Homónimos

Aún cuando se escuche igual, tus labios jamás pronunciarán la palabra "traición" con el mismo significado que mis labios le han dado.

Resumen:

Había una cosa totalmente cierta que Harry Potter no podía negar: estaba persiguiéndolo.

Sabía que sería difícil cumplir con ambos cargos, pero no era posible dejar uno para después. Si las cosas le salían mal, no habría un después.

Así que tendría que hacerse tiempo para cumplir ambas cosas. Las dos eran importantes.

Nota: Continuación de "Un pequeño problema de... ¿familia?"

No pensaba subirlo a ff, pero creo que no se pierde nada.

No tenía tiempo para pensar en ti y todo el dolor que provocó la traición que nos jugaste. No quería.

Sin embargo el malestar insistió en aplastar mi corazón. El dolor era insoportable; lo suficiente como para desear no sentirlo. Ya no quería sentir.

Sí, de pronto descubrí eso. Lo deseaba con tanta fuerza como algún día añoré que me amaras.

Dos deseos contrarios... Ambos igual de fuertes.

Las circunstancias no me permitían jugar ambos juegos, así que pensé en una tercera opción: voy a atraparte.

Voy a hacer que te arrepientas por darme ambos deseos.

Voy a regresarte el dolor que me has provocado.

Capítulo uno

El ambiente era frío. Seguramente se trataba de una atmósfera inusual para la gente que habitaba el pequeño pueblo, lo que pudo provocar la soledad en sus calles, mandando a la mierda el plan original que lo llevó hacia allí, en primer lugar.

Bueno, el plan original se arruinó desde que Harry alcanzó a observar de reojo esa tupida cabellera rubia. Ahora le parecía imposible volver a concentrarse en aquello que lo llevó hasta ahí. Menos mal que el frío había dejado de importar desde que pudo dar alcance al chico.

Un jadeo detuvo los pensamientos de Harry. Instintivamente presionó más su mano contra la boca del rubio, volvió a presionar descuidadamente las caderas entre las piernas desnudas y sintió claramente la fricción que el resbaloso interior le regalaba. Entonces tuvo la sensación insana de poder; especialmente cuando Draco estiró una mano hacia su pecho, intentando empujar, sin éxito.

Draco no pudo eludirlo. Harry lo cazó con la misma sorpresa que sintió al verlo caminar, precisamente en ese pueblo. No sabía qué hacía el rubio ahí, y no le importaba averiguarlo. Todo lo que podía pensar estaba relacionado con ese irrefutable aroma a sexo, escuchando los gemidos ahogados del rubio, a quien había sometido hacía apenas diez minutos y ahora violaba con ridícula urgencia.

Sí, lo estaba violando. Y, sorprendentemente, lo estaba logrando.

Meses y meses buscando información relacionada con el rubio que no le llevaron a nada eran capaces de eliminar cualquier atisbo de cordura.

Harry deslizó la mano con la que cubría la boca del rubio hacia ese pecho agitado y apretó con rabia la tela de la ropa que vestía.

En ese momento podría admitir que deseaba dañarlo. Por eso lo persiguió desde que pudo verlo en ese pueblucho. Los breves segundos que Malfoy mostró sorpresa al verlo fueron substituidos por una seguridad odiosa y sólo el hecho de que no pudo escapar a las acciones de Harry, compensaron la rabia que bulló de su pecho.

Draco Malfoy parecía estar atrapado, pero no estaba vencido. Y sólo los inconfundibles sonidos de dolor que escapaban involuntariamente de su garganta mostraban que se trataba de un ser humano y no de ese fantasma al que Harry estuvo persiguiendo desde que toda esa ridiculez empezó.

Harry deseaba más. Más jadeos de dolor. Quería verlo recordar que no había permitido el sexo y luchar inútilmente por liberarse.

Arañarlo. Lastimarlo. Romperlo.

No había podido tocar su corazón. Lo sabía porque esa mirada gris continuaba retándolo, pese a que el dolor físico la tenía empañada de lágrimas. Eso sólo aumentaba la furia irracional de Harry, quien empujaba con mayor violencia, sin importarle en absoluto.

De pronto Malfoy dejó de resistirse. Estiró una mano para colocarla en el cuello de Harry y enganchó un dedo en esa fina cadena. Deslizó la punta por el frío metal como si se tratase de una caricia hasta sostener el óvalo.

