que no había imaginado siquiera hacía un día pero que ahora le resultaba grandemente placentero, el sentimiento de sentirse mágicamente atraído por alguien de nuevo.
Se produjo un silencio incómodo de nuevo y Robin aprovechó para mirarle a los ojos con determinación y sin más se atrevió a acercar su cara a la suya. Martin se quedó estupefacto aunque era algo que veía venir y se inmutó durante ese lapso, casi esperando lo que imaginaba Robin se atrevería a hacer. En un instante los labios de Robin comenzaron a rozar los suyos sutilmente, muy suavemente pero casi a punto de besarse, pero repentinamente justo cuando el beso estaba a punto de consumarse Martin no se lo permitió y le dio un fuerte empujón con ambas manos que lo alejó de él.
Robin se quedó atónito ante su respuesta. Desde hacía horas había estado sintiéndose impulsado por besar los labios de Martin, aún si se trataba de un chico, y se había decidido rotundamente a atreverse a robarle un beso, pero algo que jamás imaginó fue que sería rechazado por él. Había sido algo demasiado soberbio de su parte, pero nunca antes se había visto rechazado y nunca pensó que alguien pudiera hacerlo. Confiaba demasiado en su propio encanto, encanto del cual Martin estaba huyendo.
"quizá es demasiado inseguro" pensó Robin para sus adentros mientras Martin seguía soslayando la mirada para evitar que Robin notase su rubor incómodo. Martin se sentía avergonzado.
Martin le dio la espalda mientras rápidamente intentaba encontrar las palabras para salir de la aparatosa situación con cualquier excusa.
"quizá debería ir más despacio, seguramente le he asustado con mi osadía" seguía pensando Robin y entonces se acercó de nuevo a Martin quien seguía de espaldas a él notablemente nervioso y colocó una mano sobre su tembloroso hombro.
—Martin….yo— farfulló Robin.
—mejor nos vemos otro día, ¿está bien? —musitó Martin en respuesta y viéndolo solo por el rabillo del ojo. Robin aún estaba posando su mano sobre su hombro pero Martin se zafó de ello y entonces se dirigió a la puerta para abrirla y despedir a Robin forzadamente.
—Martin…no quiero que creas que soy un pervertido, un hereje o algo así…la verdad no sé qué estás causando en mí pero no es algo que yo desee no sentir. Me ha gustado mucho estar contigo a pesar del poco tiempo de conocernos—confesó Robin con total sinceridad, tratando de persuadirlo.
— ¿Y acaso no tienes miedo de que la sociedad lo censure?…es decir, somos dos hombres Robin, algo entre nosotros sería sodomía, sería pecado, sucio, herejía, algo impúdico…es decir, no quiero que tengas que arriesgarte a tanto por un simple capricho pasajero como este—masculló Martin aun evitando la mirada. En ese momento sintió como Robin tomaba sus dos manos.
—La verdad es que he hecho demasiadas cosas por las que ya deberían haberme colgado y de las que he sabido librarme, así que no, no me importa tal cosa, no creo en las leyes despóticas que han creado los hombres y los profetas—dijo Robin y al fin Martin alzó la cara y sus miradas volvieron a encontrarse profundamente. El silencio volvió a invadir la pequeña y sencilla habitación y Robin tomó el rostro de Martin entre sus manos y le besó lentamente, aunque sintió como Martin dubitativo se estremecía entre sus brazos.
Cuando el sutil beso cesó Robin le miró dulcemente, aunque en la mirada de Martin sólo se denotaba intranquilidad, pero no le importaba eso a Robin, había logrado besar a una persona tan dulce que había llegado a su vida hacía menos de un día y eso se sentía maravilloso.
—Por favor vete—ordenó Martin de súbito usando esta vez un lado más imponente y se dio media vuelta para darle de nuevo la espalda y tratar de ignorarlo. A Robin le gustó también ese lado suspicaz de Martin.
—Nos vemos pronto, pequeño—dijo Robin con voz queda tocando su hombro y sonriendo de lado maliciosamente, cosa que Martin no pudo observar, seguía dándole la espalda y cruzó los brazos.
—Vete—dijo Martin secamente y volvió a zafarse de él—oh no volverás a verme—soltó Martin duramente, una etérea amenaza de su parte.
