Hola!... esta es una nueva historia que me ha estado dando vueltas en la cabeza desde hace un tiempo. No abandonaré las otras por ningún motivo. De hecho el cap nuevo de Indisciplinados está a mas tardar el viernes :)

Sólo espero que les guste y disfruten!


Isabella Swan arrastró la maleta con esfuerzo por el pasillo.

Gracias al cielo los chicos de la mudanza habían trasladado la mayoría de sus pertenencias ahorrándole el esfuerzo. Pero ella pensó que no podía subir sólo con su pequeño bolso, dejándoles a ellos todo el trabajo, de modo que se hizo cargo de una de sus maletas. Después de todo era su vida la que estaba embalada en todo ese equipaje.

Apresuró el paso pues estaba preocupada por su pecera y quería asegurarse que su pequeño amigo estuviese a salvo en su nuevo hogar.

Bella adoraba los animales, en su casa en Forks tenía un perro que había recogido de la calle y dos gatitos, que contrariamente a lo que decía la madre naturaleza, eran los mejores amigos del can. Había adoptado también un hurón por algún tiempo y lo había llamado Henry, pero el animal había nacido con mala salud y lo único que pudo hacer Bella fue asegurarse de que aprovechara sus últimos días.

Su padre, Charlie, le había permitido convertir su casa en un zoológico, siempre con una mirada indulgente en el rostro. Bella era su única hija y la amaba por sobre todas las cosas.

Cuando partió a la Universidad la chica quiso llevarse consigo a sus mascotas, pero por supuesto no estaba permitido. Bella no quería marcharse sola a su nueva vida de modo que se compró un pez para llevarlo consigo. Conseguía paz con los animales, estos la reconfortaban y la acompañaban. Incluso un animal tan silencioso como un pez podía hacerla sentir mejor.

Baloo, su pez mandarín llevaba poco más de tres años con ella.

Llegó por fin a lo que sería su hogar por todo un año y soltó la maleta con un suspiro. Se escuchaban ruidos al fondo de un pasillo. Seguro los de la mudanza aún estaban ordenando sus cosas. Debería ir a ayudarlos pensó, pero por un minuto se permitió mirar alrededor e intentar imaginarse viviendo allí.

El living-comedor era una gran habitación. A la derecha había una puerta que seguro conducía a la cocina y la la izquierda se perfilaba un pasillo que daba paso a las habitaciones. Había también una ventana que comunicaba a un balcón y una mesa para seis personas.

Era un lugar muy limpio y decorado con un fuerte gusto femenino. Aquello debió alegrarla, de cierto modo prefería eso que una habitación pintada de negro o llena de artilugios masculinos, pero no se sentía cómoda en medio de tanto color rosa. Ella era más bien una chica de equilibrio.

En la pared opuesta se encontraba un gran televisor, rodeado con tres sillones; los dos pequeños eran blancos con cojines rosados y el más grande era rosa con cojines blancos. Había estanterías de color magenta y cuadros con marcos rosa pálido. La alfombra era blanca pero tenía unos diseños morados y rosas.

Bella suspiró pensando que había entrado en el mundo de Barbie sin quererlo. No es que tuviese algo en contra de eso, sólo que un poco de verde o amarillo podía favorecer la habitación. Como buena chica nacida y criada en un pueblo lluvioso rodeado por un bosque, ella amaba la vegetación, el barro y la aventura.

Se preguntó quién será su compañera de piso y se la imaginó exactamente como una muñeca de Matel. Se acercó a los cuadros y vio que su presentimiento era correcto.

Tanya Denali, el nombre que le habían informado en la administración, era el prototipo de belleza americana. Rubia, delgada, alta y glamurosa. Parecía una modelo. Salía en las fotografías con amigas tan guapas como ella, un par con los que parecían ser sus padres y otras con un chico de pelo cobrizo, que de ser posible, la superaba en perfección.

Mirando aquellas imágenes, Bella pensó que se veían como gente importante. Todos con trajes que gritaban alta costura y lucían de la misma manera que se ve en las páginas de sociedad en los periódicos.

