¿Como cambiaron tanto las cosas?

Kagome`s POV

Si no mal recuerdo han pasado tres meses desde que volví a la época antigua, y para mi propia felicidad, he podido ver el mayor de mis anhelos finalmente cumplido, una vez que regresé a la aldea, y corroboré como mis amigos por fin habían alcanzado su felicidad, inevitablemente sentí una nube de tristeza cruzar mi mente, pues a pesar de que había vuelto a esta época, aún no había podido hablar con Inuyasha, por lo menos…no como yo esperaba.

A mi llegada, apenas y habíamos cruzado algunas palabras, ya que la emoción de vernos de nuevo, hizo que buscáramos el calor de un abrazo tan necesitado y por demás extrañado, hubiera sido genial habernos quedado hablando, como yo había contemplado, más sin embargo la alegría de ver a mis queridos amigos de nuevo pudo más que cualquier pensamiento razonable en aquel momento.

Felizmente abracé a mi querida amiga Sango, que estaba prácticamente fuera de sí, e incluso me atreví a darle un cariñoso abrazo a Miroku, y recibí en mis brazos a un no menos entusiasmado Shippo, que me abrazaba y susurraba palabras de felicidad, que no alcanzaba a comprender, pero me hacia inmensamente feliz escucharlas venir de parte de mis inseparables amigos.

Después de eso vinieron las presentaciones, conocí a los nuevos integrantes de la familia que ahora formaban Miroku y Sango, sus gemelas Minako y Midori a pesar de pensar que era extraño que una persona saliera de un pozo, me recibieron cálidamente. Después Sango soltó afanosamente, pero con igual cuidado el bulto que cargaba cuidadosamente en su espalda, y entonces conocí al pequeño Kamaye, que al sentir el movimiento, abrió los ojos comenzando a llorar de una manera aparatosa, Inuyasha se cubrió las orejas en respuesta al estridente sonido, dirigí mi mirada a Sango realizando una silenciosa petición, la cual fue concedida y me tendió cuidadosamente al bebé, para que lo tomara entre mis brazos.

Acogí maravillada al pequeño que poco a poco comenzó a tranquilizarse en respuesta a mis suaves movimientos y mis continuos susurros de una canción que escuchaba cantarle mi madre a Souta de pequeño, Inuyasha retiro cautelosamente las manos de sus orejas, mirándome impresionado, dirigí mi mirada a mis amigos, que también me observaban entre curiosos e incrédulos.

—Kagome…¿Cómo le hiciste para calmarlo tan rápido?, Kamaye es conocido en la aldea por sus buenos pulmones y por ser un niño bastante escandaloso—confesó no menos atónito Miroku.

—Cierto Kagome, tienes un talento especial con los bebés, deberías enseñarme a hacerlo—rió alegremente Sango tomando de nuevo en brazos al pequeño que había quedado prontamente dormido entre mis brazos.

Miraba atentamente cómo Sango ajustaba al pequeño Kamaye a su espalda y le sonreía a sus pequeñas, sentí que mis pupilas brillaron, a mi mente llegaron imágenes de verme a mí en la misma situación que Sango, con varios pequeños a mi alrededor que me llamarán mamá y esperaran ilusionados la llegada de su padre Inuyasha para que los llevara de paseo.

—Una familia, eso es lo que deseo…—susurré bastante bajo, sin ánimos de que nadie me escuchara, pero por mi mente no pasó que Inuyasha escuchara esas palabras, mientras salí de mi ensimismamiento y observé como mis amigos comenzaban a caminar, iniciando una alegre y trivial conversación.

Después de eso tomamos rumbo hacia la aldea, de la cual salió una muy alegre Rin con un kimono de un vistoso color amarillo en los brazos, venia bastante apurada y al parecer no había reparado en mi presencia hasta casi chocar conmigo, inmediatamente me abrazó y me sorprendió notar que ya me llegaba a abrazar casi completamente, me llegaba un poco mas debajo de la mitad del pecho, correspondí su abrazo para después escucharla contarme acerca de la visita de Sesshomaru y me mostró su precioso kimono, al parecer regalo del tan enigmático youkai.

