La Nave Gummi siempre funcionaba con rostros sonrientes, felicidad, alegría, todo aquello que Sora derrochaba por todos los poros, pero ahora él no estaba, aunque seguía funcionando. Puede que en verdad no se alimentase de la alegría, sino de los recuerdos felices, y Naminé estaba segura de que a nadie le faltaba un recuerdo feliz sobre nuestro protagonista desaparecido. Escuchaba las risas de los amigos de Villa Crepúsculo, también como Donald y Goofy discutían sobre algo que el Rey había dicho, pero no escuchaba a Riku, quien pilotaba la nave hacia las Islas del Destino. Ella lo notó, seguramente porque también estaba en silencio, hasta que, de pronto, se acercó a él y se quedó a su lado, sentándose sobre el suelo y apoyando su cabeza en el asiento del piloto. Riku se dio cuenta de aquello, mirándola de reojo.
- ¿No deberías estar con los demás? – preguntó, alzando una ceja.
- Pero tú estabas solo.
- No te preocupes por eso – negó el chico. – Escucho todo lo que decís desde aquí.
- Pero no hablas con nadie – inquirió ella. – Además… No he tenido oportunidad de agradecerte que trajeses la réplica para mí, así que muchas gracias, Riku.
- No fui yo el que lo hizo únicamente, Sora y… Mi otro yo me ayudaron – explicó, rascándose la nuca. – Creo que el otro Riku quería que vivieses una vida plena.
- ¿Lo sientes? – preguntó la rubia, él se giró unos segundos a mirarla directamente a los ojos, encontrándose con su mirada posada sobre su rostro.
- Sí – contestó, volviendo la mirada hacia delante, aunque parecía dudar sobre si añadir lo que sentía o simplemente dejarlo dentro.
Ella no dijo nada más, simplemente disfrutó del viaje hasta que llegaron a Islas del Destino, donde Terra, Aqua y Ventus esperaban en la arena. Todos bajaron de la nave con cuidado y Riku la dejó detrás de la Isla, uniéndose minutos después a ellos.
Corrían, jugaban, hablaban, hacían esculturas de arena, buscaban conchas en la orilla… Hasta que ocurrió. Todos miraron hacia la palmera donde los tres amigos de las islas se sentaban, encontrándose con unas figuras conocidas sentadas con las manos entrelazadas.
Y una de ellas se desvaneció.
