Vidas normales

Sus manos le daban apoyo en la superficie resbalosa, el agua esparcida accidentalmente cuando fue subida a la barra le hacía sentir que se resbalaría, pero era la única forma para sentirse cerca de terminar. Enredaba sus piernas alrededor de las caderas de la chica alta con cabello color vino, sus pechos se balanceaban con cada instante en que su miembro entraba y salía de ella dándole el sentir tan ansiado de acabar.

No la sujetaba de la cintura o cadera, según la chica de cabello color chicle era innecesario que algo aparte de su polla la tocara y Namatame siempre trataba de hacer lo que su reina le ordenase.

―I-isuke…no…no…―se sentía cerca de llegar pero sin hacerlo del todo, disminuyo la velocidad de sus caderas para no venirse dentro de la chica, se movía de manera irregular, perdiendo el ritmo y encontrándolo después, no era constante y esto sólo hacía que Isuke se desesperara con su amante por alejarla de la sima.

Su cabello estaba completamente desordenado, no muy diferente a su apariencia de siempre, su cara estaba marcada con algunas cicatrices, una en la esquina de su boca atravesaba en vertical la comisura de sus labios, en su ceja izquierda y el en puente de la nariz, parecía un león que ha pasado por pelea tras pelea sin el descanso de su ama, pues esta le decía que se sintiera orgullosa de ellas, le gustaba esa apariencia y Chitaru quería gustarle a Isuke, esa chica lograba embargarla y hacerle actuar únicamente de forma instintiva.

―Solo aguanta y muévete…Isuke esta…a punto…―dijo sumergiéndose en el placer y buscando ese punto que le hacía nublarse su mente, se mordía los labios para no gemir, su acompañante los miraba anhelando que la chica le permitiera besarlos, eran muy suaves y dulces, quizás la parte que más le gustaba de ella, sí, incluso por sobre sus pechos pero eso jamás lo diría; uso sus cansados brazos para mover las caderas dándole problemas a Namatame de aguantarle el ritmo, soltaba gemidos quedos sintiendo como en ocasiones la punta golpeaba con su centro en cada movimiento demencial que hacía con esas caderas que le conocían a fondo. Sus brazos perdían fuerza, ambos a cada lado de la chica apoyada en la barra, la veía directo a los ojos, o eso intentaba, cada que sus miradas se conectaban Isuke cerraba los ojos o desviaba la mirada. Quería pedirle que la mirase, que le mostrara su cara para ver como alcanzaba el punto culmine pero le apenaba decirlo, Isuke no dejaba ver sus sentimientos tan fácilmente y Namatame creía que si le revelaba los suyos ella la desaprobaría.

A manera de malicia, Isuke metió una de sus manos bajo su camisa hasta su espalda, rasguñándola con sus cuidadas uñas; no le gustaba sentir sus rasguños, le dolían y en una ocasión, donde consiguió la cicatriz del labio, su erección se bajó en tiempo record; pero nada podía hacer, a Isuke le gustaba o al menos eso quería creer, por si sola ya le costaba que esa exigente mujer se viniera, no podía pedirle que se contuviera. Además, cuando tomaban un baño ella misma se encargaba de sanar cada cosa que hiciera sobre su cuerpo, era como una silenciosa disculpa.

Sus caderas se movieron tres veces más, al mismo ritmo que las de la chica que consideraba su novia, pues Isuke siempre le prohibió llamarla de esa forma, y en un gemido lograron llegar ambas, algo muy difícil, raro que pasara pero allí estaban, la de melena color vino tratando de recuperar la respiración acostada en esos prominentes pechos sin ya fuerzas al igual que Isuke, está sujeta de sus caderas por la otra para que no se lastimara con la barra, pues era incapaz de sostenerse más tiempo. Había tenido en el pasado amantes, amores de una noche y hasta relaciones de un par de meses, pero Namatame era hasta el día de hoy quien se llevaba el premio por hacerla llegar. Jamás antes lo había hecho.

Aquello había sido un buen polvo.

La más alta cargo con delicadeza a la otra chica y la bajó de la barra. Mientras Isuke acomodaba su sujetador metiendo dentro sus pechos, Namatame se subía el pantalón oscuro junto a sus propias bragas, abotono su camisa pero dejo los últimos tres abiertos, esto le incomodaba un poco, pues se veían claramente los nacimientos de sus pechos pero a ella le gustaba, en una ocasión lo dijo en son de broma, quizás cuando compraban ropa para ella, no lo recordaba del todo.

― ¿Qué era lo que…iba a hacer?―dijo desordenando aún más su alborotada cabellera color vino, su mente aun daba vueltas por el sexo. Si había algo que Isuke sabía, era la manera de hacerle tocar el cielo de unos pocos movimientos. Aunque…desearía que fuese un poco más…amorosa con ella. Apenas y se besaban en medio del acto, sin contar que le evitaba las miradas.

―No lo sé baka, Isuke estaba aquí y de pronto la subiste a la barra―el insulto le dolió, era una de las cosas de las que jamás podría acostumbrarse de su reina―no empieces Namatame―dijo alisando su falda al ver la expresión que ponía en su rostro.

―Sabes que no me gusta que me insultes, Isuke―dijo tomando asiento, frente a ella el correo de esa mañana, esa era historia de cada día, no toleraba esos modos de ella, no los entendía, vivían juntas, dormían juntas pero parecía que hasta allí llegaba todo para la chica peli rosa.

―Isuke-sama―esa chica, pese a todo el tiempo juntas, se negaba a llamarle como ella quería y eso la molestaba.

