Mayo 17, 3 pm
En algún lugar de Atenas, Grecia
Isis escuchó unos ruidos en el portaequipaje que la obligaron a parar. Keres salió del auto junto con su amiga y abrieron la cajuela. Shaka estaba tratando de ver donde estaba y por eso se habían escuchado los ruidos. Se había podido quitar el saco de yute que lo cubría y ahora las miraba perplejo.
- Quienes son ustedes? Porque me tienen aquí encerrado? – pregunto incorporando y saliendo de la cajuela rápidamente – Donde estamos? Hablen!
- Tranquilo güerito. Yo soy Isis – dijo la Pelinegra – y ya conoces mi amiga Keres. Te sientes bien? Te veo un poco pálido – dijo intentando tocarlo
- Claro que estoy bien… tienen suerte de que no las mate por secuestrarme! Acaso no saben quién soy?
Isis sonrió mientras veía a su amiga y se cruzaba de brazos desafiante.
- Ilústrame.
- Yo soy… yo me llamo… - Shaka se llevó las manos a la cabeza. Porque no recordaba lo más básico que era su nombre?
Isis miro a Keres con un signo de interrogación en el rostro y esta última, comprendiendo lo que había pasado, decidió aprovechar la oportunidad y se echó a los brazos de Shaka.
- Mi amor ya deja de jugar!
Shaka la retiró suavemente.
- Amor?
- Vamos Aleix! – dijo la rubia – como puedes haber olvidado que tu solito te metiste ahí?
Isis asintió levemente su cabeza indicándole a Keres que comprendía hacia donde iba y Shaka se rascó la cabeza. Juraría que no las había visto nunca pero… como estar seguro si no recordaba ni su nombre.
- No… yo… no tendría por qué meterme en ese lugar. – dijo un poco confundido – o sí?
- Me pediste que te ayudara a escaparte de tu casa porque tu papa no quería que nos casáramos – dijo Keres haciendo que Isis contuviera una sonrisa ante la tele novelesca historia que su amiga estaba inventando – Recuerdas?
Shaka se recargó en el auto y volteo a ver su reflejo. Vio sus ropas. Traía unos pantalones sencillos y una playera blanca. Se miró en el espejo lateral. Ni siquiera reconocía su cara, su cabello corto y negro con sus enormes ojos azules… No podía recordar nada.
- Debí pegarme en la cabeza en algún punto. No lo recuerdo. Lo siento – insistió en un tono de voz más gentil – Tal vez si me llevas a mi casa…
- No! – dijo Keres sacando unas cuantas lagrimas fingidas – Como puedes decir eso después de que arriesgue mi vida para sacarte de ahí?
- No llores por favor. – dijo Shaka tratando de zafarse de esa – No me gusta ver llorar a las mujeres y menos a las bonitas como tú.
Keres dejo de llorar de inmediato y le tomo de la mano jalándolo hacia el auto e invitándolo a subir al asiento trasero y ella junto a él. Se acurrucó feliz en sus brazos y Shaka volvió a llevarse la mano a la cabeza. Sentía una molesta corriente de aire en la nuca. Seguía tratando de dilucidar qué era lo que estaba pasando.
Isis regresó al volante y arrancó el vehículo.
- Y entonces… seguimos con el mismo plan? – le preguntó a Keres
- Si! Aleix y yo nos casaremos como lo teníamos planeado, verdad amor?
Shaka tenía sus dudas, pero había algo en la mirada de la chica que le decía que de verdad estaba enamorada de él, que todo lo que le decía era correcto, aunque otra vocecita le decía que no lo hiciera. Que algo faltaba en todo eso. Ni siquiera le sonaba correcto el nombre de Aleix como la chica lo había llamado.
- Uhhh… no crees que… podríamos esperar un poco? – dijo Shaka – No me estoy sintiendo muy bien…
- Oh! Pobre amor mío… Que te parece si llegamos a nuestro destino y descansas – dijo Keres dándole una mirada muy significativa a Isis quien asintió comprendiendo lo que su amiga quería decir – Y después platicamos de nuevo. Está bien?
Shaka asintió y los tres guardaron silencio. No tardaron en llegar a un Motel de baja categoría propiedad de Isis en los límites de Atenas con Ilion.
- Bueno chicos, llegamos – dijo hurgando en sus bolsillos – Aquí tienen la llave de su suite nupcial. Descansen y cuando estén listos me llaman.
"Aleix" y Keres salieron del auto y se adentraron en una habitación que contenía una sola cama tamaño King Size. Aleix subió una ceja mientras veía a Keres de reojo, que dejaba su morral sobre una de las sillas.
- Y? Que quieres hacer mientras tanto? – dijo Keres acariciando la cara de Aleix con cariño.
- Te importaría si duermo un momento? – dijo Aleix – Siento como si mi cabeza estuviera vacía.
- Claro. Que te parece si te hago un té en la cafetera? – dijo Keres sonriendo – Te ayudara a relajarte y dormir sin interrupciones.
