MI PRINCESA
(Legolas/Lourea)
Resumen: Todo cambia para Legolas cuando la conoce. Ella es la princesa semielfa hija de Aragorn y Arwen. Una joven deseada por todo el que la conoce ¿Podrá conseguir él su amor?¿Cambiara Tauriel el destino de él? Un nuevo peligro acecha la tierra, y un nuevo concilio será celebrado para acabar con la guerra inminente.
La historia comienza años después a la destrucción del anillo, cuando la tierra se volvió a repoblar y todo volvió a crecer verde de nuevo. En mi relato, los elfos siguen viviendo junto con el hombre en la tierra media y de los puertos grises no llegó a zarpar ningún barco.
CAPÍTULO I- UNA SOLA MIRADA
Tan solo restaban unos días para el esperado cumpleaños del rey. Aragorn, su antiguo compañero de aventuras cumplía ya los cuarenta años, una edad que sin duda los elfos no daban gran importancia. Pero sí los mortales, para quienes el tiempo transcurría notablemente.
Habían pasado ya largos años desde el último encuentro entre Legolas y Aragorn, ya que ambos tenían deberes que atender. Legolas debía mantener la seguridad del Bosque Verde y por su parte, Aragorn, debía asegurar la prosperidad del reino debido a su posición como rey de Gondor.
-Ensillad los caballos, partimos hacia Gondor-Dijo Legolas calmadamente, y los tres elfos asintieron tras hacer una leve inclinación. Acto seguido, el trío se alejó, haciendo ondear sus capas azules.
Al cabo de un momento, los tres elfos volvieron con cuatro caballos blancos, entre ellos y montaron en sus respectivas monturas.
Yo los imité, y tras hacer una inclinación con la cabeza hacia Thranduil, del que acababa de despedirme, asié las riendas del animal. Este relinchó y comenzó un trote sin pausa a través del camino que llevaba hacia la capital de Gondor.
Llegamos a Minas-Tirith al quinto día de viaje, cuando la luna comenzaba a asomarse en el cielo crepuscular.
Llegamos por el camino real, hasta la puerta de la ciudad, donde había un séquito de al menos veinte soldados haciendo guardia. Tras ser reconocidos por los soldados, estos nos dejaron pasar, y un guardia alto de pelo negro nos acompañó hasta la parte más alta de la ciudad, donde se alojaba el rey.
Llegamos hasta un patio de piedra, con un árbol blanco en el centro, el árbol blanco del rey. Entonces el soldado nos indicó que desmontáramos, y tras hacerlo les dimos las riendas de los cansados animales a dos guardias que habían salido a nuestro encuentro, de detrás de la puerta que se encontraba tras el árbol, y que conducía al interior del palacio.
Cuando se hubieron alejado con las monturas, seguimos al hombre de pelo negro hasta la enorme puerta que se hallaba abierta, y entramos al interior tras él.
Había un largo pasillo adornado con estatuas de mármol, que llegaba hasta la sala del trono, donde se encontraba sentado Aragorn, con algunas canas más que la última vez que lo vi, pero que seguía teniendo un aire joven.
-Salve Legolas, hijo de Thanduil, príncipe del bosque negro- Oyó a un hombre anunciar en el extremo opuesto de la sala.
No pude evitar sonreír cuando mi amigo se levantó y al llegar hasta donde me encontraba me dio un fuerte abrazo, al que yo correspondí.
-No creo que sean necesarias las presentaciones- Dijo Aragorn con una gran sonrisa en los labios.
-A pasado mucho tiempo, me alegro de volver a verte- Dije cuando nos hubimos separado unos centímetros.
-No has cambiado nada, y sigues tan joven como siempre- Añadió con una carcajada. –Yo como puedes ver no me conservo tan bien.
-Para mí sigues siendo el de siempre- Reí a su vez.
En ese momento se abrió una puerta, y tras ella apareció Arwen. Llevaba un vestido de seda azul y un moño en el pelo. La elfa se acercó a nosotros con una sonrisa iluminándole el rostro. Aunque había envejecido, seguía siendo tan hermosa como antaño era. Cuando llegó junto a nosotros, le cogí con delicadeza la mano, y haciendo una inclinación, se la besé.