-¿Vas a dejar que te posea, Potter? -murmuró el rubio con un extraño tono de molestia.

Harry no se dio cuenta que había detenido sus empujes para mirar la lenta manera en que los dedos de Draco se deslizaban por cada eslabón metálico de la cadena donde pendía la joya. Sólo entonces frunció el ceño y arrancó el guardapelo del agarre del rubio. Sostuvo sus caderas y lo volvió a penetrar, arrancando un sorpresivo grito de dolor.

-¿Y qué? -retó con furia - ¿No es lo que quiere Vold...?

-No digas su nombre -Draco colocó ambas manos sobre la boca del moreno, impidiéndole continuar.

-¡No estás en posición de pedir nada! -gruñó Harry con más enfado.

-Mi posición es curiosa, ¿cierto, Potter? -el muy jodido sonrió. No debería sonreír. Se suponía que debería suplicar. Disculparse por lo que hizo a Sirius. ¡Lo que hizo al propio Harry! -. Deja de perseguirme -recomendó el rubio - o el próximo cuerpo que dejaré dormido será el tuyo. Y eso podría molestar a mi señor, ¿sabes? Creo que tiene otros panes para ti.

Descarado, arrogante e impetuoso. No mostraba pizca de arrepentimiento por lo que hizo. Aún cuando eso destruyó la familia de Harry.

El chico no había logrado recuperarse de la sorpresa cuando vio que la espalda del rubio se arqueaba al mismo tiempo que ambos brazos se engancharon en su cuello. La acción aumentó la fricción, allá abajo, borrando el poco raciocinio que aún quedaba a Harry, haciéndole emitir un ronco gemido de placer.

Draco continuó haciendo eso hasta hacerle alcanzar el orgasmo. Los escasos segundos en que el cuerpo y la guardia de Harry se derrumbaron fueron suficientes para que el rubio lo empujara exitosamente para escapar y desaparecer con una velocidad asombrosa.

Cuando Harry se dio cuenta ya era demasiado tarde.

Malfoy se le había escapado.

Los siguientes minutos fueron suficientes para que Harry se diera cuenta de lo estúpido que había sido todo. Intentó reanudar la acción que lo había llevado hasta ese lugar, pero los dementores se lo pusieron bastante difícil. Para colmo no pudo hacer el encantamiento patronus con éxito. Vaya que le había jodido el humor que el rubio escapara.

Así que regresó al campamento. Claro que el chico no había tenido tiempo para imaginar lo que le esperaba. De haber sabido lo intratable que el hambre ponía a Ron, se habría esforzado más en ignorar lo frustrado que el escape del rubio lo había dejado. Sin embargo Harry sabía que no era una opción. No cuando la tétrica acción de los dementores tomaba alarmante fuerza, afectando a los habitantes del poblado. En esa situación lo más prudente fue usar el resto de energía para echar a correr.

-Así que seguimos sin comida -resumió Ron con un evidente enfadado tono de voz. ¿es que no le importaba el hecho de que hubiera estado en peligro?

-Basta, Ron -defendió Hermione. A Harry le pareció una acción irritante y escuchar a su mejor amigo no mejoraba su humor.

-¡Pues ve tú a pelearte con los dementores! -replicó Harry a las quejas del pelirrojo-. Apuesto a que será más confortante a verte enfurruñado, criticando por algo que ni siquiera intentas.

-¡Por supuesto! -exclamó Hermione y se acercó a Harry para mirar con insistencia sobre el pecho de su amigo- ¡Dame el Horrocrux, Harry!

La verdad es que el moreno no comprendió la manera en que eso solucionaría el disgusto que tenía hacia la actitud de Ron, pero decidió obedecer. El instante en que la pieza de oro perdió contacto con la piel de Harry, le regresó un poco de cordura y exhaló con sorpresa.

-Cielos -fue lo único que pudo decir y pensó en la violenta persecución que había protagonizado con Malfoy-. Definitivamente se siente mejor andar si él.

Hermione miró a Harry detenidamente. Parecía querer leer su mente sólo con esa acción, a medida que jugaba con el óvalo entre sus dedos.

-¿Habrá alcanzado a poseerte...?

La respiración de Harry se detuvo brevemente antes de comenzar a negar la posibilidad. Agradeció que ella aceptara los argumentos, pero no la propuesta de guardar el artefacto en la tienda. No cuando acababa de recordar que Malfoy hizo una pregunta similar a la de la muchacha.