- Sí. Te lo agradecería mucho…
Keres sonrió y sacó de su morral el té que le había dado por error a la señora de la peluquería esta vez cuidando muy bien que no se le mezclara con el otro, aunque debía de reconocer que le había salido mejor que lo esperado. Shaka, ahora Aleix, no esperaría ser regresado al Santuario aun, por lo que podría quedarse con el todo el tiempo posible. Se lo preparó y él se lo tomo con gusto. Tal como había dicho Keres, casi de inmediato comenzó a sentir como su cuerpo se relajaba hasta quedarse profundamente dormido.
Nuevamente los sueños de Aleix, tal como recordaba que los tuvo cuando se encontraba dentro del portaequipaje del auto, le mostraron imágenes de una chica en particular. Una chica de cabello dorado, con luces más claras sobre su cara, unos enormes ojos tan azules como los suyos, de curvas generosas y labios tentadores en un bikini rojo. El la veneraba en el sueño y le decía Vicky ya que no estaba seguro de su nombre pero le recordaba la minúscula prenda roja que traía puesta siempre. En sus sueños él le declaraba su amor y le recitaba algunos poemas que había aprendido y otros que el mismo había escrito. De pronto todo el panorama cambiaba y veía diversas imágenes tales como el Taj Mahal, la Estatua de la libertad, el Partenón… Y volvía a repetirse. Es como si su cerebro estuviera reiniciándose con solo esas imágenes.
Una vez que Keres comprobó que su amado estaba realmente dormido, se enfiló rápidamente hacia la oficina donde Isis la estaba esperando.
- Y bien? – pregunto la pelinegra al oír que cerró la puerta.
Estaba sentada detrás de su escritorio con montones de papeles encima.
- Lo puse a dormir.
- Te volviste a equivocar en los brebajes verdad tonta? Como que no sabe ni quién es? Como haces para cometer burrada tras burrada digo yo?
- Hay! No me reganes! Mejor dime qué hago? – suplico Keres
- Ahora como quieres que los case si ni siquiera sabe quién es?
- Pues, eso es mucho mejor… - dijo Keres – Ahí tienes el acta?
- Sí, solo debo poner los nombres y la fecha y listo. – dijo Isis sacando de su escritorio una carpeta con varios papeles – De donde diantres sacaste el nombre de Aleix?
- Significa el que auxilia y rechaza a sus enemigos en sanscrito Isis… es que deberías verlo en acción… - dijo Keres con voz sonadora – Es un mangazo y ayudo a patearle el trasero a Hades y…
- Ya ya… no necesito toda su historia – dijo Isis bromeando – Entonces? Boda? O lo regresas?
Keres suspiró. Que más quisiera ella ser la dueña de las quincenas (pocas o muchas) de ese papacito que tenía en la cama, pero la tentación era mucha.
- Necesitas decir toda la ceremonia o con las firmas bastan?
- Mi arduo entrenamiento en internet me dice… que con la sola huella digital se hace oficial. – dijo Isis – No estarás pensando…
- Y Porque no? – dijo Keres desafiante cruzándose de brazos – Yo lo vi primero y no es como si su corazón perteneciera a otra salvo a Athena, pero esa no cuenta.
Isis la miro con recelo.
- Segura? Sabes que la poción de amor le dará lo que su corazón desea… a su verdadero amor si acaso ya la ha conocido… o si no… entonces hará que te desee tanto que no querrá separarse de ti nunca y eso también sería un problema cuando….
- No me importa! esa seré yo! – aseguró Keres – Lo he vigilado día y noche por semanas… meses… años! La única que se le ha acercado peligrosamente es esa pelirroja, pero lo bueno es que no deje que sucediera nada entre ellos. Él es mío nada más! Y eso también va para ti!
Isis miró fijamente a su amiga y comenzó a hacer los planes con ella. Ojala estuviera en lo cierto, o lo que estaban a punto de hacer sería extremadamente reprobable y sus cabezas rodarían cuando las descubrieran.
Mayo 17, 8 pm
Hotel Esfinge
Atenas, Grecia
Después de estampar la huella digital de "Aleix" y la de Keres en los documentos oficiales, Isis ayudó a desvestirlo para dejarlo completamente desnudo sobre la cama. Isis estaba completamente excitada esperando que las cámaras de la habitación hicieran su trabajo para poder desfogarse después al ver el video. A Keres le había dado una botella de agua previamente preparada por ella con polvos y canticos. Una poción de amor. Había hecho lo mismo con la jarra de la mesita de noche.
- Estás segura de que esto es lo que debo hacer? – pregunto Keres tomándose toda la botella de un solo trago mientras Isis sonrió.
- Y lo preguntas ahora? Creía que habías decidido tomar éste camino y que nada podría disuadirte.
Keres trató de estabilizar la mano que le temblaba respirando profundamente. Qué estúpida había sido al pensar que aquello iba a ser fácil. Una mentira genera otras. ¿Cuántas mentiras se derivarían de esta acción?.