―Las cuentas volvieron―Isuke se independizó de sus padres poco tiempo después de "conocer" a Namatame, su madre no aprobaba esa relación, pensaba que era peligroso para Isuke, pero ya saben lo que dicen "Prohíbele algo a alguien y más querrá aquello" así pensaron sus padres, dejaron que se fuera con la chica, no contaron con la completa devoción de la pelirroja, durante medio año no regresó con sus padres y estos dejaron de enviarle dinero como estímulo para que volviera y Eisuke dejó de conseguirle misiones. Ella tenía que esperar a que llegaran solas y por supuesto, competir contra la buena reputación de su madre como asesino a sueldo, algo un tanto difícil pero no imposible si tenía a una chica como Chitaru a sus órdenes.

―Si cobraras por tus misiones, no tendríamos que preocuparnos por ellas―dijo apoyándose en el respaldo de la silla con su cadera y cruzada de brazos, sentía el interior de las piernas salpicadas y pegajosas, Namatame se las pagaría a la noche. Sabía que no le gustaba que acabara dentro.

―Mi maestra me entrenó para ello, lo hago por ella y lo que me enseño, no por el dinero―dijo viéndola tratando de ablandar un poco a la chica y que la comprendiera, pero esta solo bufo volteando a otro lado crispada―ten―dijo dándole un sobre con algo de dinero, la maestra de Namatame no estaba al tanto de la relación que llevaba con la peli rosa y no deseaba que se enterase, sentía que podría decepcionarla.

― ¿Qué es esa?―dijo refiriéndose a un sobre negro con un extraño símbolo de media luna, se apoyó en el hombro de la pelirroja apretando sus pechos contra su oreja. Esto la ponía nerviosa pero mantenía la compostura, abrió el sobre y vio que era una invitación dirigida a ambas.

Una sonrisa se dibujó en el rostro de Isuke, una que mostraba diversión junto a los fríos ojos, Namatame sabía lo que significaba ese gesto y esa carta. Cerró los ojos un momento.

―Parece que nuestros problemas de dinero desaparecerán, ¿verdad? Chitaru―dijo acariciando su melena roja, bajo su otra mano acariciando su mejilla y mentón, le daba tales atenciones como si fuese de su propiedad―Lo harás por Isuke ¿no? Mi leon~3―dijo en un tono seductor y de aparente ternura. Sus manos eran muy suaves, sabía que con eso podía pedirle lo que fuese, Namatame era débil cuando le mostraba ese lado delicado.

―Sí. Lo are por ti, mi ama―dijo abriendo los ojos de golpe, mostrando sus afiladas pupilas dilatadas dentro de ese iris color carmesí, dignos de cualquier fiera, su tono de voz igual se tornó amenazante, como si tuviese dentro un gruñido.

Isuke sonrió complacida, había formado a su gusto a aquella fiera. Y debía admitir que le gustaba. La chica tenía un aire de majestuosidad que le atraía y en la cama tenía buenos puntos. No era raro que vivieran una relación tan larga en la que jamás había volteado a ver a alguien más. Inukai Isuke le había sido fiel desde que comenzaron.

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―Azuma…Azuma…―una chica con cabello esponjoso movía el cuerpo desnudo de su compañera de cuarto, quien dormía boca abajo abrazándose a una almohada; la chica tomó sus lentes de la mesita de noche donde en ocasiones los dejaba cuando compartía cama con la de cabello azul, también estaba desnuda, se cubría los pechos con la sabana―despierta, llegaremos tarde a clases―dijo acariciando su cabello en un intento más porque despertara, la chica abrió lento los parpados y miró a los ojos de la otra, le gustaba cuando no tenía puesto los lentes, la mira un momento y sin importarle la nula ropa sube lento sobre ella viéndola siempre a los ojos buscando un algo en ellos que no sabía describir o nombrar, apartó la vista de ellos y se fijó en cada parte del cuerpo de la chica bajo suyo― ¿Azuma?

Parpadeo notando lo que iba a hacer, tal parece que su cuerpo aún no se saciaba del todo pero ella le dijo que iban a llegar tarde a clases, debía controlarse.

En cambio Siena tenía calor en las mejillas, le gustaba la chica, le parecía alguien seria y centrada, de echo lo era, pero un poco fría e inexpresiva, no recordaba una ocasión en que le dijera "te quiero" pese a estar en una relación de ya un par de años.

―Disculpa mi actuar, tomare una ducha―directa, la observo levantarse de la cama y dirigirse al cuarto de baño, miro a sus piernas y toco su sexo, no sabía si se encontraba húmedo por la noche anterior o por el acercamiento de ella; hacerlo con su compañera de cuarto era de lo mejor para ella, sabía dónde y en qué momento tocar, sólo con sus manos lo graba hacer que se viniera pero…algo faltaba siempre, Azuma dormía con ella y jamás le había sido infiel, pero sentía que no la deseaba por completo, esas miradas insistentes a los ojos sin pronunciar una sola palabra jamás le habían gustado.

