Atrévete a salvarme
Sumario:
Ven y líbrame de esta agonía, alíviame el dolor con tu sonrisa y sáname esta herida. Atrévete a salvarme, ayúdame a encontrarte y yo resucitaré, porque sé eres lo que siempre esperé.
Advertencia:
Esta historia contiene descripciones no aptas para personas sensibles a temas como la violencia y el sexo sin consentimiento. Se sugiere tener más de 18 años o criterio formado.
Prefacio
¡¡¡¡Maldición, maldición…. No por favor no te mueras ahora!!!! Arggg!!!!
Grite frustrada golpeando el manubrio de mi automóvil — Perfecto — murmuré entre dientes mirando a todos lados de aquella solitaria y oscura carretera y era el colmo de mi mala suerte, ¿Por qué siempre tiene que pasarme algo?, me pregunté mientras apretaba la palanca para abrir el capot del automóvil y tratar de ver si podía arreglarlo, no era muy entendida en el tema automovilístico pero trataría de hacer el intento, cualquier cosa a no quedar varada en la mitad de la nada a esa altura de la noche. Me baje del automóvil con el celular en la mano, apenas puse un pie fuera me pego de lleno el aire helado que circundaba, estaba bajando una tenue neblina que humedecía el ambiente. Miré, moví algunos cables pero nada, resignada a llamar a una grúa marque mi teléfono, solo un repiqueteo constante — Ocupado —exclamé entre dientes y mi siguiente alternativa era avisarle a Ángela para que fuera a recogerme, marque su número, dio dos repiques y su voz se oía apenas producto de la fuerte música de fondo.
— Ángela, gracias al cielo — respiré aliviada por primera vez en la noche.
— ¡¡¡Bella!!!! — contestó ella.
— Se descompuso mi auto podrías venir por mí — le pedí.
— ¡Bella! ¿Eres tú? —Habló nuevo —Bella no te escucho — agregó y sentí como el sonido de la música de fondo se hacía cada vez más fuerte.
— Sí soy yo… Ángela ¿Me escuchas? —grité — estoy en la mitad de una carretera y mi auto se descompuso puedes venir por mí — Insistí alzando la voz
— Es Bella pero no logro escucharla — sentí que le dijo a alguien y me imaginaba que era a Taylor puesto que una voz ronca varonil se sintió de fondo — Bella cariño no te escucho ¿Dónde estás? —preguntó mi amiga.
— En la carretera Norte, mi auto se descompuso — grité pero lo siguiente que escuche fue un silencio, miré mi teléfono — Batería Baja — era el mensaje y mi celular se apago — ¡maldición! — exclamé ofuscada, un suspiro profundo escapo de mis labios mientras contemplaba el maldito auto frente a mí. Levanté las manos para bajar el capot y cuando lo hice me percaté de que no estaba sola.
Frente a mí un hombre de aproximadamente unos treinta y tantos años de edad, su aspecto no era muy decente, estaba vestido con unos jeans gastados, una camisa a cuadrille y una sudadera de fondo, traía una chaqueta de mezclilla, tenía una sonrisa intimidante y demasiado burlesca dibujada en el rostro, su pelo era negro desordenado, me causo miedo, le di una sonrisa nerviosa.
— ¿Te ayudo? — me preguntó poniendo sus manos en los bolsillos delanteros de su jeans, aún tenía esa sonrisa burlesca dibujada en el rostro y sus ojos tenían un brillo especial, un poco macabros.
— No gracias ya llame a la grúa — mentí y algo en el me dio una desconfianza absoluta.
— Soy bastante bueno con los coches ¿Segura que no quieres que lo revise? — agrego dando un paso hacía mi posición.
— No se moleste, muchas gracias pero esperaré a la grúa llegará en cualquier momento — le dije tratando de parecer convincente y no tenía que ser adivina para saber que jamás es bueno estar con un desconocido en la mitad de un lugar donde la casa más cercana estaba a kilómetros de distancia. Hubo un tenso silencio entre ambos hasta que él se sujeto la barbilla con su mano y me miró.