Isis la miró, escrutando su mente sin tapujos. Tenía el don de la clarividencia y leía todos sus pensamientos; Keres no conocía ninguna defensa contra los poderes de su amiga. Las palabras de Isis interrumpieron sus reflexiones.
- Te arrepentirás de no terminar lo que has empezado. Total, el dolor es poco en comparación al placer que puede otorgarte.
Luchando contra el nerviosismo, unos conocidos deseos despertaron en Keres. Los había tenido hacía más de 250 años con Asmita y ahora al ver el cuerpo semidesnudo de Shaka.
Isis se rió suavemente mientras depositaba en manos de Keres un tarro cubierto con una tela roja. Keres la miró interrogante.
- Sí, estáis oliendo flores de manzano. Mi hechizo regalo para ti. Lo calentara más rápidamente. Como te dije también he puesto algo en el agua que esta junto a la cama. Es diferente a lo de tu botella. Solo es en caso que tengas algún problemita. No sabe a nada, pero lo hará verte con buenos ojos. (Si no está enamorado lo hará de ti, pero si lo está de otra, pobre de ti amiga…)
Keres respiró profundamente, dejando que la estimulante manzana, la lavanda, la mandrágora y el brezo inundaran su mente.
- Qué hago con esto?
- Es un potente afrodisiaco. Póntelo o pónselo donde quieras. La naturaleza hará el resto. - Isis se rió por lo bajo con un centelleo de lujuria en los ojos - Será sencillo. Imagínate. Es el que usaba Cleopatra.
- Isis, en mi vida ya no hay nada sencillo y lo sabes. – dijo Keres con tristeza – Quiero y necesito que él me haga olvidar lo difícil de mi vida y que me ame tanto como yo lo amo.
- Bueno amiga, tu sabrás. Yo ya te ayude en todo lo que me fue posible – dijo Isis – lo demás depende de ti.
Isis asintió y se retiró de la habitación no sin antes echarle otro ojito a la virilidad del muchacho. Como se le antojaba el ex guerejo.
Keres cerró la puerta de la habitación con seguro con todas las dudas del mundo, y portando el frasco de ungüento aromático que le había dado Isis. Se detuvo para escuchar la calma sobrecogedora; el mundo entero parecía contener la respiración, como si aquel instante del tiempo fuera a cambiar el destino de todo. Una idea absurda de la que no podía librarse.
Las dos luces de las mesitas de noche, llenaban la habitación de sombras indescifrables; justo lo que necesitaba para hacer lo que tenía que hacer. Entró a la ducha y salió vestida tan sólo con un delgado camisón tipo babydoll blanco con tanga de hilo dental y una batita transparente y empezó a temblar, aunque no sabía si era debido al frío de la habitación o a las dudas sobre su plan.
Keres se acercó a la cama rápidamente y depositó el frasco en la mesita, junto a la lámpara de noche. Reunió fuerzas y por fin, se dio la vuelta para observar a su amado tumbado en la cama.
Inhaló, sobrecogida.
- Oh, sí! Eres hermoso mi querido Aleix.
Una ardiente pulsación rugió en su interior al mirar detenidamente su atractivo rostro y su magnífico cuerpo. Aquél caballero de virgo cumplía cada uno de los deseos ocultos en lo más recóndito de su corazón.
Reposaba en silencio sobre su espalda, con su sólido pecho desnudo. Tenía tan sólo tenía una capa de vello apenas perceptible, justo en el centro del esternón que se iba concentrando gradualmente en una línea que desaparecía bajo las sabanas con las que lo había cubierto al ver que su amiga era demasiado curiosa.
No hacía ruido, apenas respiraba. No veía que su pecho se moviera. Tuvo un acceso de miedo, preocupada porque se le hubiera pasado la dosis otra vez.
Extendió la mano, casi con codicia, y le acarició el muslo. La carne estaba caliente. Sus dedos acariciaron los músculos de acero, se deslizaron hasta la sabana y luego por la lisa superficie del vientre firme, hasta el pecho. Los latidos de su corazón, fuertes y constantes, sacudieron el de ella, que empezó a ir más despacio para igualar la cadencia del de él como si ambos compartieran el mismo pulso.
- Por qué finges no recordarme mi querido Asmita? ¿Verdad que ninguna mujer ha entrado aún en tu corazón? Porque de ser así, lo más seguro es que morirá con violencia por mi propia mano. Te he esperado mucho tiempo.
Intentó no pensar en ello, sintiendo el efecto de la poción de amor de Isis corriendo por su cuerpo.
Mientras contemplaba el pelo negro que caía ligeramente sobre su hermoso rostro, en su mente cobró forma la imagen de aquella chica pelirroja. Sería que en alguna otra ocasión que ella no estaba presente ellos si habían concretado algo?
Flexionó los dedos, como si pudiera introducírselos dentro y sujetar su corazón. Adueñarse de él. Marcarlo para que nadie pudiera quitárselo.