Suspiró y dijo:

― ¿Por qué siempre haces eso Azuma? Te acercas a mí, provocas esto y luego te retiras disculpándote por como actuaste, deberías disculparte por no continuar…―empezó a acariciarse de a poco, la punta de sus dedos se humedecían con cada movimiento de su mano, tocaba la zona más húmeda y con la yema de los dedos hacía que su punto más sensible se humedeciera con esos líquidos, ya de esa forma se daba placer con esa sensible parte que tantas veces había tenido que estimular; había aprendido de Azuma, ella siempre prefería hacerlo con sus dedos que con su miembro, Shiena no se quejaba pues era muy buena en lo que hacía, pero sólo venirse en su mano no era suficiente―no me…importaría…llegar tarde si…fuese contigo…ahh…―ya jadeaba, se sentía cerca pero trataba al mismo tiempo de tener un oído en el sonido de agua cayendo. Luego de unos movimientos más sintió con desespero como toda su excitación se desvanecía en un minuto, no por conseguirlo, sólo…se esfumo, gruño por lo bajo y miró su mano, los dedos de en medio escurrían su esencia. Suspiro y tomo algo de su ropa esparcida en el suelo para limpiarse. A Azuma no le gustaba manchar las sabanas, de ninguna forma.

Se levantó y miró en dirección del baño, se puso a pensar en la chica que dentro tomaba una ducha. Azuma Tokaku era la mejor dentro de un área específica de clase en esa academia, el área del maestro Kaiba, sabía de lo que trataba, entrenaban para asesinatos y su novia era la mejor en eso, sería una de las mejores adquisiciones en esa organización; Shiena la conocía desde primer año, tomaban juntas las clases generales, aquellas que nada tienen que ver con qué tipo de calibre puede perforar un cráneo, la academia N°17 la había aceptado luego de pertenecer a Despido Colectivo, su grupo se desintegró un año atrás, la policía dio con la mitad de los involucrados pero no con Shiena, la hacker borro todo dato de la organización, aquellos que quedaron presos fue cuestión de mala suerte, trató de ayudarlos pero las pistas que dejaron en sus escenas del crimen eran irrefutables.

Luego de su ingreso a la academia N°17 el maltrato escolar a ella volvió, nuevo y refrescante como si fuese el primer día y si en una escuela normal el acoso era malo en una escuela con una clase especial rebasaba por mucho el dolor físico y psicológico. Aun lo recordaba. Había estado corriendo por los interminables pasillos de la escuela, su condición física era lamentable, sus perseguidores tomaban las clases especiales del maestro Kaiba después de clases, claro que eso no lo sabía en ese momento, de lo contrario se habría asegurado que no la alcanzaran y así evitar lo que le siguió.

De su boca chorreaba sangre, no sabía si por el labio partido o los golpes y patadas en el estómago, no podía mover el brazo izquierdo y sus lentes estaban rotos frente a ella, la sangre de su cabeza le impedía abrir del todo su ojo derecho. Frente a ella sus captores la acorralaban contra un pasillo sin salida que daba a las escaleras que conducían al tejado. Prefirió no subir, sabía de los accidentes en los tejados.

Uno de ellos rio a la vez que sacaba una navaja, abriéndola con maestría se le acercaba mientras otros dos la sujetaban de los brazos, vio la navaja de cerca, cuando la usaron para de un movimiento tirarle los lentes, y sabía que las cosas irían muy en serio. Cerró los ojos esperando sentir como la punta atravesaba su carne cuando la puerta que daba a la azotea se abrió.

Todos voltearon a ver la mirada fría de la chica con cabello azul corto con ojos de igual color. El líder del grupo se rio un poco sabiendo de quien se trataba, le dijo que se perdiera y ella no respondió, solo se acercó inexpresiva hasta donde ellos estaban, les dijo a los matones que la soltaran y se metieran con alguien de su calibre. Sin pensarlo mucho uno de ellos que estaba a su espalda trato de golpearla pero ella se deshizo de él con un codazo en el estómago y una barrida para que callera de espaldas. Los demás trataron de ayudarlo pero luego de un par de minutos los cuatro acabaron en el suelo.

El resto es historia antigua. Shiena le agradecía a la chica por salvarla de ellos y la Azuma, luego de ver la manera lamentable en que la dejaron, se ofreció a ayudarla a defenderse, entrenaban juntas y salían a correr. Ninguna de las dos era muy sociable, pero sus formas de ser calmadas y serias las hacía estar cómodas en presencia de la otra. Su "relación" dio inicio en un día lluvioso, Shiena corría al cuarto que compartían, un lugar muy sencillo con dos camas, un baño y una pequeña mesa donde comían o hacían sus tareas.

Su uniforme había quedado empapado, la ropa se le transparentaba y de su cabello caían las gotas de lluvia. Sus lentes no la dejaban ver, estaban completamente mojados y empapados. Los dejó en la mesa y al voltear donde escucho la voz de su compañera de cuarto distinguió como se le acercaba lentamente, no la había escuchado bien por los jadeos.

Tokaku jamás la había visto así, con la ropa pegada a su cuerpo y sin esos lentes con los que parecía incluso dormir. Se acercó para verla mejor y sintió como algo en su anatomía despertaba por vez primera aprobando la visión de aquella chica. Sacudió la cabeza pensando en que era una tontería pensar así de Kenmochi, pero verla quitándose la falda acabo con sus fuerzas. La llamo para que volteara y en cuanto estuvieron cara a cara atacó sus labios y sus manos se hicieron dueñas de la piel desnuda. Al principio no hubo respuesta, no la esperaba de cualquier forma, pero al poco tiempo los brazos le rodearon del cuello, haciendo aún más exigente ese beso y más estorbosas las ropas. La cargo tumbándola en una de las camas sin perder detalle en la chica, ambas respiraban agitado pero no tardaron más de dos segundos en volver a besarse, esta vez quitándose las ropas que quedaban entremedio de besos ensalivados y hambrientos. Shiena recibió una grata sorpresa al ver la erección de Tokaku. No tenía idea de que esa fuera su condición pero esos pensamientos se fueron al traste en cuanto sintió el dolor de la penetración por primera vez.