Bella no era así. Era una chica sencilla que se había criado sólo con su padre, pues su madre había fallecido cuando ella tenía cinco años, en un pueblo que no sobrepasaba unos pocos miles de habitantes. Era castaña, de estatura media, delgada y con ojos chocolates grandes y profundos. Había usado vestidos en muy pocas ocasiones, un par de fiestas de curso y otras en la universidad... más allá de eso no. Sabía como vestirse bien, pero prefería la comodidad antes que todo. Era esbelta así que la ropa generalmente se veía bien en ella, de modo que no se preocupaba demasiado.

Miró otra vez a Tanya tomada de la mano del chico que parecía actor de cine. Ambos se reían y parecían la pareja perfecta. Bella soltó un suspiro al recordar a James y se le hizo un nudo en la garganta.

Sacudió la cabeza y quitó la vista de las fotografías intentando animarse otra vez. No sacaba nada con empezar a regodearse en la tristeza, tenía mucho que hacer.

Caminó por el pasillo hasta el fondo y entró a lo que sería su nueva habitación. Era un lugar espacioso que contaba con un escritorio, una silla, una cama y una puerta que comunicaba a su baño propio. Los chicos de la mudanza estaban terminando de dejar las cajas en las orillas para que a ella le fuera más fácil moverse por el lugar. Vio con alivio que Baloo estaba feliz cerca de la ventana nadando en su pequeño mar azul.

-Gracias chicos- se había sorprendido un poco por lo jóvenes que eran, generalmente siempre era un tipo barrigón y gruñón el encargado de subir y bajar maletas por los lugares. Pero ambos parecían de su edad- Yo me encargaré del resto.

-¿Estás segura, Bella?- preguntó el que era más menudo. Ella les había insistido en que la llamaran por su apodo.

-Segura, Alec- confirmó mirando las paredes haciendo un plan de decoración rápidamente en su cabeza- Muchas gracias por todo

Sacó unos billetes de su bolsillo para entregarles la propina, pero ambos negaron con la cabeza.

-Insisto- dijo Bella acercándose para que aceptaran el dinero.

El que era más grande, que se había presentado como Félix, dejó salir una carcajada y palmeó la espalda de Alec.

-Creo que él te va a pedir otra cosa- dijo antes de salir de la habitación todavía haciendo eco con sus risotadas. Bella frunció el ceño.

-¿De qué habla?

Alec movió los pies y sonrió mientras movía un bolso sin necesidad, se veía un poco incómodo.

-No le hagas caso, es mi hermano mayor y siempre anda molestando- replicó

-¿Tu hermano?- preguntó la chica sorprendida. Ellos se veían completamente diferentes, Alec era alto, delgado y rubio, con chispeantes ojos azules, mientras que Felix era aún más alto, muy musculoso, con ojos negros y pelo castaño oscuro. Sus sonrisas eso sí, eran igual de atractivas.

El asintió algo divertido.

-Sí, parece increíble pero lo somos- hizo un gesto hacia las cajas-Mi padre es dueño de la empresa y solemos ayudarlo los domingos-

Eso aclaraba porque eran tan jóvenes.

-Entiendo... pero esa no es razón para no aceptar la propina- Bella se acercó aún más al chico, dispuesta a acorralarlo si era necesario, era muy testaruda- Ustedes trabajaron, es lo justo.

El observó con una sonrisa sus intentos por entregarle los dólares y levantó las manos.

-Escucha, tomaré el dinero si... aceptas que te invite un café o algo.

Bella se detuvo en seco y lo observó curiosa. No era estúpida, podía ver el interés de Alec en sus ojos y en la sonrisa que le estaba dedicando.

Bella había visto eso mismo en los chicos que la habían invitado a salir antes, que no habían sido pocos. Y nunca había comprendido por qué, pues ella se consideraba más bien simple. Una amiga le había dicho una vez que ella se veía vulnerable y delicada, lo que despertaba ese gen protector tan propio del género masculino. Pero Bella no era ni delicada ni vulnerable y le molestaba que el mundo la viese como una muñequita de porcelana.

