Disclaimer: Los personajes pertenecen a la gran S. Meyer, la historia es una locura de mi cabeza. ¡Di no al plagio!

Capítulo beteado por María (FFR)

Seducida Por mi Jefe

Prólogo


Prólogo

– ¡Isabella, Isabella!

Ella se despertó de su mundo de sueños al escuchar el llamado de Edward. Él estaba tocando la puerta de su habitación, había vuelto. Bella se levantó de su cama. Abrió la puerta y se abalanzó a los brazos de Edward.

– ¡Edward! – su nombre se le escapó de entre los labios. Las esmeraldas de él estaban abiertas de par en par, soltó sus manos. – Lo siento – murmuró Bella – Es que… tengo miedo de estar con un hombre en otra ciudad y que solo acabo de conocer.

– Lo siento – susurró Edward.

– ¡Disculpa! – Bella estaba confundida ante la necesidad de Edward por disculparse.

– No debí haberte dejado sola.

Bella miró su reloj, se había quedado dormida por más de una hora. Se cerró su camisón para asegurarse de que su jefe no viera que sólo llevaba su pijama y que no traía bragas y sujetador.

– ¿Aún estas cansada? – Edward acarició la mejilla de Bella. Había sido una observación, no una pregunta.

Ella se sonrojó por las palabras de su jefe, sus dedos eran magnéticos y deseaba en el fondo que la siguiera acariciando. Su caricia le había causado que se estremeciera. Ambos se miraron fijamente, por un momento Bella bajó su mirada a los labios de Edward e inmediatamente volvió a subirla. Los ojos de Edward eran hipnotizantes, profundos y seductores. A Bella le fascinaba el misterio de esa mirada.


Capitulo 1. Días en el trabajo

Isabella entró en su oficina para escapar del frío invierno de Manhattan. Odiaba el frío. Quería tomarse diez minutos para tomar su latte y comerse un muffin de zarzamoras, era justo pues siempre llegaba temprano. Colocó su abrigo y sus guantes en el perchero, al ver su delicioso desayuno escuchó la voz demandante de su jefe.

— ¿Cómo diablos supo que ya estoy aquí?

Silenciosamente entró a la oficina de su jefe.

– Buenos días, señor Cullen – ella le entregó una raza de café recién preparado. Trato de ignorar lo sexy que lucía con esa camisa que se ajustaba a su torso, se concentró en no derramar el café. Claramente, había llegado hace tiempo pues su abrigo estaba en el perchero.

– ¡La esperaba más temprano! – resopló, ignorando su saludo.

Lo bueno es que había preparado la sala de juntas antes de ir a comprar su latte y muffin. Ella desvío su mirada de aquellos ojos verdes, no los resistía. Ese hombre arrogante, hermoso y sexy, era claramente el mejor espécimen masculino pero era su jefe. Él siempre estaba de mal humor antes de una junta, Bella lo sabía bien.

Edward tomo la taza de café y bebió casi la mitad antes de hablar.

– Tienes que volver a imprimir la página seis en veinticinco minutos... Antes de que comience la junta – checo su costoso reloj antes de darse la vuelta para trabajar frente a su laptop.

– Sí señor – salió de la oficina y habló al centro de copiado para que mandaran a alguien a ayudarla. Sí tenía que imprimir documentos y volver a formar los juegos para la junta, necesitaba ayuda extra y como la asistente personal del dueño de Cullen Co, podía disponer de los recursos necesarios para llevar a cabo sus tareas.

Bella terminó cinco minutos antes. Miro su latte más frío que un hielo sobre su escritorio, lo tomó y lo echo a la basura. Agarró toda la información para la junta y se fue a la sala de juntas.

– ¡Isabella! ¿Dónde está mi café? – Edward Cullen entró a la sala de juntas.