— Como quieras — exclamó y camino a un costado de mí, me quede tiesa en mi posición, mi corazón latía furioso contra mi garganta y millones de situaciones se me pasaron por la mente, incluso apreté mucho más el teléfono apagado en mi mano, como atenta a cualquier movimiento que hiciera el extraño sujeto para golpearlo y salir corriendo. Su cuerpo se deslizo ávidamente siguiendo la carretera sin detenerse, cuando lo sentí lejos, respiré aliviada y camine hacía la puerta de mi automóvil para entrar a él, camine presurosamente, aún con mi corazón latiendo furiosos y mi estomago contraído. Iba abrir completamente la puerta cuando sentí su presencia detrás de mí, con su mano cerró de golpe la puerta e impidió que yo la abriera, pasé saliva estupefacta en mi posición, incapaz de mirarlo y comencé a temblar.
— Sabes, pensé que hoy sería uno de esos días en donde no hay suerte — exclamó contra mi oído sacando un mechón de mi rostro, el halito tibio de su respiración hizo que mi cuerpo comenzara a temblar inexplicablemente, un miedo se apoderó de mí. No pude responderle nada — Pero aquí estás tú, en la mitad de la nada — agregó en un susurró espeluznante acercándose aún más a mi cuerpo.
Por favor, por favor, Dios, por favor no
Pensé en mi mente, tenía mis manos aferradas a la manilla de la puerta, sentí como corrió su cuerpo detrás de mí y pase saliva.
Qué hago, qué hago, qué hago….
Correr Bella, tienes que correr
Me dije mirando hacía un costado de la calle, solté lentamente la manilla de la puerta y respiré profundamente, mi estomago estaba completamente contraído, sentía mis manos frías producto del miedo y sentía mis piernas cansadas y pesadas.
¡¡¡¡Corre ahora!!!!!
Me gritó mi voz interna y en un acto improvisado corrí.
— ¿Dónde crees que vas? — gritó el hombre a mis espaldas y sentí como sujeto mi polerón con sus manos, dándome con ello un leve empujón al tratar de agarrarme pero el necesario para que mis torpes pies tropezaran y callera de bruces contra el frio suelo. Gateé desesperada tratando de pararme para seguir corriendo justo cuando casi lo lograba sentí su mano sujetar fuertemente uno de mis tobillos y jalar hacía él arrastrándome por el pavimento, al tenerme cerca de él me giró, en su rostro aún estaba dibujada esa maldita sonrisa burlesca, traté de luchar por soltarme de su prisión pero me sujeto por las manos y sentí su peso completo contra mí haciendo que mi cuerpo quedará inmovilizado al sentarse a ahorcajadas, tomó con fuerza de las muñecas mis manos frustrando así mis intentos por soltarme. Extendió mis manos hacía los costados y se acercó a mi rostro.
— No es muy cortes de tu parte lo que acabas de hacer — exclamó victorioso mientras me levantaba de suelo con una agilidad impresionante. Estaba claro que tenía más fuerza que yo.
— Me encanta cuando gritan me excita mucho más —agregó apegándome a su cuerpo, me levantó por la cintura, mis pies se arrastraban y yo luchaba por zafarme de su abrazo pero no lograba hacerlo.
— ¡Por favor ¡— le suplique en un gemido al entender sus intensiones cuando me arrastro hacia un costado del camino, internándose en la espesura del bosque oscuro.
— Por favor — agregué otra vez entre sollozos y como deseaba con todas mis fuerzas que alguien apareciera y todo se detuviera.
No merezco esto por favor Dios, esto no puede pasarme a mí
Me dije en pánico cuando sentí como me tiró contra el piso, traté de arrancar otra vez pero esta vez a diferencia de la primera, me sujeto con fuerza y me pego con su puño cerrado en el rostro a la altura de de mi barbilla, sentí como brotó de mis labios un líquido tibio y mi cuerpo se relajó por completo de manera inexplicable. La sensación fue como cuando la mente se separa del cuerpo, sentí a lo lejos el sonido de la ropa rasgarse, sentía la brusquedad con la cual estaba haciéndolo pero contrario a todo no podía luchar, mis manos no me respondían, las sentía pesadas, miré hacía un costado y lo único que se veía era la luna en aquel oscuro manto celestial.
