Disclaimer: El manga de Saint Seiya y todos sus personajes son propiedad de Masami Kurumada, así como el respectivo anime (basado en dicho manga), mismo que también pertenece al estudio de Toei Animation . Este fic -desde la primera letra hasta la última-, así como la idea "original" y los personajes originales (OC) que no pertenezcan al canon son propiedad de la ficker Dzeta; y es escrito con mucho gusto y sin ningún ánimo de lucro.
Warnings: Fanfiction yaoi (relación chico/chico). Si no te agrada este tipo de contenido o te sientes ofendido(a) en alguna forma, este es el momento de cerrar la página. De lo contrario, espero que disfrutes la lectura.
The Sweetest Thing
I
Su reloj de pulso marca las once cuarenta y tres de la noche cuando la puerta del jet privado se abre y él da un paso hacía el sorprendentemente cálido airecillo estival de Julio.
De pie en la cima de la escalerilla, Hyōga contiene las intensas ganas de estirarse igual que un gato que despierta aletargado y, soltando un suspiro, se da solo un momento para contemplar el extenso paisaje citadino que se abre ante él.
—París. La Ville lumière —musita en perfecto francés pero con su característico acento ruso.
Apenas puede creer lo diferente que es este paisaje colmado de luces que resplandecen en la distancia de los helados y escarpados picos montañosos siberianos que vio hace veinticinco horas. Sin embargo, no es muy diferente al panorama veraniego de Tokio, lugar que ha contemplado hace escasas siete horas.
Hyōga solo permaneció un par de horas allá, tiempo más que suficiente para enterarse por Seiya y Saori de que Shun había abandonado sus estudios de medicina después de que ellos habían terminado su relación —Después de que yo tuve la estúpida idea de dejarlo se recrimina el ruso por enésima vez en ese día—, y en un incomprensible y extraño giro de circunstancias (incomprensible y extraño para Hyōga) Shun había decidido hacer caso a aquel ridículo comentario que Jabú le hizo hace muchos años, en la presentación de ambos durante el torneo galáctico, y ahora es ni más ni menos que un famoso actor de cine.
Por muy ridícula y extraña que le parezca la idea, Hyōga tiene que admitir que Shun sí que tiene bastante éxito como actor.
Los enormes y luminosos pósters que anuncian la première de "El Guardián" (estreno que tendrá lugar al día siguiente en cada uno de los cines de la ciudad) no dejan duda alguna de ello.
"El Guardián" es el titulo de la segunda parte de una famosa saga literaria de ciencia ficción y fantasía llamada "Entre dos mundos". Y en la adaptación cinematográfica Shun interpreta a uno de los tres protagonistas principales. De hecho, en esta segunda película, él es quien tiene el rol más relevante.
Así pues, el título, el reparto, la fecha y el horario del evento cubren la parte superior e inferior del cartel mientras que la imagen en solitario de Shun abarca todo el centro del anuncio, y una cintilla roja estampada con grandes letras blancas que atraviesa la esquina inferior derecha del marco, reza "ENTRADAS AGOTADAS".
Hay anuncios en casi cada esquina. Hyōga los ve a través de la ventanilla del Jaguar deportivo que Saori puso a su disposición por medio de la filial de la Fundación Graude en París, cada vez que hace alto debido a la luz roja de los semáforos.
Exiliado por decisión propia en aquella casi inhóspita aldea siberiana alejada de la civilización —Por mi enorme y soberana estupidez vuelve a reprocharse—, nunca tuvo conocimiento del giro de los acontecimientos. Por causa de una locura repentina (Hyōga no puede definir el motivo de su proceder de otra manera) provocada por la monotonía en la que se sumieron al vivir una paz a la que no estaban acostumbrados, sin nuevas batallas ni poderosos enemigos que vencer, dejó que su amor por Shun se enfriara hasta el punto en que llegó a pensar que su relación no tenía futuro y terminó con él. Lo dejó y se marchó sin hacer caso a las suplicas de Shun para que se quedara e intentaran salvar lo que tenían.