De todo modos pensó, el chico parecía agradable y ella se beneficiaría haciendo un amigo.

-De acuerdo- dijo guardándose el dinero- Pero yo invito.

Alec sonrió.

-Como quieras, podré enseñarte el lugar... ¿no eres de aquí verdad?- preguntó con un deje de inseguridad.

-Soy de Forks, pero he estado en la Universidad de Seattle los primeros tres años- explicó la chica con naturalidad levantando una maleta y dejándola sobre el colchón. Alec se apresuró a ayudarla.

-¿Y te trasfirieron hacia acá durante tu último año?- inquirió sorprendido.

Ella sacudió la cabeza.

-Yo quise cambiarme. Hay cursos aquí en la Universidad de Chicago que quería tomar y que no se cursaban allá, de modo que hice los papeles- se encogió de hombros.

El pareció sorprendido por unos segundos, cosa que a Bella no le extrañó. Muchas personas cercanas, tanto familia como amigos le habían expresado que era una locura transferirse en último año, cuando le iba tan bien en Seattle, y además dejar a todos sus seres queridos atrás. Chalie había sido el único que la había apoyado de forma absoluta.

Pero Bella siempre se había regido por su propia opinión. Ella quería mudarse a Chicago a especializarse más en lo que quería hacer de su vida. Viajar y ayudar gente.

Era una meta bastante poco clara para muchos, pero no para ella. Bella deseaba ver el mundo a su alrededor, conocer diversas culturas, aprender de gente que había crecido en circunstancias completamente diferentes a ella y usar todo ese conocimiento y esa experiencia para ayudar a los demás.

A sus veintiún años había participado en muchas organizaciones no gubernamentales de ayuda al ambiente y a los más desafortunados. Había empezado a los doce años cuando Greenpeace se había dejado caer en Forks prestando apoyo para salvar a los lobos que habitaban la península de Olimpic. Ella había visto con ojos fascinados el trabajo que hacían algunos para asegurar la continuidad de una especie.

De ahí no paró más y se unió a las organizaciones que hacían aquellos admirables trabajos y se entregó por completo a buscar el bien común. En la universidad también hizo lo que pudo sin comprometer sus resultados académicos y después de tres años, tanto los alumnos como los profesores la conocían como la persona a la que recurrir cuando habían trabajos sociales. Todos lamentaron su repentina marcha a Chicago.

Bella soñaba con poder reunir los conocimientos necesarios para crear su propia fundación algún día en ayuda a los niños desamparados, uno de los problemas que más le llegaba al corazón.

-Es un gran cambio- opinó Alec sacándola de sus pensamientos.

Se encogió de hombros.

-Es lo mejor para mi... ¿estudias aquí?- cambió de tema por la curiosidad y las preguntas que vio relucir en sus ojos azules.

-Es mi último año- respondió con una sonrisa- Seré abogado

Conversaron por algunos minutos más y luego los chicos se despidieron pues tenían que ir a mover cajas a otro lugar. Bella miró su nueva habitación reprimiendo un bostezo. Estaba cansada del viaje y todos los previos preparativos. Además anoche le habían hecho una pequeña fiesta de despedida. En conjunto, se había saltado bastantes horas de sueño y estaba agotada a pesar de que recién eran las doce del día.

Miró la cama y no pudo resistirse a dejarse caer en ella. Puso la cabeza en la almohada y dejó salir el aire lentamente de sus pulmones, mientras apoyaba las piernas sobre una maleta.

Hice lo correcto... hice lo correcto...

Se repitió aquella frase varias veces con la intención de grabársela a fuego en la mente. No era que ella no lo creyera, pero su salida de Seattle había estado llena de frases y situaciones que la hicieron, por un segundo, dudar de su decisión.

El rostro de James volvió a colarse entre sus pensamientos, ahora de modo más insistente y rememoró sus palabras.

Bella... ¿por qué haces esto? No necesitas irte a miles de kilómetros de distancia para cumplir tus sueños... por favor, no me dejes. Nosotros... se supone que debemos estar juntos...