- Ideas locas y extravagantes - murmuró, burlándose de sí misma.
A pesar de sus dudas, se despertó en ella un fuerte deseo de poseerlo. Le latió el pulso en los oídos cuando desplazó la mano por la sombra que dividía la parte superior del torso y los músculos endurecidos del abdomen. Su piel le quemó las yemas de los dedos cuando éstas trazaron un sendero hacia la sabana que cubría su virilidad. Le gustaba tocarlo. Al echar una ojeada a sus fuertes manos, deseó que éstas la tocaran, que la acariciaran.
- Sí, mi caballero, eres el hombre indicado para despertar finalmente a la mujer que duerme dentro de mí - confesó, derrumbadas todas sus defensas.
Las cejas de Keres se elevaron de golpe cuando la sabana se movió. Ella sabía que los hombres se endurecían y agrandaban cuando se despertaba en ellos el hambre por su compañera. Aquello hizo que Keres quisiera seguir explorándolo.
Sus ojos recorrieron rápidamente la larga pierna hasta el grillete de cuero del tobillo y la larga cadena que lo sujetaba a los pies de la pesada cama. Era solo una precaución extra que había tenido para que no se le escapara. Se lo había robado a Hades de una de sus celdas y sabía que era especialmente poderosa por estar bajo uno de los hechizos de Hypnos.
Extendiendo la mano, acarició el muslo duro hasta la sabana. Parpadeó de sorpresa cuando la vibración bajo la tela se hizo más rápida e insistente. Levantó la tela con cautela, intrigada.
- Ahora, mi hermoso esposo, haces que me pregunte un montón de cosas, pero ya no hay tiempo para investigaciones.
Dejando caer la sabana, se acercó al frasco que había sobre la mesa. Hundió los dedos en el ungüento de textura de terciopelo, se los llevó a la nariz e inhaló. La olorosa mezcla penetró en su cerebro embriagándola, tranquilizándola y, al mismo tiempo, causó en su corazón una inyección de energía, aumentando los efectos de la poción de Isis.
Se sentó en la cama, con la mano suspendida en el aire, justo encima de aquel fabuloso guerrero. Si volvía a tocarlo no habría vuelta atrás. Las consecuencias de aquella noche, de aquel acto, tendrían efecto durante mucho tiempo, cambiando para siempre el curso de su destino.
- Toda mi vida se reduce a éste instante en el tiempo. – dijo
Tragando saliva, llevó los dedos al corazón de él y aplicó cuidadosamente el sedoso bálsamo sobre su piel. Una extraña sensación sacudió su codo, deslizándose hasta el hombro. Cuando llegó al cuello se dispersó como un relámpago por todo su cuerpo. Una parte le golpeó el cerebro, otra aprisionó de golpe su corazón, rebotando y reverberando a través de ella hasta fluir con una intensidad abrasadora.
- El tiempo para cambiar de idea se está agotando —susurró con temor.
Colocó una vez más la palma de la mano sobre el corazón de él, cuyo ritmo era más fuerte y apresurado. Ardía como si la fiebre lo estuviera consumiendo. Inclinándose hacia delante, apoyó la cabeza contra su pecho, escuchando cómo corría su sangre mientras uno de sus dedos trazaba cuidadosamente un círculo alrededor de la pequeña aureola marrón. La piel se contrajo, la carne se endureció. Ella sonrió, sorprendida por la reacción.
De alguna extraña manera, aunque estuviera nerviosa por lo que le esperaba, estar junto a él le hacía estar muy a gusto. Se movió para subir las piernas a la cama, poniéndolas junto a las suyas. El cuerpo masculino era muy diferente del suyo. Duro donde ella era suave y recto mientras que el suyo tenía curvas. Nunca había acariciado a un hombre como lo estaba haciendo ahora.
- Sabes? Antes nunca quise hacerlo - admitió ante Aleix – Por eso cuando mi madre le pidió a Hera que me pusiera un anillo de pureza para que solo saliera cuando me casara, yo te escogí a ti.
Sin embargo, cuando pasó la mano por el cuerpo esculpido del caballero, sobre los músculos tensos hasta el hueco del ombligo, necesitó, poner sus manos sobre él. Cuando bordeó la pequeña pendiente de su vientre, el corazón le dio un vuelco. Fue extrañamente consciente de que los latidos de su corazón estaban acompasados con la pulsación de debajo de la manta.
Una lenta sonrisa distendió su boca.
- Tantos misterios que descubrir - Llena de curiosidad, levantó la sabana y lo apartó.
Cada pulsación estiraba la carne. Estaba oscura e hinchada. Se preguntó si sería doloroso para él.
Keres extendió la mano para tocar el asta que se movía, sorprendiéndose por su calor abrasador, tan suave y aun así tan dura. En ese momento presionaba contra su vientre y se asombró de que pudiera ocurrir tal cambio. Rodeó con los dedos la palpitante erección, con maliciosa curiosidad, acariciando con el pulgar la dilatada vena que recorría toda su longitud. Asombroso. Notó cómo cambiaba, hinchándose dentro de su puño.