El va a violarte
Me dije y traté de gritar, incluso pensé que lo hice, sentía como mi mandíbula se abrió completamente pero extrañamente mi grito no se oía, no importaba cuan fuerte tratar de hacerlo, simplemente no se oía.
— Te gustará ya lo verás, a todas termina por gustarle —susurró en mi odio cuando se cernió sobre mí al tiempo que volvía a pegarme, sentí el peso de su cuerpo contra él mío.
Un recuerdo feliz, tienes que buscar un recuerdo feliz, tienes que pensar en otra cosa, vamos Bella tú no estás aquí…. ¡¡¡¡Busca!!!! Busca!!!!!
Me dije y la única vez que consideré estar en una situación así pensé en que tal vez podría aminorar el dolor o el miedo si lograba pensar en algo más, distraer la mente, como cuando iba al médico y tenían que sacarme sangre, pensar en otra cosa te distrae y la experiencia no es tan mala del todo.
— Eres exquisita — agregó lamiendo mi mejilla y fue allí cuando un dolor punzante embargó mi pelvis y supe que nada sería igual después de esta noche — Oh como lo pensé, esto es genial, te sientes tan bien — agregó embistiendo con fuerza y las lágrimas rodaron por mis mejillas al sentir su cuerpo friccionar contra el mío.
Un recuerdo feliz, un recuerdo feliz, un recuerdo feliz
Comencé a decirme tratando de acallar los gemidos que el extraño en mi interior estaba profiriendo de manera insistente y distorsionada, apreté mis ojos buscando en mi memoria algún recuerdo feliz que me pudiera hacer olvidar el lugar y lo que estaba sucediendo.
Un recuerdo feliz
Murmuré con un hilo de voz cuando lo sentí embestir con mucha más fuerza contra mi cuerpo y entonces en la espesura de la noche le vi, todo cambio a mi alrededor, ya no estaba tirada en la mitad de un bosque desnuda con un extraño poseyendo mi cuerpo, estaba sentada hacía cinco años atrás, en la cafetería de la escuela. Era primeros días de marzo, mi primer almuerzo en aquella nueva escuela. Distraída estaba jugando con mi comida cuando el ruido de la puerta me hizo alzar la mirada.
Edward
Una sonrisa en mis labios se dibujo al verlo entrar aquel día, su tés blanca, sus ojos verdes, su cabello cobrizo desordenado por el viento, su polera ajustada, sus labios carmesí torcidos en esa sonrisa excita que me había cautivado. Él era mi recuerdo feliz.
— ¿Isabella Swan, verdad? —me había preguntado aquel día.
— Bella — le corregí sentándome en el asiento a un costado de él, se rió.
— Edward… Edward Cullen — contestó estrechando mi mano y mis mejillas se tiñeron de un escarlata profuso. Mi corazón comenzó a latir a mil y después de todo Forks no era tan mala pensé sonriéndome nerviosa aún sosteniendo su mano contra la mía y la tibieza de su roce era exquisito.
— Parece que seremos compañeros de laboratorio — agregó con una sonrisa sugerente quitando su mano de entre las mías. Aquel día no pude contestarle nada, apenas podía coordinar las ideas, así que me limite a asentir tímidamente con mi cabeza.
— Oh sí — gemía sin control — así, se siente tan rico — agregó con la voz distorsionada —me fascina —le sentí decir contra mi rostro y las nauseas me embargaron.
Por qué a mí, por qué
Me dije mientras buscaba en mi mente otro recuerdo feliz, necesitaba buscar otro recuerdo feliz para poder escapar del momento, no sentí mi cuerpo, no sentir el cuerpo sudado friccionando contra el mío. Al sentir sus gemidos más erráticos comprobé ya no había nada que hacer, estaba consumado, solo me quedaba algo que ese hombre sobre mí no podía tocar, mi mente, me volví a sumergir en mis recuerdos felices de la niñez, necesitaba acallar y cambiar ese rostro maldito por el rostro de él — Edward —.