Y por más de cinco años Hyōga estuvo plenamente convencido de que había tomado la decisión correcta al alejarse de él. Imaginaba que gracias a eso Shun se había dedicado por completo a sus estudios (mismos que inició tiempo después de recuperarse de la batalla que libraron en el Inframundo) y al fin había logrado convertirse en un médico competente, haciendo así realidad su sueño de ayudar a las personas desvalidas, aquellas que no podían acceder a servicios de salud adecuados por no contar con medios económicos suficientes. Por eso, mientras mira fijamente la imagen de Shun vestido con chaqueta negra cerrada hasta el cuello, guantes oscuros, y un pantalón de cuero ceñido a sus largas y torneadas piernas, Hyōga no puede evitar sorprenderse y preguntarse cómo pudo Shun dejar a un lado sus sueños y dar ese giro tan drástico en poco más de cinco años.
—Un actor… Eso es tan "no como tú"… No luces como el joven candoroso y dulce que recuerdo—musita, su atención totalmente puesta en la imagen de su antiguo amigo y amante—pero, de alguna forma, hay algo en ti que no…—Hyōga entrecierra los ojos de manera suspicaz, como si quisiera ver más allá de lo que aparece a simple vista— Me pregunto si realmente eres tan diferente ahora…
En el cartel Shun empuña una katana cuya hoja curvada resplandece como si estuviera hecha de pura luz de luna. Sosteniéndola por encima de su cabeza está protegiendo el acceso a un portal de paredes altas, minuciosamente labradas con cristales que refulgen exactamente igual que la hoja de la katana. En el fondo de dicho portal brilla un resplandor dorado que contrasta profundamente con la estilizada y oscura silueta de Shun, y también con el verde bosque de su alborotada cabellera, realzando su figura y dándole un aspecto realmente imponente.
Pero no es solo ese contraste lo que llama la atención de Hyōga, no, lo que definitivamente lo cautiva; lo que hace que se le seque la boca en un segundo y luego lo hace salivar abundantemente es la expresión en los ojos y en el rostro de Shun. Es una expresión endemoniadamente tensa y determinada pero, al mismo tiempo, muy, muy sensual. Y no es que la situación sea algo sexual. No lo es en absoluto.
La katana está en el aire, defendiendo férreamente su posición, mientras en la filosa cuchilla de la espada brilla el reflejo amenazador de un par de ojos inyectados de ponzoñoso rojo escarlata, pero es la determinación y la fuerza en la indómita mirada aguamarina de Shun lo que le da ese toque atractivo y sensual a la imagen. Es la manera firme en la que Shun se planta. Es la valentía con la que sus ojos miran a la siniestra criatura que se alza frente a él y sentencian "No pasarás mientras yo esté de pie".
Es tan intenso que Hyōga se siente completamente hipnotizado por él, y es en ese instante cuando entiende que ese Shun no es tan diferente del que él conoció. Sí, su imagen no es la del muchacho dulce y candoroso, sin embargo, sigue siendo Shun, aquel chico dueño de un fogoso espíritu de pelea que siempre se plantó determinado y valiente ante cualquier enemigo.
Y Hyōga simplemente no puede quitarle los ojos de encima.
—Han pasado cinco años. El tiempo le ha sentado bastante bien. Es todavía más hermoso que cuando éramos más jóvenes…— se dice a sí mismo mientras, lenta y ávidamente, recorre la tenue curva de las cejas y la línea recta de la nariz hasta parar en el labio inferior que Shun está mordiendo con evidente tensión— Y seguramente, igual que hace años, todas las chicas deben estar vueltas locas por él—agrega, soltando un bufido y riendo un poco al recordar los estridentes gritos enamorados de las mujeres que clamaban por Shun durante su enfrentamiento con Jabú en el torneo galáctico, cuando eran solo adolescentes.
Se queda mirándolo fijamente, sintiendo cómo esa expresión decidida pero colmada de una sensualidad no premeditada hace que su respiración se agite.