Al llegar a la cabaña de la anciana Kaede, la pobre señora casi se va de bruces al verme, y después de un caluroso abrazo y una buena conversación, se dispuso junto con Sango a preparar la comida, el resto del día paso sin mayores incidentes obviando las típicas peleas entre Inuyasha y Shippo, y de vez en cuando con Miroku, los pequeños regaños de parte de Sango para con las gemelas que comían con la boca abierta imitando a Inuyasha al que llamaban cariñosamente "perrito" y preguntas hacia mi persona acerca del tiempo en mi época.

Pasé la noche en la cabaña de Sango y Miroku, ya que ellos poseían un futón de más y a partir de ahí no pasaba de mas palabras si no eran de trivialidades con Inuyasha.

Cabe decir que esa faceta se terminó hoy, después de la comida, se acercó lentamente, y si digo muy lentamente, significa que bastante lento, casi de una manera desesperante, me alcanzó un Inuyasha bastante colorado, que parecía que los pies le pesaban tanto que por eso tardaba en llegar, después de algunas palabras sin sentido y algunos que otros torpes tartamudeos llegó a la conclusión de citarme en un par de horas más en el árbol sagrado, solo algunos minutos antes del crepúsculo.

Llegué puntualmente a la cita encontrándome a Inuyasha que hablaba torpemente consigo mismo. Tan ensimismado estaba que ni siquiera notó mi presencia, por lo que decidí hacerme notar, llamándolo de improviso, causándole un tremendo susto, haciendo que cayera estrepitosamente del tan conocido árbol sagrado. Si fuera un humano verdaderamente me preocuparía, pero al verlo en tan cómica situación, no pudo si no sacarme unas buenas carcajadas, a lo que él respondió mirándome entre enfurruñado y sonrojado, al tiempo de refunfuñar cosas ininteligibles. A decir verdad, no sabía si estaba sonrojado o rojo del coraje, pero decidí interrumpir mi risa, para darle a él, el espacio para hablar.

Observaba pacientemente a Inuyasha, que parecía que tenía un fuerte conflicto interno por la manera en que movía sus pies, se rascaba la cabeza y fruncía las cejas.

De repente parece que los solucionó y buscó mí mirada lleno de determinación, yo esperaba serena a que dijera algo, pero al parecer de nuevo se acobardó, se repitió la misma escena un par de veces más hasta que consiguió sacarme de mis casillas.

—¡Podrías decidirte de una buena vez Inuyasha!, ¡a menos que esperes que me quede aquí toda la noche observando cómo intentas ordenar más de tres palabras en una oración, si no te importa, me iré a dormir!—exclamé desesperada con un molesto tic en el ojo y en la ceja derecha, intentando poner a Inuyasha de acuerdo consigo mismo, lo cual al parecer sucedió con éxito ya que se asustó lo suficiente como para reaccionar, torpemente…pero reaccionó al fin.

—¡No, no, no espera Kagome!…pue…pues verás, es que…Kagome yo…—balbuceó penosamente con los pies tan agitados que me daba la sensación de que estaba conteniendo de una manera sobrehumana las ganas de salir huyendo de ahí en ese mismo instante, y de repente sentí como si me hubieran dado una patada en el trasero, ya que me llegó como rayo la idea de lo que podría ser lo que me quisiera decir Inuyasha, ¿será verdad lo que creo que quiere decirme?

De pronto, mi cara se pobló de un nada discreto sonrojo, que me transformó en un instante en una granada madura, aumentando potencialmente no solo mi nerviosismo, sino también el de él, que comenzó a tartamudear peor aún de lo que no estaba haciendo, por lo que creí prudente hablar.

—Inuyasha, solo dímelo…esperé mucho para escucharlo, no me hagas esperar más—susurré suavemente tomando sus fuertes manos entre las mías, notando como el sonrojo de él aumentó, pero al parecer pareció haber captado el mensaje, ya que apretó mis manos entre las suyas, otorgándome una cálida sensación de paz y felicidad.

—Tú…sabes bien que yo…no soy muy bueno con las palabras, pero es que yo quiero decirte…—tomó mucho aire, como si de él sacara fuerzas—no…quiero pedirte que…si tú, quieres…ser…ser…mi…mi…mi—masculló atropelladamente, recuperando nuevamente su estado de nerviosismo, comenzando a rascarse por encima de la ropa…o al menos eso parecía, hasta que vi como sacó algo pequeño de entre su traje, respirando aún más agitadamente, como si lo vinieran correteando, escuché como refunfuñaba algo acerca de su cobardía y apretaba aún más mis manos sin llegar a lastimarme, después vi completamente sorprendida, como se arrodillaba sin soltar con su mano izquierda mis manos, mis ojos no podían creer lo que veían pero de verdad lo estaba viendo.