— ¡No espera Edward! — le grité sujetándolo de la polera, aquellos ojos verdes esmeraldas se desviaron hacía los míos.
— ¿Qué sucede Swan? — me preguntó curioso por mi arrebato
— Es Newton — le dije apuntando al chico rubio a unos cuantos pasos de distancia, no dejaba de mirarme y se había vuelto molestoso, tres años habían pasado y aún no perdía la esperanza que yo le correspondiera pero particularmente este semestre se estaba haciendo difícil esquivar las insistentes invitaciones de Mike Newton, hasta me estaba dando pena siempre decirle que estaba con jaqueca o que iba a estudiar con Ángela.
— ¿Aún no se da por vencido? —me preguntó en un susurró yo negué con mi cabeza, Edward suspiró y luego me miró divertido — Le gustas, es lógico que quiera impresionarte yo lo haría — comentó y ambos lo miramos.
— Se hace molesto — exclamé frustrada ante la insistencia del rubio chico que no entendía el mensaje de "no me gustas" que había tratado infructuosamente de darle por estos tres largos años de preparatoria. Tal vez no debí ofrecerle amistad pensé de pronto.
— Tan malo no puede ser —dudó Edward quién lo veía como un inofensivo romeo pero claro Edward no era el blanco de cursilerías como yo. Abrí mi casillero y le entregue el regalo que había recibido la semana pasada en mi puesto en la clase de literatura, frente a todos, era un osito con una tarjeta musical. Mi amigo me miró enarcando una ceja al leer el titulo de la tarjeta "Tuyo por siempre" y con una sonrisa burlesca la abrió ignorando que emitía sonido y caí en pánico al sentir la canción de titanic inundar los pasillos de forma vergonzosa, unos cuantos chicos que estaban a nuestro alrededor se giraron a mirarnos curiosos, las risas no se dejaron esperar al ver la cara colorada no solo mía sino de Edward quien me entregó la tarjeta en cuestión de segundos.
— Tienes razón es bastante malo — coincidió Edward riéndose nervioso y me miro.
— Ya no se qué hacer — exclamé desesperada y el hecho que no tuviera novio no estaba ayudándome. Al contrario, ese hecho le daba más alas y esperanza al pobre de Mike.
En eso noté como mi "insistente pretendiente" se aproximaba hasta donde estábamos Edward y yo, corrí mi vista y las ideas se me estaban acabando, que podría decirle ahora si salía con alguna invitación repentina para ir al cine, para ir a comer, estaba en eso distraía pensando cuando sentí unos labios cálidos, tersos, suaves y húmedos contra los míos. Abrí mis ojos estupefacta y las facciones del rostro de Edward a solo milímetros de distancia me confundieron, su respiración tibia me atonto por unos minutos — Edward estaba besándome — me pregunté en mi subconsciente tratando de buscar la explicación.
— Sígueme el juego — murmuro contra mis labios con esa sonrisa torcida sin separarse un ápice de mis labios.
Había esperado tres largos años por este momento, por sentir sus labios tibios y dulces contra los míos, que ahora que estaba teniéndolo no sabía cómo reaccionar, sentí la insistencia de su lengua por entrar a mi boca y fue allí cuando me deje llevar profundizando el beso, cerré mis ojos y me olvide de Mike, de que estábamos en la escuela y de lo más importante que éramos AMIGOS, MEJORES AMIGOS. Por estos tres largos años yo había sido testigo de las innumerables novias que había tenido Edward, no por nada era el chico más popular de la escuela, aún así yo lo había amado en secreto y me había conformado con ser su mejor amiga y compañera interminable de estudios, prefería tenerlo así a no tenerlo y no podía imaginarme mi vida sin su presencia.