Al final optaron por trasladar el campamento a otro sitio. Uno donde fue más sencillo conseguir comida y mejorar el ánimo de los chicos.

Harry casi pudo olvidar la preocupación que le inundaba al recordar el momento en que Hermione colocó el Horrocrux sobre su pecho, pero al tomar la guardia esa noche sintió que la incertidumbre volvía a aplastarle. Comprendía que la acción de su amiga era para protegerle, pero no le parecía atractivo saber que ello implicaba arriesgarle. Además le recordaba a Malfoy.

Harry había tenido meses para admitir que recordar al rubio le hacía más daño del visible. La mayoría de las veces prefirió no compartir lo que sentía al respecto. Sabía que Ron estaba dispuesto a darle su merecido al rubio; lo escuchó muchas veces durante los primeros tres meses. Después se tranquilizó un poco, quizá por la apatía que el propio Harry mostraba hacia el asunto. Seguramente llegó a la conclusión de que no valía la pena querer golpear al individuo por el que el moreno no se molestaba en mencionar.

Desde luego que la situación cambió dramáticamente al final del curso, pero incluso en ese momento, el moreno no se molestó en darle relevancia.

Hermione, sin embargo, tenía otra opinión respecto a la situación generada por Draco Malfoy. Ella intentó buscar una explicación a las acciones del rubio; algo que diera evidencia de que todo era una equivocación. Pero lo que ocurrió rompió la poca confianza que alcanzó a depositar en él y se mostró preocupada por lo que Harry pudiera sentir. El chico ya no sabía exactamente lo que debía sentir.

Harry estaba al tanto de la misión que había quedado en sus manos desde la muerte de Albus Dumbledore, pero tuvo problemas por concentrarse en ella, situación que acrecentaba al recordar el papel que Draco Malfoy tuvo con ese injusto suceso.

Harry suspiró y apoyó la barbilla sobre ambas rodillas. Ahora estaba ahí, en algún sitio abandonado del país, haciendo guardia para evitar una desagradable sorpresa. Claro que el moreno no pensaba tener una sorpresa mayor comparada con el instante en que reconoció a Malfoy, en ese pueblo. Cosa que se acentuó ante la insinuación de cierta posesión.

¿Por qué habría de saber que Harry estaba expuesto a ser poseso?

¿Quién pudo darle esa información?

No tenía respuestas a esas inquietudes, lo que hacía más difícil pensar en el rubio, quien ya causaba suficientes conflictos con la mente del moreno. Había ocasiones en las que Harry se encontraba deseando olvidar todo el asunto, las mismas en que comprendía que desear no era suficiente, especialmente si se relacionaba con el rubio. De hecho, bastantes deseos nacían si pensaba en Malfoy; todos y cada uno de ellos se frustraron lentamente, los positivos especialmente.

Los meses debieron calmar un poco la sensación de traición que amenazaba con ahogar al chico, pero debía admitir que no fue así, y lo confirmó en el justo momento que se encontró con el muchacho.

Lo extraño es que no esperaba tener deseos sádicos hacia Draco. Ahora que pensaba con más calma respecto al encuentro, podía admitir que fue inesperado. Lo alarmante es que no resultaba tan repulsivo. Pese a que la acción fue reprobable, la emoción que le dejó no lo fue.

¿Draco Malfoy le había convertido en un monstruo semejante al que Harry debía combatir?

"No olvides tu promesa, Potter... No pusiste condiciones para cumplirla. Así que no la olvides."

¿Y por qué no le preocupaba la posibilidad?

-Tampoco pediste condiciones, una vez que la cumpliera -murmuró a la nada.

o.o.o

La incómoda sensación de la aparición fue lo primero que lo recibió ante la majestuosa mansión. De inmediato sacudió los pies y avanzó con pasos veloces antes de agitar la varita con furia y lanzar un hechizo para camuflar su aroma. Aunque, no opinaba que fuera a oler más a sexo que a tierra, maldición.

La verdad es que Draco Malfoy no tenía tiempo para perderlo en una discusión tonta. Era ello en lo que pensaba mientras caminaba con largas zancadas a través del recibidor de la mansión; haciendo lo posible por no llamar la atención de los adultos que esperaban pacientemente. Ojalá su enfadado gesto transmitiera el mensaje que ocupaba su mente desde que pudo escaparse de ese horroroso pueblo muggle, pero uno de los hombres se acercó con clara expresión de ansiedad.