-Mi señora, sigue tan hermosa como siempre, la edad no parece afectaros –la alagué.
Arwen me dedicó una gran sonrisa agradeciéndome el cumplido –Me alegro de que nuestros caminos se junten de nuevo –susurro en un tono jovial.
-Quiero presentarte al resto de mi familia –Dijo Aragorn mientras se dirigía hacia un guardia y le daba instrucciones. Este asintió y se alejó hacia una puerta por la que desapareció.
No tardó mucho en volver, pero esta vez acompañado de dos personas más.
El primero era alto, de pelo corto y castaño ligeramente rubio. Se parecía mucho a Aragorn en su juventud.
La segunda, era menor que su hermano, sin duda había heredado la belleza de su madre. Vestía un vestido rosa suave, con bordados de oro. Tenía el pelo largo y de un color rubio apagado, no llegaba a ser castaño, que le caía en cascada. Su rostro era dulce, de facciones suaves. Sus labios eran perfectos, de un color rojo apagado que te incitaba a besarlos. Y sus ojos eran de un color azul turquesa en el que podías perderte fácilmente. La joven poseía una belleza incomparable, que hizo que la deseara como jamás había deseado a nadie hasta ese momento.
Entonces nuestras miradas se encontraron, sus ojos brillaron como el mismo mar. Y una sonrisa dulce y perfecta se abrió paso entre sus labios. Pareció que el tiempo se detuviera, pero solo un instante. Ya que la joven y su hermano, siguieron caminando hasta llegar hasta nosotros.
-Estos son mis hijos- Anunció Aragorn cuando ambos estuvieron a su lado. –Eldarion y Lourea- El mayor hizo una sencilla inclinación de cabeza hacia mí, y Lourea lo imitó.
Yo hice lo propio y le dediqué una reverencia formal al joven, y tras coger la mano de Lourea se la besé. De cerca era aún más hermosa, tenía una piel suave y delicada echa concienciada mente para acariciarla y besarla. También olía muy bien, su perfume te embriagaba y hacía que te sintieras flotar en una nube.
Tras las presentaciones la princesa se ofreció a mostrarme el camino hacia mis habitaciones, que estaban junto a las suyas.
-Sígueme – Me indicó con una sonrisa en los labios. Yo lo hice, y juntos nos alejamos de la sala, dejando atrás a los demás.
Entramos por una puerta y recorrimos un largo pasillo.
-Mi padre me ha hablado mucho de ti- Dijo ella rompiendo el hielo. Tenía una voz suave y musical, como el canto de una sirena.
-Espero que no solo te explicara cosas malas sobre mí- Ella rio, tenía una risa melódica y perfecta, como toda ella.
-No, la mayoría eran relatos de vuestras aventuras- Me miró un momento sin dejar de caminar, con un paso lento pero elegante que la caracterizaba- ¿Podríais contarme alguna?
Yo sonreí ampliamente –Si esos son sus deseos hermosa dama, entonces os explicaré tantas historias como anheléis, pero tendrá que ser luego, espero que me disculpes, pero ahora estoy agotado.
-Por supuesto, esperaré a luego entonces, pero prometedme que me explicareis alguna.
-Os doy mi palabra- Ella me miró, evaluándome, y entonces asintió con una sonrisa.
Nos paramos frente a una puerta de madera tallada.
-Es aquí- Me indicó abriendo la puerta con un hábil movimiento.
Era una habitación grande y muy luminosa, adornada con sendos muebles de madera que recordaban a los muebles élficos. En el centro de esta había una cama de sábanas blancas con dosel, y un escritorio.
Me volví hacia Lourea –Gracias- le susurré con una sonrisa.
-Si necesitas algo, estaré en mi habitación. Es esa de allí – Me indicó señalando una puerta cercana a la mía.
Yo asentí con la cabeza, y entré en mi habitación. Tras entrar cerré la puerta, y me acerqué al armario que se encontraba en una de las paredes. Al abrirlo, encontré toda mi ropa ya guardada en él.
Acto seguido, ordené que me prepararan la bañera, ya que estaba sucio y fatigado por el largo viaje.
Una vez hube acabado, me puse ropa limpia -un conjunto azul claro- y me trencé el pelo, ahora brillante y limpio.