¡Ya te tomaste tres tazas! Y yo ni siquiera he tomado nada

– Aquí lo tiene – ella le entregó su taza de café. Mentalmente pensó que sería buena idea colocar una máquina de café en su espalda, pues Edward tomaba cerca de veinte tazas al día.

– Gracias, Isabella – finalmente, se había ganado la primer sonrisa del día. Isabella apartó sus ojos de él y tomo su lugar en la esquina de la sala. Era extraño ganarse una sonrisa de él ¡Su sonrisa torcida le causaba confusión! Bella podía ser un robot para él. Desde hace dieciocho meses que trabajaba para él y nunca se había preocupado por sus necesidades como persona y sobre todo como una mujer deseable.

Edward observó a todos a su alrededor. Todos estaban ocupados con sus conversaciones y en sus bebidas, era temprano y muchos no habían tenido tiempo para desayunar. Él los había amenazado, una sonrisa se dibujo en su boca. Comenzaría oficialmente la junta, Bella asintió, tomo su lugar en la esquina al lado de Edward. Abrió su libreta para tomar notas pero se distrajo al verlo hablar por el celular. Edward había salido y desde donde estaba ella podía vislumbrar su espalda ancha y su cabello cobrizo y desordenado. Edward se agachó por algo, dándole a Bella la vista perfecta de su sexy trasero. Ella estaba a punto de convulsionar en su lugar por lo que apartó su mirada. El celular personal de Edward sonó, salvada por la campana. Dio gracias por la distracción.

Bella contestó el celular – Puedo hablar con Edward – escuchó la voz chillona de una mujer.

Isabella se rehusaba a desilusionar a la pobre mujer pues Edward no iba a tomar su llamada.

– Él está ocupado con otra llamada, señorita Denali ¿Puedo tomar su mensaje? – ella era el nuevo juguete de Edward, pobre mujer. Sus "juguetes" no le duraban más de dos o tres meses. Sorpresivamente, ella ya llevaba cuatro meses con él.

– ¿Edward me está evitando? – Demandó Tanya Denali – ¿Ésta viendo a alguien más? ¡Él canceló nuestra cena! – Tanya había planeado una noche romántica con; fresas, crema pastelera, sábanas de seda y costoso champagne francés. Todo fue un desperdicio.

– Estamos a punto de comenzar la junta – murmuró por el celular – Dejé al señor Cullen a las ocho en la oficina, la otra noche y hoy lo encontré a los siete y media.

– ¡Trabaja muy duro! – Isabella podía decir que Tanya estaba muy molesta.

– Buenos días, damas y caballeros – Edward había terminado la llamada – ¿Podemos comenzar? – miró a sus asistente personal, que estaba hablando por su celular.

– Le recordaré que le hable durante el break – habló suavemente por el aparato.

– Hazlo – Tanya cortó la llamada.

Isabella escribió una nota y se la entregó a Edward, quién la guardo en su bolsillo sin siquiera leerla.

Tres horas después, los dedos de Bella le dolían a causa de todo lo que había escrito. Deseaba que pronto Edward pidiera un break porque moría por tomar café y por tomar unos minutos personales para ella. Flexionó sus dedos y siguió escribiendo mientras Edward continuaba hablando. Cuando recordó el descanso, Bella había bajado la mirada.

Edward se acerco hasta ella, demasiada peligrosa era su cercanía. Bella de removió en su asiento al sentir su cálido aliento cerca de su cuello.

– ¿Deberíamos tomar un descanso?

Bella estaba sorprendida pero lo disfrazó muy bien.

– Sí, por favor.

Edward mantuvo su mirada en su asistente personal. Ella lucía perfectamente bien en su traje que se ajustaba a su esplendida figura. Sus ojos se centraron en el rostro de porcelana de ella hasta que Bella apartó su mirada, ese momento había sido demasiado incómodo.