- A un lado, Greyback - siseó Draco con desprecio y avanzó sin aminorar sus pasos, luchando por llegar a la intimidad de su habitación. El único sitio en el que no tenía que ver asquerosos individuos, como ese.

- ¿Cómo te atreves a tratarme así después de la información que te he dado, Malfoy? - gruñó el hombre con un tono de voz claramente amenazador. Y la verdad es que Draco tenía bastantes cosas de las que preocuparse como para anexar un hombre lobo a la lista de pendientes.

- Sólo cuando me haces perder mi tiempo, idiota - dijo sin amedrentarse. Y es que no podía mostrar debilidad ante la criatura. No podía mostrarse débil ante ninguno de esos asesinos - ¡No había nada que valiera la pena en ese asqueroso pueblo!

- Pero el aroma a sangre...

- ¡¿Y quién te dijo que tenías que informarme sobre cualquier rastro de sangre, imbécil? - se exasperó Draco y volteó a verlo - ¡Tengo una misión específica en todo esto! ¡No puedo perder el tiempo con cuanto rastro de sangre que se te antoje oler!

Greyback no pareció en absoluto intimidado con el despliegue de mal humor del rubio. Cosa que no extrañó a Draco, sabía perfectamente que la aplastante mayoría de todos los mortífagos lo mataría con gusto, especialmente ahora que había logrado lo que otros intentaron inútilmente.

- El aroma a sangre fue el mismo que pude percibir en el ministerio, después de que esos magos escaparon.

Draco sabía lo que Greyback sospechaba. Atrapar a las personas que lograron sorprender al ministerio, pese a lo resguardado que estaba por mortifagos, significaría un enorme regocijo para Voldemort. Especialmente cuando se había encargado de castigar tan cruelmente a los infelices que se atrevieron a informarle la situación. Fue por ello que Greyback fue enviado a buscar un rastro; rastro que llevó a Draco a ese asqueroso pueblo.

- Ve, Malfoy - ordenó Voldemort entonces, con impaciencia, ya que tenía cosas importantes por hacer, cosas que no se molestó en explicar a nadie y de las que nadie preguntaría tampoco - , si hay magos que logren entrar y salir del ministerio, aún con la vigilancia que tiene en estos momentos, me encantaría conocerlos personalmente.

Draco sabía que el tono cínico que el Lord oscuro había utilizado hablaba perfectamente del destino que tendrían esos magos, de ser encontrados y se limitó a obedecer. Como siempre.

- Sólo hay dementores y asquerosos muggles en ese lugar - siseó Draco y decidió que ya había perdido suficiente tiempo en esa absurda charla - . Si es que percibiste el aroma de uno de esos magos, debieron trasladarse. Yo no encontré nada.

El chico dejó zanjado el tema y escapó a su habitación. Podía sentir la penetrante mirada del apestoso hombre, pero no dio muestras de sentirse intimidado.

Cuando finalmente pudo estar en su habitación, dedicó concienzudos minutos a instalar complicadas protecciones y comenzó a quitarse la ropa con enfado, tirándola en la cama.

Greyback volvería a ese pueblo para confirmar lo que Draco le había dicho, pero ya no encontraría nada. Ni aroma a sangre, ni presencia mágica, ni nada. Potter ya debía haber decidido largarse a otro lugar.

El rubio terminó de desnudarse y caminó hasta un librero en donde tomó un vial; después se dirigió al cuarto de baño donde accionó la regadera y se colocó bajo el chorro caliente.

Maldito Potter. Estaba siendo odiosamente descuidado.

El vial se vio apretado por el puño del chico, quien bajó la cabeza para que el agua caliente lavara la mugre en su cabello. Había sido aplastado contra el suelo, aún podía sentir el montón de piedrecillas que se encajaron en su espalda y nuca, aún podía oler el sudor y percibir el frío ambiente, pese a lo caliente que estaban ambos.

- Imbécil... - murmuró con mal humor.

Draco estaba ahí por ordenes de Voldemort, pero no esperaba encontrar a Potter; de hecho Potter no debió dar a conocer su ubicación.

Ya habían pasado meses desde que Draco irrumpió en Hogwarts para cumplir su misión. El tiempo debería haber calmado un poco el ánimo de Potter.