Poco después de que terminara, un sirviente llamó a la puerta, avisándome de que la cena ya estaba lista.
Al traspasar el umbral, me encontré con Lourea, quien estaba saliendo de su habitación. Vestía un vestido de seda negro, sin mangas y escotado, que remarcaba sus curvas. Llevaba el pelo recogido en un moño. Y en la cabeza una tiara de plata, con una gema de un negro intenso y resplandeciente en su eje.
-Aiya- Me saludo ella en un élfico perfecto.
Le devolví el saludo cordialmente. -¿Hablas élfico? – Le pregunté sorprendido cuando se hubo acercado a mí.
-Sí, suelo pasar el verano con Elrond, en Rivendel, él me enseñó de niña- Dijo con una amplia sonrisa. Entonces me fijó en que tenía rasgos de elfa, sus orejas picudas, su rostro dotado de gran finura, y seguramente también una gran agilidad.
-¿Eres una elfa?
-Soy una Peredhel, en cambio mi hermano es un mortal…–Me sonrió pícaramente.- Ilúvatar lo quiso así.
-Entonces agradécele de mi parte– Le dediqué una sonrisa sincera- no me gustaría que se malgastara tanta hermosura –Noté como un rubor tenue cubría sus mejillas.
En ese momento un guardia llegó hasta donde nos encontrábamos, y le pidió a Lourea que lo acompañara, su padre quería presentarle a alguien.
-El comedor está siguiendo este pasillo, al fondo. Adelántate, enseguida me uniré yo. –Se despidió y marchó tras el soldado.
Yo seguí el pasillo, aunque con cierta curiosidad en mi interior.
Llegué al comedor, una amplia sala recubierta por tapices que representaban grandes escenas de guerra, algunas de las cuales me resultaban familiares.
También, en la estancia había una mesa principal al fondo, sobre una tarima para los reyes. Y otras distribuidas por la sala para los nobles que los acompañaban.
Al poco tiempo esperando, por detrás alguien me cogió la mano con suavidad, reconocí de quien se trataba tan sólo por su tacto.
Me giré quedando de caras a Lourea, quien me miraba divertida.
-¿No te has sentado aún?
-No sabía dónde sentarme-Dije como si fuera obvio, y ella rio divertida.
-Ven- Paso delante de mí, sin soltarme la mano y me condujo entre la multitud, hasta la mesa principal.
-Eres un invitado de honor, puedes sentarte donde quieras. –Me indicó señalando las sillas de la mesa.
-Sería un honor sentarme a tu lado.- Le dije con una sonrisa expectante, sin pensarlo dos veces.
Ella sonrió con ganas y asintió.
Entonces movió una silla cercana al centro de la mesa, y se sentó. Yo lo hice a su derecha.
La sala ya se estaba llenando de gente, todos elegantemente vestidos para la ocasión. Entre los invitados, descubrí a Eowyn, la princesa de Rohan, y a Faramir, el senescal de Gondor. Junto a ellos iba su hijo, un apuesto joven, de pelo rubio como su madre y largo como su padre. Este como yo anteriormente, no podía apartar la vista de la princesa sentada junto a mí.
Entonces caminó hacia ella e hizo una marcada reverencia. Lourea le dedicó una sonrisa e hizo una leve pero elegante inclinación con la cabeza. Después el muchacho se fue a sentar junto a sus padres al otro extremo opuesto de la mesa real.
-¿Quién es? – Susurré con la vista aún clavada en él.
-Su nombre es Elboron, es el hijo primogénito del senescal- Dijo con naturalidad, como si fuera algo obvio.
Yo asentí, y aparté la viste la vista de él, centrándome en el resto de los invitados. No reconocí a ningún rostro conocido, pero sabía que muchos venían de tierras lejanas.
Muchos de ellos lanzaban miradas significativas a la princesa. Quien esa noche estaba preciosa. Parecía brillar con luz propia, como si todo girase en torno a ella. Como si ella fuera cada una de las estrellas que alumbraban el cielo. Era tan hermosa como la luna, y todo el que la miraba quedaba maravillado por su belleza.