Keres se inclinó y depositó un suave beso en la boca perfecta y sensual de Aleix. Su cuerpo se sacudió, hambriento, repentinamente desesperado, queriendo más. Se recostó sobre él y pegó los labios a los suyos, intentando apoderarse de sus secretos, besándolo como besa una mujer al hombre amado.
De pronto y sin previo aviso, El giró y ella aterrizó sobre su espalda con un ruido sordo; fue tan rápido que le costó entender cómo había pasado. En un instante lo besaba, y luego, en un parpadeo, los papeles se habían invertido. Por suerte, no se había quedado sin aire en los pulmones, aunque su cabeza daba vueltas, al intensificarse los efectos de la poción de Isis. Cerró los ojos un segundo, todavía con vértigo y los volvió a abrir lentamente.
Aleix se alzaba sobre ella con las rodillas a ambos lados de sus muslos y las manos sobre sus hombros, sujetándola contra la cama. Se le desorbitaron los ojos al notar un extraño objeto en la unión de sus piernas; y al darse cuenta de lo que era ese objeto, un repentino calor se apoderó de su cuerpo.
Unos ojos tan azules como el cielo, la inmovilizaron con una intensidad propia de los depredadores. Oh, ese hombre era verdaderamente especial. Había elegido bien. La sensual curva de sus labios podía brindar sonrisas capaces de persuadir a una mujer para que aceptase la invitación sin vacilar.
Los ojos vidriosos mostraban señales de que se hallaba bajo los fuertes efectos de la pomada. Las largas pestañas parpadearon varias veces cuando él enfocó su cara, intentando luchar contra los efectos del té que le había dado horas antes, quería estar bien despierto.
- Dónde… cómo…? - Su voz se desvaneció, llena de desconcierto.
Él extendió la mano y trazó el borde de los labios de ella con el índice. El dedo avanzó suavemente hasta la comisura de la boca, separando los labios e introduciéndose en la humedad de la misma.
Ella envolvió el dedo con la lengua, con los ojos muy abiertos, observando la reacción que asomaba en los ojos de él. Los párpados se entrecerraron como si se estuviera deleitando con la sensación, atesorándola en su mente. Él sacó la mano y se llevó el dedo a la boca, luego lo lamió, paladeando su sabor como si fuera un manjar.
Keres se movió a un lado, estirándose para alcanzar el frasco de la mesilla, y se encontró con que el brazo izquierdo de él le bloqueaba el camino, indicando que no tenía intenciones de dejarla salir de la cama.
- Tranquilo… Sólo quiero coger eso. - Señaló el frasco, antes de introducir los dedos a modo de cuchara y sacar un poco de bálsamo.
Él enarcó las cejas, perplejo, pero no hizo ningún intento de detenerla. Ella acercó el sedoso bálsamo a sus labios sensuales con dedos temblorosos y se lo extendió. Él sacó la lengua, probando las hierbas; la magia de Isis. Entonces la sorprendió succionándole rítmicamente el dedo índice.
Ella tragó saliva, su respiración se volvió superficial y áspera. Sacó el dedo y se lo llevó a los labios. Saboreándolo.
Él arrugó la frente, dando muestras de dolor.
- Mi cabeza…
A ella le tembló la mano cuando la extendió para coger la jarra de agua dejada por Isis, casi derramando un poco de líquido al levantarla.
- Toma. Bebe. Esto aliviará el dolor.
Las cejas de Aleix se elevaron desafiantes.
- Qué es?
- Solo es agua.
- Agua?
Se echó hacia atrás, pasando la mirada vidriosa de ella al vaso que le ofrecía, y otra vez a ella.
Finalmente puso la boca en el borde y bebió mientras ella se la sostenía. Se detuvo tras beber sólo la mitad.
- Bebe. Es mejor si te lo bebes todo —incitó ella.
Se le curvó la comisura de la boca en una media sonrisa.
- Nada de cosas a medias?
- Las cosas a medias nunca consiguen ver nada terminado.
- No desearía decepcionar a la dama dejándola a medias. – dijo Aleix mientras tras un débil asentimiento, se bebió el resto de la poción de Isis.
Ella depositó el vaso vacío en su sitio y él echó un vistazo a la habitación todavía confuso.
Keres acalló sus preguntas poniéndole los dedos en los labios. Él miró sus ojos hechiceros, haciendo que un estremecimiento le recorriera la espina dorsal.
- No hagas preguntas, amor. Limítate a aceptar. – dijo Keres con suavidad
- Pero…
- Nada de preguntas ésta noche… es nuestra noche de bodas.
- Estoy borracho… o loco. - El susurro fue como si hubiera hablado más para sí que para ella -. Puede que ambas cosas.
- Importa eso?