Repentinamente un calor intenso surge en su estómago y se extiende por todo su cuerpo llegando hasta la punta de cada uno de sus dedos, causándole un delicioso hormigueo de excitación en el proceso.
—Siempre ha sido muy hermoso —musita para sí, perdido aún en esa maravillosa sensación, cerrando los ojos para disfrutarla mejor
"¿Cómo pude volverme ciego ante toda la belleza que hay en él?" piensa, con la imagen de Shun dibujándose nítida detrás de sus parpados "Y esa fuerza indómita en sus ojos es… ¡Dios! No sé cómo pude aburrirme de él. Fui un tonto. Tonto, tonto, ¡mil veces tonto!"
Sumido en sus cavilaciones, el rubio no atina a reaccionar sino hasta que el estridente sonido proveniente de la bocina del auto que está detrás del suyo lo sobresalta devolviéndolo de golpe al aquí y al ahora.
Aturdido, abre los ojos y vuelve su atención al frente. La luz verde del semáforo está parpadeando y la bocina del auto de atrás sigue sonando con insistencia. Hyōga bufa molesto por la interrupción pero pisa el acelerador hasta el fondo haciendo que el auto salga disparado hacia la curva que lo llevará al centro de la ciudad, al George V, un hotel que está a quince minutos del cine en el que tendrá lugar la première estelar de la película; donde sabe que están hospedados todos los actores que asistirán a dicha première para convivir con los fanáticos, y donde él tiene una reservación con fecha de llegada pero no de partida.
Y es que Hyōga viajó a Paris con el único propósito de reparar el muy absurdo y estúpido error que cometió hace más de cinco años, cuando pensó que terminar su relación con Shun era una buena idea.
"Solo espero que no sea demasiado tarde" se dice "Solo espero que no me hayas olvidado".
Al llegar al hotel, su primer impulso es preguntar en la recepción el número de la habitación de Shun para ir a buscarlo enseguida porque el deseo de verlo en persona ha estado aguijoneándolo constantemente desde que apartó los ojos de aquel cartel, y ahora es tan fuerte que raya en la desesperación. Sin embargo, cuando mira el reloj y se da cuenta de que ya pasa de media noche, se recuerda a sí mismo que no puede ir y plantarse delante de su puerta a esa hora tan inoportuna solo porque se está muriendo de ganas de verlo.
Sabe que debe hacer esto bien, que no puede echar a perder la que podría ser su única oportunidad para reconquistarlo. Así que, en vez de presentarse frente a él así como así, Hyōga se contiene y decide seguir el plan que trazó durante las largas horas de vuelo sabiendo que nadie, salvo Ikki, conoce los gustos y aversiones de Shun tan bien como él, y esa es su carta fuerte ahora.
"Debo ser paciente y esperar. Conozco a Shun, y lo que tengo preparado para él atraerá toda su atención hacia mí. Entonces podré verlo".
Así pues, resuelto a no volver a sabotearse a sí mismo, solo pide su habitación sin hacer ninguna pregunta sobre Shun y después sube al cuarto piso. Sin cambiarse de ropa, se quita los zapatos y se deja caer sobre la mullida cama.
Enseguida se pierde entre las brumas del sueño; un sueño en el que ve al Shun de diecisiete años envolviéndolo cariñosamente entre sus brazos mientras le sonríe feliz, tal y como siempre solía hacer. Pero, luego, ese chico risueño se desvanece lentamente y en su lugar aparece el Shun de veintidós, el Shun del cartel, el hombre de las ropas de cuero negro, quien lo mira fijamente con sus ojos aguamarina colmados de fuerza y determinación.
Hyōga musita su nombre vez tras vez mientras se abraza con ansias a su almohada, como si esta fuera Shun, y sueña que ese Shun de veintidós lo besa tal como hacía aquel de diecisiete. Con alegría. Con pasión. Con amor.
N.A: Nos leemos en el siguiente.
