Disclaimer: Naruto es propiedad de Kishimoto.
Aviso: Este Fic participa del Reto: Dos por Uno, del Foro La Aldea Oculta Entre las Hojas.
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Cuando el libre albedrío y el destino se conjuran
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I
LA PÉRDIDA DE UN SER AMADO
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POV Hagoromo Otsutsuki
«… pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, ciertamente morirás.»
Génesis 2:17
Haori estaba feliz por servir a la tradición del Shinjuu, pero yo no. Mi hermano y yo nunca nos preguntamos qué ocurría cada vez que la gente se acercaba a ese árbol y ahora ella, mi mejor amiga o, quizás, mi única amiga se mostraba feliz por seguir ese camino. Algo en mi interior se rompió. Mi hermano me observó de reojo. A él jamás pude ocultarle nada y en seguida entendió lo que iría a hacer. Rápidamente los dos fuimos al encuentro con nuestra madre, Kaguya, quien siempre estaba mirando hacia el horizonte, hacia aquel árbol, desde el balcón del castillo.
Hamura y yo nos arrodillamos:
—Madre—me armé de valor y dije—. Detén la tradición del Shinjuu.
—Eso es imposible—me respondió sin apenas mirarme.
—Pero…—levanté la cabeza. Nuestra madre, aunque estricta, siempre nos había concedido lo que le habíamos pedido.
—No toleraré que me contradigan.
Mi hermano me miró también extrañado. Me levanté y le pregunté a nuestra madre:
—Entonces, dime ¿qué le pasa a los que cumplen la tradición del Shinjuu? ¿Porqué no regresa ninguno?
—La tradición es necesaria… hasta que lleguen ellos.
—¿Ellos?—pregunté.
Nuestra madre se giró y nos miró:
—Eso tampoco necesitáis saberlo.
La rabia me invadió y solamente pude apretar los dientes y callar.
—Hagoromo, Hamura, tengo que salir. Encargaros de todo en mi ausencia.
Mi hermano y yo asentimos, pero yo no me iba a quedar así. ¿Y si no volvería a ver a Haori? Unas lágrimas empezaron a caer por mis mejillas y fue ahí cuando note un pequeño picor en mis ojos que más tarde se convertirían en algo más.
Desde el balcón de mis aposentos miré el maldito árbol.
—Hermano, ¿de verdad vas a…?
—Escalaré el paso y veré que está sucediendo.
—Si madre se entera, no te librarás fácilmente.
Cerré los ojos.
—Estoy preparado.
—Entiendo—dio un paso y se acercó—. Entonces, yo también iré.
Al final fue más fácil de lo que nos habíamos imaginado. Nuestra constitución, heredada de nuestra madre, nos permitió aguantar la escalada y no dar marcha atrás. Cuando llegamos al risco, tomamos aire y lo vimos: el árbol era más grande de lo pensado. Estaba en medio de un valle protegido por altas paredes de piedra y coronado por una bóveda verde muy hermosa. Sin embargo, lo que más nos atrajo fueron las raíces, que salían de la tierra y eran enormes, incluso vistas desde lo alto.
—¿Qué es esto?—dije.
Mi hermano usó el Byakugan sobre las raíces y su semblante cambió.
—¡Hagoromo!—mi hermano saltó y bajó corriendo.
Yo le seguí y pasamos por entre las raíces. Mi hermano saltó por una grieta del suelo y de repente vimos momias dispuestas de forma ordenada. Mi hermano volvió a usar el Byakugan buscando algo y se paró sobre una momia en especial. sacó un cuhillo y le ayudé a quitar las vendas. Si el destino existía, si había algo superior sobre nuestras vidas, sin duda, se había ceñido sobre mí. Era Haori, mi Haori…
—¡Haori! ¡Despierta!—mi loca idea de que todo fuera un mal sueño fue en vano.
—Hagoromo, está muerta—dijo Hamura.
La agarré ente mis brazos y lloré como jamás había llorado.
Ella… me había mirado de forma sincera, inocente creyendo que su elección a la hora de sumarse a la tradición del Shinjuu sería un honor, pero era en realidad era todo una trampa.
¿Ella fue consciente de ello o decidió sabiendo lo que le ocurriría?
¿Cómo pude ser tan estúpido?
Fue ahí cuando el picor de mis ojos fue a más y desarrollé el Sharingan, el dojutsu maldito de las personas destinadas a amar incluso si el destino decidía por ti hasta el fin de los días.
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POV Tsunade Senju
«…Pero después del amor, Marcus, después del amor, no queda más que la sal de las lágrimas».