Keres colocó sus temblorosas manos en los hombros musculosos de él, deleitándose con sus contornos, empezando a sentir un profundo anhelo por su esposo.
Él esbozó una sonrisa torcida.
- No sé y en este momento no me importa.
Inclinándose hacia delante, cerró sus labios sobre los de ella, moviéndolos con la ligereza de una mariposa. La presión era demasiado suave. Rodeándole el cuello con los brazos, se arqueó hacia él, intentando capturar su sabor. Temblando de necesidad.
Parte del ansia se debía a la poción, pero ella se dio cuenta de que casi toda era por Aleix. La complacía, como si hubiera sido invocado desde sus más ocultos deseos. ¡Oh, cómo la complacía!
Por dentro, su cuerpo se tensó más, anhelando, ardiendo.
Despertada la necesidad, un fuego abrasador recorrió todas las partes de su cuerpo, dominándola. Al no tener ninguna experiencia, estuvo a punto de dejarse llevar por el pánico; lo quería todo a la vez y no sabía por dónde empezar.
Aleix enfocó un poco más y abrió grandes los ojos. La chica junto a él era Vicky! la chica que veía en sueños vestida con su bikini rojo! La atrajo contra su pecho, dejando que sintiera los fuertes latidos de su corazón.
- No eres un sueño… sino de carne y hueso - susurró con cruda desesperación, besándole el pelo—. Dime que eres real… ah, por favor… sé real.
- Sí, soy real.
Él le rodeó el cuello con las manos, rozándole suavemente la mandíbula con los pulgares.
- En ese caso, permíteme venerarte… como he anhelado hacer durante tanto tiempo… de la forma que lo he hecho cien veces en mis sueños más profundos.
Keres estaba confundida. Él había soñado con ella? Como podía ser?. Aleix no le dio tiempo de pensar en más. Depositó un camino de besos a lo largo de su cuello al tiempo que deslizaba las manos por sus hombros y por sus brazos desnudos. Llegó hasta sus caderas y siguió por la cara externa de los muslos hasta encontrar la tanga. Despacio, disfrutando el momento, fue bajándola por sus piernas. Una vez fuera, subió las manos hacia las caderas donde fue subiendo la tela de la batita despacio, de manera torturadora… el suave y liviano tejido fue subiendo por su sensibilizada piel hasta su cintura y sus pechos, endureciéndole los pezones casi hasta la tortura. Por fin la sacó por la cabeza y la arrojó al suelo, dejándola desnuda.
El pudor pudo más, impulsándola a cubrirse los pechos con las manos, ocultándolos a los devoradores ojos de él. Sin embargo, con la poción de amor de Isis ardiendo en su sangre, vibraba con necesidades y sensaciones con las que nunca había soñado. Quería que aquellos ojos observaran sus pechos, quería que la mirara con deseo. Insegura en cuanto a las relaciones entre hombres y mujeres, tembló, asustada de que a él no le gustara lo que veía.
Aleix se limitó a mirarla sin apenas respirar.
El miedo empezó a apoderarse de Keres. Cruzó los brazos sobre sus pechos y permitió que una parte de su pelo le cayera sobre la cara para disimular su falta de atractivos. Sintió una opresión en el corazón que le fue subiendo hasta la garganta. Aleix le puso la mano derecha en la barbilla, obligándola a mirarlo a los ojos. Recogió la lágrima que caía por su mejilla.
- Estás llorando. Por qué?
Ella se encogió de hombros. Como explicarle que llevaba tanto tiempo anhelando ese día que ahora no sabía cómo comportarse?
Él le sujetó las muñecas, apartando con cuidado los brazos de sus pechos. Se le tensaron, pareciendo más grandes e hinchados. Él sonrió, se inclinó sobre ella y rozó su boca con la suya.
Sus labios eran firmes, calientes y secos. Deseaba ardientemente cerrar los ojos y disfrutar del gran incendio que él estaba provocando en su interior. Quería mirarlo, ver la reacción en sus ojos hechiceros. El motivo de que él estuviera allí con ella hacía tiempo que había desaparecido de sus pensamientos. Ella sólo quería tocarlo y acariciarlo. Sus brazos eran hermosos, fuertes como el granito, evidentemente forjados a base de años entrenamiento físico; sin embargo, no eran tan voluminosos como los de los Bersekers de Ares. Había una gracia en su cuerpo, la elegancia de un caballero, que lo hacía superior al resto de los hombres.
Él interrumpió el beso, necesitado de aire, buscando los ojos de ella con los suyos. La calidez de su pálida mirada hablaba de adoración, amor y un profundo deseo; emociones que la sobrecogieron.
Los inquietos labios se cerraron sobre los suyos una vez más. Él se entretuvo sobre su boca, modificando el ángulo, enseñándole las habilidades del placer. Su control se hizo pedazos mientras los besos continuaron. Y continuaron, Keres oyó un gemido, pero no estaba segura de sí provenía de él o de ella misma; no le importaba mientras él siguiera besándola.