Robin volvió a sonreír maliciosamente. Pensó que conquistar a Martin le costaría un poco de trabajo después de todo y eso le resultó de pronto por de más interesante. Sin decir más palabra salió de ahí y en cuanto estuvo fuera de la habitación Martin cerró la puerta de un azote.
….
Volvía a caer el atardecer y la gente que pululaba las calles comenzaba a resguardarse en sus respectivos hogares.
—maldición, de nuevo debo ingeniármelas para conseguir agua y alimentos en este maldito lugar—dijo el rubio Martin sentado al borde de su improvisado camastro. Dentro de su habitación era lo único que tenía además de una caja de madera que hacía de buró. Martin estaba de bastante mal humor desde que Robin se había atrevido a besarle a mediodía. Se sentía usado y frustrado porque aunque su gusto se había inclinado siempre hacía los hombres sentía que Robin no era precisamente lo que estaba buscando y menos en esa nueva vida que estaba intentando vivir en este pueblo de Locksley, lejos de su tierra natal la cual ciertamente quedaba al sur de Inglaterra y de la cual estaba huyendo. Además Robin podía ser el máximo héroe de los pobres, la inspiración de muchos, niños y adultos, pero no le inspiraba la suficiente confianza puesto que sabía que Robin podía abusar de esa idolatría y jugar con sus sentimientos, de cualquier forma él podía tener a cualquiera y por tanto su relación ser reducida a un simple y frívolo capricho. ¿Cómo podía Robin fijarse en un simple chico menudo y enfermizo como él?
Habían transcurrido varias horas desde aquel incómodo incidente y Martin no podía quitar de su mente y de sus sensaciones aquel beso que Robin le había arrebatado. Se sentía molesto, tanto que había perdido un poco la noción del tiempo y ahora que casi había caído la noche al fin había recordado que debía alimentarse, no lo había hecho desde el desayuno, y sabía que lo necesitaba.
Cierto era que no conocía mucho del lugar y no sabía con qué peligros podría encontrarse pero se aventuró a salir a buscar algo que pudiera servirle de cena. Se puso encima una capucha y cubrió su rubia cabeza dorada con el gorro de la capucha para salir después en busca de algo, procurando no llamar demasiado la atención.
Caminó algunas calles hasta encontrarse con un sitio concurrido de vida nocturna, donde se escuchaba ajetreo de gente que se escuchaba que se estaban divirtiendo, se acercó y aunque dudó un poco se adentró en el lugar. Al entrar se encontró con un muy atiborrado lugar lleno de hombres grandes y fornidos que sin duda estaban embriagados de alcohol al punto de embrutecerse lo cual les provocaba reír y cantar en colectivo. Era una taberna. También había mujeres, atractivas en su mayoría, y mucha música. En un momento de pronto se desató una pelea entre dos de los hombres del lugar lo cual provocó una reacción en cadena que generó más peleas entre los presentes. Martin pensó que mejor era después de todo salir de ese sitio, nunca le había gustado pensar en la idea de estar dentro de una taberna pero justo cuando trató de escabullirse de entre el ajetreo un hombre fuerte y bastante alto se acercó a él para fastidiarlo.
—hola, pequeño—dijo el hombre toscamente fornido y con total atrevimiento condujo a Martin con sus manazas bruscamente contra el muro. Martin palideció, no supo cómo actuar o qué hacer ante el súbito e inesperado acto de aquel hombre, el tipo era demasiado grande y claramente más fuerte que él. Supo de inmediato que sus intenciones no podían ser buenas, no de esa forma en que rudamente le había acorralado contra la pared y peor aún a un lado de ellos varios hombres estaban peleando ya a golpes.
—por favor yo no…—alcanzó a musitar Martin, su temor incrementó cuando de pronto sintió como aquel rudo hombre le alzó, haciéndole subir sobre la barra.
—eres muy lindo, muchacho—dijo el hombre con voz lasciva y acto seguido comenzó a manosear todo el cuerpo del rubio obscenamente y con cierta desesperación. Martin se sintió terriblemente horrorizado, violentado y sin salida. Y nadie parecía querer auxiliarlo. Pensó que se vendría lo peor, sabía perfectamente que era lo que el tipejo de dos metros de altura y casi el doble de su peso en músculos le haría a continuación. Martin forcejó aterrorizado, a pesar de su gran desventaja no estaba dispuesto a dejarse vencer hasta el final por defender su cuerpo y su integridad. Sabía que el tipo le violaría y quizá incluso podría tener la salvajada de hacerlo ahí mismo.