Negó repetidas veces, ¿Cómo podía quedarse pensando eso cuando faltaban treinta minutos para que las clases comenzaran? Entró al baño tan pronto la otra salió, tardó diez minutos en estar lista. Tokaku la esperaba con ambas maletas al hombro ya fuera de la habitación. Caminaban sin pronunciar palabra a su clase, tomaron asiento y en cuanto su maestro llegó les indico a ambas que el director las esperaba en su oficina, el director Kaiba.

En cuanto salieron, uno de los alumnos movido por la curiosidad preguntó porque las habían llamado, el maestro solo se encogió de hombros y pronuncio la palabra "intercambio" para después llamarles a abrir el libro de matemáticas en la página 13. El tema de hoy "posibles variables".

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Era una agradable tarde calurosa de verano, el aire corría fresco para hacer dormir a cualquier incauto que se quedara tumbado en una hamaca o recostado en algún porche, los había incluso que se dormían en el suelo fresco de esa tarde. En una residencia de apartamentos, los niños corrían a jugar con otros chicos de su barrio, los 6 jóvenes de una familia corrían de aquí para allá jugando con un balón, las 3 niñas más pequeñas jugaban a la sombra de un árbol cual señoritas, insultando la muñeca de la otra. Un agradable fin de semana donde la ley era divertirse o descansar del trabajo de esa semana.

―Ara ara Misuki-chan, trata de trabajar en equipo con Fuyuka-chan o los gemelos volverán a pasarte―dijo una voz suave y amable mientras veía el campo donde jugaban los jóvenes Sagae.

―Shuto-sam, hola―sonrió la chica saludando, en su distracción Hayaka pateo el balón dándole en la parte de atrás de su cabeza, se arrodillo en el suelo pegando su frente al pasto mientras sostenía su cabeza intentando disminuir su dolor.

Suzu rio un poco tras un puño, era divertido observar los enérgicos hermanitos de su novia:

― ¿Esta Haruki-sam en casa?―los gemelos la miraron sonrientes desde donde trataban de hacer que Misuki se pusiera en pie.

―Está en casa, no quiso acompañarnos a jugar―dijo Saburo mientras le señalaba en un gesto de la cabeza su apartamento del último piso―pase adelante, Shuto-sam.

―Gracias Saburo-kun y cuida de tu hermana―dijo ya encaminada.

― ¡Las alcanzamos en cuanto acabe el partido!―gritaron los gemelos que ayudaban a ponerse en pie a una chica enojada con su hermana.

― ¡Ok! Tengan cuidado―paso por donde las pequeñas y acaricio el cabello de una sonriente Yuki. Camino a un ritmo de quien tiene el tiempo del mundo, algo muy acertado en su condición. Sonrió sintiendo esa agradable brisa veraniega que le traía una calma y tranquilidad que pocas veces había sentido en su vida, hasta que conoció a esa pelirroja. Subía las escaleras peldaño a peldaño, ella trabajaba en un hospital como secretaria, había visto esa familia en muchas visitas a su madre, especialmente a la mayor de todos ellos con ese tono de cabello tan llamativo. Habían hablado en varias ocasiones, era una persona con la que era muy fácil divertirse, educada y responsable eso era notorio por el estado en que mantenía a sus hermanos, sus ropas, pese a ser viejas, no estaban rotas o maltratadas, los niños se mantenía nutridos y se les veía muy sanos. Toda esa juventud y vida por delante que tenían…le parecía algo envidiable y quiso saber más de esa singular familia.

Invitó a la chica una café, hablaban de todo y nada a la vez. Entre su charla la noche llegó, eran inicios del otoño, cuando las hojas muertas caían para dar paso a la nieve y los retoños. Caminaban un poco pegadas, sus manos se rozaban de vez en cuando al ser balanceadas del lado de sus cuerpos, las embargaba un silencio cómodo del que ninguna quería salir pero ciertas personas no estaban al tanto de eso; Haruki estaba tensa, su despreocupado paso había cambiado a uno crispado y silencioso, sus ojos se movían sin que su cabeza lo hiciera, veían sobre su hombro y Haruki la tomo en un instante de la mano, jalándola en un inesperado dentro del callejón, corrieron un poco y se detuvieron en medio de este, le indico que se agachara y no saliera de ese lugar hasta que volviera por ella.

Su corazón palpitaba ensordecedor por no saber lo que ocurría. Haruki le toco la mejilla y le indico que se quedara allí. Escucho como saludaba amigable a unos tipos, no quería ver, sabía lo que pasaría así que cerró los ojos y tapo sus oídos, se sentía pésima por no salir y ayudarla pero ella poco y nada podía hacer. Luego de minutos que se le antojaron horas unas manos le tocaron, ella pegó un brinco y lanzo su puño por delante, impactando contra una mejilla, el quejido que pego la persona le mostró de quien se trataba, se sobaba la mejilla mientras se disculpaba por tan espantosa cita pero que no era necesario que la golpeara. La observo asombrada y después al inicio del callejón, cuatro fornidos hombres tirados en el suelo, aparentemente noqueados. Haruki tuvo que explicarle de su vida, esos hombre eran de pandilleros que trabajaban para su antiguo jefe que insistía en que volviese al club. La chica tenía un tormentoso pasado. Triste. No la culpaba si quería alejarse de ella de aquí al resto de su vida a lo que respondió con una risa, eso la mataría de aburrimiento. Le explico de su enfermedad y por las cosas que había pasado en su larga vida, jamás se había divertido tanto ni había tenido esas emociones desde hace muchos años.

