Hace tiempo, el sol ya había salido. Ahiru parpadea, saliendo del sueño, al abrir los ojos color cielo, chocan con los aceitunas de Fakir, ella sonríe enormemente, pero cuando comienza a ver mejor al despabilarse, se percata de los círculos oscuros debajo de los ojos del joven.
—¿No pudiste dormir, otra vez? —pregunta mientras su suave mano roza la piel debajo de sus ojos.
—Estuve escribiendo y luego me quede mirándote dormir.
—Pero, no puedes seguir haciendo esto —espeta ella—. No es bueno para tu salud —lo mira preocupada. Sin embargo, para Fakir no era nada.
—Lo que no sería bueno, seria perderte.
Ella lo mira y comprende lo que quiere decir. Porque ella estaba ahí, en todos sus intentos de escribir la historia que la vuelva humana, estaba desde que salía el sol hasta que se posponía, veía cuanto se esforzaba, se percataba de su perseverancia.
Fakir tenía miedo de que por lo que tanto lucho, algún día desaparezca, así que por eso vuelve a escribir, afirmando lo que ya tiene, para conservarlo, que siga igual y el hecho de que Ahiru sea humana no cambie.
Le asusta pensar que el hechizo se rompa y que al despertar se encuentre a un pato en su cama. Porque él quería seguir abrazándola así todas los noches, acariciar su cabello, tocar la calidez de su piel. Él quiere mantenerla humana, quiere en un futuro formar una familia juntos, quiere besar sus labios y escuchar salir de ellos el sonido de su voz, quiere bailar con ella hasta que sus pies no puedan más.
Todas las noches es lo mismo, no importaba cuantas veces quiera dormir con Ahiru, no podía, si le aterraba el hecho de despertar y que ella ya no sea humana. De que todo lo que ha intentado con tanto esfuerzo, un día se esfume. No soportaba la idea, de temer que la magia desaparezca y Ahiru vuelva a ser un pato.
Por eso no duerme, porque no quiere que al final, se convierte en un sueño.