Joël Dicker
La lluvia se mezclaba con la sangre que emergía del cuerpo de Dan. Los dos ninjas de la Hoja observaban como yo, la legendaria princesa de las babosas, intentaba curar el cuerpo maltrecho de Dan Kato, pero…
—¡Aguanta, Dan!
Solamente tenía un objetivo en mente: curar a mi amado. El jutsu curativo no paraba la hemorragia del ninja y la sangre que emanaba del cuerpo terminó por manchar mi uniforme y mis manos.
—Tsunade… no quiero irme todavía. Ten-tengo muchas cosas por hacer—apenas encontraba las fuerzas para hablar.
—¡No hables, Dan!
—No puedo irme… de esta forma—masculló Dan. Acto seguido tosió.
—Tranquilo. He parado la hemorragia—dije con una sonrisa fingida y derramando lágrimas—. Ya está; te vas a curar.
—Sí… que bien—contestó Dan.
Esas fueron sus últimas palabras. Poco a poco fue cerrando los ojos para no volver a abrirlos nunca y yo sentí la desesperación más absoluta y la sangre…
—¡Maldición! ¡Para! ¡Deja de salir!
Seguí transmitiendo mi chakra curativo al cuerpo ya inerte de Dan. Levanté mis manos cubiertas de sangre y me embargó el miedo más profundo. Mi poder no había sido suficiente para evitar que parara de salir y en mi interior sabía que sería algo que me perseguiría el resto de mi vida por no haber conseguido que el destino no me arrebatara a mi ser más preciado.
¿Porqué no fue con él en ese momento?
¿Porqué tuvo que adelantarse y no esperar a alguien?
¿Porqué las personas que me importaban me abandonaban?
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II
CUANDO ESA PERSONA QUERIDA TOMA UNA DECISIÓN
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POV Hagoromo Otsotsuki
«Al que maldice a su padre o a su madre, se le apagará su lámpara en oscuridad tenebrosa»,
Proverbio 20: 20.
Tomé mi decisión. Mi heredero sería Indra y no Asura. En mi amor y virtud como padre y líder, sabía que mi hijo más pequeño sería quien retomaría las riendas de mi legado y que mi hijo mayor le ayudaría. Qué iluso…
¿En qué momento perdí de vista a Indra?
¿Mi amor de padre me había cegado?
¿O es que jamás me atreví a pensar que algo así podría ocurrir?
El primer golpe llegó en forma de ataque al castillo. Los invitados que celebraban la fiesta por la elección del elegido gritaron. Ese era un lugar pacífico, neutral. El humo que levantó el ataque apagó la hoguera y levantó tablas y piedras del suelo. Lo siguiente que vieron fue una luz lila, hermosa emerger del horizonte.
—¡Kanna! ¿Estás bien?—dijo Asura. Nos acercamos los dos y mi hijo la levantó.
—Sí.
—¿Pero qué…—masculló Asura.
Los tres vimos emerger de la luz lila una persona que conocíamos demasiado bien.
—¡Hermano!—Asura se acercó.
—¡Indra! ¿Qué significa esto?—pregunté. Su rostro permanecía impasible.
—¿Porqué no me elegiste a mí como tu sucesor?
Cerré los ojos y le contesté:
—Lo que rige del ninshu no es el poder, es el amor. Así está decidido—cuando abrí los ojos, me fije en los suyos. No era el sharingan normal, sino un nivel del mismo superior. Eran los ojos de alguien que no engullido por un amor que no trae paz, sino una loca visión del mundo. Se trataba del Mangekyo Sharingan, un dojutsu que se obtenía de la peor de las maneras. Otra decisión que él había tomado y que no pude parar.
—¿El amor? No lo necesito. En mis viajes, encontré el dolor de los aldeanos, igual que Asura, pero… al final dependían de mi poder. Me vieron como su rey porque querían mi poder. Asura no lo consiguió por sí mismo sino que necesitó la colaboración de otros. Crearé un mundo perfecto sin conflictos.
—No debemos olvidar nuestro corazón, aunque poseamos el poder—concluí.
Aunque yo le hablara a mi hijo, él ya había tomado una decisión y nada le haría cambiar. En mitad de su hipocresía y verborrea, mi hijo pequeño tomó las riendas de la conversación y decidió enfrentarse a Indra, quien no se tomó en serio su advertencia. Tras una sonora carcajada, salió de su cuerpo una electricidad potente que envió hacia nosotros, pero Asura me defendió usando un jutsu de viento. A continuación creó una esfera gigante que contenía a su vez esferas más pequeñas. Este hecho pilló por sorpresa a su hermano quien no pudo evitar el ataque ni con el Amaterasu y he de decir que a mí también me sorprendió.