Días después, Haruki se animó a pedirle que fuesen a una segunda cita, a lo que le vino una tercera y una cuarta, quinta, sexta y una propuesta de que fuese su novia.

Al día de hoy llevaba poco más de medio año desde que salía formalmente con esa chica que dormía a pierna suelta sobre el sofá de la sala, vestida con unos shorts viejos de algodón que le quedaban un poco grandes dejando ver el inicio de unos bóxers negros con corazones rojos y un top deportivo bajo su camisa de botones completamente abierta.

―Que descuidada, dejando la puerta abierta y en esas fachas―dijo apartándole un mechón de cabello de su frente y jugando un rato con este, enredándolo en su dedo a la vez que con los otros le acariciaba el rostro.

Haruki a veces sufría de un sueño pesado, en esas ocasiones era un tanto difícil despertarla, sus hermanos lo hacían con un vaso de agua sobre su cara, se divertían haciéndolo pero Suzu sabía de otra forma de hacerle abrir los ojos.

Bajo su mano por su mentón hasta el inicio de su cuello, donde se detuvo para brindarle caricias con la punta de sus dedos en esa parte un tanto sensible de su novia, esta se movió un poco murmurando incoherencias pero con el inicio de una sonrisa en su boca. Suzu sonrió complacida y bajo su otra mano acariciando su abdomen y la parte sensible de sus pechos. Haruki no soñaba, pero sentía de alguna forma en segundo escenario las caricias que recibía, como esas pacientes manos la jalaba de vuelta al mundo lucido, despertándola con una sonrisa buscando esos ojos de un amarillo claro muy bonito.

―Hola Suzu…―dijo con los ojos medio cerrados.

―Hola a ustedes dos…―dijo tapándose la boca ahogando una risa. Eso desconcertó a la pelirroja en un principio, después bajo la vista para observar ese notable bulto en sus shorts, imposible de ocultar o disimular, era una erección en todo su esplendor que gritaba "¡Hey, mírame, estoy aquí, quiéreme, bésame!" y vaya que la de cabello azul la podía notar.

― ¡Ah!―grito tapándose con las manos―lo siento Suzu, lo siento―dijo sonrojándose.

―Yo lo siento, Haruki-san, no pude resistirme a despertarte…―dijo tomando ambas manos de la chica para apartarlas―yo te provoque esto…debo hacerme responsable…―dijo sonriéndole a los ojos a la vez que estimulaba por sobre la ropa el miembro de la chica, sacándole a esta un temblor al ritmo de un suspiro.

―Je…supongo que sí…pero me gusta despertar con tus manos en sima…―dijo irguiéndose con los codos para besar esos finos labios mientras la de cabello corto metía sus manos bajo la ropa interior y shorts, la punta ya estaba humedecida por los líquidos pre seminales, movía su mano de arriba abajo a un ritmo constante que le sacaba gemidos perdidos en medio del beso. Haruki no se quedó atrás, una de sus manos se aventuró bajo el vestido veraniego de Suzu, más específicamente al centro con una pequeña humedad, apretó en ese punto y pudo notar un gemido contra sus labios, bajo poco a poco esas bragas hasta sacarlas del camino sentándola en su regazo, eran de un lindo color azul celeste, las dejó a un lado con parsimonia, liberado esa pequeña cueva introdujo uno de sus dedos ayudada de la humedad que había entre sus piernas; Suzu no pudo continuar con el beso por los gemidos que soltaba, Haruki movía su dedos con delicadeza, no quería exigirle de más, sabía que tenía el físico de una chica de su edad, pero aun no acababa de entender cómo es que debía de tratarla o como le gustaría que la trataran.

―Haruki…―dijo en medio de jadeos, le pedía hacerlo, pero la duda estaban en los ojos de la pelirroja, no era muy seguro hacerlo estando sus hermanos jugando en el campo a un lado de la casa, Shuto pudo ver la duda y decidió tomar riendas en el asunto: bajo un poco más los pantaloncillos de la pelirroja junto a los boxer´s, sus dedos acariciaron la suave piel de su abdomen, deslizándose hasta esa cosa que se encontraba hasta arriba, deseosa por introducirse en algún lado, eso excitaba a la de cabello corto, verla erguida gracias a sus toques.

Jadeantes unas pequeñas gotitas de sudor ya empezaban a bajar por el cuello de Suzu, pero no gracias al calor de la tarde. Subió al regazo de Haruki, apoyo sus manos en su abdomen para que se recostase, esta la veía sin perder detalle junto con su sonrisa, tomó unos dulces de menta que su novia le regalaba periódicamente, sonreía y se acercaba para besarle, entre bailes de lengua tomaba uno que otro de esos dulces directamente de su boca. Le gustaba ese sabor, le hacía olvidar lo horrendo de las pastillas que tomaba para combatir su enfermedad.

Gimió en labios de la pelirroja en cuanto esta lo fue metiendo, poco a poco, demasiado lento para su gusto; Haruki era fuego, pero al intimar se asemejaba a una llama controlada, en vez de un incendio en la cama. Pese a ello, no la dejaba sin satisfacer, en sus momentos íntimos iba lento y rítmico, sus manos diestras la tocaban en sus puntos sensibles, encaminándola a ese pedacito de cielo que tocaba abrazada a su espalda.

Movió de adelante a atrás las caderas sobre la chica, notaba que en ocasionales momentos soltaba suspiros cuando la punta tocaba con sus paredes.

