EN EL BOSQUE
Capítulo I: conociéndolos.
La luz de la luna irradiaba todo aquel bosque, la reina de la noche estaba tan esplendorosa iluminando como nunca. El lago cómplice reflejaba su blanca figura dando una dar una imagen muy hermosa de ellas y sus eternas acompañantes.
Dos pequeñas niñas jugaban en el lago divertido, inocente, alegres; sus risas estridentes destacaban en aquel silencio natural. Jugaron hasta el cansancio. La mayor una niña de unos doce años, un poco desarrollada para su edad de pelos castaños largo y piel bronceadas, torcía el pelo negro largo y sedoso de su hermanita, una niña de apena cuatro años. La peino con sus dedos y acomodo su ropa.
-Vamos Milk, es hora de volver a casa. –acomodo rápido su pelo, tomo su canasto con verduras y algunos pescado.
Tomo su mano y salió corriendo, riendo por aquel sendero que ya conocía con su hermanita y canasto acuesta. Corrieron como siempre por aquel camino sin darse cuenta que estaba obstruido por dos personas, cayeron al suelo por el impacto con vergüenza se inclinaron pidiendo disculpas.
-¡Perdón Señores! No lo habíamos visto, discúlpenos por favor. –alzó la cabeza a esos extraños.
Eran dos jóvenes de entre veinte a veinticinco años, tenían el perlo negro como la noche, el mayor de ellos tenía un cabello largo y el menor estaban alborotado, sus contextura física muy varonil como si fueran guerreros. La ayudaron a levantarse, y sin saber por qué los cuatros se miraban con curiosidad. La pelicastaña recordó que debían volver tomando a Milk salió corriendo a casa nuevamente. El menor siguió mirando por donde por donde ellas se fueron.
-Vamos Goku son solo niñas. –movió su cola de mono algo inquieto. –No nos llenaríamos con uno de sus brazos. –dijo mirando junto con su hermano.
-Tienes razón Raditz, no valen la pena. –se adelantó dejando a su hermano atrás y con una media sonrisa.
-Mamá vamos refrescarnos al lago después de que terminemos de juntar leñas. –decía contenta la pequeña.
-Está bien, solo no molesten a los espíritus del bosque y no vuelvan tan tarde ¿sí? –dijo dulcemente su madre, una mujer de tez blanca, con rostro formaba un delicado corazón, el pelo negro como la noche, una mirada tan dulce, una belleza de mujer. La niña asintió antes de salir escucho la voz de su madre. – ¿Keiko? Te amo mucho, diviértete.
Milk abrazo con fuerza a su mamá y papá, salió detrás de su hermana. Sin percatarse de la sonrisa melancólica de su madre.
Sus risas se escuchaba como todas las tarde en aquel lago, ambas jugaban tirándose agua divirtiéndose después de juntar leña. Keiko se divertía con demasía disfrutando como una niña más, sabía que las niñas de su edad se encontraba aprendiendo para cuidar y atender lo que es una familia era común que se casaran a esa edad, su madre nunca le impuso que aprendieran y tampoco la había visto buscara pretendientes para ella, estaba feliz por eso su mamá era única. Mientras caía el sol ambas salieron, sentada en la orilla comían unas fruta a la vez su cuerpo se secaban, atavió a Milk son su kimono, atando tranquila su obi sintió que alguien la observaba miro donde creía que estaba la persona la observaba pero no había nada, se vistió con rapidez y viendo que era una alucinación de ella se recostó en un árbol y alzando a su hermanita, espero que las luciérnagas adornara el cielo cuando vio que comenzaba a llevar, tomo la mano de Milk volviendo a casa.
En medio del camino sintió un olor paja quemándose y otro olor extraño, como a piel quemada, escucho gritos desgarradores, llanto, el piqueteo de unos caballos y el choque de metales. Con temor corrió al pueblo.
Unos bandidos había atacado lo que fue siempre su hogar, el pueblo estaba en llamas, las chozas estaban todas incendiándose, la gente corría despavorida, los malditos sujetos los cazaba, mataban hombre y niños, se llevaban a las mujeres, las pocas que no mataban, robaban la comida que con esfuerzo la gente producía.
Se dirigió desesperada a su casa encontrándola intacta, entro buscando a sus padre, pero encontró una escena agria, la cabeza de su padre separada de su cuerpo, un ladrón muerto cerca de ella. Otro encima de su madre, ultrajándola salvajemente.
-¡Keiko huye! –grito en desespero la mujer al ver a su hija en su puerta olvidando en la situación que se encontraba.
El hombre volteo a verla, relamiéndose se mandó hacia ellas, la mujer lo trato de detener dando oportunidad a que huyeran.