- Es un chico bueno... pero no deja de ser impulsivo... - Draco recordó las bonachonas palabras que el director le dijo justo cuando regresó a cursar el sexto curso.

- Es un chico imbécil... - corrigió Draco con voz baja y miró el vial con enfado, antes de acomodarlo en su trasero, justo en la abertura de sus nalgas - ... un jodido imbécil que no dificulta nada mi trabajo...

Fue incómodo sentir el viscoso líquido que resbaló entre sus piernas. Draco pensó con cinismo que no había sido cómodo sentirlo entrar, pero que la expulsión estaba resultando aún más difícil y bochornosa. Menos mal que Greyback estaba demasiado ocupado en su indignada pataleta, como para detenerse a oler el exagerado aroma a tierra, creado por el hechizo camuflador, que Draco debía tener en el cuerpo, instantes antes de meterse a la regadera. No pensaba que fuera a ser muy agradable que el hombre lobo hubiese percibido el aroma del escurridizo y rápido elegido; después de todo Potter no había sido muy detallista en los preliminares. Tardó más en someterlo que en penetrarlo.

Jodido Potter.

Draco selló perfectamente el vial y terminó de lavarse. Al salir del cuarto de baño se aproximó al escritorio donde colocó el recipiente y se vistió a toda prisa. La visita hecha a ese pueblo lo había atrasado en sus deberes y, pese a que fue orden directa de Voldemort, Draco no pensaba que le fuera a satisfacer saber de una demora con respecto a su plan.

¿Cuánto más tardaría Potter en hacer algo que realmente valiera la pena vigilar? Hasta ahora resultaba bastante inútil intentar averiguar si seguía vivo.

El chico torció los labios y decidió que era momento de regresar al castillo. Tomó el vial y salió de la habitación. Al llegar al recibidor descubrió que Greyback ya no estaba ahí. Él y sus compinches habrían partido a perseguir rebeldes. Si lograba recuperar el rastro de sangre, regresaría a informar a la mansión. Aunque Draco contaba con que la herida que estuviera causando tantos problemas fuera curada; no podía ser llamado a perseguir a cuanto mago prófugo existiera, especialmente cuando nadie más sabía que se trababa de alguien cercano a Potter, pese a que eso les gustaría confirmar.

Ese fue el pensamiento con el que Draco se apareció a las puertas del castillo y con el que penetró para avanzar con pasos rápidos entre los pasillos, hacia las mazmorras.

En una de las esquinas chocó contra uno de los alumnos. El rubio maldijo, antes de mirar la identidad del estudiante y dejar escapar un gesto de odio.

- Mira por donde caminas, Weasley.

La muchacha le miró con una ceja enarcada, antes de continuar con su camino. Draco hubiera podido sacar muchas conclusiones respecto a eso, pero sinceramente no le interesaba; ya se enteraría de lo que la odiosa chiquilla planeaba.

El rubio ignoró el hecho y continuó con su camino. De hecho las cosas se habían vuelto muy tensas en el castillo; lo que no era del todo extraño, luego de que Severus Snape ocupara el cargo de director.

Pocos habían aceptado el hecho con cautela.

Había veces en las que Draco se llegaba a preguntar lo que Potter hubiera hecho, de haberse dignado a regresar al colegio. Después admitió que había sido mejor que desapareciera, aunque ahora comprobaba que el chico no estaba teniendo una actuación brillante, pese a que había logrado maravillas, evitando que le dieran captura.

Cualquier mortifago estaría más que feliz si pudiera entregar a Potter, pero no habían logrado avances presumibles. De todos modos la energía de todos ellos estaba siendo concentrada en eliminar a todos aquellos que se atrevieran a levantar la cabeza y protestar con la situación. El propio Draco había tenido que acudir hacia algunos de esos magos. Aunque no se había atrevido a matarlos precisamente y ahora era el captor de todos ellos. La Mansión Malfoy jamás había tenido prisioneros, no al menos mientras Draco creció en ella. Ahora el chico podía encontrar sentido a la existencia de los fríos calabozos, donde la estancia de los prisioneros parecía más adecuada.

Draco levantó la mirada hacia el oscuro cielo y frunció el ceño posando los ojos en la línea que mostraba la luna. Faltaba tiempo para tener que volver a los calabozos. Después pensó en el vial que había conservado. Un poco de magia extra no estorbaba a nadie, sin embargo sería muy difícil utilizarla, más si provenía de ese tipo de muestras.