—Suzu…sólo disfruta…—dijo sonriéndole mientras la movía con sus manos sobre la cintura para que subiera y bajara sin que ella se esforzara.

—Pero…—dijo sonrojada, Haruki negó sonriendo y moviéndose ahora ella, un poco más rápido, un poco más profundo. Las descargas eléctricas se hicieron más largas y constantes, empujándola poco a poco y acelerando, nublándole la mente. La mejor parte de sus momentos con Haruki.

— ¡A casa chicos!—escucho la pequeña parte aun consiente de ambas, se vieron a los ojos completamente abiertos y asustados.

— ¡El último no cena!—y con ese grito los nueve niños corrieron en estampida a su casa, pisadas rápidas que acortaban distancia en tiempo record a la puerta abierta del último apartamento.

— ¡Hola Haruki-nee-chan!—gritó Misuki entrando con una enorme sonrisa, que le devolvió su hermana, que tenía a su novia sentada en sus piernas, apretando las manos contra su regazo.

— ¿Me devuelves mis…?—dijo sonrojada, sentía el enorme bochorno en sima por la situación. Jamás en todos sus años de vida había caminado por la calle sin ropa interior.

—Luego, en tu casa…—susurró, pensando en cómo debía disculparse por obligarla a pasar tan incómoda situación.

— ¡Oh! ¡Nee-sam, llego esta carta ayer!—les gritó Fuyuka desde las escaleras, la chica le dio el sobre negro a Misuki para que la lanzara a su hermana, ambas vieron como esa nueva oportunidad que peleaba contra la brisa, al igual que Suzu para que el vestido no se levantara dejando a la vista su condición de mujer, bajaba hasta manos de Haruki.

Era un cambio enorme dentro de un sobre tan pequeño.

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Se escuchaban diferentes ruidos en ese barrio, gritos cuya razón de ser oscilaban entre dolor, enojo o simple desesperación; la banqueta y paredes tapizadas de grafiti de mal gusto donde la palabra "culo" jamás faltaba. La mayoría de las ventanas sólo contaban con vidrios a medio romper o estaban entabladas; por la noche el alumbrado no existía, las calles y callejones se sumían en una completa oscuridad, eran barrios peligrosos aquellos. Justo lo que necesitaba un famoso asesino en serie y su amante.

—Ah…ah…jamás había estado tan dentro…y tu…tan apretada…me encanta—dijo relamiendo la saliva de la esquina de su boca, jalaba de unas aparentemente delicadas caderas mientras empujaba completamente su erección dentro de quien le ofrecía su trasero en esa posición tan burdamente llamada "de perrito".

—Ta-takechi-sam…onegai…no tan rápido…—su cabello plateado caía en cascada sobre su rostro, se sujetaba de las sabanas a la vez que sentía su propio miembro dolía y palpitaba, lo único que evitaba que se viniera eran las punzadas de dolor puro que sentía cuando la chica de ojos verde agua entraba demasiado.

—Sólo disfrútalo…Mahiru-chan…anda—dijo inclinándose para apretar uno de sus pechos desnudos; sus ojos se veían como los de un depredador extasiado. La chica gimió en respuesta, sentía como sus caderas dolían por la manera en que jalaban de ellas y como le introducían ese miembro demasiado grande para su coño, pero esas manos eran expertas en ese campo, se movían diestras sobre sus erectos pezones provocando toques eléctricos hasta la punta de su erección.

—Ta-takechi-sam…por favor…mi…mi…—dijo sin poder pronunciar la frase completa, ya sea por vergüenza o por falta de aliento, pero el mensaje lo entendía su acompañante, quería que la masturbara hasta hacerla correr. Takechi evitó dar un suspiro, se sentía pasando el limbo, el primer círculo y casi cayendo al segundo como para dedicar tiempo en quejarse. No le gustaba tocar erecciones que no fuesen la suyas, pese a que en sus asesinatos se tomaba su tiempo de saber si su presa tenía o no algo colgando entre sus piernas. Nunca había matado o cogido con una chica que sin falo entre las piernas. Sonrió sin dejar de mover las caderas, tomó una de las finas manos de la chica y la coloco sobre su propio miembro erecto para que se diera ella misma placer sin que tuviese esa sensación pegajosa después en su mano.

—Anda…sin miedo…—sonrió con malicia, sabía cuánto le apenaba a Mahiru hacer ese tipo de cosas, ponerla incomoda y nerviosa era de sus pasatiempos favoritos—eres una niña sucia ¿no? Mira que masturbarte a ti misma mientras te enculan…

—Sigue hablando y te partiré la cabeza—dijo la voz salvaje de la persona con la que Mahiru compartía cuerpo—ahora, quita tu porquería de mi—sus ojos mostraban el enorme deseo que bullía por lanzarse contra la chica de las tijeras y provocarle daño, mucho…mucho…daño.

—Hola, Shin´ya—dijo sonriendo de forma sínica, se golpeó mentalmente por no tener en cuenta el sol que se ocultaba tras la sucia ventana— ¿podrías volver en otro momento? Mahiru y yo dejamos algo pendiente—dijo haciéndose la graciosa, después sintió un golpe en el estómago, que la tumbo contra una vieja mesa, esta se rompió bajo su peso y la fuerza del impacto, miró con rabia contenida a la segunda personalidad de su chica, la mirada era muy pesada, parecida a estar frente una bestia sedienta de sangre; Shin´ya se enfundaba en unos pantaloncillos de mezclilla sucios y deslavados, la erección en su pierna se había bajado y ella estaba saliendo del cuarto dando un fuerte portazo que hizo temblar las bisagras—cuídate de que no te encuentre esta noche…u olvidare que solo eres un huésped…

No entiendo cómo sigues con esa perra.

