De acuerdo, de acuerdo. Aquí llegó yo con una historia nueva. He tomado la drástica decisión de no continuar ninguna de mis otras historias hasta terminar ésta, lo cual es una locura, porque sinceridad, no tengo casi nada planeado con respecto a "¡La casa Crystoise vuelve a Hogwarts!". Pero no importa, así soy y no voy a cambiar. Espero que disfruten de esta nueva historia, porque al igual que ustedes, me sorprenderé con cada nuevo paso.
Harry se sentía muy mal.
Intentó neutralizar su respiración, para así evitar llorar, sin embargo, falló y pequeñas lágrimas empezaron a correr, empapando sus rosadas mejillas.
Harry no entendía el por qué sus tíos eran tan crueles con él, ni por qué su primo aprovechaba cada oportunidad para humillarlo, y alejar a los demás niños de él. Ya sea a base de insultos o creando rumores falsos sobre él. A Harry le dolía, y más porque a pesar de los malos tratos que recibía de parte de sus tíos y primo, no podía odiarlos, porque al fin y al cabo, eran la única familia que le quedaban. Sorbió los mocos, se limpió la cara para así emprender camino a su casa. Se estaba haciendo de noche y seguramente su tía lo estaría esperando para que hiciera la cena.
Ignorando el dolor emprendió camino a la casa que dudaba poder llamar hogar, porque era algo que le repetía constantemente tío Vernon.
—Oye.
Harry volteó para así ver quien le estaba llamando. Era una mujer, la cual tenía una expresión preocupada en su rostro, pero eso no quitaba la belleza que este poseía. Su piel pálida resaltaba gracias a su cabello negro como la noche, y sus ojos, a pesar de ser de un color marrón oscuro brillaban. Fue su dulce voz, junto a su lindo vestido turquesa que decidió que esa mujer podía ser de confianza.
—Dígame, señora —habló con respeto Harry para así no llegar a insultarla.
La mujer soltó una pequeña carcajada, la cual, a oídos de Harry le sonó melodiosa, para así hablar.
—Por favor, llámame Candelaria, o si prefieres Cande —informó con una sonrisa.
—Cande está bien —musitó Harry con una pequeña sonrisa; por acto de reflejo, Candelaria también lo hizo.
Sin avisar, Candelaria se inclinó para así estar a la altura del niño, y ante la sorpresa de Harry, Candelaria se hizo unos pequeños cortes en la palma de sus manos, para así colocarlos en las raspaduras de las rodillas de Harry. Fueron unos segundos, pero Harry lo sintió como si pasaran años, porque una luz brillante apareció en las manos de la mujer, y cuando separó sus manos de sus rodillas, éstas ya no estaban lastimadas, y lo mismo pasaba con las manos de Cande.
—No te preocupes, Harry. Todo muy pronto se va a resolver, y no temas, nos volveremos a ver más pronto de lo que crees.
Antes de que Harry pudiera preguntar a qué se refería, o cómo sabía su nombre, y por qué se volverían a ver, Candelaria ya no estaba.
Decidió encogerse de hombros y continuar, pero guardando bien ese encuentro en su memoria, presintiendo que éste era muy importante.