Su hermano, Eldarion se había sentado a su izquierda, entre ella y Arwen, quien junto a Aragorn ocupaban el centro de la gran mesa.
Cuando todos se hubieron acomodado en nuestros respectivos asientos, se comenzó a servir la cena. Trajeron platos exóticos, y algunos tradicionales. La mayor parte del menú consistía en carne y pescado, asado o a la brasa.
La cena estaba acompañada por una banda de músicos elfos, quienes tocaban dulces melodías que daban un ambiente acogedor y calmado al evento.
-Nunca había visto a tal cantidad de gente y comida reunida en una sola habitación–comenté asombrado. Ella me miro y una amplia sonrisa se escapó de sus labios.
-Entonces es que nunca has asistido a ninguna fiestecita de mi padre. ¿Me equivoco? –Me miró alzando una ceja y con un semblante divertido.
-Pues… sí, creo que vas a tener razón –reí- hace tiempo que no veía a Aragorn.
-¿Tienes mucho trabajo en el Bosque Negro?
-Sí, últimamente jaurías de lobos acechan en los bosques. Pero no es nada que la guardia del Bosque Negro no pueda combatir –Le corroboré, guiñándole el ojo.
-No, seguro que ningún lobo es rival para el gran Legolas- Ambos reímos, y cuando nuestras miradas se encontraron una corriente eléctrica me recorrió el cuerpo. Jamás había sentido esa sensación antes, pero era agradable.
Acabamos de cenar, y Aragorn habló, agradeciendo a todos los presentes haber podido asistir a su celebración de aniversario.
Entonces todos se levantaron para dar la bienvenida a los barriles de cerveza que comenzaban a llegar al comedor.
La fiesta continuó a medida que corría la cerveza, y los asistentes mantenían conversaciones joviales, algunos más ebrios que otros.
Había perdido de vista a Lourea, cuando me encontré con Gandalf y Gimli, ambos más mayores, sin embargo nada en ellos había cambiado. El enano sostenía una jarra de cerveza en una mano, y daba un largo sorbo a la que sostenía con la otra. Ese enano… nunca cambiará. Reí para mis adentros.
Cuando me acerqué a ellos, Gimli se atragantó, y escupió el líquido que no había podido tragar al suelo.
-¡Legolas! –Exclamaron a coro.
Ese fue el principio de una larga conversación, en la que nos explicamos todo lo sucedido desde aquel lejano día en que nuestros caminos se separaron. Entonces Eomer, a quien tampoco había visto antes, nos saludó con gran efusividad, uniéndose a nosotros en nuestras pláticas. Aunque borracho, aún conservaba la cordura.
-Elfo de orejas picudas- Me llamó una voz risueña a mi espalda. Yo sonreí al reconocerla, mientras me giraba para encararla.
-Pensaba que algún noble te secuestraría toda la noche- Ella rio por lo bajo y me alargó una jarra que sostenía entre sus manos.
-Si no me equivoco, aún no has bebido ni una gota en toda la noche. –Sonrió la elfa alzando una ceja, y acercando más a mí el recipiente para que lo cogiera.
-La cerveza no es para mí- Decliné gentilmente.-Pero te agradezco el detalle.
-Oh vamos, es una fiesta, ¿quién no bebe un poco en las fiestas? – Me insistió, y en su semblante angelical se reflejó una sonrisa juguetona.
-Creo que tú tampoco has bebido princesa.
-Es una bebida de hombres, es tradición que las mujeres seamos las que os la ofrezcamos. –Rebatió impasible, y una media sonrisa cruzó su rostro cuando alcé las manos y le quité la jarra.
Nuestras manos se encontraron por un instante, y alcancé a percibir un leve rubor en sus mejillas.
Bebí el contenido del recipiente en diversos tragos y ella sonrió ampliamente, satisfecha.
-Quien lo diría, ¡Legolas puede enfrentarse a un ejército de orcos, pero no a una jarra de cerveza!- Dijo de forma teatral mientras reía.
-No tengo muy buenos recuerdos del alcohol- Dije mirándola con recelo.
-Si, por tu expresión algo he adivinado- Rio Lourea.
La noche pasó rápido entre música y risas, aunque no volví a ver a la princesa en toda la velada ya que estaba muy solicitada.