Bien, tendría que investigar al respecto. No era como si estuviese alejado de los polvosos volúmenes de magia desde el sexto curso, y de todos modos había sido instruido perfectamente sobre todo lo que debía conocer, antes de comenzar a planear la muerte de Albus Dumbledore.

Draco suspiró. Penetró a la sala común de Slytherin y se aseguró de hacer que sus pasos resonasen con seguridad mientras caminaba a su habitación.

Todos debían saber que había regresado, así como todos supieron que salió de misión.

Todos debían estar seguros del bando en el que estaba.

Fue un mes después que la monotonía en el colegio se vio violentada. Hasta entonces Draco había asociado los problemas con Harry Potter, lo que se había ido, desde que el chico decidió no volver al séptimo curso. Ahora comprendía que la influencia que había dejado era un poco más que de admiración. Lo que no daba seguridad a sus estúpidos fans.

-¿En serio? -Draco frunció el ceño y decidió colocar el tenedor a un lado del plato- ¿Para qué querrían arriesgarse por ese cacharro?

-La espada de Gryffindor no es ningún cacharro -susurró Pansy, aunque no parecía muy interesada por que le creyeran- De todos modos me parece una completa estupidez. Cualquiera pensaría que la partida de Potter se llevaría los problemas también.

Draco no tuvo que levantar la mirada para saber que todos los ojos de los alumnos sentados en la mesa estaban clavados en él. De nuevo se preguntó lo que esperaban comprobar al hacer eso. Siempre que el nombre de Potter salía a relucir era lo mismo.

¿No había dado suficientes muestras del lado en el que estaba?

-Estuvo suficiente tiempo en el colegio como para contagiar su idiotez -declaró Draco y se puso de pie-. De todos modos no es asunto mío lo que pase con sus amigos. Tengo cosas más importantes por las que preocuparme.

-¿Cosas que nos beneficien? -insistió la chica.

Draco dejó ver una retorcida sonrisa y se giró. Sería mejor largarse de una buena vez.

-Quien sabe. Sólo Él puede asegurarlo.

Un incómodo silencio acompañó a Draco cuando salió del comedor. Ignoró el hecho y avanzó hacia la oficina del director.

Sabía que sus compañeros no confiaban en él. Desde que fue adoptado por Sirius Black perdió el estatus del que había gozado en el colegio. Claro que las cosas cambiaron un poco desde la navidad de su sexto curso, cuando Draco decidió escapar de casa y no volver al colegio. Casi seis meses después, con la muerte de Dumbledore y el rumor que lo señalaba como posible causante, le devolvió el habla de los chicos. Lo que fue muy útil para cuando tuvo que regresar, al séptimo curso. Sin embargo ellos desconfiaban y no perdían oportunidad en hacérselo notar; especialmente cuando comentarios como esos, referentes a su perdido hermano menor, salían a flote.

Draco penetró la oficina y deslizó la vista. Snape no estaba.

Vaya que su padrino estaba ocupado últimamente.

Los ojos del chico se posaron en el elegante marco donde debería lucir la espada. No había nada.

¿Cómo se las habría arreglado la Weasley para entrar a la oficina y tomar el objeto?

-No es un sitio tan seguro, después de todo -murmuró y frunció el ceño.

-No habría sido seguro si esos chiquillos hubieran logrado lo que querían -refutó una severa voz.

Draco volteó para mirar entrar a su padrino quien parecía tan ocupado como siempre. Quizá más apurado que de costumbre.

-Imagino que obtuvieron un merecido castigo -el rubio se encogió de hombros.

-No es de tu incumbencia. ¿Qué quieres, Draco?

Directo. Más tenso que de costumbre, aún cuando hacía admirables intentos por ocultarlo. Parecía tener prisa por echar al chico; cosa que era enteramente imposible.

-Necesito ausentarme unos días del colegio.

-¿De nuevo?

-Usted sabe que Él requiere de mí.

-Lo que no entiendo es lo que busca en un muchachito insulso, incapaz de cuidarse por sí mismo -gruñó Snape y lo miró-. Lo que has hecho hasta ahora no garantiza nada, aún cuando parezca haberte hecho ganar su simpatía; si es que se le puede considerar de esa manera.