Aunque Martin no quería hacerlo, gritó. Pero nadie se acercaba a auxiliarlo, por el contrario todos parecían estar atentos a las riñas que los otros hombres estaban teniendo a unos metros de distancia de donde estaban ellos.
— ¡Auxilio! ¡Ayúdenme!—gritó Martin ahogadamente, sintiendo como el hombretón comenzaba a bajarle los pantalones. Martin sintió que había transcurrido una eternidad y que nadie se atrevería a ayudarle a desafiar a ese enorme hombre.
— ¡déjalo en paz, maldito imbécil! —gritó mordazmente una enfurecida voz masculina después de golpear al violador fuertemente contra la cara. El hombre se tambaleó y estuvo a punto de caer al piso pero pronto se incorporó y se volvió enfadado hacia aquel que se había atrevido a golpearle. Martin se incorporó también torpemente y se dio cuenta que quien se había atrevido a desafiar a su agresor era el mismo hombre apuesto que había conocido el día anterior, Guy of Gisborne, jamás podría olvidar ese nombre. Martin se sintió completamente aliviado y feliz de verlo de nuevo, pero se sintió mucho más feliz de que fuera él quien le había salvado de ese grandulón.
—¡A ver maldito imbécil, pelea como los hombres!—le desafió Gisborne haciendo seña de provocación para que se acercase a él a pelear a puño limpio, no importando si el hombretón era más grande y musculoso que él. El hombre furioso por haber sido interrumpido y golpeado se lanzó contra Gisborne iracundo e intentó golpearle en la cara pero Gisborne fue más hábil y se escabulló de sus puños para luego asestarle varios golpes en el estómago que lanzó con total frenesí al punto de dejarle sin aire de inmediato. Martin se bajó de la barra de inmediato y se volvió a abotonar el pantalón, atónito ante lo que veían sus ojos, Gisborne estaba peleando contra aquel gigante para defenderlo.
—bastardo infeliz, ¡¿cómo te atreves a poner tus asquerosas manos en alguien más menudo que tú?! —espetó Gisborne irascible y con total arrebato se lanzó de nuevo contra el hombre y le golpeó fuertemente en el mentón y en la nariz repetidamente hasta hacerlo tener un terrible aspecto sanguinolento debido a sus fuertes golpes contundentes. El resto de las personas presentes, ahora estaban divisando el espectáculo. Habían restado total importancia a las otras riñas.
El hombre fornido que había agredido a Martin ahora yacía en el piso sufriendo por la violencia con la que Gisborne había arremetido contra él, estaba totalmente derrotado. Gisborne se colocó encima de él con el propósito de seguir golpeándolo pero en ese momento Martin le detuvo con su voz implorando que había sido suficiente.
—Por favor Gisborne, ¡detente ya! —pidió Martin y le detuvo la mano. Gisborne, que tenía la frente perlada de sudor y el ceño prominentemente fruncido se detuvo ante su petición, aunque dudó un poco al principio. Al fin se incorporó y en ese momento Martin se abalanzó sobre él y le abrazó fuertemente.
—Muchas gracias por defenderme—musitó Martin con trémula voz y Gisborne suspiró y le acarició el cabello para luego estrecharle desde la cintura.
—Es poco de lo que podía hacer por ti, evitar que se cometiera esa abominable injusticia—farfulló Gisborne con la respiración un poco agitada.
Martin alzó la mirada y se encontró con la azulina mirada de Gisborne, de nuevo volvía a encontrarse con tan profunda y melancólica mirada, una mirada tan serena y desafiante a la vez que le transmitían total seguridad. Gisborne le sonrió dulcemente y acarició su mentón con sutileza para perderse en su grisácea mirada.
Ambos salieron juntos de ahí hacia la frescura de la noche. Dentro de la taberna la gente volvió a la convivencia nocturna, luego de encargarse del hombre mal herido.
….
Nota final: Okay, espero que les haya gustado este pequeño capítulo que ha sido como la introducción a esta historia que pretende ser por de más sensual, apasionada y enredosa :v
Ya verán en capítulos futuros como irá desarrollándose el lindo y sexy amor entre Gisborne y Martin uwu
Ahskas tan perfect!
Espero que sigan leyendo :3
Y el fan art (odio llamarlos así pero bueno) es mío, lo hice en septiembre de 2014 y pueden verlo completo en mi Deviantart Kiri-yami x)
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