De pronto comprendí que ese beso podía complicarlo todo y mi corazón dudo pero al sentir como una de sus manos se deslizo a mi cintura y con la otra me sujeto el cuello con fuerza mientras aún seguía besándome, esa duda se disipó. Sus labios se movían decididos pero suaves contra los míos, y su lengua masajeaba la mía de una manera exquisita, mis imaginaciones respecto a cómo besaba eran tan paupérrimas que las sensaciones que su beso estaba provocándome eran ininteligibles, indescriptibles. Absorta en aquel beso perdida en su perfume, consumida por la tibieza de su halito estaba recordando tal vez unos de los momentos más felices de mi adolescencia. Mi primer beso había sido justamente con el chico que amaba.
Me rehusaba a abandonar ese recuerdo cuando sentí un escozor entre mis piernas que me devolvió a la realidad, miré asustada a todas partes y comprobé macabramente que aún no terminaba mi tortura, sentí como se balanceo con más ímpetu contra mi frágil cuerpo, apenas podía respirar y tenía adormecida mis piernas, sentía su peso completo contra mi pecho y mis costillas me dolían. Sentía sus gemidos en mi cara y su halito tibio contra mi nariz, quisiera haber sentido una gota de alcohol emanar de su boca para así justificar en parte este arrebato tan bestial pero el hombre que estaba violándome estaba completamente consciente de lo que estaba haciendo.
— ¡¡Grita!!! — pidió embistiéndome con mayor fuerza, pero lo ignoré quería volver a mi recuerdo a mi lugar seguro.
— ¡¡¡Grita maldita sea, grita!!! — agregó friccionando con mayor fuerza su cuerpo contra él mío haciendo la experiencia aún más dolorosa y repugnante, sin poder evitarlo un pequeño aullido se escapo de mis labios al sentirlo desgarrarme por dentro con cada movimiento
— Por favor — murmuré tratando de volver a mis recuerdos, a mi mundo feliz, lejos de allí, lejos de él, quería volver con Edward.
Edward — pensé con tristeza ¿Qué estaría haciendo él ahora?, me pregunté y como odiaba al ser frente a mí que estaba arrebatando ese tesoro tan preciado que había guardado para él.
— Eso es grita — exclamó entrecortado — quiero oírte gritar — agregó cuando pase saliva para evitar complacerlo. No pude evitar sentir sus jadeos más fuertes.
Recuerdo feliz, recuerdo feliz, recuerdo feliz — me grité a mi misma mientras miraba el amanecer, y me pregunte ¿Cuánto rato más faltaría?
— ¡¡¡¡¡Felicitaciones!!!!! — sentí decir a mi padre apenas entré por la puerta de nuestra casa y me quede de una pieza cuando me abrazó tan efusivamente y no podía creerlo, mi padre jamás había sido de aquellos que demuestran sus sentimientos en público y menos con muestras de afecto tan explicitas. Se separó de mi y luego se puso rojo de vergüenza al ver a Edward detrás de mi — Lo siento — agregó volviendo a tomar postura de padre y yo me reí.
— ¿A que se debe tanto entusiasmo? — le pregunté mirando de reojo a Edward quien trataba de controlar la risa.
— Edward — le saludo mi padre evadiendo mi respuesta, mi mejor amigo le estrecho la mano en respuesta.
— Jefe Swan — contestó apagando las facciones irrisorias de su rostro pero era francamente imposible.
— ¿Y bien? — insistí a mi padre, esté cambió su expresión a una totalmente culpable lo que me sorprendió.
— Ten velo por ti misma — exclamó y me paso un sobre gigante abierto, lo miré extrañada.
— Es un delito federal — denoté al percatarme que mi padre había abierto mi correspondencia.
— Lo sé, lo sé, arréstame después — contestó entusiasmadísimo.
Giré el sobre y entendí porque tanto arrebato de parte de mi padre al comprobar quién era el remitente, me giré hacía Edward con la boca abierta de la impresión y él me abrazó.
— Felicidades Swan, te dije que lo lograrías — me dijo besando mi mejilla tiernamente.
— Pero es la universidad más cara — le contesté aspirando su perfume, tenía mi cara contra su cuello y aún seguía perdida y completamente enamorada de ese hombre. No importaba que hiciera yo simplemente no podía evitar amarlo, claro que en secreto.