Takechi-sam nos acepta tal y como somos. Ella nos protegió en esa ocasión y…creo que nadie más nos querría…a ambas.

La voz se escuchaba triste, pero al mismo tiempo, soñolienta, pronto Mahiru iría a dormir dentro de su mente dejando a Shin´ya con el control total del cuerpo.

Sólo te quiere a ti, yo soy un estorbo…y un día de estos ninguna de las dos lo aguantará más tiempo…dijo imaginando como tomaba el martillo colocado en la esquina de la habitación.

Shin´ya…por favor…no…

—Tsk…vale—. Dijo caminando escaleras abajo. Fue lo último que escucho de Mahiru antes de dormir. En el día Shin´ya igual dormía, o al menos trataba de hacerlo, cuando Takechi estaba presente no lograba encontrar ese lugar calmo en el cual descansar, la mente que compartían se nublaba de una asquerosa bruma combinación de vergüenza, excitación y ansias. Y los gritos, gemidos y palabras eran una tortura constante, escuchar como trataba a su Mahiru le dolía y asfixiaba, anhelaba con desespero la caída del sol para alejarla de ese monstruo.

Pasó por los buzones de ese abandonado edificio en decadencia pero se detuvo en el que parecía de su apartamento; ni ellas u Otoya recibían correo, jamás habían dejado algún tipo de dato para que les llegara correspondencia. Tomó la carta negra en sus manos y se la guardo, ella no volvería a ese lugar sino hasta una hora antes de que el sol se alzara, no soportaba sentir como trataba a Mahiru, no lo soportaba y se sentía impotente de no poder hacer nada para remediarlo, se iba a otro sitio a pasar la noche para proteger su cuerpo por algunas horas ¿Por qué hacía tal cosa? ¿No sería más sensato irse de una buena vez? No podía. Porque esa perra era la jodida novia en el día.

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—Esto no será una clase negra ¿verdad?—dijo la portadora de unos ojos azules refulgentes a la chica rubia que sonreía mientras jugueteaba con una Tablet.

—Tranquila, Kaminaga-sam, nosotros cumplimos lo que prometemos, esto no será para la clase negra—sonrió de oreja a oreja, pereciendo un pequeño demonio con esos ojos rojos y dientes afilados—será algo mucho más grande para proteger a Haru-chan.

— ¿De qué hablas Hashiri? —dijo levantándose bruscamente de la silla, tirándola al suelo.

—Por favor tranquila, estas asustando a Haru…la pobre ya tuvo suficiente de emociones fuertes ¿no crees?—fijo la vista en la chica que temblaba un poco, la de cabello negro se acercó a la de menor estatura para abrazarla contra su pecho.

—Te llevare a la habitación Haru—dijo levantándola, pero esta se apartó un poco.

—Haru quiere escuchar lo que Nio tiene que decirnos—apretó un poco la mano de la chica de cabello negro.

—Yo hablaré con ella después, vamos—puso su mano en la espalda de la otra y la empujo fuera de la habitación aun en contra de sus protestas. Caminaron frente a un edificio en reparación, el salón donde el décimo grupo de la clase negra había desaparecido por completo y la academia debía reparar los daños. Era una especie de milagro que toda la estructura no se viniera abajo.

Haru bajo la mirada al pasar por allí, sintió cómo una mano la obligaba a detenerse, Kouko observaba ese lugar ensimismada en sus pensamientos, ojos azules buscaron el iris de color rosa.

—Nada tuviste que ver…fui yo…hice lo que debía para protegerte de ellos—su voz era igual a la empleada por alguien que recita un discurso de memoria, las palabras cargadas de significado, pero una voz inexpresiva le mostraba lo poco cargada de sentimiento que se encontraba.

—Gracias Kouko-chan…no sé qué habría hecho sin ti…—dijo sonriendo, o tratando de hacerlo, la culpa que sentía era mucha, diez jóvenes habían muerto, quince más aparte de la clase negra, muchos otros resultaron gravemente heridos y todo gracias a una docena de bombas colocadas estratégicamente en todo el décimo piso de estudiantes.

—Vamos…tomaremos un baño e iremos a la cama; mañana en la mañana iré a hablar con Hashiri sobre lo que están planeando—dijo retomando el camino a los cuartos a paso rápido.

—Kouko-chan…—la joven se detuvo más no volteo a verla— ¿por qué quedarnos?—no entendía las razones de su protectora por permanecer más tiempo en ese lugar, eran medianamente libres luego de lo ocurrido en ese edificio: los organizadores no aprobaron del todo los métodos de la abeja reina para salvar la vida, habían violado la regla de no herir a alguien fuera de la clase negra.

—Haru…—habían llegado al cuarto, todo se sentía tan solitario siendo las únicas en ese lugar—no tenemos donde ir por ahora, mi organización espera mis reportes y a ti una más grande por lo que sabemos, esta tras tu huella. Nuestra única opción por el momento es permanecer con Myōjō mientras decidimos donde ir…aun soy incapaz de protegerte de quien sea…—dijo posando su mano en la mejilla de la chica— ¿te eh dicho que me encantan tus ojos? Tienen un tipo de…destello…—perdía la voz poco a poco, no de forma natural, sino por órdenes de dejar de hablar, sus ojos azules color cielo se veían encapotados.