Keiko alzo a su hermana tratando como podía que no viera el horror, corrió don dirección aquel bosque pero unos cuantos bandidos la comenzó acorralar, estaba tan cerca del bosque, el ladrón que estaba en su casa salía limpiando lo que sospechaba era la sangre de su madre. Se acercó a ella, los demás le quitaron a Milk de sus brazos, y con un cuchillo cortaron la cinta de su vestido. Sujetaron sus brazos quitando su kimono, temblaba de miedo, sintió el unas manos de su cuerpo y grito. Presa de su miedo, recordó las historias de su madre, y a los hombres de aquella vez.
-¡Por favor espíritus del bosque ayúdenme! ¡Por favor me entregare a ustedes! –gritó con tanta fe y deseo.
Un mono gigante salto sobre ellos, corto una cabeza de aquel sujeto de una mordida, miro a los demás con sus ojos rojos de sed de sangre. Soltaron a las niñas con miedo, Keiko acomodo su ropa y tomo a su hermanita, miro con sorpresa aquel animal las historias de su madre sobre los espíritus y Yôkai de su madre eran ciertas. El simio las ojeo unos segundos y haciendo uso de su naturaleza, salto a cada uno de los hombres despedazándolo por completo, acabo también con toda la gente que había sobrevivido dejando sola a las niñas. Una vez terminado con un brazo en su boca, se arrimó a quien lo había invocado, el olisqueo muy por arriba, viendo que aún se mantenía pura, fijo su mirada, reviso sus pensamiento.
-vendré solo por ti cuando sea el momento, tu sola lo sabrás cuando será. –dijo en respuestas a sus dudas. Así como apareció, se marchó.
Cayo de rodillas, temblando y llorando, todo lo que había conocido se había destruido en tan solo unos minutos, lloro la muerte de sus padres, lloro la muertes de sus conocidos, lloro más que nada por Milk, cuando sea su momento de partir, quien cuidara de ella.
En un castillo sobre las montañas estaba Goku mirando el cielo, el sol iba a salir en cualquier momento y deseaba estar ahí cuando eso sucediera. El sol asomaba solemne sobre el este, estaba tan tranquilo mirándolo hasta que un olor nauseabundo lo descoloco, miro dónde provenía, su hermano estaba cubierto de sangre, lo miro con enojo por distraerlo mas por lo que hiso.
-Esas niñas no eran nuestro problema. –cruzo sus brazos. –Shen long nos matara, si se entera.
-Ella me invoco. –sonrió con picardía. –Yo la iba a ayudar, lo que diga o haga ese tonto dragón no me importa. Soy uno de los últimos Satori. Hare lo que se me plazca. –concluyo caminando a su cuarto.
Se sentó bajo la sombra de un árbol a descansar, había pasado mas de una semana que su aldea dejo de existir, de que un Yôkai las había salvado, de que comenzara a vagar, había tomado la determinación de dejar a su hermana en otra aldea, si era posible en un templo que la protegiera de todos sea lo que sea, había con esta experiencia aprendido que no estaba sola. Cerró los ojos, abrazo fuerte a su hermana para sentirla, ambas estaba débil, no habían comido desde día de aquel hecho. Sin siquiera poder evitarlo se quedó dormida.
Una caravana de soldados y samuráis paso por suerte del destino al frente de ellas, el samuráis que encabezaba la caravana, las vio, bajo de su caballo, y se acercó observo, estaba pálidas, sucias, muy delgada para su edad.
-Yamcha. –digo el anciano.
-Sí señor. –se colocó cerca, firme.
-Prepara la comida, diles a los demás que acamparemos aquí. –ordeno mirando a las niñas. –manda unos hombres que busque una aldea cercana donde haya perdido a una niña, otro que consiga ropas para ella.
-Sí señor. –acato mandando a los hombres
El olor a carne asada despertó a la pequeña Milk, mirando con hambre y desesperada se acercó a la fogata.
-Veo que tienes hambre pequeña. –Sonrió el anciano, era algo petizo, tenía una barba larga.
-Sí, mucha señor. –sonrió feliz e inocente, espero unos minutos más y ya lista, de gusto su carne, estaba muy feliz, movía sentada sus pies contenta, el anciano la observo muy contento y a la vez preocupado.
Kei despertó muy entrada a la noche, movió sus brazos, salto de espanto al no sentir a su hermana, la busco con la mirada y encontrándose con Yamcha, tembló, creyó lo peor, ya dispuesta a golpearlo con una rama de ahí cerca hasta que una voz la calmo.
-¡Hermana despertaste! –corrió hacia ella abrazándola. –Mira el abuelito nos hiso comida. –Mostrándole la carne. –come, come.