— No te preocupes estas becada — anunció mi padre sin esperar a que leyera la carta y mi sorpresa aún fue mayor, miré a Edward que me sonrió tanto o más emocionado que mi padre, me puso uno mechones de cabello detrás de mi oreja mientras yo sacaba la carta, la leí a una velocidad impresionante y justamente como mi padre había dicho estaba becada por la escuela más prestigiosa y cara de todo el país.
— Gracias Edward, si ti no podía haberlo logrado — exclamé emocionada abrazando a mi mejor amigo y quién me había ayudado todos estos años a estudiar y mucho más a ganar esa tan ansiada beca.
Sin duda ese había sido uno de los momentos más felices de mi adolescencia puesto que significaba que yo finalmente iba a cumplir mi sueño, iría a la universidad y no solo eso, iría junto a mi mejor amigo, junto al hombre que había cautivado mi corazón. Ahora solo había un problema, tenía que encontrar la fuerza para decirle lo que sentía por él. Me separé.
— Ahora no tienes escusa para no ir conmigo al baile de graduación — anunció Edward mientras subíamos a mi habitación. Gracias al cielo mi padre se había ido, sino hubiéramos estado confinados a la cocina.
Tienes que decírselo Bella han pasado cuatro años, estamos a unos cuantos meses de egresar de la preparatoria y tu aún no le confiesas a Edward que lo amas.
Lo sé pero no encuentro el momento adecuado
Le había contestado a mi amiga Ángela aquel día y tenía miedo, miedo a que después de esta semana nunca más volviera a ver a Edward y nuestras vidas tomaran caminos diferentes, de hecho ese había sido uno de los motivos por los cuales había decido aceptar su proposición para concursar por la beca en Dartmouth porque él iría allí y podría prolongar nuestra amistad y una vez lejos de casa, lejos de Mike, de mi padre, tal vez me armaría de valor para confesarle mi amor.
— Edward… tu sabes que yo… no bailo — protesté sentándome en el borde de mi cama.
— Pues suerte que yo si — contestó sonriéndome — Vamos no es tan terrible, además no quiero ir solo al baile de graduación — exclamó con una cara de perrito arrepentido.
— Tú puedes ir con quien desees — protesté y no era secreto que todas, especialmente Jessica, esperaban que Edward las invitará.
— No me interesa ir con nadie más que con mi mejor amiga —exclamó abrazándome.
— Esta bien iré pero no abra manera de que me hagas bailar — le anuncié y él me dio una mirada de suficiencia.
— Bailaras — amenazó
Al sentir el cuerpo friccionar con más fuerza y con mayor frecuencia supe que todo pronto acabaría y quise, entonces, regresar al recuerdo de mi primer beso, aquel beso tan esperado, aquel beso tan deseado, todas esas emociones que sentí aquel día podrían acallar y reemplazar las emociones de asco, miedo y pena que estaban embargándome ahora. Pero una vez más el destino estaba dispuesto a que yo sufriera, tanto o más de lo que ya estaba sufriendo. En vez de volver al recuerdo feliz, volví a uno de los recuerdos más tristes y hasta ahora solo superado por este que estaba viviendo.
— ¡¡¡Edward!! — Grité infructuosamente caminando por el pasillo del lugar donde estaba desarrollándose el baile — ¿Dónde se habrá metido? — me pregunté y ya habían pasado muchos minutos desde que lo había visto hablar con Emmett cerca de la barra. Iba a gritar otra vez cuando Ángela salió presurosa de una puerta que cerró despacio como queriendo que nadie la oyera, me paré detrás de ella y le hablé.
— Ángela ¿Qué haces? — le pregunte y ella se volteó a mirarme en pánico.
— Yo nada… pero tú ¿Qué haces aquí? — me preguntó en respuesta
— Busco a Edward, ya me quiero ir, ¿lo has visto? — le interrogué. Dudo pero finalmente negó con su cabeza. Suspiré.
— Tal vez este con Taylor — pensé en voz alta, y en eso se sintieron unas risotadas emanar de la habitación de la cual había salido recientemente Ángela.
Nos miramos y me sonreí.