Le sorprendió que Edward pidiera un descanso, sabiendo que él era un adicto al trabajo. Para él los días festivos y las vacaciones eran una pérdida de tiempo. No celebraba Navidad y el día de Gracias, lo que significaba que sí él trabajaba en esos días, ella tenía que estar en su escritorio. A veces, las horas extras frustraban a Bella pero eran bien recompensadas en su sueldo. La mayor parte de tiempo amaba trabajar con él "tirano" pues era justo con ella, sus demandas eran fáciles de cumplir y nunca se aburría en su trabajo porque viajaba a varias partes del mundo.

Cullen Co, era la manufacturera de componentes de aviación más importante de Norteamérica y varios de sus productos eran exportados a Francia, Alemania, el Reino Unido, Canadá e Israel. La calidad e innovación en los diseños hacia de Cullen Co la mejor empresa en el ámbito aeronáutico. Sus productos eran muy demandados por los sistemas de defensa de varios países en todo el mundo.

– Tomaremos un descanso de quince minutos – se dirigió a los presentes de la junta – Mi asistente personal necesita flexionar los piernas – las miradas de todos se posaron en Bella.

– Debería hablarle a la señorita Denali – comentó Bella al dejar un taza de café frente a él y un plato de sándwiches que Edward no había pedido.

– Gracias – Edward no se dignó a hacer caso a su comentario. Tomo su café y se fue hasta donde estaba el grupo de diseño, quienes estaban disfrutando del chocolate que había mandado preparar Bella.

Bella corrió hasta el baño de mujeres antes de tomar un poco de café. Se quedó un momento ahí para que sus hormonas y los temblores de su cuerpo se calmaran. Tenerlo tan cerca de ella era una constante tentación pero aún así era capaz de tomar notas y concentrarse en su trabajo.

¿Por qué Dios había sido tan generoso con Edward Cullen?

Bella hizo una nota mental para enviarle un arreglo de flores para Tanya Denali. En los dieciocho meses que llevaba trabajando para el intimidante, carismático, poderoso y sexy Edward Cullen; aprendió mucho de ese hombre. Sabía su comida favorita, su bebida y el tipo de mujeres que le gustaban; rubias atractivas e independientes. No le gustaban las mujeres que trataban de controlarlo o atraparlo. No tenía piedad con las personas flojas.

Como su asistente personal, su lista de tareas era extensa. Ella atendía cosas personales como la lavandería pues Edward, no quería sobreexplotar a su vieja ama de llaves. Para asegurarse de quedar bien con su familia, Edward le entregó una lista de fechas importantes para que Bella se encargará de enviar los regalos, al igual que en Navidad. La lista incluía a sus padres y a sus dos hermanas. Una vez por semana, Bella se encargaba de enviar arreglos florales a la "amante" en turno. Sí Edward tenía problemas con su amante, ella recibía varios arreglos por semana. Dependiendo el tipo de problema, a veces un arreglo de flores iba acompañado de un juego caro de joyería.

– Necesita algo más señor, estoy a punto de irme – ya era tarde y Edward le había comentado que se retiraría pronto.

– ¿Podría enviarle un arreglo de rosas a Tanya? – pidió sin mirar a Bella.

– Listo señor Cullen. El arreglo fue enviado desde está tarde.

Edward levantó su mirada. Una sonrisa torcida se formó en sus labios – Gracias señorita Isabella, puede tomarse el resto de la noche.

– Es usted muy amable – sonrió ella. Tomo su abrigo, su bufanda y sus guantes para mentalmente prepararse para enfrentar el frío de afuera.

– Quiere que la lleve a su casa.

Bella levantó la mirada. Edward nunca se había ofrecido, antes, a llevarla a su casa.

– Las condiciones de afuera ameritan mi propuesta. No quiero que usted muera congelada por mi culpa – murmuró él.

La idea de estar a solas con Edward fuera del ámbito laboral le pareció tentadora a Bella. Él era sólo "Edward" en su cabeza porque nunca lo llamaba así en la oficina ¿De qué hablarían en el transcurso a su departamento dentro de su limo? ¿Le hablaría con la misma voz aterciopelada con la que le hablaba a sus amantes?