-Qué cruel, padrino -dramatizó el rubio-, después de todos mis esfuerzos debería reconocer que tengo talento. Fui quien logró hacer a un lado a las personas que tanto odia.

-No a todas.

-Potter es bastante escurridizo -restó importancia el rubio-, pero no dude que caerá en mis manos. Entonces podré completar lo que Él desea.

-Tu talento terminará por matarte, Draco -el hombre caminó detrás del escritorio y comenzó a revisar unos documentos.- Tu madre te advirtió que no debías usarlo a la ligera.

-Por eso -Draco sonrió- necesito ausentarme unos días del colegio. Pronto será luna llena y necesito...

-¿Qué estupidez estás haciendo, Draco? -bramó el hombre- ¡Más vale que no estés jugando con esos dos! ¡Es peligroso!

Draco guardó silencio y volvió a posar la mirada en el marco donde debería estar colocada la espada. Deslizó los ojos hacia un cuadro vacío y suspiró.

-El profesor no está a menudo en su cuadro,¿cierto?

-¡No te atrevas a cambiar el tema, mocoso!

-Voy a hacerlo de todas maneras, padrino -Draco decidió que era momento de irse-. Un hombre lobo es la menor de mis preocupaciones, pero no se angustie, primero debo dominar mi propia sangre. Bastante tuve con la primera expulsión. Fue muy dolorosa.

Severus apretó los labios y vio partir al chico. Conjuró un hechizo sobre la puerta y golpeó el escritorio con algo de frustración.

-Es un chico decidido. ¿Por qué no lo noté antes?

Severus bufó y se giró hacia el retrato de Albus, donde se podía ver recién llegado y al sonriente anciano.

-¿Cuánto llevas ahí?

-Lo suficiente para saber lo mucho que te preocupa el camino que ha tomado el chico.

-¡Se suponía que Black lo haría cambiar de idea! ¡Draco no debería estar marcado! ¡No debería arriesgar su vida por el bando equivocado!

Albus cabeceó.

-Y tratar de hacerlo entrar en razón sólo arruinaría nuestros planes.

-¡Sí, maldición! -exclamó Severus y recargó la espalda en el respaldo del sillón.

Albus procuró no agregar nada más. Severus era muy cerrado, con respecto a Draco; especialmente cuando hacía hasta lo imposible por no mostrar lo decepcionado que estaba.

El director sabía que el trabajo que había dejado no sería sencillo de hacer, sin embargo tenía fe en que se lograra, ya que estaba recibiendo toda la ayuda posible.

o.o.o

Le dolían los pulmones al respirar. Maldito lugar; a pesar de que las nevadas no parecían tan intensas, parecía que el aire le estaba lacerando los pulmones en cada exhalación.

Cielos, cómo dolía respirar.

Remus levantó la mirada en dirección del pequeño ventanal. Estaba oscuro. ¿Sería de noche o simplemente se trataba de una procesión de mortifagos que entraba y salía de la mansión?

Extrañaba la luz del sol. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que lo metieron en ese sitio?

El hombre deslizó los ojos hacia la esquina opuesta de la entrada de la mazmorra. Sirius estaba ahí. Seguía dormido sobre ese montón de mantas mugrosas. ¿Tendría frío? No lo parecía. Su gesto continuaba mostrándose sereno pese al aspecto descuidado que se había ido acumulando en su persona.

¿Seguiría con vida?

Remus exhaló, lo hizo lentamente para evitar más dolor, sin embargo no logró mucho. Dolía mucho respirar, pero era peor pensar. Pensar le hacía recordar que no pudo hacer nada por evitar la situación actual. No lo previó; no se lo esperaba. Ninguno de los dos se lo esperaba.

Sirius parecía tan confiado en la unidad familiar en la que convivió todo el verano. Sólo mostró preocupación en navidad, cuando Draco escapó de casa.

Draco...

Remus se mordió el labio inferior para provocarse mayor dolor. No quería pensar en Draco. ¡Ya no¡

... por favor...

¿Por qué Sirius continuaba dormido? ¡¿Por qué no luchaba?

¡Sirius debía luchar!

¿Esa situación era más difícil que haber estado en Azkaban?

Remus se agitó furiosamente contra la cadena, luchando nuevamente por acercarse a Sirius, sin lograr reducir los cinco metros que los separaba.

-¡Maldita sea!¡Despierta! - exclamó con voz rasposa y dio un tirón a la cadena, volviendo a lastimar la piel de sus muñecas, sacando sangre nuevamente.