— ¿A quién viste? — le pregunté divertida por pillar a alguno de nuestros compañeros perdiendo la virginidad la noche de graduación, iba a avanzar pero mi amiga se interpuso.
— Busquemos a Taylor tal vez Edward esté con él — me propuso visiblemente nerviosa lo que me extraño.
— Claro — le contesté e iba a irme cuando sentí más claramente la voz de Jessica. Abrí mis ojos en sorpresa y poseída camine haciendo caso omiso a las peticiones de Ángela para que me tuviera.
— Bella vamos por favor — insistió pero la ignoré, tomé el pomo de la puerta y abrí los suficiente para ver a Jessica apoyada contra la pared riendo coquetamente al chico frente a ella, de pronto y como si fuera en cámara lenta, la observé acercarse peligrosamente, contemple absorta como acariciaba el cabello del muchacho y fue allí cuando reparé en quién se trataba. Su cabello broncíneo estaba desordenado como de costumbre, sus manos se deslizaron hasta encontrar las de Jessica que estaban entre su pelo y el beso que ella le dio me demostró que Edward era simplemente un chico como cualquier otro, no el hombre que yo había idealizado por estos cuatro largos años. Pase saliva mirando como sus labios se juntaban y como él correspondía al beso. No fui capaz de cerrar la puerta pero gracias a Dios, Ángela lo hizo por mí.
— Bella — musitó bajito y yo seguía con mi vista pegada en la puerta que ahora estaba cerrada. Sin decir nada, me giré en mi posición y camine, tenía que irme, irme lejos, mientras avanzaba hacia la salida sentí el grito de Ángela pero cuando sentí su cuerpo cerca del mío corrí para perderla. Quería estar sola, mi corazón se había congelado y a pesar que latía furioso contra mi pecho estaba completamente destrozado. Me escondí por unos minutos interminables detrás de la local donde estaba la fiesta, entre los automóviles lloré descontroladamente pensando en que yo para él siempre solo fui su amiga, su mejor amiga.
¿Que tengo de malo Edward? ¿¡¡¡ Qué!!!!!?
¿Por qué no te puedes fijar en mí?
Concluí mientras las imágenes de mi amor infantil besándose con Jessica se sucedían en mi interior.
— No tienes nada de malo, al contrario eres maravillosa — le sentí musitar en un grito y su voz ronca me trajo de regreso a la tierra. Cuando sentí como el peso de su cuerpo dejo de existir sobre el mío, supe que todo había terminado, sentí como la unión de nuestros cuerpos desaparecía en reemplazo de eso sentí entre mis piernas brotar un liquido tibio. Contemple impávida como se vestía y un dolor profuso en mi pelvis me embargó llevándome de regreso a mi pesadilla. Unas lágrimas rondaron por mi rostro.
Edward, Jessica…. Jessica, Edward
Era lo único que podía pensar aquella noche, las lágrimas se sucedían una tras otra sin control, me levanté y camine como una sonámbula hasta llegar a la salida del estacionamiento, iba a caminar a casa cuando sentí que alguien me jaló con fuerza.
— Bella ¿dónde vas? — me preguntó y su voz aterciopelada era tan dulce y tierna como siempre. Lo miré sin poder articular palabra, tenía frente a mí otra vez, esos ojos verdes esmeraldas tan profundos, tan bellos pero la furia me inundó. No pude evitar darle una cachetada. Edward me miró descolocado por mi actitud.
— Pero — protestó — Bella ¿Qué sucede contigo? — me preguntó confundido sujetándome por los brazos con fuerza.
— Eres igual a todos, maldita la hora en que me robaste el corazón — le grité desesperada, sus ojos verdes me miraron confundidos, entonces sentí la voz de Ángela detrás de nosotros.
¡¡¡Bella!!!!!
¡¡¡¡Bella!!!! ¡¡¡¡¿Estás bien?!!!!!
Preguntó mi tierna amiga y me perdí en aquellos ojos negros, se pronto aquella noche había estado tan oscura como está. Él me había destrozado el corazón, hoy ese desconocido me había roto la inocencia, había usado de mí de la manera más brutal y cruel, sentí una mano tibia en mi hombro a la que rehuí.