La pasión invadió su carne, abrasándola, marcándola con un hierro candente, cuando el beso se hizo más profundo y exigente. La lengua de él presionó la unión de sus labios. No hizo nada para obligarla a abrir la boca, aunque cuando ella suspiró, la indagadora lengua aprovechó la ventaja, introduciéndose en un ataque fulminante y rodeando la suya. El resultado fue estremecedor, pero aprendió rápidamente el ritmo y el juego.
Deslizándose hacia abajo en la cama, la colocó debajo de él; el sólido peso de sus esculpidos músculos la presionó contra el lecho. El cuerpo de ella se adaptó a sus formas sólidas, sus curvas suaves encontraron en las de él la armonía perfecta. Pesaba, pero descubrió que le gustaba la sensación. La rendición.
Su cuerpo se movió más abajo, y con hambre creciente, su boca se cerró sobre el pecho de ella. Al principio, su lengua rodeó el pico endurecido de un pezón, tirando de él juguetonamente. Luego lo chupó con fuerza, con un ritmo que reverberó por todo su cuerpo. Se arqueó hacia él, aferrándose a sus brazos con las manos; deseándolo todo.
Durante un instante, como si el tiempo se hubiera detenido, él se detuvo para mirarla fijamente.
- Pasa algo? - preguntó ella, temerosa de repente de que él no la poseyera. Él le apartó el pelo de la cara.
- Quiero aprisionar tu imagen en mi memoria. Cuando sea viejo y canoso, evocaré éste instante. Te recordaré a ti, tan hermosa con tu pelo dorado, bañado por el fuego, rodeándote. Recordaré cómo he soñado con esto durante todos estas largas y frías semanas.
Sus dedos siguieron el rastro de los rizos suaves en la unión de sus muslos, encontrando la humedad del núcleo de su deseo, preparándola para la invasión. Gimió al deslizar un dedo en ella y luego dos. Sus caderas se estremecieron.
- No quiero hacerte daño.
Entonces movió despacio los dedos hacia dentro y hacia fuera, abriéndola, estirándola.
- Por favor… - Ella pareció incapaz de jadear nada más.
Tomando las manos de Keres, él entrelazó los dedos con los suyos y las colocó a ambos lados de su cabeza, alineando su cuerpo con el de ella. Su erección empujó suavemente contra su abertura, humedeciendo la punta redondeada con la miel de su necesidad.
- Es posible que al ser virgen, sientas dolor cuando rompa tu virginidad. Desearía que el dolor no formara parte de éste momento especial. No tengas miedo. Bésame, márcame, poséeme. Convirtámonos en uno - susurró él, mientras contraía los músculos de sus caderas y se deslizaba dentro de ella.
Su dureza masculina la penetró. Notó que él se retiraba, se sintió confusa por su vacilación, pero entonces él se movió hacia delante. Un grito escapó de sus labios, pero él lo sofocó, besándola hasta que el dolor retrocedió. Permaneció inmóvil, deleitándose en lo profundamente dentro de ella que estaba él en ese momento, en lo unidos que estaban sus cuerpos.
Incorporándose ligeramente, volvió a introducirse en ella, profundizando más, haciéndola gemir de placer y deseo, y no de dolor.
- Deseo… tenerte, marcarte, poseerte… para siempre - susurró él contra sus labios.
Aleix impuso un ritmo en sus embates que la obligó a aferrarse a él, clavándole las uñas en los hombros. Luego, adherirse a él no fue suficiente. Corrigió la postura para poder arquearse y salir al encuentro de sus frenéticas embestidas. El ritmo se aceleró, tan salvaje y furioso como una tormenta de verano.
Su cuerpo explotó en mil pedazos, casi cegando su visión, cuando él la condujo a un torbellino de fuego. El cuerpo de él se tensó y vibró, con la agonía y la belleza grabadas en su rostro mientras los ojos de ella se enfocaban. Se pegó a él mientras el calor abrasador de su simiente se derramaba en el interior de su cuerpo.
La magnificencia de su unión inundó sus ojos de lágrimas, emocionándola tanto que escondió la cara contra la curva de su cuello. Para sorpresa suya, él no había terminado. Con una sonrisa satisfecha, la puso boca abajo, apoyada sobre el estómago. Keres estaba desconcertada, pero él empezó a depositar besos sobre su espalda. Se inclinó hacia delante para coger el ungüento y le acarició la espalda, las caderas y las piernas con pinceladas enérgicas. Puro éxtasis. Cuando las manos de su esposo recorrieron el camino ascendente, los pulgares rozaron el interior de sus muslos y luego, de una manera desesperante, fueron trazando círculos en su suave carne. Sus atenciones eran relajantes e incitadoras a la vez.
Rodó, arrastrándola con él, hasta que estuvo a horcajadas sobre sus caderas. Tardó unos segundos en comprender que ella podía montarlo, pero cuando entendió lo que él quería aprovechó la oportunidad de tener el control. O eso creyó.