—Se…que debería ir con tu familia, pero…como ya sabemos que no se puede…pues yo…quiero decirte que soy un buen cazador, tengo tierras, soy respetado a los alrededores, poseo un título nobiliario y a pesar de ser un hanyou, soy muy poderoso y no sé ni porque te digo esto si ya sé que tú lo sabes, pero…tengo una cabaña que acabo de construir, donde podríamos instalarnos sin ningún problema, pero…a lo que quiero llegar es que…—expresó un poco apresurado y dejando entre ver un ligero toque de molestia por estar repitiendo algo que ya sabíamos ambos, para después abrir cuidadosamente la pequeña cajita de un material que no supe distinguir, mostrando un anillo de una belleza que me impactó, era un diamante rosado con tintes morados y azules, el cual distinguí de las cuchillas de diamante que era capaz de lanzar Tetsusaiga.

Me maravilló el prodigioso cortado, que formaba parte del precioso diamante, montado en un anillo que creí identificar como el tan preciado metal conocido como platino y luego noté como él se contenía de colocarlo en mi dedo porque aún intentaba decir algo.

—¿Quiere casarte conmigo?—formuló no menos sonrojado, pero muy decidido dejando atrás el tartamudeo, esperando mi reacción completamente anonado, yo solo alcancé a reaccionar chillando de alegría y lanzándome a sus brazos, donde Inuyasha me recibió gustosamente y correspondió a mi emotivo abrazo, después el dijo.

—¿Eso es un sí?—preguntó tímidamente, manteniéndome apresada en sus brazos, sin atreverse a separarse de mí un milímetro.

—¡Claro que sí tontito!, ¡por supuesto que quiero casarme contigo!, ¿acaso lo dudabas?—respondí eufórica, dejando que Inuyasha me regresara al suelo, donde el se dispuso a colocar cuidadosamente el llamativo anillo en mi dedo anular, donde lo observé fuera de mí, viéndolo desde diferentes puntos, de repente…una interrogante llegó a mi cabeza.

—Inuyasha…¿Cómo es que elegiste la manera occidental de pedir matrimonio?...digo, es que parece película estadounidense, ¡es lo más hermoso que pudiste haber hecho por mi Inuyasha!—expliqué no menos emocionada, esperando su respuesta.

—¡Keh!, pues…una vez que fui a tu época tu madre estaba viendo esa cosa que llamaste película en la caja que muestra imágenes y me obligó a verla con ella, creo que era una que se llamaba veintisiete bodas…o algo así y ahí vi como tu madre se encontraba prácticamente fuera de sí al ver las propuestas de matrimonios y…como no se me ocurría nada decidí hacerlo como en la película para no arruinarlo, aunque varias cosas me las explicó Souta—respondió ruborizado, intentando mantener la vista en otro punto que no fuera mi cara, y sentándose en su típica pose india, con las manos dentro de sus mangas.

—Gracias Inuyasha…esto significa mucho para mí, saber que…deseas compartir tu vida conmigo, es la mejor de las noticias que pudiste haberme dado, soy muy feliz—expresé ruborizada, aun manteniendo la misma ilusión de haber visto el anillo.

—¡Keh!, quería que fuera especial…por eso yo mismo forjé el anillo, aunque el viejo carcamán de Totosai ayudó un poco, sabía que a ti te gustaría más si lo hacía con mis propias manos, ¡keh!, y no me salió tan mal, debería dedicarme a eso—refunfuñó cruzando los brazos arrogantemente, intentando con fervor no mirarme a los ojos.

A pesar de que esta petición me a hecho tan feliz…aún mi felicidad no es completa, tal vez suene egoísta y desconfiado, pero necesito escucharlo salir de sus labios, solo así lo creeré.

—Inuyasha…—susurré intentando llamar su atención, cosa que logré ya que el movió las orejas notando el cambio en el timbre de mi voz, se volteó lentamente, enfocándome con sus hermosos soles, mirándome esperando que continuara—yo…sé que el decirme esto a sido muy complicado y vergonzoso para ti, pero…¿podrías decirme lo que siente por mí?—murmuré eso ultimo tan bajo que a duras penas alcancé a escucharme yo, pero el con sus grandes sentidos alcanzó perfectamente a escuchar, causando un gran sonrojo en su cara, pero a pesar de ello no huyó como imaginaba.