- Va a ser lamentable que dejes marcada tu piel, Remus - susurró la melodiosa voz de Draco, quien entró al lugar agitando la varita y rumiando algo, quizá algún hechizo.

- ¡No te atrevas a pronunciar mi nombre! -bramó el hombre.

-¿Oh? - el rubio enarcó una ceja - ¿Planeas convertirte en el siguiente innombrable, Lupín?

¡Lo estaba haciendo a propósito!

Remus jadeó y volvió a tirar de la cadena.

-¿Por qué nos traicionaste?

- Es cansado escuchar esa pregunta cada que nos vemos, Lupín - susurró el rubio y avanzó hacia la esquina donde descansaba Sirius. Siempre era lo mismo cuando llegaba. Siempre con la misma extensión de días. ¿De nuevo era noche de luna llena?

El adulto volvió a posar los ojos en la ventanilla. No alcanzaba a distinguir que entrara luz a través de ella.

-Faltan dos noches - informó el rubio, adivinando al instante.

Esta vez Draco había acudido antes. ¿Por qué?

- ¿Cuándo va a terminar todo esto, Draco? - susurró Remus, con un poco de calma.

- Siempre preguntas eso, también - el chico guardó la varita y estiró su cuerpo, frente a Sirius.

Siempre las mismas preguntas.

Y ninguna respuesta.

La primer visita de Draco despertó una estúpida esperanza en Remus. Esperanza que murió minutos después, cuando el chico no hizo intento alguno por mirarlo.

Al principio Remus pensó que Draco había sido obligado a hacer todo eso, y mantener una actitud desinteresada era sólo parte del plan para mantener a todos a salvo. Pero las semanas pasaron y luego de la violenta transformación que el hombre sufrió, junto con el hecho de que Sirius no volviera en sí, tras el ataque de Draco, fueron suficientes para que las excusas inventadas por Remus tuvieran menos valor.

Draco había hecho algo a Sirius y el sólo hecho de que regresara cada mes, confirmaba a Remus que no había terminado.

Remus colocó la mirada en el chico. De nuevo lo notó concentrado . ¿Qué clase de hechizo estaría haciendo? El mes pasado el chico quedó tan agotado que se desmayó a los pies de Sirius. Y antes de que Remus pudiera preocuparse por la situación, alcanzó a ver el moreno movía los dedos de las manos, como si estuviera luchando por despertar.

Pero no despertó.

¿Sería posible que le hechizo perdiera efectividad cada mes y era necesario reforzarlo?

Remus no lo sabía. No alcanzaba a escuchar las palabras del joven rubio y se había cansado de repasar todos los hechizos que deberían provocar precisamente el efecto que Sirius mostraba.

Draco volvió a caer. Remus retuvo el aire en su pecho y volvió a realizar un repaso mental de lo que podría causar eso. Sus ojos se posaron en Sirius, esperando, hasta que los dedos de sus manos comenzaron a moverse.

- Sirius -llamó quedito, con temor a que todo volviera a terminar como las veces anteriores y el moreno no lograra despertar. Sin embargo el hombre abrió los ojos al mismo tiempo que un jadeo tensara a Remus -¡Sirius!

Remus vio la torpeza con la que se incorporaba. Lucía lo suficientemente confundido para no dirigirle una mirada y estudiar sus manos con ridículo interés. Entonces Sirius sonrió, acción que descolocó más a Remus. La mirada azul se posó en el licántropo y una ceja se arqueó, antes de que decidiera ponerse de pie, no sin dificultad, y moverse un poco, como si estuviese ejercitando.

- No esta bien que me regodee con este pequeño avance, pese al esfuerzo que implicó lograrlo - murmuró con burla y se pasó una mano por el cabello -; así que será mejor intentarlo con una criatura que de digna resistencia. Después de todo ya estarás desintoxicado de la matalobos, y en dos días será Luna Llena, ¿verdad, Lupín?

Remus reconoció el hechizo. Por fin lo había reconocido. Sirius le habló de él y de todos los magos que lo heredaron entre los Black. Uno de ellos fue Narcisa.

Que curioso. Draco había heredado una cualidad poco usada y había decidido dominarla antes de arriesgar su vida. Aunque el experimento en sí ya era bastante peligroso.

Un hombre lobo no sólo daría digna resistencia.