¿Acaso era así? Se preguntó Bella. No lo sentía de ese modo, nunca lo había hecho. James era parte importante en su vida, eso estaba claro... pero ¿transcendental, imprescindible?

No, no lo era.

Ese había sido siempre su problema y lo que le criticaban siempre sus amigos. Bella podía sobrevivir sin ellos, lo podía pasar mal o extrañarlos pero pasaba. Ella sobrevivía y se adaptaba rápidamente a la nueva situación. Sonaba frío, lo sabía, y sus cercanos se lo habían repetido una infinidad de veces, pero ella estaba hecha así. Nunca había sentido esa necesidad asfixiante por una persona, jamás se había atado a nada exceptuando sus ideales.

Bella creía que James lo había comprendido, pero al final resultó que no había entendido nada. El tenía un plan para ellos en el futuro pero Bella jamás le había ofrecido nada más que el presente.

Se habían conocido el primer año en Seattle y rápidamente se habían hecho novios. Bella nunca había conocido alguien como él. Era un increíble artista y sólo necesitaba un lápiz y un papel para plasmar tanto las cosas que veía como las que imaginaba. Tenía un talento increíble y asistía a la universidad para pulir aquel don con todas las clases de arte con que se pudiese sobrecargar.

James la había visto en el patio del campus mientras leía uno de sus clásicos favoritos y le había pedido dibujarla. Bella, desconfiada por naturaleza, se había negado pero él le mostró los bocetos que había hecho y ella había visto el talento que guardaba entre sus manos. Se había puesto entre nerviosa y honrada cuando la llamó "musa". La frase era cliché y de mal gusto, pero lo dijo de un modo tan respetuoso que ella finalmente accedió.

Luego de eso, el romance se dio como algo natural. Tenían ideas a fines y también se complementaban. Bella sabía la suerte que tenía de encontrar a alguien que parecía ser su media naranja, y al mismo tiempo le aceleraba el corazón. La química entre ellos no había sido nunca un problema y Bella era muy capaz de verse compartiendo todos los días de su vida con él.

EL problema era que, con la misma facilidad, podía ver una vida en la que James no participara en absoluto.

Ella le había dejado ver eso, si bien no con esas mismas palabras y pensó que él había entendido. Pero cuando le comunicó que se mudaba, él había actuado como si Bella estuviese rompiendo un compromiso de matrimonio. A ella se le partió el corazón al verlo así pero no podía mentirle, porque si se quedaba en Seattle sólo por él, ambos terminarían resintiéndolo.

La muchacha soltó otro suspiro. ¿Era una persona sin corazón? No lo sabía. Quizás no todas las personas llegaban a vivir ese flechazo, amor, necesidad, urgencia de la que hablaban todos los poetas o películas como Titanic. Quizás para algunos era algo más simple.

Sabía que ponerse a pensar así recién a los veintiún años era adelantarse un poco a los hechos, le quedaba mucho por vivir y experimentar. Pero Bella siempre había creído que no pertenecía realmente a ningún lugar. Adoraba Forks, pero era nada mas por los recuerdos de infancia y por su padre. Seattle se había convertido en otro lugar querido pero no más que eso.

Sin embargo, aquella falta de raíces era algo positivo para ella. Su plan de vida era moverse por el mundo y luego, quizás establecerse en algún lugar. Y para eso necesitaba esa capacidad de adaptación con la que había nacido. Necesitaba ese espíritu que podía congeniar con diferentes personas y seguir sintiéndose cómoda. Tal como en casa.

Captó el brillo de algo por el rabillo del ojo y se giró al descubrir a Baloo observándola como si pudiese leer sus pensamientos. Bella sonrió y rebuscó entre las cajas hasta encontrar el alimento para él.

-¿Piensas que estoy loca verdad?- le preguntó mientras el pez mandarín subía a la superficie a buscar su alimento.- Aquí hay más sol que en Seattle, de modo que brillarás pequeño.

Baloo era una mezcla exótica de muchos colores, aletas pronunciadas y ojos saltones. En su mayoría era azul eléctrico con rayas de color naranjo y amarillo, pero según la luz a veces se veía verde o incluso rojo. Era de agua salada y autóctono de lugares como Australia.