El niño asustadizo que se marchó para realizar la misión había vuelto distinto.
Aquel niño que dependía de todos para poder superar los obstáculos había cambiado.
Ahí estaba la prueba de que él era quien debía llevar las riendas del ninshu, y no Indra pues el esfuerzo y la ayuda habían hecho de él un hombre muy poderoso.
De repente vimos unos ojos brillantes en el humo que se montó. Eran los ojos del Susanoo que Indra había creado. Ni siquiera otra de las esferas de Asura consiguieron parar ese engendro, pero no me paré ahí. Llamé al resto y les ordené que atacaran a Indra con sus poderes.
Todo fue inútil e Indra se pavoneó de esa debilidad y nos atacó con la espada del Susanoo. Ahí ocurrió algo increíble. Asura nos defendió con el poder de los seis caminos, la constatación de que era el idóneo. Entre todos, juntamos nuestras manos y elevamos nuestro poder para que Asura fuera más fuerte y consiguió invocar una figura de madera de más de mil brazos.
—¡Esta es la fuerza de nuestros vínculos!
Cuando nació Asura, deseé que tuviera con Indra la misma relación de hermandad que tuve en su momento con Hamura: alguien en quien confiar, alguien por el que dar tu vida, alguien con el que compartir unos ideales, pero con mis hijos había fallado.
Solamente Asura había entendido los valores que yo les había enseñado, pero Indra, no y sentí que la culpa había sido mía.
Quizás yo le metí en la cabeza ciertas fantasías que él se había creído.
Puede que por ser el mayor y el más fuerte, no me fijara en los pequeños detalles por los que un padre debe guiar a sus hijos.
O quizás una fuerza invisible y oscura había maniobrado para que mi hijo tomara las decisiones erróneas por las que el mundo futuro sería sentenciado.
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POV Tsunade Senju
«Siempre el traidor es el vencido y el leal es el que vence.»
Pedro Calderón de la Barca
Jiraiya estaba hundido y yo sin entender lo que había ocurrido. ¿Orochimaru qué?
—Nos ha traicionado. Él estaba detrás de las desapariciones de los niños, de los robos de pergaminos… de todo—apretó los puños y una pequeña lágrima asomó por su ojo—. Tsunade, intenté pararlo. Intenté que recapacitara, pero no fue suficiente.
Me senté en la silla y me quedé estupefacta.
¿Tantos años de amistad no le valieron nada?
¿Acaso no tenían valor para él nuestro entrenamiento con Sarutobi sensei?
¿Tan rápido había olvidado nuestro trabajo codo con codo contra Hanzo?
Él me ayudó con lo de Nawaki; él me dio el colgante que una vez le regalé a mi hermano para que no fuera yo quien se lo sacara al cadáver.
—¿En qué momento él cambió, Tsunade?
—Eso jamás lo sabremos—Sarutobi sensei entró en la sala de la Torre del Hokage.
Nuestro maestro tenía algunas heridas de la batalla.
—Si lo pensáis un poco, esto podría haber pasado a cualquiera. Todos hemos perdido mucho en esta guerra.
Sabía a qué se refería. Sarutobi volvió a tomar la palabra:
—Una vez…lo llevé a la tumba de sus padres y vimos una piel blanca de serpiente que simboliza la buena suerte y la reencarnación. No sé si ese fue el inicio de todo.
Me levanté de la habitación y salí. Necesitaba aire. Me sujeté en la barandilla del tejado de la torre. Toqué mi colgante: todos los que lo habían tocado, ya no estaban.
Orochimaru nos había traicionado porque quería buscar la razón de todo nuestro mundo; recopilar todos los jutsus. Para ello, antes de marcharse había secuestrado a niños sin padres; experimentado con ellos y a saber qué otras cosas.
¿Porqué?
¿No tenía suficiente con tenernos a nosotros, sus amigos, casi sus hermanos?
¿Era necesario convertirse en un renegado?
¿Había sentido remordimientos por haberse enfrentado a Sarutobi y a Jiraiya?
Me tapé la cara y me escurrí hasta ponerme de rodillas en el suelo. Un pequeño viento se levantó, moviendo unas hojas a mi alrededor y deseando que la Voluntad del fuego que tan férreamente había promovido mi abuelo, no esfumara de mi interior como ya había ocurrido con mi viejo amigo.
FIN
He recortado la escena de Hagoromo, Indra y Asura porque se me hacía innecesariamente largo y yo quería centrarme en los pensamientos del padre. La escena última de Tsunade es inventada; no aparece en el manga y el anime.
Las citas las he sacado de Internet.
La historia tiene 2002 palabras (sin contar citas, anotaciones y títulos).