La boca sensual de Aleix se curvó en una sonrisa diabólica cuando empujó hacia arriba, introduciéndose en ella. La intensidad de aquello, su plenitud, hicieron que Keres estallara en añicos por dentro. Los colores, como estrellas fugaces, inundaron su mente, dominándola al punto de casi deslizarse en una inconsciencia aterciopelada.
- Ten… piedad - jadeó Keres.
- Imposible. – dijo Aleix con una sonrisa maliciosa - Podrías escapárteme de nuevo.
Se irguió y la rodeó con los brazos, introduciéndose en ella una y otra vez, encadenando una explosión tras otra, lanzando su cuerpo fuerte contra el de ella, precipitándose contra ella, más fuerte, más profundo, más frenético, hasta que ella no pudo sino acatar su orden. Hasta que perdió la cuenta de las veces que la obligó a descubrir su rendición de mujer.
Ella se doblegó a todo. Él exigió y entonces ella entregó más. No sólo su liberación física… sino también el resto de su corazón. No existía protección contra él, contra las palabras de amor que le susurraba.
Puede que ella le hubiera secuestrado, pero aquel caballero dorado había atrapado su alma. El cuerpo de Keres vibró de pasión al hacer el amor. Todavía atrapada, ansiaba más. Se pegó a él, apoyando el rostro en su fuerte cuello, intentando prolongar las sensaciones. Verdaderamente, se sentía parte de aquel hombre.
Ese tiempo con él era valioso, tenía que atesorarlo. Le emocionó saber que habría más noches como ésta. Cómo iba a poder dejarle marchar alguna vez? En su plan desquiciado cabía alguna posibilidad de que él pudiera desear quedarse con ella? Anhelos sin sentido. Sin embargo, su corazón gritaba: inténtalo.
Él le acarició el pelo y luego la arrastró consigo cuando se tumbó de lado, sujetándola con firmeza.
- Llevo amándote… tanto tiempo. Empezaba a pensar que no eras real.
- Soy real.
Él habló en voz baja y suave contra su pelo mientras le acariciaba la cara con la nariz.
Soñaba contigo. Cuando cerraba los ojos deseaba que el sueño me visitara para estar contigo. Te he buscado, te he deseado, ansiaba estar cerca de ti. Durante mucho tiempo casi abandoné la esperanza de encontrarte.
Keres no podía hablar, intimidada por sus palabras sinceras. Un efecto secundario de la poción que había tomado: bajo su influencia no podía decir más que la verdad. Las palabras que le brindaba salían de lo más profundo de su corazón, donde moraban todas las verdades.
- Me has visto en tus sueños? - Sin apenas poder respirar, la esperanza surgió dentro de ella. ¿Sería posible que la conexión entre ellos hubiera sido así de fuerte que el había sentido su presencia todo ese tiempo?
Él se recostó a medias sobre ella, cubriéndole el muslo con el suyo, como anclándola, asegurándose de que no huyera de él. Le frotó la mandíbula con la mejilla, como si fuera un gato.
La besó. Fue un beso lleno de pasión, no de gentil adoración, nacido del fuego de su encuentro. Le apartó el muslo con la rodilla para poder deslizarse sobre ella y dentro de ella. Entrelazó los dedos con los suyos y le puso los brazos por encima de la cabeza, arqueando su cuerpo para que se adaptara al de él, saliendo al encuentro de sus ávidas embestidas.
El éxtasis de que él estuviera dentro de ella, sabiendo que su unión estaba hecha de amor, le caló tan hondo que le costaba respirar. ¡Él la había visto en sus sueños! ¡Oh, qué increíble era aquello! Era verdad que ese hombre estaba destinado a ser suyo.
El cuerpo de él palpitaba dentro del suyo cuando los llevó a ambos a una resplandeciente liberación. Que los dos alcanzaran a la vez la cima, sólo intensificó la sensación de que se pertenecían el uno al otro.
Él depositó una lluvia de suaves besos sobre su cara, entre jadeos.
- Te amo… te amo… te amo…
Los latidos de su corazón se hacían más rápidos e irregulares con cada declaración, consciente de que amaba a aquel hombre.
Estaban destinados a existir; juntos podrían forjar un futuro maravilloso.
- Para siempre. Te amaré para siempre… Vicky - Con aquellas palabras finales, cayó en un sueño profundo de agotamiento.
Keres no podía respirar. El dolor era demasiado intenso. Permaneció allí, inmóvil, con las lágrimas deslizándose por sus mejillas. ¿Cómo podía haberla confundido con otra todo este tiempo?
La desolación se apoderó de ella, un dolor tan intenso que pensó que iba a vomitar.
Su hermoso esposo amaba a otra chica y ella no se había dado cuenta hasta ahora! Lo apartó de sí, haciéndose un ovillo y atragantándose con lágrimas silenciosas. Lágrimas de angustia porque su corazón pertenecía a otra.