Bella lo había elegido porque era muy chillón y alegraba un poco los lluviosos días que gobernaban su vida. A ella no le molestaba la lluvia, prefería mil veces chapotear que morir de calor, pero sí le disgustaba la falta de color que traían consigo los días nublados.

Baloo ayudaba en eso y también el resto de su pecera. Bella la había decorado con piedras de colores, aparatos que formaban burbujas y plantas acuáticas vistosas. Baloo a veces se perdía entre tanto color.

Un golpe en la puerta principal la hizo dar un respingo. ¿Quién podía ser? Por lo que había visto, su compañera de piso no estaba. O había salido temprano o no había llegado a dormir.

Se encaminó hacia la puerta y abrió.

Bella lo reconoció al instante, era el mismo chico que salía en las fotos con Tanya Denali. Alto, delgado, cabello cobrizo desordenado, ojos verdes y sonrisa de comercial. Estaba aún mejor que en las fotografías. Parecía ser de su edad pero iba vestido muy formal para tener veintiún años.

De algún modo, se le hacía vagamente familiar, lo que era una locura porque no conocía a nadie en Chicago.

El la quedó viendo por algunos segundos, seguramente debido a la sorpresa de encontrar a una extraña en el departamento de su novia. Los ojos claros se le desenfocaron, pero se recobró y entrecerró los ojos.

-¿Quién eres tú?

Bueno, su belleza no era comparable a sus modales, al parecer. Bella que se había quedado en blanco por un instante al verlo, se recuperó rápidamente. Ella no reaccionaba así ante las caras bonitas.

-Isabella Swan- respondió con firmeza- ¿Tú?

Su ceño se frunció.

-¿Qué haces en el piso de Tanya?

Bella podía reconocer un dejo arrogante en su voz.

-Soy su nueva compañera- respondió con una ceja alzada ante su tono- ¿Quién eres tú? ¿Puedo ayudarte en algo?

-Necesito ver a Tanya. ¿Puedes avisarle?

Era una pregunta pero sonó como una orden. A Bella no le gustaba nada la actitud del noviecito, además todavía no se había presentado.

-¿Quién eres?- repitió dejando claro que quería una respuesta

Una chispa se encendió en sus ojos pero fue muy fugaz y Bella decidió que la había imaginado.

-Edward Masen- contestó con cada sílaba cargada de autoridad.

Masen... Edward Masen. Ahora sabía porque se le hacía familiar aquel rostro. El imperio Masen era un conglomerado internacional de negocios, la familia era obscenamente millonaria gracias a las grandes obras que construía la empresa. Desde edificios hasta puentes, mansiones y cualquier cosa que un arquitecto pudiese dibujar. Eran unas de los grupos empresariales más poderosos en Estados Unidos y tenían su casa central en Chicago.

Bella sabía que Edward Masen era el presidente de Masen Company, así que el atractivo y arrogante chico que tenía delante debía ser un hijo, nieto o sobrino de la cabeza de la empresa.

El reconocimiento debió quedar claro en su rostro, pues él sonrió de lado. Bella se molestó aún más y dejó que su cara adquiriera un modo inexpresivo.

-Llegué hace algunos momentos y ella no estaba. Pero quizás esté en su habitación- se hizo a un lado para que él entrase y revisara por si mismo si su novia se encontraba o no. Ella no iría de sirvienta por la vida buscando a la rubia.

Los ojos de él se entrecerraron aún más y Bella tuvo la impresión de que ella no le caía especialmente bien. Edward entró y le dirigió otro terrible ceño antes de adentrarse en el pasillo.

Bella lo observó y admiró en silencio sus movimientos cargados de elegancia, que seguramente le habían enseñado desde la cuna. Ella era generalmente muy torpe. Lo siguió y volvió a adentrarse en su habitación mientras Edward golpeaba suavemente la puerta del lado y llamaba a Tanya.