– Ya le hablé a un taxi – mintió ella. Apretó su cinturón alrededor de su cintura – Me está esperando afuera.

– Buenas noches, Isabella – él se levantó, los músculos de su pecho se tensaron.

– Buenas noches – Isabella apartó rápidamente su mirada de él. No quería llevarse la imagen de su sexy jefe en su cabeza pues no podría dormir en toda la noche.

– ¡Isabella!

– Sí, señor Cullen.

– No haga planes para la siguiente semana. Tenemos que ir a Washington.

– Sí, señor – Isabella asintió, le agrado la idea de viajar juntos. Amaba viajar a su lado pues no muy seguido lo hacían a menos que Edward la necesitará a causa de las juntas con los compradores.

Sonriente, entró al elevador al recordar la parte final de su entrevista de trabajo. Las primeras dos fases habían sido por el personal de recurso humanos. La última entrevista se la hizo Edward. Su pregunta de qué sí estaba apegada a alguien la había sacado de contexto pero se defendió con su compromiso al trabajo.

– Por el contrario – remarcó Edward – ¡Yo demandó devoción a mí! Mi asistente personal tiene que viajar conmigo y no quiero a un novio celoso interviniendo en su productividad.

– En ese caso, soy soltera – confesó.

– Felicidades señorita Swan, el trabajo es suyo – él le extendió su mano a ella – Comenzara la siguiente semana – había demandado y desde ese día sus demandas nunca habían cesado.

Isabella casi se cae de la silla cuando se le mostró su nuevo guardarropa. Su extensión en ropa de marca era enorme pues se le comentó que como asistente del dueño de Cullen Co, tenía que vestir lo mejor más en sus viajes. Nunca antes había viajado a otro continente y con Edward ya había ido tres veces a Londres, una a Hong Kong y otra a Israel en su jet privado. Para su sorpresa él había actuado como el mejor y protector jefe cuando estaban fuera del país. El tirano también había elegido el perfume que usaba. En uno de sus viajes a las tiendas exclusivas para comprar un regalo, la mostradora le ofreció una exquisita fragancia. Una esencia muy sensual, según ella. Bella lo probó a la mañana siguiente y cuando entró a la oficina, Edward salió para averiguar la esencia atrayente.

– ¡No vuelva a usar nada! – instruyó Edward.

– ¡Disculpe! – exclamó Bella confundida.

– Tú perfume – Edward inhaló profundamente otra vez la tentadora esencia.

– Oh

Secamente se había emocionado al ver que a Edward le había fascinado su perfume. Era francés. Isabella gastaba grandes cantidades en ropa, lencería y zapatos. La otra parte de su sueldo la guardaba en el banco. Sólo era libre de usar lo que quisiera pero el autoritarismo de su jefe en cuanto a su perfume era claro.

Isabella se sorprendió cuando dos veces en los viajes de Edward a París le trajo una caja que contenía una botella de su costoso perfume.

– Nunca se atreva a cometer un crimen, señorita Swan – bromeó Edward – Porque su perfume la delataría – Bella, a su manera agradeció su comentario.

Al enrollar su bufanda en su cuello para guardar el calor, salió del edificio y rogándole a Dios por encontrar un taxi a esa hora y por suerte encontró uno que esperaba en la esquina. Bella se subió y le dio la dirección de su apartamento.

Edward bajo el vidrio de la limo para ver la figura esbelta de su asistente personal subir al taxi.

Así que ella no le había mentido

Edward sonrió. Había asumido que ella había mentido acerca del taxi que la esperaba. Odiaba la forma fría y formal que ella mantenía con él. Era profesional y se tomaba en serio su trabajo como su asistente personal. Sabía que a veces se sobrepasaba con sus demandas pero ella las cumplía al pie del cañón.