— Hay que llamar a una ambulancia — balbuceó Ángela.
Desvié mi vista sobre su hombro y comprendí que ya no estaba en aquel bosque frio, sino que estaba tirada en la mitad del pasillo acuclillas afuera de la puerta del dormitorio de mi amiga en la Universidad donde habíamos entrado hacía un par de meses atrás.
Miré mis manos y estaban completamente sucias, llenas de tierra, miré mi cuerpo y tenía mi ropa rasgada, mi pantalón a medio poner, con manchas de sangre lo que hicieron patente la realidad. Me tomé el poleron y traté de ocultar mi cuerpo detrás de él.
— ¿Bella que sucedió? — Insistió Ángela con lágrimas en los ojos visiblemente asustada por mi atuendo y por mi actitud.
— Me violaron — respondí con un hilo de voz y no podía acabar de entender porque tenía que ser yo.
10 años después
Pasajeros con destino a Seattle favor acercarse al mesón para abordar
Pasajeros del vuelo 939 con destino a Seattle favor abordar por puerta 26
— ¿Estás seguro de esto? — me preguntó mientras caminábamos hacía la puerta que acababan de indicar por altoparlante. Era el llamado de mi vuelo, era el inicio de mi regreso a casa.
— Si — confirmé a mi mejor amigo sacando el boleto de avión desde el bolsillo trasero de mi pantalón. Y lo había meditado mucho pero extrañamente hoy sentía que debía regresar a casa, que debía volver a Forks.
— No puedo creer que estés desaprovechado esta oportunidad, Edward nadie había hasta ahora rechazado una oportunidad así — exclamó incrédulo — Es por lo que has luchado todos estos años, de verdad que no te entiendo — exclamó tratando de convencerse o mejor dicho de convérseme a mí, Jasper aún albergaba la esperanza de poder hacerme desistir.
— Siempre hay una primera vez — le contesté mientras entregaba el ticket de abordaje a la auxiliar de vuelo frente a mí — Además tomaré la misma beca en el hospital de Forks — agregué pero esté puso sus ojos en blanco ante lo cual me reí.
Mi fiel amigo y compañero de universidad aún no acaba de entender mi decisión de "confinarme" a un hospital de pueblo como él había exclamado cuando se enteró de mi declinación al ofrecimiento que me habían hecho para realizar mi especialización en neurocirugía en el mejor hospital de Chicago. Cuando la auxiliar me devolvió el pase y me confirmó que ya podía abordar el avión me volteé para despedirme de quién se había convertido en mi mejor amigo, quién había ocupado el lugar de Bella durante estos diez años.
— ¿Qué puede haber en Forks que no haya aquí? — me preguntó en un último intento y le sonreí abrazándolo.
— Mi pasado — exclamé separándome de él — ¿Irás para las fiestas? — le pregunté intentado cambiar el tema mientras caminaba lentamente hacía el avión.
— Trataré — exclamó a lo lejos resignado.
Antes de entrar al avión me giré nuevamente y observé, por última vez, a través de la mampara de vidrio que nos separaba la figura de mi amigo que permanecía absorto al otro lado del aeropuerto. Alce mi mano en el aire por última vez para despedirme, él hizo lo mismo, en su rostro había una sonrisa fingida.
— Créeme que para mí tampoco es fácil — exclamé entre dientes al recordar a Bella ¿Qué habría sido de mi mejor amiga de la adolescencia todos estos años?, me pregunté mientras tomaba asiento en el avión que me llevaría de regreso a casa.
Hola a todas, aquí estoy yo con una nueva historia. Como siempre quiero decirles que estoy ansiosa por leer sus impresiones respecto a esta nueva idea que ha cruzado mi mente y tal vez al principio se piense que es una historia triste pero dejenme aclararles que es una bella historia de amor, con un trasfondo que no estará excento de polemicas pero me gusta tocar temas sensibles. Espero de todo corazón que les haya tincado seguir leyendome y dejen sus reviews con confianza. Muchos cariños para todas Liz.
Ps. Trataré de actualizar Pecados Carnales pronto =)