Bella se inclinó sobre una caja y comenzó a sacar su pertenencias para luego ir ordenándolas. La caja elegida contenía sus cuadros favoritos, que no era pinturas sino bellas fotografías de lugares que ella quería conocer en el futuro, la mayoría las había sacado de revistas como National Geographic y las había mandado a agrandar y enmarcar.

Sacó los cuadros los apiló con delicadeza sobre el colchón, intentando decidir cuales colgaría primero y en qué pared. Aunque también pensaba darle a las paredes un toque alegre, pues ahora era de un depresivo color blanco

-¿Dónde es eso?

Bella se volvió rápidamente ante el sonido de la voz de terciopelo. No lo había escuchado llegar y pararse a su espalda. Edward la estaba mirando fijo un par de pasos tras ella. Estaba claro que no había encontrado a su novia.

-¿Qué?- repentinamente se sintió nerviosa.

-La fotografía- apuntó hacia la cama.

Ella siguió la dirección de su mano.

-Es Koh Tao... o Isla Tortuga- explicó ante su expresión de desconcierto- Está en Tailandia.

-¿Has estado ahí?

Ella sacudió la cabeza y se inclinó otra vez hacia la caja para seguir sacando sus objetos personales.

-No, pero pienso ir algún día

-¿Y eso?- señaló unas montañas nevadas

Ella suspiró

-Las cumbres del Cervino y Jungfrau en los Alpes Suizos- ¿por qué él preguntaba tanto? Bella estaba segura de que siendo quién era conocía la mayoría de estos lugares- ¿Necesitas que le dé un mensaje a Tanya?- preguntó expresando claramente su deseo de sacarlo de ahí.

La pregunta pareció divertirlo en vez de ofenderlo. El mal humor inicial había desaparecido de sus facciones y ahora había un vago interés brillando en sus ojos además de diversión. Bella se preguntó si sufriría de bipolaridad.

-¿Piensas viajar a todo estos lugares?- cuestionó acercándose a la cama con aires de dueño del lugar y observando el resto de los cuadros. Ignoró olímpicamente la pregunta.

-Sí.

-¿Por qué?- se veía algo sorprendido.

-Porque me apetece. ¿Quieres que le dé un mensaje a Tanya?- Bella estaba comenzando a perder la paciencia, lo que lo divirtió aún más.

-¿Quieres que me vaya?

Ella se encogió de hombros como si no le importara lo más mínimo. Pero quería estar tranquila ordenando su nueva habitación y el individuo no la estaba ayudando precisamente.

-Estoy ocupada.

-¿Por qué no contratas a alguien para que ordene todo esto?- apuntó al caos reinante en el cuarto.

Bella entrecerró los ojos.

-Porque es mi habitación y yo decido como distribuyo todo. Además no soy tan perezosa. ¿Quieres dejarle un mensaje o no?

Edward la observó por algunos segundos como intentando formarse una idea sobre ella. El corazón de Bella se saltó un par de latidos.

-Sólo que me llame.

Ella asintió y apuntó hacia la puerta.

-Bien, un gusto conocerte Edward.

-Un gusto también.

El le ofreció la mano y Bella reticentemente se la estrechó. Sintió un cosquilleo extraño en la palma y, al advertir la la sorpresa en el rostro de Edward, tuvo claro que no fue la única en sentirlo. Bella se separó rápidamente y se volvió otra vez a ordenar sus cosas.

Escuchó los pasos del chico hasta la puerta pero luego se detuvieron.

-Isabella...

Ella se volvió para verlo en el umbral con rostro pensativo.

-Deberías agregar República Checa a esa lista tuya.

Bella lo miró sorprendida unos segundos y luego, al asumir las palabras, le dedicó la primera sonrisa sincera. Sacó la última fotografía donde se veía una hermosa y antigua ciudad surcada por puentes con forma de arco y se la mostró.

-Praga... es una de las primeras que mandé encuadrar- comentó.

El la observó gratamente sorprendido, o eso le pareció a Bella. El chico le devolvió la sonrisa, se despidió y luego sus pasos se perdieron por el pasillo.


Déjenme sus opiniones :):):)

Cata...