Ocasionalmente sus ojos castaños reflejaban furia pero llevaba a cabo sus tareas. Edward pensó que un aumento en su sueldo sería suficiente compensación para su menuda asistente pero sí tenía nuevas consideraciones con ella, iba a sospechar y eso no le convenía ¡Ella era demasiado inteligente!

Esa noche, por alguna razón, no tenía ganas de ver a Tanya. Él ya se estaba cansando de sus constantes insistencias por mudarse con él. Por razones inexplicables él se había atrevido a ofrecerle llevarla a casa. Su plan había sido llevarla a cenar pero ella lo había rechazado.

A Edward le sorprendía el porqué su sexy asistente no tenía un hombre en su vida. De seguro tenía a una fila de admiradores. Él se había imaginado varias veces a sí mismo arrancarle su ropa de diseñador, aferrar sus dedos en sus ondas achocolatadas y enterrarse en lo más profundo e íntimo de su cuerpo. El pensarlo sólo causaba que sus pantalones le apretaran en la entrepierna.

Lo único que lo detenía era su política de no meterse con sus trabajadoras. Siempre se arruinaban las relaciones laborales después pues siempre habría un "después". Isabella Swan era la mejor asistente que él podría desear y no iba arruinar su relación laboral por una simple calentura. Lo que lo ayudaba a controlarse era el poco interés que ella mostraba por él pero ¿Por qué le afectaba que ella no se interesara en él? A su mente le vino su respuesta. Isabella sabía mucho de sus aventuras. Edward gruñó ¡Ese era una buena barrera!

Él miro su reloj, no deseaba ver a Tanya por lo que le envió un texto para avisarle que no iría a su departamento y apagó su celular personal.

Isabella maldijo entre dientes por él frío entrar a su departamento a pesar de que aún llevaba su abrigo ¿Por qué no recordó prender la calefacción? Tembló al quitarse su abrigo, prendió el calentador y se preparó una taza de té caliente para estar calientita. Gracias al cielo no tenía que cocinar pues aún sobraba un poco de ensalada de pollo de la otra noche.

Cuando Bella se metió a la tina caliente sus pensamientos se centraron en Edward. A pesar de estar ocupada siempre pensaba en él ¿Cómo manejaba sus sentimientos por él?

¿De qué sentimientos hablas Isabella?

Ella gruñó al dejar su tasa al lado de la tina para sumergirse en él agua caliente. Se estaba volviendo difícil el trabajar con él y no sentirse atraída a él. Cuando trabajaba tan de cerca con Edward sentía ganas de gritar por la frustración ¿Cuántas veces había deseado que él la tomara entre sus brazos, que la besara y...?

¡Detente!

Ya había pasado mucho tiempo en la tina por lo que salió de ella y se puso su bata de seda para ir a la cocina. Se sirvió la ensalada de pollo y se la comió enfrente de la televisión. La sala estaba calientita, le dio tiempo de ver una película, después se lavó los dientes y se metió a la cama.

En la mañana, una semana después, una voz ronca pronunciando su nombre por él intercomunicador la distrajo de lo que estaba haciendo. Había dos tipos de tonos que Edward usaba para atraer su atención. El tono conversacional que pedía por él intercomunicador para dar sus instrucciones y el tono que le exigía estar en presencia de su oficina. Bella agarró su IPad y se dirigió a la oficina de Edward.

– Sí, señor Cullen

– Fueron enviados los documentos a Tel Aviv.

– Sí señor. Los documentos llegaron yo misma hable con la encargada.

– Entonces ¿Por qué Victoria habló para preguntar por el envió? – Demandó Edward – Yo espero que usted este al cien por ciento en este tipo de órdenes, señorita Swan.