Acerco sus labios a los de Haru y esta no pudo hacer más que responderle, sino con toda el alma, si con sentimiento. Se abrazó al cuello de Kouko y esta dejo sus manos sobre su menuda espalda, las prendas fueron cayendo muy lentamente hasta quedar solo en ropa interior, Haru acostada de lado mientras la de cabello negro le abrazaba la cintura y apoyaba su mejilla en su hombro, su pecho pegado a la espalda de Haru al igual que su miembro calmo a sus nalgas.

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Las personas ricas pueden ser muy distintas entre sí, las hay con gustos ostentosos y caros, otros con gustos infantiles por la sencillez de los plebeyos, con gustos obscenos y enfermos, otros por la belleza de las artes.

Cierta niña rica era de ese tipo, gustaba las cosas delicadas, finas y con un toque de lindura e inocencia.

Sus finas manos tocaban lentamente unas delgadas piernas, subiendo por la piel fresca hasta los pliegues de la ropa que marcaban la línea entre lo placentero y lo cariñoso.

—Agradezco que me ayudaras a salir de Datura, pero no soy tu propiedad Hanabusa—dijo una voz soñolienta a la vez que una pequeña mano se posaba sobre la aludida.

—Lo siento, Kirigaya, te he despertado—sufría de insomnio en ocasiones, por lo que se dedicaba a vagar por la mansión hasta encontrar algo que hacer o en lo cual entretenerse.

— ¿Otra vez no puedes dormir?—preguntó la chica con delicada figura, era linda, todo en ella era inocencia y ternura, algo que atraía a la otra, tan voluntariosa por buscar eso en el mundo, encontrarlo y protegerlo: Datura perdió su mejor integrante sin saberlo, el poder del dinero es enorme si se le da importancia.

—No, tengo esa extraña sensación donde no la hay—dijo a la vez que se acostaba frente a la que parecía una niña, tomó uno de sus cabellos para olerlo, dejó el mechón en su lugar y acaricio con tacto suave la mejilla.

— ¿Qué haces?—dijo la chica mientras Sumireko se embelesaba.

—Intento hacer que te acuestes conmigo—palabras que una joven heredera no debería pronunciar, pero a puerta cerrada ella podía darse pequeños lujos de decir palabras algo aventuradas con un porte aristocrático, ese jamás lo perdía. Sus dedos bajaban por el cuello de la chica hasta sus insipientes pechos, que no le restaban belleza, sino todo lo contrario—sabes que todo lo lindo y delicado me gusta…me es imposible no querer poseerte…

—Hanabusa, sabes que no voy a hacerlo…no insistas por favor. Sabes que me agrada estar aquí, vivir contigo, disfruto tu compañía pero no me atraes en…ese aspecto—dijo moviendo los ojos abajo, indicándole la falta de miembro entre sus piernas, lo que la hizo sonrojar, no de vergüenza, a la chica que le brindaba sus atenciones.

—Simplemente no logro entenderte, esas cosas son tan…no encuentro la palabra para describir lo desagradable que es. Me inclino más por la feminidad de un cuerpo de niña como el tuyo, Kirigaya—dijo besando después a la chica, callando el reclamo de llamarle niña sabiendo que ambas tienen la misma edad.

Sus lenguas entraron en contacto poco después de que lo hicieran sus labios, era algo suave pero de toques pasionales, encendían y apagaban una llama dentro de ellas, Sumireko bajó la mano izquierda a la entrada de la chica y tomo nota de cómo es que sus dedos se escurrían dentro con facilidad a esa pequeña cavidad.

—Dices que no te interesa esto y sin embargo, se siente mucha humedad aquí abajo—. Dijo besando su cuello—vamos, admite que te gusta, Kirigaya…

—Son los besos…pero no me atrae…hacerlo…—su voluntad se tambaleaba conforme esos dedos acariciaban su entrada, al punto de crearse tanta excitación que dolía.

En otra ocasión, la de ojos azules hubiera respetado las palabras de la que parecía niña, pero algo dentro de ella se movió su costumbre de obtener todo lo que deseara ganó la partida y unos dedos entraron con gentileza y rapidez a esa pequeña, húmeda y un poco caliente cavidad. Un delicado y asustadizo gemido salió de esa boca, al que le siguieron otro y otro; sostuvo esa mano en un intento vano porque se detuviera de enviarle esas corrientes eléctricas que le hacían caer desfallecida y no sentir piernas, brazos o su propia cabeza.

—Hanabusa…no…no quiero…ahh…—no podía formular frase coherente, sentía tan intensos esos movimientos que no le daban un solo segundo de descanso, llevaban un ritmo constante y aumentaba a cada minuto. Al segundo el ritmo aumento llevándola al borde y los dedos se retiraron, dejándola ansiosa y completamente mojada de sus braguitas.

Miro a la chica con el ceño fruncido, a lo que ella respondió sonriendo:

—Te escuche decir que no querías, no iba a obligarte a hacer algo que no quisieras—cerro los ojos y se dispuso a dormir, el insomnio desapareció junto a lo seco de sus propia ropa interior. La joven de cabello celeste bufo de manera infantil y le dio la espalda tapándose hasta la cara. A la mañana siguiente uno de los mayordomos traería una carta en bandeja de plata dirigida a la chica de cabello celeste, una oportunidad para cambiar su forma de vivir, observo a la chica durmiendo a su lado y pensó en que lo más correcto sería esperar a que abriera los ojos y le diese su opinión. Mientras, volvería a dormir.