Satisfacción garantizada

Él no está en condiciones de hacer mucho más que esto: erguirse en la silla de ruedas que ella empuja y sujetar el oso de peluche con fuerza, sentado como está sobre sus rodillas, luego de que Shion lo lavó, ya que olía a encierro y hospital. Mas ella está contenta, porque Satoshi ofrece esa sonrisa que es digna de un hijo del sol con todas las letras y sabe que va a deslumbrar con su luz a Satoko tanto como a sí misma. Shion parece cantar cuando salen por la puerta, tras recibir el dubitativo permiso del Doctor Irie.