– Lo checaré con la compañía responsable del envió – murmuró Isabella y salió de la oficina. Antes de hablar a la compañía, ella checó en su computadora que estaba enlazada al satélite que él envió había sido recibido quince minutos antes. Hablo a la compañía y ahí le verificaron lo que había en su computadora. Después habló a Tel Aviv para informarse que la encargada había decidido almorzar primero que checará los envíos.

– ¿Qué es esto? – Edward miro el fax sobre su escritorio.

– Es la confirmación firmada de que los documentos fueron recibidos hace más de quince minutos – Bella trato de manejar su voz para que Edward no viera su enojo.

– ¿Están listas las reservaciones para Washington? – preguntó Edward al guardar el fax en el folder del archivo para Tel Aviv.

Bella no esperaba una disculpa por parte de "Edward arrogante Cullen" pues él esperaba que sus trabajadores supieran lidiar con varios problemas. Le molestaba que los envíos no se llevaran a cabo no importando que la culpa estuviera en el lado del cliente.

– Sí – respondió Bella, soltando su aliento – Todas las juntas ha sido confirmadas y ya están en su diario electrónico.

– Envíele una copia al piloto.

– Ya está hecho – respondió Bella. Sabía de antemano que el piloto tenía que saber el itinerario para saber cuándo y a qué hora viajar.

– Bien – Edward volvió su silla a espaldas de Bella mientras ella salía de la oficina.

Edward levantó su rostro para darse cuenta de que Bella se había ido. Una sonrisa se dibujo en su rostro. Levantó sus pies al escritorio, estaba molesto. Después de la hora del almuerzo recibió la llamada de Victoria para avisarle de la llegada de los documentos. Edward se quiso reír cuando vio a Bella correr a su oficina con los ojos llenos de furia para informarle de la entrega. Él calmadamente tomo el fax y lo archivo, sintió algo que no sabía describir.

Edward comenzaba a sentir la frustración crecer en él porque deseaba llevar a la cama a su asistente personal. Ella lo excitaba como nadie antes con sus sexys faldas y con los movimientos de sus caderas de un lado a otro. Lo impensable había sucedido la otra noche cuando estaba con su amante en turno. Cuando cerró sus ojos para besar a Tanya, la imagen de Bella vino a su cabeza. Molesto, gruñó incremento las embestidas mientras le hacía el amor a Tanya. Ella pensó que él gruñido de Edward se debía al incontenible deseo que sentía por ella, que equivocada estaba. Edward no creía lo que había pasado, le había hecho el amor a una mujer mientras pensaba en otra.

La pluma se rompió trayendo a Edward a la realidad. Tenía que alejarse de Tanya, estaba decidido. Ella lo aburría y ya estaba harto de ella. En el momento en que su amante no lo complacida era señal de terminar todo con ella y seguir.

– ¡Isabella! – Edward está parado frente a su escritorio.

– Sí, señor

– Tengo una cena en la Fundación Da Revien y me gustaría que me acompañara.

Edward era uno de los patrocinadores de la Fundación Da Revien para gente sin hogar.

La felicidad revoloteo en su corazón pero desapareció rápido.

– Pero... La señorita Denali habló para recordarle sobre los boletos de esta noche para el teatro.


Aquí está una locura más de mi cabeza, espero que sea de su agrado.

Merezco un Review :D

Agradecimientos:

A mi Beta (Maria) que me animo a subir esta historia.

A Emmaly Swallen que me hizo la portada para este Fic. Linda como ya te lo he dicho tienes una imaginación y creatividad que valen mil.

Queridas lectoras aquí les dejo el primer capitulo de esta historia, espero que les guste mucho. Espero sus comentarios y críticas que serán siempre bienvenidas :)

A las que han puesto esta historia como favorita y a las que la siguen.

A:

Elaine Haruno de Uchiha, Mistery Twihart, , jhanuita, cherryland, supattinsondecullen, gaby, cary, Guest y Ñiz Belikova.

También a mis lectoras FANTASMAS :)

Merezco Review :)

Alex