—Pero si ya te pedí que…te casaras conmigo, ¿no es suficiente decirte eso?—respondió colorado desviando la mirada comenzando a rascarse de manera nerviosa la cabeza, yo negué suavemente con la cabeza, dándole a entender mi respuesta.

—Por favor…es muy importante para mi escuchar esas palabras venir de ti, siempre e escuchado que me dices que me protegerás, y que cuidarás de mi, pero nunca me has dicho esas dos palabras en específico, por eso temía no ser correspondida—confesé penosamente intentando contener el gran sonrojo en mi cara y el perceptible temblor en mi voz.

Observé como el parecía tener un duelo interno, por lo que había comenzado a desilusionarme y preocuparme, tomé su mano con cariño, sorprendiéndolo y la encerré entre las mías, viéndolo directamente a los ojos, esperando solamente esas dos palabras, que quizás para alguien no cuesten nada, pero para mí lo significan todo.

—Puedes decírmelo Inuyasha, solamente espero eso para ser verdaderamente feliz—acoté acariciando su mano casi imperceptiblemente, pero el continuaba igual, como ausente, por lo que la decepción no se dejó esperar en mi corazón por lo que solté su mano—entiendo si no estás seguro porque…—iba a continuar, pero el inesperadamente tomo mis manos entre las fuertes de él, viéndome directo a los ojos, transmitiéndome un sentimiento nunca antes experimentado…seguridad de sentirme correspondida, pero al mismo tiempo veía melancolía escondida, algo que me inquietó pero fui interrumpida por un inesperado, pero delicioso beso, que me dejó completamente en blanco, ¡Inuyasha me está besando!, ¡por fin sucede!, correspondí tímidamente al beso hasta que el decidió romperlo.

—Escúchame bien Kagome, no dudo de mi decisión yo…te quiero, nunca lo dudes—aseguró tiernamente, algo que jamás pensé de él, más sin embargo aún me encontraba inquieta, podría haber jurado escuchar un tono de indecisión en sus palabras y aunque en realidad no esperaba esa contestación pero supongo que viniendo de él está bien, no se si algún día se animará a decirme que me ama…pero por ahora, solo por ahora está bien.

Esa noche la pasamos en el bosque, yo dormí como jamás en mi vida lo había hecho, dormí protegida bajo sus brazos, el manto nocturno se acomodó sobre nosotros otorgándonos una vista espectacular desde las ramas del árbol sagrado, aquí fue donde lo conocí y aquí mismo sellamos nuestra promesa, nos casaremos muy pronto, no puedo esperar para ser la esposa de…Inuyasha.

Al día siguiente nada más amanecer nos levantamos y después de superar la vergüenza de haber estado tan cerca, Inuyasha me bajó del árbol y tomamos rumbo a la aldea, esperando no ser asediados por las preguntas, pero parecía que no conocía a mis amigos, apenas cruzamos la aldea para llegar a la casa de la anciana Kaede y encontramos a unos preocupadísimos amigos, Sango se encontraba completamente histérica sacudiendo violentamente a Miroku por el cuello de su vestimenta, y al fijarnos más detalladamente notamos que tenía un gran chichón reciente en la cabeza, seguramente por alguna de sus tonterías, las gemelas se encontraban echándole porras a su madre para que golpeara más a papá y el pequeño estaba en brazos de Kaede.

Apenas Inuyasha se aclaró "casualmente" la garganta todo el barullo paró, dejando la cabaña en un silencio incómodo, que empezaba a desesperar a Inuyasha, apenas pensaba él refunfuñar algo cuando Sango se lanzó enloquecida a mis brazos dejando descolocado a Inuyasha y a Miroku lo dejó metido de cabeza en un jarrón gigante de Kaede que estaba en un rincón, yo recibí sorprendida a Sango, que lloriqueaba cosas que ni entendía hasta que por fin dejó de gimotear.

—¡Kagome!, que alivio que estés bien, es que en la noche se escucharon ruidos en el bosque y algunos gritos de personas, y cuando ni tu ni Inuyasha volvieron permanecimos con el alma en un hilo, que bueno que estén a salvo—aclaró una muy aliviada Sango, que se separaba lentamente de mí, mirando por un segundo despectivamente a su marido para después sentarse al lado de Kaede.