-Su hermana tiene razón debería comer, estas muy débil. –dijo gentil.
-NO. Gracias no quiero nade de usted. –contesto defensiva.
-Soy Roshi Akira, Samurái de Ouiji-sama, no vengo hacerle daño, las encontré en mi camino, solo deseo ayudarla. Permítame ayudarla.
Lo miro desconfiada, buscando en aquellas palabras algo que no concordara con él, pero no había nada. Por pedido de su hermana más por necesidad comió lo que habían preparado, no hablo con él en todo el día, pero observo como su hermana con mucha confianza conversaban.
Varias días pasaron en que aquel campamento no se había movido, vio como más hombre llegaban, uno traía con él lo que supuso era ropa para ellas, Milk habla con naturalidad con aquel samurái, ya no podía desconfiar de él, se sintió en esos pocos días que estaba protegida.
Esa noche de luna llena, Muten Roshi había cazado un gran jabalí y disponía hacerlo, en la tarde les había comunicado que sería llevada a su pueblo, donde iban hacer cuidada por una dama de su entera confianza, él había creado una conexión con su hermanita, mas que nada parecían abuelo y nieta. Sonrió ante esa buena fortuna, podía estar segura que ese señor cuidaría bien a su hermana. La cena se daba con la naturalidad de que estaba acostumbrando, los soldados hablan de sus aventuras, de sus luchas, mas lo que extrañaba su familia. Ella disfruto de la cena, sintiendo como si fuera la última, esa noche bailo con su hermana, abrazo y canto una última canción de cuna.
Se despertó de golpe, mirando a su alrededor vio, que todos dormían, se levantó y con melancolía y tristeza beso la frente de su hermanita y la tapo, dedico su última mirada sobre ella y se encamino a lo más profundo del bosque, llegando a un claro de luz, dejo caer su ropa.
-He aquí mi final, mi comienzo, he aquí cumplo mis promesas. –alzo su vista al cielo cruzando con su mirada. Era un ser hermoso, como lo eran todos los Yôkai.
-mmp… -sonrió con cinismo, tomándola de la nuca, atrajo más su rostro a él, mostro sus colmillos. Apoyo su mano grande en su cadera desnuda, apretando un poco. –Es hora que pagues, tu insolencia.
-Señor recorrimos todo el lugar no hay rastro de nada. Desapareció.
-Una niña de 12 no puede desaparecer así. –el viejo se está exasperando desde que habían despertado no la encontraba, había desaparecido.
-Señor. –Yamcha había aparecido con algo en sus manos, su cara seria hacía sospechar lo peor a su superior. –encontré esto es la ropa nueva de ella, señor había sangre, ningún rastro de ella. Lo siento señor.
-Marchémonos. –dijo serio.
- ¿Y Kei Seño? –pregunto la niña.
- Ella se fue, no volverá.
- Oh, ¿se fue seguir luciérnagas con mami y papi? –pregunto inocente.
-Si, fue a seguir luciérnagas. –concluyo el viejo. Retomando su camino.
Una dulce melodía se escuchaba en aquella casa, el sonar de una flauta llenaba cada rincón del lugar, una joven niña de pelo negro como la misma noche tocaba, sus sentimiento más profundo eran develados en esa melodía. Eran observado por un anciano, y otro espectador inesperados.
-Abuelito-san ¿Le gusto mi melodía? –pregunto educado la niña de unos 10 años.
-maravilloso mi cielo cada vez mejor. –sonrió.
-No solo diría maravilloso, si no magnifico, nunca antes oí una melodía así. –dijo un joven de pelo negro, su forma era tan extraño eran como flamas.
-Oh Príncipe Vegeta. Es un privilegio y un honor tenerlo aquí en mi humilde morada. –se reverenciaron con respeto adecuado.
-necesito hablar con usted, ahora.
-Si por supuesto, sígame su alteza. –se levantó guiándolo a un lugar donde podían hablar solo.
El príncipe lo siguió, no sin antes mirar a la hermosa nieta de su interlocutor, sonrió con arrogancia. Lo que había ahí no era algo que debía ignorar.
Dragón Ball no me pertenece sino a su respectivo dueño, esta historia es sin fin de lucro, lo personajes utilizado no son de mi autoría con respecto de Keiko.
La historia está ambientada en la época feudal, a excepción de Raditz, Goku y Shen. Son todos humanos, puede ser que y más probable sea muy OoC.
Pido disculpa si no actualizo otras historias, tratare de actualizar, mas que nada me alegra mucho volver.
Espero haya gustado, dejen comentarios
Saluda, Nara Taisho de Son.