—¡Keh!, eso responde porque estaban todos de llorones, pero…¿Por qué el libidinoso está atascado en ese jarrón?—preguntó Inuyasha algo fastidiado.

—Pues es que…—intentó explicar la exterminadora cuando fue interrumpida por el monje recién recuperado.

—Sango…no era necesaria esa cantidad de violencia, si yo solamente dije lo que pensaba—gimoteaba un adolorido Miroku que se sobaba la cabeza haciendo muecas de dolor, la exterminadora reaccionó a las palabras volviendo a enojarse.

—¡Es que nunca dejas de ser un pervertido Miroku!, como se te ocurre insinuar que Kagome e Inuyasha hicieron…cosas en el bosque, cuando me ves tan preocupada ¡y encima lo dices delante de las gemelas que repiten todo!—exclamó la joven madre, haciendo que Inuyasha y yo nos sonrojáramos hasta la médula y las gemelas parecieron reaccionar saltando de sus asientos.

—¡Papi!, ¿Por qué el tío perrito y la tía Kagome querrían ir a mover los arbustos?, ¿Qué tiene de divertido eso?—preguntó vivazmente Minako, logrando que nos sonrojáramos aun más al saber lo que dijo Miroku y mas escuchándolo venir de las niñas.

—¡Si mami!, ¿Qué quiso decir papi con eso de que el tío perrito quería quitarse el calor que sentía al ver a la tía Kagome, llevándosela al oscurito?, ¿no es suficiente con ir a bañarse?, ¡hasta podrían ir a bañarse juntos!—exclamó la pequeña Midori haciendo que nos dieran unas ganas tremendas de salir corriendo de la cabaña, pero primero quería ver como Miroku era cruelmente torturado por Inuyasha por decir esa sarta de…sandeces.

—¡Ves lo que sacas maldito libidinoso!, pedazo de jumento de monje, ¿que tenías que estar diciendo de Kagome y yo depravado?, si Kagome y yo nos diera la gana de ir a destrozar un par de arbustos no sería asunto tu…¡ah!¡maldición Kagome cuál es tu problema!—exclamó bastante molesto al haber sido su pie la víctima del peor pisotón de su vida, cortesía mía, haciendo que saltara ridículamente en un pie, maldiciendo a diestra y siniestra, ganándose un…

—¡Siéntate!—exclamé bastante exasperada, ahh que bien se sentía decir esa palabra, pero aún mejor era escuchar el ruido que le seguía a esa palabra.

—¿Por qué me haces esto?, la culpa la tiene él—lloriqueó el medio demonio que se encontraba sumido en lo que antes era el suelo de la cabaña.

—¡La verdad es que tenemos una muy buena noticia que darles!—exclamé llamando por completo la atención de los presentes, —es cierto que Inuyasha y yo estábamos juntos—aclaré levantando del brazo al pobre de Inuyasha, que parecía que su cara quisiera explotar de lo roja que estaba, —pero no por lo que pensaba Miroku si no que—pensaba continuar cuando Sango ubicó el enorme anillo que ocupaba mi dedo, gritando como loca—si Sango…Inuyasha y yo nos vamos a casar—confirmé con una sonrisa de la mitad de mi cara, aferrándome más al brazo de mi amado.

—¡Te felicito tanto amiga!, ¡y a ti también Inuyasha!—exclamó completamente emocionada Sango, abrazándome a mí y a Inuyasha sin cesar, aunque este último correspondía el abrazo muy tímidamente, lo cual me enterneció, aun después de tanto tiempo, no se acostumbra a las muestras de afecto, eso cambiará pronto.

—¡Los felicito a ambos!, ¡que bien Inuyasha!, ¡al fin aceptaste que babeas por la señorita Kagome!, bueno…muy pronto señora Kagome, por cierto, ¡Sango te dije que era verdad lo que dije!, ¿por qué dudas de mi?, san…—hubiera continuado hablando si no hubiera sido por el precioso golpe que Inuyasha le obsequió a Miroku en premio a su torpeza, dejándolo inconsciente, causando en todos una risita nerviosa y un mal humor en Inuyasha, claro eso no era novedad.

—¿Y…para cuando la boda?—preguntó nerviosamente Sango, intentando distraernos, tal vez aun no sepamos eso, pero pronto…mi destino estará por siempre entrelazado con el de Inuyasha, por siempre…